Capítulo 43: Susurros Tenebrosos
Para el siguiente miércoles, Harry aún se sentía preocupado por el estado en que podría estar Ginny y si ésta podría iniciar el año de Hogwarts con normalidad. Lamentablemente, había muy poco que él podía hacer, y mucho menos aun habiéndose enterado hace tan pocos días antes de iniciar las clases.
Sin embargo, cuando llegó a King's Cross con Snape, todos aquellos problemas parecieron desaparecer de su mente. El aire fresco, el olor de la maquinaria, la ansiedad por volver al castillo… su mente comenzó a concentrarse en el retorno a la rutina de estudios.
No pasó mucho tiempo cuando Hermione llegó a paso presuroso, como si se hubiera esforzado en llegar temprano… y el tiempo se detuvo para él, aunque fuera por unos meros instantes, cuando la vio acercándosele con una dulce sonrisa. Su arbustoso cabello domado en una bella y espiralada cola, su piel levemente bronceada y algo más tersa (quizás por el mismo Sol), y sus labios resaltaban un poco por una delicada línea de humectante labial. No quedaban dudas de que le sacó el máximo provecho posible a sus vacaciones en Francia.
— Hola, Harry — saludó una vez se acercó lo suficiente.
— Hola, Hermione… — respondió el otro, tratando de salir de su ensimismamiento. — Te… ejem… Te ves radiante — dijo, desviando un poco la mirada.
— ¿Tú crees? — sonrió la muchacha.
Pero el chico se estaba esforzando demasiado en ocultar su vergüenza como para responderle directamente, a lo que Hermione no pudo evitar sonreír un poco más mientras también desviaba la mirada.
Fueron a sentarse a su puesto habitual de espera mientras aguardaban a que iniciase el proceso de abordaje del tren. El cielo estaba algo nublado, anunciando la pronta llegada del Otoño, pese a que la temperatura aún se mantenía agradable con los últimos vestigios del Verano.
Sin embargo, pronto un maullido interrumpió el silencio que había entre ambos. Hermione se sobresaltó unos momentos, y abrió una jaula de mascotas que tenía junto a sus cosas.
— Me había olvidado por completo — dijo, mientras extendía sus manos al interior. — Harry, quiero presentarte a Crookshanks. Crookshanks, éste es Harry, uno de los amigos que te comenté.
Y, tomado firmemente por las manos de la chica, un gran gato color canela con unas pocas rayas algo más obscuras salió de la jaula. Su pelaje era espeso, suave y esponjoso, pero el animal tenía las piernas combadas y una cara de mal genio ligeramente aplastada, como si hubiera chocado de cara contra un tabique.
Hermione acercó al gato a su regazo y le hizo cariño mientras éste se acomodaba en el lugar. Harry, aunque algo perplejo por la presencia del animal, acercó cautelosamente la mano, dudando si el gato reaccionaría de alguna manera.
Crookshanks levantó un poco la nariz y la acercó hacia los dedos de Harry, olfateándolo un poco; luego, miró a Harry, con unos ojos escrutiñadores y severos que hizo que el chico indudablemente se acordara de la Señora Norris, y finalmente se volvió a acomodar en el regazo de Hermine, permitiéndole al de lentes hacerle algo de cariño.
Harry no pudo evitar esbozar una sonrisa, especialmente al sentir la suavidad del pelaje y el casi inaudible retumbar del ronroneo del gato.
— Mis padres me lo regalaron por mi cumpleaños. Yo quería una lechuza, pero no pude resistirme cuando vi a Crookshanks… — comenzó a relatar la chica. — Según la dueña de la tienda de animales del Callejón Diagon, es parte kneazle, lo que lo haría mucho más inteligente e independiente de un gato común, además de que puede identificar por instinto la gente no confiable o con fines sospechosos. Por alguna razón, el pobre llevaba 10 años esperando en esa tienda a que alguien lo comprara, sin mucha suerte.
— Ya veo… — dijo Harry, casi sin pensar, hasta que un detalle en particular le llamó la atención. — Espera, ¿tu cumpleaños? Rayos, ¡nunca nos has dicho cuándo es tu cumpleaños!
