Capítulo 4
La miró con ojos entrecerrados, como desafiándola a que denigrara el valor de su descubrimiento.
—¿Por qué no se lo quitaste simplemente al tipo?
Le dio la espalda y miró hacia el lavabo, abriendo el agua.
—¿Por qué luchar si no tienes que hacerlo?
Esa era una buena pregunta. Simplemente, no era el tipo de pregunta que habría esperado que un hombre macho y dominante como Edward se haría a sí mismo.
Se había inclinado hacia adelante para ahuecar sus manos bajo el chorro de agua cuando él aspiró un fuerte aliento y se puso rígido.
Algo sobre su forma de moverse le dijo a Bella algo que debería haber sabido antes.
—¿Estás herido?
No contestó. Ni siquiera reconoció la pregunta cuando se inclinó hacia el agua de nuevo.
Instintivamente, Bella se levantó y caminó hacia él.
—En serio, ¿estás herido? Debería habértelo preguntado antes. ¿Fue por la pelea de ayer?
—No estoy herido —rechinó, alcanzando una toalla.
Mientras estaba distraído secándose la cara, Bella tiró a un lado de su camiseta para exponer el costado que había parecido proteger un momento antes.
Todo el costado era una masa fea de morados hematomas.
—Dios mío, Edward. ¡Dios mío!
Él se sacudió lejos.
—Son contusiones. Nada sobre lo que gimotear.
—Se ven horribles —dijo, tratando de subirle la camiseta más arriba para poder ver la magnitud de los daños—. ¿Por qué no dijiste nada? E hiciste todos esos ejercicios esta mañana. Debe haber dolido como el infierno.
Le lanzó una mirada desagradable.
—¿Has terminado?
—No —dijo, demasiado molesta para siquiera considerar si era sabio presionar su atención sobre este asunto—. ¿Puedo ver lo malo que es?
—¿Por qué?
—Sé algo de primeros auxilios. Si te rompiste una costilla o algo…
—No tengo rota una costilla.
Pero no puso objeciones cuando le subió la camiseta y luego se la quitó con cuidado por encima de la cabeza. Los hematomas se extendían desde su omóplato izquierdo hasta su costado y hacia su vientre inferior.
Bella rozó sus dedos a lo largo de los daños, deseando recordar más de su formación médica.
—Esta debe ser la razón por la que no quisiste pelear ahora mismo.
Él se tensó visiblemente.
—Podría haberlos vencido fácilmente.
—Estoy segura de que podrías. —Le aseguró rápidamente—. No quise dar a entender que no pudieses. —Se estremeció cuando notó un hematoma particularmente desagradable en su mitad inferior—. Pero este parece terrible. James hizo un cuadro sobre ti.
Su voz había sido amable, pero era claramente algo incorrecto que decir una vez más. Edward se puso rígido y se apartó.
—Te prometo que él se ve peor.
Parpadeó hacia su cara cerrada, y se dio cuenta que todavía estaba erizada por un ego masculino herido.
¿Qué diablos estaba mal con los hombres? No importa cuán duros y rudos fueran, aun así se arreglaban para ser sensibles a la menor insinuación de que eran invulnerables.
—Estoy segura de que lo hace —dijo con ligereza, en lugar de su impulso de quejarse por que él actuara como un bebé—. Él debe verse muy mal ya que ha tenido miedo de mostrar su rostro durante todo el día.
Eso al parecer fue lo que tenía que decir. Edward se relajó y dio un resoplido que casi sonó como divertido.
—Estoy bastante seguro de que le rompí la nariz.
—Bien. —Sonrió y continuó inspeccionando el daño en su cuerpo, haciendo una nota instintiva de los músculos ondulantes en su espalda y el vello negro oscuro dispersado sobre su pecho—. Espero que sane quedando torcida.
No respondió, pero vio cómo la comisura de sus labios se curvaba. Esta vez fue más de un momento. No fue una sonrisa plenamente, pero estuvo más cerca de cualquier cosa que hubiera visto.
Pasó sus dedos hacia abajo por su espalda… fingiendo comprobar los daños, pero principalmente porque encontraba a los planos lisos y fuertes irresistibles.
