Clare entró a la habitación con la naturalidad de siempre, sin pensar en encontrarse con algo extraño. Raki ya se había recuperado casi por completo y volvía a estar activo. Aseguraba que ya podían seguir el viaje silo deseaba, pero ella no quería arriesgarse. En especial cuando no habían tenido ningún inconveniente en la granja. De momento nadie sospechaba de ellos y ningún incidente con yomas o despertados había tenido lugar.
Fue por eso que al entrar en la habitación se alarmó al sentir el olor de la sangre. Era débil, pero estaba allí incluso si no podía sentir un aura. Se lanzó a la puerta del baño y la abrió de un empujón y con tanta fuerza que golpeó la pared abriendo una grieta en esta.
—¡Raki! ¡Estás bien!
El joven se hallaba sentado en un pequeño banco frente al espejo. Había quedado paralizado ante su repentina entrada y no era capaz de responder. Tenía una pequeña cuchilla en la mano y el rostro húmedo. Por este corría un pequeño hilo carmesí que ya formaba una pequeña gota en su mentón.
—¿Qué pasa? ¿Qué estás haciendo?
Ahora comprendía que la situación no era alarmante y se sentía un poco avergonzada. Pero su curiosidad era legítima. El joven tragó saliva, parpadeó y miró al espejo. Él tampoco parecía muy seguro de lo que hacía.
—Me estoy afeitando.
Ella inclinó la cabeza un poco a la derecha sin comprender del todo. Raki alzó una mano y la pasó con suavidad sobre su mejilla.
—Ya puedo sentir la pelusa. Así que quería afeitarme antes de que creciera demasiado.
Clare avanzó hasta él y se inclinó a su lado para verlo de cerca. Apenas notaba algo a simple vista, pero creí entender a qué se refería.
—Creo que lo veo.
Pero no estaba muy convencida. Por lo que también levantó una mano y la puso sobre la mejilla del joven. Sintió un cosquilleo en la punta de sus dedos, algo muy diferente a la usual lampiñez a la que estaba acostumbrada. Pero a medida que sus dedos recorrían aquella delgada pelusa, se dio cuenta de que le gustaba. La sensación era agradable y suave. Tanto así que sin darse cuenta dejó de hacer una simple inspección y comenzó a disfrutar de la experiencia. Describía pequeños círculos sobre la mejilla o la rascaba par oír cómo se quebraban los pelillos contra sus dedos. Era una sensación totalmente nueva para ella.
—Clare… No es que esto me moleste, pero quiero terminar.
La voz de Raki la regresó a la realidad. El joven estaba ruborizado, podía sentir como ardía la mejillas debajo de sus dedos. También sintió sus propias mejillas ardiendo.
—Yo…
Su mano estaba tan cerca de la boca de Raki. Con un leve movimiento pasó su pulgar sobre sus labios. El aliento del joven acarició su dedo mientras los ojos azules permanecían fijos en los suyos. Alzó la otra mano y la colocó sobre el hombro de Raki sintiendo los músculos tensionándose ante el contacto. Todo en él era tan cálido.
Naturalmente se inclinó sobre su rostro. Separados apenas por escasos centímetros en los que sus exhalaciones se mezclaban. Su propio cuerpo apenas producía algún aroma que fuera diferente al de la sangre, pero el de Raki emanaba la fragancia de la hierba y las flores silvestres mezcladas con la calidez del verano. Quería internarse en ese idílico bosque y perderse en él hasta que conociera todos sus rincones. Era la primera vez que esos sentimientos se manifestaban en ella y no sabía cómo reaccionar. Solo se estaba entregando a ellos.
Llevada por ese impulso, apretó con fuerza sin darse cuenta. El hombro de Raki crujió bajo su apretón y el muchacho se dobló de dolor con tanta rapidez que su cabeza golpeó la de Clare derribándola de espaldas. Todo fue tan rápido que ninguno pudo reaccionar.
—¡Clare! —gritó Raki sin saber si ayudarla a levantarse, frotarse el hombro dañado o l cabeza.
—Estoy bien. Estoy bien.
La guerrera se incorporó tratando de recuperarse de la vergüenza. Se sacudió la ropa y antes de que el joven pudiera decir algo más le quitó la cuchilla.
—Deja que yo me encargue.
—Pero…
—No te muevas.
La cuchilla giró entre sus dedos con una agilidad muy superior a la de cualquier maleante. Raki apenas pudo ver algunas estelas metálicas dejadas por la hoja mientras Clare la manipulaba a gran velocidad. Fueron solo tres segundos.
—Listo —dijo ella satisfecha.
Raki se llevó una mano al rostro y se sorprendió al sentir la familiar lampiñez.
—Clare, eso fue increíble.
Ella sonrió.
—Sí. Comparado con cortar despertados esto no es nada.
Docenas de hilitos rojos brotaron del mentón de Raki de repente. Clare contuvo un pequeño grito llevándose una mano a la boca.
—Tal vez esta sea una de esas pocas cosas de las que solo tú puedes encargarte.
Y dicho eso salió corriendo del baño.
