Capítulo 2.
La celda no era muy grande. Había espacio suficiente para una cama con un delgado colchón sujeta a la pared, una mesa de metal con un cajón, también sujeto a la pared, y un objeto voluminoso cubierto con una sábana hecha jirones en una de las esquinas. Había también un viejo lavabo maltratado en la esquina opuesta que parecía tener agua… otro lujo raro en este agujero del infierno.
Se paró en medio de la habitación y esperó. Algo dentro de ella se estremeció.
El hombre hizo un gesto hacia el pequeño rincón del retrete.
—Puedes usarlo.
Su voz era cortante y brusca, y su mirada totalmente inexpresiva. Cojeó hacia el baño, un poco dolorida por su enfrentamiento con James.
—Gracias.
Lo decía en serio. No importa cuán abrupta fuera la oferta, era un gesto generoso. Se estremeció ante la idea de tener que enfrentar el horror del baño compartido donde estaría amenazada a cada momento.
Cuando entró al baño, fue brutalmente consciente del hecho de que no había puerta, así que estuvo agradecida de que él no se quedara y mirara cómo avanzaba, algo a lo que podría haber insistido.
En lugar de eso, se alejó, y lo oyó abrir el grifo en el lavabo.
El aseo era uno arcaico que funcionaba con cañerías, pero apenas iba a quejarse mientras se vaciaba. Cuando salió, vio que el hombre estaba inclinado sobre el lavabo y se estaba salpicando agua sobre la cara.
Incluso tenía un par de toallas. Se preguntó cómo habría conseguido poner sus manos en ellas.
—¿Está bien tu cara? —Le preguntó débilmente, cuando lo notó que se limpiaba la sangre.
—Está bien.
Seguro que no era un gran conversador.
—Soy Bella. —No tenía ni idea de lo que se suponía que iba a hacer. Sus rodillas estaban débiles, así que se dejó caer en el borde de la cama.
—De acuerdo.
Parpadeó. ¿Ni siquiera iba a decirle su nombre?
—Gracias —dijo, tratando de hablar con claridad, a pesar de sus nervios—, por tu ayuda. Quiero decir, por…
Se giró y la miró.
El hombre era puro físico. Su cabello ligeramente oscuro afeitado enfatizaba la esculpida curva de su cráneo. Su piel pálida estaba cubierta por un brillo de sudor. Llevaba el tipo de camiseta sin mangas que su abuela había llamado "wife-beater" (1), y mostraba sus impresionantes hombros y los músculos ondulantes en sus brazos. Sus bien desgastados pantalones colgaban bajos en sus delgadas caderas. Su gran construcción era también natural, y, aunque obviamente estaba en excelente forma, no parecía falso ni exagerado como Dimitri. Sus facciones eran demasiado cinceladas, y su expresión demasiado impasible para ser etiquetado como tradicionalmente guapo. Pero el poder y masculinidad irradiaban de él en oleadas.
—¿Crees que te ayudé a salir de eso por la bondad de mi corazón?
Era la frase más larga que le había escuchado pronunciar, e hizo que su corazón saltara a su garganta.
—Uh, no, pero todavía estoy agradecida.
—No lo agradezcas. Estoy obteniendo algo a cambio. —Sus ojos verdes parecían atravesarla—. ¿Cierto?
Ella tragó saliva.
—Cierto.
Ni por un minuto había esperado que él le diera generosamente un pase. Por supuesto, iba a tener que follar con él.
Él dio tres pasos hasta que estuvo de pie junto a la cama, directamente frente a donde estaba sentada.
—Quítate la camisa.
Bella jadeó y dirigió su mirada a los barrotes de la celda. Los otros prisioneros aún estaban afuera, algunos descaradamente mirándolos.
Él siguió su mirada.
—No hay privacidad aquí. Te acostumbrarás.
Cuando no dijo nada más, se dio cuenta de que iba a tener que lidiar con la vergüenza. Con dedos temblorosos comenzó a desabrochar los botones de la parte delantera de la camisa.
