Capítulo 37
DEMELZA
Demelza se puso más y más ansiosa con cada minuto que pasaba. No había vuelto a tener noticias de Ross en todo el día. No lo había querido interrumpir, supuso que estaría ocupado en la reunión. Por el horario del vuelo calculó que podría llegar a casa a partir de las cinco de la tarde pero aun no había novedades. A las cinco y treinta le envío un mensaje: "¿Qué tal el vuelo? ¿Ya estás en camino?"- Pero no obtuvo respuesta. Iba a llegar tarde a su primer día. Ya era tarde. Ya no podría pasar por la biblioteca antes de clase para imprimir los apuntes, ¡no había comprado ni un cuaderno para tomar nota!
Demelza no sabía que hacer, ¿le habría sucedido algo? Estaba preocupada, confundida. Cuando faltaba media hora para que fueran las siete llamó a casa de los Martins a pedir ayuda. Jinny llegó sonriente junto a su hijo diez minutos después dispuesta a cuidar a los niños otra vez. Ella tomo las llaves del BMW y se despidió con un beso de Jeremy y Clowie y les dijo que papá llegaría en cualquier momento y que se portaran bien con Jinny.
"Buena suerte en la Universidad." – le deseó Jeremy desde la puerta mientras ella se subía al auto. Le sopló un beso a través de la ventanilla.
De hecho, llegó tarde. En lo que tardó en estacionar, atravesar el estacionamiento corriendo, subir las escaleras y encontrar el aula, se quedó sin aliento. Cuando entró, el profesor – un hombre de mediana edad – ya estaba mostrando unas fotografías en un proyector. Intentó entrar sin hacer ruido para no interrumpirlo, pero el hombre la miró de reojo igual. Lentamente, se fue a sentar junto a Hugh a quien ya le había avisado que llegaría tarde. Él la recibió con una mirada de ¿Qué te ocurrió?
Le tuvo que prestar hojas y una lapicera para tomar nota cuando la presentación terminó y se encendieron las luces. El profesor estaba explicando algo cuando su teléfono empezó a sonar, interrumpiéndolo.
"Oh… lo siento." – balbuceo ella muy avergonzada.
"Teléfonos en silencio durante mi clase." – dijo el hombre, molesto porque lo interrumpieran. Demelza quería que se la tragara la tierra, pero no pudo evitar leer el mensaje. Sólo era eso, un mensaje.
"No tomé el vuelo. Me tuve que quedar." – eso era todo.
Demelza se quedó mirando fijamente el teléfono. ¿Qué? La preocupación que sentía se esfumó al instante.
"¿Podemos retomar la clase o hay algo más interesante en su teléfono, Señorita…?"
Hugh le dio una patadita por debajo del banco. Cuando levantó la vista el profesor y sus compañeros la estaban mirando.
"… sí, por supuesto. Lo siento." – El hombre la miró torcido por un momento y continuó con su explicación. Demelza maldijo por lo bajo. Apenas oía lo que decía. Todo lo que podía pensar era en el mensaje… "No tomé el vuelo…" ¿Cómo que no tomó el vuelo? ¿Cuándo pensaba regresar? ¿Qué había ocurrido? ¿No le podría haber avisado antes? Él sabía que ella empezaba las clases…
"¿Y cuando vas a volver?" – le respondió en el intervalo. Pero otra vez no tuvo respuesta inmediata.
También escribió a Jinny, para preguntarle si se podía quedar hasta que ella volviera. La joven le contestó que si, que podía esperarla, que no se hiciera problema, los niños estaban jugando. Demelza se sintió agradecida con la joven y muy irritada con Ross.
"Al terminar la clase los que estén interesados en postularse para ser ayudantes de cátedra pueden venir a la cafetería del tercer piso así no desaprovechamos el tiempo aquí, tenemos que cubrir mucho contenido…" – anunció el profesor.
¡Judas! Demelza había querido ser ayudante de cátedra durante toda su carrera. Era costumbre que el profesor tuviera asistentes del último año que lo ayudaban en las clases.
"¿Irás?" – le preguntó Hugh.
"¿No irá todo el mundo?"
"Probablemente."
Su molestia con Ross no hizo más que crecer. La clase de por sí terminaba a las diez de la noche, si iban a la cafetería de seguro les tomaría por lo menos una hora más. Demelza lo pensó, preocupada por dejar a los niños solos… aunque no estaban solos. ¡Esto no hubiera ocurrido si Ross estuviera aquí! Y si ella se quedara en el campus como se suponía que debía hacerlo…
Quería postularse como todos los demás. Cuando terminó la clase llamó a Jinny. Los niños ya habían cenado y estaban mirando una película, pronto ya se irían a la cama. No tenía problema en quedarse hasta tarde. Llamaría a su madre para que fuera a buscar al pequeño Jimmy y ella se quedaría. Demelza le dio las gracias otra vez, pero aún así, no estaba del todo tranquila.
