Capítulo 9.


Edward trabajó durante aproximadamente una hora hasta que Bella comenzó a quedarse dormida. Estaba a punto de dormirse cuando notó algo raro en su postura.

Se había sentado sobre sus talones y estaba mirando la tosca y desgarbada máquina. A veces lo hacía cuando estaba tratando de decidir qué tipo de pieza necesitaba o cuando estaba tratando de idear cómo diseñar una determinada sección de ella.

Pero nunca se sentaba así, como ahora durante tanto tiempo, y nunca había tenido esa expresión en particular en su rostro. No parecía pensativo o frustrado o impaciente.

Parecía atento nuevamente, como lo había hecho antes en su carrera. Tranquilo y casi receloso.

De repente, Bella se preguntó si había acabado.

Dirigió su mirada al dispositivo, pero no tenía una apariencia muy distinta a como se veía antes. Había añadido un montón de piezas nuevas en los últimos dos meses, pero todas habían sido pequeñas y no habían hecho una diferencia significativa en su aspecto.

Si estaba terminada, sin embargo, ¿por qué no la activaba y probaba?

Quizás no podría desempeñar su función en esta celda. Tal vez no quería que los demás presos vieran lo que había hecho.

O tal vez no quería que supiera que había terminado.

Como en respuesta a ese pensamiento, Edward miró a donde estaba tendida. Ella le dio una sonrisa atontada y medio cerró los ojos. Eso lo tranquilizó, porque volvió a mirar fijamente a su máquina.

Sus sospechas se despertaron aún más con este signo de desear mantenerla inconsciente a lo que estaba sucediendo aquí, los intestinos de Bella se revolvieron, y su corazón comenzó a golpear.

No había respondido hace un mes, cuando le rogó que no se fuera sin ella cuando consiguiera escapar. En ese momento, no le sorprendió o le preocupó particularmente. No había esperado realmente una respuesta a su petición.

Pero ahora se preguntaba si eso debería haber sido una advertencia.

No la dejaría por sadismo o crueldad, pero quizás su plan de huida sólo funcionaría para uno.

Quizás por esa razón, nunca se permitió ser realmente cercano a ella.

Porque siempre había sabido que iba tener que dejarla atrás.

Edward miró a la máquina durante un largo rato mientras Bella simulaba dormitar.

Pero estaba brutalmente agitada y, aunque sus ojos estaban cerrados, supo cuándo se levantó.

Pudo sentirlo mirándola por unos segundos, y se preguntó si sabía que no estaba dormida. Sin embargo, no dijo nada, y pronto lo escuchó moverse por la celda. Escuchó un sonido de aspirado y supo exactamente lo que era.

Estaba moviendo el dispositivo.

Eso fue todo. Saltó de la cama, alisando inconscientemente su camisa desarreglada.

—¿Yendo de caza? —preguntó alegremente, cuando la cabeza de Edward se alzó bruscamente para mirarla fijamente.

Había movido la máquina hacia la puerta de la celda.

—También iré —dijo, tragando más allá del nudo de miedo en su garganta.

Edward negó con la cabeza, una expresión tensa e ilegible en su rostro.

—No. ¿Por qué no te quedas aquí esta tarde?

Las manos de Bella se cerraron a sus costados

—No quiero quedarme aquí. Siempre voy contigo. ¿Por qué no puedo ir hoy?

—Tengo algo que hacer. No puedes venir. —Le dio la espalda, como si sus palabras hubieran resuelto la pregunta.

Una ola de terror y rabia azotó a Bella, y actuó por instinto y pánico en lugar de cualquier sana razón o sentido. Caminó hacia él y lo agarró por el brazo, sosteniéndolo tan fuerte como pudo.

—Voy a ir. ¡No voy a quedarme aquí!

Edward dio media vuelta y la miró, pero no pareció tan asombrado por su intensidad, como desgarrado. Retiró su brazo lejos de su agarre y extendió su mano para sostenerla por la parte superior de sus hombros.

—Tienes que quedarte. Aquí no hay discusión.

