Capítulo 23

"Estas distraída." – comentó Louis.

"¿Mmm? ¡oh! Si, lo siento, Louis. Tengo la cabeza en cualquier lado. ¿Qué me decías?"

"¿Te estás aguepintiendo de igte?" – preguntó, y cubrió su mano con la suya sobre la mesa.

Demelza sonrió tímidamente. Estaban sentados frente a frente en una de las mesas del restaurante. Era casi la hora del té, pero no había mucha gente. La mayoría de los huéspedes salían a pasear y generalmente volvían para la hora de la cena. Además, el restó de Nampara no se especializaba en la hora del té. Demelza estaba allí porque Elizabeth estaba en el pent-house. Después de lo que había ocurrido en la fiesta, prácticamente se había instalado allí. Incluso se había quedado a dormir las últimas dos noches. Aunque cuando Ross no estaba en casa ella salía también, los preparativos para la boda estaban a toda máquina. Y Demelza intentaba huir de ella lo máximo posible. Si no fuera por Jeremy y Clowie, ya se habría ido.

"No… me tengo que ir."

"Pego ¿tan pronto? ¿No puedes espegar un pag de semanas más? Los niños van a estag solos cuando su padre se vaya de luna de miel…"

"Ya le dije a Prudie… y ya confirmé que ocuparía mi habitación en el campus este viernes…" – dijo.

Las habitaciones en el campus de la Universidad de Truro ya estaban disponibles para los estudiantes que regresaban de sus vacaciones, aunque aún faltaban algunas semanas para el inicio de clases. Muchos, como ella, preferían instalarse temprano y así tener tiempo de conseguir un empleo antes de comenzar a estudiar. Lo que le dejaba poco más de dos días en Nampara y la verdad que preferiría estar compartiendo esas últimas horas con los niños, pero Ross estaba en casa también, y el domingo le había pedido que los dejara compartir tiempo a ellos "solos."

El cambio había sido como el día y la noche con él también. Ella lo entendía, luego de lo que había sucedido entre ellos. Al fin se había dado cuenta de quien era. Demelza había llegado a pensar que nunca lo haría, que ni siquiera recordaba aquella noche. Pero apenas posó sus labios en los suyos, un rayo pareció atravesarlo. Y a ella también. No fue que no le hubiera dicho lo que le molestó al fin y al cabo. Aunque, no le había gustado nada. Le había reprochado porqué si ya habían estado juntos, por que hacerse la difícil ahora. Tal cual se lo había dicho Caroline. Y por un momento en esa noche, ella se lo preguntó también y estuvo a punto de echar toda precaución al aire. Pero estaba conforme de que no habían llegado más lejos. Ella no quería acostarse con un hombre a punto de casarse, por mucho que lo deseara y por mucho que el pareciera que la deseaba a ella. Y menos que menos quería ser ella responsable por una decisión que afectaría la vida de tantas personas y que no le correspondía en lo más mínimo. ¡Judas! Era por eso se había molestado. ¿Cómo se le ocurría preguntarle algo así? ¿Qué pretendía que le dijera? ¿Que quería estar con él? ¿que dejara a su prometida y echara toda su vida al traste por ella?

Ellos no eran nada.

Esos jueguitos provocadores de los cuales los dos habían sido cómplices, no significaban nada más que eso. No podían ser otra cosa. ¿Le gustaba? Claro que sí, y mucho. Pero ella jamás le pediría que dejara a su prometida por ella. Ella no quería una relación, y el no quería una relación con ella. O al menos eso había pensado hasta que le habló sobre 'nosotros'. ¿Nosotros cómo? ¿Nosotros cuándo? Él vivía en Londres. Era un empresario, de familia de sociedad. Adinerado, con muchos compromisos. Y ella vivía en Cornwall. Iba a la universidad, trabajaba medio tiempo y su familia era pobre. ¿De qué 'nosotros' estaba hablando?

