Scarlett

Independientemente de que sabía que debía estar tristísima por el hecho de estar con Lance en el escenario en el que ocurrió una de las grandes tragedias de Eldarya... Se sentía eufórica... Aunque lo disimulaba bastante bien. El hecho de estar recorriendo una ciudad antigua exactamente igual a las que se construían en la Grecia de época clásica le ponía los pelos de punta. Su cerebro empezó a bullir con ideas para restaurar y renovar la zona mientras seguía distraídamente a Lance en un recorrido silencioso por las distintas estancias de la casa. Sorpresivamente, se dio cuenta de que estas casas no tenían estancias separadas para mujeres y hombres como en la Grecia de la Tierra. Aunque si lo pensaba bien, la cultura fae tenía un concepto absolutamente equitativo en cuanto al género y al sexo por lo que era plausible que sus construcciones lo reflejaran.

- Esta era mi habitación. –

Perdida en sus cavilaciones, oyó a Lance, pero no le dio tiempo a pararse. Chocó con su espalda y se dio con la lanza maciza en los dientes. Notó el sabor de la sangre y masculló una maldición. Lance se giró con gesto preocupado y le cogió el rostro. Le levantó el labio con el pulgar gentilmente para ver los dientes.

- No te has desportillado nada. – La informó en un susurro.

Su pulgar se movió a lo largo de la línea del labio superior y pasó al inferior con lentitud. Scarlett tragó saliva, notando cómo las mejillas se le encendían. Le miró a los ojos azulados que brillaban con intensidad en la casi completa oscuridad de la estancia. Dudó unos segundos escasos entre zafarse de sus manos o no. No le costó mucho decidir. Con timidez, mordió el pulgar que se había quedado posado en el centro del labio inferior. La brusca inspiración de él al coger aire y su siguiente movimiento le hizo dar un respingo. Su boca fue directa a su cuello, mordiendo y lamiendo la zona como si no hubiera más sitios donde disfrutar de ella y su sabor. Los colmillos la pinchaban ocasionalmente. Scarlett le agarró la cabeza y se quejó de placer, pidiendo más, acercándose a su cuerpo cubierto por la armadura. Lance gruñó profundo, desde el pecho, y le deslizó su mochila por los hombros, la cual cayó pesadamente al suelo. Después, la fue instando a moverse con su tamaño hasta que su espalda chocó contra una de las paredes lisas.

- Lance... - Llamó ella. Él la ignoró mientras le daba el mismo tratamiento al otro lado de su cuello. – Me gustaría que me besaras. – Le dijo con un mohín.

- Lámeme tú. – Le indicó él, con urgencia, y, seguidamente, pasó la lengua por su cuello de nuevo desde la clavícula hasta el mentón. – Así. En la mano o el cuello. –

A Scarlett la petición le pareció algo extraña pero no rechistó mientras enganchaba mechones del pelo plateado de él para moverle la cabeza a un lado y dejar el cuello al descubierto. De puntillas, pasó la lengua como él le había pedido. La respuesta de él la descolocó. Como si no pesara más que una pluma, la levantó por las nalgas con ambas manos y la apoyó contra la pared. Scarlett se dio cuenta entonces de que en la habitación no había ningún mueble ni superficie.

- No hay cama. – Informó entre beso y beso.

- Convenimos que no necesitábamos una. – Le recordó él, sacando el top verde de la Guardia que ella vestía sin esfuerzo.

Sus pezones se endurecieron en contacto con el aire y amplificaron las sensaciones cuando la armadura de él hizo contacto. Soltó un gritito de asombro al notar el frío que quedó acallado por la boca y lengua de él. Cuando le pidió una pausa para poder respirar empujándolo un poco, se percató de que la única transformación que él estaba experimentado eran los ojos llameantes de azul y los colmillos. Sus manos abarcaron ambos pechos con fuerza contenida.

- No te estás transformando... ni emitiendo demasiado frío. – Murmuró ella.

- No. Todavía me estoy recuperando del gasto de maná. – La voz muy grave resonó por la estancia, haciendo eco.

