Capítulo 49
Ross se dio cuenta de que podía ser más feliz aún. Era un sentimiento que no había hecho más que crecer día tras día desde que Demelza había entrado a sus vidas. En su vida, en particular, desde aquel encuentro incómodo en la piscina Nampara donde el debió reconocerla, pero no lo hizo porque había estado tan ciego, lo había estado por tantos años. Había comenzado a comprender ahora que lo que había sucedido, la tragedia que marcó su vida había dejado un velo de dolor, culpa y rencor que no le había permitido vivir. Y había hecho que buscara soluciones fáciles, que tomara lo que se le ofrecía, aunque no fuera lo que realmente quisiera cuando lo que debería haber hecho era levantarse y afrontar la realidad, dura como era, por sus hijos. Pero no lo había hecho porque no creía que hubiera algo más para él, porque él no se merecía nada más. No después de haber arruinado su matrimonio y la vida de su esposa.
Pero sí había algo más. Y estaba al alcance de sus manos ahora. Literalmente en sus manos pues Demelza yacía recostada con él en el sillón de la sala, mientras él la acariciaba sobre su ropa.
¿Se había sentido así alguna vez? Era una pregunta que se hacía una y otra vez. Querría decir que sí, más ahora que había comenzado a hablar a sus hijos sobre su madre y, abierta una puerta, ellos siempre tenían alguna pregunta. Principalmente Jeremy, aunque Clowie siempre escuchaba con atención. Pero no estaba muy seguro. Lo que sentía por Demelza, lo quemaba por dentro de una manera que no recordaba haber sentido antes.
Tal vez era por los años, tal vez estar enamorado a los 33 no era lo mismo que estarlo a los 20. Uno es más consciente de los riesgos, de lo que se puede perder. Más aun con la experiencia que él tenía. Pero también se es más consciente de que momentos como ese no son comunes. Esos momentos de dicha y alegría. De risas y complicidad. De amor… y Demelza había llenado sus vidas de esos momentos. Y Ross se atrevía a pensar, a tener una esperanza, de que podría tener una vida llena de esos momentos si hacía bien las cosas. Si no huía, como lo había hecho antes y prestaba atención.
Contrariamente a lo que pensó durante años, con sus hijos era sencillo. No porque no dieran mucho trabajo, que lo daban, sino porque lo que requerían de él ya lo tenían por completo. Querían su amor y su cariño. Y que él cuidara de ellos, lo que siempre haría de ahora en más. Con Demelza… comprendía ahora las cosas que había hecho mal. Luego de que ellas se las marcará, claro. Aunque no habían sido malintencionadas sólo que, como le había dicho en varias ocasiones, nunca había conocido a nadie como ella. Lo que él estaba acostumbrado a dar en una relación, aunque sólo tenía como parámetro su relación con Elizabeth pues con Regina ambos eran jóvenes y la situación se resolvió por si sola, no era lo que Demelza quería de él. ¿Y qué más tenía para dar sino era dinero y posición social?
Era irónico que lo que Demelza quisiera era espacio, cuando todo lo que quería él era estar todo el tiempo con ella. Pero entendía por qué, y en realidad se sentía admirado y orgulloso a la vez de que fuera tan decidida. Ella tenía un plan y él había aparecido para arruinarlo, pero no debía ser así. Quería apoyarla, y ella se sentía agradecida por ello al parecer. Demelza también quería que dejara atrás su pasado, y jamás hubiera pensado que eso podría ocurrir hablando de él. Pero tenía razón también en ese sentido. No es que el dolor hubiera desaparecido de un día para el otro, pero su voz ya no fallaba cuando hablaba a sus hijos de su madre. Podía abstraerse, contarlo como una historia. La realidad, su realidad, era la que estaba viviendo en ese momento con Demelza. Tratando de descubrir lo que la hacía feliz, porque eso era lo que él quería que fuera. Ross quería hacerla feliz, de la forma que ella lo hacía feliz a él.