Pero Demelza estaba convencida que era eso por lo que se había molestado con ella, más que por no decirle lo de aquella noche o porque no se hubiera acostado con él. No es que la hubiera tratado mal, o le hubiera levantado la voz como aquella vez que habían discutido. Ahora solo estaba distante con ella. Serio. Frío. Se había acostumbrado tanto al Ross de esas últimas semanas, que se había olvidado del que la recibió cuando llegó. Ni hablar de sus salidas matutinas, esas estaban absolutamente suspendidas. Y Demelza no quería pensarlo, muchos menos admitirlo, pero extrañaba su compañía. La de su amigo. Aunque solo hubieran pasado unos pocos días. Lo único positivo era que su frialdad era solo para con ella. Ross seguía pasando todo el tiempo que podía con Jer y Clowie, pero ellos estaban extraños también. Aún no le habían tomado cariño a Elizabeth, y cada vez que estaba sola con ellos oía las quejas de lo aburrida y mala que era. Demelza se tenía que morder la lengua para no decir que estaba de acuerdo con ellos.

"Pensé que quizás te podrías quedag unos días más paga estag conmigo. Me podría pedig un pag de días y podríamos salig a paseag. Tal vez podríamos ig solos a algún lado. No conozco nada de Inglatega…" – estaba diciendo Louis.

"Uhmm… lo siento. No este fin de semana." – Este fin de semana lo tenía reservado para llorar largo y tendido sola en su cama.

Pobre Louis, estaba siendo una amiga fatal. No que no tuviera muy en claro sus intenciones con eso de irse un fin de semana juntos, pero él sabía muy bien que ella no buscaba nada serio. Se habían besado ya tres veces, y ella lo consideraba un buen amigo. Le había hecho compañía durante esos meses y estuvo allí cuando necesitaba hablar con alguien, como en ese momento.

"Tal vez otro. Puedes venir a Cornwall o nos podemos encontrar en otro lugar." – dijo. Louis le sonrió.

Fue una fortuna que Demelza vio de reojo como una niña pasaba caminando desde los ascensores hacia la puerta del hotel. Era bajita, por lo que la recepcionista que estaba concentrada en el computador no la vio pasar desde atrás del escritorio.

"¡¿Clowance?!"

Clowance se dio vuelta al escuchar su voz, ya estaba casi en la puerta, y como si nada se dirigió caminando decidida hacia ellos, la muñeca que su padre le había regalado apretada en sus brazos.

"¿Clowie, qué haces? ¿Adonde ibas?"

"Iba a buscarte." – dijo la pequeña sin la menor preocupación mientras se sentaba junto a ella.

Demelza tenía el corazón en la garganta.

"Clowie, sabes que no debes salir sola a la calle. ¿Sabe papá que bajaste?"

"Papi esta en su oficina."

"¿Y Jeremy?"

"En la pieza jugando con la Switch." – dijo muy tranquila.

"¿Y con quien estabas tú?" – la niña levantó los hombros. – "¿y la Señorita Elizabeth?"

"Esta hablando por teléfono."

¡Judas! ¿Así es como cuidarían a los niños cuando ella no estuviera? Debería subir a llevarla de nuevo… aunque no quería ver a esa mujer. Mejor le enviaría un mensaje a Ross avisándole que Clowie estaba con ella para que no se preocupara… o mejor aún, no le diría nada. A ver cuánto tiempo se demoraba en darse cuenta de que Clowie no estaba.

Le tomó una buena media hora a Ross bajar, desesperado buscando a su hija. Clowie aún estaba con ellos. Louis le había servido la merienda y la niña bebía su leche mientras movía sus piernitas colgando de la silla.

Bajó corriendo del ascensor. Dos minutos antes le había enviado un mensaje diciendo que no podía encontrar a Clowie. Demelza le había respondido que estaba abajo, con ella.

Media hora, ¡media hora! le había llevado darse cuenta que no estaba. ¿Qué hubiera ocurrido si ella no la veía?

