Sus días en Osaka parecían volver a la normalidad tras marcharse el detective de Tokio. Esa conversación con Kudo días atrás, le había echo retroceder en cuanto a todo lo que había conseguido progresar. ¿Por qué se le declaraba de esa manera después de todo lo que ella le había dicho si pretendía desaparecer sin más al día siguiente? ¿Por qué siquiera le intentaba besar? Su actitud no había madurado al respecto. Se sentía defraudada.

Seguía siendo el mismo capullo que había dejado atrás.

"¿Shiho?"

Despejó su mente y se giró hacia su compañero.

"Dime." Contestó neutral sin dejar su atención a su trabajo.

"Te estaba preguntando sobre el avance de las pruebas." Dijo estudiando su rostro.

"Sí, perdona." Dijo dejando lo que estaba haciendo, para dirigirse al escritorio y darle unos documentos grapados. "Aquí está todo." Dijo sin acabar de prestarle mucha atención.

"¿Te preocupa algo Shiho?" Le preguntó Heiji sospechando de su actitud. "Llevas unos días bastante distraída." Le dijo alzando una ceja. "Por no hablar de la cara tan seria que tienes."

Ella se apartó para no tener que enfrentarle y se dirigió de nuevo a la faena que había dejado a medias. "Sólo estoy cansada, no es nada importante." Contestó tranquilamente.

"¿Seguro?" Insistió el moreno aún sin parecer muy convencido. "¿Kudo no te habrá dicho o hecho nada, verdad?" Preguntó alzando una ceja. "Que los dos ya le conocemos muy bien."

"No, tranquilo." Le contestó con una media sonrisa al notar su preocupación. Se había convertido en un hermano para ella. "No he dormido bien esto días." Le dijo para que dejase ese tema a un lado.

"Deberías mirar de descansar más entonces." Le dijo apoyando una mano en su hombro. "Me he enterado de que el profesor vendrá a hacernos una visita en unos días." Le dijo cambiando de tema.

"Sí, me llamó ayer para decírmelo. Tengo ganas de verle." Dijo con la tristeza de tenerlo en otra ciudad. "Ya ha pasado un tiempo desde la última visita."

"¿Le has dicho que te has encontrado con Kudo?" Le preguntó curioso a la vez que alzaba una ceja.

Ella resopló antes de contestarle. "Ese detective del Este, no es tan importante cómo para que lo incluya en una conversación con el profesor."

Heiji río ante su comentario. "La verdad, es que este primer encuentro, ha ido mejor de lo que me pensaba." Dijo tranquilo pero un poco extrañado. "No esperaba que se fuese sin más, después de todo. Estaba desesperado por encontrarte."

"Tengo una hija, Heiji. Que no se te olvide ese detalle." Dijo ella cruzando los brazos. "Y él está casado con el amor de su vida, sin responsabilidades de este tipo." Dijo entrecerrando el ceño ligeramente. "¿Crees que los hombres dejan a sus mujeres por jugársela por amor con alguien que tiene una hija?"

"Pero Shiho, s-"

"Las cosas están mejor cómo están. Fin del asunto Heiji." Le cortó rápidamente, sin querer gastar una sola palabra más en esa conversación.

Hattori miró su reloj de muñeca y al percatarse de la hora que ahora marcaba, dejó a un lado los archivos que sostenía para volver a acercarse a la científica.

"Ya se ha hecho la hora de comer, ¿Te apetece que comamos juntos?" Le propuso. "Ambos hemos estado liados estos días y apenas hemos coincidido ni hablado."

"La verdad es que no tenía pensado salir de aquí." Dijo ella con poco entusiasmo.

"¡Vamos! No seas así." Dijo insistiendo. "Te vendrá bien tomar un pequeño descanso y prometo no volver a introducir a Kudo en ninguna de nuestras conversaciones." Dijo sin apenas dejarle opción a negarse.

La pelirroja no tenía apenas hambre y si por ella fuese, se quedaría en el laboratorio hasta acabar con todo el trabajo que tenía, que no era precisamente poco. Pero sabía que Heiji no iba a dejarle en paz tan fácilmente, así que aceptó la propuesta aún sin apetecerle del todo y se quitó la bata para salir del laboratorio antes de que él continuase insistiendo y molestándole.


Tener que pasar por el fallecimiento de Ryo, era de las cosas más duras que había tenido que pasar en la vida. No era nada agradable perder a un ser querido en esas circunstancias, con toda una vida por delante, en un suspiro tan corto. Le hacía sentir fuertemente impotente, lo único que había podido hacer durante ese tiempo tormentoso, era sostener su mano mientras contemplaba cómo su relación y su pareja, se consumían rápidamente sin poder hacer absolutamente nada para evitarlo. Se había ido como todos sus seres queridos.

Ryo era de los mejores agentes de la científica que habían en Osaka y después de su llegada repentina a la ciudad, ambos fueron destinados a trabajar juntos bajo el mismo laboratorio.

