Capítulo 41: Un día muy muggle con Draco Malfoy


Era la mañana del primer sábado de Agosto cuando Severus Snape recibió una visita bastante… especial por la Red Floo.

Por recomendación de su tutor, Harry se quedó aquella mañana esperando pacientemente en su habitación cuando escuchó la llegada de las visitas por la chimenea, tratando de mantenerse lo más silencioso posible. Respiraba lento y profundo, tratando de seguir las indicaciones de Snape y manteniendo su mente estable; "así no sentirán tu presencia", le había dicho, además de recordarle que era parte del entrenamiento de meditación.

En la sala de estar, en cambio, cruzaban el umbral de la chimenea un muchacho rubio y una dama de semblante altivo, ambos de piel bastante pálida y mirada escrutiñadora.

— Sean bienvenidos — dijo Snape a los recién llegados.

— Gracias por recibir a mi hijo, Severus — le respondió la mujer. — Lamento si es pedir demasiado, pero Draco insistió en que quería salir de casa y visitarle al menos una vez este verano.

— Y yo agradezco la confianza que Lady Malfoy pone en mí para dejar a su hijo en mi cuidado — respondió el otro, con una leve reverencia. — Aun siendo el padrino de Draco, recibirlo en mi morada es bastante… heterodoxo.

— No necesita ser tan formal, padrino. Agradezco enormemente el que pueda recibirme, aunque fuera por un día — respondió el otro, esforzándose por disimular una sonrisa y mantener una expresión altiva.

Snape y Draco se quedaron mirando unos momentos hasta que el mayor volvió a dirigir su mirada hacia la mujer.

— Bien. Ahora, si no es mucha molestia, te pediría que me esperases en el estudio… pronto iré a acompañarte y mostrarte lo que podríamos hacer aquí, ¿sí? — le dijo, a lo que el menor asintió y, tras una corta reverencia a su madre, caminó hacia el cuarto de estudio. — ¿Está todo bien, Narcissa? — preguntó cuando Draco ya no estaba, bajando el volumen de su voz.

— No precisamente — le respondió la otra, con seriedad. — Lo ocurrido el semestre anterior ha estresado enormemente a Lucius, y ha traído momentos… incómodos en casa. Que Draco esté lejos de esas complicaciones es más que necesario, y por ello te lo agradezco. — se sinceró, ablandando un poco su mirada.

— Si bien Lord Malfoy es mi amigo, no puedo negar ofrecer apoyo a su dama ni a mi ahijado… — le dijo, con su típico y frío semblante. — Y, si me permite decirlo, Draco se ha esforzado en cumplir los deseos de su madre y conocer nuevos amigos dentro de la escuela.

— Así supe… y el brillo en sus ojos con el que volvió a casa me lo ha demostrado. ¿Algo que quieras comentar al respecto?

— Para nada.

— De acuerdo — concluyó la mujer antes de volverse hacia la chimenea. — Volveré por Draco después de la cena.

Y, sin más, la mujer volvió por donde vino, a través de la Red Floo.

Snape suspiró y miró hacia la sala de estudio antes de caminar hacia la escalera y tocar en el marco. Sin esperar respuesta desde el piso superior, se dirigió rápidamente hacia Draco, quien estaba leyendo un libro.

— ¿Qué estás leyendo? — le preguntó, asomándose por el umbral.

— Familias Importantes y sus Raíces. Un libro interesante pese a ser una versión antigua — le respondió el otro, mientras pasaba las hojas del libro. — ¿Le comenté alguna vez que Harry Potter tiene bastante conocimiento de las líneas de sangre? Nadie diría que en verdad fue criado por muggles, ¿cierto?

Snape dio unos pasos hacia el interior del estudio y trató de disimular una pequeña sonrisa.

— Bueno, hablando de eso… — comenzó a decir cuando Harry entró lentamente al cuarto, quedándose de pie junto al mayor.

— Lo que ocurre es que tuve un muy buen tutor — interrumpió, haciendo que Draco se volteara hacia ellos.

El trío se quedó estático mientras el rubio trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo, pasando rápidamente su mirada entre el de lentes y el hombre que estaba a su lado.

— ¿Qué rayos haces aquí? — preguntó finalmente.

