Capítulo 51: Unas vacaciones con Luna
Harry casi no habló mucho más después de lo que escucharon en Las Tres Escobas. Apenas dijo interjecciones para responder a sus amigos, y comió en total silencio durante la última cena del trimestre en el castillo.
Había escuchado la declaración de Sirius Black en el Ministerio de Magia el día que lo liberaron, pero no hizo mayores preguntas para entender respecto a lo ocurrido… sin mencionar que tanto Black como Snape parecían reticentes a hablar del tema. Sin embargo, ahora había escuchado los detalles al respecto, y sabía con exactitud qué era eso de "Guardián del Secreto" que se mencionaba en los testamentos de sus padres… y sabía cuál era el grado de la traición de Peter Pettigrew.
Aquella noche no pudo conciliar el sueño sin importar cuánto lo hubiera deseado. Se dio muchas vueltas, con su mente insistentemente fija en el tópico que le estaba atormentando.
No obstante, se sentía confundido al respecto: si no fuera por Pettigrew, sus padres estarían vivos… ¿pero habría sido la persona que es ahora? ¿Sería tan feliz como aprendió a serlo con el Sr. Snape? Quizás habría seguido de cerca el ejemplo de su padre y de Sirius Black, y habría aprendido a ser un matón engreído como su primo Dudley… Sólo pensar en eso hizo que se le revolviera el estómago. Pero, de todas maneras, sí añoraba haber crecido con el tacto y afecto de su madre, algo que nunca tuvo de parte de su tía, y claramente sería algo que nunca podría tener.
Sentía un gran vacío en su pecho, al mismo tiempo que sentía confusión y desprecio… Creyó por un instante que odiaría profundamente a Peter Pettigrew, pero pensar en la vida que tenía gracias a estar con su tutor hacía que en parte estuviera agradecido.
¿Qué es lo que quería realmente? ¿Qué haría si un día se encontrara con aquél que traicionó la confianza de sus padres, quienes fueron sus amigos?
Cuando despertó finalmente a la mañana siguiente, agotado y hasta adolorido por el poco y mal descanso que tuvo, se encontró con el dormitorio de chicos completamente vacío. El tren hacia Londres seguramente ya había partido y él se perdió el desayuno, y los pocos que se quedaron en Hogwarts para las vacaciones de fin de año seguramente estaban paseando o jugando en los nevados jardines interiores.
Se arregló y vistió antes de descender la escalera de caracol hacia la Sala Común de la Torre Ravenclaw. El lugar estaba vacío y silencioso, exceptuando el insistente crepitar de la chimenea que abrigaba el lugar. Se sentó en uno de los sillones frente al fuego y se quedó observando fijamente las llamas mientras trataba de ordenar sus ideas; por dos semanas tendría muchísimo tiempo libre y tenía que decidir en qué usarlo.
¿Haría rápidamente los deberes navideños que aún le quedaban sin hacer? ¿Y si quizás aprovechaba de recorrer el castillo o incluso practicar en el Salón de Duelos? No podría insistirle al Profesor Lupin en adelantar el aprendizaje de la defensa contra los dementores porque él se excusó por las vacaciones y no estaba en el castillo… y como ya se lo pidió a él, sería muy descortés de su parte si se lo pedía ahora al Profesor Snape. No obstante, podría aprovechar el tiempo y acompañar a su tutor de vez en cuando para pasar más tiempo juntos.
Ya habiendo tomado una decisión, atravesó la puerta del águila y bajó por las escaleras, avanzando por los pasillos y descendiendo aún más hasta llegar a las mazmorras, hasta llegar al despacho del Profesor de Pociones. Pese a haber llegado directamente hasta allí, se sentía ansioso e indeciso… mas, aun así, llamó a la puerta.
— Adelante… — se escuchó desde el interior.
Harry abrió la puerta y cruzó su umbral rápidamente para poder cerrarla tras suyo. Se quedó mirando a Snape unos momentos antes de juntar el coraje de acercarse definitivamente.