Y ahí empezó todo. Y empezó igual de rápido que cómo empezó a apagarse.

Ella no se había fijado en él a primer momento y tampoco se había fijado en ningún otro hombre. Había llegado a esa ciudad con el corazón completamente destrozado y una pequeña maleta sin recuerdos físicos en su interior. No tenía intención alguna de volver a iniciar ningún tipo de relación amorosa con ningún otro tipo de barón. Pero con él, las cosas fueron totalmente diferentes a cómo esperaba. Volvió a caer sin ser consciente de ello.

Él no juzgó su pasado, ni trató de cambiar ningún aspecto en su vida. Se había enamorado de ella nada más verla, por la simple esencia que derrochaba y la inteligencia tan asombrosa que poseía. Había hecho todo lo posible por hacer esa historia realidad, sin importarle en absoluto nada más. Y lo acabó consiguiendo.

Ninguno de los dos tenía familia. Ella tenía al profesor a varios kilómetros de distancia y los padres de él habían fallecido hacía varios años, así que sólo tenía trato con su tía y su primo Haneda, que también era compañero suyo en esa central policial.

La pareja se acabó entendiendo muy bien en muy poco tiempo y la pelirroja no podía evitar soltar sonrisas tontas cada vez que el moreno bromeaba con estupideces sin sentido para intentar alegrarle. Y siempre lo conseguía sin importar que soltaba por la boca. Le transmitía calma y seguridad. Tenía algo, que hacía agradable estar a su alrededor, le hacía olvidarse por momentos de su pasado y se acostumbró demasiado rápido al calor que empezaron a compartir.

Fue más difícil acostumbrarse al frío que dejó la ausencia de su cuerpo tiempo después, le había calado y helado hasta las entrañas. Y volvió a sentirse sola.

Pero tenía a Zoe, se tenían la una a la otra sin importar que. Y Haneda, que quería a Shiho cómo a una hermana pequeña, les ayudaba en todo lo que podía. Por no hablar de que Agasa trataba de visitarlas cada vez que podía escaparse de Tokio sin sospechas. Eran una familia extraña pero también única, y lo último que quería en ese momento, era más complicaciones y dolores de cabeza.

'¡Has crecido mucho, Zoe!" Dijo el profesor con una sonrisa a la vez que abrazaba el cuerpo de la niña tras su reencuentro.

"¡Abueloooooo!" Chilló la niña lanzándose a sus brazos emocionada.

Después de varios meses sin verse, parecía que esa noche podían volver a tener una agradable cena todos juntos.

"La cena no tardará en acabar de cocerse." Dijo la pelirroja volviendo a la cocina.

El profesor ayudó a la pequeña a recoger los juguetes que había esparcido por toda la sala y ambos montaron la mesa mientras Shiho acababa de preparar la cena.

Finalmente se sentaron y procedieron a comer tranquilos mientras escuchaban por costumbre las historias que contaba Zoe, esta vez, acompañada de las historias que también compartía el profesor.

"¿Es que acaso no te lo crees?" Le preguntó el profesor a la pequeña con cara divertida. "Aquí dónde me ves, he ido a muchas excursiones arriesgadas con tu madre." Le explicó alzando un dedo.

"A ti no te gusta ni andar, abuelo." Dijo la niña mientras se le escapaba la risa ante lo que escuchaba.

Agasa no pudo evitar sonreír ante su reacción. A pesar de que Shiho no fuese su hija de sangre, esas dos mujeres, eran su familia. No le hacía falta una unión de sangre para tener ese vínculo tan grande que poseían.

"Zoe, acábate el postre por favor." Insistió su madre a la vez que comprobaba la hora. "Se está haciendo tarde cariño. Mañana tienes que ir al colegio." Le continuó diciendo con tranquilidad a la vez que se acercaba a ella para acariciarle el flequillo revuelto.

"Siiiiiiiiiii" Contestó ella alzando la mano en la que sostenía la cuchara con la que se estaba comiendo el yogurt.

Ding Dong

Shiho miró hacia la entrada extrañada. No era una hora coherente para recibir visitas y no recordaba que esperase ninguna.

"Debe ser Heiji. Le he dicho que iba a traerle un regalo de Tokio." Comentó el profesor al recordar los pasteles que le traía. Parecía haberse convertido en una costumbre.

"¿Y no podía esperarse a que nos viésemos mañana?" Dijo resoplando a la vez que se acercaba a la puerta principal.

Ding dong

"¡Voy!" Dijo para que dejase de insistir. Era muy pesado con lo que le interesaba. "Si que has aparecido rápido." Dijo mientras abría la puerta para dejarle pasar.

"Hola."

Una voz distinta le contestó para su sorpresa. Se quedó parada, con los ojos bien abiertos a la vez que cruzaba los brazos.


Central de policía de Osaka. Cuarenta y cinco minutos antes…

"Haneda, ¿Podrías pasarme una copia de los informes que te acaban de enviar?" Le preguntó un compañero a la vez que se acercaba a él.

