Veintiún días antes…
La sonrisa de Ran, no había desaparecido de su cara desde el momento en que su gran amado decidió confesarle sus sentimientos hacia ella. Se sentía completa y feliz, la espera le había traído al fin ese amor que tanto ansiaba y su corazón latía con más fuerza ahora que bombeaba por amar a alguien.
Esos días que estaba pasando con Shinichi eran perfectos e inolvidables. A pesar de su mala pata con los nervios en su fin de semana anterior, se había armado de confianza y seguridad y ahora pisaba fuerte a cada paso de su relación.
Esta noche volvía a pasarla en casa de su novio y pretendía recibirle del trabajo con una romántica y deliciosa cena.
Se había puesto una bonita falda de volantes y una camiseta un poco más tentadora de lo habitual. Su relación tenía que pasar las barreras que se habían impuesto, sobretodo las que ella había creado.
Quería sorprender a su pareja y esperaba que esa noche, pudiese arreglar el error de la última.
La puerta de la entrada se abrió con el sonido de unas llaves pocos minutos después y Shinichi, acompañado de una cara de cansancio y su maletín oscuro del trabajo, entró a la casa saludando a su novia con cariño.
"Ya he llegado cariño." Le dijo con la voz cansada.
"Buenas noches." Le contestó ella acercándose él y besándole suavemente. "Te he preparado un estofado delicioso." Le dijo sonriente.
"¿Si? Me muero de hambre." Le contestó con una sonrisa mientras se desanudaba la corbata. "Voy a subir a cambiarme, ahora bajo." Dijo dirigiéndose a las escaleras.
Ran había cogido la costumbre de venir a prepararle la cena la mayoría de los días, no por que él se lo pidiese, sino por poder pasar más rato con él y así ayudarle en sus tareas domesticas. Por más que él le dijese que no era necesario, ella seguía haciéndolo.
Llegaba muy cansado y bastante tarde la mayoría de los días, así al menos podían cenar juntos y hablar sobre cómo les ha ido el día. Seguía siendo un detective muy ocupado.
Shinichi bajó ligeramente por las escaleras, vestido con una muda mucho más cómoda y el pelo medio alborotado.
Su novia le esperaba sentada paciente en el comedor, no se había percatado lo elegante que te había puesto para él. Era muy observadora con los detalles y desde que le había ofrecido una llave de su casa, no se cortaba a la hora de aparecer por ahí.
"Tiene muy buena pinta la comida, huele genial." Le alagó sentándose en frente suyo.
Ran había prensado una decoración muy romántica para esa escena, la cálida luz de las velas creaba un ambiente tenue y muy románico.
"¿Celebramos algo?" Le preguntó pícaramente a su novia mientras empezaba a comer de su plato. Sabía por que su novia preparaba todo eso.
"Solo quería darte la cena que te mereces." Le contestó la morena sonrojada. "El trabajo te tiene muy ocupado."
"Tienes razón." Dijo empezando a comer. "Los crímenes no se acaban nunca en esta ciudad. Pero sabes que no hay nada que pueda conmigo" Contestó medio riendo.
Ella sonrió más tranquila al ver su sonrisa y empezó a comer antes de que se enfriase.
Todas esas dudas que aparecían en su cabeza al verle junto a otras compañeras y conocidas, desaparecían al ver la sonrisa que solo le dedicaba a ella. Se sentía realmente afortunada.
"Lo sé, eres el detective invencible." Le dijo con una sonrisa orgullosa.
La cena pasó tranquila mientras se ponían al día de sus trabajos en la oficina y la universidad de la morena. La calma parecía haberse instalado en su alrededor finalmente. Apenas había pasado una semana del gran desenlace, aún así todas esas malas vibraciones habían desparecido prácticamente por completo.
Excepto una, con nombre y apellido, que encima parecía estar instalada en la casa de al lado.
De todas las cosas que habían cambiado en la vida de su pareja, que hubiese aparecido acompañado de esa mujer, no le hacía gracia alguna.
Podía saber a leguas de distancia cuando una mujer estaba interesada en su novio y esa pelirroja, tenía todos los números a que iba a complicarle la maravillosa relación que habían conseguido tener con Shinichi. Pero no iba a ponérselo nada fácil, porque no iba a dejarle escapar ahora que estaban juntos.
Recogió la mesa al acabar y fregó los platos rápidamente antes de volver a su lado con un par de copas heladas.
"¿Y eso?" Le preguntó confuso Kudo. A ella no le solían gustar tomar ese tipo de bebidas.
"¿Has tenido un día movido no? Solo quiero que te relajes." Le dijo con cariño a la vez que les servía.
