Capítulo 45: Números e Hipogrifos


Cuando Harry fue hacia el Gran Comedor aquella primera mañana del nuevo año en Hogwarts, lo único que podía oír eran murmullos respecto a los dementores alrededor de los terrenos del castillo. Los de primer año claramente estaban aterrados, mientras los prefectos trataban pacientemente de calmarlos.

Los de la Casa Slytherin, sin embargo, todo esto les parecía causar mucha gracia, especialmente porque les daba la oportunidad de bromear y jactarse de que aquellos seres no se atreverían a tocar a cualquiera proviniendo de una casa noble como ellos. Pero Harry vio que Draco no bromeaba como ellos; reía cuando tenía que reír, y acotaba algo cuando le preguntaban, mas se mantenía a raya lo más posible… pues ya estaba harto de mentir, y sabía que los dementores no hacían distinciones.

— Buenos días — dijo, sentándose junto a Hermione.

— Namasté, Harry, Hermione. ¿Cómo han estado? — saludó Padma, sentándose al otro lado de Harry, llegando poco después. — Vaya, Hermione, ¡que bien se ve tu cabello! — no pudo evitar decir, a lo que la aludida no pudo evitar avergonzarse un poco y sonreírle en agradecimiento. — Harry, ¿te ha crecido el cabello?

— ¿Me creció el cabello? — no pudo evitar soltar el de lentes, mientras se tiraba un mechón de la frente. — Puede ser… quizás por eso este verano sentí algo más de calor… — pensó en voz alta, haciendo que sus compañeras se rieran un poco por su falta de atención.

— Al menos mi verano ha sido bastante bueno, Padma, muchas gracias — dijo Hermione, mientras tomaba algo de mermelada. — ¿Cómo has estado tú?

— Bueno, como es habitual, fuimos a la casa de nuestra familia en India para el verano — comenzó a relatar. — Mi abuelo estaba muy complacido con ver mis avances, especialmente de haber aprendido una de las lenguas antiguas de nuestra cultura — y, mientras decía esto último, dio una fugaz mirada a Harry mientras sonreía.

— Eso se oye muy interesante. Yo simplemente pasé un verano estudiando y practicando… además de un par de asuntos serios… — comenzó a enumerar Harry, como si fuera lo menos interesante del mundo, al tiempo que frotaba el anillo de Heredero que llevaba puesto.

— Vaya, eso sí es un asunto… — confirmó Padma, viendo el anillo. — Supongo tus padres estarían orgullosos.

— Quizás. Pero al menos mi tutor dice que es lo que debo hacer — concluyó el de lentes, con una sonrisa desganada.

Continuaron conversando un poco más antes de confirmar sus clases y apresurar el desayuno para no atrasarse. La primera clase de ellos era Aritmancia, y se impartía en uno de los salones más vistosos del castillo en el ala norte, en el séptimo piso, justo a los pies de la torre. Semejante al Salón de Duelos, el salón donde se impartían las clases de Aritmancia era amplio y recibía una gran cantidad de luz natural gracias a su gran ventanal en arco, el cual miraba hacia los amplios terrenos del castillo.

Frente al ventanal estaba la mesa del profesor, y junto a ésta estaba de pie una mujer de apariencia estricta pero notablemente inteligente y calculadora. Vestía una túnica de un color rojo intenso, y dejó su sombrero puntiagudo sobre la mesa una vez se percató que todos los estudiantes de la casa Ravenclaw habían ingresado al aula. Su obscuro cabello era largo y estaba muy bien amarrado en una coleta, mientras que unos pequeños lentes cuadrados fortalecían su semblante severo e intelectual.

— Bien. Sean bienvenidos a su primera clase de Aritmancia — dijo, sin siquiera denotar el mínimo cambio en su expresión. — Yo soy la Profesora Séptima Vector, y estaré con ustedes hasta que decidan tomar las clases de Aritmancia Avanzada en sexto año.

Nadie emitió ruido alguno. Tal como con la Profesora McGonagall, la presencia de la Profesora Vector era más que suficiente para exigir la atención de todos sus estudiantes.