Su tono era uniforme y lleno de una absoluta autoridad.

Todo eso solo aseguraba a Bella que estaba a punto de dejarla.

Que iba a escapar. Sin ella.

Luchó en su agarre, intentando alejarse para poder pegarle, golpear su pecho, de alguna manera expresar su pánico, la ira y traición que estaba sintiendo.

—Bella —espetó Edward, sus manos como el hierro, completamente irrompibles—. Para. ¿Qué pasa?

—No lo hagas. —Se atragantó, el único hilo de su mente que todavía podía pensar racionalmente diciéndole que mantuviera la voz baja para que nadie más pudiera oír—. No me dejes, Edward. Sabes que moriré aquí sin ti. ¡No puedes dejarme atrás!

Algo se apretó en su estoica cara.

—¿Qué?

—Sé que terminaste. No soy estúpida. Sé que la estás llevando para hacer lo que sea que haga. —Asintió impotente hacia el dispositivo. Casi estaba sollozando ahora, pero sin lágrimas. Estaba demasiado horrorizada para llorar—. Y ahora te vas sin mí. Después de todo, ¿cómo puedes…?

—¡Bella! —La única palabra fue tan aguda como el corte de un cuchillo. La sacudió un poco para llamar su atención.

Se calló, su rostro difuminado frente a sus ojos.

—¿Qué demonios te pasa? —Sonaba furioso. Impaciente. Casi disgustado. Y por alguna razón, el tono muy humano de él la consoló—. No voy a dejarte atrás.

Su boca se abrió, y lo miró demasiado aturdida para asimilarlo del todo.

Si es posible, Edward parecía aún más enojado.

—Deja de mirar como si no pudieras creerlo. ¿Qué coño de monstruo crees que soy? No voy a dejarte aquí.

—¿No lo vas a hacer? —Sonaba como una idiota, incluso para sus propios oídos.

—¡Por supuesto que no! —La sacudió un poco más, aunque no lo suficientemente fuerte como para lastimarla—.Por supuesto, también vienes.

El nudo de pánico finalmente se relajó dentro de ella, dejando una abrumadora avalancha de calidez y alivio.

—Oh.

Todavía pareciendo molesto con ella, Edward explicó en voz baja:

—Lo terminé. Creo que funcionará, si puedo encontrar un plan para usarlo en nuestra ventaja. Necesito encontrar un lugar para poner esta cosa, para que así pueda… hacer su trabajo.

Bella frunció el ceño cuando su brumosa mente intentó procesarlo.

—Pero…

—Por desgracia, no es una nave espacial para que nos saque volando de aquí. —Su voz era seca y fuerte ahora, y entendió por qué. Obviamente, no era una nave espacial. El revoltijo de piezas apenas parecía una máquina que funcionara—. Tengo un par de ideas, pero necesito explorar, y es demasiada distracción si estás conmigo, porque estoy siempre preocupado por protegerte.

—Oh. —Se retorció con repentina vergüenza—. Pensé que estabas moviendo la cosa ahora y, después, me dejarías.

—Voy a tener que esperar a que las luces se apaguen para moverla. Estaba viendo lo pesada que era. Pero primero tengo que encontrar el mejor lugar para dejarla, si me dejas salir unos minutos.

—Oh. Lo siento. Supongo que fui estúpida.

Sus ojos se estrecharon.

—Sí.

—Bueno, no necesitas ser impertinente. Tenía miedo, y siempre andas guardando secretos... No lo sabía...

Algo más que una fría impaciencia parpadeó en sus ojos.

—Deberías saberlo. A menos que realmente pienses que soy un monstruo.

—No lo hago —admitió, estirando la mano para tocar su pecho, preocupada de que realmente lo hubiera herido, y eso hubiera sido lo que provocó su frialdad—. Pero todos estamos con los instintos de supervivencia a flor de piel. Y si tu plan de huida solo sirviera para uno… —Su voz fue apagándose cuando recordó su intenso terror de perderlo.

