Lance abrió la marcha y escogió un camino pedregoso que les llevaba en dirección este. Tundra y Blue les seguían correteando alrededor de ambos. Animada, hablaba sin parar de lo contenta que estaba de que hubiera llegado otro barco con más gente, incluidos Maeba, Eivalon, Gardienne y Leiftan. Habló con él además de muchos proyectos arquitectónicos que bullían en su cabeza para mejorar la infraestructura del sitio. Lance la escuchaba muy interesado y hacía preguntas sobre sus ideas para luego masticarlas en silencio, concentrado.
De repente, atisbó a lo lejos restos de lo que parecía un templo griego. Apresuró el paso y llegó trotando, con Lance pisándole los talones sin dificultad.
- ¡Madre mía! - Exclamó, encantada. - Pensaba que no había religión en Eldarya. - Comentó a Lance refiriéndose a los restos arquitectónicos.
- Y no la hay. La función del edificio no es ésa. - Lance hizo una pausa y posó la mano en una de las columnas. - Aquí aprendí a volar. El edificio era donde se alojaban los dragones jóvenes durante los meses de instrucción. - Dijo con los ojos nublados de recuerdos e ilusión.
Después, él dejó el petate que llevaba al hombro apoyado en la columna y le cogió la mano fuerte.
- Ven. - Le siguió casi dando saltitos, contagiada de la energía que él transmitía.
Llegaron hasta el borde del acantilado y no pudo pronunciar palabra ante la belleza salvaje que parecía engullirlos. Toda la costa estaba formada por acantilados de piedra blanca que ascendían desde el mar completamente verticales. En principio, parecían lisos, pero había huecos donde pájaros, gaviotas y familiares como Alfelis y Draflayels habían hecho sus nidos. El viento cortaba y empujaba a partes iguales desde esa altura. Tragando saliva, se aproximó un poco más al borde sin soltar la mano de Lance, hipnotizada.
La canción de la transformación comenzó a sonar en su cabeza con un suave ulular.
- Te llama, ¿verdad? - Él le dedicó una sonrisa resplandeciente.
- Sí, oigo la canción. -
- Las canciones... Son distintas en cada uno, ¿sabes? -
- ¿Sí? Qué pasada. Yo... Es como una canción de Enya. - Al ver el alzamiento irónico de una ceja de Lance, explicó. - Enya es una cantante de la Tierra. Hacen música folk que es como relajante, suave... de fantasía. ¿Y la tuya? -
- Es como... El viento de una tempestad y el agua creando un nuevo surco en la tierra con el deshielo. -
- Qué místico... - Dijo con tono de ensoñación. - Y adecuado para un dragón de hielo. - Terminó sonriendo.
Observó el perfil de Lance oteando el horizonte envuelto por el sonido rugiente de las olas de abajo y le pareció el hombre (macho, se autocorrigió) más bello que había visto nunca. No pudo evitar la comparación en su cabeza con Valkyon, que también lo era, claro, pero con rasgos más rudos. Estuvo a punto de soltar un suspiro propio de enamorada cuando él giró la cabeza con brusquedad para mirarla, rompiendo el momento.
- A entrenar, recluta. - Casi había visualizado cuando él había cambiado el chip de ser su pareja a ser su capitán de instrucción.
Y tenía que reconocer que eso la puso un poco cachonda.
Se reprendió a sí misma. Debía estar empachada después de la noche con Valkyon, pero no... El sexo es de esas cosas que cuánto más tienes, más quieres (por lo menos, ella). Se autorecriminó para comportarse ya que era más importante aprender a defenderse y usar sus poderes de dragona que un revolcón con Lance.
Se puso en guardia en la postura que él le había enseñado lo que le parecían eones durante su entrenamiento en el C.G.
Lance agitó la cabeza.
- No, no. Primero te voy a enseñar a huir y transformación. -
- ¿Huir? Lance no voy... -
- Lo harás. - La corrigió, instruyéndola.