— Ah, Harry, no pensé que vendrías… no te vi durante el desayuno — dijo, con preocupación y severidad mezcladas en su voz. — ¿Ocurre algo?
— Sr. Snape… — comenzó, algo nervioso. — ¿Hay algo más que yo deba saber respecto a Peter Pettigrew?
— ¿A qué te refieres? Creí haber respondido a tus preguntas el día de la lectura de los testamentos de tus padres… — respondió el otro.
— Sí, pero… — balbuceó antes de juntar fuerzas y contarle a Snape respecto a la conversación que escuchó en Hogsmeade el día anterior.
El hombre frunció el ceño con seriedad mientras escuchaba el relato de Harry, como si estuviera decidiendo cuáles serían las palabras adecuadas para responder al chico.
— ¿No te había dicho que no deberías poner atención a las conversaciones de otros? — dijo finalmente Snape.
— Lo sé, pero esto es algo que me incumbe… ¡él fue quien traicionó a mis padres!
— Y nada de lo que se haga los traerá de vuelta — repuso el hombre, con calma pese a mantener un tono bastante serio.
— Lo sé…
— Y la venganza sólo logrará nublar tu juicio hasta que hagas algo que no quieres, y te convierta en alguien quien no eres — continuó Snape.
— ¡No es venganza! — zanjó Harry, con frustración. — Es sólo que… él está libre, sin sanción alguna, después de arruinar la vida de tantos a través de su traición — comenzó a divagar el chico, con lágrimas brotando de sus ojos. — No sólo se trata de lo que les ocurrió a mis padres, sino que a todos los que fueron dañados por culpa de eso…
Entonces, Snape hizo algo que durante esos años se había mantenido reluctante de hacer, y se acercó a Harry para contenerlo en un compasivo abrazo. El muchacho cerró con fuerzas sus manos, tanto como cerraba sus ojos de frustración, tratando de contener sus lágrimas llenas de rabia. Pasaron así unos momentos hasta que finalmente Snape lo soltó y se quedó viéndolo directamente a los ojos mientras lo sostenía por los hombros.
— ¿Usted conoció a Pettigrew, Sr. Snape? — preguntó Harry, de repente. — Sé que era del grupo de amigos de mi padre, pero no sé quién es.
— Él era una persona más bien temerosa y de carácter muy débil. Se juntaba con tu padre y Sirius porque ellos eran muy inteligentes y capaces, y seguramente a él ellos le daban seguridad — comenzó a explicar el otro. — Peter Pettigrew no era inteligente, apenas sobrellevaba sus calificaciones, y apenas si se atrevía a levantar la voz… pero junto a tu padre él parecía más capaz, sin mencionar que le aplaudía y se reía de todas las gracias que Potter y Black hacían.
— ¿De verdad se estará escondiendo en Hogwarts? ¿Por qué? — volvió a cuestionar el de lentes.
— Porque es el lugar más seguro de todo el Reino Unido, por supuesto — respondió Snape, con una sonrisa perspicaz. — Eso, sin mencionar que tiene muchos lugares donde esconderse dentro del castillo.
— Pero estar encerrado aquí, en especial ahora que está rodeado por dementores, no me parece muy sensato…
— Claro que no lo es… pero seguramente es su mejor apuesta — volvió a intuir el hombre. — Ya intentó esconderse entre la gente una vez, y Sirius Black lo encontró tan sólo en unos días… y, después de su gran escape, ya ha pasado años oculto de manera imperceptible, por lo que no creo que quiera arriesgar sus tácticas ahora.
— Pero, ¿para qué están aquí los dementores? No creo que sean realmente buenos buscando sin causar daño colateral si el Director Dumbledore no les permite pasar del perímetro… — comenzó a pensar en voz alta el chico. — ¿No sería mejor que el Ministerio despliegue aurores u otras fuerzas para la búsqueda?
— Oh, pero si ya lo hizo, Harry — respondió Snape, con una sonrisa siniestra. — Le ha dado rienda suelta a su mejor bestia de cacería sin que nadie se diera cuenta, y no podrá escapar gracias a los dementores. Ya verás que lo atraparán… es hábil y escurridizo, pero no tan inteligente — le dijo.
