Seis días antes…
Shinichi llegó a la central cómo todos los días. Saludando amablemente con una sonrisa en la cara y con las pilas cargadas para acabar con todos los casos que pudiese resolver ese día.
Saboreó su café para llevar, ya medio frío y tiró lo que quedaba a la basura antes de colgar su abrigo y sentarse en su escritorio.
A ojos de su entorno, su rutina parecía no haber cambiado en absoluto desde su última conversación con Shiho, pero al detective le había afectado más de lo que esperaba.
Las fases en una ruptura son distintas en cada persona y Kudo, después de martirizarse la cabeza en busca de una respuesta a porqué debía acabar todo eso que tenían de ese modo, su cuerpo había cambiado toda esa confusión por rabia para protegerse a si mismo, y a raíz de eso, se negaba a querer tener absolutamente nada de conexión con ella. Se sentía herido y su cabeza sólo podía relacionar que ella era la causante de todo ese dolor que sentía.
La odiaba por herirle de esa manera.
"Kudo, ¿Puedes acercar esto al laboratorio? Es importante, que lo analicen cómo prioridad." Le preguntó la inspectora Sato mientras cargaba su pistola y se revisaba el uniforme. "Tengo que salir urgentemente."
Shinichi levantó una ceja ante sus palabras, no le hacía ninguna gracia su petición, pero sabía que no podía negarse, así que resopló y cogió las cosas antes de dirigirse contra su voluntad al laboratorio. De todos modos, no podía evitar siempre ese lugar.
Subió un par de plantas y entrecerró el ceño inconscientemente a medida que iba acercándose. Se sentía más incómodo a cada paso que daba y su pecho empezó a comprimirse a medida que abría la puerta entrecerrada, emitiendo un pequeño chirrío.
Cerró los ojos y pasó sin pensárselo más. Respiró profundamente para calmarse un poco y abrió los ojos para enfrentarla. Pero el laboratorio estaba vacío.
La confusión se instaló en su cara al momento. Observó detenidamente el laboratorio empezando por su escritorio. El ordenador seguía encendido, los papeles de sus investigaciones encima del escritorio y la taza de café que siempre tenía sobre el escritorio, seguía humeando ligeramente. ¿Pero dónde estaba ella?
"¿Qué haces aquí?"
Para su suerte, la incógnita desapareció rápido al encontrársela tras su espalda mientras entraba al laboratorio masajeándose los hombros.
"¿Qué quieres?" Volvió a preguntar sin prestarle apenas atención al ver que no hablaba, a la vez que volvía a sentarse y continuaba por dónde lo había dejado.
"¿Dónde estabas?" Preguntó.
"¿No puedo ir ni al baño acaso?" Preguntó ella a la defensiva. "¿Qué quieres Kudo? No voy a volver a preguntártelo." Dijo seriamente mientras se masajeaba las sienes y leía el artículo de la pantalla. Empezaba a hacerse tarde y se estaba haciendo un día muy largo para todos y ella tampoco se escapaba, ya que el trabajo empezaba a acumulársele.
Él volvió su expresión a una neutra y dejó caer los documentos que cargaba encima de la mesa. "De parte de Sato." Dijo sin más, dándose la vuelta, alejándose de ella nuevamente y abriendo la puerta para salir.
"¿De que vas, Kudo?" Le preguntó ella antes de que cruzase la puerta, después de notar la sequedad con la que la trataba.
Él paró el paso, pero no se dignó a girarse.
"¿Ahora vas a poner toda la culpa sobre mis hombros?" Le preguntó ella molesta. "Te estás comportando cómo un imbécil actuando de esa manera."
El chasqueó los dientes y se volteó para mirarla secamente. "¿Un imbécil?¿Es que acaso no querías eso?¿Qué corra el aire y cada uno por su camino, no?" Dijo molesto. "¿No te gusta cómo lo estoy haciendo?"
"Estoy aquí por ti. Somos personas adultas y deberíamos poder comportarnos con un mínimo de respeto cuando estamos el uno delante del otro. Y más tratándose de nosotros." Dijo ella cruzando los brazos. "Los dos sabíamos al empezar todo esto, que debía acabar tarde o temprano y yo no quería que acabáramos cometiendo ningún error irreparable." Le explicó.
