Día cero…
Después de la obvia celebración del día anterior, le estaba costando más de lo habitual salir de la cama. Apenas había dormido, pero la sonrisa de su cara, expresaba lo bien que había ido la noche anterior. Tanto sus padres, cómo los de Ran, estaban realmente felices de que al fin hubiesen decidido casarse. Kogoro soltó un par de lágrimas en cuanto lo vio arrodillado delante de su hija con esa preciosa joya entre sus manos, al igual que su propia madre que tampoco pudo contenerse. Llevaban tantos años esperando por este momento, que la emoción no cabía dentro de ellos.
Escuchó la puerta abrirse y pudo ver a la morena a través de ella.
"Buenos días cariño, son casi las ocho, el despertador ha sonado hace un rato." Le dijo Ran desde la puerta.
Shinichi salió de la cama ligeramente y se acercó a su prometida para besarle. "Buenos días cariño." Le dijo con cariño. "Estás preciosa hoy."
Ella le devolvió el beso con completa felicidad y se alejó sonrojada para que él no perdiese más el tiempo. "No te entretengas más, vas a llegar tarde al final."
Kudo resopló, con las ganas mínimas de ir al trabajo y se dirigió al baño para asearse y cambiarse la ropa. Pocos minutos después, bajó rápido las escaleras mientras se ponía la americana y se adentró a la cocina en busca de un poco de café para conseguir despertarse.
"No te olvides del paraguas, aún no ha dejado de llover." Le dijo Ran suavemente mientras le acercaba una taza humeante acompañada de una gran sonrisa.
Asintió agradeciendo la taza y una vez se la bebió, se despidió de ella con un corto beso y salió a paso ligero acompañado del paraguas. Apenas tenía diez minutos para llegar al trabajo a tiempo, se había entretenido demasiado.
El temporal era pésimo y las calles goteaban agua sin descanso por todos los lados. Pero a él le importaba bien poco todo lo que pudiese suceder en entorno. Su corazón se sentía bien, lleno y feliz al ver esa felicidad en los ojos de Ran, hacía mucho tiempo que no la veía así de bien, y todo eso, no hacía más que convencerle a que había tomado la decisión correcta. Siguió caminando tarareando un ritmo alegre hasta llegar a la oficina poco después, sin dejar a otros pensamientos cubrir su felicidad.
Con lluvia o sin ella, los casos aparecían con la misma regularidad todos los días y a pesar de ser una plantilla extensa y competente, apenas les daba tiempo a relajarse entre caso y caso. Reconocía que a veces era agotador.
No eran apenas las diez de la mañana y ya habían acabado liados en un caso de asesinatos en serie por los alrededores más verdes de la ciudad. Los asesinos no descansaban.
Shinichi y Takagi bajaron del coche para reunirse con Sato, que se encontraba pensativa a la vez que observaba el cuerpo mientras que sus compañeros acordonaban la zona para que los más curiosos no se acercasen.
"Buenos días inspectora." Saludó Kudo.
"Buenos días chicos, me alegro que hayáis llegado tan rápido." Dijo la morena acercándose más a la escena del crimen. "El cuerpo que hemos encontrado hoy, tiene las mismas características que los dos anteriores, pero hay cosas que me desconciertan un poco a primera vista." Dijo arrugando el ceño. "Deberíamos hacer venir a la policía científica para que nos den datos más concluyentes y específicos. ¿Podéis llamar al laboratorio de la central y pedirles que se acerquen en cuanto puedan?" Preguntó.
"Claro, voy." Contestó rápido Takagi, volviendo al coche bajo su paraguas.
Kudo empezó a estudiar cada centímetro del cadáver que podía antes de que la molesta científica decidiese apoderarse del escenario del crimen. A simple vista, parecía que había habido un forcejeo que había tenido desenlace fatal. Pero Sato tenía razón en algo, las salpicaduras de sangre mostraban unos patrones extraños y parecía tener el resto de alguna substancia de la que no era capaz de reconocer.
Después de lo bien que habían ido las cosas esas últimas horas, no quería alargar esa discusión que tenía con la pelirroja, así que había decidido proponerle una tregua e intentar tratarse con respeto a partir de ahora. Era lo más sensato, no le hacía gracia llegar a su trabajo todos los días y tener un trato de absoluta indiferencia con ella, ahora eran adultos y debían actuar cómo tales. En cuanto encontrase la ocasión se disculparía cómo debía ser, después de llevar las cosas hasta dónde las llevó, debía esforzarse bastante para conseguir que la científica aceptase su disculpas.
El siguiente coche patrulla no tardó en llegar y aparcar cerca de ellos. Kudo se puso nervioso y agradeció llevar consigo el paraguas para no tener su rostro tan expuesto ante todos. Escuchó cómo se acercaba a ellos y se dignó a levantar el paraguas para saludarle.
"Buenos días." Dijeron al unísono.
Pero la voz que recibió fue totalmente diferente a la que se esperaba.
Una mujer de unos cuarenta años, con pelo castaño y buena figura, se encontraba delante de él para su sorpresa.
¿Quién era esa mujer?
