Capítulo 41
DEMELZA
Demelza se repetía una y otra vez en su cabeza la breve conversación que había mantenido con Ross:
"Que es-mos yendo – hospital de Tru-o. Es Je-my..."
"¡¿Qué?!" – había exclamado con tal terror que Hugh se había vuelto a verla.
"Se cayó. Cre- que se -bró el brazo. -mos al Hospital de Truro."
"Ya salgo para allá." – fue todo lo que le dijo. Apenas si podía entenderle, pero sí comprendió la desesperación en su voz.
Ahora estaba viajando rumbo a Truro junto a Hugh en su camioneta. Caroline se había quedado a juntar las cosas y desarmar las carpas, ella no había querido esperar. Estaba tan angustiada que no podía quedarse quieta, la pierna le temblaba. Lo había intentado llamar de nuevo cuando tuvo mejor señal, pero no le contestó. Hugh iba en silencio concentrado en el camino, la camioneta a la máxima velocidad que podía ir. Cuando su teléfono sonó de nuevo casi que se le cae al piso de la cabina al agarrarlo tan de prisa. Era un mensaje.
"Estamos en la guardia."
"¿Cómo está Jeremy?" – Sus dedos temblaban al tipear.
"Le están haciendo unas placas. ¿Estás viniendo?"
"Sí. En quince minutos estoy allí." – Cariño, ya voy para allá…
Ross no volvió a contestar, pero no hacía falta.
"¿Qué te dijo?" – preguntó Hugh a su lado. Demelza no lo miró al contestar.
"Qué están en la guardia. A Jeremy le están haciendo radiografías."
"Es un niño fuerte, de seguro va a estar bien." – Ella asintió, mordiéndose el lado interno de la mejilla y con la vista clavada en algún punto fuera de la camioneta. El horizonte era como una pintura naranja, el sol se ponía sobre el mar.
Un rato después, llegaron al Hospital. Demelza prácticamente se bajó del vehículo en movimiento. Su amigo la llamó, pero ella se dirigía con prisa buscando la guardia. Estaba tan nerviosa que no podía leer los carteles.
"Es por aquí." – Hugh le indicó una entrada que había pasado de largo y los dos entraron. Ella prácticamente corriendo. Estaba por preguntarle a la recepcionista cuándo al mirar por un pasillo vio a una niña sentada sola hamacando sus piernitas y comiendo algo que tenía en sus manos. Clowie.
Se acercó de prisa a ella. "¿Clowie?"
La abrazó y besó sus mejillas, inspeccionándola con detenimiento. Ross le había dicho que era Jeremy, pero Demelza quería asegurarse de que ella estuviera bien también. Se puso en cuclillas frente a ella. "¿Estás bien? ¿Qué pasó?"
"Jeremy se cayó y se lastimó el brazo. Lloró mucho…" – dijo muy seriamente.
"¿Adónde esta?"
"Oh, disculpe. ¿Es usted Demelza?" – una joven enfermera con ambo celeste se acercó a ellos.
"S-sí." – dijo ella poniéndose de pie. – "¿Adónde – adónde está Jeremy?"
"Su hijo está adentro con su marido." - Dijo la enfermera haciendo señas a una puerta en el pasillo. Demelza miró a Clowie, pero la niña pareció no inmutarse al escuchar como la llamó la enfermera, estaba muy concentrada comiendo una gelatina. Ella volvió la vista de nuevo a la enfermera. "Le dio hambre y lo único que tenemos aquí es comida de hospital así que le di una gelatina. La estaba cuidando mientras el doctor atiende a su hermano." Le explicó la joven.
"Oh... gracias." – tartamudeó ella sin saber que decir.
"Sígame, la llevo con ellos."
Demelza miró a Clowie que seguía comiendo de su pote de gelatina, ¿debería llevarla con ella? Por suerte Hugh estaba allí.
"Ve tranquila, yo me quedo con ella." - Demelza agradeció internamente a su amigo y siguió a la enfermera que empujó las puertas dobles y la condujo por otro pasillo sin sillas, pulcramente limpio y con salas a ambos lados. Ellos estaban en la tercera puerta.
"Mamá está aquí." – anunció la enfermera asomándose adentro y le hizo señas para que entrara, luego se volvió rápidamente por el pasillo por donde habían venido.
Lo primero que vio al entrar fue a Jeremy sentado en una camilla sin remera y con el brazo enyesado hasta por encima del codo. El alma pareció volverle al cuerpo.