—Ojalá me hubieras dicho sobre tus hematomas antes — murmuró—. Anoche, quiero decir. Cuando estuvimos… espero no haberte hecho daño.
Giró sobre sus talones, tan duramente que no se lo esperó. Frente a ella, extendió sus manos para agarrarla por las caderas.
—Nada sobre la noche anterior me lastimó —dijo, su voz tan espesa y áspera como la grava—. No estoy tan herido.
Luego, como para demostrar su punto, deslizó sus grandes manos hacia atrás hasta que abarcaron la curva de su culo. La levantó hasta una posición donde ella automáticamente envolvió sus piernas alrededor de su cintura.
—Tus moratones —jadeó, retorciéndose mientras intentaba no presionar el lado herido.
Comenzó a caminar, su agarre tan fuerte que no tenía sentido luchar contra él.
—Ya te lo dije. No estoy tan herido.
La llevó a la cama, su tamaño y fuerza la hicieron sentir inesperadamente pequeña y femenina. Cuando llegó al camastro, la dejó caer sobre el delgado colchón y se movió sobre ella, los músculos de sus brazos se hincharon mientras se sostenía sobre ella.
Sus ojos eran tan intensos que pareció devorarla, y se sintió desnuda a pesar de su sucia camiseta. También sintió un estremecimiento de excitación. Anticipación.
A pesar de la desolación de su situación, o tal vez por eso mismo, su cuerpo respondió al verlo encima de ella. Era un hombre atractivo y viril. Diferente a cualquier hombre que hubiera conocido antes. Iba a tener que follar con él si quería seguir con vida.
También podría disfrutar de ello.
Él se inclinó hacia abajo, y sus ojos se agrandaron cuando su rostro bajó hacia el de ella… sus miradas nunca se apartaron. Por un momento, pensó que iba a besarla.
Pero en vez de eso, cambió ligeramente la dirección para pasar sus labios formando una línea hacia abajo por su garganta.
Inclinó la cabeza hacia atrás, tomando un fuerte aliento cuando sintió su boca sobre la sensible piel de su pulso. Olía muy fuerte, pero no desagradable, lo que era casi un alivio, después de la maldad que se mezclaba en el vago olor del Hold y el olor de él rodeándola, intensificaron su respuesta carnal.
Cuando literalmente mordió su cuello, ella jadeó por la consiguiente sacudida de placer. Entonces sacudió sus hombros hacia arriba para poder quitarse la camisa. Cuando la tiró al suelo, su boca bajó aún más hasta que se movía sobre su pecho derecho a través del tejido de su camisola.
Se retorció por debajo de él mientras los tirones de excitación se multiplicaban en su coño. Sus dedos tantearon en la parte de atrás del cuello de él y, a continuación, se deslizaron hasta sentir la deliciosa textura de su pelo rapado en su cuero cabelludo.
Él ajustó su posición hasta que estuvo arrodillado en el suelo con su boca bajada en medio de su cuerpo. Empujó hacia arriba su camisola desnudando su vientre plano, y ella gimió cuando sintió que presionaba besos duros en la sensible piel.
Debió de haberle desabrochado los pantalones mientras estaba distraída por su boca sobre su vientre porque se los quitó con un rápido tirón, llevándose sus bragas con ellos.
Ella dio un pequeño chillido de sorpresa y emoción ante el áspero movimiento, y sintió el dolor del deseo entre sus piernas cuando se quedó de pie junto a la cama… enorme, primitivo y potente. Estaba mojada. Muy mojada. Y estaba feliz de ver el bulto en la ingle de él… prueba de que estaba excitado.
—Date la vuelta —dijo con una voz densa, arrodillándose en la cama junto a ella.
No estaba segura de si sus palabras habían sido una solicitud o una orden, y no le importó. Al estilo perrito sonaba muy bien para ella.
Se colocó sobre sus manos y sus rodillas, apuntando su cabeza y sus hombros lejos de él.
Él cubrió su culo expuesto con sus dos grandes manos y le dio un posesivo apretón.
—Maldita sea, tienes un gran culo —murmuró.
