Capítulo 13

Era la torta más deliciosa que había visto. Nadie nunca le había preparado un pastel tan bonito. Nadie le había preparado un pastel en años, no desde que su madre había muerto. Demelza se sorprendió al ver a Caroline y a Louis esperándola, pero claro, le habían dicho que irían. Solo que venía distraída pensando en otras cosas, reviviendo en su mente el día que acababa de pasar con los niños… y su padre.

"Mucho gusto, Ross. Mi nombre es Caroline Penvenen, soy la sobrina se Ray Penvenen." – Su amiga se presentó directamente luego de darle un abrazo y desearle Feliz Cumpleaños. Ross estrechó su mano algo sorprendido.

"Oh, sí. Creo recordar que Ray era un conocido de mi padre… Mucho gusto, Señorita Penvenen, ¿cómo está su tío?"

"Caroline, por favor. Él se encuentra bien, vive en Cornwall. El aire de la ciudad no le sienta bien. Y ustedes deben ser Jeremy y Clowance." – dijo dirigiéndose a los niños. "Demelza me ha hablado mucho de ustedes."

"¿De verdad?" – preguntó la niña.

"Si. Le han causado una muy buena impresión. ¿Qué dicen si le cantamos el Feliz Cumpleaños y comemos una porción de pastel?"

Y a pesar de que estaban agotados luego del agitado día, los niños se entusiasmaron mucho con la idea.

"Tú también estas invitado, Ross. Solo será un momento."

"Oui, yo debo volveg a la cocina, pero ustedes pueden quedagse todo el tiempo que deseen." – agregó Louis.

Demelza miraba de su amiga a Louis al Señor Poldark, de forma intermitente. ¿Qué iba a decir él? No se extrañaría que se excusara y subiera a su casa directamente, de seguro no se esperaba esto. Pero para su sorpresa, cuando Clowance la tomó de la mano para ir hacia el restaurante, él los siguió.

El lugar estaba bastante lleno, era la hora de cenar. Y los mozos iban de aquí para allá llevando bandejas y platos con elaboradas presentaciones. Louis era un excelente chef, así que no solo huéspedes iban a comer allí. Había reservado la misma mesa en la que solían cenar con los niños, y allí se sentaron los seis, algo apretujados. Louis colocó la torta frente suyo y de los niños, Clowance estaba sentada en sus rodillas, y encendió las velas. Eran varias, aunque no la cantidad correcta. Los niños observaban el pastel entusiasmados, o eso supuso porque Ross, que se había sentado frente a ella, comenzó a tomar fotos con su celular.

Cuando comenzaron a cantarle el Feliz Cumpleaños, todos en el restaurante dejaron de hablar y de comer y se unieron al canto también. Nunca había tenido un cumpleaños tan bonito. Los ojos se le llenaron de lágrimas y mientras todos cantaban su mirada se cruzó con la del hombre misterioso, pues la estaba observando de una forma que la hacía recordar aquella noche. Demelza se sonrojó y él le sonrió, tuvo que apartar la mirada para apagar las velas entre los aplausos. "¡No te olvides los tres deseos!" – exclamó Caroline. Pero en todo lo que Demelza podía pensar era en la mirada de Ross Poldark, y en lo felices que se veían los niños.

Cuando dejaron de aplaudir, Clowance giró su cabecita para mirarla y le deseo un feliz cumpleaños que acompañó con un beso en su mejilla mientras ella la abrazaba. Jeremy sentado a su lado hizo lo propio con una palmadita en su hombro, pero ella lo rodeó con un brazo y lo besó sobre los cabellos. Luego vino el abrazo de su amiga, y Louis le dio un beso en cada mejilla. "Joyeux Anniversaire, Mademoiselle Demelza." – le dijo. Y luego hizo lugar al hombre que esperaba detrás para saludarla. Ella aún estaba sentada con Clowance a upa, la niña no se había movido. Ross se acercó, inclinado su cuerpo sobre ellas y posó sus labios en su mejilla. – "Feliz Cumpleaños, Señorita Carne." – le dijo al oído, y su cuerpo pareció estremecerse al sentir su aliento en la piel de su cuello. – "Gra-gracias."

