Capítulo 50: La salida con Padma


Durante los siguientes días, hubo una especie de distanciamiento avergonzado entre algunos de los varones y las chicas de tercer año, en especial porque quedaba claro que tuvieron la misma charla, aunque fuera en grupos y lugares separados.

Mientras algunos parecían simplemente nerviosos respecto a los posibles resultados de sus siguientes decisiones o interacciones, varios parecían tratar de encontrar la diferencia entre acercamientos sinceros y los que pudieran estar influenciados por las pasiones… o tal vez algo peor.

Esto último fue el caso de Draco Malfoy. Aunque disfrutó por un tiempo volver a tener algo de atención de parte de miembros de la Casa Slytherin, conocía bastante bien (quizás demasiado para su joven edad) los vaivenes político-familiares que se ocultaban en las familias de sangre pura… por lo que se volvió un tanto más retraído y distante, comenzando a rechazar cortésmente los momentos que Daphne trataba de pasar con él, tal como comenzaba a ignorar los insistentes intentos de acercamiento de Pansy Parkinson.

En el caso de Neville, por otro lado, lo que antes era vergüenza, ahora llegaba a parecer miedo. Cada vez que una chica se acercaba a él, su cara se sonrojaba tanto que parecía un tomate… y apenas si podía controlarlo cuando estaba alrededor de Hermione y Padma, quienes pasaban bastante tiempo con Harry y sus amigos.

Para las chicas, en cambio, el tema no parecía tener mucho efecto quizás porque, en el caso de Hermione, es un tema con el que ya había tenido que lidiar desde el año anterior… o quizás, como en el caso de Padma, era un tema del que ya tenía algo de conocimiento. También cabía la posibilidad de que las chicas podían lidiar con el tópico de mucha mejor manera que los hombres, con una visión mucho más madura, o quizás sabían ocultar mucho mejor la confusión y vergüenza con tal de llevar una relación más "normal" con los demás.

Sin embargo, para Harry, la charla fue no sólo bastante informativa, sino que además le quitó un peso de encima en cierta forma. Dejando de lado lo impactante de los efectos de las ETS, ahora sabía exactamente qué era lo que estaba ocurriendo con él y cuál era el origen de su ansiedad y los peculiares sueños que hacían estallar sus sentidos últimamente. Mientras supiera, podría controlarlo… o eso quería creer.

Pero la verdad era que los sueños persistían, y eran cada vez más vívidos. En algunos casos, podía verlos y sentirlos durante toda la semana; en otras ocasiones, no tenía un sueño de aquellos durante varios días. No obstante, al menos era capaz de controlarse lo más posible alrededor de sus amigas, quienes eran las que más invadían sus noches.

Lo que sí tenía claro era que necesitaba concentrarse más en otras cosas, además de gastar energía. Fue por ello que un día tomó una decisión.

Tuvieron una clase de Defensa contra las Artes Obscuras muy agradable. El Profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía un hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva.

— Atrae a los viajeros a las ciénagas — dijo mientras los alumnos tomaban apuntes. — ¿Ven el farol que le cuelga de la mano? Sale al paso, el viajero sigue la luz y entonces…

El hinkypunk produjo un chirrido horrible contra el cristal.

Al sonar la campana del término de la clase, todos recogieron sus cosas y se dirigieron a la puerta, excepto…

— ¿Ocurre algo, Harry? — preguntó el Profesor mientras cubría la caja del hinkypunk.

— Quisiera preguntarle algo, Profesor — dijo el de lentes, acercándose algo dubitativo.

— Claro, no hay problema.

— ¿Recuerda lo que ocurrió durante el partido de quidditch? — le preguntó, tratando de crear una base para lo que realmente quería saber.

— Sí, por supuesto. No hice mucho, pero también estuve entre los que intentamos repeler a los dementores — respondió, volviendo a su mesa y comenzando a meter sus libros en su maletín. Creo que nadie ha visto nunca tan enfadado al Director Dumbledore. Los dementores están cada vez más rabiosos porque Dumbledore se niega a dejarlos entrar en los terrenos del colegio…

— Pero… ¿por qué acudieron al partido?