— Muy bien. ¿Quién puede decirme qué es en sí la Aritmancia? — continuó, caminando hacia el centro del salón.

Como sería de esperarse, las manos de Hermione y Harry instantáneamente estaban en lo alto.

— La señorita Granger, ¿no es así? — preguntó la Profesora al tiempo de darle la palabra.

— Sí, Profesora — confirmó la chica, con una sonrisa. — La aritmancia es un método de adivinación en base a números que se asignan a letras o incluso a oraciones.

— Muy bien. ¿Algo más?

— La aritmancia tiene sus raíces en la numerología, o la creencia de que los números cuentan con una relación mística o incluso un propósito divino, lo cual permite respaldar eventos coincidentes — continuó Harry, apenas la Profesora había hecho su pregunta. — La relación puede verse en el método pitagórico de la numerología, del cual hay una versión simplificada en la aritmancia, además de ser adaptado para el alfabeto latino.

La Profesora parpadeó un par de veces antes de salir de su impresión. Frunció un poco el ceño y miró bien al de lentes.

— El joven Potter, ¿verdad? — preguntó, a lo que el chico asintió. — Una excelente respuesta, aunque hubiera preferido que levantaras la mano antes de ello. Diez puntos en total para Ravenclaw por ambas respuestas — dijo, antes de volver hacia la mesa del profesor. — Como sus compañeros dijeron, la aritmancia es un método de adivinación que se basa en los números según metodologías con raíces en la numerología. Por esto último, nuestra clase dará inicio en el estudio de la numerología y el aprendizaje de dichos métodos antes de entrar en la aritmancia en sí misma.

La Profesora Vector entonces tomó su libro y ojeó algunas páginas… pero, antes de que pudiera decidir por dónde dar comenzar la clase, la mano de Harry nuevamente estaba en el aire.

— ¿Sí, joven Potter?

— Profesora, tengo una pregunta… pero no sé si… — trató de decir, con algo de vergüenza.

— Pregunte. Ya veremos qué tan relacionada a la clase está una vez haga la pregunta — zanjó la mujer, con algo de curiosidad.

— Muy bien… — y el de lentes trató de ganar algo de confianza al respirar profundo. — Profesora, ¿qué diferencia habría entre las probabilidades y estadísticas respecto a la aritmancia? ¿No estarían relacionadas de alguna manera? Porque he estudiado el libro, y no hay algo al respecto allí…

Hubo algo de murmullos, especialmente de aquellos que no entendían en absoluto lo que Harry acababa de preguntar. Hermione en cambio, lo quedó mirando unos momentos antes de ponerse un dedo sobre la boca y pensar por su cuenta.

— Una excelente pregunta, debo decir. Otros diez puntos a Ravenclaw exclusivamente por ello — sonrió la mujer. — Me gustaría decirte "es una respuesta que verás en Aritmancia Avanzada", pero sé que no estarás satisfecho con ello y no podrás quedarte tranquilo; no podría esperar menos de un "número 7" — y esto último intrigó a varios, quienes no dudaron en buscar la respuesta numerológica al respecto en sus libros. — La diferencia es que los métodos matemáticos, como probabilidades y estadísticas, tienen un grado de certidumbre mientras mejor sea la muestra y se tenga mejor control de las variables… pero sigue siendo eso: probabilidades y estadísticas; cualquier cambio en las variables puede hacer que los resultados esperables realmente se deshagan y haya que recalcular. La aritmancia, en cambio, es un método de adivinación… no hay certidumbre en sí, sino más bien algo… espiritual, si es que pudiéramos decirlo de alguna manera, y es por ello que nace de la numerología — y antes de terminar, la Profesora sonrió. — Lo ideal sería poder mezclar ambos mundos, pues acercaría notablemente las expectativas a una realidad tangible, pero requiere de un intelecto muy elevado para poder hacerlo de manera libre, especialmente sin una muestra estadística o números exactos que zanjen las probabilidades de manera precisa.

La Profesora Vector vio que Harry le asentía, comprendiendo todo lo que dijo, al tiempo que su mirada lo hacía ver satisfecho con la respuesta. Hermione, en cambio, anotaba velozmente todo lo que ella había dicho… mientras que la mayoría de sus compañeros parecían anonadados al tiempo que trataban de comprender todo lo que se dijo.

