Capítulo 35

Como si él cielo pudiera predecir lo que se avecinaba, el día siguiente hubo una tormenta. Caían baldes de agua, y las nubes grises eran cerradas como si nunca más fuera a salir el sol y los rayos retumbaban en las paredes de piedra de la casa.

Apenas comenzó, Demelza se levantó de un salto de la cama y fue a ver a los niños. Clowie ya se había despertado también, asustada por los rayos, la había visto pasar frente a la puerta en brazos de Demelza. Ross miró la hora, eran casi las ocho. No habían dormido mucho, otra vez. Lo que había ocurrido durante esa madrugada, no se lo esperaba. Aún estaba sorprendido de las cosas que el mismo había contado. Todos esos recuerdos que creía olvidados; que prefería olvidar. Todo lo que había sucedido con Regina, cosas que jamás había dicho a nadie, durante la noche había hablado durante horas. Sobre los momentos felices, el tiempo en la universidad, su casamiento, el nacimiento de Jeremy, y sobre los desdichados también. Demelza lo escuchó con atención, su mano sobre su pecho, como queriendo asegurarse de que su corazón estaba latiendo. Pero Ross no habló con la frialdad que siempre creyó que tendría al recordar a Regina. Después de la emoción inicial que lo agarró completamente desprevenido, continuaron hablando durante largos minutos. Ross no recordaba haber llorado alguna vez por su esposa, supuso que debió haberlo hecho cuando corría alrededor del auto en llamas, pero no recordaba nada de ese momento y luego todo no había sido más que dolor y bronca.

Ross se preguntó qué pensaría Demelza de él ahora. ¿Lo seguiría considerando tan dulce como al principio de la noche? No lo creía. No después que le hubiera contado como prácticamente había abandonado a su mujer cuando se mudaron a Londres. Ella lo escuchó en silencio, solo haciendo alguna pregunta de tanto en tanto si sentía curiosidad por algo. Le había sorprendido muchísimo lo de los cuadros, que él pintara y hablaron de eso también. Ross nunca se consideró particularmente bueno, pero a ella parecieron encantarles.

Demelza…

Cada noche que pasaban juntos se sentía más atraído por ella. En el mar el día anterior, y en la noche en la bañera, le había parecido como una sirena. De esas que hechizan a uno con su canto. Lo que se había imaginado antes, mientras ella estaba en Nampara y el comprometido eso es, que solo quería una noche con ella solo para sacarse las ganas, era ridículo. E imposible. Era como una adicción, cada día que pasaba sus ganas de estar con ella no disminuían, al contrario. Y Ross se preguntaba si alguna vez lo harían, por cómo iban las cosas no lo creía posible. Esas dos semanas, se suponía que debía de estar de luna de miel, y al final así había sido. Solo que no con su esposa sino con esa joven que había invadido sus pensamientos durante meses y aún lo seguía haciendo. ¿Podía extrañarla ya, aun sabiendo que estaba a solo unos pocos pasos?

Los días pasaban rápido y él tendría que volver a arreglar el desastre que había hecho. Pero tal vez Londres no esperaría a que volviera y vendría a buscarlo…

Cuando Ross se levantó, Demelza y los niños ya estaban en la cocina. Jeremy y Clowie aún en pijamas, Demelza descalza y con su remera que le colgaba sobre los muslos.

"Buen día." – le dijo cuando leyó en sus ojos su intención de acercarse a darle un beso. – "Gracias por prestarme una remera, tengo que ir al campus por más ropa."

"Puedes traer tu valija directamente." – dijo él, acercándose a besar a sus hijos. Clowie estaba con los codos sobre la mesa tapándose los oídos.

"¿Qué sucede, Clo?"

"No le gustan las tormentas." - Le respondió su hijo.

"¡Oh! Cariño, no pasa nada… el verano debía terminar en algún momento." – pero entonces hubo un resplandor afuera, y Clowance apretó más sus manitos sobre sus orejas sabiendo lo que vendría a continuación.

"Hey… hey…" Ross se sentó junto a ella y la subió a su regazo. Besó su frente y la rodeó con sus brazos. El trueno llegó, los vidrios de las ventanas temblaron. Jeremy miró alrededor asegurándose de que la casa no se caería sobre ellos. "Ya está, ya pasó." – dijo el besando su mejilla y apartando sus manitos de sus orejas. "¿Lo ves?" Clowie se prendió a su cuello y murmuró "No me gustan las tormentas." El frotó su espaldita, consolándola.