— Están hambrientos — explicó Lupin tranquilamente, al tiempo que cerraba su maletín, el que dio un chasquido. — Dumbledore no los deja entrar en el colegio, de forma que su suministro de presas humanas se ha agotado… Supongo que no pudieron resistirse a la gran multitud que había en el estadio: toda aquella emoción… El ambiente festivo… Para ellos debió ser semejante a un banquete.

— Azkaban debe de ser horrible — masculló Harry, frunciendo el ceño.

Lupin asintió con melancolía.

— La fortaleza está en una pequeña isla, perdida en el mar. Pero no hacen falta muros ni agua para tener a los presos encerrados, porque todos están atrapados dentro de sus propias mentes, incapaces de tener un pensamiento alegre. La mayoría enloquece al cabo de unas semanas.

Hubo un momento de silencio, en el que Lupin se quedó observando a Harry mientras él pensaba detenidamente.

— Si los dementores pierden más la paciencia, ¿qué podría ocurrir? — finalmente preguntó el chico.

— Bueno, los profesores y el Director haremos lo posible por mantenerlos a salvo, eso está más que claro — respondió el otro, con seguridad. — Sin embargo, debo admitir que, mientras más dementores haya, más difícil es defenderse.

— Pero usted ahuyentó al que nos atacó en el tren, y ayudó a repeler a los que se acercaron al estadio de quidditch — recalcó Harry, inmediatamente. — Si algo así vuelve a ocurrir, también quiero ser capaz de defender a los demás, a ayudar… ¿puede enseñarme?

— No soy ningún experto en la lucha contra los dementores, Harry. Más bien lo contrario… — dijo Lupin, con tono triste, tratando de disuadir al chico.

— Pero, si los dementores vuelven a atacar y los profesores no están suficientemente cerca, necesito tener algún arma contra ellos…

—De acuerdo. Intentaré ayudarte. Pero me temo que no podrá ser hasta el próximo trimestre. Tengo mucho que hacer antes de las vacaciones… y, además, también tengo que lidiar con una enfermedad que me complica bastante…

— ¿En serio? ¿Qué es? ¿Es muy grave?

— Perdón, pero es un tema delicado. Es bastante grave, pero puedo sobrellevarlo — le admitió el hombre, en tono grave. — Le pedí una poción al Profesor Snape, creyendo que me podría ayudar, pero él me dijo que la poción que yo tenía en mente era probable que me matara antes de ayudarme, por lo que se dedicaría a estudiar una mejor opción… realmente el Profesor Snape es alguien muy considerado.

Harry se fijó bien en la expresión de Lupin cuando dijo esas últimas palabras… una compleja mezcla de tristeza y gratitud. No sabía definir exactamente cuál fue la decisión final de su tutor, pero sólo esperaba que fuera lo correcto.

Dos semanas antes de que terminara el trimestre, el cielo se aclaró repentinamente, volviéndose de un deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana cubiertos de escarcha.

El interior del castillo fue invadido por el ambiente navideño y decorado de manera acorde; el Profesor Flitwick, por ejemplo, ya había decorado su aula con luces brillantes que resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban mientras jugueteaban con los jóvenes y las demás decoraciones.

Los alumnos, por otro lado, comentaban entusiasmados sus planes para las vacaciones y el gusto de volver con sus familias… aunque no todos parecían tan animados al respecto.

Ron hubiera preferido compartir otra Navidad con Harry en el castillo, en especial porque no quería volver a soportar a Percy y su ego por dos semanas, pero su hermano mayor, Bill, los había llamado a todos a volver a la casa de sus padres, en especial para cuidar de Ginny. A Hermione, por otro lado, le gustaba pasar tiempo con sus padres, especialmente las fiestas, pero se notaba que hubiera preferido quedarse… aunque nunca decía por qué.

No obstante, esos desánimos rápidamente eran olvidados gracias a que ya estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre, exactamente una semana antes de Navidad.

— Esta vez saldrás conmigo, ¿verdad? — preguntó Padma, secamente.

— ¿Ah? — preguntaron Harry y Hermione al mismo tiempo, confundidos por lo directa que estaba siendo su amiga, habitualmente más introvertida.

— ¿Por qué se extrañan? — continuó. — Ya te divertiste con Hermione la salida pasada; ahora me toca a mí, ¿no? — zanjó, como si fuera lo más natural del mundo.