— Bueno, la verdad es que yo vivo aquí — dijo Harry, riendo un poco mientras se acercaba. — Soy el pupilo legal del Sr. Snape.

— ¿Es eso cierto? — insistió Draco, dirigiendo la mirada al otro.

— Pues sí… y, la verdad, quisiera que eso quedara entre nosotros, si no es mucha molestia.

El silencio se hizo nuevamente presente mientras Draco volvía a pasar su mirada rápidamente entre Harry y Snape.

— ¿Qué acaso está loco? — finalmente le dice al mayor. — Mi padre habla de Harry como si fuera el peor de los enemigos, alguien a quien yo debería matar dentro de la misma escuela, y usted acepta a que yo venga… ¡incluso sabiendo eso!

— Bueno, tu madre me dijo que querías estar fuera de casa, y que ella era incapaz de encontrar una mejor solución… — respondió Snape. — Además, sé que lograron hacerse amigos y pasar un buen tiempo antes de concluir el año escolar.

— Sí, eso está bien, pero ahora… — insistió el rubio, comenzando a inquietarse.

— Vamos, Draco. Tranquilízate y concentrémonos en tener un buen día — le sonrió Harry, poniendo una mano sobre su hombro. — Una vez me preguntaste cómo era el mundo muggle, ¿recuerdas? Aprovechemos este día para verlo, ¿te parece?

Y, sin esperar la respuesta del otro, Harry salió del cuarto seguido por su tutor, quien no pudo seguir evitando el esbozar una divertida sonrisa.

Draco se quedó allí, estático y confundido, tratando de pensar en qué era lo que estaba ocurriendo hasta que finalmente decidió cerrar el libro y levantarse de su asiento, dirigiéndose a la sala de estar, donde Harry le esperaba.

— Bien, ya estoy aquí — dijo el rubio, acercándose. — ¿Qué tienes pensado hacer?

— Bueno, la verdad es que hoy pensaba descansar de las enseñanzas que el Sr. Snape me da, y por ello quería aprovechar de iniciar este nuevo juego que me regaló por mi cumpleaños — dijo, abriendo un gabinete bajo el televisor y tomando unas cosas de su interior.

— ¿Qué es eso? — preguntó Draco al ver un aparato que estaba dentro del gabinete.

— ¿Esto? Es una Super NES, una consola de videojuegos — respondió el otro, sonriendo mientras le mostraba uno de los controles.

— ¿Una qué?

— Un… ugh, un aparato de tecnología muggle que permite… ¿un tiempo de entretenimiento? No sé cómo explicarlo mejor… — dijo Harry, rascándose la nariz. — Bueno, no importa, ya lo verás.

Entonces tomó una alargada caja dorada con una franja negra, en el que se leía un decorado logotipo que decía "The Legend of Zelda: A Link to the Past". Harry abrió la caja y sacó un cartucho, el cual insertó en la parte superior de la consola y pulsó el botón que le da energía, al tiempo que encendía el televisor y retrocedía para sentarse en su puesto habitual.

Los primeros sonidos se hicieron presentes antes de la pantalla negra con el pequeño texto diciendo "Nintendo presenta", para luego dar paso a la música y colores de la pantalla de inicio del juego. El mismo logotipo se hizo presente en la pantalla con una fanfarria mientras Harry miraba la pantalla con emoción.

— ¿Qué es eso? — insistió Draco, confundido, pero igualmente intrigado.

— Calma, podré explicártelo mejor después de la historia…

— ¿Historia? ¿Qué historia?

Pero el rubio no pudo continuar preguntando cuando la música cambió y la imagen pasó a otra donde, junto a un fondo contextual, el texto comenzó a describir el contexto y la historia del juego. Por los siguientes dos minutos, los jóvenes estaban absortos en la historia del fantástico reino de Hyrule y del poder que éste intentó proteger hasta que el misterioso mago Agahnim llegó para liberar el sello que protegía dicho poder. Una vez terminado eso y la pantalla volvió al título, con la fanfarria resonando en el cuarto, fue que Harry volvió a hablarle a Draco.

— Ese aparato, la consola, muestra lo que está guardado en el cartucho a través del televisor, la pantalla que está sobre el mueble, y uno lo controla con esto — dijo, mostrando el control. — Como ves, este juego es una historia, y nosotros vamos a avanzar y desarrollar esta historia… piénsalo como un libro en el que tú te mueves para poder descubrir su historia.