— Bien, jóvenes, creo que estamos más que listos para iniciar la clase — y tomó el libro de clase, revisando nuevamente la página por donde quería comenzar.

...

Harry se sentía complacido de volver a los campos que rodeaban al castillo, aunque más allá estuvieran (quién sabe dónde) los dementores que custodiaban el perímetro de los terrenos de Hogwarts. Incluso después del almuerzo, su cabeza se sentía pesada con toda la información adquirida durante las clases de Aritmancia y Transformaciones, y aire fresco y los campos abiertos era precisamente lo que necesitaba en aquel momento.

Ron y Neville lo acompañaban, pues no eran tantos los que habían tomado la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, lo que permitía una participación conjunta de las cuatro casas. Sin embargo, ambos se veían bastante apesadumbrados.

— ¿Qué les ocurre? — les preguntó Harry, extrañado.

— La clase de Adivinación… — respondió Neville, casi en un sollozo.

— Las hojas de té… el Perro Negro… — balbuceaba Ron, con algo de nervios.

— A mí se me reventaron las tazas que la Profesora Trelawney me pasaba… — continuó Neville, con pesar.

— Pero a mí me apareció la imagen del Grim en mi taza. ¿Por qué me estaría persiguiendo un Grim? — preguntaba a viva voz Ron, pálido y nervioso.

— Anímense — les decía Harry. — La Profesora McGonagall dice que la Profesora Trelawney siempre "predice" que un estudiante morirá el primer día de clases, y nunca pasa… así que no habrá nada de malo — y entonces puso una mano a la espalda de cada uno de sus amigos, dándoles apoyo. — Vamos, recuerden que iremos a la primera clase de Hagrid… ¡Será entretenido!

Y, tratando de transmitir algo más de energía y espíritu a sus amigos, el de lentes lo hizo avanzar más rápido hacia los límites del Bosque Prohibido, el que se veía mucho más imponente con el cielo gris que aún permanecía después de la intensa lluvia del día anterior.

Hagrid aguardaba junto a la entrada de su cabaña, con Fang, su perro jabalinero, a los pies. Los estudiantes de las diversas casas se agrupaban lentamente, algunos murmurando, otros simplemente mirando el entorno alrededor de ellos.

—¡Vamos, dense prisa! — comenzó a gritar a medida que se aproximaban sus alumnos, lleno de entusiasmo. — ¡Hoy tengo algo especial para ustedes! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, síganme! — dijo, una vez se percató de que nadie más parecía ir hacia su cabaña.

Durante un inquietante instante, Harry pensó que Hagrid los llevaría hacia el Bosque Prohibido; había escuchado muchas cosas respecto a aquel lugar, y tenía tanto sentimientos mezclados de temor como de ansiedad, queriendo algún día saber qué era lo que realmente se ocultaba allí. Sin embargo, Hagrid anduvo por el límite de los árboles, y cinco minutos después se hallaron ante un prado abierto donde no había nada.

— ¡Acérquense todos a la cerca! — gritó, haciendo un leve ademán con sus manos. — Asegúrense de que tener buena visión y que pueden oírme bien — y entonces se frotó un poco las manos y sonrió ampliamente. — Como saben, soy Rubeus Hagrid, y a partir de este momento iniciaremos juntos las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas. Para partir, primero que tienen que hacer es abrir los libros…

— Pero… ¿De qué modo? — dijo Neville, con algo de vergüenza.

— ¿Qué? — cuestionó Hagrid.

—¿De qué modo abrimos los libros? — repitió otro estudiante de Slytherin.

Sacó su ejemplar de "El Monstruoso Libro de los Monstruos", el que había atado con una cuerda. Otros le imitaron. Unos, como Harry, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.

— ¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? — preguntó Hagrid decepcionado.

Todos negaron con la cabeza.

— Pues es muy simple: tienen que acariciarlo — dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo. — Miren…

Cogió el ejemplar de un estudiante de Ravenclaw y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió, y quedó totalmente tranquilo en su mano.