"¡Clowie!" – exclamó cuando la vio y se arrodilló junto a ella para abrazarla. La niña no soltó la galleta que tenía en su mano. "¿Adonde estabas? ¿Porqué te fuiste? Sabes que no debes salir sin que nadie te acompañe…"

"Estaba aburrida y vine a buscar a Demelza." – le contestó su hija. Ross la miró a ella, y ella no le apartó la vista. ¿Cómo se le había escapado la niña? Louis lo miraba también.

"¿Por qué no me dijiste que estabas aburrida? ¿Y porqué no le dijiste a Elizabeth? Se suponía que estaban jugando…"

Ahhh… claro.

"Estaba hablando por teléfono."

"Quédese tranquilo, Señog Poldagk. Clowie estuvo aquí con nosotros todo el tiempo." – Louis tuvo el desatino de decir.

Ross se enderezó. "¿Y tú no tienes trabajo que hacer? ¿Acaso te pago para que estés aquí sentado todo el día o para que te encargues de la cocina?"

¡Judas! A Louis no le quedó más remedio que pedirle disculpas e irse a la cocina. Demelza estaba furiosa, esa no era forma de hablarle a Louis. Desquitarse con su empleado, cuando era él quien se había equivocado.

"Vamos, Clowie. Busquemos a Jeremy y hagamos algo divertido." – dijo ella, y se levantó mirándolo a los ojos y sin decirle nada, pero dejando en claro que se había comportado como un idiota.

Demelza se apoyó contra la pared de elevador, alejándose de él para evitar mirarlo. Pero Clowie, que continuaba como si nada hubiera sucedido, tomó su mano y la de su papá también.

"¿Vas a venir con nosotros, papá?" - preguntó. Ross miró a su hija y después a Demelza.

"No, Clowie. Papá esta ocupado con los preparativos de la boda. Haremos algo nosotros solos." – le respondió ella. Le pareció que tragó saliva.

"Le podría haber pasado a cualquiera." – Ross susurró cuando el elevador se estaba deteniendo en su piso. Ella no le contestó. La mirada que le dirigió lo decía todo.

Su habitación era un desastre. En vez de bajar a ver a Louis o ir a ver Caroline, Demelza había decidido quedarse en su cuarto, aunque Elizabeth estuviera allí. Para tener un ojo en los niños que de inmediato habían ido a hacerle compañía y decidieron jugar a hacer una gran tienda con sábanas y mantas. Ross había ido a buscar a Jeremy y Clowance para salir a almorzar con Elizabeth, pero los niños no quisieron oír razones. Se querían quedar con ella a comer en la tienda que tanto trabajo les había costado armar y trataron de convencer a su padre para que se quedara con ellos también. Demelza creyó verlo dudar, pero por supuesto no dejaría a Elizabeth sola y ella ya había dejado de incentivar a los niños para que pasaran tiempo con su futura madrastra. Quería pasar todo el tiempo posible con ellos en sus últimos días. Y los días pasaban en un abrir y cerrar de ojos.

"Uhm, Demelza…" – vaciló antes de irse. Jeremy y Clowie ya se habían metido de vuelta a la tienda.

"¿Sí?"

"Mañana es el ensayo de la ceremonia. Es a las once de la mañana y los niños deben estar allí. Yo los llevaré, pero si podrías vestirlos… Clowance con vestido y Jer con camisa y corbata…"

"Pero… mañana es mi último día." – murmuró. Y pensaba pasar todo el día con ellos.

"Así tendrás tiempo libre para despedirte de Louis…" – dijo el.

Que cruel de su parte. Sugerir que ella preferiría a Louis sobre los niños. Solo un día más, solo uno mas y no lo tendría que ver más. Últimamente siempre estaba al borde de las lágrimas, y antes de que alguna cayera, Demelza le cerró la puerta en la cara. "Demelza, no quise decir…" – Ross estaba diciendo, pero la puerta se cerró igual.