— Yo… bueno… — balbuceó la aludida, esforzándose por ocultar su vergüenza.

— Pues, bueno… supongo… — trató de responder Harry, confundido.

— ¡Entonces está decidido! — dijo Padma, alejándose con alegría, sin poner real atención al intento de respuesta del chico.

A la mañana del sábado 18 de Diciembre, todos estaban envueltos en sus capas y bien abrigados con guantes y bufandas. Había comenzado a nevar, pero ello sólo hizo que el paisaje del camino hacia el pueblo fuera mucho más hermoso ante los ojos de Harry.

Padma estaba sentada a su lado, con una sonrisa ansiosa, mientras miraba a través de la ventana.

— No importa cuántas veces lo vea… — dijo, de repente, — la nieve en Hogwarts seguirá maravillándome.

— Ahora que lo pienso, ¿no nieva en la tierra de tus padres? — preguntó el de lentes, con curiosidad.

— Oh, sí, hay nieve en la India… pero habitualmente es en las tierras del norte y del noreste — respondió la chica, con una sonrisa. — Esos son terrenos montañosos; el resto de la India es mayoritariamente tropical, por lo que no hay mucho más que temperaturas bajas para invierno.

— Ya veo…

— ¿Y a ti que te parece? — preguntó ella.

— A mí me gusta… — respondió Harry, vagamente mientras volvía a mirar a través de su ventana.

Padma se quedó mirando por unos instantes a Harry mientras éste observaba soñadoramente hacia el horizonte.

— A mí también me gusta — finalmente murmuró, con una sutil sonrisa, antes de voltearse hacia su ventana.

Cuando llegaron, Harry no pudo evitar soltar una expresión de asombro. Hogsmeade se veía como una postal de Navidad. Las tiendas y casas con estaban cubiertas por una capa de nieve crujiente; en las puertas había adornos navideños, y también había filas de velas mágicas que colgaban de los árboles, muchos de los cuales estaban decorados de manera bastante colorida.

Sin embargo, apenas si pudo contemplar el nuevo paisaje del pueblo cuando Padma lo tomó por el brazo y comenzaron a caminar. Por consejo de Harry, evitaron ir a Honeydukes y reservarlo para el final, con tal de poder entrar con más calma, pero por lo mismo la chica lo llevó directamente a la tienda de música del Maestro Dominic.

A diferencia de lo que Harry pudiera haber esperado, la tienda no contaba con nada fuera de lo ordinario. Harpas, flautas, una gaita, un par de guitarras, violines, uno que otro cello, y unos pocos instrumentos de bronce… aunque, con algo más de variedad, no era muy distinto a lo que se pudiera encontrar en una tienda de instrumentos muggle. Sin embargo, y lo que pareció llamar la atención a Harry, fue ver una celesta en perfecto estado, además de otros instrumentos de apariencia muy antigua, como laúdes.

El lugar era bastante tranquilo y muy poca gente visitaba la tienda. El señor Dominic, un hombre de edad vestido de forma elegante y con su plateado cabello peinado hacia atrás, sonreía apaciblemente mientras miraba a través de sus lentes de medialuna las posibles imperfecciones en el brillo de un violín, al tiempo que disfrutaba de la música de su tocadiscos; una majestuosa interpretación de la séptima sinfonía de Beethoven, dirigida por las hábiles aptitudes de Leopold Stokowski.

— ¿Tocas algún instrumento, Harry? — preguntó Padma al chico, de la nada.

— No… me dedico más a los dibujos — respondió el de lentes, mirando con admiración los violines. — Pero supongo que sería bueno aprender a encantar instrumentos para que toquen por sí mismos, ¿no?

— ¿Se puede? No he visto que alguien lo haga — dijo la chica, frunciendo el ceño en señal de duda.

— Oh, sí, claro que se puede — dijo el señor Dominic, levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia ellos. — Si se puede hacer que algo se mueva, se puede hacer que dance o que funcione… — explicó, con una sonrisa perspicaz. — Sin embargo, un instrumento tocará apenas tan bien como el mago sepa cómo debe sonar y, por sobre todo, según qué tan fino y entrenado sea el oído musical de quien realiza en encantamiento.

— Entonces alguien común no sería capaz de lograr lo que un Maestro, como usted, podría… ¿no? — preguntó Harry, con interés.

