El cuerpo de la criatura era un rombo cubierto por una coraza rojiza. De ella se desprendían cuatro patas similares a las de un cangrejo y rematadas en grande cuchillas. Avanzaba en línea recta por el bosque, alzándose a cinco metros del suelo. Si un árbol se cruzaba en su camino lo derribaba sin detenerse. Los animales habían huido para alejarse de la entidad, pese a que esta no tenía interés en ellos.

Lo primero de lo que se percató Clare fueros las coyunturas de las patas. Eran espacios delgados, pero estaban desprotegidos para que la coraza no estorbara su movilidad. Ya tenía su espada lista y sin dudarlo se lanzó para dar el primer corte. Tomó al despertado por sorpresa y el pesado apéndice se desplomó en el suelo con un estrépito. El cuerpo se detuvo y un chillido de dolor emanó de su interior. Pero la guerrera se arrojó como una saeta al siguiente apéndice, lista para cortarlo.

Las cosas no salieron bien. La coraza se deslizó sobre la pata como l pieza de una armadura justo a tiempo de cubrir la coyuntura. La hoja de la espada rebotó lanzando chispas y Clare apretó los labios con frustración. Usó el impulso para catapultarse contra un árbol. Golpeó la corteza con sus botas y de ahí saltó a tierra justo antes de que una de las patas hiciera estallar el árbol de un golpe. Una vez en el suelo, la guerrera dio un nuevo salto para elevarse por encima del cuerpo del despertado y aterrizar sobre este. Descargó el cortavientos, pero todo lo que consiguió fue una nueva lluvia de chispas.

—Qué cosa más molesta —dijo con enojo.

Con un crujido, una de las patas dio un veloz giro de trescientos sesenta grados sobre su coyuntura. La cuchilla forzó a la guerrera a saltar hacia arriba para no ser cortada en dos. Al llegar a lo más alto concentró todas sus fuerzas en los brazos. Mientras caía, los músculos se tensaron al ser recorridos por gruesas venas. Tenía mucho tiempo desde que había hecho algo como eso. Pero el resultado fue satisfactorio. El golpe destrozó la cuchilla acorazada y dejó gruesas grietas en el costado del despertado.

Con dos apéndices menos el monstruo no pudo mantenerse erguido y se desplomó estremeciendo al bosque entero. Clare se colocó a buena distancia de la criatura para contemplarla mejor. Era un enemigo débil. Había luchado con todo lo que tenía y después de recibir esas heridas su aura ya se había reducido bastante. Sin embargo podía sentir el deseo asesino aún latente.

Las dos patas restantes golpearon la tierra lanzando el cuerpo en dirección a Clare. Era como un gigantesco ariete tratando de embestirla y levantando torrente de tierra al deslizarse sobre esta. Pero también era tan torpe como una tortuga para sus reflejos sobrehumanos. De un salto pasó por encima del obstáculo, pero mientras se encontraba en el aire las patas se lanzaron sobre ella.

Levantó su espada a tiempo de cubrir un golpe con la hoja. Aprovechando de nuevo el impulso se catapultó hacía atrás para esquivar la otra cuchilla. Ambos apéndices colisionaron destrozándose mutuamente. Un horrible chillido emanó del interior de la criatura mientras Clare aterrizaba con elegancia.

El despertado no hizo nuevos intentos de moverse. Pero la sed de sangre seguía allí. Clare colocó su espada en la media vaina.

—Date por vencido. Ya no puedes hacer nada.

La coraza del monstruo estalló cuando un largo cuello carnoso salió disparado de su interior. Era un amasijo de tentáculos carnosos, repleto de ojos dorados y rematado en una boca redonda llena de colmillos. Clare volvió a usar el cortavientos, pero esta vez ninguna coraza protegió al enemigo. La carne estalló con violencia en un reguero de sangre a medida que la guerrera corría en dirección al punto del que había surgido, destrozando el apéndice sin piedad.

Al llegar a la coraza clavó su espada en esta hasta la guarda. Pudo sentir un estremecimiento dentro mientras las partes blandas luchaban por alejarse del filo mortal. Empujó con más fuerza la empuñadura y la retorció con rapidez. Un silbido agonizante brotó de la criatura. Los muñones que solían ser sus patas se estremecieron con violencia sin que el semblante de la mujer perdiera la frialdad que mostraba al matar monstruos. La sangre empezó a brotar del agujero y se derramó sobre la tierra.

Clare tiró de la espada para liberarla de la carnosa vaina. Ya ningún aura emanaba del cuerpo. La criatura se había arriesgado a exponer su punto débil como último recurso. Una apuesta a todo o nada a la que había tenido que pagar con su propia vida.

Con un rápido movimiento se deshizo de la sangre que manchaba su espada y la regresó a la media vaina con el característico silbido metálico. Sin más miramientos se dio la vuelta y emprendió el regreso. El bosque no recuperaría su normalidad por un tiempo, pero aquel silencio no le desagradaba. La dejaba pensar con tranquilidad y lidiar con lo que había visto antes de la batalla.

No corrió, solo caminó por el bosque durante unos diez minutos hasta que alcanzó el amplio claro. En otro tiempo podía decirse que allí había un campamento, pero ahora se alzaba el escenario de una masacre. Los cuerpos de unos diez hombres, según calculó, yacían desparramados sobre la hierba. Yacían sobre lo que quedaba de sus intestinos, entre las bolsas de dormir desgarradas. Sus posesiones en orden, pues el monstruo ni siquiera se les había acercado. Raki inspeccionaba uno de los arcones y al verla se puso de pie.

