Capítulo 57: Más política que seguridad
Harry recuperó la consciencia con el sonido de las campanas del mediodía retumbando alegremente en sus oídos. Lentamente, comenzó a abrir sus ojos y a reconocer el lugar donde estaba… para, una vez más, encontrarse en el ala de enfermería de Hogwarts.
Quiso levantarse un poco para sentarse en la cama, pero un fuerte dolor le recorría todo el cuerpo, apenas permitiéndole levantar un poco la cabeza.
Miró hacia un costado, y pudo ver a Sirius Black durmiendo en la cama de al lado. Estaba completamente vendado y lleno de manchas de sangre y moretones. Se veía algo pálido, pero tenía un buen semblante y su respiración era bastante estable.
— Buenas tardes, Harry — escuchó una voz, proveniente del otro lado de la cama.
Al voltear la mirada, se encontró con el rostro sonriente y lleno de paciencia del Director Dumbledore. Se sintió aliviado y, sin más, volvió a acomodarse en la cama; le dolía demasiado el cuerpo como para permanecer la cabeza levantada.
Pero entonces, pareció recordar algo, y frunció el ceño al tiempo de tomar una expresión realmente seria.
— Pettigrew escapó… — masculló el de lentes, cerrando los ojos con molestia.
— Así es. Lamento decirlo, pero Peter escapó por el Bosque Prohibido… — confirmó Dumbledore, con suavidad.
— Peter… — murmuró Harry, tras unos momentos de silencio, para luego mirar fijamente al Director. — ¿Usted lo conoció?
Dumbledore levantó las cejas, como si lo estuvieran acusando de algo, para luego perder su paciente sonrisa y mirar con un poco más de seriedad al chico.
— Supongo que sabes que él fue estudiante de Hogwarts, junto a tu padre…
— Pero su voz refleja algo más — zanjó el chico, sin flaquear.
Dumbledore desvió su mirada hacia la ventana y frunció el ceño, como si no supiera decidir cuál era su mejor respuesta ante la directa suposición de Harry. Al cabo de un rato asintió para sí, y volvió a dirigir su mirada al chico.
— En aquella época, cuando Voldemort era una amenaza para toda Inglaterra, tus padres y sus amigos, junto a varias otras personas y yo, pertenecíamos a una organización que intentaba combatirlo y frenar su avance — comenzó a explicar, con total seriedad. — Como debes suponer, Peter también pertenecía a dicho grupo.
Harry desvió la mirada y apretó los puños, lleno de frustración. El pecado de traición de Peter Pettigrew era mucho más grande de lo que él creía, alcanzando a quizás cuántas personas… No haber podido detener su escape era un fracaso terrible, y temía que jamás podría superarlo.
— Si tan sólo hubiera dejado que Sirius lo matara… — murmuró. — Soy el único culpable de su escape…
— En absoluto — respondió Dumbledore tranquilamente. — Debes comprender, Harry, que las consecuencias de nuestras acciones son siempre tan complicadas, tan diversas, que incluso predecir el futuro es realmente muy difícil. Hiciste algo muy noble al salvarle la vida a Pettigrew…
— ¡Pero si ayudara a Voldemort a recuperar su poder…!
— Harry. Pettigrew te debe la vida — insistió el otro. — Has enviado a Voldemort un vasallo que está en deuda contigo. Cuando un mago le salva la vida a otro, se crea un vínculo entre ellos. Y, si no me equivoco, no creo que Voldemort quiera que uno de sus sirvientes esté en deuda con Harry Potter o cualquiera de sus enemigos.
— No quiero tener ningún vínculo con Pettigrew — masculló Harry—. Traicionó a demasiada gente…
— Esto es algo de lo más profundo e insondable de la magia, Harry. Pero confía en mí. Llegará el momento en que te alegres de haberle salvado la vida a Pettigrew — dijo el Director, con misticismo.
El chico permaneció en silencio. Su mente estaba arremolinada con pensamientos de rabia y frustración.
— Como te dije, también conocí a tu padre, Harry, tanto en Hogwarts como más tarde — añadió, con algo de dulzura en la voz. — Y es por eso que estoy seguro de que él también habría perdonado la vida de su amigo Peter.
Pero Harry no le ponía atención. Al contrario de lo que podría haber esperado Dumbledore, esas últimas palabras sólo lograron molestar más al chico, haciéndole sentir que su padre era un hipócrita al considerar que un traidor se le podía perdonar la vida cuando ha gastado tiempo y esfuerzo por arruinar la vida de otros.
Volvieron a estar inmersos en el silencio de la enfermería. Ambos dirigieron su mirada a Sirius, quien dormía profundamente en la cama de al lado.
