Capítulo 25

ROSS

Cuando por fin pudo volver a la oficina al final del pasillo, Demelza ya no estaba allí y él se había quedado con ese nudo en el estómago que aparecía cada vez que la veía llorar. Lo que últimamente había ocurrido bastante seguido y no le gustaba en lo absoluto... Sabía que lo mejor era dejarla ir. No que no hubiera ido a su habitación a buscarla o no hubiera tomado el teléfono para llamarla, pero no la encontró ni la llamó. Ya se había ido. Esos últimos besos habían sido su despedida. Aún podía sentir sus labios, suavizados por las lágrimas. Su cuerpo entre sus brazos, parecía tan frágil que le daba miedo de quebrarla si la abrazaba tan fuerte como él quería. Aún le costaba creer que esa joven que había conquistado a sus hijos en tan poco tiempo fuera la misma mujer que lo había vuelto loco aquella noche. De más está decir el shock que le había causado. Y por supuesto que le creyó cuando le dijo que no lo había buscado a propósito, se sintió terrible por no haberla reconocido antes. Él si se acordaba de ella, pensaba en ella, la había buscado. Pero ¿para qué? Esa era la pregunta que lo atormentaba.

Ross nunca había sido un hombre dado a sentimentalismos. Era práctico, racional. Como lo era Elizabeth también. Ninguna de las otras mujeres con las que había estado antes había puesto en duda su relación con ella. Eran algo pasajero. Solo diversión, variedad. Así que ¿Por qué estaba dudando ahora? ¿No era ella una mujer más? Quizás las ganas que tenía de estar con Demelza solo eran exacerbadas por el hecho de no poder tenerla. Pero sí que la había tenido… y la quería de nuevo.

Otra noche sin poder dormir. Debería tomar algo, tenía que descansar. Elizabeth estaba a su lado, era la última noche que pasarían juntos, el día siguiente sería la noche antes de la boda y se suponía que no debían verse. Tonterías. Ross se había estado escapando de su prometida durante semanas, buscando excusas para poder estar a solas con sus hijos y con Demelza. Le gustaba eso. Le gustaba ver a sus hijos contentos, alegrarse cuando lo veían y estaba con ellos. Aunque no había sido lo mismo después de la fiesta. Elizabeth se había pegado a su lado. Había intentado acercarse a Jeremy y a Clowance con muy poco éxito. Y por supuesto que se dio cuenta de que había algo entre él y Demelza. Aunque técnicamente no había nada. Ella misma lo había dicho. "No hay nosotros." Y él se había molestado, porque por un momento pensó que si ella le decía otra cosa, él hubiera tirado todo por la borda. El casamiento, la empresa, y se hubiera quedado con ella. Era realmente ridículo. Ross se llevó una mano a la frente.

"¿En qué estás pensando?" – susurró Elizabeth a su lado. La creía dormida. Ross giró su cabeza sobre la almohada para mirarla. Últimamente esa persona que había estado junto a él durante tanto tiempo le parecía una extraña. Como si quedara una parte, una parte importante de ella sin conocer que veía a través de los ojos de sus hijos. Y que no le agradaba.

"En los niños." – dijo. "No me agrada la idea de dejarlos solos mientras nosotros nos vamos."

"Estarán bien. Prudie encontrará otra niñera en un santiamén, no es muy difícil… ¿La Señorita Carne ya se fue?"

"."

"Que bien." – murmuró en la oscuridad.

Luego de la pelea de la fiesta habían tenido una larga conversación. Para entonces esa chispa de ilusión que él tenía con Demelza ya se había apagado. Y ella había vuelto a ser la mujer práctica que conocía y con quien se había comprometido. Le había dicho que podía vivir con sus aventuras, siempre y cuando no la pusieran en ridículo frente a sus amistades. Él le había negado tales aventuras, le había mentido en la cara y se dio cuenta que lo había hecho muchas veces. Que él también le había ocultado parte de su persona, que había interpretado un papel. Pero aun así habían decidido continuar adelante. "Si hay cosas que arreglar, lo haremos más adelante. Siempre lo hemos hecho." Siempre lo habían hecho. Y, además, estaba la cuestión de la fusión. La empresa familiar de Elizabeth manejaba el mercado en el sur del país y ellos querían expandirse. Necesitaban la cartera de clientes de los Chynoweth y por algún motivo su matrimonio había quedado envuelto en el negocio. El padre de Elizabeth lo había estipulado así. "Después de que se casen firmaremos el contrato." Charles había estado de acuerdo, sería la unión de las familias y de las empresas. Algo bien chapado a la antigua digno de ambos apellidos.