— Claro — admitió el hombre. — Sin embargo, no me dé tanto crédito, joven… pues, si fuera tan así, tendría instrumentos sonando en vivo en vez de un tocadiscos.

Ante sus palabras, el semblante de Harry se volvió un poco más serio, comprendiendo bien a lo que se refería.

— Oh, sí. Es muy interesante cómo nosotros los magos, pese a nuestras habilidades, no hemos logrado las grandes maravillas del arte y la música que han hecho los muggles… — continuó el señor Dominic. — La magia de los muggles no reside en su capacidad de utilizar una varita, sino más bien en lo que son capaces de lograr mediante disciplina y esfuerzo, sí señor… — concluyó finalmente, volviendo a su asiento.

Los chicos lo quedaron mirando unos momentos, algo extrañados, debido a que nunca habrían esperado escuchar semejante opinión. El hombre simplemente había vuelto a disfrutar su música y a trabajar en el violín hasta que estuviera perfecto ante sus ojos.

Después de un tiempo y de descubrir unas pequeñas cajas musicales que tocaban mágicamente extensas piezas de música clásica, volvieron a salir a las nevadas calles de Hogsmeade.

Pasaron brevemente a ver libros en Tomes & Scrolls antes de seguir deambulando por el pueblo, viendo tiendas como la sucursal de Ollivander's, la tienda de pociones de J. Pippin, o incluso llegar hasta donde los locales delimitaron como "seguro" para poder observar la abandonada y empobrecida "casa de los gritos".

Cuando avanzaron de vuelta hacia el centro del pueblo, pasaron frente a la tienda de té de Madam Puddifoot.

— Harry… ¿Hermione y tú entraron aquí? — preguntó Padma, deteniéndose y mirando hacia el interior por una de las ventanas.

— ¿Ah? Para nada… — respondió el de lentes con indiferencia, deteniéndose unos pasos más allá y volteándose a ver a la chica. — Vamos, antes que Las Tres Escobas se llene — le insistió, volviendo a caminar.

Padma se quedó allí unos momentos, con algo de desilusión, para luego caminar rápidamente hasta alcanzar a Harry, quien parecía inocente e ignorante de la expresión que su amiga tenía a su lado. Sin embargo, cuando llegaron a Las Tres Escobas, ambos compartieron una expresión de sorpresa al encontrarse con Hermione sola, esperando frente a la posada.

— Hola, Hermione — saludó Harry, cordialmente. — ¿Qué haces aquí? Se supone que no debemos movernos solos por el pueblo…

— Oh, sí, bueno… — comenzó a balbucear la otra, con algo de vergüenza. — Lo que pasa es que me distraje en Honeydukes y quedé sola… así que… Sí, ¡sí! Eso. Decidí venir y esperar a reencontrarme con mi grupo aquí antes de entrar para el almuerzo — dijo, con una sonrisa nerviosa. — ¿Qué tal si mejor entramos antes que haga más frío? — concluyó acercándose a Harry.

Padma se quedó mirando seriamente a Hermione directamente a los ojos con una expresión perspicaz, la que trató de evitar tener contacto visual con tal de poder ocultar su vergüenza. Sin embargo, y antes de que Harry pudiera darse cuenta, la de ojos cafés se aferró a él y lo tomó por el brazo… acto que, rápidamente, fue imitado por la de ojos grises antes de que ambas se miraran con ojos molestos y hasta posesivos.

— Oigan, ¿qué hacen? — dijo Harry, sorprendido e incómodamente apresado.

— Sí, ¿qué estás haciendo, Hermione? Ustedes ya salieron juntos la vez anterior… es mi turno — dijo Padma, como si estuviera haciendo un berrinche, tirando al chico levemente hacia ella.

— ¿Qué quieres decir? Ya dije que me quedé sola, y además hace frío… ¡y no lo trates como si fuera una propiedad a compartir! — respondió Hermione, con su característico tono mandón, también tirando de Harry para apegarlo a sí.

— Por qué no mejor dejan de discutir y entramos… — dijo el de lentes, entre confundido y avergonzado por la situación.