—Estoy bien —dijo ella adelantándose a sus preguntas—. No era un enemigo fuerte, solo un poco complicado.

Él dejó escapar un suspiro de alivio.

—Sabía que estaríasbien. Pero aún así…

Clare quería cambiar de tema. Habían tenido esa conversación muchas veces. Incluso siendo un adulto y actuando mucho más tranquilo que antes, Raki seguía preocupándose como un niño por ella.

—¿Qué estabas viendo?

—Tenía curiosidad. Hay algo extraño en estas personas.

—Había algo extraño.

—Sí, bueno lo que quiero decir es…

—Lo sé. Ya lo había notado antes de ir por el despertado.

Ambos alzaron las cabezas al oír el graznido. Varios cuervos empezaban a reunirse en las ramas para el festín. Algunos ya descendían sobre los cuerpos para palparlos con sus negros picos.

—Raki, estas personas eran bandidos.

—¿Cómo lo sabes?

Clare desvió la mirada con un dejo de tristeza en ellos.

—Tengo experiencia. Sus ropas —señaló el cuerpo más cercano—. Están sucias como si vivieran en la intemperie. Todos están armados, no solo con espadas. Puñales, hachas y látigos.

Clare apuntó con el pulgar por sobre su hombro en dirección a un arcón abierto.

—Solo hay hombres. Pero tienen ropa de mujeres y niños. Dinero y joyas.

Raki dio un rápido vistazo al claro y se percató de que lo que decía la guerrera era cierto.

—Eres increíble. Yo no fui capaz de unir los puntos.

—Tranquilo, ibas por buen camino.

—Pero no solo eso —dijo con admiración sincera— A pesar de saber que eran bandidos los vengaste.

Clare hizo un mohín de disgusto y se cruzó de brazos.

—Lo hice para evitar futuras víctimas. No por ellos.

Incómodo, Raki se rascó la nuca. El tono de la mujer era extraño.

—Ya veo.

—De cualquier forma, deberíamos irnos. No quiero estar aquí cuando los cuervos empiecen a comer.

—Aunque es una pena dejar todas estas cosas aquí. Aunque sean robadas podrían servirle a alguien.

Clare cerró los ojos y presionó el puente de su nariz entre el pulgar y el índice.

—Entiendo lo que dices, pero no somos una beneficencia. En todo caso, puedes dar aviso en el pueblo más cercano y que ellos vengan.

—Bueno, pero que me dices de esto.

Raki caminó hasta el arcón que había inspeccionado y sacó de su interior un vestido marrón rojizo. Al verlo, algo se agitó en el interior de Clare.

—Este vestido está en buenas condiciones y creo que es de tu talla. No sería mala idea que tengas otra cosa para ponerte. Ya sabes, en caso de que tengas que ocultar que eres una guerrera.

Clare avanzó hacia él y tomó el vestido con suavidad. Al sujetarlo fue como si estuviera tocando los recuerdos de su infancia. La tienda de ropa donde había estado tantos años atrás apareció ante ella. Y también Teresa. Sentada en una silla y viéndola con una sonrisa en el rostro.

—¿Clare?

"Sí, eso te queda bien". Podía oír la voz de Teresa con tanta claridad. Era una caricia para sus oídos, pero también un recordatorio de lo que podría haber sido de no ser por una serie de sucesos.

—Este vestido…

Era un vestido igual al que Teresa le había regalado cuando era una niña. Lo tenía cuando se presentó a la Organización para sacrificar su humanidad en pos de la venganza. Desde entonces solo lo había visto en sus recuerdos, pero ahora estaba allí de nuevo. Con la sola diferencia de que este era un poco más largo. Al mirar el contenido del arcón, vio que las mangas también estaban allí. Unas lágrimas se formaron en sus ojos.

—Este vestido es…

Los brazos de Raki la rodearon para acercarla a su cálido pecho. Uno alrededor de la cintura y otro a lo largo de la espalda, con la mano apoyada en su nuca. El rostro de Clare quedó acunado entre la cabeza y hombro izquierdo del joven.

—Raki…

—No sé qué está pasando, pero mi madre solía decir que si abrazas a alguien durante treinta segundos, esa persona se sentirá mejor.

Tanta inocencia que ella creía perdida, algo que no volvería a formar parte de su vida. No pudo evitar corresponderle. Uno de sus brazos rodeó tembloroso la cintura del joven mientras ella se sumergía en el confort que le brindaba el contacto. El dolor por haber recordado esos días perdidos seguía en su pecho, pero al mismo tiempo había surgido una sensación de calidez que le decía que todo bien. La presencia de Raki resonaba con los sentimientos más positivos que guardaba en su memoria y ambos se combinaban en ese momento de calma. Un momento indiferente a la muerte que los rodeaba o a la carne y sangre abominables que dormían en su cuerpo. En ese breve abrazo no se sentía diferente de la niña humana que solía ser, como si el vestido actuara como un puente que unía su pasado y presente.

—¿Cómo te sientes? ¿Mejor?

Pudo sentir que Raki estaba a punto de separase de ella. Antes de que lo hiciera, se aferró con más fuerza a él para evitarlo.

—Necesito otros treinta segundos. Por favor.

—Los que quieras —dijo él con el tono que solo usaba con ella.

—Y también este vestido.

—Si es lo que deseas.

Ella asintió sin decir nada. Raki notó un pedazo de carne sanguinolenta enredado en el cabello de Clare. Se lo quitó sin que se diera cuenta y siguió abrazándola como si nada hubiera pasado. Ya había aprendido a convivir tanto con la guerrera de ojos plateados como con la muchacha que solo necesitaba un abrazo de vez en cuando.