Más tarde, esa noche. Demelza se encontró mirando el techo de su habitación. A pesar de que había estado allí solo durante tres meses, le parecía que habían sido años. Y más allá de la última semana, había estado contenta allí. Recordó esa primera mañana, cuando había conocido a los niños. Ahora Jeremy y Clowance se habían quedado con ella y estaban durmiendo a su lado. Eran tan dulces, tan pequeños. Habían sufrido tanto en su corta vida y su corazón se contraía al pensar que su sufrimiento quizás no se había terminado aún. Ella los quería, habían calado muy hondo en su corazón y la idea de dejarlos la tenía en una angustia constante. Pero quedarse no era una opción. Tal vez si su padre no se casara con esa mujer… no, Demelza. No pienses en eso… en él. Las cosas eran como debían ser ahora, como debían haber sido desde el principio. Y aunque le partiera el corazón el día siguiente sería su último día, no había otra alternativa.

Noc. Noc.

Demelza creyó escuchar que alguien llamaba a su puerta. Miró el celular. Era la una y treinta.

Noc. Noc.

Alguien golpeó con un poco más de fuerza. Demelza se levantó y en puntas de pie y esquivando sábanas y almohadones que habían quedado en el piso, se dirigió a la puerta. Apenas la entre abrió para ver a Ross del otro lado. Iba vestido con su ropa de dormir también. Un jogging negro y una remera holgada, el pelo suelto y descalzo.

"Hola." – murmuró en la oscuridad del pasillo. – "Los niños… fui a verlos a su habitación y…"

"Oh… si. Se quisieron quedar a dormir aquí. Si quieres los puedo llevar a su habi…"

"No, no. Esta bien. Solo quería darles un beso de buenas noches."

"Oh, claro. Pasa."

Demelza abrió la puerta y se hizo a un lado mientras él entraba. Esperó allí junto a la entrada mientras Ross se acercaba a su cama y les daba un beso en la frente. Se quedó un momento sentado, observándolos. Pero pronto se levantó y se acercó a ella de nuevo. Cruzó los brazos sobre su pecho antes de hablar de nuevo. Su habitación solo estaba iluminada por las luces de la ciudad, los niños no habían querido que cerrara las cortinas.

"Siento lo que te dije hoy. Sé que es difícil para ti dejarlos también… Lamento que no puedas pasar con ellos todo el día mañana, pero solo será un rato. No creo que dure más de una hora, estarán libres al mediodía… Puedes venir, si quieres…"

"No… los esperaré aquí. Aprovecharé para hacer la maleta."

"Pensé que… hice que mi secretaria consiguiera entradas para la obra de teatro de Harry Potter para mañana. Pensé que quizás te gustaría llevarlos, como una última salida…"

"Oh…"

"Si quieres. O pueden ir adonde tú quieras, o quedarse aquí…"

"Estoy segura que les encantará. Gracias. Creo que… volveré a dormir." – dijo señalando la cama.

"Oh, si. Claro. Disculpa que te haya despertado." Ross avanzó hacia el pasillo, Demelza estaba cerrando la puerta cuando se volvió hacia ella de nuevo.

"Supongo que… que no hay forma de convencerte de que te quedes."

"Ross…"

"Solo di la cifra, te pagaré lo que quieras."

"Sabes que no es el dinero lo que me importa. Ross… ya ve a dormir."

Todas las cosas que debía llevarse no entraban en la pequeña valija que estaba sobre la cama. Demelza había tenido que bajar a comprar otro bolso, y allí había guardado con mucho cuidado todos los dibujos que Clowance le había hecho, también las fotos. Se había quedado un rato mirando en la que estaban los cuatro, los niños y ella con las capas de Hogwarts, Ross sonriente sosteniendo a Clowie en la plataforma 9 y ¾ en King Cross. Había sido un lindo gesto de su parte regalarle entradas para el teatro, sabía que no eran fáciles de conseguir. Estaba doblando con cuidado el mono de terciopelo carmín que se había puesto en la fiesta cuando sonó su celular. Era Ross.

"Hola."

"Demelza…"

"Si, Ross ¿qué ocurre?"

"¿Podrías venir a la iglesia?" – sonaba algo agitado.

"¿Por qué?"

