Capítulo 46: El Boggart
Para la tarde del jueves 2 de Septiembre, después de almuerzo, tocaba la primera clase de Defensa contra las Artes Obscuras, una clase que Harry parecía particularmente expectante con tal de poder conocer más qué clase de persona era Lupin.
Sin embargo, cuando llegaron al aula correspondiente, el profesor no se encontraba allí. Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando cuando por fin llegó. Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como cuando lo conocieron, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera comido unos muy buenos estofados.
— Buenas tardes — saludó. — ¿Podrían, por favor, guardar sus libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitarán sus varitas mágicas.
La clase cambió miradas de curiosidad mientras guardaban los libros. Nunca habían tenido una clase práctica de Defensa contra las Artes Oscuras, a menos que se contara el fiasco de los duendecillos del año anterior.
— Bien — dijo el Profesor Lupin cuando todos parecían estar listos. — Si tienen la amabilidad de seguirme…
Desconcertados, pero igualmente con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula, siguiendo los pasos del profesor. Éste los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una esquina, y lo primero que vieron fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el Profesor Lupin estuvo a medio metro; entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una monótona canción:
— Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin…
Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato al Profesor Lupin para ver cómo se tomaría la desafiante actitud del poltergeist. Ante su sorpresa, el mencionado seguía sonriendo.
— Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves — dijo, con amabilidad. — El señor Filch no podrá entrar a buscar sus escobas cuando lo necesite.
Pero Peeves no prestó atención al profesor Lupin, salvo para soltarle una sonora pedorreta. El hombre suspiró y sacó la varita mágica.
— Es un hechizo útil y sencillo — dijo a la clase, volviendo la cabeza. — Por favor, pongan atención.
Alzó la varita a la altura del hombro y apuntó a Peeves, diciendo "Waddiwasi". Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y fue a taponar la fosa nasal izquierda de Peeves; éste ascendió dando vueltas como en un remolino y se alejó lo más rápido que pudo, zumbando y echando maldiciones.
— Gracias — respondió el Profesor a algunas expresiones de sorpresa, guardando la varita. — ¿Continuamos?
Se pusieron otra vez en marcha, mirando al desaliñado Profesor Lupin con creciente respeto. Los condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la Sala de Profesores.
—Entren, por favor — dijo el Profesor, abriendo la puerta y cediendo el paso.
En la Sala de Profesores, una estancia larga con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares. No había nadie salvo un único profesor: Snape estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetraba en la sala. Los ojos le brillaban y en la boca tenía una sonrisa desagradable. Cuando el Profesor Lupin entró y cerró la puerta tras él, Snape se levantó y fue hacia la puerta, pasando entre los alumnos hasta llegar al final del grupo.
— Espero no le moleste que esté presente y observe su clase, Profesor Lupin — dijo, en un tono bastante arisco. — Supongo que nunca está de más ver el desempeño de los colegas, especialmente en una asignatura tan rotativa como Defensa contra las Artes Obscuras.
— Por supuesto que no, Profesor Snape — respondió el otro, con una amable sonrisa antes de dirigirse al otro extremo del grupo.
Lupin se dirigió hacia una esquina donde no había más que un viejo armario donde seguramente los profesores guardaban las túnicas de repuesto, o alguna indumentaria por el estilo. Sin embargo, cuando el hombre se acercó, el armario se agitó de repente, golpeando contra la pared.
— Bien… — comenzó, llamando la atención de los estudiantes. — No hay por qué preocuparse; sólo hay un boggart allí dentro — dijo con tranquilidad, cuando notó que algunos alumnos daban un par de pasos hacia atrás, alarmados.
Sin embargo, algunos si consideraban que el boggart era algo preocupante, y más de uno dirigió una mirada de miedo al Profesor, especialmente cuando el pomo de la puerta del armario se movió.
