Capítulo 48: Hogsmeade
Conforme fueron pasando los días, el clima comenzó a hacerse cada vez más fresco. La lluvia y el viento comenzaron a hacerse mucho más presentes, haciendo que el castillo se viera más obscuro y frío.
Sin embargo, pese a esto, los ánimos de los estudiantes estaban cada vez más altos. Los rumores de que Sirius Black rondaba por Hogwarts no tardaron en expandirse entre los alumnos, aunque Ron tenía un tópico distinto en mente:
— ¡Bill vino de visita! — le dijo a Harry un día, después de almuerzo, mientras salían hacia los jardines interiores. — Incluso pasó a saludar y nos trajo chocolates…
— Lo sé, Ron, también lo vi — le respondió el de lentes. — Pero quisiera saber por qué vino para reunirse con el Director Dumbledore…
— Bueno… eso debería ser algo obvio… — le dijo, mirando a Ginny, quien estaba sentada sobre el pasto, con sus ojos cerrados, disfrutando del poco abrigo que podía transmitir el Sol en ese instante, que al fin pudo asomarse entre las nubes.
El par se mantuvo en silencio por unos instantes, mirando a la frágil pelirroja disfrutando del efímero Sol de otoño.
— ¿Cómo está? — preguntó de repente Draco, llegando hasta ellos.
— Mejor… creo — respondió Ron, con algo de dudas. — En casa tenía pesadillas terribles y le costaba comer, y muchas veces no podía dormir o probar bocado. Aquí, dice que siente algo de miedo, como si sintiera que el castillo se la fuera a comer, pero con cada día que pasa puede descansar y alimentarse un poco mejor…
— Podría preguntarle a la Profesora Sprout por algunas hierbas que puedan servir para ayudarle a dormir… — pensó Neville, quien había llegado poco después de Draco.
— O podría preguntarle a mi padre si hay algo de magia hindú que pudiera servirle… — pensó Padma, asomándose por un costado.
— Gracias, chicos, pero Bill ya le dio un amuleto para contrarrestar lo que sea que le esté afectando — les dijo Ron, con una sonrisa cargada de tristeza.
Volvieron a quedarse en silencio unos momentos, mientras Hermione y Luna se acercaban a Ginny para hacerle compañía y conversar con ella. Muchos estudiantes iban y venían tal como el vaivén de la brisa otoñal, haciendo la escena bastante dinámica pese a lo estática y frágil que se veía la hermana de Ron.
El grupo finalmente comenzó a caminar para reunirse con las chicas cuando, de repente, Ron soltó un bufido.
— ¡Quisiera saber qué es lo que ocurre con Scabbers! — reclamó de repente.
— ¿Tu rata? ¿Qué pasa con ella? — preguntó Harry, mirándolo extrañado.
— Últimamente se rehúsa a salir del cuarto de chicos de la Torre Gryffindor, e incluso a veces parece estar muerta de miedo… como si no bastara que todo el verano se veía como enferma — explicó el pelirrojo, con una mezcla de preocupación y de molestia, mientras llegaban junto a las chicas.
En ese instante, al tiempo que el grupo se sentaba junto a Ginny, Hermione y Luna, Crookshanks apareció y se movió ágilmente hasta el regazo de su dueña.
— Seguramente es culpa de ese gato — siguió reclamando.
— No digas eso, Ron. Crookshanks no ha hecho mal, y cuando mucho actúa conforme a sus instintos de todas maneras… — repuso Hermione, con tono ofendido.
— ¿Eso crees? Ya van unas cuantas veces en que se me ha abalanzado en medio de los pasillos, tratando de cazar a Scabbers, o a veces correteándola hasta que los pierdo de vista — dijo Ron. — En serio, pareciera que algo tiene con la pobre… habiendo tantos roedores y otras cosas para cazar y comer, pero insiste en perseguir a mi rata.
El par siguió discutiendo un poco más hasta que finalmente Padma decidió cambiar el tema tras una expresión de exasperación.
— Vamos, ¡deberíamos estar conversando respecto a lo que haremos en Hogsmeade! — dijo, regañando a Hermione y a Ron. — ¡Al fin anunciaron la primera fecha, y será para la celebración Halloween, además!
