Capítulo 1


«Encuentra al hombre más fuerte allí. Entrégate a él a cambio de protección. Es la única forma en que podrás sobrevivir.»

Las palabras seguían resonando en la cabeza de Isabella. Sabía que habían estado pensadas para ser un gesto amable, y en sus entrañas sabía que eran verdaderas, pero le hicieron querer gritar de todos modos.

Genus 6 era un planeta prisión.

No era una colonia penal. La Coalición había renunciado a ellas hace mucho tiempo, cuando demasiados exiliados lograron escapar y volver a planetas civilizados… a veces incluso tan lejos como a la Tierra. Así que en lugar de colonias, la Coalición había asignado planetas que de otra manera serían inhabitables como primitivas e ineludibles prisiones. La superficie de Genus 6 estaba cubierta por un océano volátil que era tóxico para la vida humana. La contención de la prisión estaba construida debajo de ese océano. Incluso si un convicto lograra atravesar las barreras estructurales y a los guardias, no habría forma de sobrevivir en el océano.

Genus 6 era un infierno, en lo que respectaba a Bella.

Había varios planetas prisión en la Coalición, y Isabella nunca había pensado en ellos ni un segundo. Había escuchado historias terroríficas, sobre personas injustamente encarceladas y permanente enjauladas, como animales. Historias como esas no eran inusuales. El Consejo de la Coalición, el cuerpo rector del espacio civilizado, compuesto por representantes de todos los planetas principales, no era conocido por usar la autoridad de una forma justa o progresista.

Pero no era algo en lo que Isabella hubiera perdido el tiempo o su indignación.

La vida apestaba a veces. La Coalición apestaba la mayor parte del tiempo. Y no había nada que cualquiera pudiera hacer al respecto.

Así que se ocupó de sus propios asuntos e hizo sus expediciones bajo el radar de la Coalición. Los arqueólogos no eran especialmente valorados en la actualidad, ya que no proporcionaban poder ni dinero para aquellos que tenían autoridad. No obstante, por lo general, eran ignorados.

Que era la forma en que Isabella siempre lo había preferido.

Estaba en el personal de una universidad de la Tierra, pero no había estado en el campus durante casi cuatro años. Dedicó todo su tiempo a sus excavaciones… la mayoría de las veces en oscuros planetas antiguos donde la civilización había desaparecido siglos atrás. Se había quedado huérfana de niña y había sido criada por su abuela que había muerto hace diez años. Nunca tuvo muchos amigos. Sus colegas de profesión eran todo lo que necesitaba como compañía.

En su mayoría, solo quería que la dejaran sola para hacer su trabajo.

Y lo había estado durante los ocho años transcurridos desde que obtuvo su título. Hasta que eligió el lugar equivocado para excavar.

Todas las excavaciones arqueológicas tenían que ser aprobadas por la Coalición mucho antes de que el proyecto se pusiera en marcha. Bella, en su momento, había pasado por toda la burocracia necesaria, y había obtenido el permiso necesario para su trabajo en el Palacio Imperial de Karna. Y el haber supuesto que el permiso había sido extendido a los terrenos que rodeaban el Palacio había sido su error.

Un error por el que pagaría por el resto de su vida.

Una vida que podría no durar mucho tiempo.

No había condenas leves en la Coalición. Todos los crímenes oficiales eran tratados de la misma manera: desde un allanamiento al asesinato. Si un crimen no era una amenaza para la autoridad de la Coalición o sus recursos, normalmente era ignorado, así que Isabella había asumido que debía haber habido algún tipo de cuartel encubierto de la Coalición en Karna porque, de no ser así, el incumplimiento de las reglas y traspasar los terrenos limitados nunca habría sido procesado.

Con todo, fue enjuiciada y condenada sumariamente.

Luego, fue sentenciada a prisión en Genus 6, el planeta prisión más cercano a Karna.

