PARTE II

Capítulo 26

Ross sujetaba el volante con bastante fuerza todavía. La tensión en su cuerpo había disminuido en las últimas horas mientras manejaba por las autopistas hacia el sur de Inglaterra, alejándose de Londres y en dirección a su pueblo natal, pero no había desaparecido del todo. ¡Por Dios! ¿Qué había hecho?

Había plantado a Elizabeth en el altar.

¿Cómo había sido capaz?... Y no se preguntaba cómo había sido capaz de dejarla si no por qué no lo había hecho antes. No es que no se le hubiera cruzado por la cabeza en esas últimas semanas en las que él había estado… confundido. Como si la misma tierra que pisaba hubiera temblado bajo sus pies y hubiera desordenado su vida entera. O la había puesto en orden, no lo sabía. Lo que si sabía es que debía y quería hacer lo mejor para sus hijos y casarse con una mujer a quien no le importaban no era lo mejor. Ellos se merecían más. Todo lo que él pudiera darles era poco y seguro insuficiente, pero aun así debía intentarlo por ellos. Respecto a lo que él se merecía, bueno, eso era más complicado. Y lo que sucedería de aquí en adelante, más aún.

Pero primero lo primero.

Jud los había llevado de regreso a Nampara. Los niños parecían confundidos y él aún sentía que le temblaban las manos. Tenían que ser rápidos si quería evitar cruzarse con alguien. De seguro su tío Charles ya estaba camino a su casa para decirle unas cuantas barbaridades, y Verity también iría a verlo. Ni pensar en Elizabeth, su padre seguro iría a matarlo. O tal vez enviarían a su madre, ella sabría cómo hacerlo con más sufrimiento. Su maleta ya estaba casi hecha, el tema era la de los niños. Ross les había hablado en el auto.

"Jeremy, Clowie. Vamos a ir a casa y empacar lo que quieran llevarse con ustedes, y debemos hacerlo rápido. ¿Me podrán ayudar?"

"Pero… ¿Qué pasa, papá? ¿No teníamos que ir a la iglesia?" – le preguntó su hijo.

"Si, pero no vamos a ir. Nos vamos a ir a otro lado, los tres solos." Los niños se miraron sin terminar de comprender.

"¿Y la Señorita Elizabeth? ¿Ya se casó con ella?" – Clowie recurrió a su hermano para que le explicara, pero fue Ross quien le contestó.

"No, Clowance. No me casé con Elizabeth. Y no lo voy a hacer."

Los dos abrieron los ojos como lámparas.

"¿De verdad?" – "De verdad."

"¿Nunca?" – "Nunca."

Sus hijos casi que habían saltado de la alegría y lo habían abrazado en el asiento trasero de su BMW mientras estacionaban en la puerta del hotel.

"Pero necesito que me ayuden a empacar sus cosas. Rápido."

"¿Por qué?" – "¿No podemos llamar a Demelza?"

Ross omitió la pregunta de Clowie.

"Porque tenemos que irnos por unos días… de vacaciones."

Jeremy levantó una ceja no terminando de creer lo que su padre le decía.

"¿Nos estamos escapando?"

"Yo me estoy escapando… acabo de plantar a la novia en el altar…" – murmuró.

No estaba muy seguro de que lo que los niños consideraban esencial fuera realmente eso. Cuando fue a su habitación, la valija que les había dejado estaba llena de peluches, lápices y acuarelas y hojas para pintar, los accesorios de la switch, la muñeca de Clowie, juguetes, y el terrario con la lagartija de Jeremy estaba sobre la cama.

"Me refería a ropa. Ropa que puedan necesitar."

"Demelza prepara nuestra ropa."

Ross abrió el cajón de los pijamas y sacó lo que estaba más arriba. Luego siguió abriendo cajones sin saber lo que encontraría en cada uno y fue sacando cosas aleatorias. También abrió el ropero y buscó chaquetas. Todo lo metió en la maleta, haciendo presión para que entrara todo.

"¡No apretes a Demi!" - protestó la niña.

"Estará bien, Clo. Quizás sea mejor que se cambien de ropa."

Jeremy ya había perdido la corbata por algún lado y se estaba desabrochando la camisa con mucho trabajo. Ross se arrodilló frente a él para ayudarlo. Tenían que apurarse.

"¡Yo quiero ponerme mi vestido!" – exclamó la niña cruzando sus brazos sobre su pecho.

"Esta en el auto, Clowie. Te puedes cambiar en el camino… Ya debemos irnos. Asegúrense de no olvidarse nada."

Y así se habían ido. Ross le pidió las llaves del auto a Jud, el manejaría.