— A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el Profesor Lupin: — los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario debajo del fregadero… En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Éste en particular vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al Director si lo podíamos dejar donde estaba para utilizarlo hoy en una clase práctica. Ahora, la primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Hermione levantó rápidamente la mano.
— Es un ser cambia-formas — dijo. — Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
— Yo no lo podría haber explicado mejor — admitió el hombre, y Hermione se puso radiante de felicidad. — El boggart que está allí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma alguna. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir se convertirá inmediatamente en lo que más temamos. Esto significa… — prosiguió el Profesor Lupin, sonriendo a la clase, — que ya antes de comenzar, tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Padma?
Era difícil responder a una pregunta con Hermione al lado, que no dejaba de ponerse de puntillas, con la mano levantada. Pero la chica hizo un intento:
— ¿Porque somos muchos y no sabe por cuál forma decidirse?
— Exacto — dijo el Profesor. — Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir? ¿En un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy tarado se convirtió en media babosa; no daba ni pizca de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental — y esto último lo dijo en un tono algo más serio: — Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddikulus!
— ¡Riddikulus! — dijeron todos a la vez.
— Bien — dijo el Profesor Lupin. — Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil; como saben, la palabra por sí sola no basta. Entonces, ahora necesitamos a nuestro primer voluntario para enfrentarnos al boggart…
El armario volvió a temblar, pero no tanto como algunos estudiantes, quienes parecían expectantes y nerviosos ante lo desconocido.
— Bien… — prosiguió el hombre. — Padma, ¿qué es lo que más te asusta en el mundo?
Pero, cuando la aludida parecía dudar en responder, Michael Corner levantó la mano y preguntó sin esperar:
— Profesor, disculpe la interrupción, pero ¿por qué nos trata con tanta familiaridad?
El Profesor Snape, quien estaba al final del grupo, levantó una ceja en señal de interés. Sabía que Lupin no era precisamente formal, pero que un joven de Ravenclaw formulara una pregunta tan madura no era algo que esperara.
— Joven Corner, ¿mejor así? — bromeó un poco Lupin, sonriendo pese a poner un tono más serio. — En los sistemas educacionales actuales de Europa se está empleando un método de acercamiento que, mediante la familiarización, se espera mejores resultados de los estudiantes por medio de la confianza. No sé si puedan entenderlo, pero significa que, tratándolos por el nombre, espero que confíen en mí y que, a su vez, sepan que naturalmente espero lo mejor de ustedes.
Nadie respondió, dando a entender que la explicación parecía ser suficiente. Sin embargo, Lupin no pudo evitar ver la expresión llena de repudio de parte de Snape.
— Bueno, Padma, ¿podrías responder, por favor? — continuó.
— Una… Una naga — balbuceó, después de sobresalir del grupo un par de pasos.
— ¿Una naga?
La chica asintió, avergonzada.
— ¿Y sabes cómo podrías hacer que esa naga se volviera graciosa?
— ¿Cómo? — preguntó Padma, al instante.
— Bueno, siempre podría quedar empaquetada en un caricaturesco nudo — sonrió el Profesor Lupin. — Esa es la idea que deberías tener en mente, y con la forma más graciosa que se te pueda ocurrir. ¿Eres capaz de mantener una visión mental?
— Sí, creo que sí — dijo Padma, con inseguridad, preguntándose qué ocurriría a continuación.
— Cuando el boggart salga del armario y te vea, Padma, adoptará la forma de una naga — comenzó a explicar Lupin. — Entonces, alzarás tu varita y recitarás "¡Riddikulus!", concentrándote en el nudo. Si todo resulta bien, el boggart tendrá que contorsionarse hasta formar el nudo.
Hubo algo de murmullos entre los estudiantes. El armario tembló violentamente.
— Si a Padma le sale bien — añadió el Profesor Lupin, — es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que les da más miedo en sus vidas, y cómo podrían convertirlo en algo cómico.
