Capítulo 27

DEMELZA

¿Cómo lograría dormir esa noche? No tenía idea. Su cuerpo aún temblaba. Demelza cruzó los brazos sobre su pecho y apuró el paso casi dando saltitos camino al campus. Estaban aquí... Ross y los niños estaban en Cornwall.

Esa mañana había estado envuelta en una sensación de pesimismo y tristeza. Y ella intentando racionalizar sus sentimientos, diciéndose que siempre supo que la boda llegaría, que estaba segura de que Ross se encargaría de proteger a sus hijos de la frialdad de esa mujer, pero a su vez confundida porque no entendía como era capaz de no ver que Elizabeth jamás cuidaría de ellos. Más todos sus propios sentimientos que se arremolinaban en su interior que no tenían nada que ver con Jeremy y con Clowie. ¿Estaba dolida, con el corazón roto? Ross le gustaba, y mucho. De eso no tenía dudas. Pero ¿había algo más entre ellos además de amistad y lujuria? Aunque así fuera ya no había nada que hacer. Además, ella tenía su plan, sus proyectos. Si, eso era lo mejor, se dijo una y mil veces, al menos hasta ese mediodía.

Había salido a correr para despejar su cabeza cuando los mensajes de Caroline se volvieron… inquietantes. Abrumadores. Ross había cancelado la boda. Y su interior pareció una fiesta de mariposas tirando fuegos artificiales y bailando y revoloteando durante horas. ¿Tanto le importaba?

Demelza no se había despegado de su teléfono durante el resto del día. Su amiga la siguió manteniendo al tanto durante un par de horas más. Al parecer ella y 'ojos azules', como había apodado a Dwight, más otras personas más habían ido al Savoy después de todo. "Allí tienen preparada una fiesta y sería una picardía desperdiciarla." – le había dicho. Pero ni su amiga, ni Dwight, sabían nada del paradero de Ross y los niños. Su amigo había intentado llamarlo, pero no se pudo comunicar. ¿Debería llamarlo ella?... No, ¿Por qué harías eso? Tú ni siquiera deberías saber lo que ocurrió... Al parecer Caroline se había hecho "buena amiga" de Dwight Enys rápidamente. Así que por la tarde los mensajes comenzaron a escasear, hasta que su amiga le envió un emoji de un beso despidiéndose hasta el día siguiente. ¡No eran ni las cinco de la tarde! Demelza sonrió pensando en su amiga y el pobre Doctor Enys, no sabía en donde se metía. Luego fue silencio de radio durante un par de horas.

Demelza estaba ayudando en el pub, Bert le dijo que podía comenzar esa misma noche si quería así ayudaba con los últimos turistas de verano que aún quedaban cuando sonó su celular. Era Jeremy. El niño le dijo que estaban bien y que estaban viajando con papá. Que irían a Cornwall. A Demelza el corazón le dio un vuelco. Hugh, le preguntó si le sucedía algo porque se había puesto pálida. Y más tarde el pequeño le dijo que ya estaban en Truro. Cuando ella le preguntó adónde le dijo que pasarían por un supermercado y le envió la ubicación por GPS un momento después. Eran solo unas pocas calles abajo de donde ella estaba.