— ¿En serio? Estaba segura de que en el algún momento lo había comentado — dijo, soltando una risita nerviosa, como si la hubieran descubierto en una mentira. — Es el 19 de Septiembre, Harry; tendrás que anotarlo en tu agenda — bromeó al final, con una sonrisa pícara, antes de volver a concentrarse en su gato.
— Así lo haré. Ya no podrás librarte de eso — le respondió el otro, con una sonrisa perspicaz.
Ambos rieron suavemente antes de volver a enfrascarse de disfrutar del tranquilo paisaje del andén. No pasó demasiado cuando más estudiantes de Hogwarts comenzaron a llegar y Hermione tuvo que volver a guardar a Crookshanks en su jaula para que pudieran llevarse sus cosas hacia los vagones de carga.
Sin embargo, permanecieron en sentados un tiempo más. Había algo particular en la vida que había tomado el andén, con las conversaciones y el vaivén de la gente. Ambos permanecieron en silencio, como si aquel instante fuera un descanso más que necesario.
La mano de Hermione se comenzó a mover instintiva y lentamente hacia la mano de Harry… cuando un grupo de personas se acercó a ellos.
— Hola, chicos — saludó Ron, acompañado de su familia.
En un reflejo veloz, la chica se acomodó en su asiento, alejándose casi imperceptiblemente del de lentes y poniendo las manos sobre sus piernas, entrelazando los dedos y sonriendo para ocultar la vergüenza que rápidamente le hacía sentir un calor abrazador en las orejas y mejillas.
Mientras la familia se acercaba y saludaba alegremente, Harry pudo ver entre ellos a Ginny, quien caminaba un poco más lento que los demás, acompañada de Luna, quien muchas veces dudaba si sostenerla o simplemente darle apoyo.
— Harry, querido, ¡qué bueno verte! — saludó la señora Weasley, con una amplia sonrisa.
Sin embargo, Percy se acercó a Harry y le extendió la mano de manera solemne, como si no se hubiera presentado de manera correcta ante él.
— Un gusto de verte, Harry — dijo, con un aire algo altivo.
— Hola, Percy — respondió Harry, estrechando la mano al tiempo que trataba de contener la risa, creyendo que era alguna suerte de broma de mal gusto.
— Espero estés bien y que tengas un grato año escolar — continuó Percy ceremoniosamente, como si estuviera en una ceremonia formal ante un alcalde.
— Muchas gracias — respondió el de lentes, al tiempo que una idea perspicaz pasaba por su mente. — También, ten un grato año, y por favor no vuelvas a intentar quebrantar las reglas para darle un mal rato a tus hermanos.
Percy hizo la cabeza levemente hacia atrás, como si le hubieran dirigido un golpe hacia el rostro y sonrió con sutileza, antes de desviar la mirada, buscando algo.
— Ah, allí está Penélope… Sí me disculpan… — dijo, apresuradamente, antes de darse cuenta de que Hermione también estaba allí. — Un gusto verte, Hermione. Con permiso.
Los Weasley se quedaron mirando como el mayor salió rápidamente de la escena, casi sin despedirse. Mientras los gemelos susurraban, la señora Weasley frunció el ceño profundamente.
— Nunca vi a Percy actuar así… — dijo, molesta. — Harry, ¿qué ocurre? Pensé que lo felicitarías por recibir su Premio Anual…
—Con todo respeto, señora Weasley, no me gusta que me vean en menos — dijo Harry, tajante. — Además, no creo que un altanero Premio Anual que intenta doblar las reglas para quitarle puntos a su hermano menor sea alguien a quien yo deba admirar.
— Espera… entonces esos 5 puntos del año anterior… — saltó Ron, acercándose a Harry.
— No, no puede hacerlo — zanjó Harry, al tiempo que los gemelos cubrían sus bocas con exageradas expresiones de sorpresa y drama.
La señora Weasley se puso tan colorada que parecía que fuera a hervir y soltar vapor de la cabeza. Su esposo rápidamente trató de contenerla para que se calmara unos instantes antes de ir a regañar a su hijo, con poco éxito.