A Kudo no le costó mucho descubrir que pretendía la joven. Su mirada se oscureció y sus brazos la agarraron por la espalda hacia él para besarle con plena lujuria, sin dejarle acabar de servir las bebidas.
Ella se dejó llevar en cuanto sus labios se ajuntaron. Esta vez no quería fastidiarlo, quería que ese momento sucediese con él, con nadie más. Y no quería aplazarlo más tiempo.
Lo que no sabía ella, era que él, días atrás había caído bajo las sabanas de otra cama, junto con las caricias de otra mujer.
Veintiséis días antes…
El humor de la pelirroja había mejorado drásticamente esos días. Kudo se pasaba todas las tardes al volver del trabajo, justo antes de pasarse por su casa para reunirse con Ran. Siempre sacaba tiempo para hacerse un café rápido antes de volver a su casa.
"¿Día complicado?" Preguntó ella acercándole una taza de café.
"Si bueno, Ran quería que fuese a cenar con ella y su madre esta noche y hemos discutido un poco porque a mi no me apetecía." Le explicó aceptando la bebida. "Estoy cansado, solo quería llegar a casa y descansar de una vez."
"Deberías hacer más cosas en pareja." Le recomendó. "Ella solo quiere introducirte a su familia."
"Si ya, lo sé." Dijo suspirando.
"¿Quieres cenar algo? Se te ve cansado." Le preguntó la pelirroja al estudiar su rostro.
"La verdad es que sería estupendo." Contestó estirando los brazos. "¿El profesor aún no ha llegado?" Le preguntó antes de que desapareciese en la cocina.
"Aún no, parece ser que alargará su viaje un par de días más." Le dijo justo antes de cruzar el marco de la puerta.
Shiho le preparó una cena ligera y salió al salón con el plato en mano para encontrárselo completamente dormido. Estaba agotado. Dejó el plato encima de la mesa y se sentó a su lado para acariciarle el pelo suavemente.
"Detective, se te va a enfriar la cena." Le susurró haciendo que reaccionase y sus ojos parpadeasen.
Él contestó con un fuerte bostezo a la vez que su olfato empezaba a percibir el olor de la comida. Sus ojos y músculos le pesaban pero agradecía estar acompañado por la presencia de la pelirroja en ese momento.
"Gracias por todo, Shiho." Le dijo con sinceridad.
"Esta bien, come un poco anda. Yo voy a ducharme, ahora bajo." Dijo desapareciendo del salón bostezando.
Kudo contempló cómo se marchaba justo antes de empezar a cenar. Esa mujer podía tener a cualquier hombre que quisiese bajo sus pies, y sin embargo, se había dejado liar por él y sus emociones confusas. Agradecía que no le hubiese dejado de lado, la consideraba un apoyo esencial y una de las mejores mujeres que había conocido en la vida. Se odiaba por necesitarla de esa manera. Ella siempre se preocupaba y le ayudaba sin importar que, sin pedir nada a cambio. Le molestaba no poder encontrar un nombre a lo que llegaba a sentir por ella, ya que sabía que la quería más que una amistad, pero de una manera totalmente diferente a su novia.
¿Cuál de esas dos emociones se suponía que era el amor real?
Se levantó para recoger el plato una vez acabó de cenar y al volver al salón pudo verla bajar las escaleras con una toalla entre sus dedos a la vez que se quitaba la humedad del pelo.
Sus ojos recorrieron su figura sin poder evitarlo. Estaba esplendida hasta con unos pantalones cortos y una camiseta de manga corta cualquiera.
"¿Quieres un poco de té?" Le preguntó la pelirroja al pasar por su lado para dejar la ropa que se había quitado en la lavadora.
"Sería perfecto." Le contestó.
Shiho volvió al salón con un par de tazas de té y el pelo aún un poco húmedo.
"No deberías volver tarde a casa, tienes que descansar." Le dijo ella contemplando su rostro.
"¿Sabías que eres de las pocas mujeres que conozco que no necesitan maquillaje para verse bien?" Le preguntó él ignorando su recomendación y centrándose en su cara por completo. El olor de desprendía embrujaba sus sentidos y todo lo que le decía era completamente cierto. Sus rasgos le daban a su rostro todo lo que necesitaba para deslumbrar a cualquier otra mujer y sus ojos eran penetrantes y radiantes. El maquillaje era algo innecesario en su rostro.
"¿Qué estás diciendo?" Preguntó ella sonrojándose fuertemente. "¿A que viene eso?"
"Me ha pasado por la cabeza y quería decírtelo." Contestó acercándose a ella para besarla.