Cuando llegó a su habitación en el campus de la universidad lo primero que hizo fue tipear un mensaje a Ross avisándole que ya había llegado. Luego copió el mismo mensaje y se lo envió a su amigo. Se bañó rápidamente y se metió bajo las sábanas. ¡Judas! ¿Por qué se sentía tan feliz? No podía evitarlo. Sonriendo vio su mensaje de buenas noches, intentando no pensar en esos pequeños besos que se habían dado, ni en el calor de su cuerpo rodeándola. Ni en lo bien que se había sentido estar sentada en sus piernas solo charlando. Era la primera vez que hacían eso. También pensaba en todo lo que le había contado. Lo que había hecho esa mujer. ¡Judas! Si la veía otra vez no podría contenerse, ¿Cómo podría tratar así a una niña?... También pensó en su primera esposa, y en qué Ross no había curado la herida que ese matrimonio había dejado… tantas cosas en qué pensar que antes, mientras estaba en Nampara y era la niñera, no era su lugar decir nada. ¿Y ahora? ¿Qué sería ella ahora? No lo sabía. Lo que sí sabía era que la próxima vez que Ross le insinuara de estar juntos, ella no se negaría. Lo deseaba, y el recuerdo de aquella noche de Año Nuevo que durante meses intentó quitar de su cabeza, ahora la podía revivir sin culpas. Y ¡Judas si quería repetirla de nuevo! Se sentía humedecer de solo pensar en ello. Demelza apretó las piernas bajo las sábanas. Tomó el teléfono de nuevo. Se preguntó si a Ross le divertirían algunos mensajes atrevidos… pero no esta noche. Demelza... ¡las cosas que piensas! Había un mensaje de Hugh en su teléfono de hacía unos cuantos minutos que había pasado de largo por completo. Su amigo le preguntaba si quería ir a la playa al día siguiente. Ella le respondió a pesar de la hora.

"Mañana no creo que pueda, Hugh. Iré a ayudar a Ross y los niños a instalarse en su casa."


ROSS

Ross durmió como un bebé hasta la mañana siguiente. Lo despertó el un ruido cercano que resultó ser su hijo sacando las cosas de la valija que Demelza había acomodado prolijamente la noche anterior y desparramándolas sobre la cama. Clowance aún dormía, se había movido en la bajo las sábanas y ahora estaba abrazada a él.

"¿Qué haces, Jeremy?" – preguntó medio dormido aún.

"Estoy buscando la Switch, no la encuentro por ningún lado." – respondió su hijo revolviendo entre los juguetes que habían llevado.

"Está en el auto…" – Ross bostezó y se pasó una mano por la cara para despabilarse. – "¿Qué hora es?"

Ross escuchó los pasos de su hijo acercarse a la mesita de luz que estaba a su lado y mirar la hora en su celular.

"Siete cuarenta y tres."

"Ok. Ya tenemos que levantarnos y bajar a desayunar."

"¿De verdad no te vas a casar con Elizabeth?" – le preguntó.

Jeremy se había quedado de pie a su lado observándolo. El levantó la vista hacia su hijo y le sonrió. Movió un poco a Clowance y se hizo a un lado, haciendo lugar en la cama.

"Ven." – le dijo indicando que se acostará a su lado. El niño vaciló, pero un instante después se metió bajo las sábanas junto a él. Ross lo rodeó con un brazo acercándolo a su pecho.

"No, no me voy a casar con Elizabeth, Jer. No querías que me casara con ella, ¿verdad?"

Jeremy sacudió la cabeza en su hombro.

"Ella… ella es una buena mujer. Pero no está acostumbrada a estar con niños. Jeremy… sé que no he sido el mejor padre, pero estoy intentando hacer bien las cosas de ahora en más. Ustedes son lo más importante para mí, lo sabes ¿verdad?"

El niño asintió, sin decir nada otra vez. Ross apretó el brazo que lo rodeaba, abrazándolo más fuerte y Jeremy cruzó su brazo sobre él también. Ross pasó su otro brazo por debajo de Clowie, y la acercó a él. Así se quedaron por unos minutos. De verdad, ellos eran lo que más le importaba en la vida. Y nunca podría dejar de reprocharse por qué los había mantenido alejados durante años. Eran pequeños e indefensos, habían perdido a su madre. ¿Cómo no se dio cuenta cuanto lo necesitaban? Demelza lo había visto de inmediato…

"¿Y qué vamos a hacer ahora?" – preguntó Jeremy luego de un rato.

No tenía la menor idea.

"Ahora nos quedaremos unos días en casa de la abuela. Serán como unas vacaciones. Y no debes estar jugando con la Switch todo el tiempo, ¡mira adonde estas! Luego podemos ir a jugar a la pelota…"

"Ehrm, creo que no la trajimos."