"¡Jeremy!" – Exclamó sin prestar atención a las otras dos personas en la sala y se acercó al niño.
"¿Qué pasó? ¿Estás bien?" - Tal como había hecho con Clowie, sus ojos rápidamente inspeccionaron todo su cuerpo. Quitando el brazo de lado, parecía estar bien.
"Me caí." – le dijo el niño mientras ella lo besaba por sobre los cabellos, sin querer tocarlo mucho en caso de que estuviera adolorido. Pero sus manos bajaron igualmente a sus mejillas y las tomó entre ellas, levantando su cabecita hacia ella. El pequeño le sonrió y ella lo volvió a besar en la frente.
"Nada de lo que no pueda recuperase, más con mamá aquí." – Demelza se dio vuelta para ver al hombre que hablaba, era el doctor. Fue entonces que lo vio a Ross por sobre el hombro del médico. Estaba pálido, los brazos cruzados sobre el pecho. Se veía terrible.
"Soy del Doctor Choake." – se presentó el hombre extendiendo la mano hacia ella.
"De-Demelza." – titubeó ella al estrecharla. ¿Debía decir Demelza… Poldark? Ross la miraba fijamente, como si pudiera leer sus pensamientos, e hizo un leve movimiento de cabeza indicando que no dijera mucho más, o eso creyó entender ella.
"Me caí en la playa, estaba bajando por unas rocas." – Dijo Jeremy, interrumpiendo sus pensamientos.
"¡Judas!"
"En efecto. Fisura del radio, si quiere ver…" - El doctor se dirigió a una pared iluminada adonde estaban apoyadas las radiografías del brazo de Jeremy. Ella se acercó también, parándose junto a Ross, que parecía más descompuesto que Jeremy. En realidad, a Jeremy no se lo veía para nada adolorido.
"¿Puedo ver yo también?" – preguntó. Pero el doctor le ordenó que se quedara adonde estaba.
"El yeso se está sacando y no debe moverse, joven. Ya bastante preocupación le ocasionó a sus padres."
Era un hombrecito muy peculiar. Demelza miró a Ross de reojo, pero él no se dio cuenta.
"Aquí, ¿ve?" - El doctor señaló una línea oscura entre el hueso que casi se había dividido en dos. Demelza hizo una mueca, de seguro debía haberle dolido mucho.
"¿Se va a sanar?" – preguntó ella preocupada.
"¡Por supuesto que sí! Solo tiene que mantener el brazo lo más quieto posible. Por eso lo enyesamos por arriba del codo, es mejor cuando son niños y no paran de meterse en problemas."
"¿Y por cuánto tiempo deberá tener el yeso?"
"En dos semanas le haremos otras placas. Según cómo evolucione dejaremos solo la férula." Choake le indicó el cabestrillo que estaba junto a Jeremy. "Le dimos un antinflamatorio. Que tome uno cada ocho horas. Si le duele, y solo si le duele, cada seis. Su marido ya tiene la prescripción."
¿Marido? ¡Ah, sí! Tu marido Ross, Demelza. Era gracioso. Demelza lo miró a Ross de nuevo, pero él no se inmutó, así que probó con Jeremy quien frunció los labios para evitar reírse.
"Cualquier cosa, vengan a verme. A ver muchacho, muéstrame ese brazo a ver si ya está seco."
Mientras el doctor inspeccionaba a Jeremy, Demelza se acercó a su "marido". Ahora que sabía que el pequeño estaba bien, se había relajado un poco. Pero no Ross. Él tenía la mandíbula apretada, el ceño fruncidísimo.
"¿Estás bien?" – le preguntó, y puso su mano sobre su hombro apretando ligeramente sus dedos en él. El exhaló, pero solo asintió brevemente. Ella se paró a su lado y se volvió para mirar a Jeremy a quien el doctor le explicaba todo lo que no podía hacer.
Con el rabillo del ojo vio como el descruzaba los brazos y acercaba sus labios a su oído. "Dijimos que eras su madre así te dejaban entrar." – susurró bien bajo para que solo ella escuchara. Pues, eso había supuesto ella. Si hubiera tenido dos hijos, lo recordaría. Le diría eso después. Pero Ross volvió a mirar fijamente a su hijo.
"¿Puedo jugar con la Switch?" – preguntó de repente, como si recién se diera cuenta de la dificultad que eso implicaría.