La científica se quedó parada pero aceptó el beso con justo a la vez que cerraba los ojos. Cada vez que le besaba se sentía con menos ganas de dejar ese error que habían creado. Pero sabía que esta historia tenía fecha de caducidad, por más que no quisiese verlo.
"¿Puedo quedarme aquí esta noche?" Le preguntó bostezando. "El profesor no está y no me apetece volver a esa casa tan grande para estar solo. Puedo quedarme aquí en el sofá." Le sugirió
"Cómo quieras, pero márchate antes de que llegue el profesor. No quiero tener que inventarme excusas." Le contestó.
"Claro." Dijo volviendo a bostezar.
"Entonces te dejo descansar." Dijo recogiendo las tazas. "Yo también debería dormir un poco."
Las luces de la casa se apagaron y Shinichi cayó en un sueño profundo al poco tiempo a causa del agotamiento que sentía. Descansó sin tener ningún tipo de sueño, sólo oscuridad.
Hasta que un fuerte grito le despertó de golpe y sus ojos se abrieron cómo platos, buscando la procedencia de el en la oscuridad. Pero a su cabeza no le costó atar cabos para adivinar de dónde venían.
Sólo había otra persona en esa casa.
Se levantó del sofá y se dirigió poco a poco hacía su habitación. La casa estaba en completo silencio y a medida que bajaba las escaleras, podía escuchar un sollozo cada vez más fuerte.
Abrió la puerta lentamente y sus ojos empezaron a buscar por la oscuridad de la habitación hasta dar con ella. La oscuridad sólo le dejaba percibir la forma de su figura, pero los ruidos que emitía le indicaban que estaba llorando.
"¿Shiho estás bien?" Le preguntó él casi susurrando, con la voz aún somnolienta. "¿Puedo pasar?"
Ella no contestó, siguió con la cabeza escondía en sus rodillas mientras sus ojos lloraban sus pesadillas.
Kudo se acercó a ella al no recibir respuesta y se sentó a su lado para abrazarla en silencio.
"Estoy aquí." Le dijo para mostrarle su apoyo mientras trataba de acariciarle la espalda a la vez que lloraba.
"Estoy bien." Mintió mientras trataba de calmarse. "Ha sido sólo un mal sueño."
Shinichi no quiso indagar en el tema, sabía perfectamente que tipo de pesadillas solía tener. Bueno, podía imaginárselo.
La poca luz que entraba por la ventana y su visión que ya se había acostumbrado a la oscuridad, le permitían ver su rostro con más facilidad.
Se veía vulnerable y llena de tristeza. Quería arrancarle esa pena que llevaba para que pudiese sentirse bien de una vez. Así que se acercó a ella y la besó sin permiso, intentando absorber el temor que sentía a través de sus labios.
Se quedó estirado a su lado mientras le acariciaba la cabellera con suavidad. Sus lágrimas ya se habían secado, pero la preocupación seguía en sus ojos.
"¿Por qué haces esto?" Le preguntó confundida.
"¿Hacer el que?" Le preguntó acercando su rostro un poco más a ella.
"Hacer que pierda la cabeza por ti de esta manera. Sin sentido ninguno." Le dijo ella cerrando los ojos mientras sentía cómo lo acariciaba.
"Solo quiero que estés bien." Dijo volviendo a besarla. No podía evitarlo, se sentía cómo un imán, dos polos opuestos que se atraían fuertemente.
Shiho, a pesar de lo distante que intentaba estar con él, no podía evitar sentir cómo la coraza de hielo que creaba cada vez que lo veía, se derretía a cada palabra y tacto que hacía.
Él era su punto débil.
"Te quiero, Kudo." Le confesó en un susurro. Sus barreras habían caído por completo, se sentía tan bien estando con él, que cada vez le era más difícil poner los pies en la tierra. La oscuridad de su alrededor le hacía más fácil abrirse a él.
Shinichi se quedó sorprendido. Esas palabras sonaban tan bien cuando salían de sus labios. Se quedó con la mente en blanco en busca de una respuesta y sin encontrar ninguna.
Así que la besó sin responderle. Pero ella ya sabía que no podía recibir una, simplemente, necesitaba decírselo. No esperaba que la quisiera de vuelta por muy confundido que se encontrase.
El ambiente que habían creado hizo que esta vez, sus besos, tomaran mayor intensidad. Él hundió sus yemas en su cabellera y la atrajo todo lo que pudo hacia él, su cuerpo siempre quería más de ella. No tuvieron la necesidad de pedirse permiso ante las caricias que se hacían e inconscientemente y poco a poco, cruzaron el límite bajo las sabanas.
