Capítulo 8.
El tiempo pasaba de forma extraña en el Hold.
Cada día parecía prolongarse una eternidad, pero la cadena de días: uno tras otro, cada uno de ellos exactamente igual, desaparecían en un abrir y cerrar de ojos.
A veces a Bella le costaba seguir los días que había estado allí. Se sentía como si hubiera estado desde siempre, desde que llegó. Como si hubiera conocido a Edward, lo hubiera follado, toda su vida.
Pero cada mañana, cuando se despertaba, intentaba marcar los días en su calendario mental. Hoy pensó que había estado en prisión por un poco más de dos meses.
Edward había estado allí mucho más tiempo.
Esta mañana, tan pronto como se encendieron las luces, él se levantó como de costumbre y se dirigió al baño. Pero en lugar de lavarse y comenzar su rutina de ejercicios, se arrastró hacia la cama con ella cuando salió del baño del rincón.
Ella rodó sobre un costado para mirarlo.
—¿Te sientes bien?
Tenía una mirada extraña en su rostro, pero no parecía enfermo o molesto.
—Sí.
—¿Cachondo?
Ocasionalmente, saltaba sobre ella tan pronto como se despertaban, pero usualmente lo hacía antes de que las luces volvieran a encenderse.
Edward le dio una media sonrisa e hizo un ronco zumbido que podría haber sido una afirmación.
Pero no se dio la vuelta para ponerse sobre ella, y no la alcanzó para acercarla. Simplemente se quedó tumbado sobre su espalda, con un brazo cruzado bajo su cabeza, y miró hacia el techo.
Realmente confundida por este cambio en su rutina normal, se apoyó sobre un codo y acarició su pecho con la otra mano. Su torso era sólidamente musculoso, con planos ondulados, vello oscuro grueso, y piel tensa.
—¿Edward? ¿Qué pasa?
—Nada. —Giró su cabeza ligeramente para poder mirarla, sus ojos rozando apreciativamente su cálida cara y su desordenado pelo. Luego se desplazó hacia sus pechos, que estaban desnudos y expuestos, porque se había incorporado y la sábana se había deslizado hasta su cintura. Se había ido a dormir la noche anterior desnuda, ya que no había tenido ganas de ponerse la ropa sucia después de que Edward y ella jodieran.
—Estás actuando raro —le dijo, jugando distraídamente con uno de sus pezones.
Él dio un suave gruñido.
—No estoy seguro, pero creo que hoy podría ser mi cumpleaños.
—¿De verdad? —Le sonrió, aunque era algo tonto de lo que estar entusiasmada, dadas las circunstancias—. ¿Cuántos años tienes?
—Hoy cumplo treinta y seis. Si he mantenido bien la cuenta de los días desde que llegué aquí.
Ella se rio entre dientes y lo acarició con la mano por su pecho hasta el cuello. Y luego le acarició la piel de la mandíbula disfrutando de su textura rugosa.
—Volviéndote un poco viejo, ¿no?
Sólo sonrió ante su burla. Una verdadera sonrisa. La que casi nunca vio en él.
Satisfecha de su éxito, se inclinó para presionar un beso suave justo al lado de su boca.
—Feliz cumpleaños —murmuró con voz ronca—. ¿Debo darte un regalo?
Edward apartó suavemente el pelo de su cara cuando ella trazaba un sendero a lo largo de su mandíbula.
—¿Qué tienes en mente?
Sólo hizo un sonido de ronroneo y ajustó su cuerpo sobre él para poder besar una línea en su garganta hasta su pecho. Pasó algún tiempo en su torso, sacudiendo sus pezones con la lengua y mordisqueando unos cuantos lugares, que sabía que eran sensibles.
Su respiración se contuvo y ocasionalmente dejaba salir un suspiro de una textura de sonido de placer que la excitó e hizo que su coño se apretara de emoción.
Finalmente, se deslizó por su cuerpo aún más hasta que estuvo besando su apretado vientre. Adoraba su abdomen y lo acarició tiernamente mientras lo besaba lentamente hacia su ingle.