"Sí lo puedes hacer con una mano, no veo porque no."
"¡Oh, no!... ¡Judas!" – El niño literalmente se agarró la cabeza con la mano sana.
"¿Y qué hay del colegio?" – preguntó Ross, quien levantó la voz por primera vez desde que ella había llegado.
"No hay ningún inconveniente con eso. Tuvo suerte que fue el brazo izquierdo. Solo procura no correr en los recreos."
Jeremy aún seguía tomándose la cabeza. Era algo cómico. Y era un alivio que él se lo tomara así también. En cuanto a su padre…
"Clo, ¡mira lo que me pusieron!... Hola, Hugh." – El niño dijo apenas salieron al pasillo en donde estaba su hermana.
"¿Qué es?" – preguntó Clowance. – "Hola, Jeremy, ¿Qué te ocurrió?" – lo saludó Hugh. – "Ya podemos irnos." – dijo ella.
"Me caí y me quebré el radio. El yeso evita que se me caiga el brazo, Clowie." – la niña abrió mucho los ojos.
"No digas tonterías, Jeremy. El brazo no se le va a caer, Clowie. Le pusieron eso para que sane." – le aclaró Demelza.
"Yo estuve enyesado dos veces." – Hugh le comentó al niño mientras los cinco caminaban hacia la salida. Ella con Clowie de la mano, y Ross caminando a su lado.
"Hugh me trajo." – le dijo ella. – "Me asusté tanto cuando me llamaste…"
Mientras, Jeremy le preguntaba a su amigo si podía tocar la guitarra con una sola mano.
"Podrías practicar algo, aunque sería muy difícil."
"Nada de practicar," – intervino Ross. – "tienes que dejar en brazo quieto. Escuchaste lo que dijo el doctor."
"Sí, papá." – Jeremy bajó la cabeza. Demelza le dirigió una mirada a Ross. No había dicho casi nada en todo ese rato ¿y lo primero que hacía era retarlo? Por suerte Hugh le levantó el ánimo rápidamente.
"¡Hey! ¿Puedo firmarte el yeso?"
"¿Para qué?"
"Es la costumbre. Tus amigos te firman el yeso, y luego cuando te lo quitan te queda de recuerdo." El niño sonrió de inmediato.
"¿Puedo, papá? ¿Puedo?"
Demelza observó a Ross a punto de protestar si decía que no. Estaba casi segura de que iba a decirle que no. Pero para su sorpresa no lo hizo. Asintió a su hijo que sonrió de oreja a oreja.
"Creo que tengo un marcador en la camioneta." – dijo Hugh y los guio por el estacionamiento adonde había aparcado.
"¡Wow! ¿Esta es tu camioneta? Pensé que solo tenías una bicicleta." - Exclamó el niño cuando Hugh apagó la alarma y destrabó las puertas de una gran camioneta Toyota blanca que hizo un ruidito y parpadeó las luces.
"La bici es más útil para andar por aquí, pero necesito la camioneta para cargar el equipo de mi banda."
"¿Tienes una banda?"
Demelza pudo ver a Ross poner los ojos en blanco mientras Jeremy estaba sentado en el asiento del conductor de la camioneta y Hugh de pie afuera dibujaba algo en el recién estrenado yeso. Clowie se había cansado de estar parada y Ross la levantó, sosteniéndola con un brazo y besando sus cabellos. Todavía estaba muy serio.
"Solo tomará un momento y ya volveremos a casa. ¿Qué quieren comer?" – preguntó ella en dirección a Clowie, aunque le hablaba a él también.
"Hamburguesas." – "Sí, Hamburguesas." Jeremy estuvo de acuerdo. Podrían pasar por el auto servicio y llevarlas para comer a casa.
"Le enviaré un mensaje a Caroline…"
"Dile que ya voy a buscarla..." - dijo Hugh - "¡Listo!"
"¡Wow! Me encanta… ¿Qué es?" – Jeremy exclamó mirando el dibujo en negro sobre el yeso blanco. Ella se asomó a ver también. Era una guitarra con un árbol adelante que se enredaba en ella y las letras H.A. abajo.
"Es el logotipo de mi banda. More Like Trees. Busca los videos en YouTube, tenemos varios."
"Lo haré. Gracias, Hugh."
"Cuando quieras. Ten cuidado con ese brazo, ¿sí? Ya me tengo que ir, Caroline quedó sola con todo en el campamento."
