Capítulo 14

"¿Qué escuchamos hoy?"

Ross le preguntó mientras bajaban en el ascensor hacia el lobby. Eran las seis de la mañana. A esa hora quedaban para salir a correr, mientras la ciudad se despertaba. Lo habían hecho por más de dos semanas. No iban todos los días, claro. Demelza intentaba salir día de por medio y Ross la acompañaba cuando se quedaba a dormir en Nampara. Aunque en la última semana ya habían salido cuatro veces.

"¿Sales a correr mañana?" - Solía ser el mensaje que recibía la noche anterior. Se había sorprendido la primera vez que se lo encontró en el ascensor y quiso acompañarla. Él estaba por ir al gimnasio del hotel, le había contado después, pero le gustaba más salir a correr al aire libre. Y no le parecía correcto que ella fuera sola a esas horas.

"Puedo cuidarme." – le había informado ella. – "Además, ya está amaneciendo y no soy la única que sale a esta hora." Ross había levantado una ceja sobreprotectora.

"Aún así…"

Demelza ya no podía reprocharle nada sobre su comportamiento hacia los niños. Además de sus salidas matutinas, Ross estaba pasando mucho tiempo con ellos. Intentaba volver temprano para pasar parte de la tarde con sus hijos o le mandaba mensajes preguntándole adonde estaban para salir con ellos. Ya había llevado a Jeremy tres veces a fútbol, el niño se había entusiasmado mucho de que su padre lo acompañara y ahora no podía esperar a ir. Demelza le había preguntado si quería ir solo con él, pero Ross había dicho que preferiría que los acompañara, como si tuviera miedo a las madres que cada vez que iban lo rodeaban como zombies en busca de carne fresca. Evidentemente no les importaba que estuviera comprometido. Ross a veces cenaba con ellos también, aunque prefería comer en el comedor de la casa y no en el restaurante. Los niños estaban felices y ya estaban diciendo que eran las mejores vacaciones de sus vidas. Dormían hasta tarde, jugaban, salían todos los días, esperaban ansiosos a su padre, y a ella le habían tomado mucho cariño. Incluso Jeremy. Y ella los quería también. Era un trabajo agotador, por supuesto, pero era buena en ello. Y se estaba divirtiendo también.

Habían ido a tomar el té con Caroline en un par de ocasiones. Jeremy se había quejado que eso "era para niñas" pero su amiga los había llevado a un lugar tan lujoso que el niño se quedó deslumbrado. Ellos tomaron chocolate y comieron todas las delicias que les servían. Se habían comportado como dos angelitos. Clowance porque creía que su amiga era una Barbie echa realidad, no dejaba de hablar de ella, y Jeremy porque estaba embelesado con su amiga. El gen Poldark, pensó Demelza. Y cuando ella tenía un rato libre, los que no eran muchos, bajaba a conversar con Louis. El chef la había invitado a salir otra vez, pero Demelza no sabía cuándo podría ir. No se había vuelto a tomar otro día libre, con los niños en casa todo el día era más complicado…

"¿Qué tal algo de U2?" – respondió Demelza.

"Perfecto."

Ross buscó en Spotify la música mientras salían al lobby.

"Buenos días, Señor Poldark. Buenos días Demelza." – los saludó Rosina que ya estaba bien arreglada y atenta a esa hora de la mañana en la recepción del hotel. Le caía muy bien Rosina, y Kitty también. A decir verdad, le encantaba ese empleo y toda la gente que trabajaba allí. Todos eran muy buenos en lo que hacían y el hotel parecía funcionar como un reloj, con Ross Poldark al frente de todo. Trabajaba duro, de eso no había duda. Su teléfono siempre estaba sonando, pero cuando estaba con los niños solía apagarlo. Lo hizo después de una noche que estaban mirando una película y no paraba de sonar y él estaba más enfocado en su teléfono que en otra cosa. Demelza había levantado una ceja acusadora y él lo había dejado a un lado.