— Bueno, ciertamente comprar dulces en Honeydukes es prioridad — dijo Ron, con una amplia sonrisa.
— Yo quisiera ver qué libros disponibles hay en Tomes & Scrolls — respondió Draco, con calma.
— Yo quisiera ir con ustedes… — dijo Ginny, con algo de pena.
— Oh, no te preocupes, Ginny… el próximo año yo iré contigo — dijo Luna, abrazándola.
— Podremos ir todos juntos una vez ustedes pasen al tercer año — les sonrió Neville.
— Yo sigo queriendo saber qué es lo que realmente hay allí — dijo Harry, con curiosidad. — Supongo que debe ser parecido al Callejón Diagon, sólo que todo un poblado en vez de unas cuantas calles ocultas en Londres, ¿no?
— Bueno, en eso al menos no te equivocas — le explicó Padma. — Pero creo que lo más complicado por ahora es saber cuáles serán las condiciones en las que podremos viajar… si hay dementores cerca, significa que tendremos reglas de seguridad, ¿no?
— Tienes razón… ¿entonces irán profesores con nosotros? — pensó en voz alta Draco.
Mientras el grupo discutía las opciones, Harry se percató de que Hermione repentinamente se volvió muy silenciosa, y tenía la mirada perdida en el pasto mientras acariciaba suavemente a Crookshanks. Murmuraba cosas para sí mientras sus ojos expresaban algo de ansiedad, como cuando se preparaba para un examen.
— ¿Ocurre algo, Hermione? — preguntó sin más, llamando la atención del grupo hacia la chica.
— Oh, no, nada — se apresuró a decir, un poco alarmada. — Discúlpenme, acabo de recordar algo… — dijo, levantándose y caminando rápidamente hacia el castillo.
Todos le quedaron mirando con algo de extrañeza, pero sin darle mayor importancia. Pronto volvían a conversar respecto a lo que posiblemente podrían hacer en Hogsmeade y de la posterior noche de Halloween.
Sin embargo, en los siguientes días, Hermione pareció distanciarse un poco y ponerse un tanto ansiosa cada vez que se mencionaba la salida al poblado. Parecía eludir un tanto a sus amigos varones, y conversaba un poco en privado con Luna antes de ir a dormir. Todo ello llamaba demasiado la atención de Harry, pero cada vez estaba más agotado por la carga adicional que era ser asistente de Hagrid y por sus clases de duelo con el Profesor Flitwick, por lo que muchas veces decidía abiertamente no preguntar nuevamente qué era lo que ocurría.
Así, en un abrir y cerrar de ojos para Harry, el mes de Octubre pasó y ya se encontraban en la noche del sábado 30. Hace varios días que le entregaron las autorizaciones al Profesor Flitwick, el Profesor Jefe de la Casa Ravenclaw, y muchos no dejaban de hablar de todos los dulces que comprarían en Honeydukes, o de los posibles artículos que podrían comprar en la tienda Zonko, especialmente Fred y George, quienes tenían el pasatiempo de fastidiar a Filch, el conserje.
Pese a que el día había sido muy tranquilo, por alguna razón Harry era incapaz de conciliar el sueño, como si algo muy malo estuviera ocurriendo… y entonces no pudo evitar acordarse de los dementores, deambulando quién sabe dónde.
La Luna Llena iluminaba por completo el cuarto de los chicos en la Torre Ravenclaw, mientras un viento tormentoso golpeaba las ventanas. Algo en el fondo de sí le causaba nervios, y no estaba seguro qué podría ser.
Mas, a la mañana siguiente, todo parecía normal. Aquella mañana de domingo partió con muchos murmullos y ánimos muy elevados, mientras los profesores daban los toques finales a las decoraciones de Halloween y los jóvenes de tercer año apenas si podían desayunar tranquilos en la expectativa de la primera salida al poblado.
Una vez terminado el desayuno, todos fueron apresuradamente hacia la entrada del castillo, donde Filch, quien se mantenía de pie en el lado interior de las grandes compuertas, marcaba los nombres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso. Al otro lado, sin embargo, los esperaban los Profesores Jefes de las respectivas casas, de pie frente a los carruajes que los trajeron al castillo el primer día de clases.