No había términos específicos en las sentencias de cárcel para la Coalición. Quienes entraban en ellas, nunca salían.

Otro recluso había sido trasladado con ella a Genus 6, un sórdido hombre de mediana edad con cabello raro y una repugnante sonrisa. El transporte aterrizó en el agua, ya que no había otra manera de aterrizar en Genus 6. La nave espacial debía haber sido diseñada para ser un sumergible, por lo que a continuación se sumergió hasta la estructura carcelaria bajo el océano.

Después de acoplarse, el otro prisionero y ella fueron transportados a la principal sala de guardia. La habitación era asquerosa… sucia y con un fuerte olor rancio de sudor y débilmente de orina. Estaban esposados con grilletes mecanizados mientras se arreglaba el papeleo y Isabella se estremeció con disgusto por el hedor y las lascivas sugerencias que su compañero prisionero seguía murmurando sobre de cómo planeaba tomarla a ella cuando finalmente fueran arrojados a la prisión principal que les esperaba.

Isabella había estado en shock durante los últimos dos días desde que se había enterado de cuál sería su destino, aunque la conmoción fue una bendición, ya que le había impedido procesar por completo lo que iba a sucederle aquí.

Parecía haber una docena de guardias en la habitación, pero la atención de Isabella estaba en el hombre que parecía estar al cargo. Se presentó bruscamente a los oficiales del transporte como Aro y le dio a Isabella y al otro preso una inspección superficial.

Aro debería tener unos cuarenta años, con cabello oscuro, encanecido ligeramente, rasgos fuertes y ojos oscuros afilados. No tenía la calidad de crudeza de los otros guardias, pero estaba todo en el negocio, sin suavidad en su expresión.

Apenas pareció notar a Isabella mientras algunos de los otros guardias lo hicieron, comiéndosela con los ojos o haciendo comentarios groseros sobre su cuerpo.

Ella no era ninguna reina de belleza o símbolo sexual. Tenía un buen cuerpo, cabello castaño y liso y ojos marrones. Nada sobre ella era particularmente extraordinario, pero era una mujer básicamente atractiva en un entorno donde eso era claramente raro.

Nunca se había sentido tan objeto en su vida, y el terror que había estado contenido por el impacto de su incomprensión estaba comenzando a tomar forma en sus entrañas.

Esto era real. Era realmente una presa, a punto de ser arrojada a la prisión con un par de cientos de ásperos y violentos delincuentes. Sin piedad y sin protección.

Tendría suerte si sobrevivía una noche.

—Tal vez deberíamos hacerle un test de conducción (1) antes de entregarla abajo a los animales —dijo uno de los guardias, apuntando a Isabella ofensivamente.

Aro se acercó a él y le dio un golpe en la mandíbula. El gesto fue más efectivo debido a su perfecta suavidad.

—Esa es la manera perfecta de perder tu puesto. No somos responsables de lo que ellos hacen en el Hold, pero sí somos responsables de lo que suceda fuera.

Las palabras no fueron de mucha ayuda para Isabella, que estaba a punto de ser arrojada al Hold.

—No te preocupes —dijo su sórdido compañero de prisión—. Yo me ocuparé del test de conducción.

Para decepción de Bella, Aro no golpeó al asqueroso. En cambio, con calma la empujó hacia lo que parecía ser un pequeño vehículo blindado.

Fue entonces cuando se inclinó para murmurar en su oído las palabras que lo cambiaron todo.

—Encuentra al hombre más fuerte allí —dijo Aro—. Entrégate a él a cambio de protección. Es la única forma en que podrás sobrevivir.

El consejo tenía sentido. Nunca sería capaz de protegerse a sí misma. No en un lugar como este. Si no buscaba la protección de alguien que fuera lo suficientemente fuerte como para dársela, sería literalmente desgarrada en pequeños trozos.

Pero la alternativa era igualmente desagradable. Entregarse a uno de los prisioneros, convirtiéndose en una especie de esclava sexual voluntaria, sonaba como si fuera peor que la muerte.