"Ya conseguiremos una. Ahora ve a ordenar el lío que hiciste y guarda todo en la maleta tal como estaba, ¿o que va a pensar Demelza?"

Casi cuarenta y cinco minutos después, Demelza los encontró desayunando en la misma mesa de la noche anterior. Clowie había bajado en pijama, pues le había costado despertarla y la saludó moviendo su bracito enérgicamente cuando Demelza se asomó por la puerta. Él y Jeremy se estaban riendo de un chiste que había contado el niño.

Demelza cayó pesadamente en la silla a su lado luego de besar a los niños sobre sus cabellos.

"Awww… lo siento. Me quedé dormida. ¿Cómo pasaron la noche?"

¿Acaso él no ameritaba un beso también? Ross acarició su espalda con la palma de su mano una vez y otra, y volvió a su desayuno. Ella le dedicó una sonrisa especialmente a él que contaba como un beso, mientras Jeremy repetía el chiste para ella.

"¿Vas a venir con nosotros a casa de la abuelita?" – le preguntó Clowie.

"Uhmm…"

"Sí, tienes que venir." – ordenó la pequeña.

Demelza lo miró a él en busca de una respuesta, pero se hizo el distraído.

"¿Vas a ser nuestra niñera de nuevo?" – se sumó Jeremy.

"¿Me vas a volver a poner una lagartija en la bañera?"

Todos se rieron.

"Iré a ayudarlos a instalarse. Yo trabajo aquí, pero ahora que estamos cerca nos podremos ver seguido." – les respondió.

Pero Ross estaba seguro de que la convencería de que se quedara con ellos de nuevo.

Luego de que terminaron de desayunar, vestir a Clowance, ordenar de vuelta las maletas y guardar en el auto las compras que estaban en la heladera del restaurante, emprendieron el viaje a la casa de su ex-suegra. Demelza se sentó en el asiento de adelante junto a él, y Ross no pudo evitar admirar sus piernas mientras se subía al auto. Llevaba shorts y zapatillas, pero arriba tenía puesta una chaqueta impermeable pues aún caía una llovizna matutina típica del lugar. Había guardado su mochila en el baúl también.

Les tomó una media hora llegar a la casa. Habían demorado más porque no era sencillo maniobrar con su enorme BMW por las callecitas de Truro y luego de Portwenn. Y en un par de subidas empinadas yendo muy despacio se le había parado el motor del auto, lo que Demelza parecía encontrar muy gracioso.

"Estos autos no están hechos para Cornwall." – había comentado.

"Con lo que sale debería estar hecho para andar en la luna."

"Manejar en la luna es más fácil que manejar en Cornwall."

Pero al fin habían llegado. La casa estaba en la cima de una pequeña loma y cerca del mar. De hecho, el mar se podía ver desde la casa y podían bajar directamente a la playa desde el patio trasero. Los niños se bajaron corriendo directo al jardín trasero, que estaba curiosamente muy bien mantenido. Ellos los siguieron con la mirada.

Clowie volvió a buscar a Demelza para contarle que esa era su casa, adonde había vivido con su abuela. Jeremy le indicó el pasillito por donde podían bajar hacia la arena. El día se estaba despejando, las nubes se alejaban con prisa sobre ellos dejando entrever un cielo celeste y veraniego aún. Todo era muy agradable… hasta que entraron a la casa.