Era un poco extraña la relación que tenían, o eso decía Caroline. Ella no creía que lo fuera, al menos no para ella. El era su jefe, y eso era todo. Y ella sólo lo ayudaba en ciertas cosas, porque era evidente que el hombre no tenía idea de los básicos de la vida hogareña o de la paternidad. No que ella fuera una experta, pero tenía instinto y algo de coherencia. Y ello le decía que tenía que olvidar lo que había sucedido entre ellos y enfocarse en los niños nada más. No que tuviera siempre éxito. Esto de salir a correr, era algo peculiar.

Solían correr en varias direcciones. Hacia, Southbank o cruzando el río hacia Somerset House, adonde habían ido luego del acto de los niños. Ross se veía completamente diferente por las mañanas, y vestido así. Relajado y más joven. Y guapo, con su coleta apenas sujetando su cabello. Demelza se preguntaba porque no se lo cortaba, como lo tenía aquella noche… ¡No debes pensar en eso, Demelza! Solo sé lo que eres, su niñera. La de sus hijos. Aunque a veces lo pescaba mirándola de cierta manera y no podía evitar que sus mejillas le ardieran. De seguro era la reacción común cuando Ross Poldark miraba a una mujer. No tenía porqué sentirse especial. Pero a veces se preguntaba si no la reconocería o sospecharía algo de ella. ¿Qué diría si se diera cuenta? ¿Se enojaría? Era un hombre serio en apariencia, eso le había parecido cuando llegó a Nampara, pero se había relajado con el correr de las semanas. Especialmente cuando estaba con sus hijos. Jugaba y bromeaba con ellos. Y ella sintió que él la tomaba en serio y apreciaba lo que hacía por sus hijos. O al menos no habían vuelto a discutir ni él le volvió a levantar la voz.

Hablaban, de esto y aquello cuándo se detenían a tomar aire. Sobre arte, habían corrido hasta el Tate Modern una mañana, pero aún estaba cerrado. "Lástima." Había dicho él. "Quizás puedas traer a los niños otro día."

"No creo que les guste. Aunque tendrían mucho espacio para correr."

El 'o podríamos venir nosotros' estaba suspendido en el aire. Pero lo que él dijo fue: "Tal vez puedes venir con Louis." ¿Porqué había dicho eso?

Cuando estuvieron fuera y luego de entrar en calor, Ross le dio uno de los audífonos inalámbricos de su costoso iphone.

"¿Hacia adonde vamos hoy?" - le preguntó.

"Vamos a la Torre."

Cuando Ross sacó sus auriculares por primera vez y le ofreció uno el primer día también compararon sus gustos musicales. A él le gustaban los clásicos, los Beatles, Queen, Phil Collins. Demelza no había podido evitar reírse.

"¿Qué? ¿A ti no te gustan?"

"Si… si, abuelo. Solo, intercalemos Bastille o Muse. O tal vez Lady Gaga."

"Me gusta Katy Perry." – había dicho él a la defensiva. Demelza levantó una ceja.

"Seguro… Dime el nombre de alguna de sus canciones."

Ross pensó seriamente por un momento y una pícara sonrisa apareció en sus labios.

"Ya veo. Empecemos con Queen." Encima de abuelo, baboso.

No era tan viejo. Caroline le dijo que tenía 33 o 34 años. Se había casado joven. Le gustaría saber más acerca de su mujer, de la madre de los niños. Jeremy la mencionaba a veces, pero Clowie no recordaba nada de ella. Solo lo que su hermano le decía. ¿Tendría que preguntarle ella a Ross? ¿Pedirle que le hablara sobre su madre? El jamás la había mencionado. ¿Y qué hay de la que pronto sería su madrastra? ¿No debería pasar ella algún tiempo con sus hijos?