El hombre la miró. Su rostro no cambió, pero creyó ver algo casi hambriento en su mirada cuando se atrevió a volver a mirarlo a los ojos.
Cuando se desabotonó la camisa, se la quitó lentamente sobre los hombros, quedando solo en su camisola elástica.
—Eso también —ordenó el hombre, su voz aún más baja y más gruesa que antes.
Bien podría terminar con esto. Bella giró sobre la cama para no exponer sus pechos a ninguna persona que pasara y tiró de la camisola sobre su cabeza.
Sus pechos desnudos se sacudieron ligeramente con el movimiento. No tenía una figura extraordinariamente voluptuosa. Sus extremidades eran largas y delgadas, y siempre había sido bastante atlética. Pero sus pechos eran firmes y redondeados, por lo que esperaba que no estuviera decepcionado.
Estaba casi tan aterrorizada de que decidiera que no se molestaría con ella como lo estaba de que la follara.
No pareció estar decepcionado, aunque era casi imposible leer nada en su rostro. Se inclinó hacia abajo, empujándola abajo sobre su espalda en la cama. Alcanzó y ahuecó sus pechos no acariciándolos, tanto como sintiéndolos. Su mirada devoraba su figura medio desnuda.
Trató de bloquear las crudas risas que venían de fuera de la celda. Al menos su cuerpo ahora protegía su desnudez para cualquiera de los extraños.
Sus manos eran grandes, con callos, y parecían ásperas contra su piel. Sus pezones se habían alargado por el aire fresco y su tacto, pero estaba demasiado asustada, para sentir ningún placer. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras él deslizaba sus manos de sus pechos a su vientre plano.
Cuando sus dedos engancharon alrededor de la cinturilla de su pantalón, no pudo retener un pequeño gemido de miedo.
Él hizo una pausa, y sus ojos volvieron a su rostro.
—No me excito con el dolor —murmuró.
Bella tragó saliva y se dio cuenta de lo que estaba diciéndole. Era un consuelo. Más consuelo del que había esperado.
No iba a hacerle daño. Al menos, no de forma intencionada.
Podría follar con él. Había follado antes a hombres que no conocía mucho. El último hombre con el que había dormido había sido hace dos años, un rollo de una noche con un hombre que había conocido en un bar. Le había dejado una sensación desagradable, y había intentado evitar enredos sexuales desde entonces. Nunca había tenido ninguna esperanza de enamorarse en un romance tradicional, por lo que no había sido tan difícil prescindir de ello.
Tenía deseos sexuales como todos los demás, pero había formas más sencillas de lidiar con ellos.
Había pasado un tiempo para ella, pero podía joder con este hombre. Era una mejor elección que cualquiera allí. No era feo, ni nauseabundo, y no parecía dispuesto a lastimarla o humillarla.
Tomó algunas respiraciones lentas y profundas, y asintió hacia él.
Debió tomarlo como un signo de aceptación porque volvió a desabrocharle los pantalones.
Ella levantó sus caderas para que pudiera quitárselos con sus bragas.
El hombre bajó la mirada a su ingle, y la mirada de hambre apareció de nuevo en sus ojos.
Bella jadeó nerviosamente, tratando de que su cuerpo se relajara.
Él se inclinó y separó sus pliegues íntimos, presionando el pulgar contra su clítoris.
Ella hizo un pequeño maullido en respuesta, sintiendo un surrealista tipo de incredulidad de que esto realmente le estuviera sucediendo.
Usando su pulgar para frotar su clítoris en pequeños círculos, el hombre siguió devorando su cuerpo con su mirada. Entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo: estaba intentando excitarla para que estuviera lo suficientemente húmeda como para que pudiera penetrarla cómodamente.
—Frótate tus pechos —dijo, siguiendo el masaje con ese pulgar.
