Capítulo 8
La iba a despedir. Estaba segura. Levantarle la voz a su jefe era una pésima idea si una quería conservar tu trabajo. Demelza no sabía que se había apoderado de ella. De por sí no era una persona peleadora, de esas que van por la vida abriéndose paso a gritos y enfrentamientos. Para ella una sonrisa siempre era la mejor manera de afrontar los problemas de cada día. Claro que a veces no podía evitar que su temperamento saliera a flor de piel, pero era en contadas ocasiones. O con determinadas personas que ella terminaba por intentar evitar o sacarlas de su vida.
Lamentablemente, al parecer Ross Poldark era una de esas personas. Demelza se encontraba recordando aquella noche en que se conocieron con frecuencia, pero lo que antes era un recuerdo sexy y atrevido, ahora era inspeccionado con más profundidad. Principalmente el comienzo de aquella noche y su exasperación hacia él, pues así era como se sentía ahora.
¿Para eso quería hablar con ella? ¿Solo para darle dinero? La había descolocado. Por un momento pensó que iba a preguntarle por sus hijos, interesarse en ellos. Pero no. Así que prácticamente lo había acusado de ser un mal padre. Que inteligente eres, Demelza.
La peor parte era que no quería que la despidiera. No quería perder ese trabajo. Y no solo por el sueldo, que era mejor que cualquier otro empleo que hubiera tenido hasta entonces, sino por los niños. Se había encariñado con ellos, aún en esos pocos días. Ellos… la necesitaban. Necesitaban una amiga, alguien que se preocupara por ellos. Eran tan pequeños aún y habían pasado por tanto en sus cortas vidas. Y los dos adoraban a su padre, ¿acaso él no se daba cuenta? Jeremy casi que lo idolatraba, siempre que podía hablaba de su papá. Y Clowance, pues esa pequeña ya le había robado el corazón.
Así que Demelza intentó pasar desapercibida esa semana y no cruzarse con Ross Poldark. Quizás en lo ocupado de sus días se olvidaría lo que le había dicho. La tarjeta había llegado al día siguiente, Prudie se la había entregado. Le había preguntado si le sucedía algo al verla preocupada, pero ella no le contó nada del encuentro con su jefe. Demelza guardó la tarjeta, pero estaba decidida a no utilizarla, o solo hacerlo en caso de que fuera estrictamente necesario. No iba a quebrar por pagar algunos helados o unos jugos a la salida del colegio. Y habían empezado a bajar a cenar al restaurante del hotel que era gratis y además se divertían preparándose, aunque solo fueran a la planta baja. Loui era muy simpático y todas las noches iba a saludarlos y a contarles los especiales de ese día, con ese acento francés que hacía sonreír a los niños. Jeremy hasta una vez había intentado imitarlo para deleite de su hermana. Afortunadamente el niño estaba más contento, y Demelza había conocido a la madre de su amiguito Paul a la salida del colegio y había sugerido que se juntaran a jugar en el parque durante el fin de semana. El niño pareció no apreciar su intromisión al principio, pero acabó por pasar una tarde muy divertida jugando a la pelota con su amigo mientras los padres de Paul paseaban por el parque y ella y Clowie intentaban hacer posiciones de yoga sobre el césped.
Esa noche una de las últimas lluvias de primavera cayó sobre la ciudad y se levantó algo de viento. Demelza estaba dormida profundamente, pero se despertó al oír que la puerta de su habitación se abría, y los pasitos rápidos de la niña entrando y subiéndose a su cama. Se escondió bajo las mantas. Demelza encendió la luz del velador y se sentó en la cama.
"¿Qué ocurre, Clowie?" – le preguntó levantado las sábanas para verla. Tenía lágrimas en los ojos y las mejillas coloradas y húmedas. – "Hey… cariño, ¿qué ocurre? ¿Te asusta la tormenta? Es solo una lluvia pasajera, no hay nada de que asustarse." - Le dijo. Su voz dulce y tranquilizadora. Clowance la miró por un momento y al siguiente la abrazó por la cintura. Demelza la rodeó con sus brazos y se recostó de nuevo sobre las almohadas. – "Shhh… Clowie. Todo está bien." - La reconfortó dando palmaditas en su espalda.
Unos momentos después, Jeremy entró a su habitación también, frotándose los ojos.
"Clowie…" – dijo bostezando – "¿por qué no me despertaste?"
La niña levantó la cabeza para ver a su hermano y dijo: "Quiero a Demelza." Y se volvió hacia ella de nuevo.
Jeremy se quedó parado sin saber muy bien que hacer junto a la cama.
"Tiene pesadillas cuando hay tormenta." Le dijo al fin a Demelza y justo entonces cayó un rayo que iluminó la habitación entera. Clowance la abrazó con más fuerza y Jeremy no parecía muy convencido de volver a dormir solo en su habitación.
"Pueden quedarse aquí hasta que pase la lluvia." - Les dijo ¿Qué más podía hacer? Demelza se preguntó si habría algún libro guía para niñeras que le dijera que tenía que hacer en cada ocasión.
