Capítulo 39

Lo que siguió entre Ross y Demelza en los días siguientes fue una sucesión de momentos incómodos. Empezando por esa misma tarde, cuando ella fue a ver a los niños tal y como había prometido y Jeremy bajó a recibirla preguntando si ya había elegido un tema para su informe.

"¿Qué informe?" - preguntó él ignorando de lo que hablaban.

"Uhmm… tengo que preparar un trabajo para una materia, para postularme para ser ayudante de cátedra. Todos lo harán, así de seguro no me van a elegir. Pero quise intentarlo de todas formas."

"Oh... Seguro - seguro que lo conseguirás." – había respondido Ross con una tímida sonrisa de aliento. Ella solo había movido ligeramente su cabeza en asentimiento a sus palabras.

A decir verdad, sus hijos estaban actuando de manera muy natural con esto de que Demelza no estaba todo el día en la casa. Al parecer mientras él no estuvo, ella les había hablado seriamente acerca de que tenía que ir a la Universidad y Jeremy especialmente tenía mucha curiosidad al respecto. No que no la extrañaran y no estuvieran tirados en el sillón sin saber que hacer mientras ella no estaba, pero no se quejaban tanto como él hubiera esperado.

En un momento en que los niños estaban distraídos en esa misma tarde, Demelza lo había llamado a la cocina. Sin saber muy bien qué esperar, la había seguido. La observó en silencio mientras se subía a una silla y sacaba una caja de una alacena de arriba y la apoyó sobre la isla. Ross la miró con curiosidad. Era una caja vieja, estaba desgastada, el cartón húmedo.

"Encontré esto en el ático también."- le dijo, abriendo sus dedos sobre la caja. – "Hay fotos. Iba a limpiar los álbumes, pero…" Demelza hizo un gesto torciendo la cabeza. "… de todas formas, creo que deberías guardarlas. Y deberías dársela a los niños… cuando sean más grandes."

Ross había tomado la caja y la había llevado a su habitación. Por la noche, mientras los niños dormían y luego de que los tres hubieran llevado a Demelza de vuelta al campus, la abrió. Solo le bastó dar una ojeada en su interior para saber que era. Había dos álbumes de fotos. El primero lo había visto una de las primeras veces que había ido con Regina a la casa de sus padres. Su suegra había sacado ese mismo álbum que contenía fotos de Regina, desde que era una bebé hasta su adolescencia. Regina se había avergonzado de su madre, pero luego se había sentado junto a ellos a contarle anécdotas e historias sobre cada una de las fotos. El otro álbum le era más familiar aún… era su álbum de bodas.

Apenas si pudo mirar la primera foto. A ese hombre tan joven, prácticamente un extraño. No se reconocía a sí mismo en él. A ella que parecía casi una niña con su vestido blanco y un gran ramo de flores intentando disimular su incipiente pancita. Ninguno estaba mirando a la cámara, se miraban el uno al otro, sonriendo. Había pasado tanto tiempo… le costaba recordar ese momento. Lo había olvidado. Lo había borrado de sus recuerdos deliberadamente. Ross cerró el álbum sin mirar otra fotografía y guardó la caja en la parte de arriba y bien atrás del ropero. Lo último que quería hacer ese día era ver más fotos de Regina.

Se acostó sin cambiarse ni correr las mantas de encima la cama. Había sido una semana de mierda... '¿Qué esperabas luego de lo que hiciste?' Por empezar no esperaba ver a ese maldito otra vez… La empresa… sabía que la fusión estaba perdida, pero Ross tenía la esperanza de poder mantener los acuerdos que ya había hecho al menos… ¿sabía Elizabeth quien era George Warleggan? Por la forma arrogante que lo había mirado cuando llegó a la oficina con él a su lado, sí, lo sabía. No había otra explicación, ella quería vengarse de él, lastimarlo y lo hizo de la peor manera. Revolviendo el pasado, abriendo una herida que aún estaba en carne viva. Ross no se sorprendía. Conocía a Elizabeth lo suficiente para saber de lo que era capaz, y durante años le pareció que esa rudeza que demostraba en los negocios era algo que le atraía de ella. Estaba equivocado, por supuesto. Como había estado equivocado en tantas cosas. Ciego, incapaz de darse cuenta de sus propios errores, de lo que realmente quería hasta que Demelza había llegado a su vida. ¿Cuanto tiempo Elizabeth había sido la amante de George Warleggan? No quería saberlo. De hecho, no quería saber más nada de George, ni de Elizabeth, ni de los Chynoweth, pero no podía dejar todo en el aire. Tenía que seguir trabajando junto a su familia para sacarlos de este lío en que él los había metido. Solo que…

