Capítulo 6


Cuando Edward le dio la comida que le había traído, Bella aceptó su porción con agradecimiento. Nunca había ido con él para conseguir la comida. Edward no habría sido capaz de concentrarse en protegerla y reclamar comida para los dos, así que siempre la dejaba encerrada en la celda, y Bella nunca se había quejado.

No se quejaba de nada de todos modos. Incluso las cosas que realmente le molestaban. Mantuvo sus molestias, el resultado inevitable de vivir en un lugar tan cerrado con un hombre terco y estoico, para sí misma.

No tenía idea de cuántas quejas aceptaría Edward hasta que se cansara de ella y la desterrara de su celda, pero no estaba dispuesta a poner a prueba sus límites.

La comida siempre consistía en un guiso y pan, y a veces Bella apenas podía tragarla porque estaba muy cansada de ello. Pero Edward siempre se ponía de mal humor y desaprobaba cuando no comía, de la forma en que actuaba siempre cuando mostraba signos de no ser lo suficientemente fuerte, por lo que generalmente lograba forzarse lo suficiente para llenarse.

Había comenzado a trabajar con Edward haciendo tantas flexiones y sentadillas como podía y dando al menos un par de vueltas alrededor del perímetro del Hold con él hasta que estaba demasiado cansada como para mantener su ritmo. La dejaba encerrada en la celda cuando ella había hecho todo lo que podía, y él se iba a finalizar su carrera solo.

Algunas mañanas corría durante horas.

Por las tardes trabajaba en la construcción de su dispositivo. Aun no tenía ni idea de lo que era, aunque podía ver ahora cómo algunas partes funcionaban y estaba bastante segura de que terminaría siendo algún tipo de máquina primitiva. Como no había nada absolutamente para hacer, lo miraba hasta que se quedaba dormida.

Si estaba en un estado de ánimo amable, o lo que pasaba por amable en Edward, hablaban mientras él trabajaba. Ella le contó sobre su infancia y de su abuela, la única persona que había amado realmente. Y le contó sobre sus estudios, su trabajo, y las diversas excavaciones que había hecho a lo largo de los años, lo sola que había estado la mayor parte de su vida.

Edward no le dijo mucho. No era una persona habladora o abierta. Pero le contó algunos de los viajes que había hecho… había viajado por todo el espacio de la Coalición. Y una vez le contó sobre su perro.

Max.

Fue la única vez en ese mes desde que lo había conocido, que Bella vio algo así como el dolor en su rostro.

En algún momento de las tardes, Edward solía ir de "caza" de algún objeto que necesitaba para su dispositivo. Bella iba siempre con él… principalmente para salir de la celda por un poco de tiempo.

Esta tarde, cuando Edward se levantó del suelo donde había estado retocando su máquina, Bella se puso de pie de inmediato. Estaba inquieta hoy. Edward había estado callado y pensativo, y no habían tenido relaciones sexuales desde antes de que las luces se encendieran. Había lavado su camisola y la colgó para secar, pero eso fue todo lo que había hecho en todo el día.

Necesitaba hacer algo.

Edward no cuestionó que se uniera a él. Ya estaba acostumbrado. De hecho, no dijo nada mientras cerraba la puerta por detrás de él.

A veces, cuando regresaban, había algún preso que intentaba penetrar en la celda ya fuera por la fuerza o forzando la cerradura. Generalmente, Edward simplemente lo lanzaba fuera de su camino. Siempre era un acto de desesperación, ya que no había forma de entrar en la celda sin la llave. Los barrotes eran totalmente infranqueables.

Empezaron a caminar alrededor del Hold, y Edward estaba claramente atento por algo de lo que fuera que necesitaba hoy. Cuando pasaron cerca de una reyerta, evidentemente sobre un par de zapatos, la empujó hacia la pared, para que ella no consiguiera ser golpeada por un puñetazo perdido.

Se vio obligada a estar tan cerca de la pared que su camisa quedó atrapada en un borde sobresaliente de metal.

Desgarró el desgastado tejido por una de las costuras tanto que la brecha dejó expuesto su pecho desnudo.

Su camisola todavía estaba en la celda secándose.

—¡Maldita sea! —murmuró, sosteniendo la tela desgarrada en su lugar, mientras unos pocos prisioneros que estaban mirando vitorearon o gritaron comentarios vulgares. Cuando se dio cuenta de las implicaciones del accidente, que una de sus pocas prendas estaba permanentemente dañada… se sintió vagamente enferma—. Joder, joder, maldita sea.