Pese a la confianza que quería expresar su tutor, el chico no podía evitar sentir dudas y algo de recelo respecto a que atrapar a Pettigrew sería tan fácil y sencillo… en especial si logró escabullirse durante tanto tiempo. Sin embargo, realmente quería creer y confiar en las palabras de Snape, por lo que simplemente le asintió.
— Bien — concluyó, antes de alejarse un par de pasos. — Bueno, ¿por qué no aprovechas de quedarte? No siempre tenemos tanto tiempo… — invitó el hombre, guiando a Harry hasta su escritorio.
Harry pasó el resto de la mañana con Snape, conversando e incluso avanzando un poco en sus deberes de Pociones y Encantamientos, además de dialogar un tanto respecto a las demás asignaturas.
Cuando llegó la hora del almuerzo, volvieron al Gran Comedor por caminos separados.
Cuando el chico se sentó en la prácticamente vacía mesa de la Casa Ravenclaw, al instante sintió una presencia sentarse junto a él.
— Oh… Hola, Luna — saludó, al percatarse de quién estaba a su lado. — No te había visto.
— Ni yo a ti… ¿Avanzaste con tus deberes? — preguntó ella, mirando a Harry fijamente en los ojos con su característica mirada perdida mientras acercaba su rostro al del chico. — O simplemente estabas deambulando por el castillo, quizás.
— Quizás un poco de todo… — respondió el de lentes, un poco avergonzado por cuán cerca estaba el rostro de Luna al suyo. — No sabía que te quedarías en Hogwarts para estas vacaciones — dijo, cambiando el tema.
— Bueno… a mí me gusta estar con mi padre… pero él nunca pone demasiada atención, así que preferí quedarme con quienes si pudieran darme algo de tiempo y compañía — respondió, como si no tuviera importancia. — Escuché que te quedas todos los años en el castillo…
— Sí, bueno… tengo mis razones — dijo Harry, eludiendo un poco la respuesta.
— ¿Y hay algo que se pueda hacer en estos días? — preguntó directamente la chica. — ¡Podríamos ir a ver a los thestrals! — añadió, emocionada.
El de lentes simplemente sonrió. Disfrutaron del almuerzo conversando alegremente como no habían podido hacerlo durante un buen tiempo.
Después de comer, salieron en dirección hacia el Bosque Prohibido para visitar a Hagrid. Los campos estaban cubiertos por una densa capa de nieve que reflejaba con intensidad la tenue luz del Sol. El viento se había detenido después de despejar las nubes, permitiendo ver con claridad el cielo.
— Oh, qué grata sorpresa. Pasen, pasen — los recibió Hagrid, después de abrirles la puerta con una amplia sonrisa. — Qué bueno verlos. ¿Quieren algo de té?
— Gracias, Hagrid — respondió Harry.
La cabaña de Hagrid estaba bastante abrigada y era tan acogedora como siempre. Luna miraba el lugar detenidamente, como si buscara algo, mientras se quitaba la bufanda que Harry le había regalado el año anterior.
— Es una sorpresa que vinieras con Luna en esta ocasión, Harry — dijo Hagrid en tono perspicaz mientras ponía agua a hervir.
— Queríamos preguntar si podías ayudarnos a ver a los thestrals… sé que están en el Bosque Prohibido, así que… — respondió Luna, como si fuera un algo sin importancia.
— ¿Thestrals? — preguntó el otro, de golpe.
— Las criaturas que tiran de los carruajes. Podemos verlos, Hagrid — respondió Harry, en un tono un tanto apenado. — A Luna le encantan — añadió.
— ¿Pueden ver los thestrals? Vaya… no sabría decir que es una acotación agradable… — dijo, en un tono cargado de compasión. — Y… ¿Cómo sabes que están en el Bosque Prohibido? — le preguntó a Luna
— Los nargles me lo dijeron — respondió la chica, con un tono distante mientras miraba a través de la ventana. — También me dijeron que hay centauros, unicornios y acromántulas, entre otras cosas…
— Y muchas de ésas son muy peligrosas, incluso los centauros — añadió Hagrid en tono serio. — Por eso el Bosque de Hogwarts está prohibido a los estudiantes, porque no es un lugar para que vayan a perderse, incluso si yo los acompañara. ¡Además de que son las reglas!