Mientras la señora y el señor Weasley se alejaban con algo de alboroto, los gemelos se movieron sigilosamente y se pusieron uno a cada lado de Harry y Hermione sin que estos se dieran cuenta.
— Intentamos encerrar a Percy en una pirámide… pero nuestra madre nos descubrió — dijo George, quien estaba al lado de Harry, con un suspiro.
— Sí. Aunque quizás ni siquiera los faraones habrían podido soportarlo — dijo Fred, quien estaba junto a Hermione, con una suave risa.
Entonces, los gemelos se miraron y, con una amplia sonrisa, rápidamente forzaron su asiento junto a los jóvenes y los estrecharon para que estuvieran más cerca entre sí.
— ¿Y? ¿Ya decidieron hacer de tortolitos? — bromeó Fred, en voz baja, para que sólo pudieran escucharse entre ellos, haciendo que Hermione se ruborizara.
— Así parece… digo, están aquí juntos, esperando románticamente a que el tren parta — continuó George, haciendo que Harry se pusiera bastante nervioso.
Pero, antes de que los otros comenzaran a balbucear algún intento de respuesta, los gemelos se pusieron de pie, riendo entre dientes.
— Oh, dejen de molestar — dijo Ginny, suavemente, quien parecía tener bastante fuerza pese a estar aún algo pálida.
Ahora que Harry pudo verla con más detenimiento, el rojo de su cabello se veía mucho más intenso debido a su pálida piel, pero al menos ya había perdido las ojeras que tenía al terminar el anterior año escolar. Llevaba un pequeño amuleto protector sujeto de una gargantilla, la que se lucía bastante en su delgado cuello.
Al darse cuenta de que Harry la observaba, la chica no pudo evitar sonrojarse un poco, pero igualmente juntó el coraje para sonreírle.
— Hola, Ginny. Hola, Luna — saludó Harry, levantándose de su asiento y acercándose a las chicas. — Espero hayan estado bien.
— Sí, nuestras vacaciones han estado bastante bien, muchas gracias — respondió Luna, con un poco de timidez. — Espero que también hayas tenido un buen verano.
Sin embargo, en ese momento ambos gemelos cruzaron los brazos sobre los hombros de Harry, con un aire un tanto más serio.
— Hablando de estar bien… — comenzó Fred.
— Por favor, sigue cuidando de nuestra hermana… — terminó George, con un tono serio.
Harry frunció un poco el ceño y asintió con determinación. Satisfechos, los gemelos se separaron y volvieron a sonreír como siempre.
Continuaron conversando y riendo un buen tiempo hasta que finalmente era tiempo de subir al tren. Los padres de la familia Weasley volvían de los primeros vagones, donde debería estar la cabina de los prefectos, con la señora Weasley caminando con un aire victorioso, para poder despedirse de los jóvenes.
El tren ya estaba cargado, y el silbato anunciaba el pronto inicio del viaje. Sin embargo, cuando Harry estuvo a punto de subir al vagón, se percató de que había al menos dos vagones adicionales, de color obscuro, al final del tren. Mas, cuando quiso ver con más detenimiento, el maquinista anunció nuevamente la pronta salida del tren.
Sin más, Harry se apresuró a subir al vagón y avanzó por el pasillo en busca del compartimiento donde pudieran estar sus amigos. Sin embargo, pronto sintió como si lo empaparan con un balde de agua fría: sentada junto a Ron, Ginny dormía con su cabeza apoyada sobre el hombro de su hermano; se veía bastante delicada y débil, y tenía un semblante bastante angustiado pese a estar dormida.
El de lentes se quedó unos instantes de pie en la puerta del compartimiento cuando escuchó que la puerta que comunicaba con el siguiente vagón se abría para darle paso a un hombre encapuchado. Instintivamente el joven entró al compartimiento y permitió al hombre avanzar hasta el siguiente vagón.
Llevaba una túnica de mago muy raída y remendada. Parecía enfermo y exhausto. De lo que alcanzó a ver Harry bajo la capucha, aunque el hombre era joven, su pelo castaño claro estaba veteado de gris.
— ¿Quién será…? — se preguntó el chico, siguiéndolo con la mirada hasta perderlo de vista en el final del vagón.
