Capítulo 32
DEMELZA
"Así que, déjame ver si entendí. Estás cuidando de los pequeños, cocinas, lavas la ropa, arreglas la casa y tienes sexo con él por las noches. Sin compromisos... Creo que Ross Poldark tiene mucha suerte…" – Demelza podía imaginar la cara que su amiga estaría poniendo del otro lado del teléfono.
"No… no es así, Caroline."
"Demelza, ¡prácticamente estás casada con el hombre!"
"¡No! ¡¿Y mira quien lo dice?! Me acabas de decir que te quieres casar con Dwight…" – se defendió ella, que acababa de escuchar por veinte minutos lo increíble que era 'ojos azules' y que no lo dejaría escapar porque estaba completamente enamorada de él. Hasta ya se lo había presentado al tío Ray aprovechando que estaba en Londres.
"Mhmmm… ya no puedes negarlo. Estás loca por él."
"Caroline, solo – solo me estoy divirtiendo. Sabes que no soy de hacer estas cosas."
"Eso era hasta que el hombre misterioso apareció en tu vida. Sólo prométeme que te cuidarás, Ross Poldark… es un hombre complicado…"
"Lo sé." – Antes de llamar, su amiga le había enviado otro link a un artículo de una página de economía en donde se explicaba lo que había sucedido haciendo hincapié en que el futuro de la empresa Trenwith Co. había quedado en el aire por el fallido casamiento. Indicando que Ross había desaparecido y que lo esperaban para ver si podían continuar con el trato o no.
"¿Es bueno contigo? ¿No es como el idiota de Malcolm?"
"Él es…" – Increíble, sexy, tierno, dulce, salvaje, apasionado… - "Sí. Es muy bueno conmigo y está disfrutando de pasar todo el tiempo con los niños…"
"Ya lo creo… Hey, lo de nuestro fin de semana sigue en pie ¿verdad?"
"S-sí. Por supuesto. Ellos, supongo que ya se irán para entonces. Y tú, ¿vendrás? ¿Lo dejarás a Dwight solo?"
"Sí. Haré que me extrañe. Además, quiero estar cuando…" – Caroline no lo terminó de decir, pero ella lo entendió igual. Cuando ella estuviera con él corazón roto porque se tendría que separar de ellos otra vez.
"Me alegrará que estés aquí."
"No lo tengas tan abandonado a Hugh. Ya sé que estás ocupada, pero no te haría mal ver a otras personas que no sean los Poldark de tanto en tanto."
"Lo sé, estoy siendo horrible con él. Intentaré ir a verlo hoy."
"Hazlo. Ya tengo que salir para el local, ¿hablamos después?"
"Claro. Te quiero, Caroline."
"Y yo a ti."
De verdad estaba siendo una muy mala amiga con Hugh. Por lo general siempre pasaban mucho tiempo juntos, en el pub o por ahí. Él le había enviado varios mensajes que ella siempre respondía con un "Lo siento, hoy no puedo." Y Hugh le había dicho que quería verla para decirle algo, debería llamarlo...