— Awww… — exclamó Luna, volviendo la mirada al otro con desilusión.
— Bueno, no se perdía nada en preguntar. Gracias — dijo el de lentes, recibiendo la taza de té que le ofreció el enorme hombre. — ¿Y tú puedes verlos también, Hagrid? ¿Es gracias a tus labores?
— Me gustaría decir que sí… pero la verdad es que puedo verlos por lo mismo que cualquiera: por un acontecimiento desdichado de mi vida — respondió el otro con tristeza, mientras le daba una taza de té a Luna. — Aw, mejor dejemos ese tema… ¡Se acerca navidad! Tengo algunos dulces, conversemos, aprovechemos la tarde. Incluso podría hablarles un poco de lo que tengo pensado para las siguientes clases — repuso, con una sonrisa.
Así, con un poco de insistencia por parte del hombre, pasaron la tarde conversando y hablando de criaturas mágicas. Luna parecía fascinada por el trabajo de Hagrid, mientras éste hablaba con gran motivación de lo que ya habían hecho con sus ayudantes en clases y de lo que pensaba hacer para los siguientes meses. Harry no recordaba haber visto brillar los ojos de Luna tanto como cuando Hagrid le contó sobre la primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y que Harry logró montar un hipogrifo, para sorpresa de todos.
El resto de la semana fue avanzando con una calma que parecía casi irreal. La nieve decoraba majestuosamente los terrenos del castillo, y el silencio gobernaba casi en su totalidad, dándole al paisaje un aire lleno de misterio y paz.
Harry aprovechó los días para terminar sus labores de fin de año, al igual que de estudiar y pasear con Luna, o bien acompañar y dedicar más tiempo para estar con Snape. Incluso había podido aprovechar la ocasión para poder avanzar con sus estudios básicos de Oclumancia y el dominio de su propia mente con tal de construir los cimientos para lo que sería finalmente aquella disciplina en sí misma.
Sin embargo, apenas si se percató de que había terminado de jugar con nieve cuando llegó la noche del viernes 24, la víspera de Navidad. Estaba agotado y se fue directamente a la cama, cayendo en un sueño bastante pesado… que fue interrumpido por una extraña sensación.
Aunque lo hubiera deseado, no pudo moverse y sentía su cuerpo pesado y estático, como si se hubiera convertido en una estatua dentro de su propia cama. Con los ojos aún cerrados, creía poder ver o imaginar algo de la obscura habitación, mientras escuchaba unos indecisos y ligeros pies descalzos moverse ágilmente por el piso de piedra lisa del cuarto de chicos.
No debería haber nadie más a su alrededor, excepto esos ligeros pasos acercándose a su cama… hasta que, de un momento a otro, sintió que alguien levantaba las ropas de su cama y se acostaba rápidamente a su lado, refugiándose en su abrazo.
No pudo abrir los ojos. A diferencia de su mente, parecía que su cuerpo estaba profundamente dormido, como si hubiera dejado de funcionar… aunque podía percibir claramente sus demás sentidos: la calidez del delgado y delicado cuerpo que se refugió a su lado; el suave tacto de lo que alcanza a sentir; el cabello acariciando parte de su rostro… y un olor muy suave que provenía de aquel cabello, una fragancia que recordaba haber sentido cuando voló en el lomo de Buckbeak, el hipogrifo, algo que no podría definir con otra expresión más que "aire de las montañas".
Dejó que su mente se concentrara en esa fragancia, tratando de apagar su mente y no concentrarse demasiado en lo que estaba soñando. Últimamente ya había tenido suficientes noches en vela como para querer añadir otra a la lista.
— Feliz Navidad, Harry — dijo suavemente la voz de quien estaba en su abrazo, justo antes de que su mente se apagara y volviera a dormir profundamente.