Muchos le quedaron mirando, como si estuviera loco, mientras otros parecían sorprendidos. Unos pocos no esperaron y le imitaron, para al fin poder ver el contenido del libro.

— Yo… pensé que les haría gracia… — Harry escuchó murmurar a Hagrid, dubitativo.

— ¡Ah, por supuesto! ¡Una analogía que representa la clase, el cuidado hacia las criaturas! — dijo Harry, en tono alegre, justo apenas cuando vio que Hagrid comenzaba a bajar la mirada con algo de tristeza.

Unos pocos se rieron mientras algunos de Ravenclaw se decían "por supuesto, qué tonto de mi parte", lo cual rápidamente animó a Hagrid. Sólo los pocos alumnos de Slytherin que estaban presentes parecían disgustados al respecto, especialmente por la interrupción del chico de lentes.

Hagrid entonces repasó con entusiasmo lo que aparecería en el libro, indicando cuáles criaturas sería posible conocer de primera mano en el casillo (las que aparentemente serían bastante pocas). Harry pudo ver que el ejemplar del libro de Hagrid tenía bastantes notas adheridas, y una que otra hoja de pergamino adicional, marcando muchos detalles necesarios.

"¿Serán notas del Director Dumbledore… o del mismo Profesor Kettleburn?" — se preguntó justo cuando Hagrid mencionaba que igualmente verían criaturas no mencionadas en el libro.

— Hablando de eso… — se le ocurrió preguntar a Harry. — ¿El libro es una criatura?

— ¡Excelente pregunta, Harry! — se emocionó Hagrid, mientras algunos murmuraban como si Harry se hubiera vuelto loco. — En efecto, el libro que tienen en sus manos es una de las variantes más inofensivas de los mímicos, una criatura mágica que imita objetos inanimados. Pequeño y fácil de cuidar, ¿no les parece interesante?

"¿Como las puertas trampa?" — pensó Harry, recordando Final Fantasy II.

Sin embargo, las reacciones de los estudiantes estaban lejos de ser tan entusiasmadas e interesadas como lo estaba Hagrid, pero él no pudo percatarse de ello debido a que comenzó a alejarse de la clase.

— ¡Esperen un momento, que no es la única criatura mágica que veremos hoy! — gritaba, mientras agitaba una de sus grandes manos.

Se alejó del prado e ingresó al bosque hasta perderse de vista. Al cabo de unos momentos, y justo cuando unos pocos comenzaban a aburrirse, Lavender Brown, una estudiante de Gryffindor, exclamó en admiración mientras apuntaba hacia donde se había perdido de vista a Hagrid.

Trotando en dirección a ellos se acercaba una docena de criaturas, las más extrañas que Harry había visto en su vida. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era de un color obscuro como el hierro, y los ojos de un naranja brillante.

Las garras de las patas delanteras eran de quince centímetros cada una, y parecían ser tan mortales como las garras de los velocirraptor que Harry vio en la película Jurasic Park. Cada bestia llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.

— ¡Hacia allá! — les gritaba, sacudiendo las cadenas y forzando a las bestias a ir hacia la cerca, donde estaban los alumnos.

Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Hagrid llegó donde estaban ellos y ató los animales a la cerca.

— ¡Hipogrifos! — gritó Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano. — ¿Acaso no son hermosos?

Harry pudo comprender que Hagrid los llamara hermosos. En cuanto uno se recuperaba del susto que producía ver una criatura tan imponente, podía empezar a apreciar el brillo externo del animal, que cambiaba paulatinamente de la pluma al pelo. Todos tenían colores diferentes: gris fuerte, bronce, ruano rosáceo, castaño brillante y negro tinta.

— Vamos —dijo Hagrid frotándose las manos y sonriéndoles. — Si quieren, pueden acercarse un poco.

Nadie parecía querer acercarse. Harry y Ron, sin embargo, se aproximaron con cautela a la cerca. Neville, al verlos, decidió acercarse un poco también.

— Lo primero que tienen que saber de los hipogrifos es que son seres orgullosos — dijo Hagrid. — Se molestan con mucha facilidad. Nunca se atrevan a ofender a un hipogrifo, pues podría ser lo último que hagan en sus vidas.