No tuvo tiempo de detenerse en el dilema por mucho tiempo. Una vez que también introdujeron al asqueroso en el vehículo, la puerta se cerró y Aro se sentó frente a los controles.

El vehículo bajó a una sala cavernosa. El Hold.

Tan pronto como aterrizaron, Isabella se dio cuenta de por qué el vehículo estaba fuertemente armado. Un solo guardia no se atrevería a entrar en el Hold sin una seria defensa.

Las prisiones como esta no tenían celdas asignadas individualmente, y no había separación de géneros. Todos estaban libres. Un caos masivo. Una pesadilla de violencia y poder primitivo. La supervivencia se basaba en la destreza física y las alianzas estratégicas. Los débiles y los que estaban sin protección morían de hambre, eran asesinados, agredidos o violados.

Eso podría pasarle muy fácilmente a ella.

—Os llevaré alrededor del Hold para que podáis ver el diseño— explicó Aro— antes de dejaros salir.

Una vez más, Isabella se dio cuenta que fue un gesto de bondad, algo que no era necesario; les estaba dando a los nuevos prisioneros tiempo para entender las cosas antes de que tuvieran que lidiar con la llegada inicial.

Tan pronto como sus ojos se adaptaron a la luz débil del Hold, Isabella puedo ver que la estructura había sido una vez configurada más como una prisión más tradicional. Había filas de celdas que recubrían las paredes a ambos lados y con tres niveles de ellas. Sin embargo, pocas eran las que tenían puertas o barrotes por lo que no mantendrían a uno dentro o a los otros fuera.

Echando un vistazo de refilón a una de las celdas abiertas, vio a un hombre desnudo arrodillado con el pene de otro hombre en su boca.

Apartó la mirada de inmediato, sintiendo la bilis subir a su garganta.

¿Qué le iba a pasar aquí?

—Los alimentos llegan dos veces al día —explicó Aro con desinterés—. Son enviados a través del vertedero, allí. —Hizo un gesto hacia el centro de la pared posterior—. Obviamente, no lo hace todo de manera uniforme.

Isabella no tenía dudas al respecto. No se dividiría de forma individual en porciones, por lo que los más fuertes podrían tomar lo que quisieran, dejando el resto para que los demás se conformaran con lo que quedaba.

Aro se detuvo delante de una gran celda, dos veces más grande que las demás. Mirando hacia dentro, Isabella comprendió que era porque el muro entre dos celdas había sido derribado para hacerla más amplia.

—Ese es James. Es alguien a quién prestar atención. —Aro miró hacia atrás, dándole a Isabella una mirada significativa.

Bella miró más detenidamente y vio a un guapo rubio, tumbado en una cama. Estaba vestido con unos pantalones y camiseta, y parecía estar hablando con alguien. Notó que había tres mujeres en la celda grande… todas en distintos estados de desnudez, y Isabella comprendió por qué Aro le había lanzado esa mirada.

Este debía ser el macho alfa del Hold. Ya tenía a tres mujeres bajo su protección. También sería la elección obvia para Bella.

No podía ver muy bien a las mujeres. Una de las más cercanas a ella llevaba un vestido, hecho jirones y revelador. Probablemente en algún momento había sido atractiva, pero ahora parecía sucia, prematuramente vieja y usada.

Experimentó otra oleada de náuseas y trató de pelear con su creciente pánico.

—Baños —dijo Aro, apuntando hacia la derecha. Una entrada sin puerta conducía a lo que debían haber sido los baños principales.

Bella jadeó cuando vio a un hombre siendo golpeado por otros dos, justo en frente de ellos.

Sin embargo, no había razón para sorprenderse. Esto era lo que sucedía en un planeta prisión.

Aro no pareció darse cuenta de la pelea y se mantuvo dirigiendo el vehículo alrededor del perímetro del Hold.

