Capítulo 36

DEMELZA

Demelza le hizo señas a Ross de que estaban por salir. Él estaba al teléfono, intentando reservar un vuelo para el lunes a primera hora, aparentemente sin éxito. Ella había cambiado a los niños y como después de almorzar había dejado de llover, les había propuesto salir a buscar el arcoíris del que habían hablado esa mañana.

Ross se despegó del teléfono para preguntarles adonde irían, así él iba a buscarlos cuando terminara con las llamadas, pero tenía para un rato todavía.

La visita de su tío había caído como un rayo de tormenta que sacudió todo a su alrededor. Incluso a ella. Demelza no había podido evitar escuchar lo que el hombre había dicho. Que él, como Elizabeth antes, creía que ella estaba detrás de la fortuna de los Poldark. Que Ross solo estaba divirtiéndose con ella, echándose una cana al aire después de romper su compromiso... ¡Y todo esto en frente de los niños! Eso era lo que más le molestaba, que pudiera pensar que ella podría utilizar a Jeremy y a Clowance para acercarse a él… que su familia pensara eso de ella. De seguro el hombre se lo contaría a su hija, a quien Demelza le tenía cierto aprecio. ¡Judas! Se había quedado helada de la mortificación.

"Siento que hayas escuchado eso. No le hagas caso." – fue lo que le dijo Ross cuando su tío se fue y la encontró bajo el marco de la puerta de la cocina. Acercándose a ella, había tomado sus manos. "No sabe de lo que habla. No te conoce." – insistió. Y tal vez era así, su tío no sabía a ciencia cierta lo que sucedía entre ellos, aunque no estaba del todo equivocado. Ella estaba durmiendo con él, que aún era su jefe. Porque si ella no era la niñera ¿Qué otra cosa era?

Demelza se había convencido de que durante esas dos semanas de vacaciones solo pensaría en el presente, en disfrutar de estar con los niños y con él. Y ahora esas dos semanas habían pasado en un suspiro. El mundo los había encontrado, o lo había encontrado a Ross. Nadie la buscaba a ella. Ella tenía sus propios planes.

"Entonces… ¿van a volver a Londres?" – le había preguntado. Él pareció pensar por un momento.

"Jer y Clowie tienen una semana más de vacaciones, ¿no es así? Así que el lunes iré yo solo…"

"Uhmm… el lunes empiezan mis clases."

"Cierto. ¿A qué hora tienes que ir?"

"La primer clase comienza a las siete de la tarde."

"Estaré aquí mucho antes que eso. Me iré a la madrugada y volveré por la tarde, en avión no es más que media hora…"

Pero Ross no consiguió vuelo para el lunes por la madrugada, lo más tarde que había era el domingo al anochecer.

"Papi, te perdiste los arcoíris. Vimos dos. Quisimos llegar a ellos, pero estaban muy lejos." - Clowie le dijo a su padre cuando regresaron un par de horas después. Ross colgó el teléfono cuando los vio llegar. Se lo veía preocupado, pero aun así escuchó atentamente a Clowie y miró las fotos que Jeremy le enseñó en su celular.

"Sacaste muy buenas fotos Jer. Tal vez podría comprarte una cámara de verdad." – Demelza había puesto los ojos en blanco.

"¿De verdad? Si, me gusta sacar fotos."

"Aquí hay muy lindos paisajes para fotografiar."

"Y en Londres también." – los interrumpió ella. No tenía sentido ilusionar a los niños con quedarse allí, pronto se irían. Él le sonrió con tristeza.