A la mañana siguiente, Harry despertó con el ruido de risas y alegría, acompañados por el viento que golpeaba las ventanas de la Torre Ravenclaw. Algo alarmado por la repentina percepción de los sonidos, abrió sus ojos, pero no había nadie a su alrededor.
Se refregó los ojos y bostezó con pereza antes de ponerse sus gafas y fijarse en los regalos que estaban amontonados sobre su baúl, a los pies de la cama.
Un nuevo suéter tejido por la señora Weasley. Algunos dulces, chocolates y golosinas. Una preciosa lechuza tallada en madera, de parte de Hagrid. Un interesante libro de mitología, de parte de Hermione. Un porta-varita, de parte de su tutor, el cual sostenía su varita cerca de su pecho de manera que pudiera ser "desenfundada" rápidamente en caso de emergencia (lo que le hacía sentir como un pistolero). Un libro de compilación y estudios de contra-hechizos, de parte de Sirius Black. Un impresionante libro de hechizos hindúes en pársel, de parte de Padma, que además le hizo recordar que podría aprovechar de revisar los textos de la Cámara de los Secretos con Snape. Y, finalmente, un majestuoso libro de ilustraciones y arte, de parte de Luna.
Pese a que todos sus regalos fueron más que bienvenidos, el libro que le envió Luna realmente le llamó la atención. Las ilustraciones eran preciosas y muy detalladas, e incluso las recreaciones de arte parecían estar vivas, con colores vibrantes y un impresionante trabajo de luces y sombras.
Trató de no distraerse tanto hojeando el libro y fue al baño. Una vez arreglado, acicalado y vestido, tomó el libro y bajó a la Sala Común, la que estaba prácticamente vacía; aprovechó la instancia para sentarse en uno de los sillones frente a la chimenea y revisar con tranquilidad el libro que Luna le había regalado antes del desayuno.
— ¿Te gusta? — preguntó repentinamente una voz a su lado.
Sin que se diera cuenta, Luna estaba allí, de pie a su lado, viéndolo con una amplia sonrisa.
— Oh, Luna. Feliz Navidad — saludó el de lentes, con una sonrisa.
— Feliz Navidad, Harry — respondió la chica, sentándose a su lado. — Sé te gusta dibujar y estudiar algo de arte… así que consideré que sería un muy buen regalo — dijo, sin más.
— ¿En serio? ¿Y cómo lo supiste? — preguntó Harry, extrañado.
En muy raras ocasiones había dibujado dentro de Hogwarts, y normalmente era en su cama, antes de dormir, por lo que no había manera cierta de que Luna hubiera visto alguna vez que a Harry le gustaba dibujar.
— Los nargles me lo contaron de repente — dijo, encogiéndose de hombros como si fuera algo sin importancia.
— La verdad es que me gusta mucho. Gracias — finalmente respondió el de lentes, después de unos momentos, volviendo a hojear el libro.
La chica se quedó sentada junto a Harry, observando el libro en silencio mientras el chico lo hojeaba y revisaba su contenido. Sin embargo, de un momento a otro, la rubia apoyó su cabeza sobre el hombro del otro.
— ¿Sabes? Mi madre solía mostrarme ilustraciones y pinturas como éstas, y me contaba historias relacionadas a ellas… era su forma de narrarme cuentos para hacerme dormir — dijo, mirando el libro con nostalgia.
Harry simplemente la miraba de reojo, con el crepitar de los leños rompiendo el silencio que hubo por unos instantes.
— ¿Crees que tu madre habría hecho algo parecido? ¿Qué cuentos te habría contado? — preguntó Luna, levantando la mirada para ver a Harry a los ojos.
Pero no tuvo respuesta. Sin importar cuánto haya escuchado respecto al tipo de persona que su madre fue, no había manera en que Harry pudiera imaginar cómo habría sido tenerla a su lado con vida, cómo habrían sido sus primeros recuerdos de infancia fuera de la alacena bajo las escaleras en la casa de Privet Drive.
Al cabo de un rato, Luna simplemente se disculpó y le indicó que deberían desayunar.