— ¿Estará bien? — preguntó Harry, de repente.
— Por supuesto — respondió Dumbledore, sin titubear. — Sirius es bastante resiliente, y le estamos dando los mejores cuidados. El Profesor Snape, con ayuda de la señora Pompfrey, hizo unas pociones curativas que deberían ayudar a sanar sus heridas… además de un "extra" para evitar cualquier posible mal que pueda provenir de las garras de un hombre-lobo.
Entonces Harry agrandó los ojos y miró al Director, con preocupación.
— ¿Y qué hay del Profesor Lupin?
— Aún está perdido en las entrañas del Bosque Prohibido, que es hacia donde los dementores lo arrastraron en su combate — respondió el otro, frunciendo el ceño nuevamente. — Tendremos que esperar a que recupere algo de cordura antes de saber algo de él… Pero es muy probable que los dementores se hayan retirado, tal como lo hicieron los que perseguían a Peter Pettigrew una vez le perdieron el rastro.
Pasaron otro momento de silencio cuando escucharon los pasos de la señora Pompfrey acercarse a ellos.
— Bueno, Harry, debo retirarme — dijo Dumbledore, con suavidad. — Debes descansar lo más posible. Lo que hiciste anoche fue impresionante, en especial para tu joven edad… así que tendrás que estar preparado para los rumores y consecuencias al respecto.
— Pero debe tratarse con delicadeza… igual que siempre, ¿no? — añadió el chico, con algo de aspereza.
El Director le dirigió una rápida sonrisa y, sin esperar más, se levantó de su asiento y caminó hacia la salida de la enfermería, apenas alcanzando a despedirse de la señora Pompfrey, quien iba hacia Harry con un plato de comida caliente.
Dedicó el resto de la tarde a descansar. Aún sentía su cuerpo agotado y adolorido, aunque se sentía levemente culpable de perderse las clases de aquel lunes. No obstante, estaba más preocupado por la condición de su padrino, por la ubicación del Profesor Lupin, y por cómo podrían estar sus amigos.
Ya podía imaginar que de alguna manera se crearon rumores respecto a que se enfrentó a los dementores, aunque no estaba seguro si incluiría el encuentro con un hombre-lobo, o si participó con Sirius Black en la fallida captura del fugitivo que el Ministerio trató tanto tiempo en atrapar…
Sin embargo, cuando llegó la noche, recibió una particular visita. El Profesor Snape ingresó a la enfermería, trayendo consigo un par de grandes botellas, seguramente llenas de las pociones que debía entregarle a la señora Pompfrey. Cuando el hombre se percató de que su pupilo estaba despierto, no dudó en acercársele y sentarse a su lado.
— Hola, Harry… veo que estás mejor — dijo, con suavidad.
— Sí… — respondió el de lentes, con algo de vergüenza.
— El Director Dumbledore me contó lo que pasó… hiciste algo increíble — continuó el hombre, para luego fruncir el ceño. — Sin embargo, podrían haber muerto…
— No sabíamos que… — iba a explicar, pero Snape levantó su mano en señal de que debía callar.
— Ése no es un tema que debamos conversar ahora… y quizás lo mejor sería esperar a que Sirius se recupere y hablemos en privado — zanjó, con seriedad. — Pero sí me sorprende que hayas logrado un patronus con tu corta edad. Tal parece que estás lleno de sorpresas… Pero lo que realmente importa es que estás sano y salvo, sin mencionar además que salvaste a tus amigos — concluyó, con una sonrisa. — Descansa. Es muy probable que tengas una charla con el Ministro de Magia por la mañana.
— Espere, ¿es en serio? — preguntó Harry, poniéndose nervioso. — ¿Por qué?
— Sí, es en serio. Y es porque tendrás que atestiguar lo que ocurrió ayer — respondió Snape, con una expresión de molestia. — Si mis cálculos son correctos, Sirius debería estar despierto para ese entonces, así que no estarás solo en eso.
A la mañana siguiente, y tal como calculó el Profesor de Pociones, Sirius Black había recuperado el conocimiento. Las pociones que estuvieron administrando surtieron un efecto bastante notable, pero incluso así no podía moverse demasiado de la cama ni quitarse los vendajes.
Harry, en cambio, ya estaba listo para poder levantarse y prepararse para volver a su rutina normal.
— Buenos días, Harry — saludó Sirius.
— Buenos días… Es bueno ver que estás bien — saludó el chico, mientras terminaba de vestirse después de darse una ducha. — ¿Cómo te sientes?
— La verdad… creo que me siento bastante bien pese a ser atacado por un hombre-lobo y amenazado por varias docenas de dementores hambrientos — se rió, quejándose un poco del dolor de su cuerpo.
