Capítulo 51
La bomba explotó antes de que terminara la semana. Ross tuvo que ir a Devon una mañana a reunirse con el secretario de obras públicas y la empresa contratista, a su vez que sus primos fueron a hacer lo propio en Wolverhampton y Birmingham. Un movimiento coordinado para informar a las tres compañías al mismo tiempo y así intentar recuperar los proyectos. No tenían muchas alternativas, la evidencia hablaba por sí sola. Y para la tarde del jueves los Chynoweth sabían que ellos estaban al corriente del estado financiero de su empresa. El padre de Elizabeth incluso tuvo el atrevimiento de llamar a Trenwith. La ex secretaria de Ross le había contado que los gritos de su tío Charles se escucharon en todo el piso.
Dios. ¡Como odiaba todo esto!
No solo era el hecho que se sentía humillado por la traición de Elizabeth. Después de todo se podría decir que era ojo por ojo. Aunque él no le había mentido por años, al contrario. La sinceridad en su relación era algo que siempre había apreciado. Pero como Demelza le había dicho alguna vez, casarse sin amor era extraño y ahora comprendía por qué. Hasta cierto punto también entendía el motivo por el que Elizabeth estaba dispuesta a sacrificarse por su familia. Como si casarse con él fuera una verdadera aberración. Ross trató de no pensar en las veces que le había sido infiel, pero el motivo por el que ella soportaba esos deslices era entendible ahora. Todo parecía encajar. Su condescendencia y su afán por mantener su relación a flote a pesar de todo. Si se hubieran casado, si ella hubiera sido su esposa cuando se descubriera todo esto, ¿hubiera él humillado a su familia? ¿Habría denunciado a su padre? O más allá de la mentira, ¿hubiera intentado protegerla? Demelza se inclinaba por esto último. Últimamente tendía a pensar siempre lo mejor de él. Le halagaba, no iba a decir que no, pero él no estaba muy seguro. Después de todo, el Ross que se hubiera casado con Elizabeth era muy distinto a este Ross que era hoy en día. El otro sería inescrupuloso. "Eres la misma persona, Ross." – le había dicho Demelza. "Tú eres la que dijo que había distintas versiones de mí." – respondió él. "Sí, pero no literalmente. Las partes buenas, siempre estuvieron en ti." – "Eso significa que las partes malas también siguen estando." Ella había fruncido los labios. "Supongo. Pero no son tan malas, ni son muchas." Ross sonrió recordando sus palabras. Esa fe en él que tenía toda intención de no defraudar, pues eso, ella y sus hijos y esta nueva vida, era lo que le hacía feliz. Y odiaba todo este asunto porque le quitaba energía y tiempo, tiempo para estar con ellos.
Estaba más seguro que nunca de su decisión de haber renunciado a la empresa, pero sabía que tenía una obligación con su familia y como todo esto era culpa suya debía ayudar. Pero en cuanto estuviera todo terminado dejaría el trabajo empresarial. De repente todo ese juego de poder, números, reuniones, ya no lo atraía. Cansado, se encontró varias veces pensando en aquel comentario de Demelza cuando fueron a Nampara. Quizás la podría transformar en un hotel. Tendría que hacer una inversión considerable pues necesitaba de muchos arreglos, pero podría hacer una prefactibilidad para evaluar el proyecto. Demelza le había dicho que podría hacer un salón de usos múltiples para rentar durante el invierno. Eventos, muestras, conciertos, ese tipo de cosas eran comunes en la zona y se realizaban en lugares pintorescos, Nampara era perfecta para ello.
Y Demelza era perfecta para él.