"No… yo volveré a mi habitación."
"No, Jeremy. Quédate." Clowance dijo. El niño pareció dudar, pero entonces volvió a caer otro rayo y se subió a la cama de prisa. Clowie se durmió abrazada a ella y Jeremy junto a su hermana, al otro lado de la cama. Seguramente Mary Poppins no tenía estos problemas.
Una buena semana había pasado desde la última vez que lo había visto, por lo que se quedó con la boca abierta una mañana mientras desayunaban en la gran mesa del comedor cuando Ross Poldark apareció y se sentó con ellos. "¡Papá!" – exclamaron los niños sorprendidos también, pero encantados. Ella no sabía dónde meterse.
La encargada de la cocina se apresuró a traer otro plato y la taza de café del señor Poldark, mientras él pareció inspeccionar lo que estaban comiendo y se untó una tostada con queso y mermelada, lo mismo que estaba comiendo ella.
"¿Nos llevarás al colegio hoy, papá?" – preguntó Clowance esperanzada.
"Uhm… sí. Creo que podemos compartir el auto otra vez. Son las últimas semanas, ¿no es así?" – Demelza seguía muy concentrada en su té y sus tostadas, masticando lo más despacio que podía para no quedarse sin nada que hacer y verse obligada a hablar con él. ¿A qué venía esto? Era la primera vez que desayunaba con ellos.
"Sí. Dos semanas más y luego, ¡vacaciones!" – respondió Jeremy entusiasmado.
"¿Y qué planes tienen? No harán renegar mucho a la Señorita Carne, ¿verdad?"
Demelza casi se atraganta con la tostada al escuchar su nombre.
"¿Quién es la Señorita Carne?" – preguntó Clowance.
"Soy yo, Clowie. Mi nombre es Demelza Carne."
"Ah, pero nosotros te decimos Demelza. Le puedes decir Demelza, papi."
Solo entonces la Señorita Carne alzó su mirada hacia el rostro del Señor Poldark, quien también parecía concentrado en su desayuno.
"No creo que sea apropiado, Clowie." - Dijo su padre entre un sorbo de café.
"¿Por qué no? Nosotros le decimos Demelza."
"Porque soy su empleada. Tu papá es mi jefe, Clowance."
Ross alzó la vista también al oír su respuesta. Era la verdad, ¿no? Ross Poldark le parecía la clase de hombre que llamaba a sus empleados por su apellido.
"Ahhh…" – la niña no siguió insistiendo.
Cuando terminaron de desayunar, los niños subieron a terminar de arreglarse para la escuela y ella fue tras ellos luego de que él le dijera que los esperaría abajo en el auto. Cuando salieron del hotel, Ross estaba al teléfono, pero a los niños no pareció importarles. Se los notaban felices, estaban sonrientes por tan solo compartir algo tan cotidiano como un desayuno con su papá.
Pero Demelza aún no estaba muy segura de que no la fuera a despedir, y no quería quedarse a solas con él. Aun cuando Jud estaría allí. Así que se asomó por la ventanilla delantera y le dijo al chófer que no era necesario que la esperara, que tenía cosas que hacer mientras los niños estaban en la escuela. Podría ir a ver a Caroline, pensó. Pero cuando llegaron al colegio y luego de despedirse de los niños, Ross Poldark la llamó un momento.
"¿A qué hora regresan los niños del colegio esta tarde?" – le preguntó.
"Generalmente llegamos a Nampara a eso de las seis." - Respondió, algo desconcertada por la pregunta.
"Intentaré estar en casa a esa hora. ¿Tal vez pueda pasar la tarde con ellos?"
Le sonó más como una pregunta que como una afirmación. Como si estuviera pidiéndole permiso para pasar tiempo con sus propios hijos.
"Estoy segura de que estarán encantados." Le aseguró ella, con una ligera sonrisa en sus labios. Y sin más que un movimiento de cabeza, Ross Poldark cerró la puerta del auto y se fue.
¡Judas! Iba a pasar la tarde con Ross Poldark.
No, ella no iba a pasar la tarde con Ross Poldark. Los niños iban a pasar la tarde con su padre. Demelza se dijo una y otra vez durante el transcurso del día. Se lo dijo varias veces a su amiga Caroline también, con quien se juntó a almorzar y a quien tuvo que contarle con lujo de detalles lo que había sucedido desde que comenzó a trabajar en Nampara. No que hubiera muchos detalles que contar, al menos no de los que Caroline quería oír.
No, no lo veo a menudo. No, no hablamos de otra cosa que no sean los niños. No, no conocí a su prometida aún. "¿Y qué van a hacer hoy?" Pues no tenía idea. Sus tardes consistían en pasar por el parque, llegar y prepararles la merienda, hacer la tarea que tuvieran para el otro día, quizás jugar un rato, y luego bajar a cenar al restaurante del hotel para lo cual generalmente se arreglaban más de lo que debían – a Clowance le encantaba ponerse sus vestidos más bonitos – y luego ya no quedaba más que bañarlos y hacerlos dormir, lo que no era una tarea sencilla. ¿Pero acaso su padre participaría de esa rutina diaria o debería pensar en alguna actividad especial para que compartieran con él?