Esa noche, días atrás cuando le dijo que lo amaba, no había podido contener las lágrimas. Que masculino de tu parte, Ross. Pero fue un instante en el tiempo de su vida que sabía nunca iba a olvidar. Ver su rostro cuando le dijo que la amaba también. Se había sentido más unido a ella que nunca, como si se hubieran acercado un poco más y así habían quedado desde entonces. Ross había notado un cambio en el ambiente de su hogar, como si ahora que la palabra 'amor' se había dicho volara por los rincones de la casa y saliera de los labios de todos. No sólo "Te amo, Demelza." o un "¡Judas, Ross!. Te amo." Cuando hacían el amor. Los niños también, cada vez que los dejaba en la puerta de la escuela "Te quiero, papá." O en las noches antes de acostarse o cuando dejaban a Demelza en la universidad o tal vez a mitad del día salido de la nada. Demelza había hecho eso. Ella había encontrado y sacado a la luz el amor en su familia, y Ross se preguntaba si podría ser así siempre. Quería que así fuera.
"¿A qué hora es la reunión?"
¡Ah, sí! Técnicamente estaban conversando, aunque él estaba sin remera y ella sin pantalones, con las medias de algodón que le llegaban a las pantorrillas. Demelza recostada en el sofá y él de costado junto a ella, con un brazo estirado bajo su cabeza y el otro libre para acariciarla por donde quisiera. Era tan atractiva… la mujer más hermosa a sus ojos. Dulce, sexy, apasionada, tierna… irresistible. Su chica de los labios rojos y mucho más. ¿Quién lo hubiera dicho aquella noche de año nuevo? Tantas veces había pensado que esa vez con esa extraña había sido el mejor sexo de su vida. Pues esa extraña resultó ser su amor, las apuestas decían que era el amor de su vida, y como esa noche había habido muchas otras ya. Incluso más apasionadas, llenas de otros sentimientos más profundos que hacían que cada vez que se unían fueran como si sus mismas almas se volvieran una. Eran románticas, juguetonas, atrevidas… únicas. Y él estaba hambriento por ella, y por más que ahora habían vuelto a estar juntos de esa forma, Ross no creía poder saciarse. Pero estaba bien, porque ella no parecía poder hacerlo tampoco. Dios, lo volvía loco. Jamás podría olvidar aquella primer llamada, la forma en que se entregaba a él por completo, la forma en que confiaba en él. Y el sentimiento era recíproco.
Ross levantó la cabeza de la curva de su cuello para responderle. "A las once. Tenemos tiempo…" – agregó. Ella levantó una ceja provocativa y él dio un rápido pico en sus labios, llevando su mano hacia sus infinitas piernas desnudas. Rozando con la yema de sus dedos uno de sus muslos y lentamente llevándolos hacia adelante. Ella rio junto a él.
"Mhmm, Ross… me haces cosquillas."
Ross torció sus labios malévolamente.
"No…" – Dijo ella. Pero no eran cosquillas lo que él quería. Ni lo que ella quería tampoco. No de acuerdo a la forma en que acariciaba la piel de su abdominales. O lo que quedaba de ellos. Debía buscar un gimnasio pronto, aunque podría salir a correr también mientras los niños estaban en la escuela. Aunque ahora ese horario se estaba ocupando con otras actividades porque Demelza iba a estar a solas con él, como en ese momento.
Demelza se había quedado los últimos dos fines de semana. Era más fácil encontrar una excusa durante los fines de semana y que los niños no sospecharan ni hicieran preguntas y era cuando dormían hasta tarde. Pero los días de semana, cuando ella tenía clases y los niños también, Demelza no había querido levantar sospechas, y lo había sorprendido al llegar una mañana cuando sabía que los niños no estaban. No era todos los días. No cuando tenía clase a la mañana o tenía que estudiar o preparar algún trabajo, para entregar o para dar a los estudiantes de los primeros años a quien debía dar clases asistiendo a su profesor. Pero así y todo, Demelza pasaba bastante tiempo en su casita y Ross hasta soñaba con esos momentos en que estaba solo con ella.
No le hizo cosquillas, pero la hizo reír igual cuando sus dedos treparon de sus piernas, pasando por sus caderas y al costado de su abdomen por debajo de su remera.
"No son horas para eso…" – protestó ella. Pero no lo decía en serio pues sus labios fueron a rozar su barbilla y sus dedos jugaban tirando sus vellos mientras subían a su pecho.