Demelza aún no se había podido sacudir la extraña sensación que le había dejado las palabras del tío de Ross, incluso después de haber paseado con Jeremy y Clowie que siempre la ponían de buen humor. Ross tenía que ponerse al tanto de lo que había sucedido en esos días en la oficina, así que continuó al teléfono con sus primos y frente al computador durante el resto de la tarde. Ellos se habían sentado en el piso de la sala alrededor de la mesa ratona a jugar uno de los juegos que los niños habían empacado. De vez en cuando ella iba a la cocina adonde Ross estaba instalado a buscar algo y él la miraba dando vuelta los ojos, fastidiado. Sentía lástima por él. En una ocasión, luego de asegurarse de que los niños no los veían, había pasado su mano por sobre sus hombros, en un gesto compasivo. Espiando por sobre su cabeza la pantalla que estaba llena de planillas y números que no tenían ningún sentido para ella. Él movió el celular de su oreja y se estiró a darle un beso en la mejilla mientras estaba distraída. Ella lo acarició una vez más y volvió a la sala con sus hijos.

Más tarde esa noche, Demelza ya estaba en la cama cuando Ross subió las escaleras. Lo vio pasar de largo hacia la habitación de los niños que ya estaban dormidos, y luego volver a la habitación principal, adonde ella estaba con su notebook revisando los horarios de la universidad y los nombres de quienes serían sus nuevos profesores. No supo que hacer después de acostar a Jeremy y a Clowie, Ross estaba ocupado todavía. Había tomado un descanso para cenar, pero su teléfono volvió a sonar a los pocos minutos. Se sentía extraña estando en la cama sin él, ¿se suponía que debía quedarse si él no estaba allí con ella? Solo había vuelto al campus en un par de ocasiones en esa semana para buscar ropa. Pronto debería volver, más pronto de lo que creía.

Ross dibujó una sonrisa al mirarla y cerró la puerta tras él. Con un cansancio que se le notaba en los ojos se acercó a su lado de la cama – sí, cada uno tenía un lado ya – y se sentó con pesadez en el borde a quitarse las zapatillas con los mismos pies. Demelza cerró la notebook y la dejó sobre la mesa de luz, gateando sobre la cama, se acercó a él por detrás y lo rodeó con sus brazos por encima de sus hombros. Ross suspiró y pareció relajarse, hundiéndose en su abrazo. Ella apoyó su barbilla en el hueco entre su hombro y su cuello.

"¿Londres finalmente dio contigo?" - Ross tomó una de sus manos, entrelazando sus dedos y la llevó a sus labios. "¿Con quién hablabas?"

"Con mis primos y mi secretaria. Me pusieron al día y tenemos que prepararnos para la reunión del lunes. Me gritaron un poco también…" - lo último lo dijo con una risilla irónica. A ella no le causó gracia. Podía imaginar lo que dirían sus primos si su padre les contó que ella estaba allí. – "Olvida lo que dijo Charles." Ordenó él como si pudiera leer sus pensamientos y apretó sus brazos en su pecho. Para ella no era tan fácil, pues el hombre había dado en el clavo. Ross estaba, después de todo, aquí en la cama con ella. Demelza enterró su nariz en su hombro y se apretó a su cuerpo. Ross quiso girarse, pero ella no lo dejó.

En el fondo, no era lo que su tío pensara de ella. Era algo más profundo. Era lo que Ross pensara de ella, y más importante aún, lo que Demelza pensaba de ella misma. Sí, Ross se iría supuestamente por solo un día, incluso menos, pero el tiempo se acababa igual. Tarde o temprano ellos debían volver a Londres de forma permanente, y ella debía comenzar la universidad en dos días. Ross se retorció en sus brazos hasta que por fin pudo darse vuelta. Sus ojos reflejaban incertidumbre también o tal vez el hastío de ese día. Demelza quería protestar, decirle algo, preguntarle… sólo que no sabía qué. Y él no se lo hacía fácil tampoco, no cuando quería olvidar el fastidio de ese día besándola y de paso distrayéndola de sus pensamientos más inquietantes también.