Mas, antes de que cualquiera dijera otra palabra, un potente grito se escuchó unas calles más allá. Cuando voltearon a ver su origen, pudieron ver a Ron, corriendo desesperadamente hacia ellos y cayendo de bruces a la nieve en más de una ocasión.

— ¡Ron! — fue a recibirlo su amigo, soltándose rápidamente de las chicas. — Ron, ¿qué te ocurre?

— Oh, chicos, que bueno verlos… — dijo, nervioso. — ¿Puedo entrar con ustedes a Las Tres Escobas? ¿Por favor? — preguntó, lívido, empujando a sus amigos al interior mientras miraba por sobre su hombro como si temiera que algo lo siguiera.

Tratando de no tropezarse por la insistencia del pelirrojo, el grupo entró a Las Tres Escobas, la cual ya estaba bastante llena de gente. Tal como la primera vez, los olores invadieron el olfato de Harry, tal como la interminable cantidad de conversaciones y risas abrumaron sus oídos.

Siguiendo las indicaciones de Ron, Harry y las chicas se dirigieron hacia la parte trasera del bar, donde quedaba libre una mesa pequeña, entre la ventana y un bonito árbol navideño, al lado de la chimenea. Ron regresó cinco minutos más tarde con cuatro jarras de espumosa cerveza de mantequilla.

— Bien, ¿ahora si nos dirás qué te pasó? — insistió Harry, luego de ver que Ron se bebía media jarra de golpe.

— ¿Se acuerdan de lo que les dije de mi primera clase de Adivinación? — dijo, retomando algo de color.

— Sí, que la Profesora Trelawney había visto el "grim" en tu taza de hojas de té — contestó Hermione, algo molesta.

— ¡Acabo de verlo! — gimió Ron, tratando de no entrar en pánico. — Por un instante creí ver un enorme perro negro en una esquina junto a Dervish & Banges… pero, cuando quise volver a mirar para corroborar, ¡ya no estaba! ¡De seguro era el Church Grim!… Como si no me hubiera bastado con perder a Scabbers antes de salir por culpa de ese maldito tigre en miniatura…

— Tranquilo, Ron, seguro fue sólo imaginación tuya… ya verás que no pasa nada — le insistió su amigo, poniendo su mano sobre el hombro del pelirrojo. — Además, recuerda lo que dijo la Profesora McGonagall: profetizar que alguien morirá es la forma en que la Profesora Trelawney les da la bienvenida a sus nuevos estudiantes.

Pero aquellas palabras no parecieron apaciguar en absoluto a su amigo, quien todavía sostenía su jarra con ambas manos con expresión nerviosa. Sin embargo, cuando les trajeron los sándwiches que Ron había encargado apresuradamente y casi a ciegas, una corriente de aire se sintió desde la entrada.

Harry echó un vistazo como pudo por entre las ramas del árbol navideño, el cual lo cubría casi por completo hacia la entrada, y tuvo que hacer un apresurado gesto a sus amigos para que guardaran silencio.

El Profesor Flitwick y la Profesora McGonagall acababan de entrar al lugar con una ráfaga de copos de nieve. Los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa de rayas finas, quien era escoltado por nada menos que Sirius Black.

Harry susurró "Mobiliarbus" y se cubrió aún más con el árbol navideño, al punto que parecía que éste tapaba parte de la mesa donde estaban sentados. Incapaz de mirar bien por entre las ramas, agudizó como pudo el oído para poner atención a los recién llegados, mientras sus amigos trataban de aparentar normalidad.

Cuatro sillas se separaban de la mesa que estaba cerca de ellos al tiempo que Madam Rosmerta se acercaba con su pedido.

— ¿Una tacita de alhelí…?

— Para mí — indicó la voz de la Profesora McGonagall.

— Dos litros de hidromiel caliente con especias…

— Gracias, Rosmerta — dijo Hagrid.

— Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla…

— ¡Mmm! — expresó el Profesor Flitwick, relamiéndose.

— Un vaso de whisky de fuego en las rocas para Lord Black…

— Muchas gracias — respondió secamente Sirius.

— Y el ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.

— Gracias, Rosmerta, querida — dijo la voz de Cornelius Fudge, el Ministro de Magia. — Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros…

— Muchas gracias, señor ministro — respondió la mujer, con tono alegre.