"Quiero pastel." – ordenó Clowance y Ross besó su frente también.

Louis cortó la torta y les sirvió una generosa porción a cada uno, pero no se quedó a comer con ellos porque tenía que volver a la cocina. Los niños comían con entusiasmo, aunque Clowance ya había comenzado a frotarse los ojos con los dedos, señal de que ya tenía sueño. Caroline era la que hacía conversación, preguntando a los niños sobre su día y elogiándola. Los niños asentían, Ross comía en silencio, pero prestando atención.

"¿Sabían qué prefirió pasar su cumpleaños con ustedes antes que conmigo? Son muy afortunados, niños. Tu hotel es muy elegante, Ross…"

"Uhm… gracias."

"Veo que tiene muchos huéspedes."

"Es la época más activa del año. Con el verano hay muchos turistas del extranjero. Y… ¿usted a que se dedica, Caroline?"

"Soy dueña de una tienda de ropa en Bond Street. Y estudio Administración de Empresas. Supongo que debo hacerlo para cuando deba manejar las empresas de mi tío."

"Oh." – Ross alzó las cejas. – "¿Y cómo conoció a la Señorita Carne?"

"A través de un primo lejano que vive en Cornwall y estudia con ella. Nos conocimos en su primer año de universidad. Yo me estaba tomando un año sabático y había ido a visitar a mi tío. Nos hicimos amigas al instante y no nos separamos desde entonces. Demelza es adorable, todo el que llega a conocerla queda completamente enamorado de ella, ¿no lo crees?"

¡Judas, Caroline! Demelza le lanzó una mirada asesina a su amiga. ¡Qué vergüenza! Ross Poldark titubeó por un momento y la miró. Ella puso cara de "Lo siento, mi amiga está loca."

"Si usted lo dice, supongo que debe ser verdad." – dijo educadamente.

Jeremy dio un gran bostezo sobre su plato vacío.

"Creo que es hora de llevar a los niños a la cama." – dijo Demelza. Caroline sabía que cuando decía algo imprudente Demelza siempre la dejaba hablando sola. Lo sabía y lo hacía a propósito, para divertirse. Y estaba segura de que su amiga era capaz de sacarle información a cualquiera, pero por más que ella quisiera saber más acerca de la vida de su jefe y por qué era como era, los niños estaban agotados. Y ella también.

"Creo que tiene razón, Señorita Carne. Pero usted puede quedarse con su amiga si quiere, yo subiré a los niños." – ofreció el hombre.

"No… Demelza nos tiene… que contar… un cuento." Clowance dijo entre bostezo y bostezo.

"Y yo tengo que levantarme temprano mañana. Ya vine a saludar a mi amiga que era lo que quería, otro día salimos."

Ross se puso de pie y saludó a Caroline estrechando su mano, luego tomó a su hija en sus brazos para que ella pudiera ponerse de pie. Su amiga le entregó una gran bolsa de su marca de ropa. "Caroline, gracias. No deberías haberte molestado." – aunque para Caroline no era molestia. Hacía mucho que se habían puesto de acuerdo en que su amiga no debía de hacerle regalos costosos, pero que le regalara ropa de su local nunca había podido evitarlo. Especialmente cuando ella le ayudaba a diseñarla o a elegir las telas. "Estoy muy feliz de que hayas venido, fue una muy bonita sorpresa. Te quiero."

"Y yo a ti, amiga." – se dijeron mientras se abrazaban. – "Tienes que tomarte tu día libre esta semana para que podamos salir." Agregó en voz alta para que Ross que estaba cerca la escuchara. – "Y dile a Louis que venga también."

"Caroline…" murmuró ella entre dientes.

"Nos vemos pronto, Señorita Carne." - Se despidió guiñándole un ojo.

Cuando salían, Louis que había salido de la cocina a despedir a Caroline se les acercó.

"¿Y cómo estaba el pastel?"

"Louis, estaba riquísimo. Muchísimas gracias, no te tendrías que haber molestado."