Algunos estudiantes de Slytherin no escuchaban; hablaban en voz baja, y fue entonces que Harry se percató que entre ellos estaba Goyle, uno de los antiguos seguidores de Malfoy.

— Tienen que esperar siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento — continuó Hagrid. — Es un tema de educación, ¿entienden? Van hacia él, hacen una reverencia y esperan. Si él responde con una inclinación, querrá decir que les permite acercarse. Si no hace la inclinación, entonces es mejor que se alejen de él enseguida, pues sus garras pueden hacer mucho daño. Sin embargo, mientras sigan estas simples indicaciones, no tendrán nada que temer con estas criaturas; mientras las respeten, ellas los respetarán — dijo, antes de juntar sus manos con una ansiosa palmada. — Bien, ¿quién quiere ser el primero?

Como respuesta, la mayoría de la clase se alejó aún más. Incluso Harry y Ron parecían tener sus dudas. Los hipogrifos sacudían sus feroces cabezas y desplegaban sus poderosas alas; parecía que no les gustaba estar atados, y mucho menos hacer nada.

— ¿Nadie? — preguntó Hagrid con voz suplicante.

— Yo — finalmente se ofreció Harry.

Detrás de él se oyeron unos jadeos, incluyendo las expresiones nerviosas de Neville. Harry no hizo caso y saltó la cerca.

— ¡Buen chico, Harry! — gritó Hagrid. — Veamos cómo te llevas con Buckbeak.

Soltó la cadena, separó al hipogrifo gris de sus compañeros y le desprendió el collar de cuero. Los alumnos, al otro lado de la cerca, contenían la respiración.

— Mantén la calma, Harry — dijo Hagrid en voz baja. — Primero mírale a los ojos. Procura no parpadear de nerviosismo. Los hipogrifos no confiarán en ti si parpadeas demasiado…

El chico tomó ese consejo muy a pecho, e incluso llegó a exagerar un poco. Pronto a Harry empezaron a irritársele los ojos, pero no los cerró. Buckbeak había vuelto la cabeza grande y afilada, y miraba a Harry fijamente con uno de sus escudriñadores ojos.

— Eso es — apremió Hagrid. — Eso es, Harry. Ahora inclina la cabeza y haz la reverencia…

A Harry no le hacía gracia presentarle la nuca a Buckbeak, pero hizo lo que Hagrid le decía. Hizo una formal reverencia, inclinándose, y al cabo de unos momentos levantó la mirada.

El hipogrifo seguía mirándolo fijamente y con altivez. No se movió en absoluto.

— Ah — dijo Hagrid, preocupado después de un rato. — Bien, mejor vete hacia atrás, tranquilo, despacio…

Pero entonces, ante la sorpresa de Harry, el hipogrifo dobló las arrugadas rodillas delanteras y se inclinó profundamente.

— ¡Bien hecho, Harry! — soltó Hagrid, eufórico. — ¡Bien, puedes tocarlo! Dale unas suaves palmadas en el pico, vamos.

Pensando que habría preferido como premio poder irse, Harry se acercó al hipogrifo lentamente y alargó el brazo. Le dio unas caricias y unas suaves palmadas en el pico y el hipogrifo cerró los ojos para dar a entender que le gustaba.

La clase rompió en aplausos casi de manera unánime.

— Bien, Harry — dijo Hagrid. — ¡Creo que Buckbeak quiere que lo montes!

Aquello era más de lo que Harry había esperado. No tenía idea alguna de qué esperar, y claramente ello no sería parecido a como imaginaba lo que sería montar un chocobo.

— Súbete allí, en el lomo, y deja caer tus piernas por detrás del nacimiento del ala, tras las plumas — indicó Hagrid. — Ah, procura no arrancarle ninguna pluma, porque no le gustaría…

Harry miró por un instante a Hagrid mientras éste le daba indicaciones, y luego volvió a mirar a Buckbeak directamente a los ojos. El hipogrifo, como si captara las dudas del chico, volvió a inclinarse, dejando una de sus gruesas patas delanteras algo atrás, posicionando una de sus nudosas rodillas como peldaño para Harry.