Estaban llegando al final del lado opuesto cuando Isabella notó que una celda en particular se activaba sola.

Era del mismo tamaño que todas las demás, excepto que tenía barras de metal intactas y una puerta que funcionaba. Mirando a través de los barrotes, notó un hombre enorme haciendo flexiones con un brazo.

Tenía una piel color blanquecina, y su cabello algo oscuro estaba rapado cerca del cuero cabelludo. Era realmente grande, alto, hombros anchos, brazos y piernas musculosos, y llevaba una camiseta gastada y sin mangas.

Algo sobre él la fascinó, y lo miró fijamente mientras Aro explicaba algo sobre un sistema de recompensas por "buen comportamiento".

El hombre terminó sus flexiones y se levantó, acercándose a los barrotes para mirar al vehículo. Su cara no era lo que se consideraría clásicamente hermosa, pero el conjunto de la amplia frente, los pómulos altos y la mandíbula cuadrada parecían poderoso y convincente.

—¿Quién es ese? —preguntó Isabella.

Aro miró al hombre.

—Nunca da su nombre. Ha estado aquí desde hace un año. Es un solitario. Se mantiene a sí mismo.

Isabella miró más atentamente y se dio cuenta de que el hombre debía de ser capaz de encerrarse en su celda, lo cual tenía que ser un verdadero privilegio en un lugar como este. También observó que había una puerta en la parte posterior de su celda y vio el borde de lo que parecía ser un primitivo inodoro en el interior.

Este hombre tenía la única celda con un aseo privado en todo el Hold.

Este hecho le dijo a Isabella algo que necesitaba saber.

—Y esto es todo —dijo Aro, dándole la vuelta al vehículo hacia el lugar por donde habían venido—. Es hora de desembarcar.

Lo cual era una forma educada de decir que ahora iban a ser arrojados al Hold.

Su mente de repente se convirtió en un borrón frenético. Apenas podía respirar, y mucho menos seguir unos movimientos distintos cuando la puerta trasera del vehículo se abrió y la depositaron a ella y al asqueroso en el duro y frío suelo.

La puerta se cerró inmediatamente por detrás de ellos, y luego sus esposas cayeron al suelo ruidosamente cuando Aro las abrió de forma remota.

Bella sacudió sus manos, restableciendo la circulación.

Fue liberada de los grilletes.

Pero ahora estaba en más peligro que nunca en su vida.

El vehículo moviéndose había llamado la atención de todos, y ya estaban empezando a acercarse otros prisioneros, la mayoría de ellos con los ojos muy abiertos y sucios, más como bestias que como hombres.

Estaba tan concentrada en el peligro inminente y su creciente terror que no se dio cuenta de cómo el asqueroso se había lanzado hacia ella.

Hizo un rápido agarre hacia su pecho, quizás pensando que sería mejor agarrarla mientras pudiera, antes de que se acercara una competencia más fuerte.

Isabella reaccionó instintivamente. Le dio una patada lateral fuerte, aterrizando precisamente en la ingle. No estaba físicamente indefensa. Su trabajo requería trabajo físico, y siempre había estado en buena forma: su cuerpo era esbelto, delgado y en forma. También sabía algunos movimientos básicos de autodefensa, como cualquier mujer independiente si viajaba sola por las afueras del espacio de la Coalición.

Con un gruñido estrangulado, el asqueroso se dobló. Ella apuntó otra patada, ésta a su cara, que tenía fácil acceso por estar inclinado.

Su pie aterrizó en su boca y mandíbula, golpeándolo hacia atrás.

Dio un grito de agonía.

Ojalá le hubiera saltado algunos dientes, pero su patada no había sido lo suficientemente fuerte para ello.

Su fácil victoria sobre su compañero prisionero provocó un murmullo de respuestas a través del Hold. También hubo algunas risas burlonas… con suerte dirigidas al asqueroso, y algunos silbidos apreciativos.

