Veinticinco días antes…

Shinichi parpadeó antes de despertarse. La luz entraba cegadoramente por la ventana hasta chocar contra sus claros ojos.

Sentía todo su cuerpo relajado y su cara se sonrojó al percibir en la habitación que se encontraba. Esa noche, ambos habían cruzado una barrera de la que ahora les era demasiado difícil retroceder. Fuera lo que fuese lo que tuviesen, habían profundizado la conexión. Se sentía feliz y culpable a la vez, pero sabía que todo iría bien y siempre y cuando Ran no se enterase. Y ninguno de los dos tenía intención de hacerlo. Pararían, sabía que esto pararía.

Palpó el otro lado de la cama en busca de su compañera, pero las sábanas estaban frías.

Se incorporó y comprobó que la habitación estaba vacía así que recogió la ropa que se había quitado por la noche para luego meterse en la ducha y ponerse una de las mudas limpias que tenía ahí.

Se dirigió a la cocina y se la encontró de camino, sentada en el sofá, con un café en la mano y completamente absorta en la lectura del libro que sostenía con la otra mano. Decidió acercarse sigilosamente hacia la parte trasera del sofá y tapar sus ojos a la vez que inclinaba su cabeza hacia atrás para poder besarla con más facilidad.

"Buenos días." Le dijo con cariño.

Ella esbozó una sonrisa sincera. "Buenos días."

Shinichi dio la vuelta al sofá y le robó un buen sorbo a su café, que aún quemaba.

"¡Oye! Ve a servirte uno a la cocina." Se quejó ella intentando recuperar su taza.

El moreno se la devolvió después de divertirse un rato y se acomodó a su lado mientras bostezaba.

No pudo evitar sonrojarse cuando sus ojos se cruzaron con los de ella. Había sido la primera vez que pasaba la noche con alguien y llegaba a intimar de esa manera. Se sentía cortado ante la situación. Los recuerdos de todo lo que había hecho con ella no podían salir de su cabeza, sólo hacían que provocarle a querer tenerla cerca de nuevo.

"Parece que el detective se nos ha quedado mudo." Le dijo la pelirroja, levantando la mirada de su libro para mirarle pícaramente. "¿Te guardas las palabras para la noche?"

Él, tragó lentamente al escuchar sus palabras mientras sus mejillas se ponían cada vez más rojas. Había empezado a adorar esa mirada de lujuria que expresaban sus ojos. Toda ella era dinamita, debía tener cuidado.

"No, es sólo que…" Intentó explicarle con la voz entre cortada. "…ha sido la primera vez." Dijo completamente rojo.

Ella se sorprendió muchísimo y se levantó del sofá. "¿Qué dices?¿No fuiste a Kioto con Ran?" Le preguntó sin entender.

Kudo se rascó la nuca. "Si bueno, pero no llegó a pasar nada. No era el momento." Le explicó.

Ella respondió resoplando molesta con los brazos cruzados. "¿Y por qué haces esto conmigo? No soy tu novia, ese momento debe ser especial, Kudo."

"Ha sido especial para mi." Le dijo con honestidad. "Hice lo que sentía que quería hacer Shiho, no tienes porque sentirte culpable."

Ella resopló aún sin contestarle y le dio la espalda a la vez que se escucharon unas llaves abrir la puerta principal, acompañado del ruido de unas risas.

Shiho se giro para indicarle que se callase y el profesor cruzó la puerta con una sonrisa en la boca mientras hablaba con Ran.

Que oportunos.

'Buenos días." Le saludó amablemente Agasa. "Acabo de encontrarme a Ran justo en la entrada al llegar, parece que Shinichi no está en casa, ¿Sabes dónde puede estar?" Le preguntó buscando a su alrededor.

"Estoy aquí." Dijo el detective saliendo de la espalda de la pelirroja. "He venido a desayunar." Mintió excusándose.

