Capítulo 46
Ross aún tenía inconvenientes al creer que lo que sucedió la noche anterior había sido real.
Se había quedado por un largo rato sentado sobre la cama, con el teléfono en la mano solo observándola. Demelza se había dormido casi de inmediato después de… de lo que habían hecho. Dios… era tan sexy, tan atrevida y la vez tan dulce y adorable. Tan ella, única. Ross le había dicho que estaba loco por ella, lo que era verdad, pero quería decirle tanto más… aunque sospechaba que ella ya lo sabía. Y él lo sospechaba también. Que ella lo quería, que lo amaba. Pero esperaría un poco más para decírselo, no era algo para decir por teléfono mientras tenían sexo virtual. Quería que fuera especial y cuando estuvieran juntos. Lo que quería que fuera pronto también, más después de lo de la noche anterior. No podía sacarse la imagen de la cabeza de esa pequeña pantalla con el perfil de Demelza, sus senos al aire que a veces veía y a veces no, mientras ella seguía sus instrucciones y se tocaba para él… jamás había hecho algo así con otra mujer, solo con ella. Quería hacer tantas cosas solo con ella…
La había llamado de vuelta esa mañana para preguntar como había dormido e insinuar si no quería venir a la casa, la podría pasar a buscar luego de dejar a los niños en el colegio. Pero con una voz risueña, completamente diferente a la de la noche anterior, Demelza le había dicho que tenía que juntarse a estudiar con unos compañeros. El gruñó un poco. – "Nos veremos a la tarde." – Pero a la tarde estarían los niños, pensó él. Era uno de los días en que Demelza los pasaba a buscar, ya faltaban pocos minutos para que salieran. Desde la casita se podía escuchar el campanazo que indicaba el fin del día escolar. Era muy útil viviendo tan cerca, si salía con la campana llegaba justo a tiempo. Ross estaba hablando con su secretaria, bueno ya no lo era más, pero ella seguía refiriéndose a él como Señor Poldark. Quería que le enviara el balance de los últimos tres años de la empresa de los Chynoweth. "¿Para qué los necesitas?"
"Quiero compararlos con los números que hay aquí…" – aquí era en el computador de Elizabeth.
"Los busco y te los envío." – decía cuando escuchó la puerta principal abrirse. Ross se asomó por la puerta de la habitación de servicio que era ahora su pequeña oficina, para ver a Demelza dejando las llaves en el bol que estaba sobre un mueble junto a la entrada y sacándose su mochila… - "Te llamo cuando los tenga. Tengo que irme."
"Gracias, Señor Poldark. Que tenga un buen día…" - La escuchó decir mientras alejaba el teléfono de su oreja y cortaba, apoyado en el marco de la puerta, sonriéndole a la mujer que acababa de entrar.
Ella le sonría también, un ligero rubor rosado cubriendo sus mejillas, el pelo suelto cayendo sobre sus hombros. Demelza empezó a decir algo pero él hizo dos largos y rápidos pasos y la rodeó con sus brazos, estrellando su boca en sus labios. Ella jadeó. La fuerza de su embestida fue tal que Demelza retrocedió y su espalda dio contra la puerta de entrada.
"Ross…" – gimió cuando el soltó sus labios para besar su mejilla, su mandíbula y enterrarse en su cuello. "¿Qué haces?" – preguntó más divertida que sorprendida, podía sentir en su voz que estaba sonriendo. Sus manos estaban en sus hombros, sus dedos se flexionaban en sus músculos presionando más fuerte cuando él besaba un punto particularmente sensible. "Ohh…" – escuchó un gemido escapar de su garganta cuando llevó una mano sobre su pecho y lo apretó de la misma forma en que ella había jugado con ellos la noche anterior. Demelza ladeó la cabeza para darle mejor acceso a su cuello que él besaba, lamía y mordisqueaba como un vampiro hambriento. "Ross… detente un momento… no hay tiempo. Los niños ya están por salir."
"Oh, condenados niños… que se queden un rato más en la escuela." – gruñó él. Ella le dio un pellizco en la panza y él se enderezó abandonando su tarea en contra de su voluntad. Demelza lo miraba divertida.
"Esas no son palabras de un padre responsable." – dijo pretendiendo ponerse seria. Ross le sonrió.
"¿Qué haces tú aquí?" – Demelza abandonó su pretensión, otro rubor subiendo de nuevo a sus mejillas.
"Quería-quería verte por un momento después de lo de… anoche. Y… darte… un… beso…" – Demelza enfatizó cada palabra, acercándose un poco cada vez hasta que sus labios rozaron los suyos. Tímidamente al principio, pequeños besos en sus labios sonrientes, hasta que ella llevó sus manos sobre su abdomen y con sus dedos y uñas subió por sobre su remera hacia su pecho. Él se estremeció. En un jadeo separó los labios y ella aprovechó para intensificar el beso, invadiéndolo con su lengua. Ross apretó la palma de sus manos contra su trasero, haciéndola retroceder de nuevo contra la puerta. El beso intenso y sensual, más lento que antes. Con sus manos en su rostro como si quisiera mantenerlo en su lugar. Cuando lo soltó y acarició su cabeza Ross volvió sus labios al lugar adonde estaban antes, sin dejar de apretar los cachetes de su trasero sobre el jean, Demelza levantó una pierna y la enredó tras la suya.