Y, sin esperar la respuesta, Harry apretó los botones e inició su aventura. Draco aún estaba confundido, pero pronto dirigió su atención hacia la pantalla para ver cómo Harry comenzaba aquella historia.

No pasó mucho tiempo cuando Snape se asomó por el umbral y pudo ver a Harry quien, después de un tiempo jugando, le pasaba el control a Draco y le indicaba qué tenía que hacer y para qué servía cada botón. Sonreía mientras veía al par conversar amenamente y tratar de entender qué era lo que debían hacer o hacia dónde deberían avanzar.

¿Qué opinarían los padres de Malfoy si supieran que su hijo está compartiendo con el enemigo que se interpone con la ideología de la supremacía mágica, y que además está disfrutando de las mundanas entretenciones muggle?

La mañana continuó, con la casa llena de gesticulaciones de asombro por los giros de la historia o por ingresar a un nuevo escenario, o bien de molestia cuando uno de los jóvenes moría ante un enemigo. A veces alguna risita por comentarios, o bien un momento de alegría por derrotar un jefe. Debido a que Snape fue incapaz de concentrarse en su habitual lectura debido a las voces que ahora llenaban la casa desde la sala de estar, no encontró mejor solución que acompañarlos y ver cómo avanzaban la historia, interesado también por el avance de ésta.

Sin embargo, ya se acercaba la hora del almuerzo, y tuvo que recordarles a los jóvenes que pronto tendrían que apagar la consola. Sin poner más reparos, Harry convenció a Draco de jugar ajedrez mientras esperaban a comer… pero, a diferencia de lo que el rubio esperaba, el de lentes abrió un ajedrez muggle que Snape tenía guardado de hace varios años en esa casa.

Teniendo que conformarse con usar sus manos en vez de un medio mágico, Draco rápidamente se entusiasmó con el juego y se concentró en las jugadas que tendría que hacer contra su adversario. Lamentablemente, apenas si estaban llegando a la realización de "jaques" cuando el mayor los llamó a comer.

— ¿Ves? Te dije que sería igual — le dijo Harry, con una sonrisa.

— Y yo te dije que, de ser así, te ganaría de todas maneras — respondió Draco, riendo junto al de lentes mientras se sentaban a la mesa.

— Veo que lo están pasando bastante bien — dijo Snape, mientras servía la comida.

— No pensé que sería un día tan bueno — dijo abruptamente el rubio, para sorpresa del mayor.

— Y yo me alegro de tener visitas. No he podido hablar con nadie debido a que han salido de vacaciones — dijo Harry, alcanzando un vaso para servirse algo de la limonada que su tutor había preparado.

— Madre y yo pensábamos salir de vacaciones… pero decidió cancelarlas debido al regreso de Lord Black — dijo, con algo de seriedad. — No le hizo mucha gracia lo que está pasando con tía Bellatrix, pero no entiendo mucho de ello además de la formalidad familiar… y, por como va este día, ciertamente prefiero haberme quedado. ¡Muchas gracias por recibirme hoy! — concluyó, sonriéndole tanto a Harry como a Snape.

— No hay de qué, Draco… pero aún queda bastante del día — respondió el mayor, con una sonrisa.

Comenzaron a comer, conversando un poco y disfrutando de la comida que había preparado el mayor: carne de vacuno al horno, debidamente especiada con cebolla, aliño completo y un poco de vino, acompañada con puré de patatas. La cocina muggle tenía otros sabores, pero parecían ser igualmente del gusto de Draco.

El rubio preguntaba qué harían a continuación, pero tanto el menor como el mayor evitaban dar una respuesta directa. Simplemente le decían que saldrían a dar un paseo y caminar entre los muggles, conocer el pueblo y disfrutar de la tarde antes de concluir el día.

La curiosidad era palpable, a diferencia de la ansiedad, la que Draco sabía ocultar muy bien. Sus ojos analizaban todo, escrutando hasta la última posible pista que pudiera indicar qué sería lo que descubriría a continuación.

Tras descansar un poco de la comida, se prepararon para salir. A diferencia de Harry, quien ya vestía más casual, Snape encantó su atuendo y el de Draco para que pudieran salir sin problemas a la calle. Si bien semejante protocolo le parecía bastante molesto al rubio, sus ánimos se vieron rápidamente contrariados una vez salió de la casa.