"No te quejaste de eso antes…"
"Mmm… nunca me queje, en realidad."
"Mi niña traviesa…" – Ross suspiró cuando ella tomó el lóbulo de su oreja entre sus dientes. Era un gesto tan sensual que no sabía hasta que ella lo hizo lo que generaba en él. Estaba tan excitado ya.
"¿Para qué es la reunión? ¿Crees que sea importante?" – preguntó junto a su oído. Su aliento poniéndole piel de gallina.
"No lo sé. Mi secreta – ex secretaria,"- se corrigió – "dijo que nos quiere enseñar algo. Sonaba serio…"
Ross se acomodó un poco más sobre ella. Sus brazos lo rodearon, su mano comenzó a masajear su cuero cabelludo, estimulando cada parte de su cuerpo. Con sus dedos, su, boca, sus piernas enredadas en las suyas, su cadera moviéndose en círculos imperceptibles contra la de él.
"Me pregunto que será…" – agregó cuando el despegó sus labios de los suyos, haciendo que él soltara una carcajada. – "¿Qué?"
"¿Cómo puedes pensar en otra cosa cuando estamos así?" - le preguntó sonriendo.
"Oh… pues. Estábamos hablando y tú empezaste…"
"¿Yo empecé?"
"Mhmmm…" – ella asintió no muy convencida, pero no pudo contenerse y se rio también. Dando un pequeño tirón a un mechón de vellos en su pecho.
"Ross… mira lo que has hecho de mí."
"¿A qué te refieres?" – preguntó haciéndose el inocente al mismo tiempo que apretaba uno de sus pechos en su mano.
"¡A esto! A esta hora de la mañana…"
"Pues ven por la noche. Te recibiré a la hora que tú quieras…" – eso le valió una palmada en el brazo y a ella varios besos ruidosos en su boca y alrededor de ella. "Se que te gusta, cariño. No lo puedes negar…"
Demelza lo miró a los ojos por un momento. Sus mejillas ligeramente coloradas, sus labios algo hinchados y casi rojos por sus besos, su cadera aun meciéndose contra él. "Sí, amor. Me gusta… siempre me gustó estar contigo, desde la primera noche. Eres tan…"
"¿Tan…?" – Ross se levantó un poco de sobre ella para mirarla bien, intrigado por lo que iba a decir.
"Tan… sensual. Se nota que sabes lo que haces." – la sonrisa que tenía en sus labios se desvaneció un poco ante esto último. Tal vez si sabía lo que hacía, tenía algo de experiencia, pero nunca había experimentado lo que sentía cada vez que hacía el amor con ella con nadie más.
"No sé bien lo que hago contigo. Solo me dejo llevar por ti…"
"Sí. Pero, tienes experiencia. En… sexo. Al menos más que yo."
"En sexo, quizás. Pero no en lo que tú y yo tenemos… entiendo lo que dices y que crees que sea así, pero cada vez que estamos juntos es algo nuevo para mí, cariño…"
"¿Hiciste cosas conmigo que no hayas hecho antes?" – Ross le sonrió, siempre era tan directa. – "¿Qué? Es una pregunta perfectamente válida…"
"Lo es. Pero como varias veces me has acusado de ser un caballero te voy a contestar que un caballero no habla de lo que hizo en la cama con otra mujer."
"¡Judas! Es una respuesta válida también."
"Lo sé. Pero te diré esto, a ti, te hago el amor y nunca había hecho eso antes… Sé que puede sonar cruel, pero así es como me siento." Ross pensó que iba a protestar o que iba a salir con la historia de que si amó antes, así que le sorprendió que no lo hiciera.
"No es siempre muy romántico…"
"¿Otra queja? Nadie nunca se había quejado antes, eso sí te lo voy a decir."
"Quizás no en tu cara…"
"¡Señorita Carne!" – Y eso sí le valió un pequeño ataque de cosquillas, capturándola con ambos brazos y besando y mordisqueando su cuello mientras ella pataleaba y se reía a carcajadas sin preocuparse de sí alguien podía oírla. Dios, cuanto la amaba.
El ataque de cosquillas pronto se transformó en otra cosa por completo, sus dedos trazando círculos en su espalda y él completamente recostado sobre ella, apretando y soltando su seno entre sus cuerpos mientras su lengua invadía la suya una y otra vez, despertando de nuevo la dureza entre sus piernas. Si, ella lo deseaba también.