Ross rodó sobre la cama. La puerta ventana que daba al balconcito y apuntaba al mar estaba abierta. Por ella entró una brisa que lo hizo tiritar. Pero no por que sintiera frío... sino porque la extrañaba a ella. Era extraño, Ross nunca había extrañado a una mujer en su cama antes. La relación con su esposa se había deteriorado tanto que cuando ella ya no estuvo, Ross no la extrañó a su lado. Era cruel, pero era la verdad. Tampoco había extrañado a Elizabeth, ni siquiera había pensado en Elizabeth… de muchas de las otras mujeres que habían pasado por sus sábanas ni siquiera se acordaba sus nombres, mucho menos pensaba en ellas. Y sabía que eso lo hacía un maldito. Pero Demelza… extrañaba el calor de su cuerpo junto al suyo. Y no pensaba solo en sexo, aunque eso se merecía todo un capítulo aparte, lo que extrañaba era sus abrazos. La forma en que ella se acurrucaba junto a él, su cabeza apoyada sobre su pecho, sus ojos en los suyos mientras conversaban… echaba de menos todo de ella, aunque la acababa de ver tan solo unos minutos atrás. Con ella, sólo con ella había sido diferente… especial. Y lo había echado a perder. Irónicamente, pensó Ross, Demelza fue la primera mujer que había roto con él. Una sonrisa se dibujó en sus labios a pesar de lo mal que se sentía...

¿De verdad pensaba que no era más que la niñera para él? ¿Así la había hecho sentir?

No... Los dos habían sentido mucho más de lo que se atrevían a reconocer en esas semanas, en esos meses.

Ross suspiró.

¿Qué era lo que le había dicho ese mediodía en el auto? ¿Qué le gustaba? Bueno, eso era decir poco. Ella lo atraía, la deseaba, sí. Pero era más que eso. Demelza lo hacía reír, le gustaba hablar con ella. Dios sabe le había contado cosas que jamás había dicho a nadie, y ella lo sabía también. No, ella no era una simple niñera. De esas había tenido unas cuantas, pero ella era diferente hasta con sus hijos. Jeremy y Clowie la adoraban, y ella a ellos. Podía ver que los amaba casi como si fueran sus propios hijos... Que egoísta era. Es tan joven - pensó. Joven, inocente, libre, con tanto por vivir. ¿La atarías a ti? ¿A ti que destruiste cada relación que tuviste?... Ella se merecía más. Se merecía lograr sus objetivos, crecer siendo ella, sin complicaciones, sin todas tus historias – se dijo. Tal vez ella tenía razón en alejarse. Tal vez podría empacar todo y partir a Londres mañana a primera hora, los niños tenían que empezar la escuela el lunes y él tenía que anotarlos todavía...

O tal vez...

No era una decisión que podía tomar a la ligera.


El jueves Demelza llegó temprano para desayunar con los niños. Los dos parecían bailar alrededor del otro, intentando evitarse. Las miradas eran de reojo, las sonrisas de compromiso. Ross pasó buena parte de la mañana hablando con su prima y haciendo llamadas a la compañía de Devon para insistir que siguieran trabajando con ellos, que los Poldark tenían experiencia también, que ellos fueron quienes tuvieron la idea en primer lugar y no los Chynoweth. Pero esas empresas antiguas aun se regían con las tradiciones y la palabra dada era sagrada. Si los Chynoweth podían seguir solos con el respaldo del banco Warleggan, ellos seguirían con ellos. No importaba las miles de libras que los Poldark habían invertido. Ross se maldijo, era la última vez que invertiría en algo sin haber firmado un contrato antes. Eso era el pasado. Al mediodía se había tomado un descanso para salir a almorzar, los cuatro fueron al pub de Bert. Demelza ya se quedaría en el campus a seguir trabajando en su informe, tenía que ir a la biblioteca.

"¿Puedo ir contigo a ver la biblioteca?" - preguntó Jeremy.