Estaban respirando agitados cuando escucharon la campana.
"Ohh… ¡Judas! Los niños…"
Malditos niños.
Los dos se separaron. Demelza se acomodó la remera que no se había dado cuenta que él había levantado y miró en dirección a su entrepierna. Luego de la actividad de la noche y sabiendo que no tenían tiempo, había logrado controlarse.
"La próxima vez, ven un poco más temprano…" – le reprochó.
"Yo solo quería un beso." – dijo ella guiñando un ojo. Abrió la puerta y se fue.
"¡Ah! Joven Jeremy, y mamá y papá…" – así los recibió el Doctor Choake, Demelza no sabía adonde meterse. – "¿Cómo estuvo ese brazo?"
"Bien." – respondió Jeremy mirándolos a ellos. Ross le hizo señas de que continuará con la misma pantomima de antes.
"¿Tuvo algún dolor o alguna molestia?"
"No." – respondieron ellos al unísono, Jeremy negó con la cabeza.
"Muy bien, muy bien. Vamos a sacar unas placas para ver como va ese hueso. Papás, pueden esperar acá, solo tardaremos un momento…"- dijo el Doctor Choake en su dirección y guio a Jeremy fuera del consultorio y por el pasillo. Demelza los siguió hasta la puerta y asomándose fuera de ella, los siguió con la mirada mientras caminaban por el pasillo. Cuando entraron a la sala de rayos x, volvió a entrar al consultorio y se sentó a su lado, frente al escritorio del doctor. Él le sonrió. Ella apoyó su mano sobre la suya que estaba en el apoyabrazos y le dio un ligero apretón.
"¿Crees que esté bien?"
"Sí, volverán en un segundo. Espero que haya soldado el hueso…" – le respondió él.
"De seguro que sí… es un niño muy fuerte. No se quejo en ningún momento en estos días." Dijo Demelza. Él le guiñó un ojo pero en su mente apareció la imagen de ese día. Su grito y posterior llanto. Un escalofrío recorrió su espalda y apretó sus dedos, Demelza le devolvió el gesto. – "Se parece mucho a ti…"
"Pobre Jeremy."
"En las cosas buenas… y esta muy orgulloso de ti…"
"Esta feliz de que nos quedamos aquí… todos lo estamos." – Demelza le sonrió de nuevo y dio otro apretón a su mano antes de que escucharan pasos acercarse y se soltaran. Jeremy entró en el consultorio.
"¿Cómo te fue, Jer?
"Bien." Les respondió el niño y se fue a sentar en las piernas de Demelza pues solo había dos sillas.
"¿Y el doctor Choake?"
"Ya viene, dijo que iba a revelar las radiografías y que lo esperara aquí."
"¿Vas a extrañar el yeso, Jer?" – le preguntó Ross, bromeando con él. Él niño sacudió la cabeza de un lado a otro. – "Hay que decirle que tenga cuidado por donde corta."
En efecto, el yeso fue complicado de cortar. Porque además del dibujo de Ross que ocupaba más de la mitad del yeso y el dibujo de Hugh, a lo largo de esas semanas todos sus compañeros lo habían firmado y Jeremy no quería que cortara por encima de ningún nombre. El doctor Choake refunfuño cuando Ross y su hijo sugirieron por donde debía pasar la pequeña sierra. Jeremy, y Demelza también, la habían mirado con preocupación, pero el peculiar hombre hizo una demostración en la mano de Ross mostrando que la sierra no cortaba la piel. Demelza le dio un codazo cuando él sugirió que atravesara la guitarra que Hugh había hecho por la mitad. Ross había tenido que aprender a aceptar la amistad de ese joven con Demelza. Era celoso, eso había sido todo un descubrimiento acerca de sí mismo. Pero debía reconocer que era un joven agradable, buena persona, como ella le había dicho. Y se llevaba muy bien con Jeremy también.
Al final el doctor se las arregló para cortar solo dos nombres de sus compañeros. Jeremy se asombró cuando vio que el brazo donde tenía el yeso estaba bastante más delgado que el otro.
"Eso es normal, jovencito. En unas semanas estará igual que el otro. Pero recuerda que debes seguir usando el cabestrillo. Solo te lo puedes sacar para bañarte y para dormir."
"¿Y ya puedo jugar a la Switch?"
"¡Sí, puedes!"
Ross veía a su hijo contento a través del espejo retrovisor. Llevaba el yeso que tuvo en su brazo por más de dos semanas en sus manos, Demelza le dijo que lo guardarían en una caja como recuerdo. "Como recordatorio de que tienes que tener cuidado." – había dicho él. – "Sí, papá… ¿me harás otro dibujo?"
"Jeremy, ¿Qué quieres hacer para tu cumpleaños?" – preguntó Demelza a su lado cuando regresaban a casa.
