"Por fin…" Suspiró Shiho dejándose caer en el sofá tras suspirar cansada.
La comida se había alargado hasta casi la cena. Se lo habían pasado tan bien, que no habían visto las horas volar.
La casa estaba toda recogida, Kudo se había quedado a ayudarle y ahora cargaba a Zoe dormida entre sus brazos. La pequeña, era la que más energía había gastado y sus ojos ya no podían mantenerse abiertos. La dejó en los brazos de su madre con cuidado y palpó en el interior de su bolsillo si tenía las llaves de su coche.
"¿Vas a coger el coche ahora?" Preguntó la pelirroja alzando una ceja.
"Es tarde, tengo que irme." Contestó mirando su reloj de mano. "La fiesta se ha alargado mucho más de lo que esperaba."
"Hemos estado bebiendo, no creo que sea correcto que cojas el coche." Le dijo al recordar todas las copas que se habían llenado.
"Estoy bien." Contestó un poco acalorado mientras intentaba disimular.
"Tus mejillas rojas dicen lo contrario." Replicó ella. Sabía que no estaba borracho, pero al igual que ella, sus mejillas se habían puesto rojas a causa del alcohol. "¿Por qué no te quedas y te vas a la mañana?" Le sugirió.
Él sonrió pícaramente. "¿Quieres que me quede?"
Ella se sonrojó pero negó rápido con la cabeza. "No es por eso, no te hagas ilusiones." Dijo cruzando los brazos. "Lo hago porque no quiero es que no tengas un accidente al marcharte."
"Si insistes, me quedaré." Le dijo guiñándole el ojo.
Shiho resopló ante la tontería que llevaba encima el detective. Si ya era persistente y tozudo de por sí, con el alcohol que llevaba encima, todavía lo era más. Por no hablar de la vena cariñosa que le aparecía. Llevaba toda la tarde alejándose de sus manos.
"Puedes dormir en el sofá." Le dijo ella neutralmente mientras le dejaba una manta sobre él y salía del comedor para acostar a su hija.
"¿Te vas ya a dormir?" Preguntó poco contento. "Puedes hacerme un poco de compañía también."
"Buenas noches." Contestó ignorándole.
"Buenas noches." Dijo poco satisfecho entre dientes, observando cómo se marchaba.
Zoe estaba completamente dormida entre sus brazos, su respiración era tranquila y lenta. No se había dado ni cuenta que había cambiado de brazos y a pesar de tener los ojos cerrados, su sonrisa no se apagaba.
Al salir de su habitación, fue a buscar su pijama y se dirigió al baño para quitarse el vestido que ya empezaba a moletarle. Se puso cara la pared e intentó buscar la cremallera de su espalda con la punta de los dedos.
"¿Te ayudo?" Intervino alguien desde la puerta.
"¡Ah!"
La pelirroja dio un salto a la vez que un pequeño chillido se le escapaba y cerraba los ojos mientras le mandaba una mirada gélida.
"¡Kudo!¿Que haces aquí?" Le preguntó con las mejillas bien rojas. "¿No ves que me estoy cambiando? ¡Eres un pervertido!" Dijo cogiendo con fuerza el vestido cómo reflejo.
"No es mi culpa, la puerta estaba abierta." Dijo alzando las manos. "Tenía que ir a evacuar líquidos antes de dormir. Es lo que tiene haber estado bebiendo." Se argumentó rascándose la nuca.
Ella miró la puerta abierta, aún sonrojada. Al vivir solo con Zoe, no acostumbraba a cerrar puertas y menos si solo iba a cambiarse. Se había olvidado por completo que Kudo estaba ahí con ellas.
"¿Te ayudo?" Volvió a preguntar sin dejar de mirar su vestido.
Shiho suspiró y asintió volviendo a darse media vuelta e inclinar el cuello para facilitárselo.
Él le desabrochó muy lentamente la cremallera mientras se apegaba a su espalda. Provocándola conscientemente. Podía notar su aliento en su cuello y sus manos acariciarle la espalda desnuda ahora descubierta. Cruzó los brazos sobre su pecho para que el vestido no cayese y se quedó quieta mientras sus yemas recorrían su piel. Sentía cosquillas a cada centímetro que tocaba. Hasta que sus labios se inclinaron y le besaron el cuello. Sintió una corriente eléctrica subirle por todo el cuerpo y el corazón le bombeaba sin parar. Sus manos se apretaron en su cintura y la volteó lentamente mientras sus labios buscaban los suyos a tientas.
"Voy a cambiarme a la habitación." Contestó Shiho en un hilo de voz mientras apoyaba sus manos en su pecho para que sus labios, que estaban demasiado cerca, no chocasen. No sabía cómo había sacado fuerzas para separarse de ese tacto, pero si continuaba así, acabaría siendo algo peligroso. "Puedes utilizar el baño." Dijo recogiendo sus cosas rápidamente y volviendo a su habitación intentando esconder su rostro tras su pelo.