A diferencia del día anterior, no se dijeron mucho esa noche. No hubo juegos previos ni palabras atrevidas ni miradas insinuantes, y aun así, le parecía que era la noche en que estuvieron más cerca, más unidos. Se besaron hasta que los dos se encontraron desnudos sobre la mullida cama. Ella debajo de él, acariciando y masajeando su espalda con sus dedos, sujetando sus brazos por momentos, rozando sus piernas con las plantas de sus pies como si quisiera hacerlo olvidar del mundo de la forma en que él hacía lo mismo con ella. Ross estaba enterrando entre sus piernas. Se tomó su tiempo, se movía con lentitud si es que se movía acaso. Sus labios húmedos la buscaban, su boca, sus hombros, su cuello. A veces la aplastaba, a veces se sostenía con sus antebrazos apoyados junto a su cabeza o debajo de su espalda como si no quisiera separarse de ella nunca. Se amaron como si supieran que esa sería la última vez…


El domingo pasó volando y pronto estuvieron en el umbral de la casita despidiéndose. Ross besó a los niños, que no estaban nada contentos con que su padre se fuera, y ella lo saludó moviendo su mano, aunque no pudo evitar que él le diera un beso en la mejilla.

"Los llamo cuando llegue al aeropuerto." – fue lo último que les dijo antes de subir al taxi.

"¿Cuándo va a volver, papi?" – le preguntó Clowie cuándo el auto dobló calle abajo y desapareció de la vista y ella dejó de saludar.

"Mañana, Clo. Estará de vuelta en un abrir y cerrar de ojos." - Jeremy no hizo ningún comentario.


"¿Quieres pasar por la cafetería antes de que comience la clase?" - Hugh le preguntó del otro lado de la línea. Demelza estaba lavando los platos y ollas que habían ensuciado durante la cena, los niños estaban en el living mirando la tv cuando su amigo la llamó. Hacía días que no hablaba con él, apenas si le había respondido los mensajes. Ross ya le había avisado que estaba a bordo del avión, seguramente estaría viajando o ya habría llegado ya.

"Uhm… quizás. Pero no sé a qué hora voy a estar en la universidad."

"¿No vas a volver al campus?"

"Sí, sí. Solo que Ro… mi jefe tuvo que viajar a Londres y no se a qué hora llegara mañana. Apenas llegue iré para allí. Todavía me faltan comprar algunas cosas, tengo que imprimir los apuntes en la biblioteca…"

"Entonces deberás llegar antes de las cinco. ¿Quieres que te los imprima yo?" – Ofreció Hugh, pues la clase del lunes empezaba a las siete. Era la ventaja de vivir en el campus, podía utilizar las instalaciones de la Universidad cuando quisiera. Pero esta vez se había retrasado en su rutina habitual antes de comenzar las clases.

"No. Gracias, Hugh. Mañana iré yo. Te aviso cuando esté en la Uni ¿Sí? Y vamos a tomar ese café."

"Sí. Hazlo. Estás desaparecida últimamente, estuve queriendo hablar contigo… pensé que pasaríamos más tiempo juntos en estas semanas, y me contarías de tus aventuras en la ciudad. Bert te extraña."

Demelza sonrió.

"No hay mucho que contar más que las salidas con mis pequeños." – dijo sin darle mucha importancia al modo en que lo había dicho. Demelza justo los estaba espiando por la puerta de la cocina, los había escuchado reír. – "Tendremos más tiempo a partir de ahora."

"¿Lo del fin de semana que viene sigue en pie?"

"Por supuesto. Tengo que consultarle a Caroline cuando llegará. Deberíamos salir el viernes por la noche para aprovechar más el día."

"Estoy de acuerdo. Te encantará el lugar, no es muy lejos."

"Estoy segura de que sí. Siempre nos la pasamos bien en nuestro fin de semana. Ya debo colgar, Hugh. Tengo que acostar a los niños. Nos vemos mañana."

"Hasta mañana, Dem."