Lo había acompañado en esos últimos días. Había estado allí cuando su secretaria les reveló la noticia y luego lo ayudó en todo lo que podía. Hasta se había quedado a dormir allí al verlo tan preocupado. Está bien, quizás estaba exagerando un poquitín lo mal que se sentía, pero valía la pena si con eso conseguía dormir abrazado a ella todas las noches. Hacer el amor con la mujer que amaba era en verdad un excelente método de relajación que lograba hacerle olvidar los problemas del día. Eso hasta que llegaba la mañana y todo comenzaba de nuevo…
"Solo pasaron cuatro días, Ross. Eres tan dramático. Además, en el fondo son buenas noticias… ya, ¡deja de fruncir ese ceño!" – Exclamó ella, llevando los dedos a su entrecejo. Él hizo una mueca y rio. Tal vez debería dejar de exagerar un poco. – "A partir de ahora todo irá mejor, ¿No es así?"
No. En realidad, no.
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La reunión en Devon salió tal como esperaba. Demelza llevó los niños a la escuela esa mañana mientras él se preparaba para salir. Había tenido que comprar un traje pues no había empacado uno ese día hace ya unos meses y no iba a ir con el esmoquin con el que no se había casado. Se vio extraño al mirarse al espejo con saco y corbata, pero Demelza lo miraba apreciativamente, levantando una ceja. Le deseó suerte desde el portal de su casa y se despidieron con un beso, luego ella acomodó su corbata y hacia la reunión fue.
El viaje no le llevó más de una hora. La reunión casi tres. Los funcionarios y empresarios en Devon se quedaron helados ante la irrefutable evidencia. Alguno hasta insinuó que ellos siempre habían querido trabajar con los Poldarks. Ross pasó de largo el comentario, lo podrían haber hecho de haber querido de verdad. En vez de eso sacó un contrato que el departamento legal había redactado. Si querían seguir adelante con el proyecto con ellos debían firmar en ese momento, sino cuando Trenwith demandara a los Chynoweth por el dinero que habían invertido los incluirían a ellos también. Francis y Verity habían llevado documentos similares… 'Sin escrúpulos…' Los tres habían logrado recuperar los proyectos para la empresa.
Una vez que la formalidad legal estuvo terminada, Ross se había quedado poniendo trapos fríos hasta lo que entonces había sido una reunión tensa, después de todo ahora eran socios de nuevo y habían hecho a un lado a los Chynoweth. Noticia que corrió rápido desde Devon, Birmingham y Wolverhampton hasta Londres.
Llegó a casa un poco después de que los niños volvieran de la escuela. Jinny los estaba cuidando pues Demelza tenía clases temprano los viernes y hasta que ella volvió estuvo encerrado hablando con la oficina, tío, primos, secretaria, abogados, de cómo le había ido y escuchando como les había ido a Francis y a Verity. Fue lo más contento que vio al tío Charles en meses. El intenso trabajo de esa semana había dado sus frutos, el trabajo minucioso de Betty que durante semanas buscó y comparó cifra por cifra no dejaba de ser elogiado. Como muestra de agradecimiento le habían dado la oficina de Elizabeth que estaba en el piso de la junta directiva y la habían ascendido a asesora financiera. Era más que merecido. Además, podría ayudar a Verity y a Francis con el proyecto de Devon, pues ella lo conocía en profundidad.
Hacía un par de horas que Demelza se había asomado para avisarle que ya estaba en casa cuando terminó con todo. Solo quedaba enviar el contrato a Londres, pues necesitaban el original. Ya vería si lo hacía ir a Jud o lo llevaba él personalmente. Después de todo, habían pensado ir a la capital en algún momento.
Sus hijos ya habían hecho la tarea para cuando el salió de su escondite, los tres sonriéndole con cara de compasión mientras él estiraba los brazos sobre su cabeza desperezándose para quitar la tensión. Ayudaba, pero no estaría completamente relajado hasta que no estuviera en brazos de Demelza. Ross le guiñó un ojo que ella pretendió ignorar y vio como Clowie se reía, pues lo había visto. Se acercó a besar su redonda mejilla. "¿Qué les parece si vamos a dar una vuelta por la playa?"
Los días se estaban volviendo cada vez más frescos con el comienzo del otoño. También tenían que traer el resto de la ropa, suya y de los niños. Le preguntó a Demelza si no querría ir a Londres ese fin de semana, como le habían dicho a Caroline. Ella lo pensó por un momento. "Tengo que preparar algunas cosas, pero supongo que lo puedo hacer en Nampara. Llevaré mi Notebook."