Edward se había detenido cuando ella lo hizo, pero su expresión parecía despreocupada.

—Es solo un desgarrón.

Sus dientes se juntaron cuando logró contener su réplica automática. No era solo un desgarrón. No en estas circunstancias. Y cualquier idiota habría sabido eso.

No podía sostener cómodamente la tela de su camisa desgarrada, así que con un suspiro derrotado, dijo:

—Creo que necesito regresar.

—¿Por qué?

El labio inferior de Bella cayó ligeramente.

—¿Qué quieres decir con por qué? Porque tengo un agujero en mi camisa, y no voy a caminar medio desnuda por ahí.

Edward parecía un poco impaciente y le dio un encogimiento con un hombro.

—¿Cuál es el problema? Te han visto desnuda en la celda antes. Te han visto con mi pene en la boca. ¿Cuál es la diferencia?

Un destello de furia indignada se apoderó de ella cuando miró a su exasperante cara. Había un mundo de diferencia entre las dos situaciones. Sí, algunos de los otros prisioneros la habían visto en varios estados de desnudez y libertinaje, pero todo eso había sido estando en la celda. La celda se sentía como su casa, básicamente. Podía no ser privada, pero era segura.

Era completamente diferente pasear alrededor del Hold, revelando su cuerpo a cada ojo de los presos.

Y si Edward tuviera la más mínima sensibilidad en su bruta alma, lo sabría.

Podía ver un atisbo de James desde donde estaban. James mantenía su distancia de Edward ahora, pero había logrado mantener su poder en la cárcel. Bella en todo ese tiempo había intentado con todas sus fuerzas no encontrarse con él, ya que solo los ojos de él puestos en ella hacía que se sintiera enferma.

E incluso James ahora podía mirarla con la camisa rota.

—Por supuesto, es diferente —espetó—. ¿Qué coño…?

Detuvo sus palabras con un tirón, recordando tarde que no podía hacer que Edward se enfadara.

Tragando con dificultad, superó el impulso de morderle la cabeza y dijo:

—Tienes razón. No hay diferencia. —Con sus ojos mirando al frente, dejó que el desgarrón en su camisa se abriera y comenzó a caminar de nuevo.

Sin previo aviso, Edward la agarró del brazo y la hizo girar para mirarlo.

—¿Por qué diablos haces eso?

Sorprendida por su estallido de ira, Bella se quedó sin aliento.

—¿Hacer qué?

—Contenerte cada vez que tienes algo que decir. —Sus ojos azules la inmovilizaron en su lugar, y su mandíbula estaba apretada con evidente tensión—. Me saca de quicio. Si tienes algo que decir, simplemente dilo. No actúes como un dron pasivo y sin mente.

Por un momento su visión se nubló, estaba enfurecida e indignada. Sus manos se cerraron en sus costados mientras trataba de evitar arañar los lados de su cara.

—¿Por qué diablos crees que me contengo? ¿Realmente esperas que te desafíe, cuando eres la única cosa que me mantiene viva?

Algo en su rostro cambió. No se suavizó. Nunca había visto suave a Edward. En lugar de ello, sus rasgos se apretaron aún más, hasta que sus labios se presionaron en una línea sin color. Por último dijo con voz ronca:

—¿Crees que si dices algo equivocado voy a lanzarte fuera para ser desgarrada?

—¿Qué se supone que debo creer? —Toda la frustración reprimida de estar constantemente en el borde durante el último mes finalmente entró en ebullición. Su voz era ronca por la emoción demasiado ardiente y gruesa para controlar—. Ese fue nuestro acuerdo. Que me protegerías. Yo te complazco. Nunca lo dijimos en voz alta, pero ambos lo sabemos. Estoy segura como el infierno que no voy a disgustarte.

Sus ojos cortaron en ella como una daga.

—¿Crees que soy ese tipo de animal?

—Por supuesto, eres ese tipo de animal. Lo somos todos. ¡Mira a tú alrededor! —Hizo un gesto de barrido, señalando el Hold, el caos sucio alrededor de ellos, la forma primitiva en la que todos los prisioneros vivían en esta jaula—. Comemos, follamos y tratamos de sobrevivir. En eso es en lo que nos han convertido. ¿Qué coño esperas que haga? —De repente su voz titubeó, vencida por un terror tan profundo que casi la devoró. Se había suicidado finalmente por expresar lo que pensaba. Atacando al hombre que era capaz de mantenerla segura. Hizo un sonido ahogado y miró al suelo—. Simplemente estoy tratando de sobrevivir.