Obedeció, ruborizada por la vergüenza, pero dándose cuenta de que era una buena idea. Cuando más húmeda estuviera, sería mejor. En realidad era un gesto generoso por su parte.
Podría haberla penetrado en seco y comenzar a bombear.
Muchos hombres lo harían.
Giró sus pezones entre sus dedos y pulgares, y sintió los tirones en su coño en respuesta. Se obligó a respirar lentamente, tomando profundas inhalaciones y largas exhalaciones.
Su pulgar en su clítoris ayudó y su cuerpo finalmente comenzó a relajarse. Sintió el comienzo de una presión entres sus piernas, aunque su corazón todavía palpitaba brutalmente en su pecho.
El hombre reajustó su mano, deslizando su dedo en su coño para probar su disposición. Estaba un poco mojada ahora, y la sensación de su dedo dentro de ella, combinada con su pulgar sobre su clítoris y su propia caricia en sus pechos, causó para su sorpresa una repentina sacudida de placer.
Jadeó y se arqueó ligeramente, su boca abriéndose para respirar. Él gruñó y retiró la mano que tenía entre sus piernas.
—Joder. —Algo caliente había ardido en su mirada, y comenzó a buscar a tientas las fijaciones de sus pantalones.
Bella lo miró, dándose cuenta con un apretón en su vientre de que él no podía esperar más.
Liberó su pene, aunque Bella no miró abajo, temerosa de que ver una parte tan íntima de su cuerpo la llevara a un ataque de ansiedad. Luego se colocó entre sus piernas y alineó su erección en su entrada.
Todavía no estaba muy mojada, así que usó su saliva para deslizarla sobre su verga antes de metérsela en la vagina.
Él era grande, y ella estaba apretada. E incluso con sus intentos de hacerlo más fácil, el estiramiento de sus paredes internas fue intenso e incómodo.
Bella gimió, sus manos volando hasta agarrarse a la almohada que tenía debajo de la cabeza.
—Joder, estás apretada. —Su cara se retorció y su cabeza se sacudió hacia un lado, su aliento se atascó en su garganta—. ¿Bien?
Ella no podía decir que no. Este era su pago por protegerla y dejarla sobrevivir. Tomó dos largas respiraciones profundas, desando que sus músculos internos se relajaran contra la penetración.
—Sí.
Él deslizó sus caderas hacia atrás y luego hacia adelante nuevamente en un pequeño empuje experimental. Su pene se movió con bastante facilidad dentro de ella y la incomodidad se alivió algo.
Él se había apoyado sobre sus brazos extendidos, manteniendo su pecho lejos del de ella. Como tenía espacio, Bella metió su mano entre sus pelvis para poder frotarse el clítoris.
La estimulación tuvo el efecto inmediato de distraerla del intenso estiramiento. Así que cuando él comenzó a golpear de verdad, no fue doloroso, ni desagradable.
Estaba jadeando encima de ella y sudando, e hizo suaves gruñidos cada vez que levantaba sus caderas hacia adelante.
Bella dobló sus rodillas más hacia arriba y frotó su clítoris duro y rápido. No estaba mal. Podía hacer esto. Era un hombre atractivo, masculino, y se lo estaba tomando con calma. Quizás finalmente, podría incluso disfrutarlo.
Entonces miró sobre su hombro construido poderosamente y notó a algunos prisioneros de pie delante de la celda mirando descaradamente como la follaba.
Gimió de nuevo, su cuerpo ruborizado por el calor de la mortificación, cuando imaginó lo que estaban viendo.
El hombre se detuvo con un tirón en su respiración ante el sonido lastimoso que hizo. Debió darse cuenta lo que ella había notado.
Con un sonido gutural, sacudió su cabeza hacia atrás fulminando con la mirada a los mirones.
—Largaros— soltó la palabra casi gruñendo.
Retrocedieron Bella sintió la más rara sensación en su pecho. Un tipo de satisfacción extraña e inquietante. Que todos los demás le tenían miedo, y que la estaba follando
—Gracias —susurró, extendiéndose por debajo de él, y tratando de aflojar sus músculos un poco más.