Él no estaba particularmente ansioso por ir, pero lo entusiasmaba la idea de que Demelza y los niños irían con él. Podrían salir el sábado por la mañana. Evaluaron la posibilidad de ir en tren o en avión, pero como iban a volver cargados decidieron que lo mejor sería ir en auto. "Nos podemos turnar para conducir… Me pregunto qué dirá Jud cuando vea el auto." Los niños corrían alegres frente a ellos. Demelza preparó la cena y Ross casi que se había olvidado de Trenwith, los Chynoweth, Devon, la estafa… Eso era lo que quería, nada más que tardes como esa. Los cuatro, solo estando juntos.
Demelza estaba en la habitación de los niños cuando alguien llamó a la puerta. Era tarde ya. Muy tarde para recibir visitas. Ross estaba en la cocina preparando café, lo único que pensó era que quizás algo había ocurrido a los Martins y necesitaban ayuda, o quizás Jinny se había olvidado algo esa mañana. Así que se sorprendió al ver a la persona que estaba en su umbral cuando abrió la puerta.
Lo primero que notó fueron sus ojos llorosos. No recordaba haberla visto llorar alguna vez. Huh.
"Oh, Ross…" – Dijo Elizabeth. Su voz quebrada en la penumbra de la noche. El labio inferior le temblaba. En un instante de conciencia en sí mismo, Ross intentó reconocer sus propios sentimientos al verla allí. No sentía nada. Ni odio ni rencor por su traición. Ni pena por lo que él le había hecho. Se preguntó cómo fue que pudo pensar en unir su vida a ella, cuando entre ellos solo había un vacío. Pero no pudo divagar por mucho tiempo. Un segundo después, Elizabeth dio un paso hacia él, otro segundo y Ross se vio rodeado por sus brazos. Elizabeth sollozando en su hombro.
"¡Oh, Ross!... Perdóname, perdóname… yo nunca quise… papá…"
En los dos segundos que tardó en reaccionar, Ross desenredo sus brazos de alrededor de su cuello y la mantuvo a distancia. No le creía. Era como si ahora pudiera ver directamente a través de ella.
"Me mentiste, Elizabeth." – fue lo primero que le dijo. Su voz desprovista de toda emoción. – "Me usaste."
Elizabeth lo miró a los ojos mientras se secaba las lágrimas de las mejillas con los dedos.
"Yo… Ross, yo no quería hacerlo. Pero papá…"
"Tu maquillaste los balances, Elizabeth."
"Papá podría haber ido a la cárcel…" – Dijo ella, sus ojos se achicaron lastimosamente, pero no volvieron a salir lágrimas.
"Me lo podrías haber dicho en vez de engañarme durante años. En vez de querer llevar a la empresa de mi familia a la ruina también… quizás tu padre se merezca ir a prisión."
"Creí escuchar que llamaban a la puerta…" – La voz cantarina de Demelza resonó por sobre sus cabezas.
Elizabeth miró en su dirección, aunque aún no podía verla su rostro se transfiguro a una expresión de odio.
"¿Ross?... ¡Oh!"
Demelza se quedó helada a mitad de la escalera.
Elizabeth la miró lentamente de arriba a abajo con lo que sólo podría ser descripto como desdén. Luego volvió su mirada hacia él. Ya no había ni una pizca de esa fragilidad que había intentado aparentar segundos atrás.
"Que estúpida. Debí haberlo imaginado…" - siseó entre dientes.
"¿Qué haces aquí, Elizabeth?" – su voz pareció poner a Demelza en acción y descendió el resto de los escalones. Se acercó un poco a él, pero no del todo. Quedó a mitad de camino entre la cocina y la escalera.
"¿Y me llamas a mí mentirosa? Cuando toda esa historia, todo ese discurso de que querías hacer lo mejor para tus hijos, todo era una gran mentira. Una fachada para tapar la realidad. Que te acostabas con la niñera, la empleada que cuidaba a tus hijos. Que noble eres, Ross…" – escupió con odio.