Su rostro se suavizó inesperadamente, y acarició su mejilla con su nudillo.

—Ya veo. Todavía no lo tengo todo completamente resuelto, pero cualquiera que sea el plan, tendrá que funcionar para dos.

Bella logró dirigirle una sonrisa temblorosa.

—Bien. —Le sostuvo la mirada durante varios segundos, y se sintió como si compartieran algo en la mirada. Luego Bella miró su precioso dispositivo—. Entonces, ¿qué hace esa cosa?

—No tengo ninguna garantía de que vaya a hacer algo. Te lo explicaré cuando regrese.

Quería saberlo ahora, pero simplemente asintió y dio un paso atrás, reconociendo que esto era importante y que no podía meterse en medio de su camino.

Cerró la puerta por detrás de él y desapareció de su vista.

Varios minutos después, escuchó un alboroto. Tal vez una pelea. Quizás algo más. Realmente no podía decirlo por la naturaleza del ruido. Supuso que era obra de Edward. En unos segundos, volvió a aparecer en la puerta de la celda. Antes de que pudiera abrir la boca para preguntarle qué estaba pasando, había recogido el dispositivo y nuevamente se había ido.

Debía haber generado algún tipo de distracción para que pudiera plantarlo… de modo que no tuviera que esperar hasta que las luces se apagaran y se enredara en la oscuridad.

Se acurrucó en la cama, tratando de no asustarse, hasta que Edward reapareció. Estaba tan contenta de verlo que saltó de la cama y se arrojó en sus brazos.

Nunca antes había hecho algo así, pero ni siquiera era consciente de sí misma. Edward se sintió un poco rígido al principio, tal vez por la sorpresa, pero luego puso sus brazos alrededor de ella y la abrazó cerca de un minuto.

—¿No me creíste cuando te dije que volvería? —murmuró finalmente.

Ella apartó el rostro de su hombro.

—Lo hice. Pero estoy confundida y nerviosa, y ahora me has dado la esperanza de que tal vez podamos salir de aquí. Estoy tan nerviosa que apenas puedo soportarlo.

—Lo sé —murmuró Edward, acariciando su espalda con una mano sorprendentemente suave—. Hace un año que estoy armando este plan y todavía no estoy seguro de los detalles finales. Tengo que pensar las cosas antes de compartirlas. No te estaba apartando a propósito. No me di cuenta de que me pillarías, formularías una teoría absurda y entrarías en pánico al respecto.

Para sorpresa de Bella, se dio cuenta de que en realidad se estaba disculpando con ella por mantenerla a oscuras durante tanto tiempo. Sintió calor llenar su pecho y se retorció un poco de placer. Pero, manteniendo la voz seca, murmuró:

—Era una teoría perfectamente razonable.

Edward se rio entre dientes.

—Por favor, ¿no puedes decirme ahora qué está pasando? —suplicó, clavando sus dedos en su camiseta—. Siento como si fuera a volverme loca.

—Sí. Trataré de explicarte lo que tengo hasta ahora, pero aún no estoy seguro de los detalles finales.

—Bueno, tal vez pueda ayudarte en ellos. Tengo un cerebro que básicamente funciona, ya sabes.

Edward se sentó en el borde de la cama, tiró de ella hacia abajo para que se sentara a su lado, y comenzó a explicar.

Varios minutos después, lo estaba contemplando, pensando lo más rápido que podía. Su plan no era malo… incluso podría funcionar, pero exigía que entraran en la sala de control, lo que era una cosa muy difícil de conseguir.

Después de un minuto, su mente aterrizó en la respuesta obvia.

—Jasper —susurró—Podemos conseguir que Jasper ayude.

Edward se puso rígido.

—No lo creo.

—Bueno, ¿por qué no? Si podemos conseguir un transporte, hay espacio para tres personas, tanto como para dos. Y Jasper tiene ese poder de lector que podría ser exactamente lo que necesitamos.

—No voy a confiar nuestras dos vidas a él. No tenemos ninguna razón para pensar que está de nuestro lado.