"Gracias – gracias por todo, Hugh." – le dijo Demelza y se acercó para darle un abrazo. Después de lo que habían hablado esa tarde, no podía más que agradecerle de que continuara siendo su amigo. La había traído rápido con Jeremy, había cuidado de Clowie y le había levantado el humor al niño. No cualquiera haría eso después de ser rechazado, pero así era su amigo. Más bueno que el pan.
Jeremy se bajó de la camioneta de un salto y lo abrazó también, aunque torpemente con un solo brazo, para despedirse. Hugh se giró hacia Ross y Clowie, quien le dio el adiós moviendo una manito.
"Señor Poldark." – Dijo despidiéndose de Ross. Él apenas movió la cabeza. ¿Qué rayos tenía en contra del pobre Hugh? – se preguntó. Pero ese no era momento para preguntarle ni el tema principal del que debían hablar.
Cuando Hugh se fue, los cuatro se quedaron mirándose en el estacionamiento. Ross miró alrededor, no muy seguro de adonde debía dirigirse. Clowie le indicó con un dedito adonde estaba el auto. Al parecer se había olvidado donde lo había dejado estacionado. Demelza volvió a mirarlo detenidamente mientras caminaban, aún se veía nervioso. Tenso. Jeremy le había dado un gran susto, de eso no había dudas, y al parecer aún estaba alterado.
"¿Quieres que yo maneje?" – le preguntó cuando los niños ya estaban en el asiento trasero. Él puso las llaves en su mano.
"Sí. Gracias." – murmuró.
En el auto y mientras esperaban las hamburguesas, Jeremy le había contado con detalle lo que había ocurrido. Que estaban jugando en la playa, papá y Clowie estaban haciendo un castillo en la arena y él decidió ir a explorar las rocas que había y formaban una escollera.
"Papá te dijo que tuvieras cuidado." – acotó su hermana.
Y que no sabía cómo, pero se cayó y aterrizó en su brazo y sobre una de las piedras.
"Y empezó a gritar y a llorar…" – continuó Clowie.
"No lloré."
"Sí lo hiciste. Papá fue corriendo a buscarte. Trepó sobre las rocas y cuando te trajo estabas llorando. Él te salvo." – Continuó la niña. Demelza miró a Ross que no había aportado su punto de vista y estaba por preguntarle que había visto él cuando la orden estuvo lista y ella se vio pasándole las bolsas de papel con la comida. Clowie apareció entre ellos para tomar una.
"No le des las gaseosas, no sea cosa que se le moje el yeso antes de llegar."
Para cuando llegaron a la casita en Portwenn hacía rato que había anochecido y las papas fritas de los niños se habían acabado, seguramente tendría que sacrificar las suyas. Terminaron de comer rápido y directamente en la isla de la cocina. La ventaja de comer comida chatarra era que no había que lavar. De vez en cuando no estaba mal, pero no muy seguido.
"¿Cómo te sientes, Jer?" – Ross le preguntó a su hijo que estaba bostezando. Demelza había visto la receta de los analgésicos, eran bastante fuertes, seguramente le daban sueño. Intentaría darle la menor cantidad posible.
"Biaaan, paa." – Fue lo que le salió en medio del bostezo.
"Ya deberías ir a acostarte. Vamos, te ayudo a cambiarte." - le dijo ella. Pero Ross también los siguió a la habitación, y fue él quien ayudó a Jeremy a quitarse cuidadosamente la remera, a la que le habían cortado una manga, y ponerse su pijama.
"Gracias, papá." – Dijo el niño intentando acomodarse en la cama. Intentó de costado, pero luego rodó panza arriba intentando no apoyarse sobre su brazo roto.
"Yo no tengo sueño. ¿Me cuentas un cuento?" – pidió Clowie cuando la cambiaba. Ross había salido de la habitación, y mientras ella buscaba que historia leer de su libro de cuentos, Ross regresó con la foto de Regina en sus manos.
Demelza lo siguió con la mirada, estaba sentada junto a Clowie en su camita. Su expresión aún era indescifrable, aún tenía las líneas de expresión marcadas en su frente, no había sonreído ni a ella ni a los niños desde que había llegado al hospital. Pero aun así, su voz le pareció afectuosa cuando dijo: "Puedes tener esto de vuelta, Jeremy. ¿En dónde quieres que lo deje?"