Los niños corrieron escaleras arriba sin prestar atención al estado de la sala. Si bien solo hacía un año que estaba deshabitada, parecía que hubieran sido décadas. Los pocos muebles que quedaban, un par de sillones, un gran aparador y algunas mesitas, estaban cubiertos por telas blancas, que a su vez estaba cubierta por una gruesa capa de polvo y arena. Ross no había ido en persona, pero recordaba haber ordenado que movieran todos los objetos de valor a un depósito y cerraran la casa que ahora parecía un lugar fantasmagórico si no fuera por la poca luz que entraba por la puerta y por otros lugares por donde no debería entrar. Demelza fue la primera en ponerse en movimiento y comenzar a abrir las ventanas. Los niños los llamaron para que fueran a arriba, Demelza subió cuando terminó de correr todas las cortinas de la sala. Mientras, él se quedó inspeccionando la sala, el comedor, la cocina, una pequeña habitación y un bañito que estaban en la planta baja. Cuando probó abrir una canilla un ruido extraño retumbó en algún lugar dentro de las paredes y le pareció que el techo sobre su cabeza temblaba. La canilla dio una sacudida, y luego otra y después un fino chorro de algo que definitivamente no era agua salió por ella. Algo similar ocurrió cuando intentó encender la luz. Como la lámpara no prendió buscó la caja de fusibles, estaban todas bajas. Subió la primera y la segunda, pero a la tercera hubo un chispazo que lo hizo chillar y causó que Demelza bajara de prisa las escaleras para ver que había sucedido.

"¿Estas bien?"

"Si, solo estas malditas llaves. Creo que están quemadas…"

"¡Papa está bien, niños!" – gritó ella escaleras arriba. Al parecer se habían asustado. – "Me estaban mostrando su habitación. Las camas parecen estar en buen estado. Los colchones estaban bien protegidos y encontramos un ropero lleno de sábanas y mantas, aunque habría que lavar todo antes de usarlo…"

"Sería genial, pero no tenemos electricidad. Ni agua. Ni lavarropa, ni heladera…"

"¡No hay WiFi!" – gritó Jeremy desde arriba. – "¡Y hay mucha tierra!" – exclamó Clowie.

"Tal vez sea mejor que volvamos al pub, no creo que hoy podamos hacer nada…"

Demelza había ido a la cocina y abría puertas inspeccionando su interior. Él la siguió. Tal vez sería mejor reservar un hotel por algunos días directamente, ¿Por qué se le había ocurrido ir allí? Pero antes que dijera nada Demelza pareció encontrar lo que buscaba. Una escoba, una palita, un trapeador y algunos baldes.

"Aquí, toma. Empieza a limpiar. Dile a los niños que te ayuden, abran todas las ventanas. Yo iré a ver si puedo conseguir ayuda." – Ross dirigió su mirada de la escoba hacia ella y de vuelta a la escoba como si estuviera hablando chino. Aunque él hablaba algo de chino, lo que no sabía hacer era barrer y trapear.

Un rato después escuchó voces en la entrada, Demelza hablaba con alguien. Ross había enviado a los niños a jugar al jardín mientras él limpiaba su vieja habitación. Había sacado los colchones al pasillo y movió las camas de un lado a otro para barrer. Cuando se asomó por las escaleras vio que hablaba con un hombre delgado con una boina en la cabeza. Tendría unos diez años más que él, y cargaba unos baldes llenos de agua que Demelza le indicó llevara a la cocina.

"Oh, Ross. Te presentó a Zacky Martin. Señor Martin, él es Ross Poldark."

"Zacky, por favor. Mucho gusto." El hombre se tocó el sombrero y él estiró su mano para estrechar la del hombre.

"Zacky y su familia viven calle abajo. Fueron tan amables de darnos algo de agua…"

"Oh, gracias." – murmuró él.

"Y se ofrecieron a ayudarnos. Zacky aquí sabe un poco de todo, y le dará un vistazo a las cañerías y a la luz..."

"¡Oh!" exclamó sinceramente sorprendido. Hace unos minutos todo era un desorden y ahora Demelza parecía tener todo bajo control. – "Se lo agradecería muchísimo. Pero, cuando usted pueda por supuesto. No queremos molestarlo en un domingo."

"No es ninguna molestia. Iré a buscar mis herramientas y ya vuelvo." – dijo amablemente el hombre y salió de nuevo por la puerta. Demelza se asomó por la ventana de la cocina que daba al patio trasero para darle un vistazo a los niños, luego tomó un trapo que no sabía de adonde había sacado, lo mojó en un balde y comenzó a limpiar la mesada.