Ella trabajaba en la empresa de su familia también, por lo que sabía. Así que pasaban la mayor parte del día juntos. Y cuando Ross se iba por las noches, o no volvía a cenar, Demelza asumía que estaba con su novia. No faltaba mucho para la boda y todo estaba como si nada en Nampara. ¿Una boda no requería muchos preparativos? Ella no lo sabría, al menos no por mucho tiempo. No estaba en sus planes casarse en un futuro cercano, no era eso lo que quería. Quería terminar su carrera y conseguir un buen empleo en su rubro que le permitiera crecer profesionalmente y mantenerse, ser dueña de su vida. Demelza a veces reflexionaba sobre su madre, como ella no había tenido más opción que casarse con su padre cuando quedo embarazada siendo tan joven. Como la vida la había consumido en tan solo unos años. Pues eso no le sucedería a ella. Y estaba segura de que si su madre estuviera con vida estaría de acuerdo con ella. Y este interés en la vida personal de Ross Poldark era pura curiosidad y preocupación por los niños. Por qué les sucedería a ellos cuando ella se fuera y se quedaran solos con su padre y su nueva esposa. Solo era eso.

Les tomó veinte minutos llegar a la Torre de Londres. Demelza marcando el ritmo, el cielo sobre ellos pasando de naranja a celeste. Las gotas de transpiración corriendo por su frente pues era una mañana húmeda y calurosa. Ross la seguía de cerca, pues escuchaba a Bono fuerte y claro en su oído y cuando Ross se alejaba un poco la señal no era tan clara. Siguió corriendo por la explanada bajo los árboles, se podría haber detenido entonces pero siguió hasta las escaleras que subió de dos en dos. Cuando llegó junto al pavimento de la calle que cruzaba el puente más famoso de la ciudad escuchó interferencia en su oído. Se dio la vuelta y miró hacia abajo. Ross estaba al pie de las escaleras con las manos en las rodillas tomando bocanadas de aire.

"¿Estas bien?" – le gritó desde arriba. Ross se enderezó y levantó el pulgar en su dirección. – "¡Vamos! Solo un poco más. Nos detendremos a descansar del otro lado…"

Esperó por Ross a que subiera los escalones. Y luego salió corriendo tras el cuándo tomó velocidad al pasar a su lado. "¡Hey!"

Cruzaron el puente en menos de un minuto y bajaron las escaleras del otro lado del Thames para emprender el regreso. Ross siguió corriendo un par de cuadras más hasta que se detuvo agotado, apoyándose en la baranda que daba al río. Estaba todo sudado.

"¡Demonios!" – exclamó agitado. – "¿Es que tú no te cansas nunca?"

"Estoy acostumbrada a correr sobre los acantilados de Cornwall que son mucho más agotadores. Además, controlo mi respiración. Tu no respiras correctamente cuando corres."

"¿En serio? ¿Acaso eres una personal trainer?"

"No, pero soy casi instructora de yoga. Si quieres te puedo enseñar unos ejercicios que te ayudarán."

"¿Qué quieres decir con casi?" - gruñó él, apoyando las manos en sus rodillas.

"Aún no rendí el examen. ¿Fumas?" Demelza creía que no, nunca lo había visto hacerlo y no olía a cigarrillo. Olía a perfume caro. Bueno, quizás no en ese momento.

"No. Tal vez de vez en cuando. Antes solía hacerlo."

"Pues hacer yoga te haría muy bien. Si fumaste o aún fuman alrededor tuyo. Y también sirve para lidiar con el estrés…"

"Mi novia fuma…" – dijo como sin pensar cuando levantó la vista.

"Ohhh…"

"¿Piensas que estoy estresado?" - agregó.

"Todo el mundo está estresado. Y tu, es evidente que tienes muchas responsabilidades."

Cuando salían a correr Demelza lo llamaba por su nombre de pila. "Llámame Ross, ¿para qué ser tan formales?" - le había dicho el primer día cuando volvían al hotel. Pero ella sólo lo hacía cuando estaban solos, en frente de los niños le decía "Señor Poldark." Era una forma de recordarse que era su jefe. El la llamaba Demelza o Señorita Carne según le apetecía.

"Quizás... Aquí es adonde nos casaremos."

¡¿Qué?!

"¿Qué?"

"Con Elizabeth." Aclaró, señalando con un dedo la enorme iglesia que estaba a su espalda.

"Ahh…" Demelza se giró a mirar el edificio y para darse un momento. De pronto su corazón se había acelerado y nada tenía que ver con el ejercicio.