Demelza dejó el teléfono sintiéndose mucho más contenta consigo misma. Hacía mucho que le debía una conversación a Hugh. Su amigo tenía razón, aunque nunca se enojaría con ella. Demelza no recordaba haberlo visto molesto alguna vez. Sabía que estaba siendo una mala amiga, pero podía conversar con él como si nada sucediera, como si se hubieran visto hacía una hora. Demelza se sentía cómoda con él. Hugh era una de las primeras personas con las que había hablado cuando comenzó la universidad y se habían hecho amigos de inmediato. Lo quería como si fuera otro de sus hermanos, por eso ponía los ojos en blanco cada vez que Caroline insinuaba que podría haber algo más entre ellos dos.

Hablando de Caroline, como no tuvo otra noticia de Ross – no es que fuera fatalista, pero Demelza había chequeado que su vuelo había aterrizado en Gatwick sano y salvo – Demelza decidió llamar a su amiga luego de que los niños se durmieran.

Era extraño estar allí sola, sabiendo que Ross no estaría esa noche. Más aún cuando se puso a pensar que esa había sido la habitación de la madre de su ex-sposa. No entendía porque le daba pudor ahora, después de todo lo que habían hecho entre esas cuatro paredes. Así que llamó a su amiga para distraerse.

Dio la casualidad de que Caroline también estaba pasando la noche del domingo sola.

"Dwight comenzó a trabajar en la clínica. Tiene guardia durante la noche."

"Creo que había mencionado algo de que ya tenía nuevo empleo." – creyó recordar Demelza.

"Sí. Su trabajo es muy importante para él, aunque complica un poco mis horarios. Voy a tener que hacer algunos ajustes para poder verlo."

"¿Ajustes de que tipo?"

"Pues, mañana empiezan mis clases. Por suerte pude acomodar todo para ir solo de mañana. Pero voy a tener que hacer algo con el negocio, no pondré ir todo el día como hasta ahora o no lo veré nunca."

"Piensas… ¿cerrar?" - Preguntó Demelza dubitativa. Su amiga no necesitaba su local de ropa para mantenerse, el tío Ray podía cubrir todos sus gastos. Era ella quien no lo dejaba, amaba su localcito en la mejor calle de Londres y diseñar su propia ropa. Si lo dejaba por un hombre, creería que se volvió loca.

"¡No!"

"Ahhh…"

"Solo pasar menos horas allí. Tendré que ascender a alguna de las chicas a encargada. Será como la tercera guerra mundial…"

Demelza sonrió aliviada, el mundo no se había vuelto loco después de todo.

"Me sorprendes, Caroline. De verdad estás loca por el ¿no es así?"

"Se que suena ridículo, Dem, pero… lo sé. Solo, lo sé. Sé que lo amo y pasaremos el resto de nuestra vida juntos." – Demelza no pudo evitar sentir una ligera punzada de envidia ante la certeza de su amiga.

"Espero que él sienta lo mismo por ti." – le dijo, mitad en chiste, mitad hablando en serio.

"Creo que sí. ¿Y tú? ¿Qué hay de ti? Dwight me dijo que Ross vendrá a Londres mañana por unas horas, pero no podrá verlo, se le complican los horarios."

"Sí. Tiene que ir a la empresa. Mañana supuestamente era la reunión de la firma del contrato con los Chynoweth."

"¿Ellos irán?"

"Aparentemente. En la reunión van a decidir si siguen adelante o no…"

"¿Crees que Elizabeth va a ir?"

"No lo sé."

"¿No ha tenido novedades de ella en estos días?"

"No… no lo creo. ¿Crees que irá?"

"¿A lastimarlo? Si puede, sí."

"¡Judas, Caroline!"

"Una mujer despechada es capaz de cualquier cosa…" – su amiga tenía razón. – "¿Ross no se quedará allí entonces? ¿Volverá a Cornwall?"

"Apenas termine la reunión. No tenía ganas de ir…"

"Me imagino por qué. ¿Todo sigue bien entre ustedes?"

"Uhmmm… sí." – Vaciló. Entre ellos, sí. Sólo que la burbuja en la que habían vivido durante esas dos semanas se estaba desinflando lentamente y Demelza no sabía que había afuera.

"¿Qué sucede, cariño?"