Sin embargo, aquel apacible momento fue interrumpido por la rápida y algo agitada llegada de la señora Pompfrey, quien parecía no estar particularmente alegre.
— Ambos tienen una visita. Les pido recordar que siguen en enfermería — dijo, tajantemente, antes de volverse hacia la entrada.
Harry y Sirius se miraron por un instante, antes de seguir a la señora Pompfrey con la mirada. A través del umbral de la enfermería se veía un hombrecito corpulento y canoso, vestido con una capa a rayas, que venía escoltado de dos altos magos que, según pudo Harry imaginar por su visita al Ministerio de Magia, debían ser aurores.
Sirius trató de acomodarse en su cama para estar, aunque fuera, en una postura semi-sentada. Sus gruñidos de dolor hacían eco en la enfermería, pero hacía caso omiso a los reclamos de la señora Pompfrey, tal como tercamente rechazaba el ofrecimiento de ayuda de su ahijado.
— Harry… — dijo finalmente cuando ya estaba en una postura más cómoda. — Te presento al Ministro de Magia, Cornelius Fudge.
El aludido, quien acababa de llegar, sonrió ampliamente y le ofreció la mano al chico.
— Un gusto conocerlo finalmente, joven Potter — saludó, de manera muy poco formal. — Sirius, Harry, supongo que sabrán por qué estoy aquí…
— Claramente es un tema serio si no ha venido con fotógrafos ni reporteros de The Daily Prophet — acotó Sirius, con sarcasmo.
— Bueno, la verdad si las noticias hubieran sido distintas, lo habría hecho, pero el Director Dumbledore tiene tajantemente prohibido que dichas personas ingresen al castillo — respondió el otro, forzándose a seguir sonriendo.
— Y mientras siga siendo director de Hogwarts, dicha prohibición seguirá firmemente en su lugar — se escuchó la voz de Dumbledore detrás de los recién llegados.
El ministro dio un pequeño salto antes de voltear la mirada al Director, mientras sacaba un pañuelo de bolsillo y se secaba algo de sudor del rostro.
— E-es bueno verlo, Dumbledore — sonrió él, con algo de nerviosismo. — Gracias por acompañarnos hoy…
— Es parte de mis deberes — respondió el aludido, haciendo un ademán con la cabeza.
— Bueno… volviendo al tema — dijo el ministro, aclarándose la garganta. — Según tengo informado, Sirius, hace dos noches finalmente pudiste dar con tu presa, Peter Pettigrew… pero por algún extraño infortunio, éste no sólo se escapó de tus garras, sino que también se perdió… otra vez. ¿Es correcto?
— Así es — respondió Sirius, tajante y con el ceño fruncido.
— ¿Es posible que nos digas exactamente lo que ocurrió? — pidió, antes de dirigirle una mirada nerviosa a Dumbledore. — No es que quiera desconfiar de su versión, pero…
— Es protocolo. Lo sé — respondió el Director, con una sonrisa perspicaz.
— Luego de muchos intentos sigilosos, intentando causar el menor impacto colateral posible, finalmente pude dar con una única solución: forzar el encuentro de Pettigrew — comenzó a relatar Black, como si estuviera escribiendo un informe. — Harry lamentablemente fue testigo de esto y me siguió hasta donde pude acorralar a mi presa, e incluso ayudó a capturarlo, haciendo la misión un éxito en todos los sentidos.
— ¿Pero…?
— Pero la captura se pudo realizar fuera de los terrenos del castillo, cerca de Hogsmeade — continuó relatando el otro. — En el trayecto de vuelta y ya casi llegando hasta el perímetro resguardado por los dementores, cuando la Luna Llena iluminaba nuestro camino, un monstruo nos atacó…
— ¿Y pudiste ver qué era exactamente? — preguntó Fudge, con insistencia.
— No… — mintió Black, sin siquiera flaquear en su semblante.
— Es sabido que hay muchas criaturas no registradas en el Bosque de Hogwarts, señor ministro — añadió Dumbledore, con calma. — Quizás se trate de una bestia que habíamos visto con anterioridad, y que Lord Black fue incapaz de reconocer en la obscuridad nocturna.
— Efectivamente — respondió el aludido.
Fudge frunció el ceño y miró a Sirius con ojos entornados, como si estuviera tratando de calcular la plausibilidad de lo que le dijeron.
— Prosiga… — finalmente dijo, enderezando su espalda.
— Debido a esa distracción, Pettigrew aprovechó la instancia para convertirse en rata y escapar, adentrándose al bosque — continuó hablando Sirius. — Cuando los dementores escucharon el conflicto, se acercaron a actuar… pero, pese a que se les indicó la dirección de escapada de la presa, sólo unos pocos fueron tras su rastro, mientras otros se quedaron con nosotros. Algunos combatieron contra el monstruo, pero otros…
— Otros intentaron atacarnos — interrumpió Harry, con molestia.