— Muy bien, jóvenes, quisiera dejar bien en claro algunas reglas — dijo la Profesora McGonagall, llamando la atención de todos. — Debido a los dementores que hay posicionados alrededor de los terrenos del castillo, sólo podrán ir y volver al poblado en los carruajes, y estos partirán en horas específicas, ni antes ni después — explicó. — Es por esto mismo que se les insta a que no deambulen más allá de los terrenos del poblado ni intenten movilizarse por su cuenta.
— Dicho eso, se les recuerda que las reglas que les corresponden por ser menores de edad siguen vigentes y su quebrantamiento será fuertemente sancionado — dijo Snape, en un tono realmente molesto mientras dirigía su frívola mirada hacia los gemelos Weasley. — De igual manera, los jóvenes de sexto y séptimo años, no se propasen y compórtense incluso dentro de la tienda de té de Madam Puddifoot. Cualquier desliz lo sancionaré en persona.
De entre los estudiantes de últimos años pudieron escucharse unas risitas nerviosas. Incluso Percy Weasley parecía tratar de disimular algo de rubor en sus mejillas, según pudo notar Harry por el rabillo de su ojo.
— Bien, ahora pueden juntarse en los grupos que prefieran y subirse a los carruajes para iniciar el paseo — dijo la Profesora McGonagall, haciendo un ademán con su brazo para indicar a los estudiantes que ya podían moverse.
Sin embargo, ella no alcanzó a terminar su frase cuando Hermione tomó a Harry fuertemente del brazo y se lo llevó con paso seguro a uno de los carruajes, ante la sorpresa de todos, especialmente de Ron y Padma.
— Hey, ¿qué pasa? — preguntó Harry, casi por reflejo, mientras se sentaba y veía que Hermione cerraba la puerta de su carruaje.
— ¿Ah? Nada… ¿por qué dices eso? — respondió al instante Hermione, algo nerviosa.
Pero Harry entonces vio sus ojos destellando con una mezcla de ansias y nerviosismo, y el rubor que trataba de mantener a raya. Su cola espiralada claramente se veía bien en ella… sus labios se veían bellos con los efectos del humectante labial, tal como sus ojos parecían más cautivadores por una delicada línea de sombra de color neutro en sus párpados… y, para rematar sus sentidos, un sutil cosquilleo en la nariz de Harry le hizo poner atención al perfume de Hermione. Incluso sintió un poco de vergüenza de ir tan casualmente con ella.
— No… por nada… — sólo atinó a decir, mientras Hermione se acomodaba en su asiento a su lado, sonriéndole despreocupadamente.
No pasó mucho cuando finalmente los carruajes comenzaron a moverse.
Ambos se mantuvieron en silencio, mirando a través de sus respectivas ventanas, viendo como avanzaban bajo las gruesas ramas de los árboles que rodeaban el camino. Sólo la visión del gran portón y los dementores que custodiaban el acceso parecía terminar súbitamente el paisaje en el que se estaban enfrascando.
— Sabes… — dijo Hermione, tan pronto salieron de los terrenos de Hogwarts, agachando la mirada. — Quería pedirte perdón.
— ¿Ah? ¿Perdón por qué? — cuestionó Harry, volteándose a mirarla, aunque ella no se atreviese a devolverle la mirada.
— Por el año pasado — respondió ella, con un poco de vergüenza. — Sé que no me porté muy bien, menos creyendo que Lockhart era… especial… — se sinceró. — Y, para colmo, te dejé solo gran parte del tiempo, tanto leyendo como alejándome…
Entonces la chica levantó un poco la mirada y fijó sus ojos en los de Harry, aún lidiando con su vergüenza mientras esperaba la respuesta del chico de lentes. Entrelazaba con fuerza sus dedos y estrujaba sus manos mientras intentaba lidiar con la espera de escuchar la respuesta de su amigo.
— No te preocupes… — finalmente respondió Harry, rascándose una mejilla. — Sí, fue fastidioso, pero también es mi culpa que estuvieras sola. Intenté acompañarte, pero también muchas veces prefería dejarte a tu lectura. Pero esta vez volveremos a pasar tiempo juntos, como antes, ¿no?