Cuando se metió en la cama minutos después, aún notaba la cara roja y el pulso acelerado. Se sentía desvelada y por más vueltas de diese en la cama, no conseguía conciliar el sueño. Todo el cansancio que tenía, se lo habían robado sus caricias. Estúpido detective.
Se levantó resoplando y se dirigió a la cocina silenciosamente, palpando las paredes para no encender las luces. Kudo roncaba ligeramente en el sofá así que encendió la luz de la cocina una vez había cerrado la puerta para no despertarle. Hirvió un poco de agua y se preparó un té en silencio, para luego tomárselo tranquilamente sentada en un taburete.
Después de marcharse de Tokio hacía cinco años, tal y cómo estaban las cosas, no imaginaba que el detective volviese a ella de esa manera. Se había ido para que él recuperase su antigua vida y relación. Y lo único que hacía ahora, era querer volver junto a ella. No tenía sentido.
La desconfianza nunca había desparecido. Conocía muy bien a Shinichi cómo para saber el profundo amor que tenía por aquella morena. Lo que habían tenido ellos, era simple atracción física.
Había visto cómo su mirada se perdía en su figura miles de veces. Deslumbraba cuando la contemplaba a escondidas, en cambio cuando se trataba de ella, su mirada oscurecía y se profundizaba. Conocía muy bien la diferencia entre lujuria y amor. Desgraciadamente, solía tener el primer efecto sobre los hombres. Nadie parecía verla más que eso.
Bebió del té ahora tibio e intentó centrar su cabeza a otros temas. Ya tenía suficiente con tener que verle todos los días, cómo para que tampoco pudiese sacárselo de la cabeza. Ya no era tan importante para ella. Era un pedazo de pasado que siempre arrastraba con ella.
Había destrozado la antigua vida que tenía aún marchándose cientos de kilómetros de la ciudad.
"Deja de hacer eso"
Kudo se había despertado y ahora se encontraba apoyado en el marco de la puerta mientras la miraba fijamente.
"¿De hacer el qué?" Preguntó sorprendida.
"Deja de sentirte culpable por cosas que nunca han estado a tu alcance." Le contestó acercándose a ella y sentándose en el taburete contínuo.
"Un embarazo se puede prevenir, Kudo." Dijo recordando, mientras miraba la imagen del paisaje paradisiaco que podía verse en el calendario de la cocina. Debería haber desaparecido a un sitio cómo ese, mucho más lejano y perdido. Ahora no tendría esos problemas.
"Te hubiese encontrado." Contestó como si le leyese el pensamiento. "Aunque hubieses ido a la otra punta del mundo, te hubiese encontrado de cualquier manera."
"Yo no quería que lo hicieras." Contratacó ella desviando la mirada. "No quería volver a verte." Dijo susurrando.
"Parece que el destino si quería."
"Eso no existe." Contestó ella resoplando con el ceño fruncido.
"¿Entonces por qué nos hemos vuelto a encontrar?" Preguntó poniendo su mano sobre la suya. " Si el destino no influyese, no hubieras aparecido en la entrada de mi casa aquel día bajo la lluvia y yo no te hubiese encontrado después cuando vine a Osaka a colaborar con Heiji." Le explicó suavemente entrelazando sus dedos con los suyos.
Shiho se quedó en silencio sin saber bien que contestar. Lo único que hacía era apartar todo aquello que le causaba dolor, pero Kudo se lo ponía difícil tentándole a cada rato.
La conexión física que había entre ellos, había aumentado esos días, sabía que no podía negarlo y también que él la veía. Por eso aprovechó esos segundos de flaqueza y volvió a besarla. Pero esta vez no era un beso desesperado ni con prisas. La besó lentamente lleno de cariño. La piel se le erizó y su cuerpo le correspondió sin dejarle pensárselo.
Kudo no quería escuchar más evasivas ni que se pusiese más barreras. Y la única manera en la que conseguía transmitirle sus emociones, era a través de sus besos. Así que eso hizo. La levantó de la silla sin separarse y entrelazó sus piernas alrededor de su cadera para apegarla a él. Lo único que quería era tenerla cerca.
La amaba y ella tenía que saberlo.
Se dirigió casi a ciegas hasta el comedor, sin apagar la luz de la cocina ni encender la de la sala, así que apenas había un rayo de luz que les permitía verse el uno al otro.
"¿Qué pretendes?" Preguntó susurrando mientras se separaba a recuperar el aire.
"¿No lo sientes?" Preguntó apoyando su espalda en el sofá mientras se quedaba sobre ella.
"¿El qué?" Preguntó aún intentando recuperar el aliento.
"El amor…" Dijo pasando la mano lentamente por el interior de su pijama, haciéndole arquear la espalda y acercarse más a él. "… el amor sigue ahí."