Sin embargo, un pequeño tirón de la manga de su túnica lo sacó de su ensimismamiento y le recordó que debía sentarse. Se sentó frente a Ron, junto a Hermione, y se encontró al instante con los brillantes ojos de Luna, quien estaba sentada junto a su amigo.
— Ése debería ser nuestro nuevo profesor de Defensa contra las Artes Obscuras — dijo Ron, con seriedad. — Según mi padre, el Ministerio encargó que hoy el tren llevara una carga especial… y que, si ocurre algo, debemos mantenernos encerrados en el compartimiento hasta que los profesores se hagan cargo.
— ¿Si ocurre algo? — cuestionó Hermione. — Espero no sea una carga demasiado peligrosa como para que los profesores deban rondar por el tren…
— Realmente espero que no… — zanjó Ron, tratando de acomodar a su hermana.
El silencio se apoderó del compartimiento mientras Hermione y Ron miraban por la ventana. Harry permanecía ensimismado hasta que se percató de que Luna se estaba quedando dormida en su asiento.
Prefirieron reposar hasta que, exactamente a las una de la tarde, la mujer con el carrito de golosinas pasó por el pasillo, permitiéndoles tener algo para comer y aguantar algo más el viaje. Despertando a las chicas, Harry insistió en comprar algo especial para Ron y Ginny, pese a que su amigo tratara de convencerlo en que no debería molestarse.
De repente, mientras comían, Hermione pareció recordar algo y se animó a conversar.
— ¡Cierto! — comenzó, con una sonrisa. — Este año podremos ir a Hogsmeade. He leído que es la única población cuya población no tiene un muggle en absoluto en toda Gran Bretaña.
— Sí, eso creo… — respondió Ron, — pero la verdad es que yo quisiera visitar el pueblo para ir a Honeydukes — dijo, con una sonrisa.
— ¿Qué es eso? — preguntó Harry.
— Es una tienda de golosinas — respondió el pelirrojo, rebosando de felicidad. — ¡Tienen de todo…! Diablillos de pimienta que te hacen echar humo por la boca, grandes bolas de chocolate rellenas de mousse de fresa y nata de Cornualles, ¡y plumas de azúcar que puedes chupar en clase y parecer que estás pensando lo que vas a escribir a continuación!
— Pero Hogsmeade parece ser un lugar muy interesante… — presionó Hermione con impaciencia. — En "Lugares Históricos de la Brujería" se dice que la taberna fue el centro en que se gestó la revuelta de los duendes de 1612. Y la Casa de los Gritos se considera el edificio más embrujado de Gran Bretaña…
— …y enormes bolas de helado que te levantan unos centímetros del suelo mientras les das lengüetazos… — continuó Ron, que estaba tan concentrado tratando de enumerar cada dulce que debería haber en Honeydukes que no oía en absoluto lo que decía Hermione.
Finalmente, Hermione se volvió hacia Harry, con sus ojos brillando de expectativa.
— ¿No será estupendo salir del colegio para explorar Hogsmeade?
— Bueno… sí, supongo que sí — trató de responder, disimulando algo de vergüenza por lo cerca que tenía el rostro de Hermione.
— Suena tan divertido… quisiera que pudiéramos ir con ustedes… — dijo de repente Luna, bajando un poco la mirada.
— Pero sólo les hace falta el siguiente año. Sólo necesitan ser pacientes — dijo Ron, con una sonrisa.
— ¿Pero eso significa que irán con nosotras? — preguntó Ginny, mirando a Harry con algo de ilusión.
— Ahm… bueno… — comenzó a titubear, sintiéndose algo acorralado. — Podríamos intentarlo.
Sin embargo, la amplia y brillante sonrisa de Ginny se deshizo tan rápido como se había formado. El tren comenzó a reducir su velocidad un momento a otro hasta quedar detenidos entre un denso bosque.
El cielo estaba obscurecido por una densa capa de nubes, mientras la lluvia que los acompañaba desde hace un par de horas golpeaba con furia contra las ventanas. El viento silbaba entre las ramas de los árboles, creando un ambiente bastante siniestro alrededor de ellos; de hecho, había tan poca luz solar que las luces del tren se encendieron.