Scarlett sonrió con deleite ante la revelación. Trató de buscar los enganches de la armadura para desvestirle pero estaba muy nerviosa por lo que sólo hizo una intentona torpe sin ningún resultado.

- Tenías que habérmelo dicho antes. – Le acusó.

Lance aprovechó que ella estaba hablando para arrodillarse y quitarle las botas.

- Estabas enfadada conmigo. – Él trasteó con su cinturón con esa sonrisa irónica con la que juzgaba al mundo todos los días.

Las espadas cortas cayeron con un tintineo pesado al suelo. La miró un instante a los ojos antes de volver a inclinar la cabeza para seguir abriendo los botones del pantalón. Se quedó muda un instante, sobrepasada por la visión y las sensaciones que él le producía. Consiguió rescatar su voz y algo de sentido común.

- Sigo enfadada contigo. – Le dijo con falso enfurruñamiento. – Tenemos que trabajar tu autocontrol en todos los aspectos. – Le informó, soltando un gritito al final ya que él le había arrancado los pantalones.

A la vez, sus manos habían seguido buscando la manera de desnudarlo a él. Ella rebufó contrariada porque no era capaz de encontrar los enganches de ninguna pieza de la armadura.

- Joder con la armadura. – Se quejó.

- Tranquila, no pensaba quitármela. – Scarlett lo miró con una mueca interrogante. – He visto cómo nos mirabas con ella puesta... Así que, cariño, voy a darte el gusto de dejarla donde está. –

- Lo único son estos pinchitos en los hombros que son... un poco espeluznantes y seguro que cumplen muy bien su función de pinchar. – Objetó ella tocándolos con la punta del dedo con respeto.

En un segundo, él había encontrado los enganches escondidos y había desenganchado ambas piezas de la armadura que cayeron con un sonido metálico al suelo de mármol.

- Ya había pensado quitármelas para poder hacer esto y que pudieras apoyarte cómodamente. –

- ¿En qué habías pen...? – Su pregunta fue interrumpida por la exhalación de sorpresa que dejó escapar cuando él se arrodilló de nuevo y colocó sus muslos encima de sus hombros.

Lo siguiente la hizo aullar. La lengua de él humedecía su ropa interior con contundentes pasadas. Le clavó las uñas en el cuero cabelludo mientras le empujaba la cabeza, guiándole más arriba. Lance se detuvo un momento y ella gimió de frustración.

- Esto que llevas... -

- Rásgalo, muérdelo, rómpelo, haz lo que quieras... - Le pidió, suplicante, mientras él paseaba con parsimonia los dedos de su mano derecha por la zona circundante.

- Es demasiado bonito para eso, aunque no entiendo del todo su utilidad... - Su tono era juguetón.

- Lance, no te voy a explicar ahora mismo para qué cojones sirve la ropa interior. – Lo miró desde arriba con el ceño fruncido.

- Está bien, la dejamos puesta entonces y... - Ella gruñó comunicándole sin palabras que eso no era lo que quería oír. - ... buscamos otra solución. – Terminó él con una sonrisilla apartando la tela roja para poder dejar su piel al descubierto.

La lengua de él volvió a acariciarla. Esta vez con más rapidez mientras un dedo se colaba en su interior húmedo. Scarlett le instó:

- No vayas de cuidadoso conmigo. No soy una delicada princesa. –

Lance elevó la mirada mientras introducía dos dedos más de golpe y mordía uno de los labios antes de volver al centro. Ella gritó y deslizó compulsivamente los dedos entre el cabello de él. Lance gruñó al notar que ella se tensaba, cerca de la liberación. Con firmeza y sin pausa sus dedos entraron y salieron con más velocidad, al mismo ritmo que la lengua se deslizaba por su clítoris. Scarlett casi se atragantó cuando el orgasmo la sacudió, fulminante, recorriéndola de la cabeza a los pies, apretando las piernas contra las mejillas de Lance. Pasados unos momentos, sintió cómo las manos de él le bajaban las piernas de sus hombros. Todavía algo atontada, se apoyó en los hombros de él. No le dio tiempo a mirarle a los ojos antes de que, con un empujón firme, él la volteara sobre sí misma.

- Me encanta este tatuaje... - Susurró él. Ella se removió, ansiosa.