"No hay nada que temer, una tormenta no te hará daño. Sólo es agua, no más que eso. Los campos necesitan agua para que puedan crecer las plantas, así que en el fondo las tormentas son buenas…"

"¿Pero porque tienen que hacer tanto ruido?" - Preguntó la niña, enderezándose para mirarlo a los ojos, y lo tomó por sorpresa lo parecida que era a su madre en ese momento. Con su pelo oscuro y sus ojos marrones mirándolo fijamente. Tal vez era porque había pasado horas hablando de ella. Fue como si le dieran un puñetazo en el pecho. Ross le pasó los dedos por la frente, tenía el ceño fruncido. "Porque… las nubes, no sólo tienen agua, también se llenan de electricidad, de rayos. Y como el agua cae en forma de lluvia, los rayos caen también. Y generan luz y hacen ruido. Pero aquí adentro no tienes por qué temerles, las tormentas siempre terminan ¿y qué pasa cuando las tormentas se terminan?" - Clowie lo seguía mirando fijamente.

"Sale el sol." - Acotó Jeremy.

"Exacto. Siempre sale el sol después de una tormenta. Y el arcoíris. ¿Viste algún arcoíris alguna vez?" - Clowie sacudió su cabecita de un lado a otro.

"Pues estoy seguro de que veremos uno cuando pase la lluvia. ¿No es así?" - Preguntó, levantando la vista hacia Demelza que estaba apoyada contra la mesada escuchándolo con una pequeña sonrisa en su cara.

"Así es. Aquí siempre sale el arcoíris después de la lluvia."

"¿Y qué vamos a hacer hoy?" – preguntó Jeremy.

Pues no podían hacer mucho con ese día, parecía que iba a llover durante horas. Y había visto a Demelza bostezar varias veces mientras desayunaban, debería descansar. Así que sugirió que podrían quedarse en cama viendo películas, así ella quizás podría dormir un poco.

Mientras los niños ayudaban a Demelza a levantar la mesa, oyó sonar a su celular. Subió, iba a cambiar las sábanas de la cama de paso. Era un mail, un mail de Elizabeth.

Fue como si ahora le dieran una patada en el estómago. Como si ese mensaje fuese de otra vida, para otra persona, para ese otro Ross al que Demelza solía referirse. Ross presionó la pantalla de su teléfono sentándose en el borde de la cama, preparándose para cualquier cosa. De repente pareció comprender, Elizabeth era capaz de cualquier cosa con tal de conseguir lo que quería. Cuatro años de relación eran prueba de ello.

"Ross:

Supongo que no serás tan cobarde como para no ir a la reunión del lunes en la oficina tal como estaba acordado. ¿Sabes qué? Luego de la humillación que me hiciste pasar, me di cuenta de que me hiciste un favor al cancelar la boda, pues ¿Cómo casarme con un hombre como tú? Un cretino que falta a su palabra. Dices que lo hiciste por tus hijos, pero ellos nunca te importaron. Los abandonaste durante años. Aunque lo niegues, sé que lo hiciste por la mucamita esa, estás con ella ahora ¿no es así? Pues disfruta tu tiempo con esa cazafortunas. Nunca creí que fueras tan estúpido, que no veas lo que una persona como ella realmente quiere. No eres el hombre que creí que eras, con razón tu primera esposa hizo lo que hizo. Me alegra que me salvaras de terminar como ella. Elizabeth."

Ross giró la cabeza cuando escuchó a sus hijos subir las escaleras. Ausente, quitó las sábanas rápidamente y colocó unas nuevas antes de que los pequeños saltaran a la cama. Las palabras de Elizabeth bailaban en su mente. No esperaba menos, pero, aun así. Era como si le hubiera vuelto a dar una cachetada en la mejilla. Como si otro mundo se colara intruso en su paraíso. Cuando Demelza subió sonriente, Jeremy y Clowie ya estaban metidos bajo las sábanas buscando con el control remoto que podían ver. No se fijó en él al principio. Fue al baño y luego se acostó junto a Clowie, todavía con sus piernas desnudas y su remera que no llegaba a cubrir sus rodillas. Se veía muy cómoda. Cuando decidieron que ver, su hija se acurrucó a su lado y ella la abrazó. Solo un momento después ella dirigió su mirada hacia él, sentado en el otro borde de la cama, la lluvia todavía caía fuera de la ventana.

"¿Estás bien?" - Demelza formó la pregunta en sus labios, pero no la dijo en voz alta para no alertar a los niños.