"¿Qué podemos hacer?" – preguntó Jeremy. Ross tragó saliva. Él siempre pasaba los cumpleaños con sus hijos. Cuando vivían con su abuela, siempre iba a verlos, generalmente con su prima Verity, y su suegra preparaba una torta para celebrar. Pero rara vez invitaba a sus amigos, su suegra era una mujer mayor para organizar una fiesta y cuidar de muchos niños a la vez y él nunca lo había sugerido. Habían hecho fiestas de cumpleaños cuando era pequeño y Regina vivía por supuesto. Pero como muchas cosas, eso se había terminado con ella. Demelza no había hecho ningún comentario cuando le contó esto, solo un: "Podrá celebrar su cumpleaños este año." Y él estuvo agradecido por ello. Que ella no comentara sus deficiencias como padre en los últimos años y todo lo que sus hijos se habían perdido por su descuido. Ya no iba a ser así, nunca más.
"Podemos salir a pasear los cuatro, ir a comer a algún lugar… o puedes invitar a tus amigos el sábado a festejar…" – había dicho él.
"¿Cómo en una fiesta?"
"Sí. Podemos decorar el patio trasero y preparar comida y juegos…" – agregó Demelza que se inclinaba más por la fiesta. – "Puedo hacerte un pastel." – Ross la miró.
"¿Sabes hacer tortas?"
"Puedo intentar." Ross rio. "¿Qué dices, Jer?"
"Sí, quiero una fiesta de cumpleaños en casa… ¿a quien puedo invitar?"
"Puedes invitar a los amigos que quieras. Podemos pasar a buscar invitaciones ahora, así las repartes mañana…" ofreció él.
"Las invitaciones son digitales en estos días, ¿no es así, Jer?" – el niño asintió en el asiento trasero, riéndose de él en complicidad con Demelza – "Diseñaremos algo cuando lleguemos para que las puedas enviar por mensaje."
Ross dio un pellizco a su pierna cuando vio que Jeremy miraba por la ventana.
Más tarde ese día, los planes para la fiesta de cumpleaños de Jeremy estaban a toda marcha. Clowance quería una fiesta de cumpleaños también, aunque aún faltaban meses para el de ella.
"Pero yo quiero una fiesta ahora…"
"Ahora es el cumple de tu hermano, Clowie. Cuando llegue tu día lo haremos también. Mientras te vas divertir el sábado, puedes invitar al pequeño Jimmy y a tu amiga de la escuela también si quieres. Y me puedes ayudar a hacer el pastel…" - le decía Demelza cuando sonó un notificación en su teléfono.
Lo cuatro iban en el auto rumbo al campus a dejarla para su clase de la tarde. Ross vio a Demelza tomar el celular a su lado y abrir mucho los ojos, sorprendida.
"¿Qué ocurre?" – le preguntó.
"Es mi profesor… me eligió… a mi y a un compañero. Seré su ayudante de cátedra…" – dijo ella sin poder creerlo.
"Eso es estupendo, ¡Felicitaciones! Niños, feliciten a Demelza que logro cumplir su objetivo y será ayudante de cátedra." – Dijo él orgulloso. Sabía que lo conseguiría.
"¡Sí! ¡Te felicito, Demelza!" – "¡Felicitaciones! ¿Para eso estudiabas la semana pasada?" – los niños aplaudieron en el asiento trasero.
"Sí, Clowie. Para eso estuve estudiando." – respondió ella sonriente y llena de orgullo también. Mientras los niños aplaudían, él hizo sonar la bocina, celebrando su logro.
"¡Felicidades!" – le dijo de nuevo – "Estaba seguro que te iría bien con todo lo que estudiaste. Debemos celebrarlo."
"¡Sí! ¡Haremos una fiesta!" – exclamó la niña desde atrás.
"¿Qué tal si salimos a comer mañana luego de que los chicos salgan de la escuela?" – Sugirió él, más sensatamente.
"Uhmmm… Clowie tiene gimnasia."
"Y tú una clase, pero podemos ir apenas salen y llegar a tiempo a todo. Podemos ir a lo de Bert, o adonde tú quieras."
Ella se lo pensó por un instante. "Al pub de Bert estará bien."
Mientras festejaban y decidían, habían llegado al campus. Demelza se desabrochó el cinturón de seguridad y metió la cabeza entre los asientos para besar a los niños, luego se volvió hacia él.
"Felicitaciones de nuevo, Demelza. Estamos muy orgullosos de ti." – dijo él, rodeando sus hombros con un brazo, la situación lo ameritaba.
"Gra-gracias, Ross. Gracias por ayudarme con mi presentación también."
"Yo no hice nada, lo hiciste tú sola y te mereces el reconocimiento." – ella le sonrió y besó su mejilla, cosa que generalmente no hacía frente a los niños. Pero supuso que ella sabía que el momento lo ameritaba también.
"Nos vemos mañana. Hasta mañana niños." – se bajó del auto con una sonrisa y dio la vuelta por el frente. Antes de que se alejara mucho él bajó la ventanilla.
"¡Demelza!" – la llamó, ella se dio vuelta para mirarlo. Había algunos estudiantes por aquí y por allá… - "Más tarde te llamo…"