- No recuerdo que lo hayas visto antes. – Le comentó con sinceridad.

- El primer día de entrenamiento. Lo vi de refilón cuando te desnudé de cintura para arriba. Terminé de admirarlo en las duchas. – Su contestación la hizo indignarse.

- ¡Me estabas espiando mientras me duchaba! –

- Técnicamente no, las duchas son un espacio unisex de acceso libre... - Ella rebufó, irónica. - ... Pero es cierto que me quedé unos minutos de más parado contemplándote. – Lo dijo con un tono tan pecaminoso que Scarlett hizo el amago de darse la vuelta, impaciente por continuar.

Lance no la dejó, sujetándole las muñecas con una sola mano. Le oyó trastear con la armadura y dio un respingo cuando notó su erección contra la quebrada de sus nalgas.

- Scar... No voy a aguantar mucho... - Le advirtió, resollando. Su mano izquierda se paseaba por la tela delantera de las braguitas, rozando su clítoris ocasionalmente, haciendo que estuviera a un tris de suplicarle. Con esa misma mano, hizo fuerza hacia arriba sobre su pelvis para obligarla a levantarse sobre la punta de sus pies. Le soltó los brazos. – Tampoco sé si voy a poder ser... amable. – La mano derecha apartó la tela de un tirón.

Estaba jadeando pero oyó perfectamente cómo las costuras cedían un poco. Sus movimientos le indicaron que se estaba posicionando. La punta de su polla empezó a invadirla. Sus manos abarcaron sus caderas, sujetándola.

- Así que no te voy a tratar de ninguna manera como una delicada princesa. –

Y la embistió. Fuerte. Con dureza. Sin dudar. Y ella se retorció, sobrepasada por las sensaciones. Trató de arañar el mármol de la pared, necesitada de algo a lo que agarrarse. Algo que destruir. Algo a lo que poder transmitir todo el éxtasis que le producía la carne de Lance llenándola. Aulló desde el primer momento, ensordeciéndose y llenando la pequeña estancia en la que rebotaban caóticos los sonidos propios del sexo. Los dedos de Lance se clavaban en su carne, medio transformados en garras, y su aliento entrecortado caldeaba su nuca en contraste con el tenue frío que emitía. Los gruñidos de él se hicieron más potentes. Sus empujones eran tan fuertes que Scarlett terminó apoyada completamente en la pared, tocando apenas con la punta de los dedos de los pies el frío suelo. Lance la cogió entonces por debajo de los muslos y la elevó a su antojo. Suspendida en el aire, se echó hacia atrás, apoyándose en él.

- Me corro. – Susurró él, saliendo de ella instantes antes de echar la cabeza hacia atrás con un rugido.

Cuando terminó todavía la mantuvo en el aire unos minutos, recuperando el aliento. Resollando todavía, le mordisqueó el cuello con fuerza, antes de dejarla sobre sus pies. Ella se tambaleó y se apoyó contra la pared, temblorosa. Oyó cómo él gruñía, bueno, más bien casi que ronroneaba, y sus pasos por la estancia. Algo más recuperada, miró por encima del hombro y alcanzó a ver cómo él estaba extendiendo las pieles que habían traído en los macutos con rapidez. Seguidamente, fue a por ella con una sonrisa canalla en el rostro, la cogió en brazos y la depositó encima. La velocidad a la que lo vio quitarse la armadura era, con seguridad, sobrehumana. Tragó saliva, admirando en la tenue luminosidad, los magníficos músculos que él lucía antes de que él se arrodillara delante de ella. Le supuso un shock verle cara a cara en esa situación tan íntima, con sus ojos llameando, sus colmillos algo visibles y las pseudo garras de escamas blancas y azules. Además de ser más consciente de él y de su tamaño. ¿Cómo podía antojársele más grande en tamaño?

- ¿Lance? – Él no respondió y le acarició los muslos con las manos momentos antes de acostarse boca abajo, dejando la boca a la altura de su pubis.

Esbozó una sonrisita instantes antes de lamerla.