"¿Cómo rayos lo haces?" – Ross no pudo contener. Ella pareció no comprender su pregunta.

"¿Qué? ¿Qué cosa?"

"Hacer que todo el mundo se rinda a tus pies…"

"¡¿Qué?! ¡Judas! Eso no es cierto… Los Martin están pasando por una situación difícil. Zacky está sin trabajo, hace arreglos aquí y allá, pero nada permanente, así que se alegra de poder ayudarte. Su mujer parece muy buena también, dijo que vendrá a ayudar a limpiar la casa. Ay, me olvide, tengo que llevar las compras a su heladera. Espero que no se haya echado a perder nada…" – Le dijo, y fue a pasar de prisa por su lado, pero Ross tomó su mano y la detuvo.

Le gustaban sus manos. Se dio cuenta que desde que se habían conocido se habían tomado de las manos muchas veces. Su piel era suave y sus dedos delicados y le agradaba como ella entrelazaba sus dedos en los suyos, acariciándolo también. Era reconfortante. Demelza lo miraba con esos ojos verdes como linternas que tenía, esos le gustaban también…

"Uhmm… te quería agradecer por todo lo que haces." – su voz sonó algo áspera, afectada por sus pensamientos. Se preguntaba si ahora, bueno no exactamente en ese momento, pero después tal vez podrían…

"No tienes por qué. No es nada… para eso son los amigos ¿no es así?"

Uhmm… ¿amigos? Ross sacudió la cabeza para despabilarse, dijo ¿amigos? Y su cara debió distorsionarse, porque Demelza se rio de su expresión. En sus ojos había un toque de picardía, y ella apretó sus dedos aún entrelazados y comprendió de qué clase de amistad ella estaba hablando.

"Ahhh… sí…" Pero antes de que dijera nada más ella lo interrumpió.

"Iré a ver a la Señora Martin." – le dijo y luego se acercó de forma decidida y plantó sus labios en su mejilla.


Al final, los Martins fueron una bendición. No solo Zacky pudo arreglar el tema del agua y la luz, si no que su esposa había ido con sus propias herramientas también y había dejado la casa impecable. Aunque les había llevado casi todo el día. Demelza había llevado a los niños a la playa para que no estuvieran con tanto polvo en el aire y él se había quedado a ayudar, aunque sus habilidades para trabajos manuales dejaban bastante que desear, al menos que le pudieran ser útiles en ese momento. Pasado el mediodía él bajó a la playa también. El día se había despejado por completo, el sol brillaba y hacía calor. Un completamente atípico día de verano en Cornwall. La Señora Martin le había dado un paquete lleno de empanadas para que llevara de comer a sus hijos, de verdad iba a darles una buena recompensa por toda su ayuda.

No fue muy difícil ubicar a sus hijos, solo tuvo que seguir el sonido de las risas cantarinas de Clowie que estaba chapoteando en el agua, mojada hasta las rodillas. Demelza estaba sentada a unos metros de ella sobre la arena seca, sobre su chaqueta con sus piernas extendidas al sol y con lentes oscuros.

"Buenas noticias. Ya hay luz. Ahora Zacky está reemplazando unos caños que parecen ser el problema con el agua." – dijo sentándose junto a ella.

"¡Genial!"

Clowie se acercó corriendo a ellos cuando lo vio – "¡papi!"

"Ven, cariño. Vamos a almorzar ¿en dónde está Jeremy?"

"Está buscando caracoles…"

"Ah, que bien. Justo estaba por ir a buscar algún lugar donde comer. Creo que hay un puesto de fish and chips sobre la explanada, pero no sé qué más habrá. ¿De dónde las sacaste?" preguntó Demelza al abrir el paquete.

"Me los dio la señora Martin. Son de carne y pollo, así que nada de qué preocuparse." – añadió mirando a Clowance, al tiempo que Jeremy se les unía.