Pronto sus labios se encontraron una vez más con el vello grueso oscuro. Y entonces llegó a su pene, que ya estaba medio erguido.
Las mantas se habían caído completamente y se habían agrupado alrededor de sus pies, por lo que hizo una pose con su cuerpo desnudo tan atractivamente como pudo cuando se inclinó para lamer una línea a lo largo de su pene.
Él tomó un fuerte aliento mientras le lamió, y su erección se sacudió visiblemente. Jugueteó con él durante unos minutos, lamiendo a lo largo de las venas, acariciando sus pelotas, revoloteando su lengua alrededor de su cabeza hasta que estuvo totalmente erecto y los músculos de sus muslos estuvieron fuertemente apretados.
Entonces tomó su pene en la boca y ahuecó sus mejillas, chupando tanto como podía.
Edward gimió suavemente y sacudió su pelvis, dando un pequeño empujón en su boca.
Su coño estaba mojado ahora y comenzaba a latir. Cerró su mano alrededor de la base de su polla y comenzó un patrón de succión y compresión. Sabía lo que le gustaba a Edward, así que no fue difícil encontrar el ritmo que hizo que su cuerpo se tensara y que le hizo apretar sus puños en la ropa de cama.
Ella movió sus ojos a la cara masculina y vio su expresión rígidamente controlada. Sin embargo, sus ojos eran hambrientos y posesivos, mientras levantaba la cabeza para verla hacerle la mamada.
Estaba haciendo todo lo posible para contener su necesidad de empujar, pero ocasionalmente sus caderas daban un tirón errático. A Bella no le importaba. Amaba cada señal de que era agradable para él. Y así trabajó su carne firme y caliente en su boca mientras respiraba a través de la nariz y balanceaba la cabeza.
Cuando inclinó su cabeza abajo para apretar suavemente sus pelotas, Edward le dio un empuje apenas controlado en la boca. Ella deslizó su boca hacia arriba por su pene automáticamente, tratando de evitar asfixiarse con su erección.
—Lo siento —rechinó, su piel brillando con sudor mientras los músculos de sus brazos y abdomen ondulaban al mantenerse rígidamente bajo control.
Sonrió alrededor de él y canturreó una respuesta alentadora. Entonces, lo aferró firmemente con una mano y tomó más de él en su boca.
Cuando estableció su ritmo una vez más, comenzó a acariciar sus bolas de nuevo. Su coño estaba tan mojado ahora que podía sentir la humedad filtrándose, y sólo se puso más húmeda al ver cuán visceralmente él respondía a sus atenciones.
Estaba completamente centrada en Edward, y apenas registró los comentarios que comenzaron por fuera de las rejas de su celda. Comentarios vulgares, como de costumbre, sobre su cuerpo, su posición, y lo que le estaba haciendo a Edward.
Los ignoró. Para este momento, los espectadores raramente la cortaban, y lo más importante era complacer a Edward.
Pero sintió que algo cambiaba en su estado de ánimo. Y cuando levantó los ojos, vio que él estaba gruñendo ligeramente.
Temiendo que se estuviera distrayendo y no disfrutara de la mamada de cumpleaños, movió su mano libre de sus bolas para poder frotar círculos pequeños contra el sensible punto justo detrás de su saco.
Todo su cuerpo se sacudió, y él soltó un denso gruñido. Sonrió de nuevo alrededor de su pene por su éxito.
Luego, jadeó por la sorpresa cuando Edward se inclinó, estirando los brazos a cada lado de su cuerpo. Tardó varios segundos en darse cuenta de lo que estaba haciendo.
Estaba cubriéndola con las sábanas, protegiendo su cuerpo de cualquier mirón.
Bella perdió el ritmo durante unos segundos, tan sorprendida por su acción. Siempre había ignorado a los otros prisioneros que acechaban en los barrotes, excepto la primera noche en que les dijo que se fueran. Sabía que era parte del juego de poder. Actuar como si lo molestaran, permitiéndoles molestarle, solo les daba poder sobre él.