El sonido de los tacos de la dueña de la posada se alejó y regresó rápidamente. Por alguna razón, verlos a todos reunidos allí no era algo menor, y Harry sabía que no debía interrumpirlo con su presencia. Hermione parecía extrañamente nerviosa y no dejaba de mover una de sus piernas.

— ¿Qué le trae por aquí, señor ministro? — dijo finalmente Madam Rosmerta.

Harry sintió moverse el grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no había nadie cerca. Luego dijo en voz baja:

— Nuestro estimado y reformado Lord Black, aquí presente, nos está ayudando a dar cacería a un peligroso fugitivo.

— Sí, oí un rumor… y todavía me cuesta entenderlo…

— ¿Acaso se lo dijiste a todo el bar, Hagrid? — soltó la Profesora McGonagall, enfadada.

— Pero… ¿por qué habría de estar aquí? — insistió Rosmerta.

— ¿Dónde más? Incluso durante el último periodo obscuro se consideró a Hogwarts como el último bastión seguro contra los death eaters — zanjó Sirius, con seriedad. — Además, ya tengo su rastro… pero no he podido dar con él todavía — dijo antes de beber un poco de su vaso.

— ¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? — dijo Madam Rosmerta. — Me espantaron a toda la clientela. ¡Es fatal para el negocio!

— Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti… — dijo Fudge con incomodidad, — pero son precauciones necesarias. Son un mal necesario. De hecho, acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

— Menos mal — soltó la Profesora McGonagall tajantemente antes de beber de su taza. — ¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?

— Bien dicho, bien dicho — apremió el pequeño profesor Flitwick, cuyos pies colgaban a treinta centímetros del suelo.

— De cualquier manera, están aquí para defendernos de algo mucho peor — objetó Fudge antes de beber un poco. — De hecho, ni siquiera sabemos de lo que pudiera ser capaz Pettigrew…

— Todavía me cuesta creerlo — dijo la tendedera, pensativa. — De toda la gente que pasó al Lado Tenebroso, me cuesta imaginar a Peter Pettigrew siquiera participando de aquella guerra… Quiero decir, lo recuerdo de cuando estaba en Hogwarts. Si me hubieran dicho en lo que se iba a convertir, habría dicho que bebieron demasiado alcohol.

— Yo tampoco podría creerlo… y la gente desconoce lo peor — agregó Sirius, con aspereza.

— ¿Lo peor? ¿Peor que ser un espía y fingir su propia muerte mientras causa la muerte de toda esa gente inocente? — dijo Madam Rosmerta con la voz impregnada de curiosidad, bebiendo un poco de su propio vaso. — ¿Qué podría ser peor?

— Seguro te acuerdas con quién se juntaba en Hogwarts, ¿no? — preguntó Sirius, bebiendo otro sorbo de su vaso.

— ¡Por supuesto! — respondió la mujer, riendo un ligeramente. — Él siempre iba donde ustedes fueran. Tú y James siempre estaban juntos y me hacían reír, y él trataba de permanecer siempre cerca de ustedes.

— Exacto — dijo la Profesora McGonagall. — Black y Potter. Cabecillas de su pequeña pandilla. Ambos eran muy inteligentes; excepcionalmente inteligentes. Creo que nunca hemos tenido dos alborotadores como ustedes.

— No lo sé… — dijo Hagrid, riendo entre dientes después de beber un largo trago de su hidromiel. — Fred y George Weasley podrían dejarlos atrás.

— ¡Cualquiera habría dicho que tú y Potter eran hermanos! — terció el Profesor Flitwick. — ¡Inseparables!

— Sí… en verdad lo éramos, ¿verdad? — dijo Sirius, con nostalgia.

— Pero donde iban Sirius y James, también les seguían Peter Pettigrew y Remus Lupin — continuó la Profesora McGonagall. — Ellos rápidamente se hicieron amigos en la Casa Gryffindor, e iban y venían juntos para todos lados… y eso poco cambió una vez dejaron Hogwarts.

— Entonces…

— Sí. Él nos traicionó a todos al ser un espía, pero su sello de oro es peor que incluso eso — comenzó a explicar Sirius con amargura. — Los Potter no ignoraban que los death eaters tenían órdenes de ir tras ellos. Dumbledore, avisado por uno de sus espías en el combate contra el Señor Tenebroso, les advirtió y aconsejó que se ocultaran muy bien mediante un encantamiento Fidelius.