Edward estaba silencioso. Pero podía sentir el temblor de la tensión en su duro cuerpo musculoso, aunque no estaba tocándola. Además, podía oírlo respirar. Ruidos largos, fuertes, húmedos, de inhalación y exhalación.

Finalmente alzó sus ojos a su rostro mientras trataba de que sus manos no temblaran.

Nunca había visto a Edward verdaderamente enfadado antes. Pero lo estaba ahora.

Estaba ardiendo por eso. Temblando con eso. Como un volcán a punto de estallar.

Y estaba enojado con ella.

Edward respiró ruidosamente y giró sobre sus talones, lejos de ella, pero él no se movió más allá. En lugar de eso, permaneció de espaldas a ella e hirvió a fuego lento, como si estuviera luchando para conseguir ponerse a sí mismo bajo control.

Bella contempló su ancha espalda, la ondulación de los músculos de sus hombros y brazos, la forma en que su camiseta se pegaba a su piel húmeda, la curva distintiva de su cuero cabelludo.

Y su terror mortal casi la tragó.

¿Y si debido a su propia estupidez hubiera perdido a Edward para siempre?

Apenas podía respirar, y de repente necesitó alejarse. Volver a la celda donde se sentía segura.

Con un ruido sordo, se volvió en el sentido en el que habían llegado y se tambaleó lejos. No estaba pensando racionalmente. Era puro instinto lo que conducía su huida. Si hubiera estado pensando, habría recordado que la celda estaba cerrada con llave y que no la tenía.

A pesar de su estado emocional, nunca creyó que estuviera seriamente en peligro de ser atacada. Todos sabían que era la mujer de Edward. Y todos estaban asustados o intimidados por él. Apenas la semana anterior, cuando un hombre había intentado manosearla durante su carrera matutina, Edward había golpeado al hombre hasta dejarlo inconsciente, en presencia de todo el Hold.

Incluso separada de él, todavía se consideraba a sí misma bajo su protección.

Por lo que no estaba preparada cuando alguien la agarró de repente y la arrastró a una celda oscura sin rejas.

Sucedió tan rápido que apenas pudo procesarlo. En un momento iba tambaleándose hacia su celda, y al siguiente era arrojada violentamente contra la pared.

El impacto dolió. La hizo caer y la sacudió tanto que estaba demasiado mareada para reaccionar. Su agresor no perdió tiempo. La levantó bruscamente del suelo y luego la empujó hacia adelante, obligándola a inclinarse sobre el borde de una mesa de metal. Era el mismo tipo de mesa que había en la celda de Edward, pequeña y clavada a la pared.

El ataque fue tan rápido y brutal que ni siquiera pudo decir quién era el hombre. Una mano fuerte se cerraba alrededor de la parte posterior de su cuello, sosteniéndola en su lugar sobre la mesa con un agarre tan fuerte que apenas podía respirar.

Intentó gritar pero no salió ningún sonido. Ya fuera por el miedo o por el agarre en su cuello que estaba estrangulándola, no consiguió sacar ningún ruido. Trató de luchar, pero estaba impotente en esta posición, doblada y colocada sobre el borde de la mesa.

Su conciencia se nubló en un borrón de terror y shock. Una parte de su mente sabía lo que estaba sucediendo, pero el resto ni siquiera podía registrar la realidad.

Una mano brutal tiró de sus pantalones y bragas hasta que sintió el frío metal contra su piel desnuda.

Trató de gritar de nuevo. Y fue la peor parte de toda la experiencia. Su boca se abrió pero no pudo darle forma a ningún sonido en absoluto.

Con lo quedaba de su mente, trató de prepararse para lo que iba a ocurrir, incluso mientras seguía luchando inútilmente contra su poderoso agarre.

De repente, las manos habían desaparecido. Escuchó un gruñido primitivo, y el cuerpo de detrás de ella fue retirado.

Respiró dolorosamente a través de su dolorida tráquea mientras se arreglaba para empujar su cuerpo magullado fuera de la mesa para poder ver lo que estaba sucediendo.

Edward la había encontrado.

Debió arrancar al hombre de encima de ella y arrojarlo físicamente de la celda hacia el área pública en medio del Hold.

Ahora reconoció a su atacante como Dimitri, el hombre tatuado que se enfrentó con ella cuando llegó por primera vez.