"Los niños… no están haciendo caso. Jeremy se sentó en un banco y no se quiere mover de allí. Y Clowie… está corriendo por toda la iglesia y no hay forma de que entre caminando hacia el altar antes que Elizabeth…"

¡Judas!

"Lo haremos sin ellos…" Demelza escuchó a una voz decir del otro lado de la línea. Era Elizabeth. – "No, no lo haremos sin ellos. Mis hijos serán parte de la ceremonia también." – pareció que le respondió Ross, alejándose del teléfono.

"¿Vienes? Jud te está yendo a buscar. Ya debe estar allí." – la catedral no estaba muy lejos de Nampara.

Por un momento pensó en decirle que no iría, que se las arreglarán ellos solos. Pero aún en su último día, Demelza quería hacer lo mejor para los niños. Y fue, no porque él se lo pidiera sino por los pequeños y porque tenía que reconocer también que sentía algo de curiosidad por esa ceremonia. En esos días, un pensamiento estúpido se le había cruzado en la cabeza. La imagen de Ross casándose con la perfecta Elizabeth, la catedral llena de gente, y ella llegando en la parte en la que el cura pregunta: 'si alguien se opone a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre', y ella se levantaba de su asiento decía en voz alta: ¡Si, yo!... Eres realmente ridícula, Demelza.

Cuando llegó, Ross estaba en el atrio, con Clowie en brazos. Elizabeth y su madre estaban un poco más atrás y la miraron subir las escaleras con esa cara de vinagre que solían tener, pero ella no se dio por aludida. Ya no le importaba, se iría al día siguiente y ya no pensaría más en esa mujer. Junto a Ross también estaba su amigo, Dwight.

"Mira quién está aquí." Clowie se bajó corriendo de los brazos de su padre cuando la vio. Tenía pegoteada las mejillas, parecía que estuvo llorando.

"¡Hey! ¿Qué ocurre, cariño?"

"Quiero ir a casa." – le dijo la pequeña.

"Dios, esto es ridículo. ¿Cuánto tiempo más nos vamos a demorar? El párroco no tiene todo el día." – dijo Elizabeth irritada, acercándose a ellos. Demelza la ignoró por completo, ya veía porque había llorado Clowie. – "No es muy difícil lo que tiene que hacer, solo caminar delante de mí sin correr…" Demelza tomó una gran bocanada de aire, era muy, muy difícil ignorarla sin mandarla al demonio.

Le tomó un rato a Demelza convencer a Clowie de que debía entrar a la iglesia con Elizabeth y explicarle que dentro de un par de días debería hacer lo mismo, pero esa vez llevaría puesto el hermoso vestido que habían comprado y por lo tanto debía practicar, para no equivocarse. La pequeña se entusiasmó al recordar que usaría su vestido, y también porque Demelza le dijo que cuanto antes terminaran allí, más rápido se irían a casa a preparase para ir al teatro. Una vez que Clowie estuvo convencida, fue ella quien ordenó a su hermano que se parara junto a su padre así se iban rápido. Más tarde Clowie se quejaría de que lo que ella tenía que hacer era más difícil que lo Jeremy tenía que hacer. "¡el solo se tiene que quedar parado junto a papi!"

Demelza se sentó en uno de los últimos bancos y allí observó el ensayo de la ceremonia. Cuando sonó el piano, las puertas se abrieron y allí apareció Clowie con una canasta llena de pétalos de rosas. La niña la miró por un instante y ella le hizo señas de que fuera hacia el altar, y hacia allí fue. Caminando lento como le había dicho y tirando los pétalos a su paso. Le diría a Caroline que tuviera un ojo en ella, y que le sacará fotos. Luego entró la novia. Iba vestida con ropa informal, pero se había puesto unos tacos altísimos y un velo que le cubría el rostro. El hombre que la llevaba del brazo se veía algo nervioso, su padre seguramente. Clowie llegó al final del pasillo, adonde Ross la recibió con un beso. Jeremy estaba junto a él y Dwight era su padrino al parecer. El hombre tomó a Clowie de la mano, parecía muy buena persona. Con las últimas notas musicales, Elizabeth llegó junto a su prometido. Ross se acercó a ella y levantó el velo revelando su rostro. A Demelza se le hizo un nudo en el estómago. De repente no podía respirar, tenía que salir de allí, no quería seguir viendo. Aunque esa no fuera la boda real. Intentando no hacer ruido se levantó de su banco y se fue a esperar a los niños afuera.