— ¿Ah? C-claro… como antes… — confirmó la chica, con un sutil dejo de tristeza.
El silencio volvió a apoderarse del carruaje al tiempo que Harry volvía a mirar el camino por la ventana, con una suave sonrisa, ignorante a la nostálgica expresión que tenía Hermione mientras ella miraba a través de su ventana.
Finalmente, saliendo del bosque y acercándose a las montañas, podían ver el poblado en el horizonte, más allá de la estación del tren.
Hogsmeade, aunque no era precisamente grande, se veía como un pintoresco poblado pese a las sólidas construcciones de piedra que conformaban las casas y tiendas. A diferencia del Callejón Diagon, sus caminos eran bastante más amplios y se veía mucho mejor organizado en varios sentidos pese a verse mucho más antiguo, lo cual le causaba bastante interés a Harry.
Tras un viaje bastante sereno, llegaron a su destino.
Las calles del pueblo estaban repletas de los estudiantes de Hogwarts, todos yendo y viniendo en grupos, conversando con gran interés, mientras unos pocos adultos (principalmente habitantes) paseaban mirando relajadamente las vitrinas de las distintas tiendas. Los profesores que acompañaban a los jóvenes, en tanto, se movían poco, atentos a los distintos desplazamientos de los alumnos; miraban en distintas direcciones, observando lo más posible, antes de siquiera poder relajarse y comenzar a desplazarse por su cuenta, aprovechando un poco el día.
Harry descendió del carruaje y se quedó unos momentos junto a la puerta, observando el animado escenario que se desarrollaba ante sus ojos, siendo recibido por el frío viento otoñal. Casi se había olvidado de Hermione cuando ésta se apoyó sobre sus hombros como ayuda para bajar del carruaje y quedarse de pie junto a él.
— ¿Qué te pasa? ¿No quieres ir? — le preguntó, viéndolo aún dubitativo.
— No es eso… — le sonrió Harry. — Es el primer paseo tranquilo que tengo fuera de casa o de Londres.
— ¿Oh? Entonces te falta mucho por conocer del mundo… — le dijo Hermione. — Vamos, antes que se termine el día — zanjó, con su característico tono mandón.
Y, sin esperar a una respuesta, le tomó la mano y lo llevó hacia Hogsmeade.
Pese a las conversaciones y a los estudiantes que se habían apoderado de las calles, el lugar parecía ser bastante apacible y hogareño. La gente caminaba despreocupada por sus calles y apenas si se oía alguna mención de los dementores que había alrededor de Hogwarts.
Como era esperable, una gran masa de jóvenes se agrupó en las puertas de Honeydukes, esperando su turno para poder entrar y comprar golosinas, pero a Harry le interesó el edificio que había un poco más allá, hacia el centro del poblado: cientos de lechuzas revoloteaban alrededor de una alta torre que sobresalía de una de las casas más altas del pueblo.
La oficina postal tenía gran actividad, y las aves atraían inocentemente los ojos esmeraldas de Harry. Hermione lo vio por unos momentos antes de sonreír.
— ¿Te gustan las lechuzas?
Pero Harry no le respondió. Simplemente dirigió su mirada a la chica y le sonrió, la que tuvo que esforzarse por esconder un repentino cosquilleo en la boca de su estómago.
Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Harry desvió su mirada y comenzó a caminar hacia otro lugar.
— Mira, una librería — le dijo, con entusiasmo.
Y, sin dudar en seguir al de lentes, ambos avanzaron hacia una tienda con el nombre de Tomes & Scrolls. No era particularmente la tienda más visitada, pero claramente atrajo la atención de ellos, quienes caminaron rápidamente hasta la vitrina.
No parecía ser muy distinta de la librería más conocida del Callejón Diagon, Flourish & Blotts, pero que dijera "libros especializados" causaba mayor interés, por lo que no dudaron en entrar.
— Bienvenidos — se escuchó la voz de una mujer, desde el fondo de la tienda, al tiempo que la puerta hacía sonar una campanilla.