"Pero… ¿adónde va? ¿Qué le digo a la vieja?" - Los pequeños se habían reído al escuchar como llamaba a Prudie.

"Dile que se encargue del hotel, yo la llamaré. No te diré adónde vamos, así cuando te pregunten no tendrás que mentir."

Pero había solo un lugar al que podían ir. A Cornwall.

Ross había apagado su celular, así que se sobresaltó cuando escuchó a uno sonar. Por el espejo retrovisor vio como Jeremy se llevaba a la oreja su teléfono antes de que el pudiera decirle que no contestara.

"Hola, tía… con papá y Clowie… en el auto… papá, la tía Verity quiere hablar contigo."

"Dile que estoy manejando y no puedo contestar. Dile que yo la llamare después."

Jeremy repitió lo que el le dijo.

"… Fuimos a casa a buscar unas cosas…"

"Jeremy…"

"No… no sé… papá, la tía quiere saber adonde vamos."

"Dile adiós a la tía y termina la llamada. Haz lo que te digo, Jeremy." – le dijo seriamente.

"Tengo que colgar… si… yo también. Gracias… la tía te manda un beso, Clo. Y dice que la llames cuanto antes."

Sí, seguro que había varias personas que querían hablar con él 'cuanto antes'.

"Jer, apaga el teléfono ¿si? Por un rato, lo puedes encender más tarde o se te agotará la batería."

"¿Ya me puedo poner mi vestido?"

"¿Adonde vamos?" – "Si, papi ¿adonde vamos?"

Ross los miró un instante por el espejo de nuevo.

"Ya les dije, iremos a Cornwall, a casa de la abuela. Pero no se lo pueden decir a nadie, Jeremy."

"¿A Cornwall? ¡Siiii! ¡Adónde esta Demelza!"


El viaje les había llevado más de seis horas. Hacía bastante que Ross no manejaba, no quería ir muy rápido con los niños atrás. Habían parado a comer en un McDonald's que encontraron en el camino y habían comprado provisiones para el resto del viaje que básicamente consistían en papas fritas, snacks de queso, golosinas y gaseosas. Clowie y Jeremy habían dormido un par de horas, él no había dejado de pensar en lo que había hecho y lo que ello implicaría. Para la empresa familiar, para su trabajo. Todo un año de sacrificio preparando la fusión tirado a la basura, tanto que habían trabajado en ello. A menos que el padre de Elizabeth quisiera seguir adelante con el acuerdo, cosa que dudaba mucho. Se suponía que la firma del contrato sería cundo ellos regresaran de luna de miel y eso llevaría a Poldark Co. a hacerse con una amplia lista de clientes con los que querían trabajar, introducirse en el mercado del sur del país. Había varios proyectos en los que él mismo estaba muy interesado de desarrollo en pueblos costeros. Todo eso lo había tirado a la basura. Ni hablar de lo enojado que estaría su tío Charles por haber arruinado el trato… y por haber faltado a su palabra, deshonrado el nombre de la familia, ya podía oírlo. No entendería que lo había hecho por sus hijos, para él la empresa siempre estaba primero que nada. Joshua lo entendería. Su padre de seguro se hubiera puesto a reír a carcajadas al verlo frente a toda esa gente haciendo semejante anuncio. Le gustaría ir a su casa, pero Nampara estaba deshabitada desde hacía décadas. De seguro necesitaba una remodelación completa… pero no tenía sentido, no se quedarían tanto tiempo. Solo algunos días hasta que las cosas se calmaran en Londres…

Ya habían dejado atrás Devon y se adentraban en Cornwall. Ross habló a los niños para que se despertaran y miraran el paisaje, ya pronto llegarían.

"Papi," – Clowance bostezó y se frotó los ojos – "¿vamos a ver a Demelza?"

Demelza… Ross sujetó el volante con más firmeza. Había intentado no pensar en ella en todo el trayecto. Ella no era el motivo por el que había dejado a Elizabeth, se dijo. Por supuesto que no, su motivo era mucho más noble. Y tampoco era el motivo por el que huía a Cornwall, eso era solo una coincidencia… pero tampoco podía negar que tenía alguna esperanza de cruzarse con ella. De saber que diría ahora que él estaba… bueno, que estaba soltero.

"Tal vez, Clowie. Quizás nos la crucemos." – Clowie sonrió en el asiento trasero.

"Primera parada, Truro. Tenemos que comprar provisiones, en casa de la abuela no debe haber nada."

Dijo mientras recorría las angostas calles de la ciudad en busca de un supermercado.