"Mmm… están calentitas."

Ross se quedó en la playa con ellos buena parte de la tarde. Era un lugar pintoresco, el agua estaba tranquila ese día y había mucha gente en la playa. Otros niños, parejas, amigos y familias que iban a disfrutar de los últimos días de verano. Jeremy quería meterse al agua, pero Demelza no lo dejaba mojarse más que las rodillas. "Papá, ¿puedo?"

"Las mareas pueden ser peligrosas, Jer…" – decía ella, y tenía razón. Pero él sabía nadar en esas mareas como un pez en su pecera.

"Ven, Jeremy. Yo iré contigo."

"¡No tenemos toallas!" - escuchó que Demelza gritaba detrás de ellos. Pero padre e hijo ya se habían quitado sus remeras y se dirigían hacia el mar. El agua estaba helada, y se sentía fantástica. No se había dado cuenta de cuánto extrañaba ese lugar. Jeremy pareció tener dudas cuando el agua fría le llegó a la cintura, pero él lo animó.

"Vamos, hijo. Solo un poco más y el agua se volverá tibia, ya verás." – Jeremy tomó su mano y se dejó llevar. Pronto el agua le llegó al cuello, y ya no se sentía tan fría. – "No es como en la piscina de casa ¿verdad?" - le preguntó a su hijo que movía sus piernas para mantenerse a flote, no parecía tener ninguna dificultad.

"No, es mejor. La abuela nunca me dejó meterme tanto." – respondió.

"E hizo bien. Debes tener mucho cuidado en este mar, es traicionero. Y siempre debes venir conmigo, al menos hasta que crea que ya nadas lo suficientemente bien."

"¿Me enseñas?"

Estuvieron un rato nadando. Ross soltó su mano después de unos minutos, pero siempre permanecieron juntos. Cuando miró a la costa y ubicó a Demelza levantó un brazo para saludarla y Jeremy hizo lo mismo. Ella los saludo también.

"A Demelza no le gusta el agua." – dijo Jeremy ya algo agitado.

"Parece que no." – ya le enseñaría a nadar a ella también, pensó.

Estuvieron un rato más en el agua. Cuando regresaron empapados Demelza estaba hablando con una joven y Clowance estaba jugando con un niño de más o menos su edad.

"Ella es Jinny. Es la hija de Zacky…" – le dijo Demelza que de seguro estaba admirando su cuerpo todo mojado bajo esos lentes. O eso le gustaba pensar a él.

"Ah, mucho gusto." Dijo extendiendo su mano para saludarla y salpicando a Demelza en el proceso.

"¡Rossss!"

"Ups. Lo siento."

"Y él es mi hijo, Jimmy. ¿Quieres una toalla?" – la joven le preguntó a Jeremy que tiritaba a su lado. Era muy joven para tener un niño de cuatro o cinco años. Ella parecía no tener más en veinte.

"Gracias." – le dijo Jeremy cuando se envolvió en la toalla y Demelza sonrió con orgullo. Él se sentó a su lado, su piel brillaba bajo el sol, le gustaría tirarse allí a dormir junto a Demelza durante un rato. Tal vez otro día.

"Iré a ver si mis padres necesitan que los ayude en algo. ¡Jimmy!"

"Déjalo si quieres, yo los cuidaré." – le dijo Demelza.

"¿Cuántos años tiene?" – preguntó Ross cuando la joven se fue.

"Diecinueve. Jimmy cuatro."

"Wow."

"Mhmm… ¿Se divirtieron en el agua?" – Demelza miró por delante suyo a Jeremy que se había sentado a su lado.

"¡Sí! Papá me enseñará a nadar en el mar."

"¿De verdad?" - Una ceja se curvó sobre sus lentes.

"Puedo enseñarte a ti si quieres."

"No, gracias. Yo estoy bien en tierra firme."

En arenas movedizas era adonde estaba.