Capítulo 54: El perro, el gato y la rata


A la mañana siguiente, Harry sentía el cuerpo pesado y bastante aletargado. Tenía bastante sueño pese a dormir bien y una cantidad adecuada de horas, y no tenía ganas de iniciar el día en absoluto. Sin embargo, hizo el esfuerzo de levantarse, acicalarse y dirigirse hacia el Gran Comedor para el desayuno.

Se sentó en un punto despejado de la mesa Ravenclaw y, como algo inusual, decidió servirse café con bastante azúcar. Mas, cuando quiso tomar unas tostadas, Padma y Hermione aparecieron y se sentaron una a cada lado del chico.

— Buen día — saludó, a lo que ambas respondieron con un gesto.

Comenzaron a comer en silencio y sin apuro… pero, por alguna razón, Harry se sentía incómodo, como si algo no estuviera bien.

— ¿Y qué tal tu salida de chicos? — finalmente preguntó Hermione, con voz tajantemente neutra.

— Bastante bien. Nos reímos bastante y hablamos una que otra bobería — respondió el otro, bebiendo otro sorbo de su café.

— Así parece… — dijo Padma, con una sonrisa ladeada. — Los vimos en Las Tres Escobas con Sirius Black, y estaban muy muertos de la risa.

— Sí… ¿De qué estaban hablando que se reían tanto? — preguntó Hermione, frunciendo el ceño.

— Cosas de chicos — dijo, recibiendo una mirada molesta de parte de ambas. — ¿Qué esperaban? Ustedes tienen sus conversaciones de chicas, y nosotros tenemos nuestras conversaciones de chicos… simple, ¿no?

Pero las chicas no pudieron responderle cuando un par de brazos caían por sobre los hombros de Harry al tiempo que un hermoso cabello rubio cubría parte del rostro de éste.

— Buen día, Harry — saludó Luna, con tono soñador pese a estar algo somnolienta.

— Buen día, Luna… ¿recién despertando? — preguntó el de lentes, con una sonrisa.

— Sí… me costó bastante dormir anoche — respondió la chica, dejándose caer un poco más sobre la espalda de Harry. — Hola, Hermione. Hola, Padma. Los nargles dicen que no deberían discutir y llevarse mejor… que las cosas se solucionarán eventualmente, aunque no sea como quisieran… — dijo, con los ojos cerrados como si estuviera durmiendo mientras tenía su cabeza apoyada sobre Harry.

Las otras la quedaron mirando, extrañadas, mientras el de lentes le daba suaves palmadas a los brazos de la rubia para que se levantara y buscara un puesto para poder sentarse a desayunar.

Aquel domingo avanzó con total tranquilidad. Después del almuerzo, el grupo de Harry volvió a reunirse en los pasillos, con Ginny y Luna incluidas, y comenzaron a caminar mientras pensaban qué hacer por la tarde… sin embargo, el de lentes se percató de un detalle particular: la señora Norris, la gata de Filch, deambulaba cerca de ellos y se lo quedó mirando fijamente por un instante.

— ¿Qué tal si salimos a los jardines? — dijo, sintiendo una incómoda corazonada. — Hoy no hace tanto frío.

— Me parece bien — respondió Ginny al tiempo que Luna asentía.

— Claro, no veo por qué no — acotó Draco, avanzando delante del grupo con las manos entrelazadas detrás de la nuca, en una pose relajada, mientras caminaba.

Los jóvenes reanudaron su marcha mientras Harry, quedándose algo atrás, miraba a la gata, la que se había sentado en su lugar y siguió viéndolo fijamente por un tiempo antes de retomar su camino y avanzar olfateando, como si estuviera buscando algo.