La sala se quedó en silencio. Harry sólo tuvo que pensar por unos segundos para recordar lo que realmente le aterraba, lo que aún le hacía despertar por las noches, incluso en la casa de Spinner's End, la que no tardó en llamar su hogar gracias a las atenciones de Snape y su drástico cambio de vida.
El chico miró a su alrededor y vio que varios jóvenes parecían concentrarse en descubrir sus temores… excepto Hermione, quien parecía tener una mirada un tanto triste y lúgubre. Estaba casi seguro de que era capaz de adivinar cuáles eran sus temores.
— ¿Todos preparados? — preguntó el Profesor Lupin, de repente.
Harry se horrorizó: él no estaba preparado; no sabía cómo convertir su temor en algo cómico. Pero no quiso pedir más tiempo, pues todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban, como si estuvieran listos a enfrentarse al mundo mismo.
— Nos vamos a echar todos hacia atrás, Padma, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? — dijo el Profesor. — Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante, y así sucesivamente… Ahora todos hacia atrás, así Padma podrá tener sitio suficiente para enfrentarse al boggart.
Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Padma sola, frente al armario. Estaba nerviosa, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.
— A la de tres, Padma — indicó el Profesor Lupin, quien apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario. — A la una… a las dos… a las tres… ¡ya!
Con un movimiento de la varita del Profesor Lupin, el pomo de la puerta brilló y giró. El armario se abrió de golpe y una horrible criatura salió de él: tenía el cuerpo escamoso de una serpiente, pero su cabeza era el de una mujer, con colmillos y ojos de serpiente, además de un grueso y obscuro cabello que la hacía ver como si su cabeza hubiera salido de un pozo profundo y abandonado.
La naga miró directamente a los ojos de Padma mientras se acercaba amenazante. Su lengua bífida estaba cerca de rozar una de las mejillas de la chica cuando finalmente ésta levantó su varita.
— R… ¡Riddikulus! — dijo, juntando valor.
Se escuchó un chasquido semejante al de un látigo. La naga detuvo su avance en seco con tanta fuerza que su cabeza golpeó el suelo, mientras era recogida desde el centro y se envolvía hasta formar una pelota enmarañada como un ovillo de lana. Sólo se asomaba la cola de la naga, que estaba anudada en un nudo con una cinta.
Hubo algunas expresiones de asombro mezcladas con las risas de otros. El boggart se detuvo, confundido, y el Profesor Lupin gritó:
—¡El siguiente! ¡Adelante!
Michael Corner se aproximó, con el rostro tenso. Se escuchó otro chasquido y el nudo se transformó en una terrorífica momia cubierta de vendas de pergamino y llena de obscuras manchas de sangre; volvió su rostro sin ojos hacia Michael y comenzó a caminar hacia él, muy despacio, arrastrando sus pies mientras soltaba un tenebroso alarido.
— ¡Riddikulus! — gritó Michael.
Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando al tiempo que el resto del cuerpo se convertía en arena.
— ¡El siguiente! — volvió a gritar el hombre.
¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora el fantasma de una mujer de un cabello tan largo que daba la impresión de que llegaba al suelo, el cual ocultaba un rostro huesudo y ojos lechosos que la hacían ver tenebrosamente espectral: una banshee.
— ¡Riddikulus! — gritó Terry Boot justo cuando la criatura iba a abrir la boca.
La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.
¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego… ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.
— ¡Está despistado! — gritó Lupin. — ¡Lo estamos logrando!
¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como una araña.
— ¡Riddikulus! — gritó Mandy Brocklehurst.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.
¡Crac! Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelos, chasqueando sus colmillos amenazadoramente, pero entonces…
— ¡Riddikulus! — gritó Lisa Turpin.
Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Sue Li dio un grito y se apartó de su camino a toda prisa. El cuerpo de la araña se detuvo a los pies de Hermione, al tiempo que todos se alejaban para darle espacio.