ROSS
Si su plan al ir a Cornwall había sido escapar de los problemas de Londres y buscar un refugio donde estar tranquilo con sus hijos, lo había conseguido. Eso y mucho más también. No había vuelto a hablar con Verity. Había leído el artículo en The Financial Times, pero no le había dado importancia. Se había comunicado con Prudie que le reenvió varios mails que necesitaba que leyera para tener su aprobación, pero se las arreglaba bien sola. Le gustaba estar a cargo. Así que él estaba allí, recostado en la gran cama que había comprado días antes, escuchando en murmullo del mar y el graznido de alguna gaviota madrugadora, una fina brisa entraba por la ventana entreabierta y el calor del cuerpo de Demelza a su lado. Ausentemente, pensó que nunca se había sentido más feliz. Lo que era un pensamiento extraño en él. Luego de la confusión inicial al llegar allí, lógica luego de lo que había hecho, todo pareció encajar en su lugar. Jeremy y Clowance estaban sanos y contentos, habían cambiado desde que Demelza llegó a sus vidas, pero ahora parecían radiantes, desenvueltos, ocurrentes, amables y educados con las personas que conocían. Seguían siendo niños por supuesto y haciendo travesuras, pero Ross no podría estar más orgulloso de ellos. Hasta parecía que habían crecido, Demelza había dicho de debían comprar ropa nueva pues a Jeremy le quedaban cortos los pantalones. Les encantaba Cornwall y a menudo hablaban de su abuela y los recuerdos que tenían en esa casa. Habían sido felices allí... Y por supuesto luego estaba Demelza. Con su ojo de halcón, siempre pendiente los niños durante el día. Escuchándolos, conversando con ellos, haciéndoles preguntas para hacerlos pensar, enseñándoles cosas nuevas. ¿Cómo pudo pensar que Elizabeth sería capaz de ser aunque sea una fracción de lo que Demelza era para ellos? Quizás porque él tampoco sabía hasta que lo vio con sus propios ojos lo que era ser una buena madre. Regina habría sido así, pero los niños eran tan pequeños cuando ella se fue. ¿Había sido así de feliz en algún momento con ella? Lo más probable era que sí, pero esa felicidad había quedado oculta detrás de tanto dolor y tanta culpa. Al menos había hecho esto bien… al menos por ahora. Y después estaba el otro motivo por el que se sentía tan satisfecho. Sonrió. Hacía un par de noches que Demelza pasaba la noche entera con él. Le había costado, pero la había convencido de que se quedara. Así podían pasar las noches enteras hablando en susurros, riéndose de tonterías, abrazándose, besándose, tocándose… Y no, Ross no recordaba que hubiera sido así con ninguna otra mujer antes. Ni siquiera con su primera esposa, menos con Elizabeth. Demelza era… diferente. Inteligente, dulce, increíblemente sensual, capaz de hacerlo desnudar su alma y colmarlo de deseo. La había conocido más en esos días que en los tres meses que había pasado en Nampara, y no porque ahora hubiera memorizado el sabor de cada rincón de su piel, sino porque ella también se había abierto a él. Ella confiaba en él, y eso provocaba una sensación de poder que le hacía querer protegerla, cuidar de los secretos que le había compartido, así como sabía que ella cuidaría los suyos. O los que le había contado hasta ahora por lo menos.
Quería saber hasta el más mínimo detalle. ¿Cuánto tiempo le llevaría conocerla por completo? Había estado con Elizabeth durante más de cuatro años y no podía afirmar que conociera todo de ella. Semanas no serían suficientes con Demelza. Pero eso habían acordado, ellos debían volver a Londres pronto ¿Qué sucedería después?
"Te ves preocupado." – la escuchó decir. No se dio cuenta que se había despertado. Su entrecejo se relajó cuando le sonrió.
"Es que invades mi mitad de la cama." – ella sonrió también y se movió hacia el amplio espacio que quedaba detrás de ella. – "No, no, no. Estaba bromeando." La siguió, girando su cuerpo y recostándose sobre ella. Como durante el día no podía prácticamente tocarla salvo por algún contacto inocente, por las noches no quería despegarse de ella ni un momento. Besó su oreja y su mejilla hasta que ella rio contra la almohada.
"¡Está bien! ¡está bien! Me rindo…" – Exclamó entre risas empujándolo con su espalda hasta que él rodó de nuevo a su lugar y ella de volvió a acercar, acurrucándose en sus brazos de nuevo.
"Pareces muy cómoda para ser que hace unos días no querías quedarte aquí… ¿Dormiste bien?" Demelza ronroneó contra su pecho, rozando su mejilla en sus vellos y dado un pequeño beso sobre su corazón.
"Lo estoy. ¿Cuántas horas dormí?" - Ross estiró el brazo para tomar el teléfono de la mesita de luz que Demelza había escogido días atrás.
"Un poco más de tres horas." Respondió luego de hacer la cuenta, eran las siete y diez de la mañana.
"Es una mejora."
"Duerme un rato más, faltan un par de horas para que los niños se despierten…"
"¿Qué vamos a hacer hoy?"