Desde hace bastante tiempo que el chico había visto a Crookshanks y a la señora Norris deambular por el castillo como si estuvieran cazando algo en particular. De igual manera, habían comenzado a surgir varios rumores de un enorme perro negro deambulando por los terrenos de Hogwarts, entrando y saliendo del Bosque Prohibido, o incluso que alguien lo había visto en medio de la noche por los pasillos del castillo. Algo extraño ha estado ocurriendo, como si no bastara con la insistente barrera de dementores que seguía resguardando la periferia de los terrenos de Hogwarts.

Sus sospechas lo llevaron a sacar de su baúl el chivatoscopio que Ron le regaló para su cumpleaños desde hace unos días. Aprendió a manipularlo para que fuera más discreto y así poder llevarlo consigo en uno de sus bolsillos sin que los demás lo supieran.

Siguió a sus amigos antes de que se dieran cuenta de su retraso y avanzaron hasta los jardines. El viento de primavera arremolinó sus cabellos, mientras que la poca luz solar que atravesaba las nubes los abrigaba lo suficiente como para que se sintieran a gusto.

Caminaron por un rato antes de sentarse bajo uno de los árboles a descansar y conversar. Sin embargo, el rostro de Hermione pareció iluminarse de sorpresa cuando miró hacia un arbusto cercano.

— ¡Ron! — llamó a su amigo, mientras le daba rápidos golpecitos en el hombro con la punta de sus dedos. — No puedo creerlo… ¡Mira! ¡Es Scabbers!

— ¿Qué?

Todos miraron hacia el arbusto al que Hermione estaba apuntando y Ron pudo reconocer a su vieja rata, descansando entre las ramas bajas, a la sombra.

El pelirrojo se levantó rápidamente y fue hacia el arbusto. Cogió a la rata, la que se despertó y que forcejeaba por escapar nuevamente. El chico la miró con detenimiento: tenía un aspecto horrible. Estaba más delgada que nunca, y se le había caído mucho pelo, dejándole amplias lagunas

Sin embargo, y contrario a lo que el chico esperaba, la rata se retorcía insistentemente en las manos de Ron, desesperada por escapar.

— No te preocupes, Scabbers — dijo el chico, con compasión. — No hay gatos por aquí… No hay nada que temer.

Pero la rata no se quedaba quieta. Ron movía sus manos constantemente, intentando impedir que Scabbers se escapara, pero la rata estaba fuera de sí: chillando como loca, se debatía y trataba de morder a Ron en la mano.

— Scabbers, tonta, soy yo…

El pelirrojo trató de volver con el grupo, aún forcejeando contra los intentos de escape de la rata, hasta que ésta finalmente lo mordió. Ron la apretó con una mano sin querer debido a la impresión mientras sacudía la otra de dolor.

— ¿Qué rayos le ocurre a ese bicho? — reclamó Draco, frunciendo el ceño.

— No tengo idea… — respondió Ron, ya comenzando a molestarse.

Pero Harry creyó tener una idea de cuál era el problema: acababa de ver a Crookshanks acercándose a ellos sigilosamente, arrastrándose y con los grandes ojos amarillos destellando de manera siniestra. Harry no sabía si el gato había llegado buscando a Hermione o por los chillidos de Scabbers…

— ¡Crookshanks! — gimió Hermione. — ¡No! ¡Vete, Crookshanks! ¡Vete!

Pero el gato se acercaba cada vez más… Y mientras más se acercaban Ron y Crookshanks hacia ellos, Harry pudo notar que el chivatoscopio comenzaba a reaccionar. ¿Por qué?

—Scabbers... ¡NO!

Demasiado tarde… La rata escapó por entre los dedos de Ron, se echó al suelo y huyó a toda prisa. De un salto, Crookshanks se lanzó tras el roedor, y antes de que Harry y Hermione pudieran detenerlo, Ron salió corriendo tras él.

— ¡Ron! — gritó Hermione.

Ella y Harry se miraron y lo siguieron a la carrera. Draco estuvo a punto de levantarse y seguirlos cuando Luna lo detuvo, negando con la cabeza.

— Sí… tienes razón… — dijo el rubio, con una mezcla de confusión y resignación. — Estarán bien… ¿verdad?

