Cuentos de Princesas de Disney

Por Maggie Grand

Los personajes no son míos son de sus autores correspondientes, Yo… solo escribo para que me lean

Temática Cuento Infantil

Inspirada, adaptado a los cuentos de época.

Basada al cuento Rapunzel.

Personajes Principales son: Candy White y Terry Grandchester.

Rapunzel Candy

Cuento de Disney, los personajes no son míos, todos pertenecen a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi, bueno yo incluí idea, espero que les guste, se basa a mi cuento favorito Rapunzel.

Personajes principales: Candy White y Terry Grandchester.

Final feliz...

Uso mi imaginación.

Había una vez un hombre llamado Albert y una mujer llamada María, era esposos, que vivían desconsolados por no tener hijos, hasta que, por fin, la mujer concibió la esperanza de que Dios Nuestro Señor se disponía a satisfacer su anhelo.

La casa en que vivían tenía en la pared trasera una ventanita que daba a un magnífico jardín, en el que crecían espléndidas flores y plantas; pero estaba rodeado de un alto muro y nadie osaba entrar en él, ya que pertenecía a una bruja muy poderosa llamada Eliza y temida de todo el mundo.

Un día María mira aquella ventana a contemplar el jardín, y vio un bancal plantado de hermosísimas verdezuelas, tan frescas y verdes, que despertaron en ella un violento antojo de comerlas. El antojo fue en aumento cada día que pasaba, y como la mujer lo creía irrealizable, iba perdiendo la color y desmirriándose, a ojos vistas. Viéndola tan desmejorada, le preguntó asustado Albert "¿Qué te ocurre, María?"

- "¡Ay!" exclamó María, "me moriré si no puedo comer las verdezuelas del jardín que hay detrás de nuestra casa." Albert, que quería mucho a su esposa, pensó: "Antes que dejarla morir conseguiré las verdezuelas, cueste lo que cueste."

Y, al anochecer, saltó el muro del jardín de la bruja Eliza, arrancó precipitadamente un puñado de verdezuelas y las llevó a su mujer. María se preparó enseguida una ensalada y se la comió muy a gusto; y tanto le y tanto le gustaron, que, al día siguiente, su afán era tres veces más intenso. Si quería gozar de paz, Albert debía saltar nuevamente al jardín. Y así lo hizo, al anochecer. Pero apenas había puesto los pies en el suelo, tuvo un terrible sobresalto, pues vio surgir ante sí la bruja Eliza. "¿Cómo te atreves," dígale ésta con mirada iracunda, "a entrar cual un ladrón en mi jardín y robarme las verdezuelas? Lo pagarás muy caro."

- "¡Ay!" respondió Albert, "tened compasión de mí. Si lo he hecho, ha sido por una gran necesidad: mi esposa vio desde la ventana vuestras verdezuelas y sintió un antojo tan grande de comerlas, que si no las tuviera se moriría, ella esta embarazada."

Eliza, al escuchar eso, le dijo: "Si es como dices, te dejaré coger cuantas verdezuelas quieras, con una sola condición: tienes que darme a tu hijo cuando nazca.

Albert, para que le deje salir, le dijo: Estará bien.

_lo cuidaré como una madre." Tan apurado estaba Albert, que se avino a todo y, cuando nació el hijo, que era una niña de cabello rubio, ojos verdes brillante como los arboles y sus cabellos dorados como el sol, le pusieron el nombre Candy.

En ese momento se presentó la Bruja Eliza y se la llevó, sus padres quedaron destrozados, pero con el tiempo tuvieron otros hijos, pero igual siempre recordaron con cariño a Candy.

Candy, era la niña más hermosa que viera el sol. Cuando cumplió los doce años, la hechicera la encerró en una torre que se alzaba en medio de un bosque y no tenía puertas ni escaleras; únicamente en lo alto había una diminuta ventana. Cuando la bruja Eliza, quería entrar, colocase al pie y gritaba:

"¡Candy, Candy

_ Suéltame tu cabellera!"

Candy tenía un cabello magnífico y larguísimo, fino como hebras de oro. Cuando oía la voz de la bruja Eliza, se soltaba las trenzas, las envolvía en torno a un gancho de la ventana y las dejaba colgantes: y como tenían veinte varas de longitud, la bruja Eliza, trepaba por ellas.

Al cabo de algunos años, sucedió que el hijo del Rey Richard Gr encontrándose en el bosque, acertó a pasar junto a la torre y oyó un canto tan melodioso, que hubo de detenerse a escucharlo. Era Candy, que entretenía su soledad lanzando al aire su dulcísima voz.

El príncipe Terry quiso subir hasta ella y buscó la puerta de la torre, pero, no encontrando ninguna, se volvió a palacio. No obstante, aquel canto lo había arrobado de tal modo, que todos los días iba al bosque a escucharlo. Hallándose una vez oculto detrás de un árbol, vio que se acercaba la hechicera, y la oyó que gritaba, dirigiéndose a o alto:

"¡Candy, Candy!"

Suéltame tu cabellera!"

Candy soltó sus trenzas, y la bruja se encaramó a lo alto de la torre. "Si ésta es la escalera para subir hasta allí," se dijo el príncipe Terry, "también yo probaré fortuna." Y al día siguiente, cuando ya comenzaba a oscurecer, encaminase al pie de la torre y dijo:

"¡Candy, Candy!