Elizabeth había salido el viernes al mediodía y el decidió pasar el día con sus hijos. Estaban caídos porque Demelza se había ido. Ross se había levantado a verlos durante la noche, a controlar si no estaban llorando porque Clowie se veía desconsolada de verdad. Jugaron en la pileta y luego se pusieron a ver la tele, los tres tirados en el sillón nuevo, uno más triste que el otro. Parecía que una luz se había apagado en Nampara. En algún momento de la tarde habían llegado los trajes para los hombres. Dwight iría a pasar la última noche allí, se suponía que saldrían, pero Ross no tenía ganas.

"¿No va a haber bailarinas exóticas, entonces?"

"Siento decepcionarte."

Habían salido a tomar cerveza en el balcón luego de que Ross hubiera metido a los niños en la cama. No era muy tarde, pero debían descansar para el día siguiente.

"Estas hecho un padre ejemplar…"

"Sorprendente, ¿no es así?"

"Una sorpresa placentera y que estoy seguro tus hijos aprecian. ¿Y… la niñera?"

Ross dio un largo sorbo a su cerveza.

"Se fue."

"¿No cuidará a los niños mientras estás de luna de miel?"

"No… debía volver a la universidad. Ese había sido el acuerdo desde un principio. Solo sería por el verano."

"Los niños la extrañarán. Era muy atenta con ellos."

"Pfff… ni lo digas. Clowance se durmió llorando anoche luego de que se fue. Y hoy han estado caídos todo el día."

"¿Y tú? ¿La vas a extrañar también?" – Dwight preguntó haciéndose el inocente, pero dando en el clavo. Lo único que obtuvo como respuesta fue la intensa mirada de su amigo.

"Dios, Ross. Estas a punto de casarte. Veo que no has perdido las malas…"

"No es así…"

"¿Así cómo?"

"No me acosté con Demelza." - Dijo a la defensiva.

"Pero querías hacerlo… aún quieres. Parecían tener mucha confianza el día de la fiesta. ¿Seguro que no pasó nada?"

"Algo. No mucho." Dwight sacudió la cabeza, incrédulo.

"¿Y Elizabeth?"

"¿Qué hay con ella?"

"¡Te vas a casar con ella mañana!" – exclamó su amigo, como si tuviera que recordárselo. Ross llevó los hombros a sus orejas como si él no tuviera nada que ver en el asunto. – "Ella sabe ¿no es así? El otro día era obvio que estabas tras de ella y no tuviste ningún decoro frente a tu prometida."

"Ella se quiere casar de todos modos."

"¡Vaya! Que romántico… y yo que pensaba que el matrimonio y el amor iban de la mano."

Amor. ¿Qué era eso?

"El amor no me sirvió para nada en mi primer matrimonio."

"Ross, fue un accidente. Eso no volverá a pasar. Mañana vas a prometer pasar tu vida junto a una mujer que no amas, ¿solo para protegerte de que no te vuelva a pasar lo mismo y salgas lastimado otra vez? ¿Crees que Regina querría eso? ¿Qué seas infeliz?"

Ross nunca le había contado a su amigo lo que había sucedido realmente antes del accidente. Solo que habían discutido. Jamás había mencionado al malnacido de George Warleggan a nadie. Solo a Demelza le había contado con más detalle. Esa noche, la última antes de la boda, otra vez le costó quedarse dormido. Solo que esta vez no pensaba en la joven pelirroja que se había ido de su casa para no volver. No, pensaba en otra mujer. En su mujer, en Regina.