Ross se arrodilló sobre el sillón, llevando a Demelza con él que quedó sentada y aún lo besaba. Cuando sus bocas se separaron, los dos se sonrieron juguetonamente.
"¿Quieres romance?" – preguntó él, pero ella sacudió la cabeza.
"No ahora que la casa está vacía…" – murmuró ella. No ahora que podía hacerla gritar de placer sin tener que preocuparse por no hacer ruido. Exactamente lo mismo que él pensaba.
Ross comenzó a besar su hombro de nuevo, lentamente recorriendo el camino hacia sus labios otra vez, ella levantó la cabeza para darle mejor acceso.
"¿Algún pedido en especial, mi amor?" – susurró, su voz ya algo ronca. Afectada por el calor de la pasión que lo invadía.
"Oh…" – Demelza jadeó, como si su aliento quedara en su garganta. El dejó un momento su tarea para observarla.
"¿Si, cariño?... Dime…" - Demelza se mordió los labios. Su miembro a punto de hacer estallar sus pantalones. Sus ojos verdes esmeralda entreabiertos parecían un océano. – "Dime."
"¿Recuerdas la noche de año nuevo? No lo volvimos a hacer así… por detrás…" – fue casi un susurro, pero bastó para que lo que quedaba de sangre en su cuerpo fuera directo hacia su polla.
"Dios… como te amo, Demelza…" Y con eso, comenzó a besarla.
Apasionada y profundamente.
Ella le respondió de inmediato. Indudablemente, solo era así con ella. Juntos tenían esa chispa, esa conexión que había estado ausente en sus relaciones anteriores y con las demás mujeres con las que había compartido su cama. Ni siquiera sabía que existía, en realidad. Y Ross se rio de sí mismo al pensar en ello. Presionó su lengua en su boca y sus manos estaban por todo su cuerpo, deslizándose, tanteando. La intensidad del beso, los duros apretones de sus manos lo dejaban sin aliento y con un pequeño temblor en las rodillas. Ella se aferró a él, rascándole la nuca con las uñas y devolviéndole el beso lo mejor que pudo. Chupando su lengua en su boca, Ross la acercó más a él, ella levantándose ligeramente también, apoyando un pie en el piso mientras en presionaba su dureza contra su vientre.
Ross comenzó a desabotonar su blusa y Demelza se alejó un poco dejando sus labios besando el aire.
"¿No vamos arriba?" – preguntó algo jadeante. El seguía trabajando en sus botones.
"No. Quedémonos aquí." Le dijo, al tiempo que llegaba al botón sobre su estómago y metía la mano bajo su camisa y la copa de su sostén para apretar sus pechos.
"Oh…" – suspiró ella algo sorprendida. Si, quería tenerla aquí, en plena luz del día y en la sala. Con la puerta trasera abierta, y las luces encendidas. Quería ver cada centímetro de ella, observar sus gestos, hacerla gemir de placer sin contenerse. Apretando sus pechos frente a ella, masajeó la piel sensible hasta que ella gimió y se quitó la camisa y el corpiño sin que él apartara sus manos. Al parecer si se quedarían en la sala. Sus manos también recorrían arriba y abajo su pecho desnudo, jugando con sus vellos, rozando sus dedos contra sus pezones. En respuesta, él le pellizcó los de ella. No demasiado fuerte y los usó para acercarla más a él, fundiéndose en un beso más profundo. Demelza gimió en sus labios cuando sus fuertes dedos pellizcaron sus tiernos brotes otra vez. Liberando sus pechos, envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo y agarró su trasero. Sus grandes manos cubriendo la mayor parte de sus mejillas. Demelza se retorció contra su cuerpo, y comenzó a mover de nuevo sus caderas.
"Demelza…" – suspiró al sentir sus labios descender dejando pequeños besos desde su barbilla hacia su cuello. Sus dedos aun pellizcando sus pezones.
"¿Si, mi amor?"