El de lentes puso el pie sobre la pata que Buckbeak le había ofrecido y se subió sobre su lomo. Entonces, sin esperar mucho, el hipogrifo se levantó y comenzó a caminar un poco. Harry no sabía dónde debía agarrarse: delante de él todo estaba cubierto de plumas.

— ¡Vamos! — gritó Hagrid, dándole una palmada al hipogrifo en los cuartos traseros.

A cada lado de Harry, sin previo aviso, se abrieron las enormes alas del hipogrifo. Apenas le dio tiempo a agarrarse del cuello de la criatura antes de que ésta remontara el vuelo. Muy incómodamente para él, las alas del hipogrifo batían sobre sus rodillas. Sus dedos resbalaban en las brillantes plumas y no se atrevía a asirse con más fuerza. Con cada aleteo podía sentir el zarandeo hacia atrás y hacia delante, y cómo la enorme musculatura del hipogrifo trabajaba para mantener el vuelo.

Buckbeak sobrevoló el prado y descendió. Harry tuvo algo de temor en aquel momento, como si no bastara con la sorpresiva experiencia que estaba viviendo. Se echó hacia atrás conforme el hipogrifo se inclinaba hacia abajo, aunque le dio la impresión de que iba a resbalar a lo largo del lomo hasta pasar de largo por la cabeza. Luego, sintió un fuerte golpe al aterrizar el animal con sus cuatro patas revueltas, y se las arregló para sujetarse y volver a incorporarse.

— ¡Muy bien, Harry! — gritó Hagrid, mientras los demás estudiantes vitoreaban. — Muy bien, ¿quién más quiere probar?

Envalentonados por el éxito de Harry, los demás saltaron al prado con cautela. Hagrid desató uno por uno los hipogrifos y, al cabo de poco rato, los alumnos hacían timoratas reverencias por todo el prado. Neville retrocedió corriendo en varias ocasiones porque su hipogrifo no parecía querer doblar las rodillas. Ron practicaba con el de color castaño, mientras Harry observaba.

Sin embargo, para sorpresa de algunos (y según hizo notar Hagrid), parecía que Buckbeak estaba muy conforme teniendo a Harry sobre su lomo, por lo que no parecía querer que este descendiera. De hecho, incluso más de alguna vez hizo un gesto un tanto molesto contra Hagrid cuando éste parecía tener la intención de estirar sus brazos hacia el chico para sacarlo de su lomo.

De igual manera, casi ningún hipogrifo hizo mayor acercamiento que permitir que algunos estudiantes les acariciaran. Unos pocos permitieron que algunos estudiantes los montaran, y con suerte dieron un paseo alrededor del prado.

No obstante, a diferencia de Neville (quien al fin logró acercarse a su hipogrifo), Goyle aún mantenía una frívola mirada fija hacia su hipogrifo. Cuando finalmente decidió hacer la reverencia, la criatura no tardó mucho en responder… aunque parecía hacerlo de tan mala gana como lo hizo Goyle.

Harry miraba con detenimiento lo que el chico de Slytherin estaba haciendo, y parecía que Buckbeak también había tomado atención al mismo suceso.

Goyle extendió una de sus gruesas manos y comenzó a darle unas palmadas en el pico al hipogrifo que tenía en frente… pero no parecían nada gentiles ni respetuosas, a diferencia de lo que hacían todos los demás.

Entonces el hipogrifo emitió un fuerte sonido, semejante a la mezcla de un bufido y un rugido, mientras abría con furia sus alas.

Expulso — dijo Harry, apuntando a Goyle con su varita justo antes de que una de las poderosas garras del hipogrifo lo atacara.

El enorme chico salió disparado hacia un costado, cayendo de bruces al suelo, mientras Buckbeak avanzaba rápidamente para ponerse delante del otro hipogrifo, gruñendo como si discutiera con él. Mientras ocurría eso, Harry rápidamente descendió del lomo de su hipogrifo y avanzó con grandes zancadas hacia donde estaba Goyle.

— Hey, ¡qué crees que haces! — le gritaba a Harry, mientras se sacaba el barro del rostro, furioso.