Había sido amor con ella al principio. Un amor joven, despreocupado y ocasional. Durante los años en la universidad se habían hecho amigos, luego amantes. Luego habían salido. Solos o con amigos, siempre terminaban compartiendo tiempo juntos. Era muy linda, Clowie se parecía mucho a ella. Y sin pensarlo ni planearlo antes de que ninguno de los dos saliera al mundo, ella quedó embarazada. No era lo que el planeaba para su vida, pero sucedió así. Sus familias los presionaron para casarse, los dos eran muy jóvenes. Su padre, que ya estaba enfermo entonces, se ofreció a invertir en la pequeña compañía de la familia de Regina. Los padres de ella estaban más que felices de que hubiera conseguido tan buen partido. Fueron felices por un tiempo, Ross creía recordar. Cuando recién se casaron, y luego de que naciera Jeremy. Sus padres, el suyo y el de ella, habían muerto ese mismo año y Ross tuvo que ocupar su lugar en la empresa. El negocio de la familia de su esposa desapareció absorbido por los Poldark, que dieron lo que correspondía de las ganancias a su suegra hasta que murió hacía más de un año. Fue cuando se mudaron a Londres que todo comenzó a empeorar. A Regina no le gustaba la ciudad, no conocía a nadie y él se pasaba el día en la oficina. Ella comenzó a resentirlo, y él a alejarse. No recordaba cómo fue que comenzó a sospechar, pero sabía que su esposa se había acercado a alguien, que tenía un amante. Aunque no tenía pruebas. Y luego llegó Clowie, y lo que debería haberlos unido los separó aún más. Y también apareció Elizabeth. Seductora y todo el tiempo trabajando a su lado. Ross le juró a Regina que nada sucedía con ella, de la misma forma que le había jurado a Elizabeth que nada sucedía con Demelza. Pero él la había encontrado en el acto. Ella no podía negarlo. Y después se había ido, de un momento para el otro. Dejándolo furioso y con culpa, con dos niños y una sospecha. Y él no supo que hacer más que buscar refugio en la persona que tenía más cerca.

No, no estaba enamorado de Elizabeth. Él lo sabía y ella lo sabía. Su decisión de casarse había sido algo racional, el lógico paso siguiente. Y con un toque de desquite porque al final las sospechas de su esposa terminaron por ser ciertas. No debería sentirse así, lo sabía. Aún enfadado con ella. Siempre había pensado que no le debía nada y que era libre de hacer con su vida lo que quisiera. Sin embargo, en la víspera del día en que uniría su vida con otra mujer, en ella era en quien pensaba. Y en que sí le debía algo. Le debía cuidar de sus hijos.


Los cuatro desayunaron liviano. No había mucho que hacer ya. Prudie había preparado el vestido de Clowie y lo había guardado en el coche junto con los trajes de Jeremy, el padrino y el novio. El empacó las cosas que llevaría de viaje, aunque tendría tiempo de terminar la maleta antes de partir hacia el Caribe al día siguiente.

Jud los llevó a la Catedral de Southwark. Era temprano, pero tenían que cambiarse. Jeremy y Dwight se quedaron con él. Prudie llevó a Clowie, y a su muñeca, al camarín de las mujeres. Su hijo se acomodó en un sillón apenas entró y se puso a jugar con la Switch.

"¿Qué haces, Jeremy? Deja eso, tienes que cambiarte…" el niño puso los ojos en blanco.

"Esa ropa me pica, y la corbata me aprieta el cuello."

"A también me aprieta, pero solo será por un rato, Jeremy. Luego te podrás quitar la corbata." – lo animó Dwight.

Ross lo ayudó a cambiarse. Ya se había acostumbrado a ponerle su pijama dormido, pero esto fue mucho más difícil. Dwight se reía mientras se hacía el moño en el cuello. "Ya, deja que yo le ayudaré con la corbata. Ve a cambiarte." – le dijo.

"Clowie, te ves muy bonita… ¿No que se ve muy linda, Jeremy? ¿Qué ocurre?" – Ross escuchó que su amigo decía mientras él se estaba arreglando en el baño. Su cuello también le apretaba. El día anterior se había cortado el pelo, así que no le había costado mucho arreglarlo, y esa mañana se había afeitado también. No se reconocía al mirarse al espejo. Ross suspiró y miró su teléfono. Ya no faltaba mucho para la hora indicada. De seguro la Catedral ya estaría llena de gente.