Harry y Hermione corrían a toda velocidad siguiendo el rastro de su amigo. Podían oír sus pasos y gritos justo delante de ellos, cruzando rápidamente por los jardines hacia la periferia del Bosque Prohibido.

— Aléjate de él…, aléjate… Scabbers, ven aquí… — mascullaba el pelirrojo entre jadeos.

Finalmente se escuchó un golpe seco.

—¡Te tengo! Vete, gato asqueroso.

Harry y Hermione casi chocaron de bruces con Ron. Estaba tendido en el suelo. Scabbers había vuelto a su bolsillo y Ron sujetaba con ambas manos el tembloroso bulto.

— Qué manera de correr, Ron — dijo Hermione jadeando, al tiempo que estiraba los brazos para tomar a su gato. — Me alegro de que hayas podido atrapar a tu rata…

Pero antes de que su amigo pudiera volver a levantarse, antes incluso de que pudieran recuperar el aliento, oyeron los pasos de unas patas grandes y pesadas. Algo se acercaba a ellos de entre el follaje: un enorme perro negro de ojos claros.

Harry quiso tomar su varita, pero era ya demasiado tarde. El perro había dado un gran salto y sus patas delanteras le golpearon el pecho, lanzándolo de espaldas. Sintió el cálido aliento del animal, y pudo ver sus dientes de tres centímetros de longitud…

Pero el empujón lo había enviado demasiado lejos. Se apartó rodando con un rápido movimiento. Un poco aturdido y sintiendo un fuerte dolor sobre sus costillas, trató de ponerse en pie; oyó rugir al animal, el que parecía prepararse para un nuevo ataque.

Ron se levantó. Cuando el perro volvió a saltar contra ellos, Ron empujó a Harry hacia un lado y el perro mordió el brazo estirado de Ron. Harry embistió y agarró al animal por el pelo, pero éste arrastraba a Ron con tanta facilidad como si fuera un muñeco de trapo.

Entonces, algo surgido de quién sabe dónde golpeó a Harry tan fuerte en la cara que volvió a derribarlo hacia un costado. Oyó a Hermione chillar de dolor y caer también. Harry manoteó en busca de la varita, parpadeando para quitarse la sangre de los ojos.

Notó entonces que habían llegado sin percatarse hasta un grueso árbol que erguía solitariamente a un costado del Bosque Prohibido. Habían perseguido a Scabbers hasta el que llamaban "sauce boxeador". Las ramas del árbol encantado crujían como azotadas por un fortísimo viento, y oscilaban de atrás adelante para impedir que se aproximaran.

Al pie del árbol estaba el perro, arrastrando a Ron y metiéndolo por un hueco que había en las raíces. Ron luchaba denodadamente, pero su cabeza y su torso se estaban perdiendo de vista.

— ¡Ron! — gritó Harry, intentando seguirlo, pero una gruesa rama le propinó un restallante y terrible latigazo que lo obligó a retroceder.

Lo único que podían ver ya de Ron era la pierna con la que el muchacho se había enganchado en una rama para impedir que el perro lo arrastrase. Un horrible crujido cortó el aire como un pistoletazo: la rama se había roto y el pie desapareció en aquel momento.

— Harry, tenemos que pedir ayuda… — gritó Hermione.

Ella también sangraba; el sauce le había hecho un corte en el hombro con el latigazo de una de sus poderosas ramas.

— ¡No! ¡Esa criatura es lo bastante grande para comérselo! ¡No tenemos tiempo!

— No conseguiremos pasar sin ayuda…

Otra rama lanzó otro latigazo cerca de ellos, con las ramitas enroscadas como puños.

— Si ese perro ha podido entrar, nosotros también… — jadeó Harry.

Trató de correr y zigzaguear, buscando encontrar un camino a través de las ramas que daban trallazos al aire, pero era imposible acercarse un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.