No se dejó engañar. No iba a superar esto por sí sola. El tipo al que había golpeado había sido un escuálido cobarde. No tendría ninguna oportunidad contra al menos la mitad de los hombres que vio dando vueltas a su alrededor.

—Un coño —dijo una voz nasal—. Ya es hora de que tengamos uno nuevo.

Bella se obligó a sí misma a no enfermarse. Recordó las palabras de Aro.

Encontrar al hombre más fuerte aquí.

Necesitaba encontrar al hombre más fuerte aquí.

El primer hombre que vio claramente era aterrador. Al menos treinta centímetros más alto que ella y hecho como un toro con un pecho de gran tamaño y unos brazos desagradablemente fornidos. Tenía una larga trenza morena en la espalda, y su pecho desnudo estaba cubierto de tatuajes.

Se acercó a ella, mirándola de arriba a abajo con una mirada objetiva que la hizo sentir como si estuviera desnuda.

—James la querrá —dijo alguien desde un costado.

El hombre volvió la cabeza con una burla, como si desafiara a cualquiera que pudiera afirmar que James tenía un mayor reclamo por ella que él.

—¿Cómo eres con tu boca? —preguntó. Se volvió para inmovilizarla con una mirada despiadada.

Bella tragó duro. Con su boca tan seca que no podía hablar, y su corazón martilleando contra su pecho, tan dolorosamente, que pensó que podría explotar.

Este hombre se la comería viva.

No habría ningún rescate milagroso en este lugar. Sin autoridad para mantener ningún tipo de orden. Su única posibilidad de supervivencia era ser más inteligente que nadie.

Y aliarse exactamente con la persona adecuada.

Ese hombre, según todas las apariencias, se acercaba incluso ahora, jactándose con el tipo de autoridad segura que mostraba su posición en esta comunidad primitiva.

La ropa de James estaba en mejor forma que la de cualquier otra persona. También parecía bien alimentado y descansado, que no era el caso de al menos la mitad de la gente que podía ver desde donde estaba. Tenía una especie de séquito: algunos hombres actuaban como guardaespaldas y las mujeres que había notado antes.

Había conocido a algunos de su tipo. Arrogantes, con derecho a ello, seguros de sus propias habilidades físicas. El tipo de macho alfa superficial que puedes encontrar en todas las naves, bares y gimnasios en el espacio de la Coalición.

—¿Ibas a hacer alguna jugada por ella, Dimitri? —preguntó James, mirando al otro hombre con una actitud erizada de testosterona.

Era una batalla silenciosa: un duelo sin palabras de poder e intimidación.

Isabella miró sin respirar, preguntándose si Dimitri retrocedería o si realmente pelearían por ella.

No era una fantasía romántica. Era más como un espantoso horror. Ambos la usarían simplemente hasta que estuviera totalmente agotada.

James podría no ser tan innatamente brutal como Dimitri parecía ser, pero era completamente egoísta, podía decirlo a partir del primer vistazo, y no se había convertido en el macho alfa de aquí tratando a las otras personas como a seres humanos.

Dimitri finalmente retrocedió, murmurando algo por lo bajo mientras se alejaba con disgusto.

Bella apenas se sintió aliviada. Al menos una pelea hubiera retrasado lo inevitable.

Pero lo inevitable se acercaba rápidamente. James se acercó a ella, y sus ojos se arrastraron sobre su cuerpo, desde su cabello hacia sus sensatos zapatos.

—¿Eres una puta? —preguntó suavemente.

—No. —Estaba tan sorprendida por la pregunta que logró hablar sobre la textura rancia en su boca.

—Bien. No lo hago con prostitutas, aunque por lo general son todas las que tenemos aquí. Tienes un buen cuerpo, que es lo único que necesita una mujer. Dos opciones. —Sus ojos, de un azul muy oscuro, se estrecharon cuando explicó—. Sé mi mujer. Haz lo que te digo. Te mantendré a salvo. O, si te niegas, te entregaré al resto de ellos.

