Kudo condujo hasta su apartamento y aparcó justo en la entrada. Esta noche, había decidido quedarse los tres ahí. Zoe tenía muchas cosas en su casa y se había echo tarde cómo para ponerse a recogerlo todo y volver a su casa. Estaban agotados después de la montaña rusa de emociones que habían vivido y la posterior visita al hospital. Por la mañana, ya tendrían tiempo para solucionar esas cosas y volver a su apartamento.

Shiho no había objetado al respecto. Quería acabar el día en paz y sólo deseaba sentarse y estar rodeada de ellos dos.

"¿Quieres que pida algo para cenar?" Le propuso Kudo después de cambiarse y ponerse una muda más cómoda para quedarse por casa. "Con todo esto, hoy no hemos parado ni para comer. Te iría bien comer algo antes de descansar." Le dijo mientras veía cómo bostezaba.

"Claro, pide lo que te apetezca." Contestó rascándose los ojos. "¿Te importa si voy a tomarme una ducha?" Le preguntó.

"Claro, ningún problema. Puedo dejarte algo cómodo para dormir." Le contestó amablemente.

"Gracias."

Zoe se había quedado dormida mientras miraba la tele, así que decidieron no despertarla y dejarla tranquila hasta que la cena llegase.

La pelirroja se dirigió al baño y se metió bajo el agua caliente, intentando lavarse todo ese mal estar que había vivido recientemente, aún sentía como el corazón le bombeaba fuertemente y la cabeza empezaba a dolerle. Cuando salió de la ducha, se puso la ropa interior y cogió la ropa que Kudo le había prestado. Esos días, había acostumbrado a llevar una mochila con algo de ropa limpia por si acaso, como apenas paraba en casa, tenía que llevar algo encima para poder cambiarse.

Desdobló la camiseta que le había dejado el detective y la acercó hacía su pecho. Olía a él. Le ruborizaba en cierta manera tener el privilegio de lucir su camiseta aunque sonase estúpido, ya no era una adolescente pero no podía evitarlo. El maldito cosquilleo empezó a expandirse por todo el cuerpo mientras cerraba los ojos y recordaba todas las veces que lo había tenido tan cerca cómo para percibir su olor de esa manera. Era embriagador. Profundamente embriagador.

Se separó y sacudió la cabeza antes de cambiarse, con cuidado de no tocar el vendaje de la herida. Se volteó hacia el espejo y se revisó antes de salir.

Kudo ya había preparado la mesa cuando salió y Zoe parecía acabar de despertarse.

"¿Ya ha llegado la comida?"

"Tiene que estar por llegar." Contestó dejando a Zoe en el suelo y acercándose a ella. "¿Cómo estás?" Preguntó con un tono preocupado mientras miraba hacia su costado.

"Mejor." Contestó secándose las gotas de agua que caían de su pelo con la toalla que sostenía en las manos.

Kudo le miró de arriba abajo. Su ropa, a pesar de ser un poco grande, le sentaba genial al cuerpo de la pelirroja. Sus ojos pararon en un punto y un leve sonrojo apareció en su cara mientras le guiñaba un ojo.

"Mi ropa, parece que te queda mejor a ti que a mí."

Ella le miró confusa con una ceja alzada mientras bajaba la mirada hacia su cuerpo y comprobaba que era lo que le llamaba la atención a ese detective. Se sonrojó cuando se percató de ello. La corriente de frío, había echo que su pecho se marcara en la camiseta. No se había puesto un sujetador para ponerse la ropa de dormir y parecía que ahora le había jugado una mala pasada.

Cruzó los brazos tapando su pecho rápidamente mientras su cara se ponía cómo un tomate. "¡Pervertido!"

"Yo no he hecho nada." Se defendió alzando las manos. "Es más, te sienta bien cualquier cosa que te pongas. Incluso si no llevas nada." Siguió camelando.

Ella se sonrojó aún más, pero decidió ignorarle y dirigirse a su hija.

Ding dong

Picaron al timbre justo en ese momento. La comida había llegado.

Zoe se veía muy contenta de tener a sus padres juntos ahí, tan pendientes de ella y contentos. No podía hacer otra cosa que fuese sonreír y expresar su alegría. Y Shiho era consciente de todo eso. Nunca se había dado cuenta lo mucho que su hija necesitaba eso en su vida, o a lo mejor sí que lo sabía, pero no quería llegar a verlo.

La pequeña, había estado tan emocionada y alterada, que al sentarse en el sofá tras cenar, se quedó dormida nada más acomodarse.

Shiho se levantó para recoger la mesa y Kudo se acomodó en el sofá suavemente al lado de su hija intentando no despertarla. Enlazó los brazos alrededor de su pequeño cuerpo y cerró los ojos mientras absorbía ese aroma tan especial para él. Le recordaba tanto a la pelirroja…

Estar ahí, era el mejor remedio a cualquier enfermedad. Era sentirse en casa.

Click

Kudo parpadeó y abrió los ojos tras escuchar ese pequeño ruido. La científica les estaba contemplando con una sonrisa mientras sostenía su teléfono en mano apuntándoles.

Shinichi sonrió al fijar sus ojos con los suyos. Podía ver cómo disfrutaba de la escena.

"¿Porqué no vienes aquí con nosotros?" Le preguntó susurrando haciéndole un hueco al otro lado.

"Tengo que ir a fregar los platos." Contestó guardando el teléfono.

"Déjalo, ya lo haré yo al despertarme. Ven aquí." Insistió palpando el hueco vacío.

Shiho suspiró y se acercó lentamente hacia ellos tras ceder a su propuesta, se acomodó al otro lado de la niña y apoyó el codo en el sofá y la cabeza en su mano.

"Que bien sienta volver a sentir esta paz." Comentó apartando los mechones que tapaban la cara de su hija.