Ross pensó por un momento… "En realidad, ¿Crees que la hija de Zacky podrá cuidar a los niños por un rato esta tarde?"
Demelza levantó la cabeza para mirarlo, sus pelos cayendo alborotado sobre su rostro.
"¿Porqué?"
"Quería… quería enseñarte algo." – le causó gracia la forma sospechosa en que lo miró. El intentó arreglar su cabello para no cayera sobre su frente.
"¿Solo a mí? ¿Qué cosa?"
Ross se lamió los labios y ella frunció los suyos. Soltó una carcajada.
"Ross, ¡shhhh!" No era la primera vez que lo hacía callar porque él se reía muy alto.
"Nampara. Quiero mostrarte Nampara." - Demelza entrecerró los ojos sin entender. "La casa en donde crecí. Ese es su nombre."
"Ohhh… pensé que. No sé lo que pensé, creí que solo era un nombre."
"Lo es. Pero también es el nombre de la casa de mi padre. Ha estado deshabitada por años, no sé en qué condiciones está como para llevar a los niños. ¿Quieres… quieres ir?"
Ella le respondió con una amplia sonrisa.
Al final, Jinny si pudo quedarse a cuidar a los niños. Fue con su hijo, así que el berrinche que hizo Clowie porque se irían sin ellos se le pasó rápido al ver a su nuevo amigo. Jeremy no había estado muy convencido tampoco, pero Ross le explicó que quería ir a ver su antigua casa y podría ser peligroso para ellos porque no sabía en qué condiciones estaba. Su hijo podría haber dicho que no necesitaba que Demelza fuera con él para inspeccionar la casa, pero por suerte no pidió más explicaciones. Apenas estuvieron en el auto calle abajo y lejos de la mirada de sus hijos, Ross respiró aliviado. Si, en verdad quería mostrarle a Demelza su antiguo hogar, pero también quería estar un rato con ella al aire libre y poder besarla y tomarla de la mano sin tener que ocultarse. Ella no había dicho nada desde que habían salido y se sobresaltó cuando él rozo su mano. Lo miró y un instante después le sonrió, dando un apretón a sus dedos.
"¿Es muy lejos?" – preguntó.
"Cerca de Perranporth."
"¿Hace cuanto que no vas?"
"Años. Mi padre vivió allí hasta poco después de la muerte de mi madre, luego nos mudamos… o yo me mude a la casa de mis primos. Él hacía su vida, a veces se quedaba en Nampara, pero la mayoría del tiempo no sé dónde estaba."
"Oh." – dijo ella con un tono extraño. "Debe ser muy difícil… quedarse solo con, con niños. Más para un hombre…"
Ross comprendió lo que ella pensaba. Nunca se le había ocurrido, que él hizo lo mismo que había hecho su padre. ¿Había sido igual? Él no se había sentido abandonado o solo, su padre iba a visitarlo, de la misma forma en que el visitaba a sus hijos de tanto en tanto cuando vivían con su abuela… y, además, él tenía a sus primos, y a su tío Charles que no hacía diferencia entre él y Verity y Francis. Es decir, los regañaba a todos por igual.
"Lo que le ocurrió a mi padre fue distinto." Dijo el después de recorrer un par de kilómetros. – "Él amaba a mi madre. Eran felices hasta que le declararon la enfermedad…"
"¿Tu no amabas a tu esposa, aunque estuvieras molesto con ella?"
Ross desvío la vista del camino un momento para mirarla. Habían hablado mucho durante esos días, pero el tema de Regina era uno que él siempre lograba eludir.
"Yo… no…" De golpe no sabía que decir. Sentía los ojos de Demelza clavados en su rostro. Alguna vez la había amado, sí. ¿Era eso lo que debía decir? ¿Lo creería un monstruo si decía lo que realmente pensaba?... Pero ella misma lo sacó del apuro.
"Está bien, Ross." Dijo inclinándose para besar su hombro. "Háblame sobre la casa."
Pronto estuvieron cerca.