¡Crac! El cuerpo de la araña se convirtió en un espejo en el que se reflejaba Hermione a la perfección, pero en él se resaltaba cómo nadie estaba a su alrededor y estaba sumida en la absoluta soledad.
— Riddikulus — dijo.
Y entonces en el reflejo ella de pronto estaba vestida con un pomposo vestido y rodeada de caricaturescas criaturas, tal como si ella fuera Alicia en el País de las Maravillas, lo que rápidamente le hizo sonreír al tiempo que quienes pudieron verlo no podían evitar reír por lo exageradamente caricaturesco de las criaturas.
Finalmente era el turno de Harry. El espejo se transformó en un amplio ventanal que permitía ver el interior de una casa abandonada, apuntando particularmente hacia la alacena bajo las escaleras, la que estaba cerrada con un oxidado candado que apenas se mantenía en la mohosa madera de pintura descascarada.
Harry palideció y quedó congelado como piedra. Algo golpeó desde el interior de la alacena bajo la escalera, levantando polvo y sacudiendo el candado con fuerza. Entonces, el chico levantó la varita, pero fue incapaz de pronunciar palabra alguna… ¡Bam! La puerta volvió a golpear con fuerza, esta vez enviando a volar el candado… abriéndose lentamente.
— ¡Aquí! — gritó el Profesor Lupin de pronto, avanzando rápido y sacando a Harry del camino del boggart.
La ventana dio giro y ahora mostraba el exterior, en una hermosa noche estrellada. De entre las nubes vieron una esfera de un blanco plateado que sobresalía, brillante y hermosa, flotando en el aire y saliendo de la ventana hacia la cara de Lupin, quien dijo "Riddíkulo" casi con desgana.
¡Crac! La Luna cayó al suelo y se abrió como un huevo en el suelo, a lo que hubo unas cuantas carcajadas, causando que el boggart se convirtiera en humo y volviera rápidamente a encerrarse en el armario, soltando un espectral gruñido lleno de frustración.
— ¡Muy bien! — gritó el Profesor Lupin mientras la clase prorrumpía en aplausos. — Muy bien, en verdad. Todos lo han hecho muy bien. Veamos… cincuenta puntos para la Casa Ravenclaw porque todos se enfrentaron decididamente al boggart.
— Pero yo… — balbuceó Harry.
—No te preocupes, Harry. Tú y Hermione contestaron correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase, y con eso también participaron de manera importante — dijo Lupin sin darle importancia. — Muy bien, todo el mundo. Ha sido una clase estupenda. Como deberes, deben leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen para el lunes. Eso es todo.
Los alumnos abandonaron entusiasmados la Sala de Profesores… todos, excepto Harry, pero nadie parecía poner atención a ello. Todos comentaban alegremente los enfrentamientos que tuvieron con el boggart a medida que avanzaban por el pasillo.
— Ha sido la mejor clase de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido, ¿no es verdad? — dijo Padma, emocionada, mientras regresaban al aula de la clase para buscar sus mochilas.
— Parece un profesor muy bueno — dijo Hermione, en un tono monótono.
Sin embargo, Harry la quedó mirando de reojo y se percató de que su amiga estaba bastante alicaída, tratando de no demostrar lo que en verdad sentía.
Sin saber por qué, el único impulso que tuvo el chico para tratar de animarla fue tomarle la mano… y acompañarla hasta que terminara el día.
Notas de autor
Si no se dieron cuenta cuáles eran los reales temores de Harry y Hermione, pierden puntos valiosos xD
Holis
Por este capítulo no vamos a comentar sobre eso, nos encantaría que, además de dar su opinión para la pareja de baile de Harry en el baile de Yule en cuarto año, también pudiésemos leer sus impresiones sobre los temores de ambos. Si se dieron cuenta, no son los que uno podía fácilmente adivinar en el libro original, ¿no?
Lamentamos no haber recibido comentarios... Pero esperamos sus opiniones.
Saludos y nos vemos el próximo capítulo. Saludos!