"¿Demelza no va a la Universidad de Truro?" – escuchó preguntar a Jeremy.

Le costó bastante estacionar, y pronto los tres bajaron del auto haciendo gruñidos y estirando sus brazos y piernas. Clowie con su largo vestido blanco totalmente fuera de lugar para ir a un supermercado. Él aún llevaba la camisa blanca de su smoking de boda, aunque se había puesto unos jeans negros y zapatillas. De golpe se encontró perdido, en un lugar desconocido, con dos niños pequeños y yendo a comprar no sabía muy bien qué. Hacía años que no iba a un supermercado. Pero los niños parecían no notar la inseguridad de su padre, el ligero pánico que sintió de repente y cada uno tomó una de sus manos para que los guiara dentro.

"Buen día," – les dijo una señora muy amable al entrar, que los miró con curiosidad. – "que bonito vestido."

"Gracias." – susurró Clowie que pareció tener un ataque de timidez, se llevó la mano a la boca y se escondió detrás de sus piernas. Ross tomó un carrito y le hizo una ligera reverencia a la mujer a modo de saludo.

¿Qué comprar?...

Leche, fue lo primero que se le ocurrió. Los niños desayunaban leche. Y chocolate. Cada uno de los pequeños eligió una marca de cereal que le gustaba. Ross empujaba el carrito por entre las góndolas mirando perdido… mayonesa, ketchup. Hamburguesas y salchichas. Jeremy cargó en el carrito otro par de paquetes de papas fritas. "Hay que llevar pan para las hamburguesas." – le dijo a su padre. Tenía razón. Clowie le pidió que la levantara para inspeccionar la góndola de las galletas y elegir las que le gustaban. Tomó varios paquetes de esas. Dos packs de cervezas… ¿Fideos? ¿Sabría hacer fideos? Ross había cocinado poco y nada en su vida. Estaba leyendo las instrucciones en el revés del paquete cuando vio de reojo que los niños salían corriendo y gritando "¡Demelza!"

Ross alzó sus ojos hacia el final del pasillo. Allí, vestida con un jean y una simple remera negra, estaba Demelza. Sonrió de oreja a oreja cuando vio a los niños corriendo hacia ella y se arrodilló en el piso a esperarlos con brazos abiertos para darles un enorme abrazo. Jeremy y Clowie se prendieron a ella, y ella los sostuvo un momento y luego besó sus cabellos y sus mejillas.

"Te extrañamos." – le dijo Clowie mientras ella miraba lo que llevaba puesto.

"Y yo a ustedes. Te ves muy bonita, Clowie. ¿Viniste hasta aquí con este vestido?"

"Me lo puse en el baño de McDonald's."

Ah, sí. Eso había sido todo un dilema también. Ross había controlado que no hubiera nadie en el baño de hombres y había ordenado a Jeremy que se quedara en la puerta a vigilar que nadie entrara mientras ellos estaban dentro.

Ross se acercó a ellos, con el paquete de fideos aún en sus manos.

"¿Cómo sabías que estábamos aquí?" – fue lo primero que le salió preguntar. Ella lo miró de arriba a abajo y Ross no sabía si estaba contenta de verlo o no. No se habían despedido de la mejor manera, o, mejor dicho, no se habían despedido. Ella había salido corriendo.

"Jeremy me dijo donde estaban."

Ross frunció las cejas al mirar a su hijo. Pequeño diablillo…

"Y ustedes ¿Qué hacen aquí? ¿No tendrían que estar en una fiesta de boda?" – preguntó, alternando su mirada entre él y sus hijos. Antes de que él dijera nada Clowance se acercó a Demelza y le dijo algo al oído.

"¿De verdad?" – preguntó ella fingiendo estar sorprendida. -"¿Y por qué?"

Clowie alzó los hombros, no sabía.

"Secretos en compañía es mala educación." – acotó él. Demelza se puso de pie. Aún no sabía que pensaba, pero él también se alegraba mucho de verla porque no tenía la más mínima idea de lo que estaba haciendo.

"¿Están buscando provisiones? ¿Adonde se quedan?" – preguntó mientras se acercaba al carrito e inspeccionaba lo que habían comprado hasta ese momento.

"En Portwenn… no es muy lejos de aquí. Pensé… pensé en comprar algunas cosas antes de llegar." Dijo mientras encestaba el paquete de fideos que aún sostenía en el carrito.

Ella junto los labios en una línea, le pareció que intentaba evitar reírse.

"Ya veo. ¿Necesitan ayuda?"

"Por favor."