Harry y Hermione miraban en todas direcciones, observando anonadados los altos muebles empotrados en las paredes, llenos de libros, y las mesas acomodadas al centro con libros dispuestos a ser tomados y analizados. Algunos libros volaban por sobre sus cabezas, ordenándose por sí mismos en los lugares que les corresponden, mientras unos pergaminos y plumas flotaban de vez en cuando, confirmando el inventario y los títulos que se han pedido por lechuza.
Algunos adultos revisaban títulos, mientras otros pocos estudiantes de Hogwarts revisaban libros particulares. Se podían encontrar libros para las clases, incluyendo libros de Aritmancia Avanzada, pero también había grandes libros enciclopédicos de criaturas mágicas, libros sobre el estudio de dragones, e incluso teorías para maestros de pociones.
A diferencia de lo que Harry recordaba del Callejón Diagon, aquí había una cantidad muy mínima de libros de rumores y revistas populares, por lo que los títulos de Lockhart o de la otra autora popular, Rita Skeeter, no tenían lugar en esta tienda.
Sin embargo, para sorpresa de Harry, había una sección de libros muggle, donde podía encontrar principalmente grades libros de fantasía.
— ¿En qué puedo ayudarles? — dijo la dueña de la tienda, acercándose a ellos.
Era una maga un tanto alta, pero de semblante muy amable. Su cabello obscuro se lucía bastante bien junto a sus ojos grises, los que parecían sonreír detrás de los delgados lentes rectangulares que adornaba elegantemente su rostro, el cual la hacía ver mucho más joven de lo que quizás era en verdad.
— Lo siento, sólo estábamos viendo… — le respondió Hermione, con amabilidad.
— Oh, ¿estudiantes de Hogwarts? ¿Primera vez que entran a esta tienda?
Ambos asintieron, a lo que la mujer les sonrió. Sin embargo, sus ojos repentinamente percibieron la cicatriz de Harry, lo que hizo que su expresión se volviera mucho más amable y dulce.
— ¿Quizás les pueda interesar algo en particular? — les consultó. — Aquí encontrarán libros adecuados para avanzar, o incluso adelantar, los estudios de sus clases. O tal vez podría ofrecerles algo especial, que es el fuerte de nuestra tienda: duelo, historia, anatomía, ajedrez, esgrima y estudios marciales, pociones y alquimia avanzadas, bestiarios, enciclopedias, e incluso algo de arquitectura, o hasta estudios de linajes… Lo que les llame la atención podríamos buscarlo, o incluso conseguirlo; sólo tienen que preguntar — concluyó, con sus ojos brillando de gusto.
Hermione estaba anonada. Se sentía como si todo el conocimiento del mundo estuviera a su alcance, y sus ojos brillaban tanto como los de la dueña de la tienda. Harry, en cambio, sintió el peso de la gran cantidad de opciones, y se enfrascó en la idea de comprar aunque fuera un libro… pero, ¿cuál?
Sin embargo, Hermione se le ocurrió su tópico casi al instante: estudios sobre el origen de los magos nacidos de linajes muggle. Después de corroborar el nivel de profundidad que la chica quería respecto a estos estudios, un mero movimiento de la varita hizo que un grueso tomo flotara de entre los estantes hasta el escritorio de la tendedera.
Harry tuvo que pensarlo un poco más, pero al final su cerebro volvía siempre a lo mismo: una enciclopedia completa de dragones. Con otro movimiento de su varita, el grueso Dracones Compendium voló desde un rincón algo oculto a la vista hasta el escritorio.
— Pensé que pedirías algo de Defensa contra las Artes Obscuras, o incluso de Duelo Mágico — dijo la mujer, con tono divertido mientras iban hacia el escritorio para pagar por los libros.
— Quizás otro día… — respondió Harry, con algo de vergüenza.
— Bueno, si es el caso, quizás prefieras pedirlo por lechuza. Hacemos envíos, especialmente hacia Hogwarts — dijo la tendedera, ofreciéndole una tarjeta.
Harry sonrió. Sin embargo, apenas la mujer si alcanzó a mencionar cuánto era el precio de cada libro, Harry sacó una cantidad de galeones y pagó por ambos, para la sorpresa de Hermione. Avergonzado, y casi sin esperar, tomó los libros y salió de la tienda.