Las dos chicas se habían quedado mirándose fijamente a los ojos de la otra. Ran, llena de dudas ante la anónima pelirroja que tenía enfrente, de la cual, aún no sabía ni el nombre. Y Shiho, llena de celos de la karateca, por poseer en plenitud, todo lo que ella debía catar a escondidas.

El profesor se acercó para abrazar a Shiho y Ran se acercó a su novio para saludarle con un beso, que la pelirroja evitó mirar.

"Al despertar he visto el buen día que hacía y se me ha ocurrido pasar a buscarte para aprovechar el día." Le dijo emocionada.

Shiho ignoró su conversación y miró al profesor con una sonrisa agradable en la cara. "¿Cómo ha ido el viaje?" Le preguntó.

"Muy emocionante la verdad, podrías venirte conmigo la próxima vez." Contestó alegremente.

"Me lo pensaré."

Agasa se giró a los dos jóvenes de su lado para dirigirse al joven detective. "De camino he pasado a comprar carne de primera, que estaba de muy buen precio, ¿Quereís quedaros a comer?" Les preguntó amablemente mostrándoles las bolsas que traía.

"Sería genial." Contestó el moreno adelantándose a su novia, la cual parecía querer tener un plan más privado.

Agasa entró a la cocina con las bolsas.

"Shiho, ¿Puedes echarme una mano?" Le preguntó una vez dentro de ella.

"Voy." Contestó sin mirar a la pareja.

Ran se quedó mirando su espalda a la vez que caminaba hacia donde se encontraba el profesor.

Shiho. Se llamaba Shiho.

Tenía los ojos entrecerrados, estudiando cada detalle de ella. Cada vez que la veía, le gustaba menos.

"Podemos salir a dar un paseo esta tarde, si te apetece." Intervino el detective bostezando.

"Claro." Le contestó alegre. "¿No has dormido bien esta noche?"

Kudo intentó evitar ponerse rojo cómo un tómate frente a su novia y se rascó la nuca a la vez que buscaba algo que decirle. "No, todo bien. Me he despertado hace poco." Se excusó. Era patético.

Ambos se dirigieron a la cocina para ayudar un poco. Ran se puso a pelar patatas mientras Kudo volvió al salón para buscar el mantel y preparar la mesa en condiciones.

"¡Profesor! No encuentro el mantel que me ha dicho." Se quejó Shinichi desde el salón.

Agasa resopló, tenía las manos bajo la pica mientras limpiaba los ingredientes.

"Este chico…" Dijo suspirando, volteándose para mirar a la científica. "Shiho, ¿Puedes enseñarle dónde está?" Le preguntó.

"Voy." Contestó dejando de remover la olla. "Vigilad el fuego."

La pelirroja salió de la cocina para encontrarse al detective abriendo todos los cajones del salón.

"¿Después de todos estos años, no sabes dónde guarda el profesor los manteles?" Le preguntó burlándose de él con una sonrisa.

"Si me ayudas, puede que lo encontremos antes."

La pelirroja se dirigió directa a uno de los pocos cajones que Kudo no había abierto y sacó el mantel que tanto buscaba.

"Solucionado." Le dijo ella dándoselo.

"Gracias." Contestó acercándose a ella y dándole un beso rápido. "Por las molestias."

Ella se sonrojó y dio un paso atrás. "Contrólate, detective. No quiero escándalos delante de tu novia." Dijo antes de desparecer en la cocina mientras le miraba de reojo.

Veinte días antes…

La respiración de Ran era tranquila y calmada. Su pecho subía y bajaba lentamente bajo las sábanas, tan cerca suyo que podía escuchar el ruido de su respiración.

Se veía preciosa cuando dormía. Siempre la había considerado la mujer perfecta para cualquier hombre y sabía que a pesar de tener una relación con él, los pretendientes no desaparecían de sus espaldas.

El sol no había acabado de salir y él no sabía bien por que no había podido cerrar ojo. Habían pasado una noche perfecta cómo pareja. Él la había tratado con todo el amor y cariño que ella se merecía y la pasión era reciproca. ¿Entonces por qué estaba así?