Entraron al pueblo para tomar la calle principal que los llevaría a Nampara, pero dejaron Perranporth detrás rápidamente. Desde allí solo eran diez minutos. Ross solía ir en bicicleta de su casa al pueblo todos los días para ir al colegio. "Yo también iba en bicicleta a la escuela." – dijo ella. Otra cosa que Ross había descubierto en esos días era que tenían mucho en común pese a haber nacido en mundos tan diferentes, o con diferentes oportunidades. Coincidían en cosas fundamentales.
Las casas eran cada vez más dispersas, Demelza había bajado la ventanilla y el aire de mar invadía el interior del auto. Ahora solo eran campos verdes con el océano Atlántico de fondo.
"¿Esta cerca de la playa?"
"Solo a unos metros. Tiene playa propia, está dentro de nuestras tierras."
"Oh..." – Ross podía leer sus pensamientos, le guiñó un ojo.
"De hecho, estás tierras también son parte de la hacienda…" - dijo señalando hacia la derecha, entre la carretera y el mar. Toda la extensión donde los pastos verdes estaban crecidos. Sus antepasados habían sembrado allí.
"¿Tu padre no?"
"No. No tenía la paciencia… aquí es."
Salieron del camino pavimentado, subiendo por una callecita. Demelza asomó la cabeza afuera, mirando los árboles que bordeaban la entrada. Ross detuvo el auto para abrir la tranquera. Había traído un manojo de llaves que abrían todas las puertas y candados. "¿Necesitas ayuda?" - Demelza se estaba bajando del auto cuando el dio con la llave.
"¡La tengo!"
"¿Esos son manzanos?" – le preguntó cuando se subieron al auto de nuevo.
"Sí."
"¿Son tus manzanos?"
"Técnicamente."
"¿Crees que podríamos llevar manzanas? Podría hacer un pastel para los niños cuando volvamos…"
"Puedes llevar lo que quieras." – le dijo sonriente.
El corto tramo que quedaba fue el peor, pues el camino de tierra estaba en muy mal estado. Su BMW se quejó en un par de ocasiones, Demelza levantó la ceja.
"Te lo dije, no está hecho para Cornwall…"
"Es que solo está acostumbrado a andar por la ciudad. Ya se acostumbrará."
"El pobre está sufriendo…" - estaba diciendo cuando Nampara se asomó sobre la vegetación, cortando su aliento. "Wow… Pensé que tu padre la había construido."
"No, mi padre la heredó. Él le hizo unos cuantos arreglos cuando vino a vivir aquí con mi mamá, pero la casa es de fines del 1700…"
"¡Judas!"
Estacionaron a unos metros pues ya no había más camino. Todo estaba cubierto de hierba. Demelza seguía mirando la casa con asombro, era bastante pintoresca. Amplia y con robustas paredes de piedra, como un monolito gris clavado sobre el acantilado. La vio mirar alrededor mientras sacaba unas cosas del baúl. Había llevado las herramientas que Jud guardaba en el auto por si era necesario. Cuando se acercó a ella apoyó su mano libre sobre su hombro, estaba mirando en dirección a la playa.
"Escucho el mar. "¿Cuán lejos está?"
"No muy lejos, pero de aquí no puedes verlo porque estamos muy arriba. Hay una bajada detrás de la casa, después vamos." – ella sonrió y se dejó tomar de la mano mientras la guiaba hacia la casa. Demelza apretó sus dedos, eso era algo que no habían hecho hasta entonces. Caminar tomados de la mano. Ross se detuvo un instante y se dio vuelta para darle un rápido beso en sus sonrientes labios.
Dejó las cosas en el piso y volvió a sacudir el llavero cuando llegaron junto a la puerta. Demelza inspeccionaba el frente de la casa y luego se giró hacia el umbral de piedras que acababan de atravesar, la puerta de madera estaba caída.
"Esas piedras estuvieron aquí desde siempre. Papá siempre las quiso quitar, pero mi mamá no quería. Decían que eran parte de la historia de la casa."