No respondió excepto con un seco asentimiento. Luego comenzó a bombear de nuevo.
Esta vez, cuando comenzó a masajear su clítoris, sintió que su coño se apretaba en respuesta. De repente se dio cuenta de que probablemente debería tratar de ser una mejor follada, para que no decidiera que no era lo suficientemente agradable como para molestarse con ella, trató de mover sus caderas un poco, igualando su ritmo a los empujones constantes de él.
Jadeó y se arqueó cuando sintió otro tirón de placer bajar a su coño.
—¡Joder! —gritó él, su rostro se retorció nuevamente mientras se detenía con su pene enterrado dentro de ella.
Bella estaba jadeando ahora, y sus labios se separaron cuando alzó la mirada hacia él.
—Qu… —comenzó. Parecía que él estaba sufriendo un terrible dolor.
Él empujó de nuevo, luego cayó fuera de su ritmo completamente. Sus gruñidos se volvieron más ásperos y primarios mientras sus caderas se sacudían e impactaban contra ella.
—Joder. ¡Oh, joder!
Separó aún más sus muslos mientras él se bombeaba con golpes duros y agitados. Sus movimientos eran urgentes, torpes, y animales, y sus rasgos se contorsionaban con el placer y el esfuerzo.
Se corrió duro. Al menos, pareció que lo hizo, cuando dejó escapar un sonido agónico y empujó en ella unas pocas veces más.
Eyaculó en su interior y luego se dejó caer sobre ella, doblando sus brazos para obtener más apoyo.
Ambos estaban jadeando desesperadamente mientas su cuerpo comenzó a relajarse sobre ella, los músculos apretados se aflojaron y sus estoicos rasgos se suavizaron por una carnal satisfacción.
Su respiración era caliente y húmeda contra la piel de su mejilla cuando murmuró:
—Ha pasado un largo tiempo para mí.
Había estado aquí un año, y aparentemente no había jodido con nadie en todo ese tiempo. No era tan largo como lo había sido para Bella, pero un año todavía era un periodo significativo de tiempo.
Se preguntó por qué él se lo decía.
Solo estaba reconociendo ahora el chorro de semen en su vagina y asegurándose que estaba al día en sus tratamientos anuales de control de natalidad y enfermedades veneras cuando repentinamente toda la luz se fue de la celda, y todo el Hold quedó en la más absoluta oscuridad.
Riéndose con miedo, dejó escapar un grito estrangulado, sintiendo como si sus peores pesadillas se volvieran realidad.
No le gustaba la oscuridad total, y no quedaba ni el más mínimo rastro de luz.
—Se apagan las luces —explicó el hombre—. A la misma hora todas las noches.
Ella ni siquiera se había dado cuenta que era de noche. No había comenzado a desarrollar un sentido de tiempo en este planeta.
—¿Supongo que no tienes una luz nocturna? —Lanzó a su voz un sonido despreocupado, pero era una cuestión seria.
—No hay luz nocturna —deslizó su pene ablandado de dentro de su coño y se dio la vuelta, estirándose con lo que sonaba como un gemido saciado.
Bella no podía ver la forma del cuerpo de él a su lado. No podía ver nada en absoluto. Buscó a tientas y se sintió aliviada cuando encontró sus bragas y pantalones en el suelo. Tanteó hasta que se los puso. Luego palpó en el colchón hasta que encontró su camisola.
El hombre estaba respirando profundamente. Puede que incluso estuviera dormido.
Bella no tenía ni idea de lo que tenía que hacer. La cama era pequeña, y una cama en un lugar como este sería una comodidad. ¿Aún querría compartirla con ella por la noche?
No habría ningún otro lugar donde pudiera dormir excepto en el suelo, y no estaba dispuesta a abandonar la seguridad de los barrotes y cerrojo.
Se sentó en el borde de la cama, parpadeando esperando que sus ojos se adaptaran.