Suéltame tu cabellera!"

Candy enseguida descendió la trenza, y el príncipe Terry subió.

En el primer momento, Candy se asustó mucho al ver un hombre, pues jamás sus ojos habían visto ninguno. Pero el príncipe Terry le dirigió la palabra con gran afabilidad y le explicó que su canto había impresionado de tal manera su corazón, que ya no había gozado de un momento de paz hasta hallar la manera de subir a verla.

Candy al escucharlo, perdió el miedo, y cuando él le preguntó si lo quería por esposo, viendo la muchacha que era joven y apuesto, pensó, "Me querrá más que la vieja," y le respondió, poniendo la mano en la suya: "Sí; mucho deseo irme contigo; pero no sé cómo bajar de aquí. Cada vez que vengas, tráete una madeja de seda; con ellas trenzaré una escalera y, cuando esté terminada, bajaré y tú me llevarás en tu caballo.

" Convinieron en que hasta entonces el príncipe Terry acudiría todas las noches, ya que de día iba la vieja Eliza.

Eliza, nada sospechaba, hasta que un día Candy le preguntó: "Dime, tía Eliza ¿cómo es que me cuesta mucho más subiros a vos que al príncipe Terry, que está arriba en un santiamén?"

- "¡Ah, malvada!" exclamó la bruja Eliza, "¿qué es lo que oigo? Pensé que te había aislado de todo el mundo, y, sin embargo, me has engañado." Y, furiosa, cogió las hermosas trenzas de Candy, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empujando unas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos cerrar de ojos se las cortó, y tiró al suelo la espléndida cabellera. Y fue tan despiadada, que condujo a la pobre Candy a un lugar desierto, condenándola a una vida de desolación y miseria.

El mismo día en que se había llevado a Candy, la bruja ató las trenzas cortadas al gancho de la ventana, y cuando se presentó el príncipe Terry y dijo:

"¡Candy, Candy.

Suéltame tu cabellera!"

La bruja Eliza, las soltó, y por ellas subió el príncipe Terry. Pero en vez de encontrar a su adorada Candy hallóse cara a cara con la hechicera, que lo miraba con ojos malignos y perversos:

_ "¡Ajá!" exclamó en tono de burla la bruja Eliza- "querías llevarte a la niña bonita; pero el pajarillo ya no está en el nido ni volverá a cantar. El gato lo ha cazado, y también a ti te sacará los ojos. Candy está perdida para ti; jamás volverás a verla."

El príncipe Terry, fuera de sí de dolor y desesperación, se arrojó desde lo alto de la torre. Salvó la vida, pero los espinos sobre los que fue a caer se le clavaron en los ojos, y el infeliz hubo de vagar errante por el bosque, ciego, alimentándose de raíces y bayas y llorando sin cesar la pérdida de su amada Candy.

Y así anduvo sin rumbo por espacio de varios años, mísero y triste, hasta que, al fin, llegó al desierto en que vivía Candy dos hijitos los dos hijitos gemelos, un niño llamado Dylan y una niña llamada Frozen, a los que había dado a luz.

El príncipe Terry escucho una voz que le pareció conocida y, al acercarse, reconoció a Candy y se le echó al cuello llorando.

Candy, llora al ver a su amado ciego y lo abraza, dos de sus lágrimas le humedecieron los ojos, y en el mismo momento se le aclararon, volviendo a ver como antes.

Terry le dice: Gracias mi amada, Te amo tanto, por fin seremos felices… te cantare una canción...

Tiempo aquel, viendo a la distancia
Tiempo fue viendo al interior
Tiempo que no me imaginaba lo que me perdí

Y hoy aquí, viendo las estrellas
Y hoy aquí todo es claridad
Desde aquí, ya puedo ver que es donde debo estar

Y la luz encuentro al fin,
se aclaró aquella niebla
Y la luz encuentro al fin,
ahora el cielo es azul.
Es real brillando así, ya cambió la vida entera.

Esta vez, todo es diferente
Veo en ti la luz.

Tiempo aquel, persiguiendo un sueño
Tiempo fue, en la oscuridad
Tiempo que no había visto cómo es la realidad

Ella aquí, luce como estrella
Ella aquí, todo es claridad
Si aquí está, me es fácil ver que aquí hoy quiero estar

Y la luz encuentro al fin, se aclaró aquella niebla
Y la luz encuentro al fin, ahora el cielo es azul
Es real brillando así, ya cambió la vida entera
Esta vez todo es diferente, veo en ti la luz
Veo en ti la luz

Candy sonríe, por la canción y le presenta a sus pequeños mellizos y Terry queda contento por conocer a sus hijos y prometen casarse y ser una familia feliz, los lleva a Candy y sus hijos a su castillo.

Pero eso no es todo Terry, le presento a su padre Richard a su hermosa novia Rapunzel Candy y se dio cuenta de inmediato que era hija de su gran fiel amigo Albert y la llevo inmediatamente donde sus padres.

El rencuentro fue emotivo, Albert y María se pusieron contentos al ver a su pequeña Rapunzel Candy, y le abrazo fuerte, ella quedo emocionada del rencuentro con sus padres y se abrazaron sin fin.

Ese mismo día, Rapunzel Candy y el príncipe Terry, se casaron y vivieron muy felices para siempre…

Fin…