"Demelza estará ocupada, Jer." - le había dicho él. Tanto ella como el niño bajaron la cabeza.

"¿Trabajarás de nuevo aquí cuando nos vayamos?" - preguntó Clowie que había estado en silencio durante toda la comida.

"Uhmm... quizás. Me tomaré unos días para dedicarme a la Universidad nada más. Luego veré lo que hago."

"¿Vas a ir a vernos cuando volvamos a Londres?"

"Sí, Clowie. Claro que sí. Lo prometo."

Ross observó todo este intercambio sin decir una palabra. Demelza les trajo helado antes de irse, y los besó en la frente mientras lo comían. Instintivamente él se enderezó también para que ella lo besara en la mejilla, pero solo recibió una embarazosa palmadita en su hombro.

"Papá... ¿No podemos quedarnos a vivir aquí?" - dijo Jeremy cuando se quedaron solos. Clowie levantó la cabeza de su helado y abrió muy grande los ojos.

"Creí que nunca lo preguntarían."

"¡¿Qué?! ¿Renunciar? ¿Cómo que renunciar?" - su prima le estaba gritando por el teléfono.

"¿No crees que es lo correcto después de la metida de pata que me mandé?"

"Pero... Ross..."

"Renunciaría a mi puesto como VP. Francis puede dejar las relaciones públicas y asumir más responsabilidades, creo que no le disgustara la idea. Yo no me voy a desaparecer, seguiré insistiendo con Devon y los otros dos proyectos, los ayudaré en lo que necesiten... desde aquí."

"'¿Desde aquí?' Quieres decir... ¿Cornwall? ¿Quieres quedarte en Cornwall?"

"Lo estoy pensando. Puedo ayudarlos desde aquí..."

"¿Qué hay de tu hotel?"

"Prudie se las arreglará. Está feliz de ser la jefa. No es muy diferente a lo que hacía habitualmente cuando yo estaba todo el día en la oficina. Me mantendrá informado y si me necesita puedo ir. No es el otro lado del mundo..."

"¿Y tus acciones?"

"Las mantendré... por ahora."

"Así que renuncias a tu puesto, pero seguirás siendo accionista."

"Exacto."

"A papá no le va a gustar esto..." - dijo Verity con un suspiro.

"Pues que no le guste, no me importa. Trabajé de sol a sombra por esta empresa y él sigue pensando que somos niños, Verity."

"Quizás porque te comportas como uno..."

"Tal vez. Pero ya no. Escucha, no quiero llevar a los niños de vuelta a Londres. Ellos, ellos son felices en Cornwall. Les gusta estar aquí, de vuelta en su casa."

"Mhmmm... ¿Y a ti? ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? Te conozco, Ross. Y últimamente estas mas... alocado de lo normal."

Ross sonrió.

"Quizás por fin estoy sentando cabeza... ¿si estoy seguro? No, pero no he estado seguro de lo que quiero durante años. Solo sé que quiero quedarme aquí con mis hijos."

"Está bien, primo."- dijo Verity al fin, como dándose por vencida. - "Trataré de explicarle a papá, pero no te garantizo de que no vaya de nuevo a buscarte para traerte de las orejas."

"Gracias, Ver. Gracias por siempre estar ahí para nosotros."

"Esta te va a salir caro... Tendrás que hacerlo como corresponde, tienes que enviar el telegrama de renuncia."

"Lo haré mañana a primera hora. También enviaré un mail de despedida para los empleados. ¡Mierda! Mi secretaria... la voy a llamar cuando cuelgue contigo. ¿Crees que la podrías reubicar en algún lado? Es muy organizada..."

"La pasaré a la oficina que dejó vacante Elizabeth por ahora. Para que revise lo que estaba preparando y ver si hay algo que nos pueda servir..."

"Genial. ¿Tuviste alguna novedad de los Warleggan?"

"Mandaron un documento pidiendo que les enviemos todo lo referido a los proyectos que ya están en curso. Ahora te mando una copia."

"Hazlo. No se lo haremos tan sencillo..."

"¿Ross?... ¿Hay algún otro motivo por lo que estes haciendo esto?" - preguntó su prima antes de colgar.

"¿Qué otro motivo podría haber?"

"¿Amor?"

A 450 kilómetros de distancia, los dos primos sonrieron.

"Hablamos, Ver."