No lo hicieron. Ni siquiera había luz suficiente para que su visión se adaptara a la oscuridad. Todavía no podía ver nada en absoluto.
Podía dormir en el suelo. Quizás le diera una manta; la cama tenía más de una, aunque todas estaban muy raídas y con jirones. Pero ¿quién sabía qué tipo de espeluznantes orugas acechaban en el suelo en la oscuridad? Las ratas se habían extendido desde la Tierra a otros planetas de la Coalición, y cada planeta tenía su propia variedad de bichos.
Pero no iba a molestar a este hombre. Él era, con mucho, su mejor opción en este agujero del infierno.
Se levantó sobre sus inestables piernas y tanteó a ciegas por delante, intentando decidir el mejor lugar para acostarse.
—¿Qué estás haciendo? —Las bruscas palabras salieron de la oscuridad, haciéndola jadear de sorpresa.
Se volvió hacia la cama, aunque todavía no podía ver a nadie.
—Yo no… No sabía si querías que durmiera en la cama.
Hubo una pausa. Entonces:
—No quieres dormir en el suelo. Créeme. Puedes dormir en la cama.
Con un sonido de alivio, fue a tientas hacia la cama, golpeando su espinilla contra el armazón.
—Mierda.
Se movió hacia adelante, subiendo de nuevo y aterrizando accidentalmente su mano en una parte dura y caliente de su cuerpo.
—Lo siento. —Sacudió su mano lejos, ruborizándose de vergüenza. No tenía idea de lo que había tocado. Todo el cuerpo de él era duro y caliente.
Entonces sintió esas grandes y encallecidas manos en su muslo. Viajaron hasta que las puso sobre sus hombros y la impulsó hacia el lado opuesto de la cama.
—Duerme junto a la pared. No me gusta sentirme encerrado.
Bella no tenía ninguna queja, y con un poco de maniobra se tendió al lado de la pared. Compartió las mantas con ella, así que se sintió básicamente cómoda… excepto que tenía hambre y un poco de dolor entre sus piernas.
Finalmente pudo relajarse cuando se cubrió hasta su barbilla. La cálida presencia del cuerpo de él junto al de ella era extrañamente reconfortante. Nadie pasaría a través de él para llegar a ella.
Era irónico, que le dijera que no quería estar encerrado.
Estaba encerrado aquí. En la celda. En el Hold. En este infernal e ineludible planeta.
Se preguntó qué había hecho para llegar aquí. Entonces decidió que era mejor no saberlo.
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Se sorprendió de que realmente se quedara dormida. Y estaba aún más sorprendida de que tuviera un sueño sexual, dada las incongruentes circunstancias.
Era un sueño sin un contexto específico… solo breves destellos de imágenes eróticas y cuerpos enmarañados mezclados con la presencia del deseo físico.
Cuando despertó, todavía estaba completamente oscuro, y estaba caliente y excitada, su rostro presionado contra un duro pecho y sus dedos tanteando en su vientre.
Su primer instinto fue mantener la actividad y combinarla con un movimiento arqueándose contra la fuerte pierna que sentía.
Pero entonces recuperó el sentido. Recordó dónde estaba. Y con quién estaba.
Se sacudió en un agudo jadeo.
—Oh.
Hubo un crujido de la ropa de cama cuando el hombre se movió por debajo de ella.
Luego la agarró y la hizo rodar. No podía verlo, pero lo sentía sobre ella, sus piernas entre las suyas, sus manos plantadas a cada lado de sus hombros.
Su cuerpo aún estaba pulsante por la excitación y, a pesar de la situación no pudo evitarlo, y empujó sus caderas hacia arriba y frotó su ingle contra la de él.
Si él hubiera estado conteniéndose, ese movimiento rompió el último hilo de su control. Enredó sus manos alrededor de sus mulsos y los extendió para poder frotar su duro pene contra la tela de sus pantalones, justo sobre su coño.