Se levantó de la cama y se dirigió a su biblioteca para leer algún libro de misterio y conseguir distraerse. El tiempo le pasaba volando cuando leía, profundizaba de tal manera en la lectura que se le olvidaba todo su alrededor.

"¿Shinichi?" Escuchó llamarle Ran, parada en la puerta, luciendo una de sus camisas blancas.

"Buenos días cariño." Le dijo sonriendo a la vez que bajaba el libro.

"¿Quieres café? Le preguntó suavemente.

"Me encantaría."

Ran volvió a la cocina para preparar café para ambos y poco después sonó el timbre principal. Muy pronto esa mañana. La morena subió por las escaleras para cambiarse y el detective se acercó a la entrada para abrir después de mirar por la mirilla.

"¡Kudo!¡Cuanto tiempo!" Le saludó su amigo, abalanzándose a él para abrazarle.

"¿Qué haces aquí, Heiji?" Preguntó el moreno sorprendido.

"Yo también me alegro de verte." Le contestó el chico del oeste. "Hemos aprovechado el puente para venir a Tokio a pasar unos días." Dijo señalando a la chica que le acompañaba.

"Pasar, pasar." Les invitó a entrar a la vez que abría más la puerta.

Ran bajó, en ese momento, vestida con unos tejanos claros y una camisa azul cielo.

"¿Kazuha, Heiji? ¡Que sorpresa!" Dijo alegremente, acercándose a ellos para abrazarlos.

Se dirigieron al salón para desayunar juntos y a los diez minutos, las chicas ya mantenían un tema completamente diferente al que hablaban los chicos, así que cada pareja decidió ponerse al día.

"Me alegra que todo haya acabado, parecía que este momento no llegaría nunca." Le dijo su amigo mostrándole la alegría que sentía. "¿Y la malhumorada, cómo está?" Preguntó.

"¿Malhumorada?¿Te refieres a…?" Preguntó señalando a la casa de al lado.

"Ahá." Dijo riendo.

"Bien." Contestó neutralmente. "Jodie y yo le propusimos trabajar con nosotros pero no parece muy interesada en ello. Creo que aún necesita un poco más de tiempo." Le explicó.

"Puedo proponerle venirse conmigo a Osaka, hay una vacante libre en un buen puesto de la científica. A lo mejor cambiar de aires le sienta mejor." Le propuso.

"¡¿Qué?!" Preguntó alterado. "Ni de coña. Shiho se queda en Tokio." Se negó rotundamente.

"Tranquilo." Dijo levantando las manos. "Sólo era una propuesta."

El desayuno continuó de conversación en conversación, riendo, disfrutando y bromeando.

La pareja se había instalado en la casa para pasar esos días, a cortesía de la familia Kudo. Las chicas decidieron salir a dar una vuelta justo después de acabar y los chicos se dirigieron a casa del profesor, ya que Shinichi se había dado cuenta que tenía una llamada en su teléfono.

"¿Profesor?" Preguntó mientras se adentraban a la casa.

"¡Voy!" Se escuchó decir a la lejanía.

Entraron al salón y Agasa bajó las es escaleras poco después a paso ligero.

"Qué bien que hayas llegado, Shinichi." Dijo con alegría. "Hola Heiji, que bueno tenerte por aquí." Le saludó sonriente.

"¿Ha pasado algo?" Preguntó Kudo.

"Nada grave, sólo necesitaba pedirte una cosa." Le dijo sacándose las gafas para limpiárselas. "Me han llegado unos muebles que pedí para organizar el despacho, pero me faltan alguna herramientas. He llamado a tus padres y me han dicho que vosotros las tenéis todas en el garaje, pero tienes tú la llave. ¿Te importaría que me pasase a recoger un par de cosas?" Preguntó.

Kudo sacó sus llaves del bolsillo y se las ofreció con una sonrisa. "Coja lo que necesite, profesor."

"Gracias." Contestó aceptando las llaves y saliendo de la casa.