El río irónicamente. "Buscaba diferenciar cual de las dos emociones que sentía por vosotras era realmente el amor…" Dijo con el ceño fruncido y la mirada baja. "…Y lo que hemos tenido, al final me ha servido para darme cuenta que no cabe un lugar para nosotros en ningún intervalo de tiempo. Siempre seremos demasiado distintos y al final del día, siempre acabamos separados, cómo tú dijiste. Y yo, siempre volveré con Ran pase lo que pase." Dijo buscando que esas palabras tuviesen el mismo impacto en ella que las que le dijo ella a él días antes. "Tenías razón, fue un error desde el principio. Pero no volverá a suceder, ni contigo ni con nadie. Por que me he dado cuenta que el amor de verdad no te jode ni hiere y voy a darlo todo por Ran por tenerlo con ella."
Ella, que no se había volteado en ningún momento, sintió cómo se le hacía un fuerte nudo en la garganta a cada palabra que él decía. Se había repetido esas palabras mentalmente desde que le había conocido, pero escucharlo de sus labios, era algo mucho más doloroso y difícil de aguantar.
Sentía que no era capaz de hablar sin que le temblara la boca, así que decidió hacer ver que no le afectaba y optó por quedarse callada mientras intentaba seguir tecleando en su ordenador.
¡Pam!
Un fuerte portazo fue lo siguiente que escucharon sus oídos, y de nuevo, volvió a quedarse sola acompañada del silencio y las lágrimas que no había podido evitar que empezaran a caer.
Un día antes…
El buen tiempo había desparecido esos días, en su lugar, unas fuertes lluvias se habían instalado en la ciudad y no parecían tener intención de irse en poco tiempo. El cielo estaba casi negro a pesar de solo las cinco de la tarde, pero a ella no le importaba en absoluto. El tiempo expresaba sus emociones más oscuras a través de su fuerte y sonoro temporal.
Un rayo cruzó la ventana, iluminando dos segundos el oscuro cielo con una luz brillante de color purpura. El cielo parecía compartir su guerra.
Estaba sentada recostada en el marco de un ventanal del salón, con un libro abierto entre los dedos al que llevaba minutos sin prestar ninguna atención. Su mirada llevaba tiempo clavada tras la ventana, contemplando la fuerte lluvia caer y las luces que salían de su casa vecina.
Se estaba convirtiendo en el peor fin de semana de su vida.
No se había mirado en el espejo en todo el día pero sentía que su físico no sería mejor a cómo se sentía interiormente. Se abrazó más a la manta que cubría sus hombros para combatir contra un escalofrió y agachó la cabeza en sus rodillas a la vez que cerraba los ojos. Le dolía la cabeza de tanto llorar y sabía que debía tener los ojos hinchados y rojos.
La había cagado hasta un punto inimaginable.
Se había acabado todo de la peor manera en que podían suceder las cosa y ya no quedaba entre ellos, ni palabras o un simple cruce de miradas.
Se habían convertido en meros desconocidos. Y ella había sido la perdedora de ese juego retorcido. Lo único que no le venía de sorpresa.
Pero sabía que los días no podían seguir con esa indiferencia y rencor que se tenían. No habían acabado de intercambiar palabras y le daba miedo que en las siguientes que se cruzaran, se dijesen cosas que no pudiesen borrar jamás.
La rabia que sentía en ese momento era casi tanta cómo la tristeza que tenía clavada dentro de ella. Demasiadas cosas habían cambiado y muchas de ellas, no podían volver a cambiar, ni se podían borrar. Se levantó sacando fuerzas, apretó los puños ante la impotencia de la situación y se dirigió a la ducha para quitarse esa ropa de una vez.
No se sentía bien ni física, ni mentalmente y todo lo que quería era perderse bajo las profundidades de las mantas de su cama para no salir en una buena temporada.
Buscó una muda limpia y cómoda y se metió bajo el agua caliente. Cerró los ojos y dejó que el agua corriera sobre ella a la vez que se mezclaba con las lágrimas que seguían escapándose de sus ojos sin apenas darse cuenta.
