First of all, a section in English. Thanks to my friend Folgoll for requesting this fic. I have never written something like this and I hope it will turn out well.
Folgoll you are amazing and you make us proud of you. The Discord and all the friendships that exist do it thanks to you.
Clare quería celebrar la recuperación total de Raki. Por eso había ido al mercado a comprar algo especial para comer mientras que él se encargaba de conseguir un nuevo gallo para la posada. Ella no era experta en el tema por obvias razones. A eso debía sumarle la exoticidad de los platillos exhibidos en los puestos. No reconocía ninguno y tampoco estaba segura del gusto de Raki. Dependía de sus ojos y nariz para elegir y fue así como terminó con unos bollos horneados.
Era una noche calurosa y la pareja se encontraba sentada en el porche de la casa. Melissa se había retirado a descansar dejándolos solos. La única luz provenía de la luna llena y de las numerosas estrellas desparramadas en el firmamento. Ambas espaldas descansaba contra la pared de madera, la cesta con bollos entre ellos.
Raki estaba recuperando el apetito por lo que después de darle las gracias varías veces empezó a comer con rapidez. Clare en cambió no se sentía tentada a probar bocado todavía. No cuando tenía la sensación de que debía disculparse por el incidente de la afeitada. Pero eso tampoco era algo en lo que se especializará. De hecho, al tratar con sus sentimientos sobre el joven se consideraba inexperta. De cualquier forma, esa era una buena oportunidad para construir sobre su relación.
—Raki, yo… Lo de esta mañana… Lo siento.
—¿Qué cosa?
— El incidente con… —levantó un dedo y lo pasó sobre su propio mentón con rapidez—. Ya sabes.
—No, no sé.
—Raki, habló de…
—Esto sabe muy bien —dijo mientras terminaba el sexto bollo—. Me pregunto qué tiene.
Clare comprendió que el joven le decía, a su manera, que el incidente no era importante. Su forma de hacerlo, como si nada hubiera pasado, la hizo sonreír aliviada. Tal vez, ahora que no había más batallas en el horizonte, podían construir a partir de pequeños momentos como ese.
—Los vendían en una tienda del mercado. Si tanto te gusta mañana podemos comprar más.
—Me gustaría, pero no quiero ser una molestia.
Eso la tomó por sorpresa.
— ¿De qué estás hablando?
Raki tragó antes de hablar.
—Sé que a veces es muy difícil lidiar conmigo y mis necesidades.
—Eso no es cierto.
—Sí, sí lo es. Porque tú eres tan… y yo soy tan…
— ¿Eres qué?
—Ya sabes… Muy diferente.
Raki dejó caer su cabeza sobre el hombro de Clare. El repentino peso casi la hizo caer, pero alcanzó a estirar el brazo contrario para sostenerse en un extraño ángulo. El aliento del muchacho golpeaba su cuello que comenzaba a tomar un tono rojizo. Dicho tono se extendía por su rostro con rapidez y no estaba segura de cómo detenerlo. Quitarse a Raki de encima hubiera sido un buen comienzo, pero por alguna razón no se sentía capaz de hacerlo.
—Raki, yo… Esto no está bien —desvió su mirada para no ver el rostro del joven y a la vez ocultarle su rubor.
—Es verdad, sí Teresa se entera me mata.
Las palabras captaron su atención de inmediato. Normalmente era ella quien mencionaba ese nombre. Y que hubiera surgido en una situación como esa lo volvía más extraño.
— ¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso?
— Ay, ella lo sabe todo.
Algo de nerviosismo afloró en su voz.
— Todo ¿Qué es todo?
Él se acomodó para alcanzar el oído de Clare con sus labios. Su voz fue un susurro que hizo arder las mejillas de la muchacha.
—Todo.
Raki lanzó una fuerte carcajada que resonó en la noche.
— ¿Raki?
—Perdón, perdón. Tenía muchas ganas de desahogarme.
El joven se incorporó mientras se limpiaba unas lágrimas que corrían por su rostro. Respiraba agitado y por un momento parecía que la fiebre había regresado. La preocupación de Clare también regresó
—¿Te sientes bien?
—¡Mejor que nunca!
Se incorporó de un salto, elevándose sobre ella como una torre y extendiendo los brazos. Estaba poniéndose tan rojo como ella había estado segundos antes. Su voz no sonaba tranquila como de costumbre, se lo escuchaba más activo, casi desesperado por hablar.
—No sé por qué, pero es la primera vez que la noche me parece tan viva. Y alegre. Tengo muchos deseos de correr alrededor de esta hermosa granja y gritar hasta que se he acabe el aire de los pulmones. Porque estoy feliz. Feliz, feliz y feliz. Pero tengo mucho calor.