"Tenía razón." - Dijo ella quitando algunas ramas secas de la enredadera que las cubría. – "Parece que la protegen…"
Ross dio con la llave al fin, y con esfuerzo abrió la puerta que se arrastró contra el piso. Una brisa salió de adentro, como si fueran los espíritus de sus antepasados que estaban atrapados allí. Ross agitó la cabeza, eran bobadas. "¿Vienes?" – preguntó buscando algo en el bolso. Sacó una linterna.
Demelza miró hacia la oscuridad de adentro. "¿Estás seguro de que no hay nadie allí?"
"¿Qué? ¿Tienes miedo?" Ross se burló de ella. Era la primera vez que la veía acobardarse frente a algo.
"No." Dijo alzando la frente. Él se rio y ofreció su mano de vuelta. En realidad, también le daba un poco de miedo entrar solo, pero eso no tenía por qué saberlo ella.
Ross encendió la linterna y ella su celular. No había mucho que temer cuando estuvieron dentro. La casa estaba vacía, salvo por algún que otro mueble cubierto por telas que ya estaban grises luego de tantos años. Los pisos chirriaban a cada paso que daban, así que si había alguien allí de seguro ya los había oído y había tenido tiempo de escabullirse mientras él buscaba la caja térmica.
"¿Estás seguro? Recuerda lo que pasó la última vez…"
Pero Ross levantó las llaves igualmente. Nada sucedió. Luego fue a probar encender la luz. Había solo una lamparita que encendió en la sala, iluminando el lugar. Era como entrar en un túnel del tiempo, aunque no sabían si habían salido en el 1800 o en los noventa.
"Es muy amplia. No lo parece desde afuera. Me encantan los techos. Que hayan dejado los tirantes originales."
"Sí. Trataron de conservar todo lo que pudieron. A mi mamá le gustaba ese estilo antiguo."
"Tenía buen gusto." – dijo ella mientras caminaba lentamente mirando alrededor. No abrirían las ventanas, no tenía sentido hacerlo. Frente a la puerta estaba la escalera que llevaba a las habitaciones de arriba, y junto a ella una arcada que daba a la cocina y al sector de servicio. Demelza se dirigió hacia allí. Tuvo suerte cuando probó encender la luz. La cocina era moderna, bueno, había sido moderna hacía treinta años. – "¿Cocinaba mucho? Tu mamá." Ross la había seguido hacia la cocina también.
"Ehhm… sí. Ella era quien cocinaba. En Trenwith, la casa de mis primos, tenían una cocinera, pero no aquí."
"Fue muy feliz aquí." – afirmó. Como si de verdad hubiera conocido a su madre y ella se lo hubiera dicho.
"Ojalá hubieras podido conocerla, le habrías caído muy bien." – dijo él, no sabiendo muy bien por qué. Pero era cierto. Ciertos rasgos en Demelza le hacían recordar a su propia madre. Como trataba a sus hijos, le recordaba cómo era su mamá con él. Su dulzura…
"¿Cómo se llamaba?"
"Grace."
"Grace…" - repitió ella en voz baja. "Pues encantada de conocerte." – dijo a nadie en particular. Él arrugó la frente.
"¿Crees en fantasmas?"
"Solo porque no haya visto uno no significa que no existan… eso decía mi mamá. Además, este lugar tiene una energía especial, se nota que ha visto felicidad. Quien te dice que ella no esté por aquí." - Ross volvió a sentir un escalofrío recorrer todo su cuerpo. ¿No era por eso para lo que la había llevado allí? De alguna forma, para que ella conociera más de su pasado. ¿Para que pudiera tener una conexión con las historias que él le contaba de sus padres...?
"¿En qué piensas? ¿Crees que enloquecí?" – le preguntó cuando él no dijo nada. Ross negó con la cabeza.
"No. Creo que si hay algún ángel por aquí definitivamente se pondría en contacto contigo." - Ella le sacó la lengua. "¿Quieres ir arriba? ¿A la habitación que ha visto sexo?"
"¡Ross! Las cosas que dices en frente de tu madre…" - Demelza lo empujó riendo fuera de la cocina, y tomó su mano mientras él los guiaba por las escaleras.