Su compañera lo siguió con la mirada, mientras que la mujer trataba de ocultar una risita coqueta.
— Yo pensé que pedirías otra cosa — le susurró a Hermione antes de que se fuera.
— Bueno… lo pensé… — le respondió la chica, manteniendo una voz baja para evitar que los demás clientes la escucharan.
— Si me escribes, quizás pueda ayudar — sonrió la otra, ofreciéndole también una tarjeta. — ¡Muchas gracias, y vuelvan pronto! — se despidió, permitiendo que Hermione saliera del lugar.
Al otro lado de la puerta, Harry estaba esperando, con la mirada perdida hacia el infinito mientras trataba de organizar sus ideas. Cuando sonó la campanilla de la tienda, pareció salir de su ensimismamiento y se volteó a ver a Hermione.
— Harry… muchas gracias por el libro — le sonrió la chica, recibiendo el libro que había pedido.
— No es nada — respondió el de lentes, tratando de quitarle importancia a toda la situación. — Además, una cosa es haber hecho un poco de celebración por tu cumpleaños, y otra es comprar un regalo — le dijo, con una sonrisa.
Sin embargo, para su sorpresa, Hermione simplemente respondió con un beso en su mejilla, para luego sonreírle y comenzar a caminar… pero Harry no parecía salir de su impresión hasta que Hermione le llamó unos cuantos pasos más allá.
Siguieron caminando juntos. Pasaron frente a la tienda de té de Madam Puddifoot, donde podía verse muchas parejas aprovechando de tener un momento relajado, o bien unas cuantas mesas llenas de chicas que reían por distintas conversaciones tontas junto a un sabroso té y un delicioso trozo de algún postre dulce. Hermione miraba con curiosidad la tienda, pero no podía detenerse debido a que Harry, algo avergonzado, aceleró el paso y trataba de mirar lo menos posible hacia el interior del lugar.
Pese a la gran cantidad de estudiantes que rondaban por las calles, nadie parecía darles mayor importancia a excepción de unos pocos que los reconocían a la distancia. Harry se percató de que Padma, acompañada de su hermana Parvati, se detuvo unos instantes a observarlos desde el otro lado de la calle, al igual que Ron, quien iba rodeado de varios de sus amigos de la Casa Gryffindor.
Decidieron volver a Honeydukes para intentar comprar algunos dulces… sin suerte. El lugar seguía lleno, y parecía improbable que pudieran entrar luego.
Sin embargo, según hizo notar Hermione, era bastante acertado no pensar en dulces a esa hora. Pronto llegaría la hora de almuerzo, y lo ideal era encontrar una mesa en Las Tres Escobas antes de que se llenara, por lo que convenció a Harry de apurar el paso y entrar a la posada.
En el lugar ya había unas cuantas personas, pero afortunadamente no tantas como para privar a Hermione de ir raudamente hacia una mesa para dos que había en una esquina, junto al gran ventanal. El lugar era cálido y limpio, bastante acogedor pese a la cantidad y variedad de clientes que tenía. Los olores de las comidas y la agradable visión de las jarras llenas de distintos brebajes eran invitantes y abrían rápidamente el apetito.
Madam Rosmerta, la dueña de la posada, iba y venía entre las mesas tal como lo hacían sus dos meseros. Al igual que varios jóvenes, la figura curvilínea de la bella mujer captó rápidamente los ojos de Harry, aunque, a diferencia de la mayoría, pudo dejar de observarla tan rápidamente como la notó.
La mujer se acercó a ellos con paso ligero y les sonrió.
— Jóvenes, no los había visto por aquí… sean bienvenidos — les dijo, a modo de saludo. — Puedo recomendarles una jarra de cerveza de mantequilla y un sándwich BLT especial de Hogsmeade para cada uno, ¿qué les parece?
Harry y Hermione se miraron y aceptaron casi sin pensarlo, especialmente por ser ignorantes respecto a lo que ella les ofrecía, pero podían ver que todos disfrutaban de la comida. El gélido viento que provenía de las montañas ya había comenzado a sentirse en los huesos, y la apertura del apetito no ayudaba en absoluto.
