Capitulo 55
DEMELZA
El resultado era positivo. Por supuesto que era positivo, Demelza nunca lo dudó. Aunque la mano le tembló un poco cuando abrió el mail en su teléfono, y exhaló profundamente. Parecía que había estado conteniendo la respiración desde que Ross le había contado lo que su esposa le había dicho aquella noche.
Demelza había entrado directo al baño para estar a solas cuando leyera la respuesta del laboratorio. El mail había llegado cuando estaba con Ross en el auto, mientras él le proponía que vivieran juntos. Mientras él le decía que quería que ella formara parte de su familia.
Tantas cosas estaban sucediendo al mismo tiempo, se sentía abrumada.
Por supuesto que quería ser parte de su familia. Lo amaba. Desde que lo había reconocido no había tenido dudas ya, lo amaba con todo su corazón, y también amaba a sus hijos como si fueran... bien, como si fueran sus propios hijos. Su renuencia no tenía nada que ver con ellos, sino con algo interno. Algo fundamental en ella con lo que debía lidiar, que debía ceder. No era sencillo dejar un camino que había pensado que recorrería sola y cambiar el rumbo. Dejar su vida independiente, de soltera, en lo que lo único que debía preocuparse era por ella y encontrarse conviviendo con un hombre y dos pequeños. Pero más y más cada día desde que los había conocido, Demelza se encontraba deseando pasar tiempo con ellos. Como si al estar con ellos hubiera descubierto algo que no sabía que buscaba, pero era lo que necesitaba. Ellos eran lo que quería. Y era una contienda. Una lucha entre la vieja Demelza, la que era antes de conocerlos, y esta nueva Demelza, amiga, novia, ¿madre?.
Pero no necesariamente una tenía que dejar de existir por la otra. Ella quería ambas cosas. A su familia, y su carrera también. Pero sola no podía… y no tenía por qué estar sola. Ross estaba en lo cierto.
Era irónico. Si Ross no estuviera, no creía que pudiera aceptar el empleo en el Museo de Truro. Y entonces su independencia le hubiera jugado una mala pasada. Era un sacrificio. Estudiar siempre lo era, y no iba a ser así por siempre. En algún momento la señora se jubilaría y ella cobraría un sueldo decente, en algún momento terminaría de estudiar. No faltaba mucho. Y Ross la ayudaría, estaría a su lado acompañándola, cuidando a los niños, preparando café para cuando se tuviera que quedar a estudiar hasta tarde, dando su opinión sobre sus trabajos, escuchándola preparar las lecciones como había hecho hasta ese momento. Eso ya no le daba tanto miedo.
Lo que la aterraba era decirle lo que había hecho. Tal vez no tuviera que hacerse problema porque él se enojaría con ella y su propuesta quedaría en la nada. Por eso no le había respondido. No podía hacerlo antes de que él supiera.
Demelza miraba fijamente la pantalla de su teléfono:
Señorita Demelza Carne:
Por la presente se informa que el procedimiento PCR realizado sobre las muestras por usted provistas de ácido desoxirribonucleico correspondientes a Ross Vennor Poldark, y a Clowance Poldark dio resultado positivo con un 99.99% de coincidencia. Este test privado no tiene validez legal, en caso de necesitar un comprobante oficial le sugerimos comunicarse...
No se lo dijo en ese momento. Los niños estaban a punto de salir de la escuela y necesitaban estar solos para que ella le mostrara el mail y él pudiera leerlo con tranquilidad. Por un momento pensó en reenviárselo, pero se contuvo. Quería pasar la tarde con Clowie y Jeremy. Estúpidamente pensaba que podía ser la última tarde... No podía enojarse mucho con ella ¿no es así?
Habría una feria en el colegio a fin de la semana así que después de comer, Clowie la ayudó a hornear galletas que la niña llevaría, aunque entre los cuatro se comieron más de la mitad. Por suerte les quedaban varios días para preparar más... de seguro le quedaban más días.
Demelza imprimió el mail y el archivo adjunto que contenía el estudio genético en la biblioteca de la universidad. Le había dicho a Ross que volvería después de clase, él le había sonreído con esa mirada juguetona que era una promesa de más y le había dado un rápido beso de despedida a escondidas. Tal vez podría estar con él una última vez antes de decirle... casi que podía escuchar los latidos de su corazón en el viaje desde la universidad a Nampara. Tomó un taxi, como hacía siempre que Ross no iba a buscarla. Se sentía como si llevara una bomba con ella, aunque la bomba estuviera desactivada, aún podía explotar.
"Hey." – De vuelta esa sonrisa.
Ross estaba sentado en el sillón descalzo, pies sobre la mesita ratona y el control remoto en la mano con la TV prendida. A esa hora los niños siempre estaban dormidos.
"Hey… hola."
"¿Cómo estuvo la clase?" – preguntó, poniéndose de pie y acercándose a ella para el correspondiente beso de bienvenida. Ella lo recibió de buena gana y sujetando su mano, prolongando el contacto, cosa que no hacía habitualmente en el living cuando los niños estaban en casa. – "¿Todo está bien?"