Arriba había cuatro habitaciones. Se asomaron a la habitación principal. La cama de cuatro postes de la época victoriana aún estaba allí. Ross recordaba saltar en ella de pequeño, girando alrededor de los postes. También estaba el tocador de su madre y el espejo cubierto de polvo pero que reflejó la luz de la linterna cuando pasó sobre él. Demelza estaba en silencio detrás suyo, con sus manos apoyadas en su cintura y la nariz sobre su hombro.
"Da miedo ¿no?"
"No. Es como ver el pasado… mi alegra que me hayas traído." Dijo cerca de su oído.
Siguieron caminando por el oscuro pasillo hasta lo que había sido su habitación. Ross empujó la puerta y se asomó con la linterna. Lo único que había era un ropero. Abrió la puerta del todo y entraron. Demelza probó con la luz y la lámpara se encendió sobre sus cabezas. El empapelado de las paredes que era celeste con pequeños aviones cuando era pequeño ahora estaba todo amohosado. Había algunos papeles tirados en el piso. Demelza intentó ver hacia afuera entre las hendijas de la ventana cerrada…
"Da al jardín de la entrada. Bueno, antes había un jardín." – ella le sonrió.
"Aquí no hay muebles."
"No. Cuando fui a casa de mi tío llevaron mis cosas también. Supongo que para hacerme el cambio más fácil." - Demelza se acercó a acariciar su espalda.
"Extrañaste mucho este lugar ¿no es así?" – él levantó los hombros. – "Llamaste Nampara a tu nuevo hogar…"
"¿Eres psicóloga también?" - Ella levantó una ceja y él la rodeó repentinamente con sus brazos. Demelza soltó un gritito que resonó en las paredes con un eco. – "¿Nunca pensaste en volver a vivir aquí? ¿En arreglar este lugar?" - le preguntó mientras llevaba sus brazos alrededor de su cuello y acariciaba sus cabellos.
"Está muy lejos de todo."
"Mmm… sí, tienes razón. Podría ser un muy bonito hotel con la playa tan cerca, o un lugar para hacer eventos. Esas cosas se usan por aquí. Es una lástima que este vacía…" - pero Demelza no terminó de contar su idea porque Ross comenzó a besarla y cuando terminó había perdido el hilo de la conversación.
"¿Trajiste a muchas chicas aquí?"
"Eres la primera. Tenía doce cuando me fui…"
Se quedaron un rato más en su antigua habitación. Solo abrazados y dándose tiernos besos. Luego Ross sugirió ir a ver el patio. Se tuvieron que sacudir el polvo que traían de adentro, Ross le ayudó con su pelo, que Demelza ató en una coleta.
"Ya tienes que afeitarte." – le dijo acariciando su barba. "O emparejarla."
Miraron alrededor, al espacio cuadrado que quedaba encerrado por los edificios. Los pastos también estaban altos, y la casa se veía un poco en decadencia desde allí. Tal vez Demelza tenía razón, y podría arreglarla. Poner unas mesas y sillas, una cafetería al aire libre… Ross se imaginaba el lugar lleno de gente. Habría que hacer muchos arreglos, cuatro habitaciones nada más no eran suficiente para hacer algo rentable…
"¡Hey! Sonríe." – dijo ella interrumpiendo sus pensamientos y apuntando la cámara de su teléfono en su dirección. Lo tomó por sorpresa en la primera, pero sonrió cuando apuntó otra vez. – "Voy a sacar algunas fotos para mostrarle a Jeremy y a Clowie, no sea cosa que no nos hayan creído."
