Capítulo 11
Vaya semana había tenido. Con los niños todo el tiempo en casa y su padre… ni un rato pasó con ellos. Se había desaparecido después de aquel día que habían salido. Clowie y Jeremy, ahora que estaban de vacaciones, dormían hasta un poco más tarde y él se iba temprano. Por las noches sólo pasaba un instante a saludarlos antes de volver a salir. Si dormía en Nampara o no, Demelza no lo sabía. Con el correr de los días su enojo crecía más y más. ¿Por qué se comportaba así? Hasta los niños se portaban mejor. Los primeros dos días después del acto, Demelza le había enviado mensajes de texto diciéndole lo que harían, adonde irían. Le había preguntado si tenía un rato libre, ellos podían esperarlo en casa o donde él quisiera. La respuesta siempre era la misma, "No creo que pueda, estoy ocupado. Envía un beso a los niños por mi." Sabía que Jeremy le enviaba mensajes también, fotos de cada lugar adonde iban… ¡Que rayos! ¿Acaso no tenía sangre ese hombre? ¿Tan mal la había pasado esa tarde con ellos?
Se sentía mal por los niños. Demelza no los había visto tan contentos como esa tarde, y ahora los notaba algo caídos. Clowance se había largado a llorar por una tontería el día anterior y Jeremy había hecho una rabieta porque no quería ir a jugar a la pelota en el club que la escuela había organizado. Por suerte su amigo Paul lo convenció de ir.
Así y todo, se habían divertido esa semana. Habían ido al parque y al fin los había llevado al Museo de Ciencias Naturales. Tuvieron que ir dos días seguidos porque el lugar estaba repleto de niños en sus primeros días de vacaciones y no pudieron recorrer todo de una vez. Clowie se había asustado al entrar y ver los huesos de una ballena gigante colgando sobre su cabeza, pero pronto se entusiasmó también, alentada por Jeremy que estaba muy emocionado. Esos dos días habían caído rendidos, ni a cenar bajaron. Loui les envió la comida y los tres comieron en la pequeña mesita de su habitación. Le gustaba Loui. No se había enojado por que no había ido a su cita, al contrario. Entendía lo que era trabajar a toda hora, él rara vez tenía un momento libre. Y era muy bueno con Jeremy y con Clowance, siempre los hacía reír. Y les preparaba comidas saludables, pero que eran tan vistosas y tan ricas que se las comían sin chistar. Demelza bajaba a verlo una vez que los niños se quedaban dormidos y si no estaba muy cansada. Era agradable conversar con un adulto luego de pasar todo el día con dos niños, aunque no renegaba de los pequeños. Nada había sucedido con Loui. Bueno, nada todavía. Era evidente que ella le gustaba y él le caía muy bien. Aunque no de esa forma... todavía.
"¿Pogqué no le dices? Pregúntale que le sucede…" - le había aconsejado, luego de que ella se pasara más de media hora quejándose de que el hombre no pasaba tiempo con sus hijos.
"¿Cuándo? No lo veo, parece que me esta esquivando."
"A mí me paguece que su prometida tiene algo que veg, ¿no crees? De segugo no le gustó nada entegagse de que paso una tagde entega contigo."
"La paso con los niños."
"Y contigo."
Demelza ya lo había pensado, pero era ridículo. Ella los había acompañado justamente porque su prometida no había ido. No habría ningún problema en los niños pasaran un rato con ellos dos, ella no tenía por qué ir, con tal de que estuvieran con su padre. No le había pasado desapercibida la forma en que la mujer la miró cuando llegaron esa noche, pero ¿acaso ella le pediría no ver a sus hijos para no pasar tiempo con la niñera? ¿Tan insegura era? Demelza recordó la noche de año nuevo… tal vez tenía motivos. No por ella, si no por él. No le gustaría estar comprometida con un hombre que la engaña… pero eso no era motivo suficiente para que él no viera a sus hijos. Si, quizás había coqueteado un poco con ella, se habían reído y habían disfrutado el tiempo que compartieron, pero no era más que eso. Y Demelza estaba muy dispuesta a no ir más con ellos si eso significaba que los niños estarían con él.
Era absurdo.
Después de un berrinche por no querer bañarse en el que ella terminó tan mojada como los niños, decidió hacerle caso a Loui y esperarlo. Le había pedido a Jud que la ayudara y le avisara cuando lo estuviera trayendo a casa, así que cuando las puertas del ascensor se abrieron, ella estaba allí.
"¡Demonios, Demelza! ¿Qué haces acechando en la oscuridad?" - dijo al levantar la vista del teléfono y encontrarse con ella de frente.
"Lo estaba esperando. Señor Poldark, ¿podemos hablar un momento?"