- ... a salir corriendo a la primera de cambio. No está en mi carácter. -
- ¿Recuerdas lo primero que te enseñé? -
Se puso nerviosa al momento. Era la típica pregunta trampa que te hacían los profesores para pillarte a ver si habías estado atento en clase.
- Los primeros días de instrucción, Scar. Mi primera lección para vosotros fue... - El ademán de la mano invitándola a continuar acentuó su inseguridad.
Y a ello se sumó que se acordó de los momentazos con él durante su estancia en el Cuartel: la luz de la biblioteca, la manera agresiva de acercarse por primera vez, las dudas de si estamparle un libro o no en la cabeza, las duchas del complejo, la primera vez que le vio desnudo, la atracción, los nervios al verle o encontrarse, los comentarios picajosos a los que ella no respondía que después habían ido evolucionando a bromas y un entendimiento mutuo; el día que lo derribó y habían acabado él en la poza de agua caliente y ella con un principio de hipotermia severa... Ése último era su favorito, claro, fue su primer beso con él.
La cara de empanada que tenía debía de ser memorable porque Lance suspiró, resignado y se contestó a sí mismo:
- Fue que, antes de atacar, hay que tener claras las posibles vías de escape y el modo en que vas a huir. - Ella asintió, volviendo al presente. - Como dragona, tu mayor ventaja es volar. Excepto las aengels, los daemons, y las arpías, ningún otro fae puede volar. -
- Pero no sé transformarme. - Objetó.
- Ahora llegaremos a eso. - Le respondió él con calma, como si comprendiera perfectamente su ansiedad respecto al tema.
Se le encendió la bombilla, claro que la entendía.
- ¿Sigues sin poder transformarte, Lance? - Le preguntó, seria.
- Sólo parcialmente. - Admitió él, gruñón.
- Tiene que ser frustrante. -
- Sí... Me siento completamente indefenso. - Le confesó. Hubo un silencio incómodo en el que ella notaba que Lance estaba dudando sobre si seguir hablando o no.
- Sé de primera mano que no llevas muy bien perder el control de... bueno, cualquier situación. - Le dijo ella en tono animado.
- ¿Lo dices por lo del barco? – ÉL no esperó a que ella le contestara para decir: - Lo siento mucho, cariño. De verdad. Estuvo muy fuera de lugar, te asusté y me comporté como un crío. No podría... Jamás te haría daño. - Se disculpó él, mirando hacia otro lado, avergonzado.
- Entiendo cómo debiste sentirte. Abrí una sima para meterte dentro. Debió de ser mínimamente agobiante. -
- Un día te meto en un sarcófago de hielo y comparamos. - Le sugirió él con una sonrisita. Ella bufó, divertida.
- Me parece justo. - De súbito, mudó la expresión y le dijo, preocupada. - Puedes contármelo, Lance. No te voy a juzgar. –
Lance
Hacía muchísimo tiempo que no le contaba esto a nadie. A decir verdad... Sólo lo sabían Valkyon y él. El resto de implicados estaban muertos, como debía ser. Con agilidad, se sentó en el suelo, dándole a entender que la conversación iba a ser larga. Cuando ella estuvo acomodada y tratando de usar el tono más neutral posible, comenzó a narrar los hechos.