"Nada. Nada en realidad. Solo que los días pasaron muy rápido y, y bien, yo tengo que empezar la Universidad mañana y los niños deben volver al colegio… y Ross a trabajar."

"Ya veo…" – dijo Caroline desde el otro lado de la línea sabiendo que su amiga no le estaba contando todo. – "Sabías que sería así. Que ellos tendrían que volver a la ciudad tarde o temprano."

"Lo sé. Los niños tienen que empezar la escuela."

"Hay escuelas en Cornwall…"

"Ross tiene su trabajo en Londres, y además…" Demelza titubeó.

"¿Sí?"

"… no puedo seguir siendo su niñera para siempre."

"Puedes ser otra cosa… Si estás en una relación con Ross, los niños seguirán siendo parte de tu vida."

"¿Qué? No… Ross y yo…"

"¿No están durmiendo juntos? ¿No están viviendo juntos? ¿No están criando a esos niños juntos? ¿Qué más quieres, Demelza, señales de humo? Estas completamente enamorada de él…"

"No es así. Esto es… mientras estén aquí…"

"Era así antes, ahora solo le agregaron el sexo."

"¡Caroline! No estamos – no estamos en una relación." – afirmó. Aunque por su cabeza pasaron todos los momentos que habían compartido, todo lo que habían hablado, que decían lo contrario. – "Sabes que yo no quiero una relación."

"Lo sé. Lo sé, cariño. No es mi intención torturarte. Pero, ¿sería tan malo estar en una relación con él?"

"Pensé que no te caía bien."

"Sumó algunos puntos cuando dejó plantada a su novia en el altar por ti. Eso fue muy divertido…"

"No fue divertido, ¡y no lo hizo por mí! Lo hizo por sus hijos."

"Hijos que ahora están contigo porque él se fue de viaje…"

Hubo un silencio en la línea por un momento, mientras Demelza pensaba que responder. Las palabras que el tío de Ross había dicho de ella aún bailaban en su cabeza.

"Mi prioridad es terminar mi carrera. Además, somos de dos mundos completamente distintos. Yo… no encajaría con él."

"¿Qué quieres decir?"

"Ya sabes. Él es… rico. Yo soy solo la niñera."

"Demelza… ¿Qué tontería es esa? Él sería muy afortunado de tener a una mujer como tú a su lado, ¡cualquier hombre tendría suerte de tenerte! Mira, a mí me puedes venir con cualquier cuento. Que quieres recibirte, que ellos viven lejos, que no quieres nada formal, que él tiene mucho pasado y es medio idiota. Pero no, ¡nunca! que tú eres menos que nadie. Porque no es así. Eres una mujer increíble, Demelza. Grandiosa. Y no voy a escuchar otra cosa de mi mejor amiga."

Demelza sonrió y sacudió la cabeza. De verdad amaba a su amiga.

"Gracias, Caroline. Sabes que te quiero. No sé qué haría sin ti."

"Lo sé." – Dijo con su voz cantarina. Demelza rio de nuevo.

"¿Sabes? A veces lo que quieres puede cambiar, y eso no es malo."

"Aún quiero terminar mi carrera, trabajar en lo que me gusta. Eso no cambio."

"Y eso y Ross ¿son incompatibles? ¿No hay una forma de que las dos cosas funcionen?"

"No lo sé, Caroline. Él, él está lleno de problemas. Tiene que solucionar muchas cosas y no sólo en la empresa. Además, no sé lo que quiere. No creo ni que él lo sepa…"

"Ya veo… Cariño, trata… trata de pensar en ti ¿si? Se que es egoísta, pero piensa en ti y en lo que tú quieres. Ya sea a él, o tu carrera."

"Lo haré. Eres la mejor amiga del mundo, Caroline. Ya quiero que estés aquí. Aún vendrás ¿no es así?"

"Por supuesto que sí. Hay que seguir con las tradiciones. Y el año que viene lo tenemos que seguir haciendo, aunque ya no vayas a la universidad. Me trae suerte."