"Kudo, te presento a Aneko, va a ser la nueva directora de los laboratorios de la policía." Le informó la inspectora mirando hacia ella.
La mujer levantó la mano sonriente para estrecharla con la suya. "Encantada."
"¿Y Miyano?" Preguntó él un poco más nervioso mientras miraba a su alrededor.
"Llamó anoche para decirnos que quería finalizar su contrato. Me sorprendió un poco que dimitiese de un día a otro, pero parece que ha encontrado una buena oportunidad laboral fuera del país. Es una científica muy buena." Le informó Sato. "Pensaba que tú ya lo sabrías, nos dijo que no te dijésemos nada, que ella misma hablaría contigo." Dijo alzando una ceja un poco confusa.
Él se había quedado impactado. "No…no sabía nada de esto." Dijo lleno de confusión a la vez que bajaba la mirada y sentía cómo el pecho se le comprimía.
¿Era cierto todo eso?¿Realmente se había ido?
"Tengo que ir a comprobar algo." Dijo muy serio a la vez que se giraba hacia su compañero. "¿Me puedes dejar las llaves del coche patrulla?" Le pidió un poco serio sin apenas dar explicaciones.
"Claro." Contestó Takagi sin atreverse a preguntarle, sacando las llaves de su bolsillo y poniéndolas en su palma.
"Gracias." Contestó cerrando el puño para cogerlas con fuerza. "Ahora vuelvo." Dijo marchándose de ahí.
Subió al coche y arrancó rápidamente para dirigirse a una dirección concreta.
Si de verdad se había ido, debía comprobarlo con sus propios ojos.
Sentía que el corazón le bombeaba tan rápido que iba a acabar estallándole del pecho. Condujo con rapidez por las calles hasta dejar el coche mal aparcado frente a casa del profesor. Salió sin coger ni el paraguas y picó al timbre varias veces seguidas, empezando a impacientarse.
Ding Dong Ding Dong Ding Dong
La espera era insufrible y las manos ya le habían empezado a sudar de los nervios. En cuanto la puerta sonó y empezó abrirse, se hizo hueco entre ella y entró rápido para empezar a buscar con la mirada sin descanso por toda la casa.
"¿Kudo?" Preguntó el profesor sorprendido por su visita a la vez que cerraba la puerta tras suyo para que no entrara la lluvia. "Enhorabuena por el compromiso." Le dijo sonriendo, pero sin parecer muy alegre.
"¿Dónde está?" Preguntó él sin dejar de mirar a su alrededor, apretando más los puños.
"¿Quién?" Preguntó Agasa agachando la mirada triste, haciendo ver que no sabía de quien o que hablaba.
"¿Cómo que quien?" Dijo Kudo empezando a alterarse. "Shiho. ¿Dónde está?" Preguntó mirándole fijamente.
Pero el profesor no le contestó, las amargas horas que acababa de pasar, le habían vuelto a la cabeza, provocando que sus ojos se entrecerrasen.
"Sato me acaba de decir que ha dimitido en el trabajo y que pretendía aceptar una oferta fuera del país. ¿Es eso cierto?" Preguntó buscando respuestas, escuchando el fuerte latido de su corazón en su oído.
"Sí. Se ha ido." Le contestó dolido, casi susurrando y sin levantar la cabeza.
"¿A dónde?" Insistió con la mirada clavada en él.
"Lejos de aquí...lejos de nosotros." Contestó sin darle mucha información. "Me explicó todo lo que había pasado entre vosotros, y después de disculparse, se marchó sin que pudiese convencerle."
Kudo se le quedó mirando sin parpadear, intentando digerir esas palabras. Su cuerpo se había helado por completo. Él había sido el que había provocado todo eso y ahora ella se había ido. Sin haberse despedido de él si quiera. Y era normal, después de la manera en que la había tratado la noche anterior. Había ido a su casa para contárselo y él le había cerrado la puerta en toda la cara.
"Tienes que decirme dónde está." Le dijo seriamente.
"¿Para que, Kudo?" Preguntó el profesor igual de serio. "¿No crees que ya le has hecho suficiente daño?" Le preguntó dolido.
Él la quería cómo si fuera su propia hija y después de ver cómo se derrumbaba de esa manera, no iba a permitirle hacerle caer otra vez. Si él no había sido capaz ver la gran persona que era, otro llegaría para saber quererla de verdad.
"¡Profesor, no lo entiendes! Tengo que verla." Insistió alborotándose el pelo.
"El problema es que lo entiendo demasiado bien, Shinichi." Le dijo cruzando los brazos. "Pero ella no quiere verte Kudo, y yo, no voy a ceder."
Esas palabras sentían cómo un cuchillo clavado en el pecho. La había cagado, hasta el fondo y había cruzado la línea de una manera irreparable. Era un estúpido. No sabía si sentía tristeza, rabia o impotencia o las tres a la vez. No había nada en su mano para cambiar nada de lo que estaba pasando y eso sólo le hacía más y más impotente
La había perdido, sin pistas ni señales de dónde podría haberse ido. Parecía que el mundo, que tan pequeño se le había hecho, ahora era un inmenso laberinto de ciudades, dónde ella se escurría rodeada de billones de personas.