Demelza los acompañó mientras recorrían las góndolas del supermercado, llenando el carrito con cosas que a él jamás se le habrían ocurrido, como cepillo de dientes para los niños – que no habían empacado – o rollos de papel de cocina o frutas.

"Día largo, ¿no?" – le dijo en un momento que los niños no los escuchaban.

"Ni te imaginas." - Ross puso los ojos en blanco.

"¿Por qué – por qué lo hiciste?" Ross se quedó un momento perdido en el aleteo de sus pestañas.

"Porque prometí que cuidaría de mis hijos." Demelza pareció satisfecha con su respuesta pues sonrió dulcemente.

"Bien, creo que ya tienen suficientes cosas por ahora. ¿Están muy cansados o quieren ir a comer algo?"

Cuando salieron del restaurante cargando las bolsas ecológicas con todo lo que habían comprado, un joven que sostenía una bicicleta se acercó hacia ellos.

"¿Demelza?"

"¡Oh, Hugh!" - Demelza parecía haberse olvidado de que el joven la esperaba. "Lo siento. Déjame presentarte, ellos son Clowance y Jeremy."

El chico saludó a sus hijos estrechando sus manos.

"Ah, Demelza me ha hablado mucho de ustedes." – les dijo. Luego Demelza lo miró a él, que estaba intentando acomodar la compra en el baúl del auto.

"Y él es Ross Poldark, es el padre de los niños. Él es Hugh – Hugh Armitage, un amigo." Concluyó Demelza mientras el joven le ofrecía la mano para que la estrechara.

"Mucho gusto, usted era su jefe…"

¿Quién rayos era este tipo? Pensó.

"¿Volvemos a la taberna?" - le preguntó a Demelza, al notar que Ross no era muy conversador.

"Mmm… sí. Pero ellos vendrán a cenar, así que iré en el auto para indicarles el camino. Nos vemos allá en un momento." – el joven montó su bicicleta y se alejó camino arriba. – "Son unas pocas cuadras. Está sobre el muelle. Yo salí un momento cuando Jer me dijo que ya estaban aquí, pero mi turno no ha terminado aún."

Los cuatro se subieron al auto. Demelza mirando de reojo la cantidad de migajas y paquetes vacíos de papas fritas en el asiento trasero. Los chicos le dijeron que fue lo que comieron durante el viaje. Demelza frunció el ceño mirándolo a él.

Les tomó menos de cinco minutos recorrer las pocas cuadras hasta el pub, Ross condujo con cuidado su gran auto por las angostas callecitas. Demelza le daba las instrucciones a su vez que conversaba con Clowie que no paraba de hablar y de contarle todo lo que había hecho desde que ella se había ido. Aunque solo hubieran pasado menos de dos días desde la última vez que la había visto. Por como su hija hablaba, parecía que hubieran transcurrido años. Tal vez si había pasado una vida entera.

En ese momento no tuvieron mucho tiempo de hablar, pero Ross respiraba más aliviado ahora que Demelza estaba con ellos. Quizás no le diría nada a Jeremy por haberlo desobedecido.

El pub era un típico establecimiento de Cornwall. Taberna, restaurante, hotel, ubicado cerca del muelle y con pintorescas vistas al mar. Jeremy y Clowance se bajaron entusiasmados del auto.

"¡Clowie! ¿No te quieres cambiar el vestido? No sea cosa que lo vayas a ensuciar…" dijo Demelza llamando a la niña que ya estaba entrando al pub. La niña asintió en la distancia. "¿Supongo que habrás traído ropa?" – le preguntó a él.

"Si. Agarramos lo que pudimos…"

Los dos se dirigieron al baúl del BMW.

"¿Salieron con prisa?"

"Corriendo." – dijo él. Aún algo tenso mientras abría el auto y la valija de los niños que estaba toda revuelta tal como él la había empacado. Demelza encontró una remera y un enterito de Clowie entre todo el revoltijo de ropa y juguetes. Después fueron a unirse a los niños que los esperaban en la puerta.

"Te cortaste el pelo…" – comentó cuando entraban y él sonrió mientras caminaba tras ellos.

Demelza los ubicó en una mesa junto a la ventana dando al muelle y llevó a Clowie al baño para cambiarla. Ross aprovechó para inspeccionar el lugar, el joven que le había presentado estaba allí también preparando instrumentos sobre un pequeño escenario. Al parecer habría música también. Levantó la mano a modo de saludo cuando notó que lo miraba, Ross apenas movió la cabeza. El dueño del lugar, o Ross creía que era el dueño, era un hombre mayor algo obeso y con cara de bonachón que estaba detrás de la barra. De seguro había tenido ese local durante toda su vida. Cuando regresaron, Clowie ya sin vestido de fiesta, Demelza llevaba puesto un delantal verde.