"Yo no te mentí, Elizabeth."
"¡Lo sigues haciendo! Te miente a ti también…" – Dijo en dirección a Demelza.
"Elizabeth… Ya te lo dije. No estás aquí por eso, estas aquí porque fuiste tú la que me traicionaste…" - Ross intentó volver la conversación a su tópico principal. Ya no tenía por qué darle explicaciones a ella acerca de nada. No es que alguna vez lo hubiera hecho. Demelza continuaba en silencio.
"Toda nuestra relación fue una mentira, ¿Por qué no iba a aprovecharme yo también?"
"Yo no me aproveché de ti, Elizabeth. No intenté hundir el negocio de tu familia…" – asombrosamente pudo mantener calma en su voz, que no era exactamente lo que sentía. – "Pensé que nos entendíamos. Si no estabas de acuerdo con algo, si algo te molestaba, deberías haberlo dicho… Pero no podías. Ahora lo entiendo, yo nunca te importe. Lo que te importaba era que la fusión se llevara a cabo, y cuando había problemas entre nosotros siempre mirabas para otro lado. Todo lo que te importaba era que estuviéramos casados cuando se hiciera la firma y cuando eso comenzó a correr peligro también, buscaste un plan b… George Warleggan." Ross luchó para sacar el nombre de su garganta. Había notado algo en Elizabeth, no sabía que. Un tic, algo fuera de lo normal que lo ponía nervioso y que a su vez se manifestó en él como algo fuera de lugar. Como un sonido en la distancia, un pitido dentro de su cabeza, como un presagio. Algo que le decía que Elizabeth era peligrosa y debía sacarla de su casa.
Ella levantó el mentón con arrogancia.
"George existía mucho antes de que tú te acostarás con esta mujerzuela."
"¡Ya basta Elizabeth!"
"Yo no me acosté con Ross mientras fui la niñera." Escuchó decir a Demelza. Elizabeth volvió sus ojos hacia ella.
"¡Ha!" – Estaba claro que no le creía, aunque técnicamente era verdad.
"Es mejor que te vayas, Elizabeth…" – Dijo él. Pero ella seguía con su mirada fija en Demelza.
"Sabes que llevó a su mujer a la muerte, ¿verdad? Él destruye todo lo que toca. A ella, a mi… te hará lo mismo a ti."
"¡Elizabeth, ya es suficiente!" – "Los niños están durmiendo arriba…" susurró Demelza.
Una sonrisa diabólica se pintó en sus labios.
El pitido aumento en sus oídos.
"No tomarán ninguna acción legal contra mi padre…"
"No eres tú la que decide eso… tampoco yo."
"No lo harán… ¿Acaso te dijo, Demelza?"
"Elizabeth…"
El ruido ya se sentía como golpes en su cabeza.
"No. No te lo dijo." Elizabeth se volvió hacia él.
"¿Decirme qué?" - murmuró Demelza.
"Sí mi padre va a la cárcel se lo voy a decir…
… a George."
"¡Basta! Basta, Elizabeth. Vete, vete de aquí y nunca más vuelvas a mi casa."
"No quería que fuera así, Ross. Pero no me dejas otra alternativa. Recuerda lo que te dije, si algo le pasa a mi padre, a alguien de mi familia o a mí, diré lo que sé."
"¡No sabes nada!"
"Yo estaba ahí, Ross. Por supuesto que lo sé."
Con una última mirada a Demelza, Elizabeth se dio la vuelta y se fue. Cerrando la puerta tras ella, dejando un silencio sepulcral y nada más que oscuridad. Su cabeza parecía que iba a estallar, su corazón latía agitado… casi que había dejado de respirar.
Fue la voz de Demelza la que lo volvió a la realidad. A una realidad que había eludido por años y que no quería enfrentar.
"¿Qué quiso decir? ¿Qué es lo que sabe?"