— ¡Acabo de salvarte la vida, idiota! — le respondió Harry, igualmente furioso mientras lo tomaba por el cuello de la túnica. — Y si no te gusta, quizás a la próxima sí deje que te rebanen como cerdo…

Y, con usando tanta fuerza como cuando lo agarró, volvió a lanzarlo contra el suelo, haciendo que su enorme cabeza rebotara contra el pasto. Hagrid rápidamente se acercó a la escena y contuvo al hipogrifo, mientras que los demás estudiantes de Slytherin comenzaban a discutir entre ellos, aunque todos parecían estar de acuerdo en que gran parte de la culpa era de Goyle.

Sin esperar a que la clase se diera oficialmente por terminada, Harry tomó sus cosas y se apoyó contra la parte más alejada de la cerca, mientras Hagrid volvía a poner los gruesos collares a los hipogrifos y les pedía algo de investigación a los estudiantes para la siguiente clase.

Cuando la clase finalmente había concluido, Harry fue el primero en irse, caminando rápidamente hacia el castillo sin esperar nadie que le acompañase.

El resto del día pasó relativamente rápido, y Harry se concentró como pudo en sus clases, pese a que todavía sentía algo de molestia carcomiéndolo en su interior.

No obstante, sabía que sus acciones tendrían alguna clase de represalia… y ésta claramente se hizo presente en la cena.

— Harry Potter — le dijo la Profesora McGonagall, seriamente, apenas llegó hasta donde estaba sentado. — Quisiera pedirle que venga a mi despacho apenas haya terminado de cenar.

Harry asintió a la estricta mujer antes de volver a poner su atención en los platos y la comida.

— ¿Qué hiciste, Harry? — le preguntó Hermione, que estaba a su lado.

— Salvé a Goyle de un hipogrifo en la clase de Hagrid — dijo, tajante, mientras trataba de elegir algo para comer.

— Pero entonces deberían felicitarte, ¿no? — cuestionó Padma, que estaba al otro lado.

— Nunca es así con los miembros de la casa Slytherin — volvió a responder Harry, con desgano.

Una vez concluida la cena, se levantó rápidamente de su asiento y se dirigió hacia una de las salidas laterales, donde la Profesora McGonagall le estaba esperando.

Ambos avanzaron en silencio por los pasillos y escaleras, hasta finalmente llegar al despacho de la Directora Adjunta.

Sin mucho miramiento, la mujer le pidió al joven que se sentase mientras ella se sentaba al otro lado de su escritorio antes de mirarlo fijamente a los ojos con su seria y escrutiñadora mirada.

— Bien, Harry… — comenzó la Profesora McGonagall, con un tono suave pero serio. — ¿Sabes por qué te pedí que vinieras?

— Por lo que le ocurrió a Goyle durante la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, ¿no? — respondió el de lentes, en el tono más respetuoso posible.

La Profesora McGonagall no pudo evitar fruncir el ceño, pero de todas maneras pareció estar satisfecha con saber que Harry era consciente de sus acciones.

— Así es… justamente eso — continuó, antes de acomodarse en su asiento. — Verás, según el joven Goyle, usaste tu varita para atacarlo durante la clase. Por otro lado, el actual profesor de dicha clase, Hagrid, me ha insistido en que lo salvaste del hipogrifo… Es por ello que, ahora, quiero saber qué fue exactamente lo que hiciste, dicho por tus palabras.

— Muy bien, Profesora — dijo Harry, con un suspiro. — Goyle, junto a otros alumnos de Slytherin, no puso la debida atención respecto al correcto trato con un hipogrifo durante la clase. Cuando él quiso interactuar con la criatura, lo hizo de manera que la enfureció y ésta se dispuso a atacarlo en represalia. Usé el encantamiento Expulso para empujar a Goyle hacia un costado y salvarlo de las garras del hipogrifo. Es precisamente eso — y terminó sus palabras mirando directamente a los ojos de la Directora Adjunta, tratando de mantener la compostura, aunque claramente la molestia que sentía en su interior era notable en el brillo de sus ojos.

— ¿Expulso? Asumo que fue el Profesor Flitwick quien te enseñó eso, ¿no es así?