Al pequeño se le iluminaron los ojitos, y ella sintió un calor en su pecho. Una mezcla de sensaciones de orgullo, nostalgia, preocupación, pero sobre todo... amor.
"Aquí." – Jeremy señaló su mesita de luz y Ross colocó allí la fotografía de su esposa. Su hijo la miró de nuevo y sonrió. "Muchas gracias, papá."
"Intenta dormir." – le respondió el besándolo en la frente. Luego se acercó hacia donde ella estaba. Demelza buscó su mirada, pero él fue directo a Clowie y la besó también. La niña rodeó su cuello con sus bracitos y dio un sonoro beso en su mejilla. Luego se volvió a ir, dejándola sola con los niños.
A diferencia de su hermano, Clowie tardó en dormirse. Cada vez que ella dejaba de leer y cerraba el libro, la pequeña abría un ojo y decía "No estoy dormida" o "¿Qué paso después?" También le había dicho que ella no se había asustado, porque sabía que papá curaría a Jeremy. Demelza sonrió. A los ojos de su hija, su padre había crecido casi a la altura de un superhéroe ese día.
Cuando por fin estuvo dormida de verdad, Demelza los besó a ambos en sobre los cabellos y los arropó. Jeremy con su brazo sobre su pecho, de seguro le iba a ser muy molesto llevar eso durante dos semanas, pero estaba segura de que no le quedarían secuelas. No a esa edad. El doctor puede haber sido muy peculiar, pero tenía razón en eso. En el pasillo chequeó su celular. Caroline le había enviado un mensaje avisándole que Hugh ya había llegado y que estaban por volver. Lástima que se había interrumpido su fin de semana, de verdad quería pasar tiempo con Caroline. Demelza le respondió rápidamente diciendo que Jeremy estaba bien y que se podrían ver al día siguiente.
Siguió caminando por el pasillo. La casa había quedado en silencio. No sabía muy bien qué hacer ahora que los niños ya estaban durmiendo. Debería volver al campus, o tal vez se podría quedar en la piecita de abajo. En realidad, tenía ganas de acurrucarse con Clowie y quedarse cerca de Jeremy en caso de que se despertara durante la noche. Aunque ahora tenía el portarretrato de su madre que lo cuidaría. La había sorprendido ese gesto, sabía muy bien que no era fácil para él… Demelza se asomó a la habitación principal. A primera vista estaba vacía y estuvo a punto de dar la vuelta cuando con el rabillo del ojo captó la figura de Ross. Tan quieto como una estatua, en el balconcito que daba al patio trasero de espaldas a la habitación. Demelza se acercó sin hacer ruido. Cuando estuvo a un par de pasos vio que tenía apoyadas las manos en la baranda, notó los músculos de su espalda marcados bajo su remera pues tenía la cabeza gacha y estaban en tensión.
"¿Ross?" – su voz salió susurrante, pues no quería asustarlo. No sabía si se había dado cuenta de que estaba allí. El siguió sin moverse.
Demelza dio un paso más y coloco una mano sobre su hombro y al hacerlo un sonido gutural escapó de su garganta. Una mezcla de exhalo, gemido y llanto que la dejó helada.
"Ross…" – dijo con más firmeza esta vez. Apretando su mano en su hombro para que la mirara. Ross enderezó su espalda, su cabeza aún baja, tenía los párpados apretados. – "Mírame… ¿Qué ocurre?"
Se tomó un momento, inhaló, exhaló, una vez y otra hasta que por fin levantó sus ojos hacia ella. "Ross…" – murmuró ella cuando los vio. Estaban rojos, las cejas formando una v por el ceño fruncido, pero no habían caído lágrimas. Con la mandíbula apretada, sus manos aun apretando la baranda. – "Dime." – ordenó, presionando sus dedos en su brazo para que le hablara.
"Se podría haber muerto…" – Lo dijo tan bajo que no creyó escucharlo bien.
"¿Qué? ¿Qué dices?"
"Se cayó y se podría haber abierto la cabeza…"
"No. Ross, él está bien." – Su corazón comenzó a latir rápido en su pecho. Estaba tan angustiado, jamás lo había visto así, tan alterado. Ni esa noche cuando hablaron de su esposa, menos cuando había llegado a Cornwall luego de abandonar a Elizabeth. Esto era distinto, su miedo era palpable, real.
Él movió la cabeza de un lado al otro.