- Fue hace como unos cuatro años... Estuve sin poder transformarme un año entero. Después de recuperarme, de hecho, ocurrió el incidente en el poblado de los sátiros del norte. Cuando llegaste tú, hacía poco que acababa de volver de mi rehabilitación con los Feng Huangs durante dos años, para que te puedas situar mejor. - Scarlett no comentó nada, sólo lo escuchaba. No pudo evitar soltar un suspiro cansado. - La historia es que nos localizaron a Valkyon y a mí en una zona a la que solíamos ir a transformarnos. Ya sabes que la canción se hace cada vez más insistente conforme pasas más tiempo sin adquirir tu forma de dragón. A veces, pienso que es una manera que tiene nuestra magia de recordarnos lo que somos de verdad. - La sonrisa melancólica de él la hizo sentir un inexplicable peso en el pecho. - Nos capturaron con ayuda de unos magos y nos encerraron. Como imaginarás, nos habían descubierto y sabían lo que éramos. Ahora mismo no descarto que fueran agentes enviados por Naytili. - Hizo una pausa para que ella asimilara la información antes de continuar y se frotó las manos. - Para evitar que nos transformáramos nos mantuvieron al borde de la inanición, pusieron sellos que anulaban y drenaban nuestro maná; y nos daban infusiones de cristal de la armonía para mantenernos sedados. - Observó de reojo la mueca de horror que puso Scarlett y continuó. - Los imbéciles nos pusieron en jaulas de barrotes, una al lado de la otra. Así que, para tener alguna posibilidad de escapar, Valkyon me pasaba su infusión y yo me bebía las dos. Todo ese tiempo estuve altamente drogado y no me acuerdo de mucho más. Sólo del día que Valkyon consiguió tener fuerzas suficientes como para carbonizar los candados y escapar conmigo. - Hizo otra pausa en la narración, mirando el horizonte que parecía infinito. - Huimos como posesos y llegamos a un poblado de elfos... No recuerdo el tipo. Sólo sé que la hija del jefe se encaprichó de Valkyon y eso facilitó que nos acogieran, e, incluso, repelieron una tentativa de ataque de los mercenarios que nos querían volver a atrapar mientras huíamos. Finalmente, encontramos un sitio seguro, avisamos a la Guardia, que mandó un equipo a ayudarnos, nos recuperamos y les dimos caza. - Oyó a Scarlett hacer un sonido de conformidad.
Ese sonido le dio que pensar un momento.
- Scar, ¿has matado alguna vez? - La cara de espanto de ella se lo dijo todo. - En la Tierra sois más civilizados que aquí, ¿no? - No pudo evitar que se le escapara una risa amarga.
- No te creas. Lo que pasa es que nos gusta tener la impresión de que ya no hay guerra. Hemos pasado por dos guerras mundiales, ¿sabes? Pero... sigue habiendo conflictos y guerras a menor escala por... lo de siempre. Recursos, ideología, religión... etc. Pero, es cierto que en la mayor parte de la zona del mundo en la que vivía hay una paz relativa. -
- Puede que tengas que hacerlo alguna vez. Tenlo presente. - Le aconsejó. Ella apretó los labios en un rictus tenso y asintió con brusquedad. Para no dejarla en ese último pensamiento, siguió explicándole: - Por eso, soy muy susceptible a la pérdida de control y, de hecho, desde entonces, cuando me... excito demasiado... - La sonrisilla de ella no se hizo esperar, como él había previsto. - no puedo controlar mis poderes. Y.… no sé cómo arreglarlo. La meditación me ayuda mucho pero no es suficiente. - Esto último le hizo apretar los puños, frustrado.
La mano de Scarlett se coló en uno de los puños, obligándole a abrirlo y enlazando con naturalidad sus dedos con los de él.
- Te ayudaré a resolverlo. Además, soy una parte importante del problema. - La risita de ella le hizo relajarse y acompañarla. - Gracias por contármelo. - Le susurró después, mirándolo con franqueza.
Se quedó quieto, observándola. Era la primera vez en su existencia, aparte de su hermano, que alguien lo miraba como si todo su mundo se redujese a tener su entera confianza. Algo incómodo, desenlazó la mano y se puso en pie.
- Vamos. - Se paseó por el borde del acantilado, buscando la playa que sabía que encontraría más abajo. Con firmeza le dijo: - Coge el petate y súbete a mi espalda. -
- Em... Vale. - La respuesta vacilante de ella indicaba que no estaba segura de qué esperar. Una vez estuvo acomodada sobre su espalda, le indicó. - Agárrate fuerte a mi cuello y a mi cintura. Vamos a bajar por el acantilado. –
Scarlett
La última frase no había sido un aviso, no.