De un momento a otro Raki luchaba con los botones de su camisa para librarse de ella. De momento parecía que la prenda estaba ganando, pero Clare no esperaría a ver el resultado. Se puso de pie y tomó las manos de Raki para detenerlo.
— ¿Qué te sucede? Tú no eres así.
—Así… ¿Cómo así? Vamos, aprendí muchas cosas en estos siete años. Ya sabes, además de usar la espada.
Un brazo rodeó la cintura de Clare mientras que otro tomaba una de sus manos y la alzaba por encima de sus cabezas. Con pasos torpes, Raki comenzó a guiarla en el baile menos coordinado de la historia. Todo fue tan sorpresivo que la guerrera no tuvo tiempo de resistirse.
— ¿Qué haces, Raki?
— Te doy una demostración. Este es un baile muy popular en el sur ¿Sabías que el sur tiene los mejores viñedos? Es por eso que tienen el mejor vino.
Fue cómo si una chispa de entendimiento estallará en el cerebro de Clare. Justo en medio del extraño bailoteo.
— Probé vino una vez. No me gusta. No lo toleró muy bien.
— ¡Raki, estás ebrio!
La experiencia del baile resultó breve. La cintura del joven chocó contra la barandilla del porche y esta cedió ante el repentino peso. Se volvió añicos y ambos jóvenes se precipitaron al césped. Gracias a su habilidad sobrehumana, Clare pudo girar en el aire para ser ella quien amortiguara la caída. Apenas emitió un gruñido por el golpe, fue más una molestia que verdadero dolor.
—¡Clare! ¡Clare! No mueras, Clare.
Raki hablaba con torpeza mientras trataba de incorporarse. Trataba era la palabra clave, pues en ningún momento fue capaz de lograrlo. Aún seguía llamando a Clare a grandes voces, temeroso de que se hubiera hecho daño. Algunas lágrimas escapaban de sus ojos mientras se recriminaba lo inútil que era. Ella ya se encontraba de pie y sacudiéndose algunas verdes hebras del vestido.
— Clare, lo siento tanto. Es mi culpa. Todo es mi culpa. Como cuando ese yoma te atravesó el estómago.
La mano de la guerrera le tapó la boca antes de que pudiera decir algo peor. Los oídos de la joven captaron los sonidos provenientes del interior de la casa. Melissa había oído el alboroto y se dirigía a investigar. Por debajo de su mano los labios de Raki seguían pidiendo disculpas por incidentes inentendibles. No podía arriesgarse a que dijera algo así delante de la dueña de la posada.
En un parpadeó cargó al joven a la manera nupcial sin problemas y comenzó a evaluar la mejor ruta de escape. Recordaba que había dejado abierta la ventana del cuarto. Solo tenía que rodear la casa y alcanzarla sin soltar a Raki.
— Y disculpa que cuando Deneve me mostró los pechos me quedara viendo por unos segundos.
—No hables más, tenemos que… Espera… ¡¿Deneve hizo qué?!
—Uh, oh oh.
La puerta de la casa empezó a abrirse. En un estallido Clare se lanzó hasta el otro extremo del porche. Con un segundo impulso recorrió el flanco del edificio hasta llegar a la ventana. Todo en el tiempo que le llevó a Melissa terminar de asomarse al exterior.
La imagen del duo no dejaba de ser extraña. Una mujer de poco más de metro sesenta y grácil figura cargando a un muchacho de metro ochenta fornido como un barril. Y el muchacho no dejaba de balbucear sobre incidentes inentendibles. O así era hasta que dijo…
—Creo que voy a vomitar.
—Espera unos segundos.
—No, en serio. Creo que voy a…
Antes de que pudiera terminar sus palabras, empezó a realizar una serie de arcadas. Ella quería decirle que esperara hasta que estuvieran adentro y con la ventana cerrada para ocultar el sonido. No parecía que fuera a aguantar. Y lo que era peor, cada vez que Clare encontraba la posición indicada para cruzar la ventana, él comenzaba moverse y la forzaba a buscar otra.
—Raki, en serio tienes que… Raki, quédate quieto. En serio, tienes que… Olvídalo.
Arrojó al joven al otro lado de la ventana y enseguida lo siguió de un salto. Solo que ella aterrizó con elegancia, giró sobre sus talones y cerró la ventana con rapidez. Raki no vomitó, pero se ovilló alrededor de sus piernas como un gato.
—Creo que esos bollos tenían algo malo.
—Sí, Raki —dijo ella agachándose para acariciarle el cabello—. Pero de ahora en adelante te conviene ser abstemio.
— ¿Abs.. Qué?