Pero apenas podía reconocer a Edward en la gruñona y primitiva bestia en la que parecía haberse transformado.

Se las arregló para subirse los pantalones antes de caminar, temblando, fuera de la celda y acurrucarse contra la pared mientras miraba.

Dimitri no era un debilucho. Era grande y violento, y sabía lo que estaba haciendo.

Pero no tenía ni una oportunidad contra Edward.

Edward se había puesto furioso. Nunca le había visto así, nadie lo había visto antes. Golpeó al otro hombre al suelo, sin detenerse o darle un respiro por un momento. Pronto hubo sangre. Y luego el otro hombre dejó de pelear.

Pero Edward no detuvo su ataque brutal hasta que Dimitri quedó como una masa de pulpa sanguinolenta en el suelo.

Bella sabía sin lugar a dudas que estaba muerto.

Y ni siquiera lo sentía. Parte de ella se horrorizó y sintió nauseas por el violento giro repentino de los acontecimientos de los últimos minutos, pero otra parte de ella, una parte pequeña instintiva que no le gustaba reconocer, se emocionó al ver a Edward reaccionar tan primitiva, tan animalísticamente, tan territorial.

Por ella.

Aunque, en su mayor parte, estaba mareada y aturdida, habiendo sucedido demasiado para que siguiera adelante.

Así que cuando Edward terminó con el otro hombre y se levantó del suelo con sus manos, brazos y camisa ensangrentada y su piel empapada con húmeda transpiración, todavía no podía conseguir moverse.

Edward miró alrededor de la prisión. El lugar había caído en silencio cuando todos se movieron para ver el violento altercado. La expresión de Edward parecía retar a cualquier otra persona a desafiarlo.

O echar una mano sobre lo que era suyo.

Nadie se movió. Nadie se atrevió a acercarse. Hasta que finalmente se alejó de forma firme lejos del muerto.

Cuando llegó a Bella, la tomó por la parte posterior de su camisa desgarrada y utilizó su agarre para guiarla de vuelta a su celda.

Su toque no fue amable, y manchó la camisa de sangre, pero agradeció el apoyo ya que de otra manera no estaba segura de haber podido caminar.

Cuando llegaron a su celda y Edward cerró la puerta por detrás de ellos, Bella cayó sobre el lecho arrugado, abrazándose alrededor de su estómago.

Edward bajo la vista a ella por un momento. Luego hizo un sonido gutural y se sacudió. Caminó hasta el lavabo y abrió el grifo. Salpicó agua sobre sus manos ensangrentadas y el sudoroso rostro.

El agua corría por su piel y se volvió hacia ella.

—Él logró…

—No —jadeó, la primera palabra que pudo pronunciar desde el ataque—. Llegaste a tiempo.

Su rostro se retorció extrañamente, y se volvió hacia el lavabo. Se inclinó para echarse más agua en la cara.

Se giró hacia ella, todavía parecía salvaje y poderoso en su tensión visceral y con la camisa ensangrentada, y abrió su boca de nuevo. Pero esta vez no habló. En cambio, giró sobre sus talones de un tirón e hizo un movimiento como si fuera a dejar la celda.

Pero se detuvo. Y en su lugar, regresó a donde estaba acurrucada en la cama.

Pero se detuvo de nuevo.

Bella no tenía ni idea de qué estaba sucediendo, pero pudo sentir el humor de Edward. La adrenalina y testosterona que debía estar circulando a través de él. Todavía estaba alta con la violencia. Además, podría estar preocupado por ella.

Y no tenía ni idea de cómo encauzar su respuesta primitiva.

Se salpicó más agua en su rostro. Luego hizo otro sonido gutural y caminó hacia el rincón del baño.

Cada vez más preocupada, Bella se levantó y se reunió con él cuando daba media vuelta y salía.

—Edward, ¿estás bien? —preguntó suavemente, tendiéndole una mano suavemente hacia su camisa manchada.

Estaba envuelta por la sensación más extraña. Su propio miedo y náuseas se habían disipado en la seguridad de la celda, y a su estela había un impulso primario que coincidía con el de él.

Sintió que fue toda física e instinto. Como un animal.

Un animal que acababa de ser reclamado por su compañero.

Con su toque suave, el control de Edward se rompió por completo. Y, como si le hubiera leído la mente, gruñó suavemente y la agarró por las caderas.

La empujó contra la pared de la celda y reclamó su boca con un beso duro, áspero y urgente.