"Dame que te saco una a ti." - Ross estiró la mano. Ella le dio el teléfono y sonrió tímidamente mientras él enfocaba su rostro en la pantalla. Parecía que le daba algo de vergüenza, no se habían sacado ninguna foto juntos en esos días. La mayoría eran de los niños y ellos a lo sumo estaban con ellos. – "Ahora una juntos." - Dijo. De repente se le antojaba verlos juntos en una imagen. Hubiera esperado que se negara, pero se acercó rápidamente a su lado, adonde él la esperaba con un brazo en el aire para rodear sus hombros. Demelza acomodó su rostro cerca del suyo y él movió la pantalla para enfocarlos a ambos. Los dos sonrientes, Ross por lo general no era un hombre vanidoso, pero sabía que era apuesto. No que eso le haya sorprendido al verse en la pantallita, lo que le sorprendió era que juntos hacían una pareja muy atractiva. Demelza con su amplia sonrisa, sus ojos verdes y el pelo colorado recogido, y él con su barba desprolija y sus rulos indomables, parecía que fuera tan normal verse juntos… Sacó varias fotos, Demelza hizo una morisqueta y sacó la lengua, él la vio en la pantalla e hizo una mueca también. Luego giró su rostro, ella estaba muy cerca, solo bajo un poco sus labios y los posó en los de ella. No se estaban besando de verdad, solo posando mientras el seguía presionando con el pulgar el circulito en la pantalla. Un momento después bajó el teléfono y la besó de verdad.
"Bueno, supongo que ya no podré mostrarles las fotos a los niños…" – dijo cuando se separaron. "A verlas…"
Pero Ross no le devolvió el teléfono de inmediato, primero quería verlas él.
Demelza le dio unos tirones de brazo y pellizco su abdomen mientras Ross intentaba poner una de esas fotos de fondo de pantalla sin que ella le quitara el teléfono.
"¡Judas! Eres peor que una criatura." - Lo regañó mientras él soltaba una carcajada. "¿Qué hay en esas habitaciones?" - preguntó, volviendo a mirar la casa y guardando el teléfono en el bolsillo de su pantalón. Ross sonrió satisfecho pues no había vuelto a cambiar la imagen de fondo.
"No sé. Veamos." Respondió sacudiendo las llaves.
No se podría decir que eran habitaciones, más bien eran depósitos, adonde encontraron amontonados muebles antiguos cubiertos de telarañas. Se asomaron a una puerta y a otra, era lo mismo. Pero en la tercera encontraron algo distinto.
"Oh…" el exclamó algo sorprendido. Se había olvidado de que eso estaba allí. Pensó que su padre quizás los había tirado.
"¿Qué? ¿Qué hay?"
Ross no estaba seguro de querer mostrarle eso a Demelza. Podría cerrar la puerta y decirle que no había nada allí. O podría…
"Uhmmm…" - con un poco de esfuerzo abrió del todo la puerta y se hizo a un lado para dejarla entrar. Probó la luz, pero nada sucedió, así que levantó una persiana. Cuando se asentó el polvo entró algo más de luz.
"¿Qué es esto?" - preguntó Demelza mirando todas las cajas apoyadas contra las paredes. Él se reclinó contra una mesa, no muy seguro aún de que fuera una buena idea.
"Tu especialidad…" – dijo enigmático. Demelza lo miró, pero comprendió que no debía seguir preguntando. Si quería saber que había tenía que verlo por ella misma.
Ross la observó abrir la primera caja. Daba la sensación de que sospechaba lo que había dentro, pues fue muy cuidadosa. O debería decir muy profesional. Pronto sostenía una pintura en sus manos. Era un paisaje de algún pueblo de Europa que su mujer había visitado de niña. Ella lo miró con la boca entreabierta.
"¿R.P.?"
"Regina Poldark." - Aclaró el.
"¿Tu esposa pintaba?"
"Cuando era joven."
"Es hermoso. ¿Adónde… adonde es?"
Ross miró el cuadro con más atención. Jamás pensó que volvería a ver esos cuadros.
"Alguna parte de Suiza."
"Oh… ¿puedo?" - Demelza señaló el resto de las cajas.
"Sí quieres."