Feliz con la rápida respuesta de los jóvenes, Madam Rosmerta rápidamente se fue hacia la cocina. Harry miraba en todas las direcciones, tanto a la cálida chimenea como a las personas que ya estaban allí, conversando amenamente mientras bebían de sus jarras.
— Tiene un aspecto bastante antiguo, pero tiene su encanto — le dijo Hermione, con una sonrisa.
— Sí. Me pregunto si una posada en Hobbiton sería tan acogedora como esto — simplemente respondió Harry, soñando despierto por unos instantes, con sus ojos brillando intensamente mientras se dejaba llevar por su imaginación.
— Quizás… — murmuró Hermione, fijando su mirada en Harry unos momentos, con una expresión calmada y a su vez cautivada.
Sin embargo, pronto tuvieron que volver a la realidad debido a que uno de los meseros se acercó a dejarles sus jarras de cerveza de mantequilla a la mesa.
— Pronto vienen sus sándwiches — les dijo, con una sonrisa, antes de volver rápidamente por donde vino.
Los jóvenes se miraron y bebieron. Para sorpresa de ellos, el trago era dulce y, pese a servirse frío, era bastante vigorizante; tenía un muy sutil grado alcohólico, pero nada que por sí solo ellos pudieran notar más allá de la calidez que parecía provenir desde el alma.
— ¡Vaya! — soltó la chica, alzando las cejas.
— Ni que lo digas… no esperaba que fuera tan dulce — le respondió el de lentes, con sentimientos encontrados por el sabor del trago.
Entonces ambos volvieron a mirarse y, sin razón aparente, comenzaron a reír. Era su primer trago del mundo mágico, y llegó claramente como una sorpresa… y aún les faltaba su comida.
El sándwich que recibieron era una versión especial, manteniendo fielmente lo que implica el nombre "BLT" pero con un giro. En vez de tocino, traía una carne mechada de jabalí que se veía indudablemente sabrosa y jugosa pese a lo bien cocida que estaba… y, para rematar, el plato del sándwich estaba acompañado de patatas fritas de un tono tan dorado como el amanecer.
Aunque no fue mucho lo que comieron, se sentían satisfechos y bastante animados. La cerveza de mantequilla pareció disipar un poco sus pensamientos, pero se sentían reconfortados con el abrigo que les daba para poder enfrentar la fría brisa que aún recorría Hogsmeade.
Hermione se detuvo junto a Harry después de que salieron de Las Tres Escobas, y miró a su alrededor. Nadie conocido estaba cerca en ese momento, y Harry estaba concentrado observando el paisaje del pueblo desde la entrada de la posada.
Le vio sonreír, satisfecho del relajado momento que tenían, y luego vio su mano, colgando distraídamente con la palma abierta. En un repentino impulso, trató de tomarla, pero Harry rápidamente la levantó para indicar hacia una tienda en particular.
— Mira, Hermione, creo que ahora si podremos entrar a Honeydukes — le dijo alegremente.
Pero pronto el de lentes se quedó perplejo, viendo cómo su amiga se miraba la mano con una expresión llena de molestia, como si algo hubiera ocurrido y ella estuviera lidiando con la frustración del momento.
— ¿Ocurre algo? — le preguntó.
— ¿Ah? No, nada, vayamos — le respondió rápidamente, forzando una sonrisa como si la hubieran atrapado en alguna travesura.
Y, sin esperar al otro, avanzó rápidamente hacia la tienda de golosinas. El lugar aún tenía una buena cantidad de estudiantes en su interior, pero al menos ya era posible entrar sin tener que esperar a que alguien tuviera que salir para hacer espacio.
Centenares de caramelos, golosinas, dulces, chicles y chocolates se mostraban ante ellos en distintas vitrinas, algunas tan altas que llegaban hasta el techo de la tienda. Había un sinfín de murmullos, conversaciones y carcajadas, mientras la caja no dejaba de hacer ventas gracias a todos los jóvenes de Hogwarts que aprovechaban de comprar.
Ellos no se quedaron atrás. Compraron incluso más que cuando realmente tenían ganas de comer en el tren de Hogwarts, e incluso aprovecharon de probar la muestra gratis de la nueva golosina que se ofrecía junto a la caja.