"¿Qué ocurre? ¿Están bien los niños?"
"Si… ya están dormidos."
"Tal vez en otro momento, yo estoy cansado también." – dijo, y dio un paso rumbo a la escalera, pero Demelza se interpuso en su camino.
"¿Cuándo? Hace días que no ve a los niños."
"Estoy muy ocupado…"
"Pero ellos lo extrañan, ¿acaso no de dio cuenta de eso el otro día?" – Se veía cansado en verdad, ¿o era tristeza lo que veía? – "Si hay algún problema, alguna razón por la que no quiera verlos y yo puedo hacer algo, le ruego que me lo diga…"
"No es que no quiera verlos…"
"Si a su prometida le molesta mi presencia, yo me quedaré aquí. Si a usted le molesta puedo salir mientras usted se queda con ellos…"
"¿Qué dice? ¿Por qué le molestaría a Elizabeth?" – preguntó como si hubiera dicho una tontería.
"A usted, entonces." – Demelza dijo en voz baja.
"Me importa lo más mínimo si usted está aquí o no… ¿quién rayos se cree que es para hacerme tales cuestionamientos? Soy un hombre ocupado, Señorita Carne. Por si no se dio cuenta vive sobre un hotel cinco estrellas de mi propiedad ¿acaso cree que se maneja solo? Y la empresa… y mi vida…"
"¡Pero sus hijos también son parte de su vida!" – exclamó, tal vez con un poco más de ímpetu que el necesario.
"¡Ese es su trabajo, Señorita Carne! ¡Para eso se le paga! ¡Yo no tengo tiempo de andar haciendo tonterías todo el día!"
"¿Por qué pasar el día con sus hijos son tonterías?" – Fue lo último que dijo, pues los ojos se le llenaron de lágrimas y se fue a su habitación antes de derramarlas frente a él.
Estuvo un rato sentada en el borde de la cama pensando que hacer. Otra vez, la duda. ¿La despediría? Pues si ella le importaba tan poco, no creía que lo hiciera. Tendría que ser ella la que renunciara. Se sentía menospreciada, como si todo lo que había hecho por esos niños en esas últimas semanas no tuviera ningún valor para él. Necesitaba pensar, despejar un poco su mente… ¿Por qué se lo tomaba tan personal? Era solo un empleo de verano…
Alguien llamó a la puerta.
"¿Sí?" – la voz le salió afónica.
Era Jeremy.
"¿Qué ocurre, Jeremy?"
El niño se acercó lentamente y mirando el piso. Se sentó a su lado.
"Escuché cuando peleabas con papá…"
"Oh, Jeremy… Cariño, lo siento. No quería que ustedes escucharan. Creí que estaban dormidos."
"Estaba despierto esperando a papá… Fui a hablar con él. El no te despedirá, le pedí que no lo haga."
"Jeremy…"
"Eres una buena niñera."
"¿Lo crees?"
El niño asintió, y ella pasó una mano sobre sus hombros, con la otra secándose las mejillas.
"Y tu eres un buen niño, y un muy buen hermano. Siempre tienes que cuidar de tu hermanita…"
"No te irás ¿verdad?... Papá no quiso decir eso, es que está ocupado. Tiene mucho trabajo y…"
"Tu papá los quiere mucho, Jeremy. Pero yo no le agrado, y si me voy él pasaría más tiempo con ustedes…"
"¡No lo hará! Él siempre está trabajando, incluso antes de que tu llegaras. Si te vas nos quedaremos solos. Y Clowance te extrañará…"
"Shhh… cariño. Todo estará bien, no te preocupes. Me quedaré. Te lo prometo, no me iré. Pero necesito tomarme un día de descanso, ¿sabes?"
"¿De nosotros?"
"No, no de ustedes, cariño. Solo un día para mi. Y pasado mañana haremos algo especial los tres. ¿Qué dices?"
"¿Pero prometes que regresarás?"
"Lo prometo. Solo un día."
Los dos se quedaron en silencio durante un rato, contemplando el paisaje del otro lado de la ventana. Era una noche despejada y las luces de la ciudad iluminaban la habitación. No, no podía irse. Incluso estaba empezando a temer el día en que las vacaciones de verano terminaran y ella tuviera que volver definitivamente a Cornwall. No sabía como haría para despedirse de esos pequeños.
"Creo que papá extraña a mi mamá." – dijo el niño después de un rato. Era la primera vez que mencionaba a su madre.
"Estoy segura que si. ¿Te acuerdas de ella?"
"Un poco. Clowance no se acuerda nada. Papá nunca habla de ella, creo que lo pone triste."