Ahora estaba bien, esas dos semanas había estado bien. Pero el pasado venía a perseguirlo. Y no el pasado del que siempre había huido, sino el que él mismo había creado creyendo que hacía lo correcto al dejar los sentimientos a un lado y enfocarse solo en lo racional.

Ross asintió, forzando una sonrisa en su rostro, aunque no creía poder engañar a Demelza. Cuando se relajó un poco se acostó también. Demelza estiró el brazo que tenía bajo el cuerpito de Clowie sobre la cabeza de Jeremy y con la punta de sus dedos llegó a acariciar sus rulos mientras los niños reían por algo que sucedía en la pantalla. Él le guiñó un ojo.

Como lo había previsto, Demelza se quedó dormida en mitad de la película. Jeremy y él fueron los únicos que llegaron despiertos hasta el final, las niñas durmiendo abrazadas en la otra punta de la cama.

"Pon alguna de superheroes, Jer." Le dijo a su hijo cuando terminó la primera película. Jeremy eligió una de Spiderman y se acomodó sobre las almohadas. No tardó mucho en quedarse dormido también. Ross apagó la televisión, el ruido de afuera volvió a invadir la habitación, pero la tormenta de truenos y rayos había pasado. Ahora solo quedaba la lluvia que se negaba a detenerse. Viendo a sus hijos junto a él, a Demelza abrazando a Clowie en el otro extremo de la cama, jamás podría arrepentirse de su decisión. Sabía que Elizabeth estaba herida, que él le había faltado el respeto, la había humillado de una forma horrible y de la manera que ella específicamente le había pedido que no lo hiciera, en frente de todos sus conocidos. Así que no le extrañaba que estuviera herida, lo que no le gustaba para nada fueron las cosas que escribió en su mail acerca de Demelza y de Regina. La desconocía, por más lastimada que estuviera, no creía que fuera capaz de decir esas cosas de su primer esposa. Así que una vez más sintió alivio de no haber llevado a cabo su boda con una persona a la que no conocía realmente.


En un abrir y cerrar de ojos ya era pasado el mediodía. Se ve que él se quedó dormido también, los demás no se habían despertado. El cielo continuaba gris afuera pero no llovía. Con mucho cuidado de no hacer ruido se levantó, y se dirigió a la cocina. Se puso a preparar el almuerzo para cuando los niños y Demelza se despertaran. Prepararía hamburguesas con papas fritas, así que se puso un delantal y comenzó a pelar papas. Así estaba cuando oyó que alguien llamaba a la puerta.

Ross creyó que sería alguno de los Martins, no podía ser nadie más, así que se sorprendió cuando al abrir la puerta se encontró con su tío Charles del otro lado. El hombre lo miró de pies a cabeza con un gesto de incredulidad en su rostro.

"Tío…" – vaciló – "¿Cómo supiste que estaba aquí?"

Su tío arqueo una ceja.

"No hay muchos lugares adonde puedas ir. Y siempre fuiste tan nostálgico sobre tu querido Cornwall…" dijo como si eso fuera un defecto. – "¿Los niños?" – preguntó secamente entrando a la casa, Ross se apartó para dejarlo pasar.

"Están durmiendo arriba."

Charles inspeccionó el lugar. Llevaba un paraguas en su mano que usaba como bastón. Su tío siempre había sido una figura imponente. Alto, de mirada penetrante y voz gruesa de tanto fumar. Aún en su vejez podía hacer temblar de miedo a sus empleados.

"Así que aquí es adonde has venido a esconderte. Lo que hiciste, faltar a tu palabra… fue una deshonra para el apellido Poldark." - Dijo volviendo su mirada a él.

"Siento que lo veas así, tío."

"¿Lo sientes? Oh, ¡entonces ya está todo arreglado!"

"Se que no lo está. Pero tenía que pensar en mis hijos…"

"¿Y qué hay de la empresa? ¿No tenías que pensar en eso también? Ross… necesitamos la fusión con los Chynoweth. Tú fuiste quien trabajó en ello durante meses, era tu responsabilidad también. Y lo echaste todo a perder ¿Por qué? ¿Sentimentalismos? Elizabeth es un gran partido, estuviste con ella durante años…"

"No hubiera sido una buena madre para mis hijos..." – insistió Ross

"¡Bah! Las mujeres hoy en día no necesitan ser buenas madres, para eso puedes contratar a una niñera. Hablando de lo cual, la esposa de Chynoweth dice que la verdadera razón por la que cancelaste la boda es porque te estás acostando con la niñera de tus hijos ¿es verdad?"