"La clase estuvo bien. Algo larga, pero interesante…"
"Te dejé un plato de pastel de carne para que cenes. Lo calentaré en el microondas."
Demelza lo observó dirigirse a la cocina por un momento. Su pecho subía y bajaba agitado luego del beso, de lo tierno que era. Su Ross. No se merecía sufrir, no se merecía seguir sufriendo por una mentira, seguir evadiendo la realidad. Él entendería, seguro que sí. Entendería que lo hizo por su bien. Sacó las hojas de su mochila y lentamente se acercó a la cocina.
Ross ya había metido el plato al microondas y estaba poniendo los cubiertos y un vaso sobre un mantelito individual que ella había comprado en la isla. Lo observó en silencio durante unos segundos, hasta que él la vio y le volvió a dedicar una sonrisa.
"Ross… ¿Podemos hablar?" – la sonrisa desapareció, pues su voz se estranguló en su garganta.
"¿Qué ocurre? ¿Estás bien?"
Ella asintió e indicó con otro leve movimiento de cabeza que se sentara. Miró al mantelito a rayas y la jarra de jugo que él había colocado para ella por un instante. Respiró hondo buscando coraje.
"¿Mi amor?" – el comenzó a sonar preocupado también. – "¿Qué es eso?"
Demelza levantó la vista, estaba mirando los papeles en su mano.
"Yo también te amo… con todo mi corazón."
El pitido del microondas sonó entonces, indicando que era el momento. Demelza estiró la mano y empujó las hojas sobre la superficie de la isla hacia él.
"Lo siento... Se que dijiste que no querías que hablara más de esto… que no querías saber." – Ross bajó la mirada hacia las hojas y de ellas hacia sus ojos sin comprender. – "Y sé que te prometí que no me entrometería, pero no pude evitarlo. No cuando los veo a los dos… No puedo verte seguir sufriendo, no te lo mereces…"
"¿Qué es esto?" – repitió.
"Es un examen de ADN. Tuyo y de Clowie… es positivo."
Las dos hojas temblaron en sus manos cuando las desdobló y comenzó a leer. Sus ojos frenéticos recorriendo las líneas de un lado al otro.
"¿Cómo hiciste esto?"
ROSS
Las manos le temblaban tanto que casi no podía leer lo que decían las dos hojas que Demelza le había dado. El encabezado decía algo de Laboratorio de Genética, y en todo lo que se podía enfocar era en su nombre y el de Clowie y el positivo y el 99,99%. Demelza seguía hablando a su lado.
"Tomé muestras. A Clowie, le hice un hisopado. Ella no se dio cuenta. A ti te quité cabellos mientras dormías. Ross… perdóname. Sé que tú nunca quisiste hacer esto, sé que la amas. Que la hubieras amado siempre aún sin saber. Pero… ella es igual a ti. Tú no lo ves porque tienes metido en la cabeza lo que ella te dijo y lo que tú le dijiste a ella. Crees que es una forma de pagar tu culpa. Que te mereces ese dolor, pero no es así. Y yo no puedo verte sufrir si hay algo que se puede hacer…" – La voz comenzó a fallarle. Ross desvío su mirada hacia ella y vio las primeras lágrimas caer sobre sus mejillas. – "Mira, no sé porque tu mujer te dijo lo que te dijo… y yo, todo este tiempo insistiéndote con ella. Debes haberme detestado. Pero… pero creo que ella estaba muy enojada también y en el momento quiso lastimarte de la peor manera. Y lo hizo. Y tú te fuiste… Yo no puedo saber, ni tú tampoco. Pero quiero creer que ella salió tras de ti para decirte que no era verdad y se quedó sin la oportunidad de hacerlo… Ella querría que supieras la verdad Ross. Quiero creer eso…" – las lágrimas caían ahora sin cesar. Él seguía sin decir nada. Sin terminar de procesar lo que tenía en sus manos, lo que ella le decía. Lo que hizo.
Clowie era su hija. Su hija biológica, porque siempre había sido suya. Regina le había mentido… El mundo pareció detenerse a su alrededor. Clowie era suya. Nadie jamás podría quitársela…
La imagen de Regina le vino a la mente. Allí, como la última vez que la había visto, en su negligé y sus piernas desnudas y con esa mirada en sus ojos. No era odio, era vergüenza y dolor. Dolor que él había causado con su abandono.
"Ross… lo siento. Siento haber faltado a mi palabra…" – Demelza continuaba diciendo a su lado.
Esa joven, esa mujer tan distinta a cualquier otra que no sabía cómo había entrado a su vida a hacer bien los males y ahuyentar los fantasmas, había acabado con su mayor temor. Con ella cualquier cosa era posible. Con ella era capaz de enfrentarlo todo…
"Di algo, por favor…" – rogó entre un mar de lágrimas.
El volvió a mirar la carta y se tomó más de un momento en decir:
"¿Por qué lloras?"