"¡Judas! Es enorme. Una ceremonia allí estresaría a cualquiera." Ross emitió una risilla a su lado. Le pareció triste, pero seguro eran ideas de ella. – "Falta poco, ¿no es así?"

"Si. Poco más de un mes."

¿Era idea de ella o no se veía para nada entusiasmado? Demelza vio que la puerta de la catedral ya estaba abierta, tal vez lo había estado durante toda la noche. Dudó por un momento, pero luego se dirigió hacia la entrada.

"Vamos a verla."

"Demelza…" - lo escuchó que la llamaba, pero ella no se detuvo.

El edificio era una catedral digna de la gran ciudad. De seguro en cualquier otra parte sería un edificio imponente e importante, pero aquí pasaba desapercibido entre los edificios que lo rodeaban. Y había otros edificios eclesiásticos que gozaban de mayor fama, pero no por eso Demelza dejó de maravillarse por su grandeza. La nave era digna de la realeza, no podía imaginar casarse en un lugar así. Una se sentía insignificante, o al menos ella se sentía así. De seguro habían elegido esa iglesia para lucir todo su esplendor, el de ellos también.

Las luces estaban apagadas, solo había encendidas algunas velas aquí y allá, pero la luz de la mañana se colaba por los altos vitrales creando figuras de colores en los gastados pisos. Ross entró un momento después, observándola con esa mirada peculiar con que la miraba a veces mientras ella inspeccionaba el lugar.

"Es un lugar hermoso." – susurró, no queriendo levantar la voz en un lugar sagrado. "¿Porqué aquí?" – le preguntó.

Ross levantó los hombros.

"A mi prometida le gustó." Dijo sin más detalle, aún mirándola de esa forma.

"Será una gran boda. De seguro debes estar muy feliz… Será bueno para los niños también. Tener una figura materna." – agregó ella.

"Uhum… Será mejor que volvamos a Nampara. Hoy tengo que estar en la oficina temprano."

"Oh, claro. ¿Ya estás recuperado?"

El hombre misterioso le sonrió. Allí, en la penumbra de la gran nave de la iglesia en donde se casaría en algo más de un mes, y algo pareció derretirse en su interior.

Sería mejor volver a correr. Rápido. Sin importar si él no podía seguirle el paso, ni que no pudiera escuchar bien a Bono. Solo corre, Demelza – se dijo a sí misma.


Ross había vuelto a casa temprano, y había ordenado pizzas por delivery.

"Pero Louis puede prepararlas…" – había sugerido ella, pero él ya estaba al teléfono con la pizzería.

Se sentaron a comer en el gran living, las cajas sobre la mesita que estaba frente al sillón. Clowance había derramado jugo en el piso, y ellos se habían sentado en el mismo sillón. Era noche de películas, o sea de Harry Potter. Iban por la quinta. Los niños ya las habían visto varias veces, pero no se cansaban de ellas. Especialmente si Ross estaba allí y ellos debían explicarle toda la trama. Cuando terminaron de comer habían apagado las luces para ver la película en la televisión de cincuenta pulgadas. Clowance se había sentado junto a su padre, apoyado su cabecita en sus piernas, pero se había estirado hacia ella también, de modo que Demelza se acercó un poco hacia ellos.

La película era más oscura que las anteriores, los niños habían crecido y eran ahora adolescentes. Pero aún así Ross sonreía cada vez que Jer o Clowance le aclaraban algo como si él no tuviera idea de nada. Y ella se tenía que morder el labio para no reírse de ellos. En uno de esos momentos, mientras los niños estaban concentrados en la película, Ross estiró el brazo sobre el respaldo del sillón y le tiró del pelo. ¡Judas! ¿Acaso tenía cinco años también? Ella se giró para mirarlo, y lo encontró intentando no reírse. ¡El muy travieso!

Demelza entrecerró los ojos, siguiéndole el juego, y le sacó la lengua. Y él no pudo contener más la risa.

Y cuando el eco de su carcajada aún resonaba en la gran sala, las puertas del ascensor se abrieron y Elizabeth entró en el salón.