"Tío… ¿hablaste con ella? ¿Hay alguna chance de seguir adelante con la firma?"

Su tío lo miró torcido. Se daba cuenta de que había cambiado el tema para esquivar su pregunta.

"Lo sabrías si contestaras el teléfono… No vi a Elizabeth, no. La pobre está desconsolada, no es para menos. Después de semejante humillación frente a toda la ciudad. Hubo una reunión con sus padres…"

"Sí, Verity me dijo." – lo interrumpió Ross para demostrarle que no había estado tan desconectado. A su tío no le causó gracia.

"Estaban furiosos. Francis logró convencerlos de que no tomaran ninguna decisión aún. Que esperaran hasta la fecha que teníamos prevista, luego de que ustedes regresaran de viaje, que es el lunes. Estarás allí, por supuesto."

"Yo…"

Justo entonces escucharon pasos en la escalera. Los dos miraron hacia allí. Demelza se detuvo a mitad de camino, claramente sorprendida de ver que tenía visitas.

"Uhmm… hola." - Dijo nerviosa. No se había cambiado aún. Todavía llevaba solo su remera que caía holgada alrededor de su cuerpo e iba descalza.

Su tío giró su rostro incrédulo hacia él.

Ross no reaccionó durante un momento, los tres sin saber que decir hasta que algo hizo clic en su cabeza y dijo: "Tío, ella es Demelza… me – me está ayudando con los niños. Demelza, él es mi tío Charles."

"Oh, encantada de conocerlo." - Lo saludo ella descendiendo lo últimos escalones y extendiendo su mano hacia su tío, pero el hombre no se movió. Demelza volvió la mano a su lugar, disimuladamente intentando bajar el borde de la remera y cubrir sus piernas. "Mmm… iré a preparar el almuerzo." Dijo cuando el silencio ya no podía ser más incómodo y corrió a la cocina.

"¿Acaso te has vuelto loco?" – exclamó su tío cuando ella se fue.

"Charles…"

"Podría haber esperado estas tonterías de Francis, pero no de ti. E incluso él es más cuidadoso con sus aventuras…"

"Tío, no es…"

"¡Es exactamente lo que parece!" Exclamó enojado. – "No creas que puedes engañarme a mí, ya tengo mis buenos años, lo he visto todo. He visto a tu padre ¿Qué pensaría el de todo esto? ¿Huh?"

"Creo que mi padre hubiera entendido…"

"Tu padre estaría decepcionado de ti. Echando a perder el trabajo de decenas de personas porque te acuestas con una mujerzuela…"

"No, tío…"

"¡En frente de tus hijos! Joshua jamás llevó a ninguna de sus amantes delante tuyo ¿no es así?... Así que la madre de Elizabeth tenía razón, la dejaste por una sirvienta…"

"¡Ya basta Charles!" - esta vez fue Ross quien levantó la voz, aunque en realidad sabía que Demelza podía escuchar todo lo que decían, la cocina estaba ahí nomas. "La madre de Elizabeth puede pensar lo que quiera, pero no es verdad. La razón por la que terminé con Elizabeth es lo que ya te dije. Mis hijos, y lo que es mejor para ellos."

"Sí hubieras hecho lo mejor no estarías escondiéndote aquí, durmiendo con tu empleada. ¿Qué es lo que te ha pedido ella? ¿Acaso cree que ahora que rompiste tu compromiso con una mujer de buena cuna te casaras con ella? ¿Es eso lo que cree? ¿Qué será parte de nuestra familia? ¿Una pobre niñera? Ya deja de jugar, Ross. No creí que fueras tan parecido a tu padre…"

"Creo que ya fue suficiente, Charles. Deberías irte."

"Lo haré. Pero tu estarás en Londres el lunes a primera hora en esa reunión y arreglaras todos los problemas que causaste. Esto…" – su tío hizo una seña indicando la casa y luego en dirección a la cocina, a Demelza. – "...se terminó. Ya tuviste tu diversión. Es hora de volver a trabajar." Y con un golpe del paraguas en el piso, se fue.

Ross lo observó subir al asiento trasero de su auto negro, y vio cómo se alejaba calle abajo desde el umbral. Cuando volvió a entrar y cerró la puerta tras él, Demelza estaba parada en la entrada a la cocina. Tenía las mejillas coloradas, los brazos cruzados sobre su pecho y una mirada grave.

"Yo nunca te pedí nada."