El ministro y Dumbledore dirigieron sus miradas al de lentes, algo sorprendidos por la interrupción.
— Oh, joven Harry… no creo que realmente hayan hecho eso — dijo Fudge, escéptico. — Son dementores del Ministerio; deben responder órdenes y…
— Yo estuve allí, señor ministro, no lo olvide — zanjó Harry, frunciendo el ceño. — Yo mismo les indiqué hacia dónde había escapado Pettigrew mientras Lord Black sufría de sus heridas por combatir al monstruo que nos atacó en las sombras.
— Pero entonces ellos deberían haber acatado órdenes, ¿no? Sirius es un miembro del Ministerio y… — trató de insistir Fudge, nervioso.
— Pero estaban hambrientos. Llevan algo menos de un año sin su ración normal de alimento de Azkaban — interrumpió Sirius, con molestia.
— Es verdad. Usted ya ha recibido mis quejas respecto a las ocasiones en que los dementores han intentado acercarse a los estudiantes — agregó Dumbledore, con una seriedad amenazadora.
— ¿Y he de suponer entonces que lo que me dijeron los dementores de que los atacaron con un dragón es cierto? — preguntó el ministro, volviendo a pasar su pañuelo por el rostro.
— Un patronus. El de Harry — respondió el Director, manteniendo su seriedad.
— ¿Es broma?
— Hay suficientes testigos, incluidos los dementores — volvió a responder Dumbledore.
Hubo unos momentos de silencio. Fudge parecía tiritar a medida que sus pensamientos se arremolinaban en su cabeza mientras fruncía el ceño con una expresión calculadora.
— Definitivamente fue bueno no venir con reporteros — finalmente murmuró.
— Bien, ¿qué haremos entonces? — preguntó uno de los aurores que estaba a su lado.
— Primero que todo, Lord Black se ha ganado un buen periodo de reposo — comenzó a enumerar el ministro. — Luego, haremos una entrevista con The Daily Prophet diciendo que el fugitivo ha sido capturado y ha recibido el "beso del dementor", y que por lo mismo no podremos revelar quién es ni mostrarlo al público… No necesitamos que la población sienta temor por algo que quizás no existe. Le ruego a todos, que los detalles de este asunto queden entre nosotros — zanjó, mirando especialmente a Harry y a Sirius. — Caballeros…
Y, haciendo una corta reverencia con la cabeza, Cornelius Fudge y sus acompañantes abandonaron rápidamente la enfermería.
— ¿En serio? ¿Van a ocultar que un mago peligroso se ha escapado? — preguntó Harry, incrédulo.
— Así funciona la política — respondió Black, volviendo a acomodarse en su cama. — No es tanto por evitar que la gente se alarme, sino que es para cuidar su imagen como ministro.
— Pero, entonces, ¿para qué quería saber toda la historia? — volvió a preguntar el chico. — Si de todas maneras iba a inventar algo, ¿de qué le sirve saber los detalles?
— Para saber qué es lo que ocurre y tener herramientas para cuando necesite enfrentarse a ello — respondió Dumbledore esta vez. — No es tanto para él estar seguro al respecto, sino más bien para poder resguardar su posición política con alguna historia de respaldo, o quizás usar esto a su favor cuando el momento llegue. Quién sabe.
— Aun así, encubrir su escape se siente igual a como si estuviera ayudándole a escapar… — insistió Harry.
— Para nada. Si está en Inglaterra, ten por seguro que lo voy a encontrar — le dijo Sirius, con una sonrisa llena de confianza.
— Bien… si no hay más de qué hablar… — zanjó Dumbledore, con una sonrisa. — Te recomiendo volver a tus clases, Harry. Estoy seguro de que a tus amigos les encantará volver a verte — le dijo al chico. — Y no te preocupes por tu padrino… estará aquí hasta que la señora Pompfrey determine que ya puede volver a casa.
— Lo cual podría ser mañana — acotó el otro.
Harry sonrió y asintió. Se despidió de ambos y salió de la enfermería para ir a la Torre Ravenclaw y buscar sus cosas para luego dirigirse hacia la primera clase del día.
Holis
... Y bueno, así funciona la política, ¿no? Tratando de tapar más de lo que se debería con el fin de demostrar más de lo que es... ugh
Gracias por visitarnos. Ya estamos por terminar este arco, y aún no tenemos fecha para el inicio del siguiente, jajajaja
Saludos y nos vemos a la próxima