Si bien el sector era bastante urbano, tenía un cierto encanto que atrajo rápidamente la atención del chico. El cielo de la costa Oeste, los árboles que decoraban las calles principales, los parques que parecían estar ocultos en zonas muy específicas, el sonido del tren a lo lejos, los coloridos locales de comida, y la gran cantidad de vehículos que iban y venían tal como lo hacía la gente.

Los muggles no eran en sí nada espectacular, pero el nuevo ambiente era algo que Draco trató de asimilar con ansias. Todo era demasiado normal y, a su vez, desconocido y nuevo.

El olor del mar mezclado con la maquinaria en los muelles, la extraña visión del campo universitario de Barrow in Furness. Un entorno bastante diferente bajo el Sol de verano. Pero la caminata no se detuvo hasta que, con una vuelta un poco larga, llegaron hasta el Vue Cinema.

La gente iba y venía. El olor de las golosinas llegaba hasta ellos mientras las luces los invitaban al interior del recinto.

— ¿Qué es este lugar? — preguntó Draco una vez se percató de que estarían haciendo la fila para poder ingresar.

— Aquí se proyectan películas, que es una manera de contar historias mediante una imagen móvil acompañado de audio — trató de explicarle Harry, en voz baja. — Imagina las fotografías que tienen los magos, pero que cuentan una historia de al menos una hora, y que puedes escucharla como cuando los retratos de Hogwarts se ponen a hablar…

— ¿Los muggles pueden hacer algo así? — preguntó, sorprendido.

— Sí, pero por medios mucho más complejos, y sólo gracias a la tecnología de este siglo — respondió Snape, en un tono severo. — Ahora, por favor compórtense, que ya podremos comprar las entradas.

El mayor se acercó al mesón y compró los tickets para él y los dos menores. Draco miraba intrigado los afiches que mostraban las películas que estaban en cartelera, mientras Harry insistía en que fueran a comprar algo antes de entrar a la sala que les correspondía.

Hacía bastante que Harry no entraba al cine, y la última vez los Dursley lo llevaron de muy mala manera, al punto en que la gente alrededor de ellos les quedaba mirando con malos ojos… sin mencionar que en más de una ocasión tuvieron que llamarles la atención debido a que Dudley hablaba a muy alto volumen o hacía algún otro escándalo, y claramente redirigieron la frustración del momento contra Harry en vez de regañar a su hijo.

Bebidas de soda y una porción grande de palomitas de maíz. Los sabores y olores ya le parecían impresionantes al rubio, y aún faltaba que comenzara la función que entraron a ver. La sala que les correspondía tenía en su entrada un afiche negro sin más que un logotipo en el que se leía "Jurassic Park".

— No venía al cine desde que estaba en Hogwarts — se escuchó murmurar a Snape.

La sala no tenía mucha gente, algo esperable de una película que ya llevaba más de un mes en cartelera, pero aun así había mucha conversación y altas expectativas, muchos rumorando lo que sus amigos o familiares les habían dicho respecto a la película, o bien respecto a lo que habían leído en las revistas sobre la crítica y recepción que había tenido dicha película.

No pasó mucho cuando finalmente comenzaron a bajar la intensidad de las luces dentro de la sala. La obscuridad trajo consigo un incremento en la ansiedad, y las expectativas vibraban por la sala; Snape les recordó a los jóvenes que tenían que tratar de mantenerse en silencio, o al menos en muy bajo volumen, mientras la película era proyectada.

Finalmente, tras unos instantes, la sala se iluminó con las imágenes del proyector y se vio envuelta por los sonidos que emitían los parlantes envolventes. Los anuncios de las nuevas películas, o de otras que se estrenaban con la que ellos iban a ver, se mostraban dando tiempo a todos de acomodarse en sus lugares, e incluso permitía a aquellos que llegaban tarde a la función encontrar un asiento donde ubicarse.

Sin embargo, tras unos cuantos minutos, la sala nuevamente se vio inmersa en la obscuridad… para luego mostrar las primeras escenas de la película. Una noche entre árboles de apariencia tropical; un grupo de trabajadores expectantes a realizar su trabajo; un cazador armado, atento a controlar la situación… y un cargamento que notablemente parecía ser especial.