Nunca Harry había agradecido tener la oportunidad de tener dinero, y en aquella ocasión realmente sentía que las monedas que salieron de su bolsillo fueron muy bien aprovechadas.
Salieron presurosos de la tienda, especialmente porque estar estrechos entre otros clientes no era precisamente una sensación agradable, y fueron hasta una tranquila plaza que había junto a la oficina postal. Debido al frío, muy poca gente estaba allí, pero eso no disuadió sus deseos de sentarse en una de las bancas, bajo los grandes pinos que adornaban el lugar, y descansar un poco.
Se mantuvieron en silencio por un tiempo, comiendo un poco de sus caramelos. El Sol ya se estaba perdiendo de vista y el frío se hacía más intenso, mas la calidez del momento y el gusto de conocer un lugar nuevo los mantenía animados y tranquilos.
— Oh, conque aquí estaban — se escuchó detrás de ellos, en un tono algo divertido. — Ya decía que era imposible que no me topara con ustedes al menos una vez.
Ambos se voltearon y pudieron ver a Draco, sonriéndoles, acompañado de Daphne Greengrass, quien no tenía en absoluto la misma expresión amable.
— Y bien, Harry, ¿qué te ha parecido el pueblito de magos? — dijo el rubio, deteniéndose a su lado.
— Tiene su encanto — respondió el de lentes, haciendo una mueca como si fuera poca cosa. — Pero es probable que podamos encontrar otras localidades antiguas alrededor de Europa que puedan ser más encantadoras… ¿Quizás Francia? — dijo, mirando a Hermione, manteniendo la mueca presumida, lo que hizo que la chica sonriera divertida.
— Oh, vamos, ¿qué sabrán los muggles de lugares bellos? Londres no podría ser más gris — bufó Daphne.
— No seas así. El poblado donde vive Harry tiene su encanto pese a ser in… inds… insus…
— Industrializado — le ayudó el de lentes.
— Industrializado. Gracias — confirmó Draco. — Además, la vista al mar desde ese lugar no estaba mal — continuó.
— ¿En serio? Cuéntame más… — dijo Daphne, tomándolo por el brazo y llevándoselo de allí.
Harry y Hermione se quedaron viendo como el par se alejaba conversando con una expresión llena de extrañeza.
— ¿Draco querrá volver a juntarse con los Slytherin? — preguntó Harry, con algo de inocencia.
— No, creo que más bien alguien quiere volver a meterlo a la Casa Slytherin, aunque parece que a él no le agrada tanto la idea — respondió la chica, con suspicacia.
— ¿A qué te refieres?
— Nada. Cosas de chicas — zanjó Hermione antes de levantarse de su asiento.
No quedaba mucho por hacer en Hogsmeade hasta ese punto. Siguieron paseando por el poblado y viendo las tiendas que les faltaba por conocer desde la calle, pero pronto llegó la hora para volver a los carruajes y retornar al castillo.
Los colores del ocaso lentamente decoraban el cielo al tiempo que el frío se hacía más y más intenso. Tiritaban mientras se acomodaban en los asientos de los carruajes y se apresuraron a cerrar la puerta para evitar que el viento continuara congelándolos.
Harry se frotaba las manos al tiempo que comenzaba a considerar comer otro caramelo cuando sintió que Hermione se apegaba casi de golpe a su lado, apoyando su cabeza en el hombro del chico.
— Disculpa… es que hace mucho frío — dijo ella, en voz baja.
El chico no respondió. Se quedó estático, creyendo que así sería más cómodo para su amiga, al tiempo que trataba de lidiar con la sorpresa y la vergüenza.
Apenas si comenzaban la larga marcha hacia el castillo… y aún les faltaba el gran banquete de Halloween.
Notas (breves)
Holis ^^
Bueno... Seguimos en este tercer año, con la primera salida a Hogsmeade. Como Sirius está libre, al menos Harry no tiene ese problema, ¿cierto?
Lo mejor es que en la práctica Hermione se "adueñó" de Harry, ¿no?
Esperamos sus comentarios. Nos vemos la próxima semana
Saludos!