- ¡¿Qué?! No, Lance, ¡espera...! ¡Joder! -
Con rapidez, él había dejado caer medio cuerpo por el borde del acantilado y descendía con confianza, encontrando huecos donde los había o realizándolos él a golpe de pie o de puño. Ésas dos últimas hazañas la dejaron boquiabierta. No había tenido ni de coña una perspectiva clara de la capacidad física de un dragón en forma humanoide hasta ahora. Aunque confiaba en él, tenía miedo y estaba temblando, agarrándose a él como si fuera una garrapata. Antes de seguir bajando, él ordenó a ambos familiares que lloriqueaban desde arriba que volvieran al campamento.
El descenso se le hizo eterno.
Cuando llegaron abajo y Lance pisó la arena de una cala escondida, tuvo casi que obligarla a que se soltara. Las piernas le temblaban, por lo que él tuvo que sujetarla para que no se diera de bruces contra el suelo arenoso.
- Dime que no vamos a hacer esto cada vez que vengamos a entrenar. - Le amenazó. El semblante serio y silencioso de él no le gustó nada. - Ni. De. Coña. Lance. Punto. -
Él suspiró con resignación.
- Sé que lo has pasado mal bajando, pero estaba todo controlado. He hecho esto muchísimas veces y es casi imposible que me canse. - Le explicó él, acercándole un pellejo con agua. - Tienes que ser más consciente de las habilidades que desarrollarás como dragona. -
- Ya. Los superpoderes. - Dijo ella entre dientes.
- Sí, los... superpoderes. - Le sonrió él, paladeando en su lengua la nueva palabra.
Ella no pudo evitar devolverle la sonrisa a pesar de que el corazón le seguía bombeando a mil por hora y no había conseguido asentarse todavía.
- Tenemos que venir a este tipo de sitios para que no nos vean si nos transformamos. Hay que ser lo más discretos posible, aunque la Guardia ya sepa lo que somos. - Le siguió explicando mientras él recuperaba el petate y sacaba rollos de vendas. - Desvístete. - Le indicó.
- Ya estamos. La idea era venir a entrenar, ¿no, Lance? - El tono desenfadado de ella no tuvo el efecto deseado.
Él se detuvo un momento y giró la cabeza con parsimonia para mirarla con intensidad. Sus ojos azules eran dos témpanos de hielo.
- Hemos venido a entrenar, Scarlett. No te distraigas. - Y le vio volver la cabeza con elegancia y seguir rebuscando.
Ella se quedó de una pieza. Vale... Tampoco había que ponerse de esa guisa.
- Habló el que me acosa en los entrenamientos. - Se quejó por lo bajini mientras, con parsimonia, empezaba a quitarse las botas y la ropa. Cerca de ella, cayeron dos rollos de vendas.
- Véndate las manos y haz eso que llevabas esta mañana para los pechos y el pubis. -
- ¿El bikini? - Graznó, algo intimidada por tener delante de nuevo al capitán de instrucción Lance.
Él asintió y empezó a recorrer la pared blanca en la que terminaba la playa. Bueno, playa, no, playita. Que era diminuta. En tiempo récord se vendó los sitios indicados por su instructor (porque ahora mismo él ya había dejado claro que era su papel ésa tarde) y se acercó adonde él estaba habiéndose calzado de nuevo previamente. Le pilló haciendo algunos agujeros en la pared a puñetazos unos tres metros más arriba. Una ola de calor la recorrió y no era por el sol que caía a plomo sobre ellos precisamente. Cuando dio por terminada la obra, Lance saltó al vacío, cayendo con gracia y le anunció:
- Vas a aprender a escalar. -
- ¿Qué...? ¿De verdad es... necesario? - Se quejó brevemente.