Como Ross le había prometido, y ella a los niños, el resto del día lo pasaron juntos. Habían almorzado en el restaurante con Louis. Ross y Elizabeth habían ido al hotel donde harían la recepción a ultimar los preparativos allí también, así que no había riesgo de que Ross se quejara de su chef otra vez. Luego se habían cambiado y se pusieron sus capas para ir a ver la obra. Ninguno de los dos había ido al teatro antes y estaban entusiasmados. Y Demelza prefería eso antes de que estuvieran tristes porque ella se iba.

Le hubiera gustado que Ross viera la cara de asombro de sus hijos cuando se sentaron en sus butacas, estaban bastante adelante. Clowie estaba sorprendida de que afuera era mitad del día y allí parecía de noche. "Es como cuando vamos al cine, Clowie." – le había dicho su hermano. Ella le había sonreído y acariciado sus cabellos. Estaba tan orgullosa de él, siempre cuidando a su hermana. De aquel niño que amenazaba con despedirla, a este que le daba las buenas noches todos los días y buscaba tomar su mano, había un océano de distancia. Había crecido, ya no era un niño caprichoso. Siempre admirando a su padre, siempre tan listo, era muy inteligente y curioso. Le gustaría ver el jovencito en el que se convertiría. Jeremy le sonrió cuando vio que lo estaba mirando.

El teatro pronto se llenó de gente y las luces se apagaron del todo, dejándolos en una total oscuridad. Sintió a Clowie saltar de su asiento a su regazo, y cuando comenzó la obra y hubo más claridad vio que Jeremy se había movido a su lado también. Quería llorar y unas lágrimas se le escaparon que por fortuna los niños no vieron porque estaban cautivados por lo que sucedía en el escenario. Por momentos pensó que Clowie se asustaría, pero no. Era una niña valiente, y le encantaba Harry Potter. Uno de los dibujos que le había hecho era de ellas dos con sus capas y varitas mágicas. Tomaron helado en el intervalo y los tres aplaudieron de pie cuando la obra terminó, o al menos la primera parte.

"Pero ¿cómo sigue? ¿Qué le va a pasar al hijo de Harry?" – preguntaban los niños.

"Hay una segunda parte, deberán convencer a papá de que los traiga."

"Owww…" – no parecían muy ilusionados. – "Pero queremos venir contigo."

"Miren, allí está el libro."

En la tienda de regalos, Demelza les compró el libro de la obra para que pudieran leer como terminaba la historia. Estaban saliendo del teatro distraídos comentando lo que habían visto cuando escucharon a alguien decir.

"Ahí están mis tres magos favoritos."

"¡Papá!" – los niños se dieron vuelta y corrieron hacia él como si no lo hubieran visto en años. Eso era distinto también. – "¿Cómo nos encontraste?"

"Busqué a una pelirroja entre la multitud." – respondió señalándola a ella. Los niños se rieron.

"¿Qué haces aquí?" – le preguntó Demelza mientras él levantaba en brazos a Clowie y los cuatro se hacían paso entre la gente sin un rumbo defendido, aún no había anochecido y el centro de la ciudad era un hormiguero de gente que iban a cenar o al teatro o a pasear entre las tiendas del centro. Ella tomó a Jeremy de la mano para que no se separara.

"Pensé en venir a invitarlos a cenar." – respondió el. Y Demelza interpretó que se refería a los niños.

"Oh…"

"¿De verdad vendrás con nosotros?" – le preguntó Clowie que había entendido mejor.

"Si, pequeña."