Demelza abrió grande los ojos, sorprendida por su pregunta.
"Porque… porque te enojaras conmigo. Porque hice algo que no querías que hiciera a tus espaldas y no podrás perdonarme y… y yo te amo, y no quiero perderte. Pero tampoco quiero que sigas sufriendo por algo que no es verdad…"
"No estoy enojado contigo." – Dijo y se puso de pie. – "Dios, Demelza…"
En un paso estuvo frente a ella, en un segundo la rodeó con sus brazos.
La escuchó jadear sorprendida, y un instante después ella lo abrazo también. Su cuerpo temblaba por el llanto. ¿O era el de él?
Demelza lo apretó fuerte y él a ella durante lo que parecieron años.
Liberando sus manos, las subió a su rostro para limpiar las lágrimas de sus mejillas. Él hizo lo mismo con las de ella. Riendo cuando sus dedos no daban abasto. "Soy un desastre." – murmuró. Él la dejó un momento para buscar el rollo de cocina y cortar varias servilletas. Se mantuvo a su lado mientras se secaba las lágrimas y se sonaba la nariz. Era preciosa aún toda colorada por llorar.
"Yo soy un desastre. O lo era, hasta que llegaste tu. Amor…"
"¿Todavía me quieres?"
"¡Por supuesto que sí! Ahora más que nunca. Demelza… esto… estaba tan asustado por esto. Por la posibilidad de que el resultado fuera otro…"
"No había forma de que fuera otro el resultado. Ella es una Poldark. De pies a cabeza…"
"Cariño… traes certeza adonde antes había duda. Amor adonde antes había dolor… tú llenas cada vacío, Demelza."
"¡Oh, Ross...!" -Ella lo besó entonces, sus ojos verdes brillaban de nuevo bajo la luz de la cocina. Ross se perdió entre la calidez de sus labios, de su amor. No estaba enojado, todo lo contrario. Estaba agradecido. Toda su vida no le alcanzaría para retribuirle todo lo que había hecho por él y por sus hijos.
"Te amo." - Repitió tomando sus mejillas entre sus manos. Le había dicho esas dos palabritas tantas veces ya, pero eran pocas. Siempre serían pocas.
"Y yo te amo a ti. Y si quiero vivir contigo..." - Su declaración sonó tan seria e imprevista que él no pudo evitar soltar una carcajada y posó sus labios sonrientes sobre ella de nuevo.
"Ayyy.. Demelza..." - suspiró en su cabello. Sentía sus manos alrededor de su cintura prendiéndose a él. Se mecían de un lado al otro ligeramente, él rodeándola completamente y ella con su rostro hundido en su cuello.
"¿Me perdonas entonces?"
"No hay nada que perdonar..."
"Si lo hay. Falté a mi palabra y, todo este tiempo, yo te insistí tanto con lo de tu esposa..."
"Y fue lo correcto. Es lo que debía hacer. Ella era su madre y eso nunca cambiará y deben tener un recuerdo de ella, saber que los quería. Como saben que tú y yo los queremos."
"Sí. Yo los quiero, y quiero ser parte de tu familia..."
"Nuestra familia. Existe gracias a ti. Y así como tú me ayudas, yo quiero ayudarte también. Si te gusta el empleo acéptalo. Nos acomodaremos, lo venimos haciendo desde hace meses...
… Hola, Clowie."
Demelza se separó de él prácticamente dándole un empujón y se giró para ver a su hija parada bajo el marco de la entrada a la cocina con carita de sueño y una pequeña sonrisa. Ross se acercó a ella y sin perder un segundo la levantó en sus brazos, la pequeña se prendió a él, sujetándose a su padre con brazos y piernas. Él dio varios besos en sus suaves mejillas y le acarició la cabeza y la espalda una y otra vez. Bailando también, como se había estado moviendo con Demelza hasta hace un momento. Sintió los ojos arder de nuevo, pero volvió a reír cuando los labios húmedos de su hija se apoyaron en su mejilla.
"¿Porque lloras? ¿Estás triste?"
"No. No, Clowie. Al contrario, lloro porque soy feliz, muy feliz."
"Ahhh..."
"¿Qué haces levantada a esta hora?"
"Tengo hambre."
"Yo estaba por cenar, Clo. Ven, come un poco conmigo." - dijo Demelza que volvió a encender el microondas.
Clowance acercó sus labios a su oreja "¿Ya le dijiste?" - susurró para que Demelza no escuchara.
Él asintió sonriendo.
"¿Y se estaban besando?" - eso ya lo dijo en voz alta.
"¿Qué?" - Demelza preguntó mirándolos con una mueca. Clowie se tapó la boca para disimular su risa.
"Clowie ya sabe." - dijo él.
"¡¿Qué?!" - Exclamó Demelza. Clowie se reía a carcajadas en brazos de su padre.
NA: Espero que hayan pasado un feliz fin de semana de Navidad junto a sus seres queridos. Les quiero agradecer por sus lindos mensajes y por seguir esta historia 3