Una hora después, ya vestida y con un aspecto menos deplorable, reunió las fuerzas que le quedaban y salió de casa del profesor después de ponerse la capucha para prevenir la lluvia. Cerró la puerta detrás suyo y se dirigió con el paso decidido hacia la casa del joven detective.
Sus palabras, pese a la verdad que escupían, le habían herido con profundidad. Se había quemado con intensidad al jugar con fuego de esa manera y no había nada que pudiese calmar la fuerte ardentía que le había dejado.
Después de considerarse una persona distante, había dejado que el detective cruzase demasiadas barreras. Y ahora se arrepentía profundamente de ello.
Toc Toc
Picó a la puerta un poco más suave de lo que esperaba y esperó ahí quieta a que el detective abriese la puerta.
"¡Voy!" Reconoció su voz contestar desde el interior.
Cruzó los brazos para abrazar su cuerpo mientras las gotas salpicaban su sudadera hasta gotear en su flequillo. Sentía cómo se le aceleraba el corazón a cada paso que escuchaba.
La sonrisa de su cara, se borró en el segundo en que la vio ahí delante. Cerró la puerta detrás suyo y cruzó los brazos con una expresión extremadamente seria en la cara.
"¿Qué haces en mi casa?" Le preguntó clavando la mirada en ella. "¿No te quedaron claras las palabras que intercambiamos el otro día?"
"Me quedó claro." Contestó la pelirroja, incómoda con la mirada que recibía de su parte. "Convivimos el uno al lado del otro y trabajamos en el mismo sitio. Sólo quiero que tengamos una conversación civilizada, ambos tenemos cosas que decirnos." Le dijo ella intentando hacerle bajar un poco ese humor que traía.
"A lo mejor tienes razón." Dijo bajando un poco el tono. "Pero has venido en un momento muy inoportuno. Mis padres y los de Ran me estás esperando dentro. Voy a pedirle matrimonio esta noche, Shiho." Le explicó con un tono firme y seguro. "He abierto los ojos y he decidido no esperar más tiempo. Ran no se lo merece, lo sabes."
La científica abrió los ojos impactada ante esa noticia y todo su alrededor ruidoso por la lluvia, se silenció al acto. Matrimonio.
"Oh." Fue todo lo que pudo decir mientras su cabeza intentaba volver a reaccionar y su corazón, intentaba aguantar para no reventar en mil pedazos tras su pecho.
Bajó la mirada tras no poder aguantar más contacto visual y observó su vestimenta, no le extrañaba que luciese uno de sus mejores trajes para la ocasión.
Tenía razón, no había aparecido en un buen momento. Nunca lo hacía.
"¿La conversación no puede esperar a mañana?" Le preguntó él mirando el reloj antes de sacar las llaves para volver a entrar.
"Si, claro. Perdona." Contestó ella sin más, volteándose para desaparecer de ahí antes de que él pudiese ver el ningún tipo de expresión en su rostro.
Podía sentir una fuga en su pecho que se iba desgarrando a cada paso que daba mientras se alejaba de ahí. Cada vez que caía, creía que no podía hacerlo más hondo, y luego, caía en un abismo mucho peor. ¿Hasta que punto le iba a dejar lastimarla de esa manera?
Kudo, por otro lado, cerró la puerta detrás suyo, con el ceño fruncido y un fuerte pitido en los oídos. A pesar de seguir sintiendo rabia hacia ella, le dolía haber soltado esas palabras tan firmes. Que la odiase, no significaba que había dejado de quererla. Pero esa manera de querer no era ni buena ni sana.
"¿Quién era?" Preguntó Ran curiosa mientras se acercaba a él y le acariciaba la espalda.
Él se asustó al no esperársela y se alejó de la puerta a la vez que envolvía sus brazos alrededor de ella para intentar quitarse el mal sabor de boca que le había quedado.
"Era trabajo. Nada importante." Contestó mintiendo.
"¿Cenamos entonces?" Le preguntó ella sonriendo. "Nuestros padres ya están sentados en la mesa."
"Claro, vamos." Le contestó con una sonrisa, acercando su cara a la suya para besarle.
A partir de esa noche, iba a concentrarse en la mujer que tenia a su lado. Era todo lo que le importaba.