"Bien ¿Qué quieren tomar?"

Demelza insistió en que los niños no comieran hamburguesas de nuevo, así que los convenció de probar el plato del día, que eran pastas. Para él también había pescado con papas fritas, pero prefirió no arriesgarse a traer un pescado cerca de Clowie. Estaba cansado, el día le estaba pasando factura y todavía no había terminado. Aún tenían que llegar a la que había sido la casa de su suegra y no sabía en qué condiciones la iba a encontrar. Había estado deshabitada por más de un año, y solo sabía que después de la muerte de su suegra Prudie se había encargado de cerrarla y le había dado las llaves a él. Fue el primer lugar que se le ocurrió. Demelza volvió con una bandeja con sus bebidas y los cubiertos, una mujer que estaba en otra mesa le hizo señas y ella se dirigió a ellos. "Ya vuelvo." – les dijo.

"¿Qué hace? ¿Porqué no se queda con nosotros?" – preguntó Jeremy que miraba como Demelza tomaba nota del pedido de la pareja.

"Está trabajando, Jer… trabaja aquí."

Los niños lo miraron como si hubiera dicho una gran tontería.

"No, es nuestra niñera." – "Si, papá. Es nuestra niñera."

"Lo era. Pero ahora trabaja aquí."

"Pero yo quiero que Demelza sea mi niñera…" - dijo Clowance y puso esa carita con la que podía convencer a Ross de cualquier cosa.

"Cuando venga pídele que se quede a comer con nosotros." – "Si, Clowie. A ti te hará caso." – confabularon Ross y Jeremy. Y cuando Demelza regresó Clowie volvió a poner la misma carita. Ross vio como su resolución flanqueaba ante la insistencia de la niña y no pudo más que sentarse en la silla vacía que estaba junto a él.

"Te ves cansado." – le dijo en voz baja mientras los niños comían su cena.

"Estoy exhausto, la verdad. Hacía mucho que no manejaba y vine tenso todo el camino." – Demelza lo miraba con una apoyando una mejilla en su mano y con ligera preocupación.

"¿Adonde tienen pensado quedarse hoy?"

"En la casa de la abuela de los niños."

"Adónde vivíamos con la abu, la casa está cerca de la playa." – acotó Clowance. Demelza le sonrió con dulzura.

"Y… ¿ya esta preparada para su llegada?" – preguntó con curiosidad.

"En realidad, no. No tuve tiempo de hacer preparativos…" Ross tomó un sorbo a su cerveza.

"Si quieren, tal vez sería mejor que se quedaran aquí esta noche. Digo, si no sabes en qué estado está la casa. Y así no tienes que conducir de nuevo." – ofreció Demelza apuntando con la mirada a su cerveza.

"¿Te quedarás con nosotros?" – preguntó Clowie.

"Mmm… no. Yo ya tengo mi habitación en el campus. Pero me quedaré hasta que estén acomodados en su habitación y vendré a verlos cuando se despierten. Oh, y puedes guardar las compras en la heladera del restaurante."

La idea de no tener que llegar a una casa deshabitada era agradable en verdad, de seguro los niños estarían cansados también y así se podrían ir a dormir pronto.

"Parece una buena idea, te lo agradeceremos. ¿Crees que tendrá alguna habitación libre?"

"Pfff… les conseguiré la mejor habitación. Bueno, de aquí, así que no tengan muchas expectativas…" - Demelza estaba diciendo sonriente cuando la voz del muchacho resonó en todo el local.

"1, 2, 3. Probando. ¿Se escucha bien?" - Dijo por micrófono. El hombre detrás de la barra levantó el pulgar. Jeremy y Clowance dirigieron la mirada hacia el joven, intrigados. "The Red Lion les da la bienvenida, vamos a empezar con algo de música…"

Grandioso, ahora sí que se le partiría la cabeza.

"…y para esta noche tenemos algo muy especial. Porque la voz más bonita de Cornwall ha vuelto a casa…"

"Oh, Judas." – Ross escuchó maldecir a Demelza a su lado.

"… y nos va a regalar una canción." Demelza sacudió la cabeza mirando al joven. – "Me temo que si. ¡Demelza! Démosle un fuerte aplauso."

El primero en aplaudir, además del joven en el escenario, fue el dueño del local. Seguido por Clowance que dejó su tenedor y algún que otro cliente más. Demelza se levantó avergonzada de su asiento y se dirigió hacia el micrófono. Le dijo algo al oído al tipo ese, y él le dio una guitarra que ayudó a colgar de sus hombros. Luego él se sentó junto al órgano detrás de ella y las primeras notas comenzaron a sonar.