El viernes por la mañana Demelza cursaba temprano, así que Ross dejó a los niños con Jinny. Había hablado un buen rato con su secretaria que se había puesto a llorar – no creía ser un tan buen jefe -, envió el mail que había redactado cuidadosamente durante la noche y había ido al correo a completar y enviar el telegrama de renuncia. Tenía que hacerse tiempo para hablar con su tío que de seguro lo llamaría con el grito en el cielo una vez que se enterara. Pero por lo pronto estaba esperando que la directora de la escuela primaria de Portwenn lo atendiera. La escuela era pequeña y parecía una iglesia desde afuera, pero no una iglesia como las de Londres, más como una capilla de pueblo chico. Pintada de blanco y con un campanario, estaba al borde de un acantilado que daba a la playa y sobre la calle principal. A no más de cinco cuadras de la casa de su suegra – su casa ahora.

Mientras esperaba sonó su celular, era Verity. Le avisaba que estaba a punto de reenviar el mail por correo interno a todos los empleados, lo que incluía a su padre que ya estaba en la oficina. Que estuviera prevenido. Ross silenció el teléfono cuando la puerta de la dirección se abrió y una mujer de mediana edad y pelo negro muy largo apareció tras ella.

"Adelante, Señor Poldark. Siento haberlo hecho esperar, pero con el comienzo de clases tan próximo estamos muy ocupados. Tome asiento por favor, ¿en qué puedo ayudarlo?"

"Quería anotar a mis hijos en la escuela. Jeremy y Clowance Poldark. Sé que es algo de último momento, pero hemos decidido que nos quedaremos en Portwenn y deben empezar el colegio." – dijo, con su mejor sonrisa y la mejor cara de padre responsable que pudo adoptar.

"Muy sobre la hora en serio, Señor Poldark… ¿Jeremy y Clowance… ya vinieron a esta escuela verdad?"

"Eh… sí. El año pasado se mudaron a Londres conmigo después de la muerte de su abuela, pero ahora tengo la intención de instalarme aquí yo también."

"Ya veo…" – dijo la mujer que se puso unos lentes y buscó algo en el computador. "¿Jeremy tiene…?"

"Nueve, cumplirá los diez en unas semanas. Pasó a quinto. Clowie tiene cinco, empieza primer grado."

"Ajam…" - La mujer siguió tipiando en su computadora, bajando sus lentes, leyendo con atención lo que aparecía en la pantalla.

"¿Es usted viudo Señor Poldark?"

"Ehm, sí."

"¿No se ha vuelto a casar?"

"En realidad… bueno, no." – la mujer volvió su atención a él cuando titubeó.

"Es una larga historia…"

"Ya que tengo poco tiempo, hágame un resumen." – Dijo cruzando los dedos sobre el escritorio y quitándose las gafas de nuevo. Ross le sonrió.

"Estuve comprometido hasta hace unas semanas, pero mi… ex, bueno, las cosas no funcionaron…"

"Así que usted huyó hacia aquí."

"No lo diría así…"

"¿Y como lo diría?"

"…Diría que estuve huyendo durante años y por fin volví a casa."

Al parecer, Ross había aprobado el examen. Porque luego de algunas preguntas más y llenar unos formularios, al fin se aseguró que Clowie y Jeremy empezarían el colegio el lunes en… Portwenn. Ross no sabía si se sentía feliz o aterrado.

"¿Usted será quien los venga a buscar siempre?"

"Uhm…"

"Porque debemos tener los datos de los autorizados a retirar a los alumnos."

"Vendré yo o… la… niñera. Solía ser la niñera… ahora es… es una amiga de la familia… pero ella está autorizada a retirarlos."

"¿Tiene su nombre y número de documento?"

Y así estuvo todo listo. Ya no podía echarse atrás. La directora le entregó los papeles de la inscripción, Ross pagó la matrícula y una cuota adelantada e insinuó que podían contar con él cuando hubiera que hacer algún arreglo en el edificio o hubiera alguna actividad especial. Como en, económicamente… ojalá lo haya interpretado así. No que él fuera a ir a ponerse a pintar las paredes o a disfrazarse de payaso para algún festival. ¡Demonios! ¿Qué rayos estaba haciendo?