Pero ahora había hecho un gesto obvio. Esconderla de todos los demás. Bloqueándola de su visión cuando le estaba haciendo una mamada.
Con esa simple acción, había hecho su acoplamiento privado. De alguna manera íntimo en lugar de público.
Sus ojos nunca abandonaron su rostro, nuca se desviaron de la vista de su eje deslizándose dentro y fuera de su boca. La repentina intimidad hizo que Bella se excitara aún más, y se encontró balanceando inconscientemente las caderas en un movimiento mientras movía la cabeza sobre él.
Le masajeó con sus dedos y aspiró tan duro como pudo.
Edward se agarró a la ropa de cama bajo él mientras su rostro se retorcía.
Entonces se corrió. Gimió una exclamación ronca… una que sonaba como si hubiera sido desgarrada fuera de él y su pelvis convulsionó por debajo de su boca. Podía sentir los espasmos del clímax de él y se preparó a sí misma para su liberación, tragando todo lo que pudo.
Solo un poco goteó por la comisura de su boca mientras le daba a su saciado pene unos últimos sorbos lentos.
Luego lo dejó salir de su boca mientras se daba la vuelta, tumbándose boca arriba y estirándose junto a él, asegurándose de tirar de las mantas con ella.
—Feliz cumpleaños —murmuró, besándole tranquilamente en los labios, y haciéndolo degustarse a sí mismo.
Él sonrió, incluso cuando la besó y sus grandes manos se deslizaron por su espalda hasta que estuvieron ahuecando su culo. Cuando sus labios se separaron, murmuró:
—Tal vez mi cumpleaños es mañana.
Ella soltó una risita apreciativa y se frotó contra su cuerpo, sintiéndose necesitada e increíblemente excitada.
Pero era el cumpleaños de él, y la mamada había sido un regalo.
No iba a exigir nada a cambio.
—Fue increíble —dijo, su voz deliciosamente profunda y ronca—. Gracias.
—De nada. —Su clítoris estaba consiguiendo algo de buena fricción contra su muslo, y no lo pudo evitar, salvo apretar su coño contra él un poco.
Antes de que pudiera obtener cualquier cosa frotándose a su muslo, él había volteado su cuerpo. Ahora estaba boca abajo, y él estaba encima de ella, su peso empujándola en el colchón.
No tenía objeciones a este arreglo. En realidad, adoraba la sensación de él, pesada y caliente sobre su cuerpo. Pero se retorció debajo de él y se quejó.
—Oye, ¿quién te dijo que hicieras esto?
Edward sólo se rio entre dientes, una de sus manos metiéndose bajo su cuerpo hasta que pudo rozar su clítoris hinchado.
—Parecía como si quisieras montarme. Me detendré si quieres que lo haga.
—No te atrevas a parar. —Sacudió su culo para desarrollar un buen ritmo con su clítoris contra su mano.
Se balanceó con ella, su ingle presionando en su culo y sus cuerpos moviéndose juntos bajo las mantas. Bella jadeó cuando el ritmo y el peso de su cuerpo se mezclaron con la presión de sus dedos sobre su clítoris.
Pronto la presión en su centro se había profundizado hasta el punto de que se retorcía impotente y hacía sonidos gimoteantes contra el colchón.
Se corrió, sus caderas montando el placer entre su pelvis y su mano.
Él estaba empezando a endurecerse contra su culo ya, de modo que se mantuvo empujando contra su ingle.
Después de un minuto, Edward gruñó y la alzó por las caderas, de manera que su trasero quedó más alto que el resto de ella. Con sus piernas a ambos lados de ella, entreabrió las piernas de ella lo suficiente como para exponer su resbaladizo coño.
Luego deslizó su pene recién endurecido en su interior.
Su pecho y mejilla todavía estaban presionados contra el colchón, Bella jadeó cuando Edward comenzó a empujar, usando el mismo ritmo que antes había estado reproduciendo.
Lloriqueó cuando la presión erótica siguió creciendo dentro de ella, y pronto enterró su cara en la cama para poder amortiguar sus gritos de placer.