— ¿Y cómo funciona ese encantamiento? — preguntó Madam Rosmerta, muerta de curiosidad.

El Profesor Flitwick carraspeó.

— Es un encantamiento tremendamente complicado que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente — dijo, en un tono realmente serio. — La información se oculta dentro de la persona elegida, quien será el guardián del secreto. Y en lo sucesivo, gracias al encantamiento, es imposible encontrar lo que guarda, a menos que el guardián del secreto opte por divulgarlo. Mientras el guardián del secreto se negase a hablar, Quien-Tú-Sabes podía registrar incansablemente el pueblo donde vivían los Potter y jamás encontrarlos, aunque tuviera la nariz pegada a la ventana de la salita de estar de la pareja.

— Naturalmente yo era la mejor opción para ser el guardián del secreto… ¡Habría dado mi vida antes de siquiera pensar en revelar una pizca de información de dónde se ocultaban! — continuó Sirius. — Pero entonces tuve la desdichada idea de proponer que Peter fuera el guardián del secreto…

— ¿Por qué?

— Simple: los death eaters sabían tan bien como cualquiera que yo daría todo por James y Lily, y que por eso obviamente debía ser el guardián del secreto, por lo que era constantemente un objetivo — respondió, después de otro sorbo de su vaso de whisky de fuego. — Es por eso mismo que pensé que nadie sospecharía de Peter Pettigrew, lo cual lo hacía un guardián mucho más seguro y que permitiría que el encantamiento Fidelius permaneciera sin problemas… pero entonces…

— No puede ser… — suspiró Madam Rosmerta.

— Sucio y asqueroso traidor — gruñó Hagrid, tan alto que la mitad del bar se quedó en silencio.

— ¡Chist! — le reclamó la Profesora McGonagall.

— Tardé un tiempo… pero apenas si pude dormir unas cuantas horas por noche hasta que finalmente di con él — continuó relatando Sirius. — Pero el muy desgraciado dijo en voz alta cosas contra mí antes de realizar Confringo Máxima y escapar, perdiéndose entre el caos.

— Estaba segura no era tan inteligente, además de ser muy malo en duelos… ¿pero ser capaz de superar a un Hit Wizard en un acto de astucia? — agregó la Profesora McGonagall con tono sombrío.

— En aquel entonces yo era el subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Pettigrew mató a toda aquella gente — comenzó a relatar Fudge. — Nunca, nunca lo olvidaré. A veces todavía sueño con ello… Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las alcantarillas; había cadáveres por todas partes, Muggles gritando y corriendo por doquier, y Sirius Black riéndose allí, maniáticamente, con su túnica manchada de sangre y cubierto con trozos de cuerpo de algún pobre desdichado que explotó con el encantamiento.

— Lo lamento… toda la situación me hizo perder la cabeza — dijo Sirius, un poco avergonzado. — Mi mejor amigo y su mujer habían muerto, fui traicionado por un amigo cercano, y para colmo perdí mi oportunidad de llevar a cabo la merecida venganza que podría traer paz a todos quienes sufrieron por tal descarada traición…

Hubo un denso momento de silencio. Un vaso y una jarra golpearon secamente la mesa.

— Bien… — dijo finalmente Sirius, forzando algo de ánimo en su voz. — Si queremos cenar con el Director Dumbledore, ministro, sería bueno que comencemos a ir hacia el castillo.

La mesa cercana a los chicos fue abandonada tan rápido como fue ocupada. Hermione finalmente movió el árbol navideño de vuelta a su lugar, para revelar a Harry, quien miraba su jarra de cerveza de mantequilla con una expresión bastante sombría.


Notas breves de autor

Holis

Bien, primero hay que pedir perdón por la demora. La semana pasada estuvimos de vacaciones por una semana y esta semana he tenido problemas para conectarme a . Cosas que pasan.

¿Realmente pensaban que sería directamente un Harry/Hermione? De momento, todavía no. De hecho, aún no están definidas las parejas y, además, creemos que pese a todo el peso de lo que pasa con Voldy, Harry sigue teniendo derecho a tener unos buenos años de escuela, así que... ahí veremos

Saludos y nos vemos, ahora sí, la próxima semana