"Me encanta cuando me dices así…" - Ross puso una pierna ligeramente hacia adelante y ella prácticamente se montó en ella, frotándose contra el muslo sobre la tela de los jeans. Entonces Ross comenzó a mordisquear su cuello también. Era como si ya supiera de memoria sus puntos más sensibles e inmediatamente apuntó donde su cuello se encontraba con su hombro y chupó, mordiendo ligeramente con los dientes. Demelza jadeó y se movió con más fuerza contra su pierna.
La notaba excitada ya y se estaba moviendo con rapidez y emitiendo pequeños gemidos que anunciaban el comienzo del pico de su placer. Y aunque él había comenzado a mecerse contra ella también y disfrutaría solo viéndola llegar al orgasmo solo frotándose contra su pierna, Demelza le había hecho un pedido. Así que su boca se movió hasta su oído y le susurró: "Ponte en cuatro, amor."
Demelza lo soltó a regañadientes, inclinándose en cuatro patas sobre el sillón. Sus bragas se veían empapadas y Ross le ayudó a quitárselas. Luego se arrodilló en el sofá detrás de ella y comenzó a besarla de vuelta, sus dedos masajeando los labios entre sus piernas.
"Ahhh… Judas." - Demelza gimió y levantó las caderas, inclinándose hacia él. - "Se siente fantástico."
Era fantástico verla. Su piel blanca y suave, moviéndose sensualmente al compás de sus dedos. Ross se inclinó hacia ella. Sus dientes mordisquearon los músculos de su espalda y Demelza se estremeció y se arqueó cuando sus dos dedos comenzaron a presionar en su empapada humedad desde atrás.
"¿Y eso como se siente, amor?" - Preguntó un poco engreído porque ya sabía la respuesta.
"Judas, se siente increíble." - gimió y se hizo hacia atrás.
"Tú eres increíble… tan hermosa, tan sensual…"
"Por favor… te quiero dentro de mí, cariño."
Ross pensó que podría estallar al escuchar esa admisión de sus labios, pero siguió deslizando sus dedos dentro y fuera de ella, usando los dedos de su otra mano para rodearla y frotar su clítoris.
Demelza pareció estremecerse. La sintió contraerse alrededor de sus dedos.
"Ross… no aguantaré mucho más..." – jadeó. Era justo como la deseaba. Quitó las manos de ella y se bajó la cremallera de los pantalones. Demelza prácticamente saltó de alegría cuando sintió que frotaba la cabeza de su polla hacia arriba y hacia abajo sobre sus labios húmedos. Sujetándose el apoyabrazos del sofá, se hecho hacia atrás. Lo quería dentro de ella y él quería hundirse en ella también. Pero antes quería que alargar su placer lo máximo posible. Con sus dedos la tenía tan cerca de correrse y estaba caliente y necesitada, pero sabía que podía soportar un poco más. Así que siguió provocándola. Frotando y presionando su polla contra su clítoris, lo que la hizo estremecerse y jadear de placer.
Y luego, empujó solo la cabeza de su miembro dentro de ella por un instante y lo sacó y volvió a frotar su clítoris. Dios, era asombrosa.
"Awww... por favor." - Demelza finalmente exclamó, completamente sobre estimulada. Antes de que ella terminara de suspirar, Ross estaba hundiendo su polla dentro de ella con tanta fuerza que sus testículos golpearon su clítoris.
Con las manos en sus caderas, comenzó a penetrarla lenta y largamente. Controlando por completo la rapidez con que se movían y la profundidad con la que él invadía su cuerpo.
Con cada empuje, sus testículos golpeaban y rozaban el resto de su coño rozando el centro de su clítoris. Y ella empujaba contra él, abriendo más sus muslos para darle un mejor acceso.
"Eso es, cariño." – jadeó. – "Intenta apretarme cada vez que entre en ti."
Demelza lo hizo en su siguiente estocada y gimió con sorpresa y ardiente necesidad ante la nueva sensación. Él jadeó también. Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad para no acelerar el ritmo y llegar a su propio clímax.
Se sentía más estrecha, haciendo que fuera más difícil para él hundirse y la sensación escaló increíblemente mientras frotaba y la estiraba para entrar en ella.
La fricción se intensificó y Demelza empezó a intentar moverse más rápido. Gimiendo de impaciencia mientras él apenas aceleraba el paso.