"No fue ninguna molestia, fue un placeg prepagaglo paga ti. ¡Pego tienes que llevagte lo que quedó!"

"No es necesario, Louis, de verdad."

"¡Pego oui! Un momento y ya lo prepago."

Demelza miró a Ross que estaba en la entrada del restaurante mirando todo el intercambio. Clowance estaba dormida en sus brazos y Jeremy estaba apoyando contra su cuerpo a punto de quedarse dormido. Demelza le hizo señas que iría en un segundo. ¡Judas! No tenía por qué hacer esperar a su jefe, más con los niños cansados. Ella cargaba la bolsa que le había regalado Caroline y las capas de los niños y la suya en una mano, se había colgado su mochila de cuero rojo al hombro, y Louis colocó una caja de cartón con los restos de la torta dentro en su otra mano libre. Le dio un beso en la mejilla al despedirse. "Hasta mañana, Demelza." – le dijo mientras ella se alejaba.

"Si, hasta mañana."

Cuando llegó hasta donde ellos estaban, estaba roja como una manzana. Le caía muy bien Louis, pero podría dejar sus costumbres francesas un poco de lado, especialmente si estaban en presencia de su jefe. Por decoro, nada más.

"¿Podemos desayunar pastel mañana?" – preguntó Jeremy mientras subían en el ascensor.

"Si… ¿podemos?" repitió Clowance, a quienes todos creían dormida. Su padre sonrió, y Demelza también.

Cuando llegaron a la sala, todas las bolsas que había traído Jud estaban sobre el sillón y Demelza, incapaz de seguir cargando el peso, dejó todo lo que traía allí también, con cuidado de no aplastar la torta.

Ross se quedó de pie en la puerta de la habitación de los niños observando cómo ella les ponía sus pijamas. Jeremy se había tendido sobre su cama sin sacarse siquiera las zapatillas. "Ve al baño, Jer. Y cámbiate la ropa antes de acostarte." Le dijo ella suavemente, mientras le sacaba las zapatillas a la niña, que al parecer se había vuelto a dormir. Jeremy se quedó un momento más tendido boca abajo, pero luego obedeció y se dirigió al baño como unzombie. Demelza levantó la vista para observar a Ross que estaba con las manos en los bolsillos de sus jeans, sin saber muy bien que hacer.

"¿Podría buscar el pijama de Jeremy? Esta en el segundo cajón." Demelza le señaló un mueble. Si se iba a quedar allí al menos podría ayudarla.

Ross entró vacilando a la habitación y abrió el cajón indicado.

"¿Este?" Preguntó levantado una remera de algodón con dibujos de pequeños dinosaurios.

"Si. El pantalón es rojo, está ahí también."

Ross buscó de nuevo en el cajón, sacó los pantalones y se los enseñó a Demelza de nuevo.

"Perfecto. Déjelo sobre la cama."

Ross quedó de nuevo sin saber que hacer, pero esta vez dentro de la habitación. Jeremy salió del baño descalzo, bostezando y sin los pantalones. Ella todavía estaba ocupada con Clowance.

"Ahí tienes el pijama, Jer." Pero el niño se volvió a tirar sobre la cama sin más.

"Jeremy, ponte el pijama… te ayudo."

Demelza observó de reojo como Ross ayudaba a su hijo a cambiarse. No era algo sencillo cuando estaban dormidos y no ayudaban en nada. Pero luego de unos minutos Jer estuvo con su pijama y metido en la cama. Ross la miró con una sonrisa triunfal mientras ella recogía la ropa para ponerla a lavar.

Los niños se quedaron dormidos al instante, Demelza apagó la luz y encendió el pequeño velador en la mesa de luz de Clowance con la que dormían cada noche.

"Estaban muy cansados." – dijo Ross en la penumbra bostezando.

"Y usted también. Espero que se hayan divertido."

"Lo hicieron. Yo también."

Demelza sonrió, y luego de acomodar las sábanas sobre los hombros de los niños salió al pasillo. Ross la siguió.