Hizo un gesto hacia "el resto de ellos". La mente de Isabella estaba demasiado borrosa para diferenciar las caras distintas, pero el resto de los prisioneros parecían estar acechando al fondo, como una manada hambrienta de lobos.

—Se turnarán para usarte hasta que se aburran. No durarás toda la noche.

Sabía que sus palabras finales no eran una exageración. Era posible que algún macho alfa menor intentara tomarla como suya, pero probablemente no sería lo suficientemente fuerte como para mantenerla a salvo de los demás por mucho tiempo.

—¿Cuál es tu decisión? —exigió James, pareciendo un poco molesto por su vacilación.

Este era el momento. El que decidiría su destino.

El sentido común, la presión social, y casi todas las pruebas le decían que aceptara la oferta de James .

Dejar que la follara. Permitir que la mantuviera viva.

Miró alrededor de la prisión una vez más, y sus ojos aterrizaron en la celda cerrada del hombre solitario cuyo nombre Aro no sabía. En la parte de atrás de su mente, había notado que él había salido a mirar cuando ella había puesto en su sitio al asqueroso hace un minuto.

Ahora estaba de pie en silencio, con una mano descansando sueltamente sobre un barrote.

Sus ojos se encontraron con los suyos durante unos segundos, y vio algo allí que no había visto en nadie de aquí.

No era amabilidad, o piedad, o misericordia, o algo suave.

Realmente no podía ponerle nombre a lo que había visto, pero le recordaba a la independencia.

Se volvió hacia James. Él estaba esperando, con una sonrisa satisfecha en su atractivo rostro, como si nunca dudara de cuál sería su respuesta.

Eso lo decidió. Ignoró su razón y siguió a su instinto.

Giró sobre sus talones y pateó de nuevo, esta vez aterrizando el golpe justo en el duro y plano estómago de James. Él gruñó y dio un paso atrás, más por la sorpresa que por un verdadero dolor.

Fue una buena patada, pero no había forma de que pudiera superarlo físicamente.

—No te quiero a ti, o a ellos —dijo en voz alta, girando su cabeza para mirar al solitario en su celda, dándole una mirada significativa que solo podía esperar que él respondiera.

Una ola de furia transformó la cara de James, intensificándose cuando otros prisioneros comenzaron a reírse un poco.

Avanzó hacia ella como un animal al acecho.

—Vamos a ir con la tercera alternativa —espetó—. Voy a tomarte primero y luego tiraré lo que quede de ti al resto de ellos.

No era una amenaza en vano. Sabía que iba a hacerlo. Sería golpeada y violada, y luego entregada a los otros que se aprovecharían de ella una y otra vez.

Volvió a mirar hacia atrás al solitario y sintió una ola de absoluta desesperación cuando vio que él había vuelto la espalda. A ella. Al resto de la prisión.

No iba a responder después de todo.

Significaba que no había absolutamente ninguna esperanza para ella.

Tragó el aire a través del nudo en su garganta que la estrangulaba y se giró hacia James con el último pedazo de valor que poseía.

Parecía que había apostado por el hombre equivocado. Tontamente. Impulsivamente. Y ahora iba a enfrentar las consecuencias.

James hizo un intento para agarrar su cabello, que estaba peinado en una coleta desmañada. Se sacudió lejos pero no lo suficientemente rápido. Agarró un puñado de pelo y lo usó para arrastrarla más cerca de él, el tirón en su cuero cabelludo fue tan brutal que quería llorar.

No lloró. En su lugar, luchó ciegamente, haciendo todo lo que pudo para darle un rodillazo en la ingle. Consiguió dar el golpe de refilón, uno que le hizo bufar, pero que no fue lo suficientemente eficaz como para conseguir que la soltara.

Las uñas de ella lo arañaron en el pecho, tratando de profundizar lo suficiente como para hacerle daño. Sin embargo, sus luchas fueron inútiles, como había sabido que serían.