"Lo haremos… oh, espera, me entró un mensaje." - Demelza miró la pantalla de su teléfono, era un mensaje de Ross. Solo decía "Hola." Era casi medianoche. Demelza tipeo una rápida respuesta: "Hola. ¿Cómo estuvo el vuelo?" – "Uhmmm… es Ross."

"Atiéndelo. Yo igual ya me tengo que ir a dormir. Tengo la primer clase a las siete de la mañana."

Apenas cortó con su amiga el teléfono comenzó a vibrar.

"Hola." – Demelza no pudo evitar que su corazón latiera más rápido por el solo hecho de escuchar su voz. Había esperado algún mensaje durante la tarde, era tonto en realidad porque solo se había ido hace unas horas, pero ya lo extrañaba.

"Hola." – dijo ella sonriendo a la nada. – "¿Cómo estuvo el viaje?"

"Ufff… parece que hubiera sido hace siglos. ¿Cómo están los niños?"

"Ya están dormidos. Estaban algo caídos cuando te fuiste, pero ya se les pasó. Clowance piensa hacerte un dibujo para cuando regreses mañana. ¿Y por ahí? ¿Estás en Nampara?"

"Sí. Verity y Francis acaban de irse. Les avisé que venía cuando estaba en el avión y me estaban esperando aquí antes de que llegara. No me pude desocupar antes, les quería dar las buenas noches."

"Les diré que llamaste cuando se despierten. ¿Ya está todo listo para mañana?"

"Tanto como puede estarlo. No sabemos con lo que pueden salir."

"¿Qué dijeron tus primos sobre… sobre lo que hiciste?"

"Ya había hablado algo con Verity. Ella lo entiende, hasta se alegra que mi prioridad sean Jer y Clowie. Claro que me reprochó el esperar a último momento, cree que si hubiera hablado antes podríamos haber llegado a un acuerdo…"

"Tiene razón. ¿Y tú primo? ¿Francis, dijiste que era su nombre?"

"¿No te lo presente, no es así?"

"No. Creo que lo vi en la fiesta junto a tu prima…"

"Toda la situación le causó mucha gracia."

"¿De verdad?"

"Así es Francis."

"¿Así cómo?"

"Poco serio. Irresponsable. El insensato de la familia."

Demelza rio.

"Creo que ya no puedes acusarlo de nada, Ross."

"¿Tú crees?"

"Mhmmm…" - Se preguntó si su primo sabría de ella, si su padre le habría contado que la había encontrado con su primo.

"¿Y tú? ¿Qué hacías?"

"No mucho. Estaba hablando con Caroline…"

"Dwight me contó que están saliendo."

"Sip." – respondió ella mirando al techo. 'Saliendo' no es como su amiga describió su relación. Para ella ya estaban comprometidos…

"Dwight no es de salir con muchas mujeres…"

"A diferencia de ti."

"¡Hey! Lo que quise decir, es que no recuerdo que me haya hablado más que de un par de mujeres con las que tuvo una relación. Le debe gustar de verdad si me la menciona tan pronto."

"Al menos una pareja se formó en esa boda. Será una bonita anécdota para que le cuenten a sus hijos."

"¿Hijos?"

"Bromeo. Pero ¿te imaginas? Si tienen niños serán preciosos… Aunque no tanto como Jeremy y Clo." – agregó. Lo escuchó soltar aire del otro lado. "Caroline va a venir el próximo fin de semana."

"¿Sí? ¿Va a visitar a su tío?"

"No. En realidad, viene porque tenemos esta tradición al comienzo de las clases, nos vamos de campamento."

"¿El fin de semana que viene?"

"Mhm. ¿Pediste los días libres a tus dos jefes?"

"No es necesario. Nuestro acuerdo era hasta que se terminaran mis vacaciones ¿Recuerdas? Y hoy es mi último día…"

"Mmm… no, no lo recuerdo. ¿Con quién hiciste ese acuerdo?"