"Los niños se caen…"
"Se cayó cuando estaba conmigo. No te hubiera pasado a ti… ni a su madre, ni a su abuela. Pasó cuando yo lo estaba cuidando…"
"Fue un accidente. Le podía haber pasado a cualquiera." – sus manos siguieron frotando sus brazos. Una subió por su hombro hasta su cuello, acariciando, queriendo hacer desaparecer esa angustia injustificada.
"Un momento, solo un momento de descuido. Un segundo y todo podría haberse acabado…"
"Shhh… Ross. No digas eso. Los niños se caen, así aprenden a levantarse. Y los huesos se sueldan. Tres de mis seis hermanos tuvieron yeso cuando fueron pequeños porque se cayeron haciendo alguna travesura y todos se recuperaron. No es tu culpa… Ross…"
"Cuando pegó el grito y corrí… cuando llegué estaba llorando. Entre sus lágrimas pidió por su mamá. Nunca había llamado a su madre..."
"Quizás no a ti." – Demelza estaba muy cerca, aun acariciando su cuello cuando sus ojos se encontraron con los de ella. – "Él la recuerda. No te lo dice porque piensa que a ti te entristece hablar de ella, él me lo dijo. Pero eso no tiene nada que ver con que se haya caído. Su brazo va a sanar y tú hiciste lo que tenías que hacer."
"No hice nada. No tendría que haber dejado que se subiera allí."
"Le gusta explorar. Y tú estuviste a su lado cuando él te necesitó. Lo cuidaste y lo llevaste rápido al hospital, como cualquier buen padre lo haría. Clowie cree que eres una especie de superhéroe. Ella no se asustó porque tú estabas ahí, porque sabía que tu harías cualquier cosa para protegerlos y asegurarte que estén bien. Ross…" – Demelza susurró su nombre. Con la mano detrás de su cabeza acercó su frente a la de ella. – "Ellos están bien. Estarán bien, te lo prometo. Nada les va a pasar." Dijo. Solo entonces él apoyó sus manos en su cintura. Demelza besó su frente con dulzura.
"¿Y a ti? Prométeme que nada te pasara a ti tampoco..." – Murmuró, y Demelza comprendió lo que sucedía. Siempre, en el fondo de todo, estaba Regina.
"Te lo prometo. Y tú prométeme que dejarás de pensar tonterías." – Él asintió una vez. Demelza se separó unos centímetros para mirarlo a los ojos de nuevo. – "Promételo."
"Te lo prometo." – dijo. Una pequeña sonrisa naciendo en sus labios.
"Bien."
Recién en ese momento Demelza pudo escuchar el rumor del mar no muy lejos. Era como si hasta entonces todos sus sentidos hubieran estado fijos en él, pero ahora entendía lo que le sucedía, su actitud de toda la tarde. Su miedo, el temor a que pudiera volver a pasar lo mismo que había sucedido con su esposa. Que de un momento a otro los niños, o ella, no estuvieran más. Sintió lástima por él y lo abrazó fuerte. Pero también sabía que era capaz de superarlo, solo lo sabía. Debía hacerlo. Había avanzado tanto desde que lo conoció, lo de ese día fue una prueba, que por más que ahora estuviera temblando como una hoja, había superado. Había hecho lo que un padre tenía que hacer, y ella se sentía tan orgullosa como Clowie. Sus brazos la rodearon completamente. Ross hundió su rostro en el hueco de su cuello, y ella llevó sus dedos entre su cabello, masajeando su cabeza de la forma que a él le gustaba. Se quedaron así durante un buen rato, solo abrazados en el balconcito, él solo sosteniéndola y ella moviendo ligeramente su mano en su espalda y su cabeza.
Cuando Ross se enderezó y se miraron, ella volvió a posar sus labios en su frente… y en sus mejillas. Dando tiernos besos que lo hicieron sonreír.
"¿Te quedas?" - su voz salió entrecortada.
"Uhmm… pensaba dormir en el cuarto de abajo, o con Clowie."
"Puedes dormir aquí… no quiero quedarme solo." – agregó cuando la vio alejarse un poco.
"Claro. Me quedaré contigo." – y sus palabras sonaron a una promesa que sería difícil de romper. Quizás no quería romperla.