- Lance, no hace falta... -

- Tú no te has corrido. No pienso permitirlo. – La informó, serio, bajando de nuevo la cabeza. Su tono de mando le recordó al capitán de adiestramiento que había conocido al principio cuando no sabía que era un dragón de hielo invencible.

Lance

Se removió bajo la escasa piel que habían compartido esa noche Scarlett y él. Obviamente, después de que empezaron con el tema, ninguno de los dos pudo parar. Recordó que habían hecho una fugaz pausa para comer algo (y porque él lo pidió). Para cuando él pensó que deberían volver al campamento, la noche se les había venido encima y, siendo sinceros, estaban muy cómodos. Sí, en medio de una estancia vacía. Y sí, sobre dos pieles mal puestas en el suelo con poco más que comida de campaña para reponer fuerzas. Y sí, clavándose continuamente en la espalda, culo y rodillas guijarros pequeños. Es lo que tenía la pasión. Además, Scarlett parecía agotada. Se imaginó que para ella el viaje en barco había sido poco menos que una tortura... Sumado, seguramente, a la ansiedad que debía arrastrar con el tema de haber descubierto ser de otra especie... y la única hembra de la misma. Hasta a él le sentaba mal toda la situación porque no era nada justo para ella. Y, con absoluta seguridad, su enfado no justificado con ella tampoco había ayudado.

Con un suspiro hondo, se incorporó, notando los rayos de sol que se colaban por entre la maleza en la piel. Ella gruñó, dormida, y él le devolvió el gruñido, juguetón, mientras se inclinaba hacia ella. Scarlett volvió a gruñir al sentir el contacto de sus labios sobre los suyos.

- Lance... - Murmuró ella, enfurruñada.

- ¿Um? – Preguntó él, echándose sobre ella con cuidado de no dejar caer todo su peso.

- No puedes hacer eso. – Le regañó, todavía con los ojos cerrados.

- ¿El qué? –

- Darme un beso en la boca la primera mañana. –

- ¿Cómo? – Ahora él sí que estaba estupefacto.

- No se hace. Los humanos no lo hacemos... Bueno, sólo la gente que se ha acostado pero que no es pareja seria, pero es la primera vez que duermen juntos, a no ser que te hayas lavado primero los dientes... - Empezó a enumerar ella.

Lance frunció el ceño, contrariado.

- No te ofendas, pero los humanos se condicionan de maneras... harto estúpidas. –

- Por tu manera de hablar siempre me siento en una novela de Katheleen Wooddiwiss pero con más sexo. –

- ¿Quién? – Ella no le respondió, sólo soltó una risita. Él bufó, mosqueado. – Scar, para, por favor. Es temprano, casi no hemos dormido y me estás soltando información aleatoria sobre cosas que desconozco. -

- Qué cruel soy. –

- Y no eres humana. Eres una dragona. – Le dijo despacio con la esperanza de que se le quedara el dato de una vez por todas.

Ella entonces abrió los ojos. Y asintió. Solamente asintió, seria, despeinada, con los ojos brillantes, preciosa en la tenue luz de la estancia. Su miembro empezó a endurecerse de nuevo. Tenía que admitir que le apetecía, pero, por otro, debían darse un respiro... Tenía agujetas. Hizo el movimiento de incorporarse, pero ella le rodeó la cintura con las piernas, su polla apretada contra el pubis de ella, ya húmedo.

- Scarlett... -

- Ya, deberíamos parar un poco. – Admitió ella a la vez que peinaba los mechones plateados de él con ternura. – Pero no puedo evitarlo. –

- Yo tampoco. – Sonrió él, inclinándose sobre su cuello e inhalando su olor. – Pero no queremos tener sorpresas inesperadas, pequeña. Aunque todas las veces me he corrido fuera, es un riesgo. Deberíamos asegurarnos de haber tomado anticonceptivos antes de la próxima vez. Yo hace tiempo que no tomo y... – La notó ponerse completamente rígida entres sus brazos. - ¿Qué ocurre? – Se apartó para poder verle el rostro que ella se había tapado con ambas manos. No le hizo falta meditar mucho el problema. - ¿Estás embarazada? – Obviamente, el padre era su hermano, ahí no había duda alguna, pensó fugazmente.