La retorció hasta que su espalda estuvo contra su pecho y su poderoso brazo la aprisionó por la cintura.

Entonces, algo sucedió. De repente, fue liberada, tropezando con un gemido de sorpresa, dolor y alivio.

Se dio la vuelta para ver al solitario parado delante de un James jadeante, al que debió haberle dado un puñetazo en el costado.

—Qué coño —dijo James con voz ronca, mirando con asombro al otro hombre—. ¿De verdad quieres reclamar a esta pequeña zorra?

El solitario no dijo nada. Su expresión era estoica, inmóvil, y sus ojos nunca abandonaron los de James.

Cuando James basculó hacia él, el hombre atrapó su puño y comenzó a girar el brazo de James alrededor de su espalda. James no era un debilucho, por lo que la fuerza física en el movimiento fue tan impactante como impresionante.

James logró alejarse y golpeó el abdomen del otro hombre. Consiguió dar el golpe, pero no obtuvo ningún efecto evidente. El otro tipo siguió viniendo, atacando a James con su brazo y pierna, dejándolo doblado y sin aliento.

Nadie interfirió. Debía ser una especie de código de honor arcaico entre criminales.

Todo el Hold zumbaba de asombro en reacción a la escena, pero Isabella no podía apartar la mirada de los dos hombres peleando.

Todavía estaba aterrorizada, pero por una razón diferente ahora.

Sabía qué hombre iba a ganar esta pelea.

Solo tenía miedo a lo que sucedería después, cuando tuviera que entregarse a él.

El solitario volvió a girar y esta vez falló, ya que James finalmente consiguió hacer un buen movimiento. Le dio un golpe en la cara al tipo, y su puño rozó el lateral de su mandíbula, dejando una estela de sangre a su paso.

Después de eso, fue una lucha primitiva desesperada, en el que era imposible identificar los distintos movimientos. Los dos hombres estaban bien a la par, forcejando en una maraña de extremidades durante varios minutos antes de que el solitario diera el golpe final.

James yacía en el suelo, sangriento y jadeante. El solitario quedó de pie, no en gran forma, pero siguió tan estoico y silencioso como siempre estuvo mientras caminaba hacia Isabella.

Sus miradas se encontraron, y ella notó que tenía un sorprendente tono verdoso en su oscuro rostro. Tragó saliva e intentó decir algo, pero no se le ocurrió nada que decir.

Los otros criminales se hicieron a un lado, claramente intimidados por el hombre que acababa de derrotar a su alfa.

Había sido un riesgo, pero Isabella había pensado que funcionaría. Él no tenía la celda más grande, pero tenía la mejor con barrotes y aseo privado. Habría tenido que derrotar a otros para ganarla. Solo porque no se mezclara en la deformada comunidad que constituía la prisión no significaba que no fuera el más capaz de hacerle frente.

No tenía esperanzas de que fuera amable, gentil o amoroso. Pero mirándolo no sentía náuseas como cuando miraba a todos los demás que había visto allí.

Si iba a follar con alguien, iba a ser con él.

No dijo una palabra mientras se ponía frente a ella, y después de un minuto tomó la parte de atrás de su camisa en su mano y usó su agarre para arrastrarla hacia su celda. Él había entendido el acuerdo tácito tanto como ella lo había hecho.

Caminó con él voluntariamente, aunque claramente no tenía muchas opciones en el asunto. Fue un poco más rudo de lo que se sentía cómoda cuando la empujó en su celda y entró después.

Cerró la puerta de barrotes detrás de ellos. El clic de la cerradura fue horrible y un alivio.

Ahora estaba encerrada en esta celda con un criminal sin nombre.

Pero al menos el resto de ellos permanecerían al otro lado de la reja.


Nota:

1: En argot significa probar qué follada tiene, o cómo se maneja en el acto sexual.