Edward jadeaba justo al lado de su oreja, apoyándose a sí mismo con sus codos y antebrazos, mientras empujaba en ella rápidas y duras embestidas.
Entonces Bella perdió el ritmo cuando la tensión se hizo añicos dentro de ella. Gritó contra el colchón cuando las sensaciones la atravesaron y su vagina se contrajo alrededor de la polla de Edward.
Él gruñó en respuesta.
—Joder, nena, tan bueno.
Luego su pelvis pistoneó contra su trasero, y él también perdió el ritmo, gimiendo en otro duro clímax.
Se derrumbaron juntos sobre la cama en una maraña de carne caliente y sudorosa.
Edward no se levantó de encima de ella inmediatamente, y tampoco quería que lo hiciera. Le encantaba cómo se sentía cuando se aferraba a ella de esta manera.
—Ha sido una mañana muy buena —murmuró por fin, sonando ronco, complacido y perezoso.
—Sí. —Entonces sonrió para sí misma, pensando que a veces simplemente estar con Edward traía una especie de luz a su mundo, que aquí estaba totalmente ausente.
—¿Qué? —exigió Edward, retirándole el pelo de la cara para poderla ver un poco mejor.
—Solo estaba pensando —admitió, sabiendo que no podía decirle la verdad de lo que había estado sintiendo—. Deberíamos hacerlo de nuevo mañana.
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Aparte de sus relaciones sexuales prolongadas a primera hora, la mañana pasó como casi todas las mañanas. En su carrera a media mañana, sin embargo, algo en el comportamiento de Edward la golpeó de forma distinta.
Por lo general corría totalmente centrado, con los ojos al frente, como si canalizara toda su angustia y energía en el movimiento de su cuerpo. Pero esta mañana, a pesar de correr tan duro como siempre lo hizo, parecía estar vigilante. Y más de una vez lo vio estudiar diversas partes del Hold.
No era como si estuviera buscando un objeto para su dispositivo, pero tenía algo en mente, algo más que el ejercicio.
Cuando ella se agotó, la encerró en su celda y salió corriendo de nuevo. Sin aliento y de un color rojo brillante por su esfuerzo, Bella se echó agua en la cara y luego se quitó la camisola empapada de sudor, manteniéndose de espaldas a las rejas para no enseñar su cuerpo innecesariamente a quienquiera que pudiera estar pasando.
Había hecho todo lo que pudo para reparar su camisa exterior, pero ahora la mayoría de las veces sólo llevaba su camisola. Estaba en las últimas, y una vez que estuviera demasiado raída y desgastada no estaba segura de qué iba a hacer.
Supuso que Edward le encontraría algo. Pero no le gustó la idea de eso.
Cuando se hubo lavado lo mejor que pudo, se puso la camisa abotonada para poder enjuagar su top. Fue suave mientras retorcía la prenda para eliminar el agua, queriendo que el tejido durara tanto como fuera posible.
Cuando lo dejó a secar, encontró su pedazo de peine y comenzó a recogerse el cabello con él. Trabajó en ello cada día, y prácticamente había llegado al punto en que ya no se sentía tanto como un nido de ratas.
Jasper estaba en su celda como habitualmente. No había venido a hablar con ella de nuevo después del último enfrentamiento con Edward, pero a veces se encontraba con los ojos de ella o le sonreía.
Todavía se preguntaba sobre él, y a veces quería poder hablarle.
Ignoró a un hombre al azar que pasó por la celda y comenzó a hacerle pasar un mal rato sobre ser una ramera, uno de los lacayos de James, pero el hombre todavía estaba allí cuando Edward regresó de su carrera.
Edward tranquilamente aplastó su puño a la cara del hombre antes de que abriera con llave la puerta de la celda y entrara.
Bella parpadeó en sorpresa.
—Eso fue innecesariamente violento. No estaba haciendo nada inusual.
Los labios de Edward se curvaron en un gruñido, pero no le dijo nada cuando caminó hacia el lavabo para lavarse.
Su humor más suave y tierno de esta mañana claramente se había desvanecido por completo. Había vuelto a ser estoico y gruñón.