Todos sus compañeros se quedaron después de clase. Fuera del salón, el profesor no era tan formal. Era un excelente docente, Demelza lo sabía. Ser su ayudante de cátedra era un gran honor y daba algo de prestigio. Para postularse deberían presentar un trabajo de investigación en tan solo una semana y luego el elegiría los más interesantes para que lo defendieran frente a la clase, de allí saldrían los dos asistentes. Estaba explicando el formato en que deberían presentar los informes cuando su teléfono comenzó a sonar de nuevo. ¡Judas! ¡Judas! Le había vuelto a subir el volumen. El hombre la volvió a mirar. Ella se disculpo por enésima vez y silenció el teléfono de nuevo pero no leyó el mensaje.
"Quien sea mi asistente deberá tener en cuenta que no es un trabajo sencillo. Le deberán dedicar tiempo fuera de clase y deberán estar concentrados y dar todo de ustedes… sin distracciones." – agregó en su dirección. Mierda.
"¿Lo harás? ¿Te vas a postular?"
"¿Crees que tengo chances después de lo de hoy?" – Hugh y Demelza conversaban mientras bajaban las escaleras. No cursaban la misma carrera, pero tenían un par de materias en común ese año.
"Creo que se basara puramente en ese informe para elegir a los candidatos. Lo que es brutal según lo que escuché, es la presentación final. Te hace mil preguntas de todo tipo…"
"Mmm… no lo sé. Me gustaría. Siempre me gustó la idea. Uno de los profesores que tuve el año pasado fue su asistente, él lo recomendó y ahora tiene una cátedra propia."
"Interesante… hey, ¿Qué te paso hoy que llegaste tarde?"
"¡Ah! Solo… que no tenía con quien dejar a los niños."
"¿Adonde está el Señor Poldark?" – Demelza resoplo sin poder evitar la molestia tan solo al oír su nombre.
"En Londres. Se suponía que regresaría a tiempo, pero no sé qué le pasó."
"¿Y los pequeños siguen aquí? ¿No se suponía que regresarían todos a Londres?"
"Se supone… la semana que viene ya tienen que volver."
"¡Bien!" – Demelza lo miró – "Quiero decir, así te podrás concentrar en la Universidad y volver al campus. Has estado algo… Tu… trabajo te ocupa mucho tiempo."
Mi trabajo… Demelza pensó – y el hecho de que te acuestas con tu jefe hasta quedar agotada. Y a él no le importa si llegas tarde o si vas o no a la Universidad… ¡Judas! Sabía que no era justo pensar así. Que algo debería haberle ocurrido para que tuviera que quedarse, que probablemente la reunión no había salido bien. Pero aún así, no podía evitar pensar que en ese momento en que debería estar con toda su atención puesta en el comienzo de clases, ella estaba preocupada por los niños y quería llegar a ellos lo antes posible. Le mortificaba haberlos dejado, mientras que su padre se había ido y dio por sentado que ella los cuidaría. Era así, por supuesto, pero él no tendría por que darlo por hecho cuando sabía que tenia que comenzar con sus clases…
"Lo sé. Yo… volveré al campus esta semana. Voy a postularme… sí, lo haré. ¿Y tú?"
"Mmm… no lo creo. Todo el trabajo extra me quitara horas de ensayo. Pero puedo ayudarte a ti con tu reporte si quieres."
"Sí, es una buena idea. No tengo idea sobre qué escribir…"
"¡Wow! ¿Viniste manejando tú?" – Ya habían llegado al estacionamiento, Demelza sacó las llaves y apagó la alarma.
"Estaba con prisa, si esperaba un taxi hubiera tardado más."
"¿Te deja conducir su auto?" – le preguntó su amigo.
Bueno, dado que le deja a sus hijos, su auto no era tan importante.
"Sip."
Hugh se metió las manos en los bolsillos, subiendo y bajando sobre sus talones, inquieto.
"¿Qué?" – pero Demelza lo conocía demasiado bien, sabía que estaba pensando en algo.
"Nada."
"Vamos, Hugh, ya dilo."
"Nada. Solo que… pasas tanto tiempo con ellos, ¿seguro solo eres la niñera?... no estas enamorada de ese tipo ¿verdad?"
Demelza se lo quedó mirando con los brazos cruzados sobre su pecho tal como estaba, junto al BMW. En ese momento, enamorada no era la palabra que hubiera utilizado para describir lo que sentía por Ross Poldark.
"Amo… amo a sus hijos. Eso es todo, Hugh. Ya – ya me tengo que ir. La vecina de en frente se quedó con ellos y ya debe querer irse."