— ¿Entonces verás al Profesor Snape ahora? — preguntó la chica una vez terminaron el desayuno, con mirada expectante.
— ¿Por qué dices eso? — le preguntó Harry, extrañado.
— Es tu tutor, ¿no? Y has estado yendo a verlo estos días que el castillo está prácticamente vacío — respondió Luna, con una sonrisa divertida.
— En serio, ¿cómo sabes estas cosas?
— Ya te lo he dicho, los nargles me dicen cosas… escucho sus voces — simplemente dijo la rubia, encogiéndose de hombros. — Claro, a veces trato de no ponerles atención, pero cuando se trata de ti…
— ¿Es por eso que a veces escucho que te molestan? — acotó Harry, recordando que ha escuchado a algunas de las compañeras de Luna llamarle "loquita".
— Sólo son personas que no saben en qué gastar mejor su intelecto ni su tiempo. A mí no me molesta — dijo Luna, aún quitándole interés. — Además, cuando estoy contigo no se atreven a decir cosas, lo que demuestra que son más infantiles todavía.
Pero fue en eso último que el de lentes no pudo evitar sentir un dejo de molestia oculto en la voz de su amiga. Había muchas cosas de ella que podía comprender mejor que cualquiera, y otras tantas que podía compartir, y en esta ocasión con mayor razón aún.
— ¿Y a ti no te molesta cómo es el Profesor Snape? ¿No te incomoda o te pone nerviosa? — preguntó Harry, devolviendo el tema al punto inicial.
— Oh, no. Puedo presentir cómo es y que se esfuerza bastante por ocultarlo… y a veces creo que es hasta una buena persona — respondió, con un tono de voz que no parecía suyo, para nada distraído ni desinteresado, sino más bien… ensimismado.
— Bueno, entonces supongo que no hay nada de malo en que me acompañes… — concluyó el de lentes, ante lo cual la chica volvió a sonreír.
Avanzaron por los pasillos y se adentraron a las mazmorras hasta llegar al despacho del Profesor Snape. Harry golpeó suavemente la puerta y esperó a que le indicaran que podría entrar antes de abrirla.
Sin embargo, cuando entraron, Snape los observaba con su característica mirada fría y estoica, como si cuestionara por qué lo estaban interrumpiendo en su momento de descanso.
— Señorita Lovegood… es una interesante sorpresa tenerla aquí en este día — dijo, a modo de saludo, frunciendo levemente el ceño.
— Lamento ser inoportuna, pero realmente quise acompañar a Harry a visitar a su tutor y tener una Navidad junto a ustedes — sonrió la aludida, como si nada extraño estuviera ocurriendo.
— ¿Asumo que sus dones naturales le han permitido nuevamente saber más de la cuenta y antes de tiempo? — inquirió el hombre, sonriendo levemente a la vez que ablandaba un poco su voz.
— Usted sabe que los nargles me dicen cosas… y hay ocasiones en que me es muy difícil no escucharlos — se ruborizó la chica, apartando un poco la mirada ante los escrutiñadores ojos de Snape, lo que hizo que el Profesor sonriera un poco más, como si estuviera riendo entre dientes.
— No te preocupes. Eres bienvenida — finalmente dijo el otro, ya ablandando el tono y la postura, invitando a los chicos a sentarse en un sillón junto a la chimenea que había en su despacho. — Les deseo a ambos una Feliz Navidad.
— Muchas gracias, Sr. Snape. Feliz Navidad — respondió Harry con una sonrisa, al tiempo que se sentaba.
Junto a él se sentó Luna, la que parecía radiantemente expectante de la situación. Sobre el escritorio de Snape podía verse algunos envoltorios de regalos, mientras el hombre acercaba una tetera con agua hirviendo con tal de servir algo de chocolate caliente.
— Muchas gracias por el reloj de bolsillo, Harry — dijo Snape, al tiempo que se servía un poco de azúcar en su taza. — Aunque sabes que no soy una persona de relojes…
— Oh, pero éste es especial — acotó Harry, con una sonrisa. — Es un reloj de precisión dedicada; al apretar el botón que tiene en su parte más alta puede activar unos marcadores y manecillas especiales, que sirven tanto de cronómetro como de temporizador para cuentas recesivas — le dijo, explicando lo que entendía del funcionamiento del aparato. — Debería ser especialmente útil para la creación de pociones y para la alquimia.