"¡Si!" – gritó entusiasmada. Jeremy dio un brinco a su lado.

"¿Y Elizabeth?" – le preguntó ella en voz baja.

"Despedida de soltera." – dijo Ross, a su vez que apoyaba su mano en su espalda, para no separarse entre la gente que caminaba de prisa a su alrededor.

Terminaron cenando en un bonito restaurante que tenía juegos para niños, y video juegos para los no tan niños. Demelza se había relajado con el correr de los minutos escuchando a los pequeños hablar sin parar de lo que habían visto en el teatro y rogando a su padre que los llevara a ver la segunda parte.

"No sabía que eran dos, o les hubiera sacado entradas también."

"Ver las dos obras en un día es demasiado, no creo que Clowie hubiera aguantado." – había dicho ella.

"Si, Clowie hubiera aguantado." – dijo la niña, y todos se rieron.

"Tal vez puedas venir un fin de semana y llevarlos a ver la otra parte…"

"Si, Demelza. Si, por favor…" – Otra cosa que había aprendido Clowance era como chantajear a los mayores con esa carita suya tan dulce.

"Ya veremos." – había dicho ella, bajo la atenta mirada de Ross, que le guiñó un ojo.

Los niños se habían ido a los juegos, y Ross ordenó al mozo que les trajera dos cervezas. A Demelza le comenzaron a sudar las palmas de las manos. De repente se encontró sola con Ross, después de todo lo que había ocurrido. Él ya no parecía tan molesto con ella como lo había estado los últimos días, se parecía más al hombre simpático y seductor que había llegado a conocer en sus salidas matutinas y en todo el tiempo que habían compartido con los niños…

"¿Por qué te fuiste sin decir nada aquella noche… en Año Nuevo?" - preguntó, directo, cuando el mozo se fue.

¡Judas! De seguro las mejillas se le habían puesto coloradas porque las sentía arder.

"¿Porqué iba de quedarme? Acordamos que sería cosa de una noche."

"¿De verdad?"

"Sí, ¿no te acuerdas?" – el movió su cabeza de un lado al otro mientras daba un trago a su cerveza. – "No te acuerdas de mucho de esa noche…" agregó ella.

"Me acuerdo lo suficiente, solo me faltan detalles…"

"Como quien era la mujer con la que estuviste." – dijo ella irónicamente.

Ross apoyó la cerveza en la mesa y miró hacia donde estaban los niños, asegurándose de que no los veían, luego se volvió hacia ella de nuevo y tomó sus manos que estaban sobre la mesa. Ella intentó quitarlas al principio, pero él las apretó ligeramente.

"Siento no haberte reconocido. No debió ser agradable para ti saber que habías estado con alguien y ese alguien no se acordaba de ti…"

"No fue lo peor que me paso en la vida… pero como dices, no fue agradable tampoco."

"Pero si me acordaba de ti. De hecho, he pensado en esa noche muchas veces…"

"Ross…"

"Y traté de buscarte. Pero no tenía nada. Ni un nombre, ni un rostro… solo tus labios rojos…"

"¿Mis que?"

"Tenías pintados de rojo los labios esa noche. Al igual que en la fiesta del otro día…"

"Oh."

"Acabé por creer que esa noche me había emborrachado tanto que todo fue fruto de mi imaginación..."

Lo mismo me pasó a mi, pensó Demelza. Y tal vez era mejor así, tal vez era mejor pensar que esa noche jamás había ocurrido.

"Tal vez es mejor así…" – susurró ella. Su mirada se endureció de nuevo por un instante. Pero luego de relajó otra vez, y asintió aun sosteniendo sus manos en las suyas.

"Tengo que agradecerte por todo lo que has hecho por los niños… por nosotros."

"No tienes que hacerlo, era mi trabajo."

"Hiciste más que tu trabajo, y lo sabes. Ellos… ellos te aman y me gustaría que no pierdan el contacto contigo…"

"No lo harán, ya les dije. Hablaremos por teléfono y haremos videollamadas, siempre estaré para ellos. Y vendré a visitarlos cada vez que pueda… si tú y tu esposa están de acuerdo, claro."