La melodía era tranquila pero no lenta. Era una canción folk. Demelza rasgó la guitarra y comenzó a cantar. Tenía una voz angelical. La canción era sobre dos amantes que se volvían a encontrar luego de muchos años, y descubrían que aún se seguían amando. Todos en el pub estaban en silencio.

"¿Sabías que podía cantar?" – preguntó Jeremy.

"No. ¿Y tú?"

"No."

"Yo sabía."

Demelza continuaba cantando y tocando la guitarra. En un momento sus ojos se fijaron en él, y Ross la vio sonrojarse. Allí, frente a todos. Y recordó a aquella mujer con la que había compartido aquella noche, recordó el rubor en sus mejillas mientras la acariciaba. O tal vez, sólo creía recordarla y ahora que sabía que era ella estaba completando su memoria con esos detalles que eran únicos en Demelza.

Ross se encontró aplaudiendo como todos los demás en el restaurante cuando terminó la canción. Demelza sonrió tímidamente y saludo en su dirección. Bueno, en dirección de Clowie que la estaba saludando también. Parecía que una corriente eléctrica había recorrido todo su cuerpo.

"Demelza a veces me canta antes de dormir." – dijo su hija, como contando un secreto que sólo ella sabía.

"¡Estuviste muy bien, Demelza!" – la felicitó Jeremy cuando regreso a su mesa.

"Gracias, Jer." – "¿Sabes tocar la guitarra? ¿Me puedes enseñar?"

"Solo un poco. Hugh es el que sabe de verdad. Si quieres él te puede enseñar…"

"Estuviste increíble, de verdad." – intervino Ross.

"Gracias… ¿Quieren postre? Creo que tenemos helado… o mejor una manzana…"

"¡Helado!"

Para cuando terminaron con el postre los niños ya bostezaban. Demelza lo ayudó a bajar la maleta del auto y les indicó el camino a su habitación. Definitivamente no era un hotel cinco estrellas, pero al menos tenían las camas ya hechas. El empapelado de las paredes parecía tener tantos años como el dueño del establecimiento. Ross buscó los pijamas en la valija y atino a cambiar a sus hijos, pero Demelza le dijo que ella lo haría, que él fuera a refrescarse. Ross se miró bajo la luz amarilla del pequeño baño. Tenía bolsas oscuras bajo sus ojos y con el pelo corto la barba apenas crecida se notaba más. Se pasó ambas manos por la cara. ¿Qué rayos haría ahora? Todo en su vida siempre había sido certeza, nunca había estado confundido porque las decisiones se le habían presentado solas. El solo seguía la corriente, pero estaba cansado de solo hacer los que los demás pretendían de él. Suspiró. Una ducha no cambiaría nada, pero era lo primero que tenía que hacer.

Cuando salió del baño, con la toalla alrededor de la cintura porque no había buscado ropa limpia, los niños ya dormían. Las camas, una de dos plazas y otra de una, se veían cómodas a pesar de todo. Demelza estaba doblando la ropa de sus hijos sobre su camita.

"¡Oh!" – exclamó cuando lo vio, y apartó la vista rápidamente. Él sonrió levemente. – "Ya termino con esto. Iré a guardar las cosas del supermercado en la heladera antes de que se echen a perder."

"Si no es molestia. Ten…" – dijo él, y le dio las llaves del BMW.

Cuando Demelza terminó de llevar las compras del auto a la heladera de la cocina, él ya había bajado de nuevo y se había vuelto a sentar en la misma mesa donde habían cenado con otra cerveza. Ya no quedaba casi nadie en el lugar. Solo el dueño, Bert le dijo era su nombre, y el otro joven que estaba acomodando las sillas sobre las mesas. Cuando Demelza lo vio, se fue a sentar frente a él.

"¿Necesitabas otra cerveza?" – le preguntó con una leve sonrisa.

"O dos o tres más."

"Demelza, ¿quieres que te lleve?" – dijo el tipo ese. Ross y Demelza se giraron para mirarlo. ¿En dónde la llevaría? ¿En su bicicleta? Pensó Ross.

"No, gracias, Hugh. No es tan tarde aún. Creo que caminaré."

"Avísame cuando llegues." ¿Quién rayos era ese?

Demelza le sonrió. "Lo haré. Que tengas una buena noche." El joven le dedicó una sonrisa a ella y un movimiento de cabeza a él, que apenas lo miró. Y entonces se quedaron solos. Bert, el dueño, también había desaparecido.