"Te dije que saldría todo bien." Contestó Kudo con una sonrisa.

"Bueno…A ver cuanto tiempo dura esta calma." Dijo un poco preocupada. "¿Qué vamos a hacer con la custodia?" Preguntó preocupada. "Imagino que ahora tendremos que empezar a hablar sobre ello."

Ahora que Zoe estaba bien, esos problemas habían salido a flote.

"No voy a quitártela, Shiho. No voy a meterte en ningún juicio para pelear por ella, así que no te preocupes ahora por eso." Le calmó. "Sólo quiero poder estar presente en su vida y verla crecer."

"Lo sé Kudo. Ya tenemos una edad, podemos hacerlo."

Kudo le sonrió y se quedaron un par de minutos en silencio antes de que ella hablase.

"En pocas semanas es su cumpleaños." Le explicó la científica al recordarlo. "Podemos hacer algo especial este año que estás tú aquí con nosotras." Le propuso.

Pese a todo, no quería alejarle y si su hija le quería cerca, ella le apoyaría. No tenían por qué tener una relación romántica para poder criar a una hija.

Al moreno se le iluminaron los ojos en cuanto escuchó esa propuesta. No había estado presente en ninguno y poder tener la posibilidad de verla soplando las velas y abriendo regalos, le llenaba de emoción.

"Me encantaría…"

Pero la sonrisa no duró mucho en su cara. Algo le preocupaba.

"¿Qué pasa?" Preguntó ella alzando una ceja.

"Es que he estado pensando y creo que con todo esto que ha pasado…aún no he hablado con mis padres sobre Zoe…y creo que es algo que deberían saber." Le explicó sin mirarle. "Son sus abuelos al fin y al cabo."

Ella se incomodó ante ese tema. Sinceramente, no había pensado mucho al respecto, pero sabía que estaba en todo su derecho. Aún así, también sabía las consecuencias que conllevaba todo eso. Sólo era cuestión de tiempo que sus amigos, familiares y los medios de comunicación se enterasen de que el gran detective del Este tenía una niña de cinco años junto a una ex criminal. Y ella no quería meter a su hija en ese círculo. Quería una vida tranquila y feliz para ella, todo lo demás le sobraba.

"Puedes hablar con ellos e invitarles a la celebración si quieres." Le dijo con una media sonrisa.

A pesar del miedo que le entraba al saber todos los cambios que podían introducirse en su vida a partir de ahora, sentía que debía compensarle la ausencia de su hija en cierta manera. Las cosas fueron muy mal al separarse, y después de ver lo implicado que se veía, no podía negarle esa oportunidad que tanto le pedía. Y una parte de ella, aún le quería cerca sin saber ni si quiera porqué.

"Voy a acostarla, ¿Quieres un poco de té antes de ir a dormir?" Le preguntó amablemente reincorporándose.

"Sí, gracias." Contestó ella con un tono cansado.

Kudo cogió a la niña con cuidado para que no se despertase y se la llevó a la habitación. Después de ponerle el pijama, meterla en la cama y preparar el té, volvió al comedor tapándose un bostezo con la mano. Había sido un día muy largo y con demasiadas emociones.

Cuando volvió su mirada en el sofá, se percató de que la científica también se había dormido. Dejó la bandeja con las tazas encima de la mesa con cuidado y fue a buscar una manta para arroparla. Al volver, se había despertado.

"Estás despierta." Dijo Kudo acercándole la manta.

"Ha sido un día difícil." Dijo rascándose los ojos con cansancio y poniéndose la manta alrededor de su espalda antes de coger una taza.

Se quedaron en silencio mientras bebían tranquilamente recostados uno al lado del otro.

"Siento que hayas tenido que aguantar todas estas emociones y rabietas que he pasado." Dijo un poco avergonzada. "Sé que tengo un carácter un poco difícil…"

"No tienes que disculparte por eso y menos a mí." Le contestó antes de beber de su té. "Pero si nos estamos disculpando, yo quiero disculparme por no estar ahí."

Ella negó con la cabeza. "No fue culpa tuya, él vino a por ella."

"No me refiero a eso, bueno, no sólo a eso. Me refiero a todas las veces que me has necesitado, todas las veces que ella me ha necesitado." Le dijo clavando su mirada en ella. "Sólo he conseguido crear un caos en tu vida"

Ella le miró sorprendida y después de unos segundos volvió a mirar al frente mientras dejaba la taza encima de la mesa y volvía apoyar su espalda en el sofá.

"Yo también transformé tu vida en un caos al inventar ese maldito veneno, supongo que ahora estamos en paz. No le des más vueltas al pasado." Le dijo suavemente para aligerar ese peso que sentía que cargaba.

Ella, mejor que nadie, sabía lo que era cargar con el peso de la culpa y el arrepentimiento. No quería que él se sintiese de esa manera.

"Más que transformar mi vida en un caos, yo creo que empezaste a darle sentido a todo lo que hacía y por lo que luchaba." Empezó a explicarle. "Hiciste cambiar mi perspectiva en todo lo que creía creer. Me hiciste crecer cómo persona."

Notó cómo un peso caía en su hombro y al girar la cabeza, pudo ver su cabeza apoyada y sus ojos cerrados. Estaba profundamente dormida y no parecía que hubiese escuchado mucho de lo que acababa de decirle.

¿Debía despertarla para que se fuese a la cama?

Su rostro se veía profundamente calmado cuando dormía y después del día que acababan de tener, le daba pena despertarla ahora que estaba dormida.

Levantó la mano para apoyar su cabeza en su pecho y que ella estuviese más cómoda y esperó unos minutos antes de despertarla.

Era lo más cerca a sentirse en casa que había llegado a sentir en años.