"Me alegro de que haya venido con nosotros." – susurró. – "Será mejor que vaya a ordenar el lío que hay abajo… Buenas noches, Señor Poldark."

Lo escucho decir "Buenas noches, Demelza." Mientras volvía en dirección a la sala. Su corazón latía con fuerza en su pecho. ¡Judas! Pero a diferencia de otras veces no era porque estuviera molesta con él, sino porque el día había sido perfecto… para los niños, claro. Y esperaba que esta vez no se desapareciera por una semana como lo hizo después del último día de colegio.

No era medianoche todavía. Demelza había guardado el pastel en la heladera, había recogido todo lo que estaba en la sala y lo llevó a su habitación para ordenarlo al día siguiente, se había dado una ducha y ahora estaba acostada en su mullida cama mirando el techo. Intentando no pensar en cierta gente, pues no era correcto hacerlo. Al menos, no del modo en que ella estaba pensando en Ross Poldark. En su sonrisa cuando puso a dormir a Jeremy, o en las cosquillas que sintió en su espalda cuando la guio por la oscuridad, o en sus labios en su mejilla que le traían recuerdos más lejanos que estaba obligada a olvidar… Era en verdad un hombre misterioso, pensó. Había sido tan bueno con sus hijos ese día, y sin embargo podía pasar días sin verlos. Por lo que sabía pasó años sin hacerlo, o al menos solo viéndolos de tanto en tanto. ¿Por qué? Su celular comenzó a vibrar a su lado. Uno tras otro, le llegaron varios mensajes consecutivos. Demelza se estiró y tomó su teléfono de donde se estaba cargando. Había un mensaje de Hugh, del mediodía que no había visto. Pero no era él quien le estaba enviando mensajes ahora. Ross Poldark le envió varias fotos de cuando estaban sentados en la mesa con el pastel, Clowance en su regazo y Jeremy a su lado; y algunas otras de más temprano. Demelza sonrió en la soledad de su habitación, su rostro iluminado por la pantalla.

Ross Poldark: Espero que hayas tenido un feliz día de cumpleaños.

Ross Poldark: Y que yo no lo haya arruinado.

Demelza: Lo tuve. Y no, usted no lo arruinó.

Al contrario. Pensó. Pero era mejor no seguir escribiendo.

Ross Poldark: Que descanses, Demelza.

Demelza: Y usted.

Pero a Demelza le costó mucho dormir esa noche. Se había quedado mirando las fotos por un largo rato, y se había despertado varias veces durante la madrugada. Hasta había buscado en su mochila la foto impresa que los cuatro se habían tomado en la estación de King Cross. Todos sonrientes y posando como si estuvieran por entrar a un mundo mágico de verdad. Eran pasadas las cinco y treinta de la madrugada y Demelza sabía que ya no iba a poder dormir más. Los niños dormirían hasta tarde, quizás podría salir a correr un rato. Hacía mucho que no salía a hacer ejercicio.

Se puso ropa deportiva. Zapatillas para correr, unas calzas negras, una remera y una chaqueta deportiva fina. Ató su cabello, se puso una gorra y salió de su habitación intentando no hacer ruido. Salió del sector donde estaban las habitaciones de servicio y se dirigió al ascensor. Mientras lo esperaba, alguien bajó las escaleras y se dirigió hacia ella. También vestido en ropa deportiva, aunque solo con una remera, shorts y el pelo recogido, Ross se paró a su lado.

"¿No podía dormir o le cayó mal el pastel?" – el ascensor se detuvo. Ambos entraron. Ella marcó el botón del lobby y él el del segundo piso.

"El pastel estaba riquísimo… solo me desperté y decidí salir a correr. ¿Y usted?"

"Igual." Se quedaron un momento en silencio. Demelza mirando como cambiaban los números de los pisos a medida que descendían. Cuando llegaron al segundo piso el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Le sudaban las palmas de las manos. Demelza lo miró cuando él no descendió.

"¿No baja aquí?"

"De repente se me antoja salir a correr por la ciudad también. ¿Puedo acompañarte?"