"¿Está lejos la universidad? Puedes llevar el auto si quieres…" Demelza se sonrió.

"No es necesario, gracias. Está a cinco o seis cuadras. Y las he caminado muchas veces a horas más tarde que esta… así que… ¿Qué pasó?" – le preguntó al fin, acomodándose en el respaldo de la silla frente a él.

Ross suspiró.

"Uhmm… lo sabes, como era con los niños. Pensé, pensé que en algún momento ella iba a cambiar su actitud. Pero eso no iba a suceder ¿no es así?" – Demelza no le contestó. – "No dejó que Clowie usara el vestido que le compraste. Me dijo que solo ella debía usar blanco el día de su boda."

La mirada de Demelza se endureció y abrió mucho más los ojos sin parpadear. Nunca le había caído bien.

"Y Clowie se puso… ya sabes. No podía casarme con una mujer que antepone su propia vanidad a la felicidad de mi hija ¿no es así?"

"No." – dijo ella al fin. – "Pero ella ha sido así desde hace tiempo, y tu seguiste con ella. ¿Por qué esperar a último momento? De verdad te gusta lo dramático."

Ross sonrió con tristeza.

"¿Cómo sabes que espere a último momento?"

Demelza se retorció en su silla. "Caroline, mi amiga. Ella estaba en la iglesia y me contó."

"¿Tenías una espía?" Y por algún motivo no le molestó, al contrario. Le gustaba que ella se interesara en él. "De verdad pensaba que me casaría con ella. Pero esa última noche, no lo sé. Pensé mucho en… en mi primera esposa. En Regina. Y… te conté lo que sucedió entre nosotros, pero pensé… siempre sentí que no le debía nada. Muchas cosas me callé para honrar su memoria, pero le debo esto ¿no es así? Le debo hacer lo mejor por sus hijos. Y Elizabeth… seguramente tienes razón. No debí llegar tan lejos. Pero ella y yo estuvimos juntos por mucho tiempo y ella… me acompañó en momentos difíciles…"

"¿La amabas?"

Demelza lo miraba estudiando cada uno de sus movimientos. ¿Si la amaba? Era una forma muy simplista de ver las cosas. Pero para ella era así aún. Era muy joven, con toda su vida por delante y sin las cicatrices de la vida que él tenía.

"¿Qué es el amor?" – contestó evadiendo su pregunta.

"Lo que hiciste por tus hijos… eso es amor."

"¿Faltar a mi palabra y no saber qué va a ser de mi vida ahora? ¿Un año entero trabajando para nada?"

"¿Es tan grave?"

"No se. Mi tío me debe querer comer vivo…"

"¿No entenderá que lo hiciste por el bienestar de tus hijos?"

"¿Charles? No, para él la empresa siempre está primero…"

"Pues eso no está bien. Hay muchas cosas más importantes que el dinero…"

"Eres muy buena, Demelza…" - Le dijo, y dio un sorbo a su cerveza, aunque ella no pareció alegrarse por el cumplido. Se quedaron en silencio por un momento. Ahora que era más tarde y no había otros ruidos, podía escuchar el familiar murmullo del mar tan típico de Cornwall. Lo tranquilizaba. O tal vez lo que lo tranquilizaba era la mujer sentada frente a él. Era tan diferente a cualquier otra mujer que hubiera conocido antes, el día y la noche con Elizabeth. Y por primera vez desde que Ross había abandonado a su novia en la iglesia se atrevió a pensar que ahora no había ningún impedimento para que ellos no pudieran estar juntos. Él estaba ahora soltero, y ella le había dicho que ese era el motivo por el que no podían estar juntos. Sus dedos le picaban por tocarla, pero no podía ser esta noche. En vez, para distraer a sus dedos comenzó a girar la botella sobre la mesa. Ya estaba vacía.

"¿Quieres otra?"

"No. Suficiente por un día. Demelza…"

"¿?"

"No, no la amaba. Yo… después de lo que pasó con Regina, dejé de creer en el amor. Creí estar enamorado de ella y mira como terminó nuestro matrimonio. Alejados, discutiendo todo el tiempo y… en tragedia. Pensé que un matrimonio basado en la confianza y la racionalidad, en conocer a la otra persona y saber que esperar y que esperan de ti, sería lo mejor. Y cuando los niños vinieron a vivir conmigo pensé, pensé que necesitarían una madre…"

"Necesitan a su padre…"

"Pero su padre es un desastre…" – dijo mirando hacia la ventana. Así que no vio cuando ella estiró sus manos sobre la mesa y tomó las suyas. Sólo sentir su calor en sus dedos era reconfortante.