— ¡Oh! Ya veo… — dijo Snape, con una sonrisa intrigada y sus ojos brillando de interés. — Entonces con esto no necesitaría adivinar el tiempo necesario para crear nuevas infusiones o cocciones, y podría experimentar con mayor precisión algunos efectos… será increíblemente útil. ¡Muchas gracias! — dijo, poniendo una mano sobre el hombro de su pupilo.
Luna parecía sonreír silenciosamente escondida tras su taza de chocolate caliente. Sin embargo, el hombre la quedó mirando unos momentos y tomó una caja que contenía distintos frascos llenos de hierbas, flores y hongos para mostrarlo a sus acompañantes.
— Gracias por el regalo, señorita Lovegood… no es habitual que me regalen ingredientes para pociones y ungüentos, y mucho menos que sean tan frescos debido a lo complejo que es obtenerlos — dijo Snape, con una mezcla de alegría y preocupación. — Si no es mucha molestia, ¿podría decirme de dónde los obtuvo?
— Del Bosque Prohibido — respondió la rubia, sin miramientos y con una sonrisa divertida.
— ¿Qué? — se exaltó Harry mientras su tutor quedaba paralizado como una estatua por tan honesta respuesta. — ¡Pero si tú misma escuchaste a Hagrid el otro día, de por qué tenemos prohibido entrar al bosque! De hecho, ¿entonces para qué me habrías pedido que le preguntara si podía acompañarnos al bosque?
— Porque aún no sé dónde están los thestrals, por supuesto — respondió Luna, sin alterarse en absoluto. — Pero por donde he estado nunca pareciera haber algo peligroso, y he podido encontrar estos ingredientes con facilidad… pensé que sería un buen regalo para un Maestro de Pociones como el Profesor Snape.
El aludido seguía congelado de la impresión, mientras Harry trataba de hacer que Luna entrara en razón de lo que estaba haciendo era tanto peligroso como indebido… sin efecto alguno. Sin embargo, en el fondo, la escena parecía ser bastante divertida y agradable.
"¿Qué haré con estos jóvenes?" — pensó el hombre, esbozando una leve sonrisa.
La última semana de vacaciones pasó en un santiamén. Harry pasó bastante tiempo con Luna, jugando con la nieve que cubría los jardines interiores del castillo, paseando o estudiando junto a ella. De vez en cuando visitaban a Hagrid y compartían con él agradables momentos en su cálida cabaña junto al bosque.
Sin embargo, en lo que más utilizó el tiempo fue descendiendo a la Cámara de los Secretos con Snape. Cada vez que descendía le hacía sentir que estaba dirigiéndose a otro lugar, muy lejos del castillo en sí, y pasar junto a los restos desarmados del basilisco no ayudaba en absoluto.
— ¿Qué le hicieron al basilisco, Sr. Snape? — preguntó el de lentes, deteniéndose junto a los huesos que todavía quedaban de la enorme criatura.
— Bueno, con ayuda de los goblins y con permiso del Director Dumbledore, hemos tratado de recuperar gran parte de su cadáver — respondió el otro, casi sin interés. — Mientras que mucho se ha vendido a distintos patrocinadores, ya sea el Wizengamot, el Gremio de Pocioneros y/o Gringotts, he podido rescatar bastante para poder estudiar y experimentar…
— Ya veo… — simplemente dijo Harry, sin saber adivinar en qué podrían utilizar todos esos materiales.
— Oh, y por supuesto hay una gran parte de sus escamas guardadas en tu bóveda personal en Gringotts — añadió Snape, con una sonrisa. — Los goblins están muy interesados en trabajar con ellas para practicar algunas de sus ancestrales artes.