"Baja la parte superior de tu cuerpo." instruyó. "Apóyate en los antebrazos."
Ella bajó sus hombros y el cambio de ángulo en la forma en que su polla presionaba sus entrañas fue asombrosa. Se hundía y rebotaba en ella mientras apretaba, masajeando todo su miembro cuando se enterraba dentro de ella. Sus pechos balanceándose rozaban el sillón con cada movimiento, y él quería tocarlos. Así que se inclinó hacia adelante y la rodeó con sus brazos. Una mano agarrando un pecho que se balanceaba y apretando su pezón. La otra presionó entre sus piernas mientras la montaba por detrás, frotando su clítoris.
Demelza se retorció de forma salvaje. Una mano en su pecho libre jugando con su pezón, la otra apoyada en su cadera, apretando sus dedos en su carne.
"¡Judas!" - se movía contra él, sentía latir sus paredes mientras su orgasmo aumentaba y su respiración cambiaba. Todo su cuerpo se tensó y luego se soltó en un glorioso clímax.
Gritando la culminación de su placer, Demelza se estremeció y apenas logró mantener su trasero en el aire mientras el éxtasis se apoderaba de ella. Ross gimió y mordió su espalda enviando su clímax aún más alto, mientras con tres breves embestidas en su coño y frotándose arriba y abajo entre sus sensibles labios, su polla se expandía y estallaba, disparando su semen profundo dentro de ella.
Demelza volvió a gemir cuando su dureza se frotó contra y dentro de ella. Completamente sobre estimulada por las sensaciones que se apoderaron de todo su cuerpo.
"Oh... Judas, Rossss…" - Gimió cuando Ross se movió suavemente contra ella, arrastrando los últimos vestigios de su orgasmo. – "¡Judas! Eso fue... increíble…"
Era música para sus oídos.
"Tú lo eres, amor. Tan atrevida, tan sexy…" – jadeó él entras ambos caían sobre el sillón. Ross saciado, pero aún dentro de ella.
"Solo contigo…"
"Y yo solo contigo, amor."
La pantalla de su nuevo computador estaba dividida en seis. Su tío, Verity, Francis, el nuevo jefe de finanzas, su ex secretaria y él.
"¿Te das cuenta de que si estuvieras aquí esta sería una reunión normal?" – Fue lo primero que dijo su tío al conectarse.
"De esta forma será más fácil que todos veamos lo mismo." – intervino su prima. – "¿Quieres empezar, Betty?"
"Erhmmm… sí."
Su secretaria, exsecretaria, se veía muy nerviosa. Lo notaba a través de la pequeña imagen. No estaba acostumbrada a dar presentaciones frente a toda la junta directiva. Generalmente lo asistía a él, y él era quien siempre hablaba. Así que tartamudeó un poco al principio y daba vueltas, no diciendo claramente lo que quería decir.
"Ve al punto, niña. ¿Qué significa todo eso?"
"Papá…" – lo advirtió Francis.
"Betty, estuviste estudiando los libros de los Chynoweth, ¿encontraste algo que nos pueda ayudar?" – preguntó él con más tranquilidad, pero ayudándola a que llegara al punto.
"Muéstrales, querida." – la animó Verity.
La pantalla se puso en negro por un momento y luego apareció la hoja de un balance. Le era familiar, él había estudiado los últimos tres balances de la familia de Elizabeth previamente a la fusión.
"S-sí. ¿Ven aquí? Este es el balance del año 2017 de los Chynoweth. El que ellos nos dieron, al menos. Les muestro este porque es hasta donde hay registros en la computadora que era de la Señorita Elizabeth. Las operaciones… no coinciden con lo que dice el balance. Los movimientos en el balance están ligeramente modificados para que mostraran un mayor rendimiento. Sobre este se hizo el del 2018, y en ese tampoco coinciden las operaciones y es… es cada vez peor…"
Ross se llevó una mano a la boca.
"¿Qué quieres decir, niña?" – gruñó el tío Charles.
"Qué… Que los balances de la empresa que nos dieron no son reales. Estaban maquillados para parecer que la empresa era rentable, pero no es así. Tienen una deuda por más de tres millones de libras."
Todos en la reunión virtual jadearon. Ross también.