Harry, que estaba sentado cerca de la puerta, no dudó en asomar la cabeza hacia el pasillo, tal como hicieron varios otros estudiantes. Sólo el murmullo de las voces de los jóvenes rompía con el fuerte ruido causado por el viento y la lluvia… hasta que, sin previo aviso, todas las luces del tren se apagaron, dejándolos en la penumbra de aquel tormentoso ocaso.
Sin embargo, pronto la poca luz que lograba pasar por las ventanas se vio interrumpida por lo que parecía ser escarcha. El aire se tornó frío y bastante pesado, inquietando profundamente a los jóvenes.
El viento seguía silbando y la lluvia arremetía contra el vagón y sus ventanas. Sin saber qué era lo que ocurría, Ginny se aferró a su hermano al tiempo que Luna instintivamente se sentaba junto a Hermione para aferrarse a uno de sus brazos.
— Harry, cierra la puerta — susurró Ron, nervioso. — Recuerda lo que dijo mi papá. Por favor, ¡cierra la puerta!
Mas, cuando pensó en hacer caso a su amigo, fue interrumpido por un ruido bastante peculiar, como si algo rozara el vidrio de la ventana con sus garras. Pese a no poder ver en semejante obscuridad, Harry instintivamente se volteó hacia la ventana, justo para ver una silueta encapuchada aparecer al otro lado de la ventana, iluminada durante un mero instante por un relámpago que recorrió las nubes.
Se quedó petrificado unos segundos. El corazón le martillaba con fuerza en su pecho, y su cerebro trataba de asimilar toda aquella situación lo más rápido posible. Cuando finalmente se decidió a cerrar las puertas, sintió que algo se lo impedía… hasta que un nuevo relámpago le hizo ver qué era: había otra silueta encapuchada en el pasillo, y ésta sostenía con fuerza la puerta, quedándose frente a Harry, como si lo mirara directamente con un rostro inexistente.
El lugar se llenó de susurros ininteligibles, mientras el aire se tornaba cada vez más y más frío. Harry podía sentir a sus amigos temblar de miedo en sus asientos mientras él interrumpía el avance de aquella sombra hacia ellos.
Quiso cerrar la puerta con todas sus fuerzas, pero le era imposible… y, tan pronto como pensó en empujar a la criatura hacia el pasillo, sintió una poderosa mano tomarlo del cuello y levantarlo casi hasta el techo.
Podía sentir la presencia de la sombra muy cerca, al punto de creer sentir su respiración sobre su piel. Los susurros eran cada vez más fuertes, y su mente lentamente parecía apagarse.
El frío que emanaba de la presencia de la criatura parecía penetrar en su carne, directamente hacia su corazón… como si quisiera congelar su alma. Sus oídos se apagaron al mundo exterior y comenzaron a llenarse de otros sonidos, los susurros, gritos aterrorizados que suplicaban ayuda, el grito de una mujer suplicante, las risas bobas de un muchacho con voz abusiva, los gritos de un hombre furioso, y el crujir de la madera.
Sentía que su consciencia se iba y que sus sentidos se apagaban…hasta que, al final del pasillo, pudo ver de reojo una luz azul.
El mismo hombre encapuchado que vio pasar por el pasillo antes de que el tren iniciara su marcha había vuelto. En una de sus manos, llevaba un puñado de llamas azules que iluminaban el pasillo y le daban una apariencia feroz y bastante siniestra.
Fue entonces que Harry pudo ver finalmente lo que tenía frente a sí… antes de perder la consciencia.
Notas de autor
Holis
¿Les gustó nuestra presentación del dementor? Con Sieg pensamos seriamente que la presentación de los dementores en el original se quedó muy corto si se quería dar la sensación de miedo, así que Sieg se esforzó en dar una mejor presentación.
Por otra parte, ya se nota que Harry tendrá un gran dilema pensando en las jovencitas que le acompañan...
Como siempre, les damos las gracias por darse el tiempo de leer esta historia y a Midori-Suuney por darse el tiempo de escribir un review. Como saben, eso nos anima mucho.
Y... Nos vemos en el próximo capítulo. Sé que estas notas fueron cortitas, pero sirven igual :P
Saludos!