Ross salió de nuevo a la salita que tenía asignada. Sus dos hijos estaban sentados en un sillón, Dwight arrodillado frente a ellos. Clowie se frotaba los ojos con sus manitos, y estaba haciendo pucheros a punto de llorar.

"Hey, hey… ¿Qué sucede, cariño?" - Ross le preguntó acercándose y arrodillándose frente a ella también. Clowance no dijo nada y Ross miró a su amigo que levantó los hombros indicando que él tampoco sabía lo que ocurría. – "Clowie… ¿qué pasó con tu vestido?"

Atinó. Su hija tenía puesto un vestido rosa pálido que no era el que le había mostrado semanas atrás. Estaba muy entusiasmada por ponerse su vestido. Clowie se volvió a frotar los ojos y una gruesa lágrima cayó por su mejilla.

"¿Clowie?" - Ross dijo con más firmeza y apartó sus manitos de su cara para verla mejor.

"A la Señorita Elizabeth no le gusta… no me dejó ponérmelo." – dijo hipando al fin, y se puso a llorar. Le tomó unos minutos consolarla. La había alzado en brazos mientras se le pasaba el ataque de llanto. Ese vestido era el plan que Demelza había ideado para que Clowie estuviera entusiasmada con la boda, y Elizabeth no había dejado que se lo pusiera… ¿cómo se atrevía?

Ross aún no había tomado una decisión cuando salió de la sala del novio y se dirigió a la sala adonde la novia se estaba preparando. La mano le temblaba cuando golpeó la puerta. Ruth, la secretaria de Elizabeth, fue quien le abrió.

"¡Oh!" exclamó sorprendida al verlo.

"Quiero hablar con Elizabeth."

"Pero…" - Ross no escuchó su respuesta. Empujó la puerta y entró.

Elizabeth estaba sentada frente a un espejo terminando de maquillarse. Lo vio entrar a través del reflejo.

"Ross ¿qué haces aquí? Se supone que no debemos vernos antes de la ceremonia…"

"Es mala suerte que el novio vea a la novia…" – intervino la madre de Elizabeth que también estaba allí.

"Quiero hablar con Elizabeth. A solas."

"Ross ¿ahora?"

", ahora. Si son tan amables. Ruth, Señora Chynoweth…" Ross señaló la puerta a las mujeres con una falsa cortesía. La estilista que estaba allí también lo miró con curiosidad, pero salió detrás de las mujeres también.

"¿Ross, de qué se trata todo esto? No veas mi vestido." Dijo ella poniéndose de pie y buscando una bata para cubrirse.

"De un vestido en realidad. Del vestido de Clowance. ¿Dónde está? Prudie lo trajo…"

"No puede ponerse eso, Ross. ¿De en serio de eso se trata?"

". De en serio. Se trata de mis hijos, y de lo que ellos quieren."

"Es solo un capricho. Ese vestido es usado, y además es blanco. No puede usar blanco, solo la novia usa blanco."

"¡Por Dios, Elizabeth! Es una niña, y es mi hija… es parte importante de esta ceremonia también." Elizabeth lo miró torciendo ligeramente su cabeza.

"¿Tu hija?" – dijo con veneno. Fue allí cuando Ross tomó la decisión – "Últimamente tus hijos son lo único en lo que piensas. Luego de que pasaste años ignorándolos y ahora vienes a arruinar mi día por darle el gusto cuando el vestido que tiene puesto es del mejor diseñador de Londres…"

Él se la quedo mirando ¿de verdad era tan superficial? Quiso pasarse los dedos por su pelo, pero no era lo suficientemente largo como para quitar su frustración.

"No es por el vestido solamente… es porque quiero hacer lo mejor para ellos…" – dijo con más calma. Aunque calma era lo opuesto a como se sentía. Su corazón latía frenéticamente, las manos aún le temblaban. – "Y a ti no te interesan en lo más mínimo…"

Elizabeth presintió lo que estaba a punto de suceder. Su postura cambió, su mirada se volvió complaciente… "Ross… por supuesto que me importan. Mira la hora que es, ya tendríamos que estar en la iglesia. Lleva su vestido si es tan importante para ella, allí está."