—Ya lo entenderás… Y también tendrás que hacerme entender eso sobre Deneve.
—Uh, oh oh.
Al cabo de uno minutos las arcadas se detuvieron sin que Raki vomitara. Fue un alivio no tener que lidiar con eso.
— Por ahora lo mejor es que te recuestes… Boca abajo.
Con cuidado, Clare lo ayudó a ponerse de pie y lo condujo a la cama. Lo sentó en el borde y le quitó las botas mientras él la observaba con un semblante confuso.
— Es la segunda vez que me llevas a la cama.
— ¡¿Qué?! —dijo ella con las mejillas rojas de nuevo.
— Eh, sí. Ya sabes… Cuando era niño y me encontraste en el desierto.
— Ah, sí. Cierto. Bueno, no pienses en eso y recuéstate.
Clare se inclinó sobre la almohada y apartó las sabanas para que él pudiera acostarse. Volteó de nuevo hacia Raki para ayudarlo a hacerlo, pero lo que vio fue tan inesperado que no supo cómo reaccionar. Su mirada era tan distinta, con un tono de malicia del que no lo creía capaz.
— ¿Qué… qué pasa?
Como un par de tenazas, las manos de Raki se ciñeron a su estómago. Un escalofrió le recorrió la espalda hasta llegar a su nuca, extendiéndose luego a las puntas de sus cabellos.
— Ra… Raki.
— ¿Aquí?
Antes de que pudiera comprender, los dedos de Raki se desparramaron sobre su vientre y comenzaron a jugar. Nunca había experimentado una sensación como esa. Sus nervios se sobresaltaron de una manera diferente al dolor producido por las batallas. El efecto corría con intensidad por todo su cuerpo y la hacía estremecerse. Sujetó las manos del joven para tratar de alejarlas, pero en el forcejeó perdió el equilibrio y cayó sobre el colchón. Cada parte de su mente le decía que debía estar molesta, pero en vez de eso comenzó a reír. Trató de apretar los labios para contenerse, pero no pudo logarlo.
— Raki, espera… No.
Forcejeó contra las manos que no abandonaban su vientre, pero mientras lo hacía comprendió que no estaba luchando realmente. Las lágrimas se formaron en sus ojos, pero no era amargura. Fingía que se resistía, pero en realidad disfrutaba la experiencia. Ese falso combate formaba parte del juego. Era algo nuevo, un tanto molesto, pero definitivamente no desagradable. Y por eso mismo no quería escapar hasta saber lo que realmente sentía ante aquella nueva forma de interacción.
— Siempre tuve curiosidad.
— Raki… Basta… Lo digo en serio…
"No pares", pensaba mientras movía la cabeza de un lado a otro cada vez más rápido. Columnas de hormigas invisibles desfilaban por sus piernas. Para detenerlas golpeaba el suelo con sus botas, tratando de aplastarlas antes de que subieran por sus extremidades.
— ¡No! ¡No ahí! ¡En cualquier lugar menos allí!
— ¿Tienes cosquillas allí?
— Vas… Vas a pagar por esto… Raki.
— Ese es un problema del Raki sobrio.
— Voy a matar al Raki sobrio.
Pero la dulce risa que brotaba de sus labios volvía la amenaza un montón de palabras vacías. Se cubrió la parte superior del rostro con ambas manos para dejar que la risa siguiera su curso. No podía aplastar a las hormigas y en medio del ajetreó por intentarlo una de sus botas salió despedida y se estrelló contra la pared. Raki observó el pie desnudo y la sonrisa maliciosa regresó.
— ¿Tienes cosquillas allí también?
— Ni siquiera… Ni siquiera lo pienses.
Las manos de Raki se apartaron del estómago y fueron reemplazadas por su cabeza. Las cosquillas se detuvieron y Clare fue recuperando el control de sí misma. Estaba agitada y tenía el rostro empapado en sudor. Le dolía el estómago y casi se había quedado sin aire. "No lo decía en serio. No te detengas", pensó mientras despegaba la nuca del colchón para ver el rostro somnoliento del joven. Balbuceaba algo y por la forma en que se torcían sus labios lo encontraba muy gracioso. Ella no pudo contener su curiosidad.
— ¿Qué pasa?
— Solo pensaba… El día que te conocí ¿Quién hubiera pensado que ese mocoso un día te haría feliz en la cama?
Las mejillas de Clare recuperaron el rojo característico de esa noche. Iba a responderle algo cuando se percató de que él ya estaba dormido. Lo contempló por unos instantes antes de llevar una mano hasta su cabeza para jugar con los cabellos castaños.
— Sí. Lo hiciste, Raki. Me hiciste feliz.