- No lo sé. – Susurró ella. – La regla se me ha retrasado este mes. – Ella empezó a llorar.

- Scar, shhh... Mírame, pequeña, mírame. – Rápidamente se sentó y la puso en su regazo. Ella se apretó contra él automáticamente, escondiendo la cara en su cuello. – ¿Has hablado con Valkyon? – Decidió guardarse sus propios sentimientos e impresiones ante el tema por el momento. Ella era lo más importante.

- No he encontrado el momento. – Contestó ella entre hipidos.

- Vale, eso quiere decir que has estado evitando contárselo. Mira, si él toma anticonceptivos, no hay problema, ¿vale? – Ella inspiró hondo y se calmó un poco.

- Ewëlein me dio una infusión anticonceptiva y la receta para poder hacerla yo... No sabía que también funcionaba en los hombres. –

- Machos. – Corrigió él. – Sí, claro que sirve también para nosotros. Qué idea más rara. – Se quejó, otra vez confuso.

- En la Tierra, los anticonceptivos son solamente para las mujeres. Leí hace no tanto que se estaba investigando la píldora y la inyección anticonceptivas para hombres, pero es sólo un proyecto todavía. -

- O sea, que las mujeres no sólo cargáis con la responsabilidad de procrear sino, ¿también de no hacerlo? Me reitero en lo que he dicho sobre que los humanos son imbéciles. – Ella se había quedado más calmada, pensativa, con la vista en el regazo.

- ¿Qué voy a hacer, Lance? – Sollozó quedamente.

- Sólo tienes que preguntárselo cuando él llegue. – Repitió él, con suavidad.

- Ni siquiera lo pensé… Valk me dijo que los dragones no se pueden reproducir con otras especies, pero al final ha resultado que soy una dragona y… – Los llantos de ella se renovaron con más fuerza. – ¿Y si la respuesta es no? ¿Y si de verdad estoy ya embarazada? -

A Lance se le pasaron por la cabeza varias situaciones en ése caso. Su favorita era en la que se encaraba con su hermano, el perfecto ejemplo a seguir en responsabilidad y disciplina. Parecía que eso no se extrapolaba a otros aspectos de su vida que no fuera el militar. El primer puñetazo tenía como motivo ella. Su tranquilidad y seguridad estaban por encima de las de ambos.

El segundo puñetazo sería porque, con seguridad, cuando Valkyon se enteró de que Scarlett era una dragona la idea de que hubiera la posibilidad de haberla dejado embarazada cuando se acostaron se le tuvo que pasar por la mente y no se había dignado a hablar el tema con ella... Aunque, huelga decir que ella tampoco con él.

El tercero dependía de la respuesta de si usaba métodos de protección. Aunque fuera sí, se lo daría, pero procuraría que fuera más flojo.

En ese instante, el sonido de zarpas correteando por el patio con rapidez lo puso en alerta. Apretó a Scarlett contra él. Si era sincero no tenía ni idea de qué tipo de familiares y/o animales vivían en la isla actualmente. Y no le apetecía repetir la experiencia del hydracarys de Amphea por mucho que se debiera a que estaba infectado. Buscó con la mirada dónde estaba su armadura... Por supuesto, desperdigada cada pieza por toda la estancia. Su lanza... En el suelo junto a la única puerta de entrada. Sabía con certeza que no le iba a dar tiempo a empuñarla si alguna criatura con hambre y sedienta de sangre aparecía. Bueno, nunca le había molestado matar o defenderse con las manos si hacía falta.

Suspiró de alivio segundos antes de tener que apartar a Scarlett con precipitación porque casi cincuenta kilos de xylvra se lanzaron en plancha sobre él. Riendo y gruñendo, rodó junto con Tundra, jugueteando bruscamente por el suelo de la estancia. Oyó a Scarlett dar un chillido de alegría y calmó a Tundra para poder observarla abrazar a Blue que no paraba de lloriquear. Entonces, se percató de que la luz de fuera era demasiado intensa para estar amaneciendo y el que los familiares estuvieran aquí significaba...

- ¡¿Lance?! – La voz de su hermano retumbó por el patio porticado.