Demelza apoyó el cuadro sobre la única pared que quedaba libre, y continuó sacando pinturas y abriendo cajas con los óleos de Regina. Los observaba con atención. Sus ojos inquietos inspeccionando cada detalle, a veces pasando suavemente un dedo para sentir la textura de la pintura. Veía sus ojos brillar en la poca luz que entraba. A veces se acercaba a la puerta para poder ver mejor. Luego abrió otra caja donde había paisajes más familiares. Dio un pequeño gemido cuando sacó el primer cuadro. "¡Judas… que hermoso! Es aquí, Cornwall…" - dijo y con mucho cuidado apoyó esa pintura separada del resto. Uno a uno fue sacando los cuadros, algunos eran de Perranporth, otros de la costa con las chimeneas de las viejas minas. Había un par de Nampara que inspeccionó con atención, pero no hizo ningún comentario. Todas fueron a para a esa otra selección. Abrió otra caja. Lo primero que sacó fue una pintura de unas manos entrelazadas. "Amantes…" - La escucho decir en voz baja. Ross se preguntó si se habría olvidado de que él estaba allí, tan absorta estaba. "Son maravillosos…" – susurró de nuevo mientras miraba una pintura de una mujer de espaldas.
El siguiente cuadro que sacó fue un retrato de una mujer. De pelo oscuro y tez clara, pestañas largas, ojos grandes color marrones y labios carnosos. A Ross se le hizo un nudo en el estómago. Apretó el borde de la mesa adonde estaba apoyado y debe haber hecho algún ruido porque Demelza levantó sus ojos hacia él.
"¿Quién es ella?" – le preguntó.
Él se tuvo que aclarar la garganta antes de responder. "Ella… ella es Regina."
"Oh…" Demelza volvió a mirar la pintura. "Era hermosa. Y tan talentosa…"
"En realidad… yo pinté ese cuadro."
Sus ojos se volvieron hacia él volando. "¡¿Qué?!"
Sus labios se curvaron en una tímida sonrisa. Le gustaría haberle sacado una foto a la expresión que tenía de incredulidad. Volvió a ver el cuadro de nuevo, buscó la firma. Decía R.P. también.
"Ross Poldark… ¿Cómo… cuando…?" - Ahora Demelza movía su mirada del retrato que tenía en sus manos, hacia su cara y hacia los cuadros que había apoyado contra la pared. – "¿Cuáles son tuyos?" - pudo preguntar al fin.
Ross señaló la fila que había sacado de las dos últimas cajas. Sus ojos parecía que podrían encandilarlo por la forma en que lo miraban.
"¡Judas! Ross… son extraordinarios. ¿Cómo – Cómo es que nunca lo dijiste?"
"Casi que lo había olvidado…"
"Pero eres tan talentoso. ¡Eres un artista, Ross!"
"No. Ya no. Esto, todo esto se terminó hace años. Solíamos, solíamos pintar juntos. Con Regina. Cuando empezamos a salir, o cuando íbamos a la universidad. Era nuestra forma de… pero como todo en nuestro matrimonio eso se terminó también." - Ross dijo. Estaba hablando bajo y mirando al piso. No se dio cuenta que Demelza se había acercado, la miró cuando ella cubrió su mano con la suya. En la otra aún sostenía el retrato de la madre de sus hijos. – "No volví a pintar desde entonces."
"Es una lástima, porque lo hacías muy bien. Los tuyos son mis favoritos. Tienen… tienen algo que los hace parecer vivos. Esas manos, es como si pudiera ver a esa pareja enamorada…" susurró a su lado. De pronto todo estaba en calma, tanto que podía escuchar el latido de su propio corazón. Ross giró la mano para entrelazar sus dedos con los de ella igual que en la pintura. – "Ross… ¿me hablarías de ella?"
Ross se enderezó.
"¿Qué quieres saber?" – sonó más punzante de lo que pretendía. Notó como ella se retrajo, como arrepentida de haber preguntado. Pero aún estaban tomados de las manos, así que él dio un apretón para compensar su tono agudo. Ross prefería no hablar de su esposa con nadie, pero era un tema que parecía recurrente en Demelza. Ella quería saber, conocerla, pero no era justo para Regina que alguien la conociera a través de sus ojos, de sus recuerdos que estaban nublados por otros sentimientos.
"¿Cuándo-cuando pintaste esto?"