Fue el primer cumplido que le había dado nunca. Y, a pesar de la crudeza, le dio una pequeña ridícula emoción. Lo miró sobre su hombro y sintió otra emoción arder, mirando en sus ojos cuando él bajó la mirada hacia su cuerpo medio desnudo.
Entonces lo vio mover una de sus manos y sintió dos de sus dedos en su resbaladizo coño. La penetración la hizo jadear.
Bombeó sus dedos un par de veces, golpeando su punto G y frotando las paredes internas.
Bella dio unos gruñidos sin aliento y comenzó a jadear ante la deliciosa estimulación. Todavía mirándolo empujó las caderas hacia él, tratando de que acelerara el ritmo.
—Joder. —La voz de Edward era débil, y no podía decir si estaba contento, sorprendido o desconcertado por su evidente entusiasmo. Pero antes de que pudiera empezar a sentirse cohibida, agregó—: Tan caliente.
Eso estaba bien entonces. Así que siguió bombeando su trasero contra la penetración de sus dedos, comenzando a soltar pequeños gruñidos que sonaban casi infantiles mientras un orgasmo crecía más rápidamente de lo que podría haber esperado.
Sus pechos se sacudían en su parte superior, y le costó un esfuerzo seguir mirándolo por encima de su hombro, arrodillándose detrás de ella. Pero no parecía poder apartarse de la expresión de su rostro: hambrienta e intensa, como si quisiera tragársela por completo.
Él bajó la mirada hacia su ansioso rebote y hábilmente movió sus dedos en su húmedo coño hasta que sus gruñidos se convirtieron en gemidos, y luego en maullidos sin palabras mientras la llevaba al borde.
Estaba empujando con fuerza contra su punto G cuando ella se corrió, su cuerpo se sacudió en torpes espasmos cuando las olas de la liberación la cubrieron y su coño se cerró con fuerza alrededor de sus dedos.
Aguantó las contracciones al presionar sus dedos contra los espasmos, y todo su cuerpo se sonrojó con vehemencia cuando su urgencia se relajó en satisfacción.
Estaba un poco avergonzada, mientras le lanzaba la última mirada a su rostro, esperando que no pensara que era demasiado fácil o desesperada para sucumbir tan fácilmente a sus avances.
Por correrse nada más que con unos pocos bombeos de sus dedos.
Pero él ya estaba desabrochándose los pantalones, y parecía tan ansioso como ella lo había estado cuando se alineó por detrás, agarrando sus nalgas y separándolas para poder hundir su pene en húmeda cavidad.
Ella hizo un sonido tonto cuando la dura masa de su erección la penetró, estirándola, llenándola profundamente. Se ajustó sobre sus manos y se agarró para poder balancear la parte inferior de su espalda contra su pelvis.
Él comenzó a empujar inmediatamente, su pene moviéndose fácilmente dentro de su resbaladiza vagina, y cada empuje la golpeó de la forma correcta.
No podía apartar la mirada de su expresión; ahora estaba tensa, voraz y muy caliente. Con el cambio en sus facciones cada vez que apretaba su coño a su alrededor. Podía decir que estaba disfrutando de cómo se sentía enterrado dentro de ella.
Ambos estaban respirando ruidosamente, y el catre estaba empezando a sacudirse, chirriando desvergonzadamente en respuesta a su movimiento. El resto del sonido del Hold se desdibujó en un murmullo de fondo, desvaneciéndose contra la dura urgencia de su apareamiento.
Bella sintió otro orgasmo comenzar a desarrollarse, y jadeó con sorpresa y placer. Su cuello estaba empezando a doler y estaba perdiendo su concentración, por lo que finalmente dejó caer la cabeza hacia adelante otra vez.
Y se dio cuenta que tenían una audiencia.
No fueron los ofensivos espectadores de la noche anterior. Ni siquiera reconocía a los dos hombres que estaban mirando a través de los barrotes de la celda, abiertamente boquiabiertos por su follada.
Ahogó un quejido, no queriendo que Edward le dijera que se endureciera de nuevo. No había privacidad en este agujero del infierno. Tendría que acostumbrarse a eso.
Edward ni siquiera parecía haberlos notado, los demás eran tan insignificantes para él. Tenía que aprender a ignorarlos de la misma manera.