"Ross… los niños ya están inscriptos en la escuela ¿verdad?"

"No lo sé… le preguntaré a Prudie."

"¡Ross! Eres tan… ¡dile que vaya mañana sin falta!"

"Lo haré, lo haré. Aunque eso le dé un motivo más para que me rete. Me va a dar un buen sermón, lo vi en su mirada. Hoy me salvaron mis primos…"

"Nada menos de lo que te mereces."

"Le diré que te siga depositando el sueldo en la misma cuenta de antes."

"… Ok." – Ella pensaba a mandar su currículum mañana a primera hora.

"¿Adónde estas?"

"Mmm… en la habitación."

"¿En la cama?" - preguntó, su tono cambiando ligeramente.

"S-si… se siente extraño que no estés aquí."

"Sí. Yo te extraño también."


Demelza se levantó temprano. De verdad no había podido dormir bien sin Ross en esa gran cama. Como su notebook había quedado en la mesita de luz, aprovechó para enviar su CV y una carta de presentación a todo museo y galería de arte en Cornwall que tenía una página de Internet actualizada, los que no eran muchos. Los niños dormían aún. Sin saber muy bien qué hacer, Demelza comenzó a deambular por la casa, pensando en los recuerdos que los niños habían tenido allí. La casa donde habían crecido, principalmente Clowie, que había llegado allí cuando era solo una bebé. Le gustaría que Ross les contara más sobre su infancia, más sobre su madre. Ellos tenían derecho a conocerla también…

En el pasillo de la planta alta se percató de una puerta trampa que no había visto antes. No que anduviera mirando el techo todo el tiempo, pero le dio curiosidad ¿Qué habría allí? Le costó algo de trabajo bajar la pequeña puerta, tuvo que ir a buscar una silla para alcanzar la perilla, pero pronto estuvo en el altillo. No ocupaba toda la superficie de la casa, solo un pequeño sector sobre las habitaciones, por eso nunca se había dado cuenta que estaba allí. Había muchísima tierra, toció un par de veces cuando asomó la cabeza en esa habitación oculta. Alumbró con el celular en todas direcciones, para alertar a cualquier alimaña que pudiera andar por allí. Encontró varias cajas. Algunas parecidas a las que habían encontrado en Nampara, que supuso contendrían más pinturas, probablemente pertenecientes a Regina que su madre había conservado. Pero había otras cosas también. Libros, cuadernos. Demelza abrió una de las cajas, contenía un cuaderno con tapa que parecía haber sido rosa alguna vez. Pasó un dedo por la etiqueta… Regina Pearce. Era un cuaderno de escuela de la madre de los niños. Había tantos recuerdos allí, recuerdos de esa mujer. Demelza sonrió con un suspiro de alivio, los niños tendrían algo de su madre después de todo. Abrió otra caja con álbumes de fotos…

"¿Qué haces? Nunca había estado aquí." – Era Jeremy que asomaba la cabeza por la trampilla. No lo había escuchado subir.

"No me había dado cuenta de que había un altillo, quería ver que había."

El niño terminó de subir y miró a su alrededor. Él también encendió la linterna del teléfono para ver que había allí.

"Son cosas de la abuela. Ella guardaba cosas…" – dijo, dispuesto a explorar también.

Jeremy abrió un par de cajas, pero no tuvo mucha suerte. Sólo encontró libros. Luego abrió otra, sacó algo que se quedó mirando detenidamente alumbrando con la linterna.

"¿Qué es, Jer?"

Pero Jeremy no le contestó. Así que Demelza se acercó adonde estaba. Era un portarretrato. El niño pasó su manito para quitarle el polvo.

"Es mi mamá." – dijo muy bajito.

"Oh... Era muy bonita." - Dijo ella observando la imagen por encima de su cabecita, colocó su mano sobre su hombro y le dio un pequeño apretón.

"¿Puedo quedármela?" – le preguntó el pequeño.

"Claro que sí, Jeremy."