— ¡Socorro! ¡Socorro! — gritó Hermione a todo pulmón, con la esperanza de que alguien la escuchara pese a la distancia. — …por favor…

Crookshanks apareció corriendo hacia ellos y dio un salto al frente. Se deslizó como una serpiente por entre las ramas que azotaban el aire y se agarró con las zarpas a un nudo del tronco.

De repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.

— ¡Crookshanks! — gritó Hermione, dubitativa. — ¿Cómo es que…? — Se acercó y cogió a Harry por el brazo tan fuerte que le hizo daño. — ¿Cómo sabía...?

— Eso no importa ahora… — dijo Harry, frunciendo el ceño. — Ten tu varita preparada y vamos…

En unos segundos recorrieron la distancia que les separaba del tronco, pero antes de que llegaran al hueco que había entre las raíces, Crookshanks se metió por él agitando la cola. Los jóvenes lo siguieron. Entraron a gatas uno después del otro, metiendo primero la cabeza, y se deslizaron por una rampa de tierra hasta la boca de un túnel de techo muy bajo. Crookshanks estaba ya lejos de ellos, y sus ojos brillaban a la luz del encantamiento "Lumos" de Harry.

— ¿Dónde está Ron? — preguntó la chica, con voz aterrorizada. — ¿Hacia dónde irá este túnel? — siguió preguntando, sin aliento.

— No lo sé…

Avanzaban tan aprisa como podían, pese a que iban tan agachados que podían apoyar sus manos en el suelo. Por momentos podían ver la cola de Crookshanks, pero aun así el pasadizo parecía no tener fin.

Lo único que había en la mente de Harry en ese momento era su preocupación por Ron. Al tratar de correr así de agachado, le costaba mucho más trabajo respirar y le dolía insistentemente las costillas…

Pero entonces el túnel empezó a elevarse para luego a serpentear. Crookshanks había desaparecido. En vez de ver al gato, Harry ahora veía una tenue luz que penetraba por una pequeña abertura.

Se detuvieron, jadeando, con tal de tratar de recuperar en algo el aliento pese al poco aire que había en el túnel. Una vez listos, avanzaron con cautela hasta la abertura.

Salieron en una obscurecida habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel mural estaba desgastado y se estaba despegando de las paredes. El suelo estaba lleno de manchas y rasguños, mientras que todos los muebles y otras decoraciones estaban rotos a su alrededor, como si alguien los hubiera destrozado con incontrolable furia. Las ventanas estaban todas cegadas con gruesas tablas de maderas, las que también se veían desgastadas y lastimadas desde el interior.

Harry miró a Hermione, quien parecía muy asustada, pero aun así ella asintió con la cabeza.

Salieron por la abertura mirando atentamente a su alrededor, con las varitas listas en sus manos. La habitación estaba desierta, pero a su derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo ensombrecido.

Hermione se sujetó fuertemente del brazo de Harry. Miraba de un lado a otro con los ojos muy abiertos, observando las ventanas tapadas.

— Harry… —susurró. — Creo que estamos en la Casa de los Gritos…

El chico miró a su alrededor con más detenimiento, fijándose bien en los detalles y destrozos.

— Ningún fantasma ha hecho esto… — observó, frunciendo el ceño.

En ese momento oyeron un crujido en lo alto. Algo se había movido en el piso de arriba. Miraron al techo, como si estuvieran tratando de adivinar qué es lo que estaba ocurriendo allí.

Hermione apretaba el brazo de Harry con tal fuerza que éste estaba comenzando a perder la sensibilidad en los dedos. La miró. La chica volvió a asentir con la cabeza, comprendiendo, y lo soltó.

Tan silenciosamente como les fue posible, entraron en el vestíbulo y subieron por la escalera, la que se estaba desmoronando considerablemente. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, con excepción del suelo, en el que se notaba que algo se había arrastrado escaleras arriba, llevándose el polvo consigo.

Llegaron hasta el oscuro descansillo.