Pero no podía. No podía dejar de pensar en lo que estarían viendo. Ella estaba sobre sus manos y rodillas sobre la cama, desnuda salvo por su camisa medio levantada. Su cabello enmarañado caía sobre su cara enrojecida. Sus pechos y la carne de su culo zangoloteaban cuando bombeaba sus caderas hacia la pelvis de Edward, reuniéndose con entusiasmo con cada una de sus embestidas. Sus pieles abofeteaban juntas, y Edward agarraba en puñados posesivos su trasero.
Y ella iba a correrse de nuevo.
Estos extraños que había al otro lado de las barras iban a verla. Corriéndose duro al ser follada así por un hombre que apenas conocía.
La presión en su centro se apretó como un puño, enviando ondas de choque de placer construyendo su orgasmo.
—Oh, Dios —jadeó, su visión haciéndose borrosa mientras golpeaba la parte baja de su espalda contra los duros bombeos de él tan rápido como podía.
Él soltó su trasero y se inclinó hacia adelante, empujando suavemente la parte superior de su espalda hasta que ella dobló sus brazos y bajó los hombros al colchón, dejando solo su trasero en el aire. Él no tiró hacia atrás. En lugar de eso plató una mano junto a sus hombros, dándole mayor impulso a sus penetraciones.
No estaba saliendo mucho ahora, pero sus caderas pistoneaban contra su culo, empujando en ella rápidamente, en forma de trazos animalísticos. Los únicos sonidos que hizo fueron gruñidos bajos y respiraciones rápidas y húmedas.
Trató de mantener los ojos en la cama justo delante de ella, pero no pudo resistir girar su cabeza para mirar a través de las barras de nuevo.
Los dos hombres seguían mirando, uno de ellos tenía su boca colgando abierta. Entonces oyó al otro decir:
—Joder. Mírala cómo lo toma.
Bella se estremeció, escondiendo su rostro en el colchón, ardiendo con un calor que era tanto deseo desvergonzado como mortificante.
—Ignóralos. —una voz baja, huraña, justo en su oído. Edward.
—Mm-hmm.
—¿Tomarlo? —Esta voz era desde fuera de la celda. El otro hombre—. Se muere por ello.
Bella intentó sofocar otro gemido en la cama mientras todo su cuerpo comenzaba a temblar con una necesidad y una urgencia cada vez más intensa.
Ella lo quería. Lo quería tanto. Y la sensación del pene de Edward penetrándola profunda y duramente amenazaba con hacerla gritar con un placer inexplicable.
Una parte de ella deseaba que Edward fustigara a los hombres, para que se fueran de la manera que había hecho con los de anoche.
Pero de alguna manera sabía que él no podría hacer eso. Lo haría débil. Les daría a los otros presos poder sobre él.
Sobre ambos.
Fue un regalo que él le había hecho la última noche.
Así que hizo lo que le dijo e intentó ignorar a los espectadores. En cambio, luchó a través de sus respuestas físicas para encontrar la concentración para volver a mirar a Edward de nuevo.
Su expresión estaba casi retorcida con lo que él estaba sintiendo, y había algo hipnótico en el fuego primitivo en sus ojos.
Sintió otro apretón agudo de placer.
—Oh, sí.
—¿Sí? —gritó, su rostro a solo unos centímetros del de ella.
No sabía exactamente lo que él estaba pidiendo, pero contestó de todos modos. Todo su cuerpo temblaba, por la fuerza de su movimiento ahora, ya que no podía bombear mucho en su posición actual, y su visión comenzaba a nublarse de nuevo.
—Sí —jadeó—. Voy a correrme. De nuevo. ¡Oh, Dios!
Su empuje se intensificó aún más, tan fuerte ahora que la cama chirrió todavía más alto. Sus gruñidos aumentaron aún más en sonidos animales y guturales que la excitaron más de lo que podía comenzar a entender.
Ella soltó pequeños sonidos entrecortados cuando finalmente la presión agonizante en su vagina alcanzó su punto máximo.
Enterró su rostro en la ropa de cama para sofocar su grito de liberación mientras su coño se cerraba alrededor de su polla.