"¿Era bonita?" – le preguntó, dándole un pequeño codazo para levantarle el animo. Jeremy sonrió y movió la cabeza arriba y abajo.
"Apuesto a que sí, para tener unos niños tan monos. Y debería ser muy buena también."
"Si, lo era."
"¿Cómo se llamaba?"
"Regina."
"Regina… como una reina. Los debería querer mucho. ¿La extrañas tú?"
Demelza podía ver las luces titilantes de la ciudad reflejada en los ojos húmedos de Jeremy. Cuán duro debería ser. ¡Judas! ¿Acaso no lo sabía ella? Demelza lo abrazó más fuerte, y lo besó sobre sus cabellos mientras el niño se pasaba las manos por los ojos.
"Somos más parecidos de lo que crees, Jer. Mi mamá también murió cuando yo era pequeña y también tenía hermanos más pequeños de los que cuidar. Yo también la extraño ¿sabes? A mi mamá."
"¿Todavía?"
"Creo que siempre lo haré. Pero lo importante es que tú no estás solo. Esta tu papá, y Clowance… y pronto tendrás a la prometida de tu papá que será parte de tu familia…"
"¿A Elizabeth?" – el niño frunció la nariz como si hubiera olido algo muy feo. – "Ella no sabe nada de niños."
"Pues aprenderá. Y también me tienes a mí. Somos amigos ¿verdad?"
"Si."
"Y como prueba de mi verdadera amistad…" – Demelza se puso de pie y se acercó a la puerta-ventana que daba al balcón. De la mesita de afuera levantó la cajita de vidrio y se la mostró al niño…
"¡Philip!"
El día libre terminó siendo tarde libre, pues Prudie tenía cosas que hacer por la mañana.
"Debes avisarme con más anticipación, niña." Le había dicho.
Además, quería asegurarse de que Jeremy estuviera bien. Habían tenido una noche algo emocional. Y a Clowance no le había gustado mucho enterarse que ella se iría, aunque fuera solo por lo que quedaba del día.
Había quedado con Caroline, la esperaría luego de que cerrara el local. Su amiga se había ofrecido a salir antes, después de todo era la dueña del local de ropa. Pero Demelza sabía cuán exigente era con ella misma, y las horas estrictas que se imponía. "Si quieres que tus empleados trabajen, debes dar el ejemplo." Demelza agradecía al ángel que la había puesto en su camino. En realidad, el ángel era Hugh pues él las había presentado, eran primos, o primos lejanos. Demelza no terminaba de comprender la conexión entre los árboles genealógicos de la antigua familia Penvenen, ni como se relacionaba con la Armitage. Pero lo importante era que desde el día en que se conocieron, fueron inseparables.
Pero Demelza le dijo que podía esperarla a la salida. Después de todo, le debía a cierto francés una cita.
Fueron al Museo Tate Britain, pues era su favorito y Loui nunca había ido. Se pasó la tarde mostrándole sus cuadros favoritos. Millais, Rosetti, Monet… Loui tenía la suficiente educación para mostrarse interesado, aunque admitía no saber nada de arte que no fuera arte culinario. Volvieron bordeando la orilla del río, Loui contándole sobre Paris y la primera vez que había ido al Louvre y se había perdido. Él le agradaba mucho de verdad, era siempre tan positivo y lleno de energía. A diferencia de ciertas personas en las que Demelza trataba de no pensar.
"Quedé en encontrarme con mi amiga para ir por unos tragos, ¿quieres venir con nosotras?"
"Solo si puedo elegig adonde vamos."
"Usted es el especialista, Monsieur."
"¡Loui, Loui, Loui!" – exclamaba Caroline un poco más tarde. "¿Cómo es que no había oído nada de ti antes? Ahora me quedo más tranquila que alguien cuida de esta dulce niña en ese lugar…"
"Ese lugar es un hotel cinco estrellas, Caroline."
"Ese hombre no te aprecia, no sabe el tesoro que tiene durmiendo bajo su techo."
"Pego los niños sí lo saben. La adogan…"
"¿Por eso eligió pasar su cumpleaños con ellos y no con nosotros?"
"¿Cumpleaños? ¿Cuándo es tu cumpleaños, Demelza?"
"Mañana." – Caroline respondió por ella.
"¡¿No?!"
"Más de un mes sin un día libre, ¿y lo pides hoy en vez de pedirlo para mañana?"
"De verdad, no me di cuenta. Solo quería despejarme un poco, no vi que fecha era."
"Pues tenemos que hacer algo igual."
"Oui, Oui."
"Prometí que iría a pasear con los niños."
"Cuando guegreses. En mi guestaurant. ¡A los pequeños les encantagá!"
"¡Si! ¡Que buena idea!" – Caroline aplaudió. Había sido amor a primera vista entre esos dos.