Como no tenía ropa, buscó en los cajones una de sus remeras. Cuando salió del baño Ross estaba sentado en el borde de la cama, aun mirando hacia afuera. Ella gateó desde el otro extremo del colchón, sus manos fueron a sus hombros, a los músculos tensos que intentó relajar con un masaje y una sonrisa al asomar su cabeza por un costado a mirarlo. Él estaba sonriendo tímidamente también, así que ella destapó las mantas y se acostó en su lado. Ross fue un momento al baño también y volvió con otra remera limpia y en bóxers. Levantó las sábanas y se metió en ellas, acomodándose en su lado sobre las almohadas, se puso de costado para mirarla.
"¿Puedo?" – le preguntó con algo de timidez. Su corazón que seguía palpitando rápido en su pecho dio un brinco. A veces podía ser tan tontamente caballeroso. Ella estaba allí, en su cama, completamente a su merced y ¿él le preguntaba si podía abrazarla?
Ella solo hizo un imperceptible asentimiento y levantó un brazo para abrazarlo también. Ross acercó a su cuerpo y se acurrucó a su lado. Lo había extrañado, había extrañado esto, su calor, la familiaridad de sus movimientos. Había mil cosas de las que debían hablar, pero ahora tendrían tiempo. En ese momento solo necesitaba eso, y estaba segura de que era también lo que él necesitaba. Solo su compañía, su afecto.
"Gracias por venir tan pronto. Siento que hayamos arruinado tu fin de semana." – Lo escuchó decir contra su cuello.
"No tienes que agradecerme. No hay otro lugar en donde hubiera preferido estar… me asusté tanto cuando recibí tu llamada, pero Jeremy está bien... Ellos no tienen que saberlo, pero nosotros podemos estar asustados juntos." – dijo. Ross apretó más el brazo que la rodeaba. Levantó un poco su cabeza y le dio un beso allí donde estaba que le hizo cosquillas. Era la primera vez que la besaba, bueno, desde antes que se fuera a Londres y que ella hubiera roto con él. Ella se giró para mirarlo también. Sus rostros muy cerca, Ross un poco más abajo y ella apoyada en la almohada. Sus narices rozándose.
"Gracias por devolverle el portarretrato a Jeremy." – susurró. Él se la quedó mirando, así que antes que dijera nada Demelza plantó un beso en sus labios. Eso lo hizo reír y seguirla cuando ella se quiso alejar.
"¿Sigues enojada conmigo?" – preguntó cuando se terminó el beso.
"Oh, sí. Por supuesto." – le aseguró, mientras él volvía a acurrucarse contra su cuello.
ROSS
No habían cerrado la puerta.
Demelza se había quedado dormida hacía un par de horas. Él también, pero se volvió a despertar. Aún estaba acurrucado sobre ella, despacio, levantó un poco la cabeza hasta apoyarla en la almohada y así poder observarla. Estaba tan agradecido de que estuviera allí. No era esa la forma en que le hubiera gustado reconciliarse con ella, pero al menos estaba junto a él. La adrenalina que había recorrido su cuerpo cuando escuchó el grito de Jeremy, su llanto mientras corría hacia él, escucharlo pedir por su madre, lo había puesto al límite. Y todavía sentía esa tensión, ese nudo en el estómago por lo que podría haber sucedido, pero que había disminuido desde el momento en que Demelza se asomó por la puerta de esa sala de hospital, porque sabía que entonces al menos sus hijos estarían con alguien que sabía cómo cuidarlos.
Un accidente que podría haberle pasado a cualquiera, había dicho ella. Y sabía que era cierto, pero también sabía que había pasado bajo su guardia. Y esa culpa, esa ansiedad lo había despertado. Pero ahora que la veía a su lado, entre sus brazos, una calma lo invadió de nuevo. Eso era ella, tranquilidad, ternura, compasión… ella era amor. Por completo. La amaba como nunca había amado a nadie. Porque nadie había sido como ella. Y él sabía que ella se merecía tanto más, mucho más de lo que un hombre como él podía ofrecerle. Pero no quería, no podía renunciar a ella, y haría todo lo posible por merecerla. Luego sería su decisión si ella lo aceptaba o no. Sus ojos ya se estaban entrecerrando de vuelta, cuando le pareció ver un movimiento.
Levantó un poco la cabeza por sobre el cuerpo dormido de Demelza. Bajo el marco de la puerta en la penumbra que daba la luz del pasillo, la vio a Clowie. Mirándolos abrazados.
Sin saber que decir, Ross llevó el dedo índice y lo apoyó sobre sus labios. Su hija hizo lo mismo y él le guiño un ojo. La pequeña sonrió, se dio la vuelta y volvió corriendo a su habitación.