- Para huir vas a necesitar saber más cosas aparte de correr. - Le dijo él categóricamente y la invitó con un gesto de la mano a posicionarse.
Dudó.
- ¿Y si...? - Se delineó el lobo del antebrazo con rapidez.
- Si te caes, yo te cojo, cariño. - El cabrón sabía dónde tocar y cuándo.
Ésa simple palabra de afecto le devolvió las ganas de seguir con lo que a ella le parecía un despropósito. Con un suspiro resignado, comenzó su tarde de entrenamiento...
Y qué tarde resultó ser.
Después de sus torpes intentos de escalada en los que Lance empezó a sospechar que se dejaba caer a propósito para, nunca mejor dicho, caer en sus brazos y partirse de risa (lo cual no era cierto, pero tenía su aquel), empezó a cogerle el tranquillo al asunto. Cuando Lance se dio por satisfecho para ser la primera lección de escalada, le anunció que iban a nadar. Ella se entusiasmó al oírlo.
- Valkyon me dijo que no tienes buena técnica. - Le dijo él mientras se deshacía de las botas y los pantalones.
Scarlett procuró mirar hacia otro lado con toda la naturalidad del mundo. Seguía avergonzándose, por supuesto, de esa falta de "decoro" de la cultura faérica.
- Scar, has visto ya todo lo que tenías que ver. - Sabía que él no iba a dejar pasar el tema. - Y muy bien, he de añadir. -
- Para. No lo puedo evitar. - Le dijo gruñona, dándole la espalda y dirigiéndose al agua cristalina.
La risita de él la acompañó hasta que se sumergió con precipitación. Una vez dentro, Lance la alcanzó y se dispuso a explicarle las distintas técnicas de nado y enseñarle cómo dar brazadas eficientes y que no cansaran demasiado. También le explicó que nadar en un río no es lo mismo que hacerlo en el mar. Cuando ya medio se hundía del cansancio, Lance la agarró de un brazo y la rodeó con los brazos en el agua.
- Buen trabajo. - Le dijo en un susurro.
Agotada, rodeó su cuello con los brazos y ocultó el rostro en el hueco de su hombro, relajada. Este tipo de momentos eran los que ella buscaba disfrutar con una pareja, se reconoció a sí misma mientras Lance jugueteaba con las ondas flotantes que había desenmarañado con paciencia del moño que ella había llevado para el entrenamiento. Se durmió sin darse cuenta.
Cuando despertó, era casi de noche. Desorientada, cogió un puñado de arena para constatar que seguían en la playa. Con un gemido, se puso de costado y se incorporó. Maldijo, estaba llena de arena y la notaba pegada a la parte de atrás del cuerpo. Era una sensación nada agradable. Lance estaba sentado con los brazos sobre las rodillas junto a una fogata pequeña, observando las llamas. Su perfil oscurecido a contraluz se veía preocupado. Sonriendo, apartó la piel con la que él la había tapado para darse cuenta de que estaba desnuda. Soltó un exabrupto.
- Te he quitado las vendas para que no te rozaran. - Se explicó él rápidamente, como si hubiera hecho algo imperdonable.
Ella agitó la cabeza con una sonrisa, haciéndole saber que estaba bien. Su corazón se calentó un poquito más por ese pequeño gesto. Así que recogió de nuevo la piel y se la puso a modo de vestido-pareo como bien pudo antes de aproximarse y sentarse a su lado. Lance le dedicó una sonrisa cuando se dejó caer sobre la arena a su lado.
- ¿Has descansado? - Ella afirmó y se dejó caer sobre el costado de él. - Scar... No hemos acabado por hoy. - Le dijo con un poco de fastidio, dejando ver que a él también le costaba volver a poner el "modo instrucción".