"...No puedo hacer esto." – susurró mientras ella buscaba el vestido que aún estaba en su funda y colgado de una percha. – "No puedo casarme contigo… Elizabeth, perdóname."

Su rostro volvió a cambiar en un segundo. "¿Qué es lo que dices? ¿Te das cuenta adonde estamos? Toda la ciudad está allí afuera esperándonos. Ross, ya déjate de tonterías…"

"No son tonterías, lo digo en serio. Tengo que pensar que es lo mejor para mis hijos, y no lo eres."

Estaba furiosa. "Es esa mujer, ¿no es así? La niñera esa… ¡Lo sabía! ¿Me vas a dejar por una sirvienta?"

"No, te equivocas. Ella no tiene nada que ver con esto. Esto es sólo acerca de nosotros, y es mi decisión."

"No te atreverías… no serás capaz. ¿Qué hay de la empresa? ¿De todo lo que trabajamos en este último año?"

Dios. Su tío lo mataría.

"Podemos llegar a un acuerdo."

"El acuerdo ya está hecho, y debes cumplir con tu parte." – Elizabeth estaba temblando también, su voz salió entrecortada.

"Lo siento, no lo haré… Yo saldré a decirle a la gente…"

"¡Me humillaras en frente de todos!"

"No es mi intención. Siento haber llegado hasta este punto, no haber tomado esta decisión antes." – Elizabeth lo miraba incrédula. – "Diré que fue de común acuerdo. Que ambos decidimos no seguir adelante… Esperaré unos minutos para darte tiempo de salir... Adiós, Elizabeth."

Pero Elizabeth no se iba a quedar callada. Lo primero que hizo al reaccionar fue darle una cachetada que resonó en las altas paredes de la sala. Ross se tocó la mejilla, y con el vestido de Clowie en sus manos salió al pasillo adonde el padre de Elizabeth se había unido a su esposa y a las otras dos mujeres que miraron espantadas a Elizabeth que había comenzado a gritar. "¡Te arrepentirás de esto, Ross! ¡Me lo pagarás! ¡Te odio!"

Ross apuró el paso hacia donde había dejado a los niños y a su padrino. Cuando entró, respiraba agitado y estaba pálido. Su amigo supo lo que había ocurrido con solo mirarlo.

"Lleva a los niños con Jud, esta estacionado afuera. Dile que me espere, yo saldré en un momento."

"¿Qué paso, papá?" – "¿Me puedo poner mi vestido?"

Ross abrazó a sus hijos y los besó sobre sus cabellos.

"Los amo niños. Vayan con el tío Dwight y espérenme. Yo ya voy."

"¿Y que hay con tu casamiento?" – preguntó Jeremy.

"No me voy a casar."

Los niños lo miraron confundidos mientras su amigo los tomaba de las manos para sacarlos de allí. "Espérame, ya vuelvo." - le dijo.

Por la puerta entreabierta Ross vio pasar de prisa la figura blanca de Elizabeth rumbo a la salida. Se asomó al pasillo, llegó a ver a su padre corriendo detrás de ella. Las manos aún le temblaban. No podía creer lo que había hecho.

Cuando Dwight regresó un minuto después, lo acompañó a la nave de la iglesia. Todo el mundo se acomodó pensando que la ceremonia estaba por comenzar. Pero Ross se paró frente a ellos, "Uhm… siento mucho decirles esto. Pero Elizabeth y yo hemos decidido no seguir adelante con la ceremonia…" – dijo. Todos los que allí estaban empezaron a murmurar, algunos se cubrieron la boca con la mano del asombro. Su tío en primera fila lo miraba horrorizado, Francis parecía sonreír a su lado. – "Desde ya les pedimos disculpas por la molestia de hacerlos venir hasta aquí en vano. Pero les agradecemos igualmente." Luego él también se había escabullido por una puerta lateral y había subido de prisa al auto.

"A casa, rápido, Jud. Subiremos de prisa a buscar nuestras cosas y luego nos iremos."

"¿Adónde vamos a ir, papi?" - le preguntó su hija.

"A Cornwall."