"Claro, ahora te los envío." Dijo abriendo el correo.

"Perdonar." Intervino hombre por su lado. "¿Está Miyano por aquí?"

"Hoy no ha pisado la central en todo el día. Es su día de descanso." Contestó a la vez que se giraba para comprobar quien era. Y parecía ser que lo conocía. "¿Eres Shinichi Kudo, verdad?"

El moreno asintió y puso ambas manos dentro de sus bolsillos.

"Yo soy Ha-"

"Haneda. Lo sé." Dijo un poco serio. "¿Sabes dónde puedo encontrarla?" Le preguntó.

"Supongo que a esta hora debe estar en su casa." Contestó mirando su reloj de muñeca.

"Gracias." Contestó el detective mientras daba media vuelta para salir de ahí.

"Kudo, espera un momento." Le llamó Haneda a sus espaldas, haciendo que frenara el paso. "¿Podemos hablar cinco minutos antes de que te marches?" Le preguntó. "Será algo rápido."

Shinichi no tenía muchas ganas de hablar con ese hombre, pero después de saber que era un gran amigo de Shiho, cedió y decidió ser más amable.

"Claro."

Haneda acompañó al detective al parquin, aún sin empezar la conversación. Se había pasado el trayecto que habían tardado en salir del edificio, en observar detenidamente a la estrella televisiva. A penas le conocía, pero por la actitud de Shiho tras su colaboración, podía intuir que ellos si lo hacían. Tan solo sabía pinceladas sobre el pasado de la pelirroja y aun que nunca había insistido para que le explicase más sobre ello, su cabeza creaba ciertas dudas que tenía necesidad de resolver.

"Entonces…¿Ya conocías a Miyano?" Preguntó suavemente.

"Ahá." Afirmó Kudo. "Somos amigos íntimos." Dijo marcando autoridad en la amistad que tenía con ella.

"Es que…Nunca nos ha hablado de ti." Contestó sin acabar de entenderlo.

Kudo se sintió un poco molesto de saber ese detalle. "Discutimos hace un tiempo. Es normal que haya estado enfadada o resentida."

"¿Estuvisteis saliendo?" Preguntó Haneda alzando ligeramente una ceja.

"No." Contestó muy rápido. "Simplemente éramos muy amigos y trabajábamos juntos."

"Entiendo…Es muy buena en el trabajo, formaba un gran equipo con Ryo. Lástima que las cosas acabasen de esa manera." Dijo un poco triste.

Kudo aprovechó el desvío de la conversación. "¿Era su compañero de laboratorio?" Preguntó intrigado.

"Sí, mi primo era el mejor de la científica, hasta que llegó ella claro está. Era la mujer más inteligente, fría y distante de toda la central. Y él fue el único que consiguió llegar a ella." Dijo recordando esos tiempos.

Kudo sintió celos y agarró con fuerzas las llaves que tenía dentro de los bolsillos. Otra persona había ocupado el lugar que sólo pensaba que le pertenecía a él, le había hecho reír, conseguir ver esa mirada tan especial que tenía y la había hecho feliz. Le dolía escuchar esa realidad, pero eran las consecuencias de sus errores.

"Es una mujer muy especial." Dijo intentando evadir los celos. "Tuvo suerte de poder formar una familia con ella."

Haneda le sonrió tristemente antes de contestarle. "Ryo deseaba a Zoe como su fuese su hija, pero en realidad no lo era. Ryo se había enamorado tanto de ella, que no le dio ni la más mínima importancia cuando se enteró." Le confesó tranquilamente. "Ella nunca nos habló sobre ese tema, pero cuando llegó a Osaka, ya estaba embarazada."

Kudo abrió los ojos ante la sorpresa. Sus tímpanos empezaron a pitarle fuertemente a la vez que su cabeza relacionaba cada una de las palabras que acababa de escuchar.

"Tengo que irme." Contestó rápidamente acabando la conversación antes de subir al coche.

No le dio tiempo a contestarle, que ya había arrancado el coche y acelerado para salir de ahí. Condujo directamente hasta su casa, sin poder borrarse esa conversación de la cabeza. Aparcó en su portal y se dirigió a la puerta para llamar al timbre impacientemente.

Ding Dong

No recibió ninguna respuesta rápida, así que volvió a insistir al empezar a perder la paciencia.

"¡Voy!" Le contestó finalmente desde el interior. Estaba en casa.

Sus manos empezaron a sudarle a la vez que escuchaba sus pasos acercarse a la puerta.

"Si que has aparecido rápido." Le escuchó decir mientras abría la puerta. Parecía que esperaba a otra persona.

"Hola." Le saludó clavando su mirada en ella.

Shiho se sorprendió al verle y tardó unos segundos en responderle.

"Kudo…¿Qué haces aquí?" Le preguntó muy extrañada.

Él entrecerró los ojos sin romper el contacto visual. "¿Cuándo ibas a decirme que Zoe es mi hija?"