"Siempre serás bienvenida, no tienes que pedir permiso. Me gustaría…"

Ross se quedó callado, con las palabras en la punta de la lengua mirándola a los ojos. Lo que fuera que iba a decir, Demelza no estaba segura de querer oírlo. Porque si lo decía, si lo insinuaba una vez más, no se creía capaz de poder rechazarlo.

"Me gustaría que nos despidiéramos como amigos."- dijo ella antes de que él terminara de hablar. – "Fuimos buenos amigos ¿no es así?"

Ross asintió con una sonrisa triste en sus labios.

La despedida de los niños esa noche fue más terrible de lo que se imaginó. La idea era que los metería a la cama y se despediría al darles las buenas noches, pero Clowance comenzó a llorar ya mientras la cambiaba. Y ella no se pudo contener tampoco. Jeremy fue el primero en abrazarla. Ella arrodillada en el piso, y los niños abrazados a ella, bajo la atenta mirada de Ross que se había quedado junto a la puerta. Les dijo que los quería mucho y que nunca los olvidaría y que la podían llamar y enviar mensajes cuando quisieran. Que vendría a visitarlos y ellos entre lágrimas le dijeron que la querían también y que la iban a extrañar.

"Clowie, recuerda lo que le tienes que dar." – dijo él a su espalda y la niña se fue un momento a buscar algo en un cajón. Volvió con unos papeles y una bolsita blanca de Pandora.

"Esto es para ti, para que no nos olvides." – le dijo.

Demelza miró los dibujos primero. Clowie los había dibujado a los cuatro en un parque, y había otro también. Era el primer dibujo que Jeremy le hacía, siempre decía que era grande para eso. Era un retrato de ella, y era hermoso. Los dos eran excelentes dibujantes. Entre lágrimas que le impedían ver muy bien, abrió la bolsita. En un estuche había una pulsera de plata con varios dijes. Los niños se acercaron a ella para ver el brazalete también y le explicaron el porqué de cada dije. "La D es de Demelza. El rayito es porque te gusta Harry Potter igual que a nosotros. El corazón es porque te queremos mucho, la lagartija es por Philip. Los labios rojos… ese lo eligió papá. La sirenita es porque tienes el pelo rojo igual que ella y es la princesa favorita de Clowie, y Mary Poppins es porque eres la mejor niñera."

Sus lágrimas caían sin control otra vez. Apenas si pudo darles las gracias. Jeremy la ayudó a colocarse la pulsera y ella los besó mientras los metía a la cama. "Los quiero mucho, sean buenos niños y cuídense entre ustedes." – les dijo por última vez. Parecía que su corazón se partía en mil pedazos. Al salir de la habitación de los niños, Ross la guio lentamente hasta la oficina al final del pasillo. Allí, donde los niños no podían oírla rompió en llanto otra vez. Ross la rodeó con sus brazos y ella rodeó su cintura también, mojando su camisa con sus lágrimas. Estuvieron un rato abrazados así, hasta que sus lágrimas cedieron. Demelza se limpió la cara con los dedos y vio la pulsera en su muñeca. "Papá eligió los labios rojos…"

"Gracias por esto." – dijo ella. Mientras él acariciaba un mechón de cabello en un gesto intimo que parecía tan natural. Ross se inclinó y lentamente rozó sus labios una vez. Y otra. Besos tiernos y dulces que la reconfortaban. Ella volvió a rodear la mitad de su cuerpo con sus brazos otra vez y se dejó besar.

"¿Ross?"

La voz de Elizabeth resonó en el pasillo y fue tan fuerte como si un rayo los separara.

"Espérame aquí."- susurró él.

Pero por supuesto que no lo haría. Apenas espió que no había nadie en el pasillo, corrió hacia la escalera de servicio. Conteniendo las lágrimas llegó a su habitación, terminó de empacar lo poco que faltaba y decidió no esperar a la mañana. Se fue de Nampara esa misma noche.