Harry asintió en silencio.

— ¿Por qué Ha…? — y entonces la mujer se detuvo un instante y replanteó sus palabras. — ¿Por qué el Profesor Hagrid no fue quien se interpuso directamente en este caso?

— Porque él seguía sus propias enseñanzas y mantenía una respetuosa distancia con los hipogrifos — respondió Harry, pensando con detenimiento. — Además, por la velocidad de reacción, lo único que podría haber salvado a Goyle de haber sido rebanado como un cerdo era magia… y usted sabe mejor que yo que el Profesor Hagrid no puede usar magia.

La Profesora McGonagall alzó las cejas un momento, como si se hubiera asombrado por la dura expresión que Harry usó respecto a los efectos del ataque del hipogrifo, mas aun así le encontró razón y se acomodó, inclinándose hacia delante y apoyando los codos sobre el escritorio.

— Bueno, Harry, aunque lo que hiciste es lo correcto, aun así debo castigarte restando quince puntos a la Casa Ravenclaw por usar magia fuera de las clases respectivas — dijo la mujer, en un tono más suave, pero no por ello menos serio. — Sin embargo, ahora me pones en una encrucijada. En un comienzo pensábamos que Hagrid sería más que capaz de controlar la clase, tanto por su tamaño como por su facilidad de manipular bestias… pero ahora nos expones que hay una latente necesidad de uso de magia para poder mantener el orden y la seguridad de los estudiantes…

— Por favor, no reemplace a Hagrid — soltó Harry, de repente. — Él realmente es feliz con esta oportunidad. Debe haber otra manera…

— Por supuesto, pero eso requeriría que haya presente alguien que pueda usar magia… quizás un asistente… — y entonces McGonagall se fijó en Harry, como si una idea hubiera cruzado por su cabeza. — ¿Qué hay de ti? Ya demostraste que también tienes un buen acercamiento con las criaturas mágicas, y eres muy capaz con los encantamientos.

Harry quedó congelado unos instantes y se detuvo a pensar. Calculó todos sus tiempos y pensó en todo lo que aún tenía que hacer… especialmente si apenas habían comenzado el año.

— Lo siento, Profesora McGonagall, pero no puedo hacerlo — le dijo, con algo de pesar. — No tengo el tiempo, y además eso significaría que tendría que estar con Hagrid en todas sus clases… no tendría tiempo para mis propios estudios.

— Oh, no, es justamente eso — dijo la mujer, con una leve sonrisa. — La idea es que sólo le asistas durante tus clases, con los demás estudiantes de tercer año. Tendré que exponer esta idea al Director Dumbledore… y, si realmente es viable, podríamos buscar un alumno de habilidades excepcionales, como tú, para que asista y motive en cada nivel de Cuidado de Criaturas Mágicas justamente en el punto que Hagrid no puede trabajar: con magia.

Al captar la idea, el de lentes pronto sonrió y sintió que su amigo ya estaba seguro. Claro, sería un poco de peso extra, pero sólo durante las clases de Hagrid… y, tal como lo hizo con esta primera clase, ayudaría a motivar a los demás estudiantes. Era un buen plan.

Sin más que decir, la mujer envió al chico de vuelta a la torre Ravenclaw y dio por terminado el día.


Notitas de Autor

¡Hola a todos! Sieg por aquí.

Ya comenzó la primera clase del tercer año, y las primeras clases selectivas. Tuvimos que estudiar algo de Aritmancia, y revisar cuál se supone que es el plan de estudios de Cuidado de Criaturas Mágicas para poder estructurar un poco. Al menos ahora Hagrid tendrá algo de trabajo, y lo hará bien, sobre todo con la ayuda correspondiente :D

Les recordamos que desde el capítulo anterior, y hasta el final de este libro, les pediremos sus reviews a modo de votación para elegir la pareja de baile para Harry en la fiesta de Yule. Hasta ahora las opciones a elegir son Hermione, Luna y Padma, pero siempre pueden argumentar alguna otra pareja en sus comentarios.

Esperamos les haya gustado este capítulo, y los esperamos en el siguiente

¡Saludos!