Kudo observó la casa silenciosa y se giró para mirar a su amigo. "¿Puedes echarle una mano al profesor? Voy un momento al baño." Le preguntó.

"Claro." Contestó Heiji saliendo por la entrada.

Shinichi, empezó a buscar por la casa vacía en cuanto su amigo salió por la puerta, hasta parar en la cocina. Sus ojos dejaron de buscar en cuanto la encontró concentrada, cortando vegetales con el delantal puesto.

Parecía que no se había dado cuenta de su presencia, así que aprovechó para acercarse lentamente por la espalda, hasta quedarse pegado a su espalda. Aprovechó el espacio descubierto de su cuello para acercar sus labios hacia el y besarle.

"¡Ah!" Se asustó ella. Dando un gran salto y soltando todo lo que tenía en las manos mientras se giraba y clavaba su mirada en él. "¡Joder Kudo! Me has asustado." Dijo cogiéndose los dedos de la mano derecha y acercándose a la pica para ponerlos bajo el agua.

"¿Te has cortado?" Le preguntó un poco preocupado.

"¿Tú que crees?" Le preguntó ella cortando papel para no manchar nada.

"Hey, ven. Deja que te cure." Le dijo cogiéndole del brazo y acercándola al baño.

"Puedo curarme sola." Le contestó ella.

"Te has cortado por mi culpa, es lo mínimo que puedo hacer." Le dijo buscando el botiquín.

"¿Qué haces aquí de todas maneras?" Le preguntó ella extrañada.

"El profesor necesitaba unas cosas." Dijo sacando lo que necesitaba del botiquín. "Ven, dame la mano." Le pidió suavemente.

Shiho se dejó atender sin protestar. Kudo se veía concentrado mientras le curaba con delicadeza. Sus manos eran extremadamente cálidas, a diferencia de las suyas, que siempre estaban heladas. Notaba cómo su calor pasaba a sus manos poco a poco.

Heiji y el profesor, llegaron cargados de herramientas a la entrada y se recostaron para dejarlas ahí.

"¿Kudo?" Preguntó Heiji en voz alta a la vez que estiraba sus músculos cargados.

Pero no había respuesta.

"Voy a subir las herramientas. Puedes mirar en el laboratorio, a lo mejor está ahí." Le dijo el profesor mientras seleccionaba las herramientas.

El moreno andó por la casa hasta parar en la puerta del baño, que tenía la luz encendida y la puerta entre abierta. Se acercó haciendo poco ruido, intentando escuchar si pasaba algo.

Pero con lo que vio, no hacían falta palabras para explicarle nada.

Se hizo a un lado y volvió a la entrada de la casa para ayudar al profesor. Se había quedado incrédulo.

"Gracias por echarme una mano." Le agradeció el profesor secándose el sudor de la frente.

"No hay de que." Le contestó el moreno.

"¿Ya habéis acabado?" Preguntó Kudo, apareciendo al fin.

"¿Dónde estabas?" Le preguntó el profesor.

"Shiho se ha cortado mientras cocinaba y he bajado a curarle."

"Oh." Contestó el profesor.

"¿Nosotros nos vamos, no?" Le preguntó Heiji un poco serio.

"Claro." Dijo acercándose a la entrada para salir hacia su casa.

Heiji estaba serio y pensativo, con ambas manos en los bolsillos y la mente intranquila.

Kudo abrió la verja de su casa y la puerta principal y al cerrar la puerta tras ellos, su mejor amigo se le encaró.

"¿Por eso no querías que le ofreciese un puesto de trabajo en Osaka?" Le dijo reprochándole.

Kudo le miró con la cara llena de confusión. "¿De que hablas Hattori?"

"De ti y de Miyano." Le escupió.

Shinichi se puso nervioso, pero aún así no cedió. "¿Qué estás diciendo Heiji? Eso es una tontería. No hay nada ent-"

"¡Os he visto en el baño!" Le dijo alzando la voz.

Y él se quedó blanco.