"Estas exagerando, Demi. De seguro el hombre sabe qué hacer cuando está con sus hijos." – le dijo su amiga. De seguro tenía razón.
Los niños se quejaron cuando Demelza les dijo que esa tarde no irían al parque y tomarían un taxi directo a casa. Quería que hicieran los deberes antes de que llegara su padre, pero no les dijo eso a los niños. No quería ilusionarlos y que después resultara que el Señor Poldark tuvo algún compromiso de último momento y no pudo regresar temprano. Les dijo que harían algo especial, pero no que. Si Ross Poldark no llegaba ya pensaría en algo.
No debería pensar tan mal de él, porque Ross Poldark llegó a Nampara poco después de las seis. Los niños saltaron de alegría al verlo parado en la puerta de su habitación. La hicieron brincar a ella del susto. Jeremy estaba terminando su tarea y ella estaba sentada en la mesita de Clowance ayudándola a pintar. Había tramado un plan para escabullirse mientras él estuviera allí. El libro que estaba leyendo estaba en la parte más interesante y creía que quizás tendría tiempo de terminarlo esa tarde, pero cuando lo vio sentarse en la cama de Jeremy con cara de no saber que hacer, hasta le dio algo de pena.
"¿Por qué no le muestras a tu papá tu cuaderno de dibujo, Clowie? Mientras Jeremy termina con su tarea. Luego pueden jugar a algo..."
"¿De verdad? ¿Te quedarás a jugar con nosotros?"
"Ehrm... sí. Claro. Enséñame tu cuaderno, Clowie."
Jeremy voló a terminar sus deberes y le pidió que lo ayudara. Mientras tanto los ojitos de Clowance se iluminaban cada vez que su padre daba vuelta una hoja y elogiaba sus dibujos. Eran muy buenos para su edad. Y ella tenía cierta autoridad para juzgarlo así, dado que estudiaba Historia del Arte. Además, su maestra también lo creía, pues la carpeta estaba llena de "¡Excelentes!"
"Me puedes hacer un dibujo para mí, así lo pongo en el escritorio de la oficina." - dijo acertadamente su padre.
"¡Sí! Te haré uno muy bonito, papá. Estaremos tú, y yo, y Jeremy, y Demelza... y Prudie, y la abuela..." - Fiu... menos mal que siguió nombrando a otras personas.
"Solo ustedes tres, Clowance, o no entraran en la hoja."
"Pero puede ser así de grande..." - dijo estirando sus brazos lo más que pudo.
"Solo tu hermano y tú, Clowie." - dijo Ross.
"Y usted." - se le escapó a Demelza. Ross Poldark aceptó.
Al final, Demelza no pudo irse disimuladamente a terminar su libro. Terminó quedándose con los Poldarks, pues alguien tenía que pensar en que hacer. Terminó por sacar una caja sin abrir de Legos del mueble donde tenían montones y montones de juguetes que al parecer alguien había regalado a Jeremy. Pronto los hombres estuvieron absortos armando un bati-móvil. Ella y Clowance ayudaban también, pero la niña quería ponerse a dibujar lo más pronto posible el regalo para su padre. Ross Poldark no parecía tan estirado cuando estaba con sus hijos, pareció relajarse y se reía a menudo de lo que decían los niños que le contaban de las aventuras que tenían cuando salían o sobre la escuela y las cosas graciosas que allí sucedían.
Y esa sonrisa le hacía recordar al hombre misterioso que conoció en año nuevo. Por momentos quería cubrir la mitad de su rostro, solo para ver su sonrisa como la había visto aquella noche... ¡Judas, Demelza! ¿Qué rayos sucede contigo? ¡Es tu jefe!
Demelza sacudió la cabeza, pues se había quedado mirándolo fijo por un momento. Por suerte él no se había dado cuenta ya que también estaba absorto intentando encastrar las piezas correctamente. A decir verdad, era muy gracioso, pues Jeremy estaba con la cabeza inclinada en la misma posición y eran muy parecidos. Demelza llamó la atención de Clowance y le hizo señas para que los mirara, la niña no pudo contener la risa.
La tarde pasó volando. Luego de que terminaran de armar el bati-móvil – Jeremy quería revolver el ropero en busca de otros Legos para armar – terminaron jugando al UNO. Clowance era despiadada en el juego, y sorprendió de nuevo a su padre que no sabía que su hija podía jugar tan bien y ganarles a todos en buena ley. Se habían reído a carcajadas. En un momento Demelza había sacado su celular para tomarle fotos a los niños y el hombre la volvió a sorprender al posar sonriente junto a ellos y pedirle que le enviara las fotos. Le había dictado su número de teléfono mientras Jeremy mezclaba las cartas para la última y definitiva partida. Clowance volvió a ganar y ella agendó en su teléfono el número de celular de Ross Poldark.