"Y ahoga, mes chéris, debo igme o quien sabe lo que pasagá en esa cocina dugante la cena."
"Au revoir, Loui. Me encantó conocerte, nos vemos mañana." - Caroline se despidió aleteando sus pestañas.
"Judas, Caroline. ¿Puedo ser tu dama de honor en la boda?"
"Pfff… veo por qué lo habías mantenido en secreto. Y tú preocupándote por tu jefe, cuando tienes al francesito derritiéndose por ti…"
"Solo somos amigos. Él está solo en la ciudad también."
"No lo estará por mucho tiempo más…" – insinuó, bebiendo de su copa y guiñándole un ojo.
"¡Caroline!"
"Así que volviste."
"Tal como se los prometí."
Había vuelto… tarde. Cuando regresó los niños ya dormían. Se había acercado en puntas de pie a su habitación a arroparlos y dales un beso en la frente. Los había extrañado. Las horas de distracción le habían servido para calmar su ansiedad, pero había estado pensando en los niños durante toda la tarde. Le había enviado mensajes a Jeremy y este le había contado que estaban haciendo. Clowance envió un mensaje de voz preguntando a qué hora volvería.
"¿Adonde fuiste?" – cuestionó Clowance con las manos apoyadas en su cintura la mañana siguiente.
"Fui a ver a mi amiga Caroline. Le debía una visita."
"Y a nosotros nos debes una salida, ¿adónde iremos?"
"A un lugar… ¡mágico!"
Clowance y Jeremy casi pierden la cabeza cuando les dijo que irían a los estudios Warner, el lugar de filmación de sus películas favoritas: Harry Potter.
Jud se había ofrecido a llevarlos, pero a Demelza le pareció que sería más divertido hacer el viaje en tren. Los niños no estaban muy acostumbrados al transporte público. Además, de esa forma irían a tomar el tren en la Estación de King Cross, que era la estación de donde salía el Hogwarts Express rumbo al colegio de magia y hechicería. Tenía la intención de sacarles una foto en el andén 9 y ¾, pero cuando llegaron la fila para esperar era enorme.
"Creo que será mejor que vayamos o perderemos mucho tiempo. Podemos sacarnos la foto cuando volvamos, con las túnicas de Hogwarts." – dijo a los niños que estaban algo desilusionados.
Pero toda la desilusión pasó cuando llegaron. Ya apenas entraron y vieron las fotografías gigantes de todos sus personajes favoritos colgadas desde el techo, no paraban de saltar y reír y señalar cada cosa que veían. Demelza tuvo que hablar muy seriamente con ellos, pues había mucha gente y no quería que se perdieran por estar distraídos. "Siempre de la mano. Siempre cerca mío, ¿está claro?" Asintieron y seguidamente salieron corriendo a ver el auto volador que colgaba del techo. Tal vez no había sido la idea más brillante ir durante el primer fin de semana se vacaciones, el lugar explotaba. Pero Demelza no podía ocultar que ella también estaba emocionada. Más aún cuando en la sala de espera que estaba oscura, llena de gente e iluminada solo con los posters de las películas, una pared se levantó y ante ellos apareció la gran puerta del emblemático comedor del colegio. Jeremy y Clowance intentaban ver por entre las piernas de la gente. Quizás podría subir a Clowie sobre sus hombros cuando… "¿Hay alguien aquí que cumpla años hoy?" – dijo uno de los empleados por micrófono. Demelza sacudió un brazo sobre su cabeza sin soltar a Clowance de la otra mano. "Acércate. Uy, tenemos una Wesley…" dijo el empleado al verla y todos en la sala se rieron. "¿Es tu cumpleaños, Demelza?" le preguntó Clowance mientras se abrían paso entre la gente. "Sip."
Cuando llegaron adelante el empleado les dijo que por ser su cumpleaños tendría el honor de abrir las puertas. Dio la casualidad que no había ningún otro cumpleañero en esa tanda, y Demelza le hizo señas al empleado preguntando si estaba bien que los niños lo hicieran en su lugar. Tras una cuenta regresiva, Jeremy y Clowance empujaron las grandes puertas y entraron a Hogwarts junto con las otras decenas de personas. Los niños miraban con la boca abierta maravillados hacia arriba y todo alrededor, era como estar dentro de la película.
"¡Es hermoso!" – exclamó Clowance.
"¡Clowie, mira!" – dijo Jeremy y los dos salieron corriendo hacia el escenario donde se sentaban los profesores.
En ese momento sonó su celular. Sin perder a los niños de vista, Demelza buscó su teléfono y leyó el mensaje. Era de Ross Poldark.
"Tengo el día libre, ¿adónde están?"