Se sintió frustrada, ya que Edward parecía estar actuando por la testosterona en lugar de por la razón.

—Bueno, podemos confiar en que quiere salir de aquí tanto como nosotros. ¿Qué es lo que va a hacer? ¿Arruinar la única oportunidad que tiene para escapar por irse de la lengua?

—Podría entregarme y tomar lo que sé que quiere. —La expresión de Edward era completamente impenetrable.

—¿Y es?

—Tú. Y esta celda.

Ella gruñó.

—Edward, por favor. Si tiene la posibilidad de elegir entre escapar y esta celda, ¿qué crees que tomará? Es un hombre inteligente, y tiene una cierta habilidad que podemos necesitar. ¿Es posible que incluso yo pudiera tener una idea que contribuya a nuestra salida de aquí, o soy realmente sólo una posesión para ti?

No tenía la intención de hacer la pregunta final, pero estalló antes de que pudiera detenerla.

Quedó flotando en el aire, definiendo el espacio entre ellos.

Edward resopló fuerte, pero no dijo nada más. Evidentemente estaba pensado, sopesando las opciones, hasta que finalmente se relajó un poco y asintió.

—De acuerdo. Pero no se lo diremos hasta mañana. No quiero que tenga ninguna oportunidad de que se le ocurra su propio plan alternativo.

—De acuerdo. —Su pecho se había aflojado, y por primera vez en mucho tiempo sintió algo así como esperanza.

Definitivamente tenía que ver con la pequeña posibilidad de que escaparan… pero también con el hecho de que Edward había dado peso a su opinión, la trató como a un socio en igualdad de condiciones.

Se preguntó qué estaría pensando sobre el futuro, si había alguna posibilidad de que quisiera que siguieran juntos.

Se preguntó si este loco plan, incluso la desgarbada máquina de Edward, siquiera funcionaría.

Después de hablar, tuvieron relaciones sexuales, un misionero lento y silencioso bajo las sábanas. Estaba agotada y pegajosa después de su día estresante y su susto. Y, después de dos orgasmos por la mañana, Edward fue capaz de tomarse su tiempo sin que la urgencia se hiciera cargo.

El movimiento parecía coincidir con la profunda emoción que estaba sintiendo. Bella mantuvo los brazos alrededor de su espalda, sosteniéndolo tan fuerte como quiso. Y Edward empujó dentro de ella con un ritmo lento y constante, inclinando sus caderas para darle tanto placer como pudo.

Había culminado por segunda vez cuando el ruido por fuera de su celda se alteró. No era el repentino alboroto de sonido que seguía al estallido de un altercado violento.

No estaba muy segura de qué se trataba.

Edward estaba llegando a su clímax. Su velocidad se había acelerado y su expresión se estaba apretando. Pero debió haber notado su distracción, porque rechinó:

—Chequeo.

Eso fue todo. El vehículo blindado debía haber entrado en el Hold para recoger al siguiente prisionero para el chequeo.

Bella levantó sus manos para poder acariciar su cuero cabelludo, adorando la textura de su cabello firmemente afeitado bajo las yemas de sus dedos.

—¿Vas a correrte?

—Estaba pensando en eso. —Sus caderas se sacudieron un par de veces más, como si momentáneamente perdiera el control de ellas.

Ella apretó su coño alrededor de su pene.

—Oh, bueno.

Él gruñó por la presión, y sus facciones se retorcieron por el esfuerzo.

Lo apretó de nuevo.

Él dejó escapar una exclamación amortiguada, y una ola de placer transformó su rostro mientras empujaba unas últimas veces en su apretado coño.

Tiró de él hacia abajo en sus brazos después, sintiéndose extrañamente tierna y posesiva. Él respiró con fuerza contra el hueco de su cuello, y luego se elevó para mirar su rostro.

Pensó que iba a decir algo, pero no tuvo la oportunidad.

El ruido del vehículo blindado se había ido acercando más y más. Hasta que de repente apareció justo en frente de la celda.