Era consciente de que su pelvis se sacudía torpemente contra su trasero, y escuchó un sonido áspero cuando él llegó también. Pero no podía pensar en nada más que en las olas de placer que irradiaban de su centro para saturar su cuerpo.
Dejándola sintiéndose agotada, exhausta, caliente y deliciosamente satisfecha.
Y real, realmente avergonzada.
Podía sentir a Edward jadeando sobre ella, pero no podía obligarse a girar la cabeza para mirarlo a los ojos inmediatamente.
Después de un minuto, él preguntó:
—¿Bien?
La brusca pregunta la hizo capaz de aclarar su cabeza y mirarlo. Él estaba sacando su pene de su coño con un sonido húmedo y descuidado.
—Sí —dijo con una leve sonrisa. Fue amable de su parte preguntar, incluso de una manera tan abrupta—. Eso fue bastante bueno.
La esquina de su boca se crispó.
—Sí. Bastante bueno.
La ironía en su voz la hizo reír un poco, y se sintió mejor mientras se acurrucaba en la cama, tratando de esconder su cuerpo lo mejor que pudo de quienquiera que estuviera afuera.
Edward se levantó, subiéndose los pantalones y caminó hacia el baño. Cuando regresó, parecía normal de nuevo. Se había vuelto a poner incluso su camiseta.
—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora? —preguntó, curiosa sobre que más había que hacer para pasar el tiempo en su celda.
Él arqueó una ceja e hizo un gesto hacia el tenedor que había recogido en su salida de antes.
—¿Tú qué piensas?
Frunció el ceño ante su tono cortante, pero lo observó mientras regresaba a la máquina que estaba construyendo con todas esas piezas recogidas.
—Oh...—Después de un largo silencio, preguntó—. Y tú, ¿de dónde sacas todo eso?
Todavía concentrado en su trabajo no levantó la mirada mientras contestaba.
—Ya lo viste.
—Sé que los has conseguido en el Hold. Pero, ¿cómo llegaron aquí? Sin duda, los presos no están autorizados a poseer cables, engranajes y todo eso.
No respondió de inmediato, y por un minuto, no pensó que fuera a responder en absoluto. Luego dijo lentamente:
—Para mantener la pretensión de que se trata humanamente a los presos, la Coalición distribuye suministro cada par de meses. Ahí es de donde vienen las toallas, la ropa de cama y los platos. A veces, envían abajo otras cosas también. Solo depende de qué tipo de excedente tengan a mano.
Bella lo pensó por un minuto.
—¿Distribuir? ¿Significa que arrojan los suministros en un gran montón y dejan que todos peleen sobre quién se queda con qué?
—Sí. —Edward estaba jugueteando con una pieza de metal. Ella no podía comenzar a adivinar qué había sido el metal—. Hace un par de años, intentaron poner replicadores individuales para las comidas de los presos, en lugar de alimentarlos a través del método que usan ahora. Pero esa idea no duró mucho.
—No me digas. Los replicadores fueron desguazados y convertidos en armas.
Edward ofreció un breve asentimiento.
—Evidentemente, en menos de una semana. Al menos, eso fue lo que me dijeron. Los guardias hicieron un gesto para confiscar las partes, pero la mayoría de eso todavía está por ahí de una u otra forma.
Obviamente, Edward había buscado muchas de esas partes para su desgarbado dispositivo.
—¿Cómo aprendiste a armar las cosas así? —Asintió hacia el dispositivo.
Él se encogió de hombros.
—Recoges cosas. Tenía un transporte de mierda que siempre necesitaba arreglar.
Pensó en eso. La gente no tenía transportes… incluso chatarras, a menos que viajaran mucho de planeta en planeta. Quizás hubiera sido contrabandista, y eso fue lo que lo llevó a la cárcel.
Lo miró durante varios minutos mientras trataba de disfrutar de la satisfacción física de las secuelas de sus orgasmos y trató de ignorar los comentarios groseros que ocasionalmente venían de fuera de su celda.
Cuando estuvo claro que Edward no tenía nada más que decir, aspiró por la nariz y se tumbó en la cama.
—Supongo que me tomaré otra siesta.