"No lo es… Bueno, tal vez hoy. Pero te las arreglaras…"

"Demelza…" fue un susurro nada más, tal vez una plegaria. Ross apretó su mano y dio un pequeño tirón, desplazando su silla hacia atrás con un chirrido. La mesa entre ellos le parecía un océano, quería tenerla cerca y ella lo sabía. Se puso de pie, y Ross solo soltó su mano cuando ella se sentó sobre sus piernas y rodeó sus hombros con sus brazos. Acariciando sus cabellos, sus dedos masajeando su cuero cabelludo. Él puso una mano sobre sus piernas y con la otra trataba círculos en su espalda. Allí, solos en ese lugar desconocido, por fin sintió que lo que hizo había valido la pena.

"¿Cómo reaccionó ella?" – la escuchó preguntar. Ross había cerrado los ojos, solo disfrutando su cercanía.

"¿Quién? ¿Elizabeth? Estaba furiosa…"

"No es para menos. Yo te asesinaría."

Ross río con ganas, y no pudo evitar la tentación de dar un beso en su cuello bajo su barbilla. Lo que pareció sorprenderle, aunque no debería dado donde ella estaba sentada.

"¿Dijo algo sobre mí?"

"Puede que te haya mencionado…"

"¡Judas! Ross, yo no…" – Ella intentó ponerse de pie. Sabía lo que quería decir. Que ella no había querido que él terminara con su prometida por culpa de ella. Y no había sido así, o eso era lo que él se seguía repitiendo en su cabeza.

Ross la detuvo, y al hacerlo y tomar su muñeca encontró el brazalete que él y los niños le habían regalado. "No es tu culpa." – ella se volvió a acomodar en sus piernas, aunque no lo abrazó como antes.

"¿Y qué va a ocurrir con la fusión? ¿Se va a hacer?"

"No lo sé. No lo creo. El padre de Elizabeth ató la firma con nuestro matrimonio. Se puede volver a atrás."

"¿Y eso que significa?"

"Que nos perderíamos la oportunidad de hacer negocios importantes en el sur del país…"

"¡Judas!"

"Si. Judas." – Dijo sonriendo. Demelza le sacó la lengua, y él sonrió aún más. Quería acariciar esa lengua con la suya. ¿Se alejaría si intentaba besarla? Ross aún continuaba acariciando su espalda sobre su remera.

"Creo que ya debería irme." – dijo cuando acercó un poco su cara a la suya. Pero no se había apartado, Ross sintió su aliento sobre sus labios. – "Y tu deberías ir a descansar."

Él acercó sus labios un poco más. Demelza que lo miraba a los ojos los desvío a su boca, a milímetros de ella. Luego de un instante de vacilación, fue ella quien recorrió lo poco que quedaba para que sus labios se tocaran. Solo un pequeño beso casto. Y otro con ruido, pero con sus labios cerrados, aunque pareció que lo besaba en lo más profundo de su alma.

Luego se puso de pie, sonrojada.

"Dios, mira la hora." – Ross se río de que no usara su maldición predilecta. – "Ya me voy. Mañana… si quieres puedo venir a ayudarte…"

"Por favor."

"El desayuno se sirve entre las ocho y las nueve."

"Entendido. ¿De verdad no quieres llevarte el auto?"

"No. Es muy grande. Tengo miedo de rayarlo."

Ella ya se estaba acercando a la puerta y Ross se apresuró para alcanzarla. No la volvió a besar, solo quería abrazarla. El rodeó su cintura y ella sus hombros.

"Gracias por todo." – le dijo al oído.

"Ve a descansar, Ross." – le ordenó ella cuando se separaron.

"Envíame un mensaje a también cuando llegues. O envíaselo a Jeremy, mi celular está apagado." – le dijo mientras se alejaba.

Ross subió las estrechas escaleras hacia su habitación mucho más distendido y sonriente de cuando había bajado. Clowie y Jeremy dormían en la cama de dos plazas. Ross buscó el teléfono de Jeremy entre sus cosas, pero en vez de acostarse en la camita, corrió un poco a Jeremy hacia el centro y se acostó con sus hijos. Unos pocos minutos después llegó el mensaje de Demelza que ya estaba en el campus. Le deseó buenas noches y le dio las gracias de nuevo, sonriendo a la pantalla. Luego acomodó su cuerpo mirando a los niños que parecían unos angelitos y cerró los ojos. Y Ross durmió mejor esa noche de lo que lo había hecho en los últimos meses.