Mientras buscaba los datos de Demelza en algún correo antiguo, vio que ya tenía varias llamadas perdidas y varias respuestas a su mail. Esta vez no se escondería. Se sentó en una pared baja de piedra que delimitaba la costa para hablar tranquilo. Al primero que llamó fue a su tío.

Unos minutos después y Ross casi que no lo estaba escuchando. Irresponsable y malagradecido, era lo menos que le había dicho. Que era igual que su padre, que iba a terminar solo igual que él, que había arruinado el buen nombre de su familia, que había perdido cientos de miles de libras y que no le importaba la empresa ni su familia.

Le afectaba, no iba a decir que no. Principalmente cuando ese cambio tan radical le parecía como un salto al vacío y no sabía si abajo habría red o no. Ross esperó en silencio a que su tío descargara toda su furia para empezar a hablar.

"Charles… entiendo que estés molesto…"

"¡¿Molesto?! Eso es poco, muchacho…"

"Siento todos los problemas que ocasione, tío. De verdad. Lo último que quería era perjudicarlos a ustedes, a la empresa. Sabes que he trabajado sin descanso para la compañía, aun cuando todo el mundo me decía que me tomara un tiempo, aun cuando mis hijos eran pequeños y me necesitaban, yo seguí trabajando y lo sabes. Y eso no justifica lo que pasó, pero no me digas que no me importa mi familia, Charles. Tengo dos niños pequeños que no tienen a su madre… tú sabes como es eso ¿no es así?"

Su tío se había quedado en silencio.

"Así que si, tal vez este cometiendo un gran error al no volver a Londres, al no volver a mi trabajo, pero tengo que hacer esto. Tengo que tratar de construir una nueva vida para Jeremy y para Clowance. Tal vez vuelva en una par de meses, tal vez golpee a tu puerta rogándote por mi puesto de nuevo porque no pude con esto, quizás sea así. Pero debo intentarlo… y no abandonaré la empresa. Seguiré trabajando desde aquí. Aún creo que podemos convencer a los de Devon, ellos no están muy seguros, nosotros hicimos todo el layout del proyecto… ayudaré a Verity y a Francis con lo que necesiten… ¿Tío?"

"Eres como tu padre... Y no lo digo solo en el mal sentido…" - Ross sonrió mirando el mar, su tío gruñó del otro lado. – "No significa que te haya perdonado."

"Lo sé, Charles."

" ¿Verity te envío el documento de los Warleggan?"

"Sí, pero todavía no lo pude ver."

"Míralo y busca una manera de librarte de eso. No pienso entregarle nada a esa comadreja."


Demelza ya estaba en casa cuando regresó. Ross guardó los papeles de la escuela y se asomó al patio adonde estaban. Clowie y Demelza estaban sobre el césped haciendo posiciones de yoga, Jeremy estaba sentado en los escalones jugando con la Switch. Le sudaban las manos, acababa de renunciar no sólo a su puesto en la empresa si no a la vida como la conocía. Ahora estaba solo, él sería el responsable de criar a los niños, eso fue lo que eligió. Jeremy se puso de pie cuando salió por la puerta trasera. Habían acordado que no dirían nada a nadie, no dirían nada a Demelza hasta que estuvieran seguros de que tenían vacantes en la escuela y podrían quedarse. Ross asintió a la pregunta tacita de su hijo.

"¡Sí!" – Exclamó el niño y levantando los brazos le dio un abrazo.

Su hija menor, que estaba en cuatro patas pero de espaldas, cayó sentada al escuchar a su hermano y los miró desde el piso.

"¡Sí, Clowie. Sí!" – le gritó Jeremy.

Clowance sonrió de oreja a oreja y se tiró sobre Demelza que estaba sentada en el piso.

"¿Qué ocurre?" – preguntó ella.

"Es una sorpresa."

"¿Qué sorpresa?" – en realidad, le sorprendió que sus hijos mantuvieran la boca cerrada y no le contarán a Demelza de los planes que habían hecho el día anterior.

"¿Puedo decirle, papá?"

Ross y Jeremy se acercaron hacia donde ellas estaban. Demelza se puso de pie con Clowie prendida a su cintura como un koala y mirándolo con cautela.

"¿Decirme qué?"

"¡Nos vamos a quedar a vivir aquí!" – Exclamó Jeremy. "¡Vamos a vivir aquí!" – repitió Clowance.

"¡¿Qué?!"