No estaba sorprendida, nunca sería un hombre suave, pero estaba un poco decepcionada. A veces, pensaba que estaba empezando a abrirse más a ella. Que estaba empezando a pensar en ella como una verdadera compañera, como una socia.
Pero continuamente le estaba siendo recordado que la mantenía mucho más lejos de lo que compartía. No la trataba como a una amante, o incluso a una amiga, al menos no todo el tiempo.
Era un hombre muy confuso, y se preguntaba si estaría tan tenso en diferentes circunstancias. A veces, deseaba que Jasper le hiciera un favor y que diera una buena lectura sobre lo que Edward sentía sobre ella.
Estaba bastante segura de que le gustaba a Edward, la cuidaba, al menos en cierta medida. Después de ese un día hace un mes, cuando había sido prácticamente violada, había llegado a comprender eso. La necesitaba. Si no para sobrevivir, entonces al menos para suavizar las crudas y sombrías líneas de su vida aquí.
Pero quería gustarle de verdad, que la necesitara simplemente por lo que era.
No solo porque era la única que tenía.
Mientras él se lavaba, vio al anciano que llamaba Tortoise haciendo su circuito habitual por el Hold. Pasó justo por fuera de los barrotes de la celda, y sus ojos se centraron al suelo. Parecía más pálido de lo normal y sus manos temblaban aún más que usualmente. Se tambaleó ligeramente a medio paso, pero evidentemente recuperó el equilibrio y continuó, hasta que salió fuera de su vista.
Sintió una extraña punzada… algo que no había experimentado en mucho tiempo.
—¿Qué pasa? —preguntó Edward, dándose la vuelta y viendo su preocupación.
—Ese hombre viejo. —Hizo gestos a través de los barrotes hacia donde el hombre había desaparecido—. Tortoise. Uno de los que camina en círculos.
Él obviamente sabía a quién se refería.
—¿Qué pasa con él?
—Parece que va a desmayarse. Creo que necesita comida. —No estaba segura de por qué siquiera se había fijado, ya que se había vuelto algo insensible de la dureza de la vida aquí. Pero sintió esa punzada en su pecho que hablaba de preocupación, de empatía—. ¿Crees que podrías obtener para él algo de alimento?
Edward la miró.
—¿Quieres que le consiga comida?
—Estoy preocupada por él. Parece que podría caerse muerto.
—Lo que podría ser algo bondadoso.
Ella tomó aliento.
—No quieres decir eso. Quizás podrías darle mi comida, entonces. Puedo suportar saltarme una comida, y realmente la necesita.
—¿Qué te pasa? —Era una pregunta real. Las cejas de Edward se juntaron, y la miró con evidente confusión en su rostro.
Suspiró y se apoyó contra la pared.
—No lo sé. Sé que la bondad es un signo de debilidad aquí. Sé que si somos amables con una persona seremos asediados por todos los lados. —Cerró los ojos—. Simplemente no siempre…
—¿Tú no siempre… qué?
Abrió los ojos para mirarlo.
—Supongo que no quiero ser realmente en los que nos han convertido. Lo siento. No importa.
Había sido una idea inútil de todos modos. Nada iba a cambiar dónde estaban, lo que eran, en quién se habían convertido en esta prisión.
—Veré lo que puedo hacer.
Se puso rígida por la sorpresa.
—¿Qué?
—A la hora de la comida. Más tarde. Veré lo que puedo hacer, sin hacer un gran negocio.
La punzada en su pecho comenzó a transformarse en algo cálido y completo.
—¿Lo vas a hacer? ¿Por ese pobre hombre?
Edward asintió con un gesto extraño y rígido. Él no se vería suave de ninguna manera, pero se sintió casi vulnerable para ella por un momento.
—Tampoco quiero ser en lo que nos han convertido —murmuró.
Luego volvió a su dispositivo, arrodillado en el suelo para trabajar en ello.
Se acostó en la cama como hacía siempre y lo miró, sintiendo que algo había cambiado, aunque no sabía lo que era exactamente.