"Claro. Nos vemos mañana."
"Hasta mañana."
Con un beso y un abrazo se despidieron. Demelza subió al auto. Enamorada de Ross Poldark… su corazón se aceleró de solo pensar en esas palabras. Eran palabras sin sentido, principalmente cuando leyó su último mensaje que respondía a su pregunta con un seco: "Mañana."
Mañana había llegado y casi se había ido también. Demelza volvió a pedir a Jinny que se quedara a cuidar a los niños mientras ella iba a la Universidad. Esta vez no llegó tarde y puso en silencio su teléfono antes de entrar. No había vuelto a tener novedades de Ross ese día, ni ella le había enviado otro mensaje tampoco. Seguía molesta porque él no le hubiera avisado que no volvería el día anterior, pero aún así se sintió aliviada cuando al llegar a Nampara se cruzó con Jinny que iba camino a su casa. Demelza se detuvo y la joven se acercó a la ventanilla del auto.
"¿Jinny?"
"Hola, Demelza. El Señor Poldark acaba de llegar."
"Oh, que bien. ¿Cómo estuvieron los niños?"
"No causaron ningún problema, son adorables. A mi Jimmy le gusta ir a jugar con Clowance..."
"Me alegro. Clowie no tiene ningún amiguito así me pone contenta que se lleve bien con otro niño de su edad."
"Lástima que Jimmy es un poco mas pequeño, si no podrían haber ido juntos al colegio."
"Lastima. Igualmente Clowance y Jeremy van a volver a Londres para ir a la escuela allí..."
"¡Oh, no! Que pena. Jimmy la va extrañar, todos los vamos a extrañar."
"S-sí. Te dejo para que vayas a descansar. Muchas gracias por cuidarlos, Jinny."
"De nada, cuando quieras."
La clase de los martes era tarde también, así que los niños ya estarían durmiendo. Demelza estacionó el auto junto a la casita y bajó de prisa. A pesar de su enojo, quería verlo. Saber como le fue... quería abrazarlo también. Seguramente algo grave tendría que haber ocurrido. Al entrar, dejó las llaves en un bol de cerámica que ella misma había comprado para ese propósito y que había colocado sobre uno de los viejos muebles cerca de la puerta. Estaba dejando su mochila en el sillón cuando escuchó los pasos en el piso de arriba, pronto Ross apareció en la escalera.
La sonrisa que no se dio cuenta tenía en sus labios desapareció en el instante en que sus miradas se cruzaron. Tenía el ceño fruncido, la mirada seria - diría enojada. Vio lo que tenía en la mano antes que lo levantara a la altura de su cabeza y le preguntara "¿Qué es esto?"
Era la foto que Jeremy había encontrado de su mamá en el ático. Luego de bajar una caja y cerrar la puerta trampilla, lo había encontrado a Jeremy sentado en las escaleras observando el polvoriento portarretrato que tenía en sus manos. Demelza lo había desarmado con mucho cuidado para limpiarlo y lustrar la madera del marco. Era una foto de una Regina muy joven, seguramente de antes de que Jeremy naciera, pero muy parecida al retrato pintado que había encontrado en Nampara. Ross había capturado sus rasgos con minucioso detalle. Luego el niño lo había llevado a su habitación y lo había colocado sobre la cajonera. Cuando Clowie se despertó se la quedó mirando también. "Es mamá." - le dijo su hermano en caso de que ella no la reconociera.
"Parece que era muy dulce, Clowie." - le dijo ella. Clowie la tomó de la mano y levantó sus bracitos para que la alzara a upa, cosa que hizo para besar su mejilla. Y su cuello, haciéndole cosquillas. La niña rio, y el momento nostálgico pasó y continuaron con su rutina habitual.
Ahora veía la foto de Regina de nuevo junto a Ross que no se veía nada feliz al respecto.
"Estaba en el ático..." - respondió ella, algo desconcertada por su tono de voz. "… Hay un montón de cosas que pertenecían a tu suegra…"
"No tenías ningún derecho de enseñarle esto a los niños." – dijo él, todavía con ese tono, ¿enojado? ¿enojado con ella?
"Es su madre." – respondió ella. Quizás tendría que haber dicho que fue Jeremy quien encontró la foto y quiso quedársela, pero no venía al caso. Él estaba molesto con ella.
"Ella está muerta, y yo no quiero esto cerca de mis hijos."
"¡Son sus hijos también!" – Exclamó Demelza, tan alto como pudo sin molestar a los niños que de seguro estaban durmiendo. Y ella que se sintió contenta al saber que había vuelto. Pero no era su Ross, el Ross con el que había compartido las últimas dos semanas. Dulce y tierno. Éste era el otro Ross, el que no le gustaba. El que ni siquiera le aviso que no llegaría a tiempo y la hizo llegar tarde a su clase, de seguro ni se habría acordado de eso o no le importaba.