Aunque el chico no entendió realmente a lo que se refería su tutor, compartió su entusiasmo y también sonrió. Atravesaron el gigantesco salón donde el basilisco combatió contra el fénix, y se adentraron hacia los salones personales de Salazar Slytherin. Pasaron varias noches revisando documentos y traduciendo manuscritos, revisando anotaciones, diversos análisis y posibles encantamientos.
Sin importar lo que se dijera actualmente respecto a Slytherin, les quedaba claro que el miembro fundador de Hogwarts era un ávido estudioso, y recuperar sus ancestrales notas no sólo serviría para restaurar información ya perdida, sino que podría servir para dar importantes avances en las artes de la magia, alquimia y pociones.
Finalmente, tras la última visita a la Cámara, Harry y Snape volvieron al castillo justo a tiempo para la celebración de Año Nuevo, un enorme festín que se celebraría de manera muy cercana entre los profesores y los pocos estudiantes que aún estaban en Hogwarts.
Carne asada, pavo al horno, pescado frito, una infinidad de variantes de cocción de papas, guisos, verduras salteadas, pasteles, tartaletas, fuentes de manjar tibio, y grandes cantidades de té, café y chocolate caliente, sin dejar de lado cerveza de mantequilla, vino, brandy y whisky para los mayores de edad.
La alegría, las risas y el sinfín de conversaciones se apoderaron del Gran Comedor aquella noche, mientras que algunos profesores, incluido el Director Dumbledore, realizaban destellos y estallidos con sus varitas de tanto en tanto a modo de celebración por el nuevo año.
Cuando Harry finalmente volvió a la Sala Común de Ravenclaw, no sentía sueño pese a estar bastante agotado. El día había sido muy largo, pero se sentía satisfecho con todo lo que había hecho aquellas vacaciones, aunque hubiera sido más tranquilo y solitario de lo que hubiera querido; que hubiera tan poca gente en el castillo no le desanimó en absoluto, y disfrutó bastante cada momento de paz.
La Sala Común estaba vacía. Era bastante tarde, y seguramente todos los que habían vuelto fueron directamente a sus camas.
Se sentó en el sillón que estaba frente a la chimenea y se quedó mirando fijamente hacia el fuego, dejando que el brillo de las llamas terminara de calmarlo y darle un nuevo momento de tranquilidad. Su mente quedó en blanco mientras se dejaba envolver por la paz que la soledad y el crepitar de las llamas le ofrecían.
Pasó así un buen rato hasta que, de repente, se percató de la presencia de alguien que lo estaba observando desde la puerta que dirigía hacia el cuarto de las chicas. Cuando dirigió su mirada hacia allí, pudo ver a Luna de pie, viéndolo fijamente; estaba aún vestida con su túnica, aunque podía ver que estaba descalza.
Sin decir palabra alguna, la chica se acercó a él y apoyó una rodilla sobre el sillón para luego sentarse sobre sus piernas, viéndolo fijamente mientras rodeaba su cuello con sus brazos. Harry rápidamente se percató de que las piernas de Luna estaban descubiertas bajo la túnica, y que no se veía ropa alrededor de su cuello… por lo que quizás no llevaba nada más bajo la túnica.
Su corazón martillaba con ansiedad en su pecho, y comenzó a sentir terrible nerviosismo, pero aun así era incapaz de desviar su mirada de los ojos de Luna. El cabello de la chica se veía dorado como el alba con los colores del fuego reflejándose sobre él, mientras que aquella fragancia a "aire de montañas" se hacía presente.
La chica acercó su rostro y, en el momento en que deberían sus labios conectarse en un dulce beso, despertó.
Nervioso, Harry miró hacia todas direcciones, pero estaba tan solo como cuando había entrado. Con el corazón todavía martillándole en el pecho, se levantó y se dirigió hacia el cuarto de los chicos.
Notitas...
Holis ^^
Bien... Bueno, ya han visto que Harry ha salido con Hermione y con Padma... Pero se nos quedaba Luna y... ¡Vaya qué Navidad fue esta!
Agradecemos a nuestros nuevos seguidores y esperamos, de ser posible, sus comentarios. Por ahora, nos vemos en el próximo capítulo
Saludos!