— ¿Dónde queda Costa Rica? — preguntó Draco a Harry, entre susurros sin dejar de mirar la pantalla.

— Te lo mostraré volviendo a casa — le respondió, antes de volver a poner toda su atención en la pantalla.

Finalmente se mostró que la situación era bastante más seria: no sólo el cazador estaba sosteniendo con fuerza su arma, sino que todos los demás parecían nerviosos por el manejo de la carga. Un animal peligroso enjaulado, esperando a ser llevado a un nuevo refugio; la gente ansiosa por realizar su labor lo más rápido y seguro posible… y, entonces, el susto. Los gritos del hombre atrapado, los gritos de aquellos que rápidamente trataron de rescatarlo. Draco estaba impactado por la escena, y sólo era el inicio de la película.

Dos horas después…

Snape salió tenso del cine, mientras Harry estaba eufórico y maravillado por la experiencia que había tenido, ansioso de repetirla… mientras que Draco estaba pálido como nunca, si se pudiera describir así, y hacía un gran esfuerzo por seguir a los otros dos. Todavía tenía que digerir la película, pero no se sentía capaz de hablar por un tiempo.

Cuando finalmente se relajó y pudo asimilar que no era real (pese a que sentía que más de algún mago loco podría intentar hacer algo así), finalmente volvió a sonreír y caminó de vuelta a la casa junto a Harry y Snape.

Debido a las golosinas, no pudieron comer una cena muy elaborada, pero ciertamente una taza caliente de té era más que bienvenida para dar por terminado el día. No obstante, la hora de despedirse había llegado.

— Bien, ¿y qué tal te ha parecido el día? — preguntó Snape, con una sonrisa.

— Fenomenal. No sabía que los muggles tenían tantas cosas interesantes… pero ciertamente la película fue increíble — dijo Draco, con un suspiro.

— Me alegro oír eso. Sin embargo, quería preguntar, ¿cómo está tu oclumancia? — continuó el mayor, en un tono más serio.

— Bastante bien, especialmente por sus enseñanzas — respondió el rubio, con algo de intriga.

— Bien. Entonces entenderás cuando te quiero pedir que mantengas en secreto mi relación con Harry y dónde vive, ¿no?

Draco se quedó mirándolo unos momentos para luego dirigir su mirada a Harry. Asintió con determinación, a lo que Snape sonrió.

— Bueno, entonces es hora de despedirse — concluyó el mayor.

— Sí. Cuídate, Draco, y muchas gracias por venir — se comenzó a despedir Harry.

— Muchas gracias por recibirme, en serio. Ha sido un día muy entretenido — se despidió Draco, con una sonrisa.

Harry terminó de despedirse y subió rápidamente a su cuarto. No pasó mucho tiempo cuando Narcissa Malfoy llegó a través de la Red Floo para buscar a su hijo y llevarlo nuevamente a su hogar.

Sin embargo, antes de que Snape pudiera dar por concluido el día, Harry nuevamente había bajado para reunirse con él.

— ¿Qué ocurre, Harry? — le preguntó, con curiosidad.

— Sr. Snape, ¿qué es oclumancia?

El hombre quedó mirando al de lentes unos instantes, como si tratara de medir cuidadosamente sus palabras.

— La oclumancia es una habilidad muy particular que muy pocos pueden dominar; quienes la emplean pueden protegerse de ser manipulados o de que les lean la mente… —explicó Snape, vagamente. — La familia de Draco, por parte de su madre, tiene la cualidad de ser bastante hábil a la hora de practicar la oclumancia, por lo que la pueden dominar con bastante facilidad. De hecho, tus enseñanzas de meditación son sólo el primer paso para iniciar tus prácticas en oclumancia.

— Pero, entonces, ¿por qué le preguntó a Draco como estaban sus habilidades con la oclumancia?

— Porque no eres el único que teme que le lean la mente…


Notas de autor

Holis

Bien, alguien más sabe del secreto de Harry y Snape, pero no era quien uno podría esperar... ¿o sí?

Muchas gracias a quienes añadieron esta historia como una de sus favoritos, pero, honestamente, siempre esperamos un review, porque nos ayuda a mejorar y a perfeccionarse.

Sin más que decir, nos vemos en el próximo capítulo. ¡Saludos!