"¿Quién diablos te crees que eres?"
Exacto. ¿Quién diablos era ella en todo esto?
ROSS
En un instante su mirada cambió. Lágrimas se acumularon en un segundo detrás de sus párpados, pero las contuvo. Sus ojos se endurecieron. Fue como si le hubiera dado una cachetada. Él a ella y ella a él.
¿Qué era lo que acababa de decir? Ross quiso borrar sus palabras en el instante en que salieron de sus labios, pero ya era tarde, ya estaban dichas.
Luego de esos terribles dos días, luego de haber tenido que soportar a ese hombre, las cosas que le había dicho. Llegar a su casa y ver la foto de Regina había sido la gota que derramó el vaso. Y Ross no era bueno midiendo sus palabras cuando estaba de ese humor, principalmente porque nunca le había importado si alguien se sentía ofendido por lo que el decía. Pero si le importaba Demelza.
"Sí, Ross. ¿Quién diablos soy yo?"
Sin poder articular palabra la siguió con la mirada mientras se dirigía a las escaleras, hacia su habitación. Un momento después fue tras ella. Cuando entró al dormitorio había algunas prendas tiradas sobre la cama, Demelza salía del baño con su peine y su cepillo de dientes que había dejado allí pues ya no volvía a dormir al campus. Los puso sobre la cama también mientras seguía buscando el resto de su ropa.
"Demelza…"
Ross apoyó la foto que aún tenía en la mano boca abajo sobre el modular. Allí donde estaba apoyada la pintura de las manos que a Demelza le había gustado tanto.
"Lo siento, no quise decir eso…"
"Dijiste lo que piensas…"
"No… eso no es cierto. Es solo que… tuve dos días infernales y… Demelza, ¿Qué haces? Detente…"
"Vuelvo al campus."
"No tienes que hacerlo. Lo siento, yo…"
"Sí. Si tengo que hacerlo. Tú – tú ni siquiera te acordaste que yo debía empezar las clases ayer ¿verdad?"
Mierda. No, no se había acordado.
Demelza resoplo cuando él no respondió. Junto todas las cosas que estaban sobre la cama y volvió a pasar a su lado rumbo a escalera.
"Demelza…"
Demelza estaba intentando meter toda su ropa en su mochila que parecía iba a explotar.
"Las vacaciones se terminaron." – dijo. Sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo cuando al dirigirse a la puerta dio una última mirada hacia arriba, en dirección a la habitación de los niños.
"Demelza…"
Ya estaban afuera, caminando calle abajo. Demelza cargaba su mochila con dificultad, se tuvo que detener para tipear algo en el teléfono. Ross sin saber que hacer junto a ella.
"Perdóname. Sabes que no eso lo que pienso… claro que tienes derecho a decidir sobre los niños, por supuesto que sí. Solo – solo que no quiero que me pregunten por Regina. Eso no."
"¿Porqué no?"
"¿Cuál es el punto? Ella ya no está aquí. Sólo les va a causar dolor…"
"Te va a causar dolor a ti. Por eso no quieres hablarles de ella…"
Ross cuadró sus hombros. Era cierto, él no quería hablar más de ella, no quería pensar en ella. Ya lo había hecho lo suficiente en esos días.
"¿Porqué insistes en esto? ¿Porqué siempre insistes con Regina? Conmigo, con los niños… Ella es parte del pasado, de un pasado muerto y no muy feliz."
"Yo no insisto con Regina, Ross. Eres tú el que no la deja ir con tu enojo, al no perdonarla. Al no perdonarte a ti. Y yo no le dije nada a los niños. Tienes razón ¿Qué derecho tengo? No soy más que su niñera. Fue Jeremy quien encontró el portarretrato, el fue quien quiso conservarlo porque te equivocas al no hablarle de ella a tus hijos."
Ella no entendía. Por supuesto que no entendía ¿cómo podía hacerlo, si no sabía toda la verdad? Ross se pasó una mano por el pelo. Ya había crecido bastante. Estaba cansado. Su viaje había sido un fracaso y no estaba listo para esta discusión. Durante todo el viaje, su único consuelo era que llegaría a casa, besaría a los niños y se metería en la cama con Demelza. Quería abrazarla contra él, sentir su calor. Pero como todo lo que había querido en esos días, parecía que eso no sería posible tampoco.
Las luces del auto doblaron la esquina. El taxi se detuvo antes de girar del todo, pues ellos estaban a mitad de la calle casi en la esquina.
"No tienes que irte, Demelza…"
"No me quiero quedar." - Fue lo último que susurró antes de subir al auto.