Bella gimió y tanteó sobre ella hasta que pudo arañar sus hombros.
Tantearon a ciegas hasta que sus pantalones estuvieron quitados de nuevo y su camisola fue empujada hacia arriba sobre sus pechos. Él bajó su boca hacia uno de sus pezones, succionándolo y mordiéndolo hasta que ella se retorció y mordió el labio para reprimir los gemidos en respuesta.
No perdió mucho tiempo en juegos preliminares. El coño de Bella estaba húmedo y dolorido, y maulló de alivio cuando él alineó su pene en su entrada y se hundió.
Fue apretado pero no incómodo esta vez. Y su primer empujón la hizo arquear su columna vertebral y hacer un sonido de placer tonto e infantil.
No podía verlo en absoluto. Solo sentirlo, caliente, urgente, tan increíblemente fuerte, mientras trabajaba un ritmo rápido y constante de empujones y gruñidos.
Esta vez mantuvo sus brazos doblados para que su rostro estuviera cerca de ella, tan cerca que podía sentir el jadeo de su aliento contra su piel caliente. Sus pechos se frotaron contra su pecho mientras él seguía su camino, y una profunda presión en su centro se hinchó en los comienzos de un orgasmo.
Su cuerpo se movía por su propia voluntad, bombeando y balanceándose por debajo de él. Sus pelvis estaban demasiado unidas para que pudiera meter su mano entre ellos, pero al inclinar sus caderas, podría obtener algo de estimulación en su clítoris frotándolo contra su hueso púbico.
Soltando pequeños y suaves sonidos de esfuerzo, Bella le arañó el cuello y sus hombros. Su velocidad se aceleró, sus embestidas se volvieron rápidas y torpes, sacudiendo la cama y su cuerpo hasta que sus pechos se bambolearon.
—Oh, Dios —jadeó ella—. ¡Voy a correrme!
Sus gruñidos se convirtieron en algo animal cuando él se apalancaba en cada golpe.
Ella llegó con un grito ahogado, su cuerpo temblando y contrayéndose cuando el placer latió a través de ella.
Él fue justo detrás de ella, empujando contra sus contracciones con unas últimas y ásperas exclamaciones.
Su peso cayó sobre ella cuando ambos comenzaron a descender. Era pesado y caliente, pero no era desagradable. La textura de su respiración era densa y húmeda junto a su oído.
Después de un minuto, él tiró hacia arriba y se giró a un lado, gimiendo mientras se estiraba sobre su espalda.
Todavía estaba demasiado oscuro para ver nada.
Bella estaba ardiendo por el placer persistente y con una absoluta vergüenza. Nunca hubiera creído que podría llegar a tener un orgasmo real, uno bueno, en una situación como esta.
No conocía a este hombre. Nunca habría dormido con él si hubiera estado en cualquier situación normal.
Pero su acoplamiento a ciegas, a tientas, medio dormidos podría haber sido el mejor polvo de su vida.
Pensó que él se había quedado dormido de nuevo, pero de repente su voz baja flotó hacia ella.
—Soy Edward.
—¿Qué?
—Mi nombre. Edward.
—Oh. —Tragó y miró hacia la negrura por encima de ella—. Hola.
Se quedaron yaciendo en silencio durante un largo tiempo. Pensó una vez más que se había quedado dormido, pero luego se sorprendió por la pregunta.
—¿Por qué yo?
Parecía venir de la nada, pero sabía exactamente lo que estaba preguntando.
Existían varias respuestas a esa pregunta. No había nadie mejor. Era el único que podía tolerar. Había notado los signos que revelaban que podía tomar lo que quería, incluso en un lugar como este.
Pero había una sola respuesta que importaba, entonces le dijo la verdad en la oscuridad.
—Eres el más fuerte aquí.
Nota:
1:Wife-beater: Literalmente sería maltratador, o golpea-esposa, pero en este caso se refiere a una camiseta de tirantes que usualmente usan algunos hombres de ropa interior.