Solamente había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella, oyeron un movimiento al otro lado. Un suave gemido, y luego un ronroneo profundo y sonoro. Cambiaron una última mirada y un último asentimiento con la cabeza.

Sosteniendo la varita ante sí, Harry abrió la puerta de una patada.

Crookshanks estaba acostado en una magnífica cama con dosel y colgaduras polvorientas, ronroneado al verlos. En el suelo, a su lado, sujetándose el brazo, estaba Ron. Harry y Hermione se le acercaron rápidamente.

— ¡Ron!, ¿te encuentras bien? — preguntó la chica.

— ¿Dónde está el perro? — prosiguió el de lentes.

— No hay perro… — gimió Ron mientras apretaba los dientes por el dolor.

— ¿Qué…?

Ron miraba por encima del hombro de su amigo con el ceño fruncido. Al percatarse, Harry rápidamente se dio la vuelta, pero el hombre oculto en el umbral cerró la puerta tras ellos.

Sin embargo, cuando el chico se percató de quién era el que se estaba escondiendo a sus espaldas, bajó instintivamente la varita. Hermione, dubitativa, le imitó. No había un villano ni un monstruo, y mucho menos una persona con la intención directa de matarlo… sino que, por el contrario, simplemente estaba de pie un hombre galantemente vestido.

— Usted… — murmuró Harry, incrédulo.

— Hola, Harry — dijo Sirius Black, dando un paso al frente con el ceño fruncido. — Habría preferido que no me hubieran seguido… es cierto que lo que hice fue bastante forzado y malo, pero fue la única solución que encontré después de tanto tiempo…

— ¿A qué se refiere? ¡Creímos que iba a matar a Ron! — exclamó Hermione, con rabia.

— Sí, bueno… perdón por eso — dijo el otro, encogiéndose de hombros. — Pero ya ven que está bien y en una sola pieza… Y, gracias al coraje que han demostrado siguiéndome sin buscar a algún adulto de antemano, podemos conversar tranquilamente antes de la función principal — concluyó, en un tono tan siniestro que le causó un escalofrío a la chica.

— ¿Función principal? ¿Qué quiere decir? — preguntó Harry, frunciendo el ceño.

— Creo que sabes perfectamente lo que quiere decir, Harry, pues es lo que todos queremos — se escuchó una voz desde la escalera.

El pomo giró y la puerta se abrió, permitiendo la entrada del Profesor Lupin, quien miraba a todos con una expresión llena de preocupación.

— Ah, Profesor Lupin… realmente se tomó su tiempo en revelarme su historia — sonrió Harry, con un dejo de amargura.

El recién llegado miró al de lentes, perplejo, y luego miró a Sirius en busca de una respuesta.

— Yo no se lo dije…

— Yo pude adivinarlo desde el principio del año escolar… no fue muy difícil atar algunos cabos — dijo el chico, con una sonrisa altanera, para luego retomar una expresión bastante seria. — Dígame, Profesor, ¿por qué está aquí?

Lupin dio una triste sonrisa mientras entraba en el cuarto y cerraba la puerta tras él.

— ¿Acaso no es obvio? Estoy aquí porque, al fin, después de doce largos años, habremos atrapado al bastardo que arruinó la vida de tantos… al desgraciado que fue capaz de traicionar a sus amigos… al fugitivo que fue capaz de eludir la sangrienta venganza de Sirius Black… — dijo, mientras se ponía al lado de su amigo. — Al fin habremos capturado a Peter Pettigrew.


Notas de autor

Y bien, llegó lo inevitable.

Holis ^^

Ya estamos cerca de terminar el tercer libro, pero el cuarto libro tardará algo en llegar... Si es que llega.

Ha estado difícil escribir, entre nuestros trabajos y el poco tiempo que nos queda para descansar.

Pero, quizás, si todo sale bien, habrá algo para amenizar la espera... Creo

Bueno, nos vemos el próximo capítulo. Ya cerca del final. Saludos!