Scarlett se percató de que la mano derecha de Lance apretaba con fuerza el antebrazo izquierdo. Entonces, se incorporó, contagiada de la tensión mostrada por él.
- ¿Lance, ocurre algo? - Miró su perfil con atención y notó la contenida contractura de la mandíbula.
- Nunca he tenido que enseñar a ningún dragón a transformarse. - Le confesó con tono tajante.
Ella se quedó sin saber qué decir y estuvieron un rato mirando las llamas en un silencio tirante. Se aclaró la garganta.
- Bueno, trabajemos con lo que ya sabemos, Lance. Las emociones intensas despiertan el otro aspecto del dragón... Recuerda que empecé mi propia transformación cuando discutí con Valkyon. - Aportó, resolutiva.
- Lo pusiste en su sitio. Me encanta eso de ti. - Le confesó, sonriendo de lado.
- No te desvíes. - Le dijo, pinchándole. - A la vez, es algo voluntario por lo que pude ver cuando Valk se transformó en la playa. Parecía tan sencillo. -
- Y lo es. Es tu segunda naturaleza. - Lance se puso en pie y comenzó a pasearse.
Ella soltó un pequeño chillido ya que se había olvidado de que estaba desnudo. La mueca divertida de él relajó el ambiente mientras se ponía los pantalones.
- Que todavía se está despertando. - Le recordó con retintín, mirando a la arena. - Podríamos, no sé, exponerme a emociones fuertes... Podría tirarme del acantilado. - Ella alzó la cabeza al escuchar el bufido de él que la miraba incrédulo. - ¿Qué? Sólo estoy dando ideas. -
- En realidad, cuando aprendía a volar, los instructores nos soltaban en el vacío y luego nos recogían para que nos acostumbráramos al vértigo del vuelo. -
- ¿Ves? Algo así, terapia de choque. - Se calló un momento, buscando otro sitio donde mirar que no fuera él. - ¿Qué haces tú cuando quieres transformarte? ¿En qué piensas? -
- No sé... En cambiar, en sentir mis escamas y el peso de las alas. El aliento gélido entre mis fauces. - El tono apasionado de él le hizo alzar la vista. No quería perderse su cara al hablar de ello. - En volar libre. -
- Eso es precioso, Lance... pero no sé si me ayuda. No sé cuál es la sensación de volar, para empezar. - Ella se encogió de hombros, impotente. - Quizás deberíamos haberle dicho a Valkyon que se viniera. A lo mejor él tendría alguna otra idea. -
- Discutiste con Valkyon ayer, ¿verdad? ¿Te transformaste? - Le dijo él con urgencia.
- Ya lo creo. Me puso de los nervios otra vez. - Dijo con tono de burla. - No sólo me echó la bronca por irme sola, sino que me llamó niñata caprichosa y me recordó lo importante que soy como hembra. - Lo último lo dijo haciendo el gesto universal de comillas en el aire. Lance no captó el significado del gesto por lo que pudo ver en su expresión.
- Es que lo eres, Scar. Y no estuvo bien que te fueras así aun sabiendo que nosotros nos íbamos a preocupar. Fue egoísta. -
- ¿Tú también? ¿Es que no escuchaste nada de lo que dije esta mañana? No voy a permitir que me tengáis en una jaula de oro, además de darme de lado, joder. Pensaba que entendías mi punto de vista. -
- Quizás me he apresurado. Es verdad que el argumento de mi hermano es lo bastante sólido. -
- ¿Sólido? Maldita sea... ¿En serio? ¿Quieres encerrarme también? ¿Tenéis algún tipo de fetichismo compartido con las mazmorras o algo? - Se levantó. - Mira, voy a ser muy clara, hay ciertos límites que nadie debe traspasar con nadie y eso incluye su libre albedrío y la libertad de expresión y decisión. -
Lance asintió ante su diatriba y su sonrisita la puso de los nervios. Abrió la boca de nuevo para seguir reprendiéndole cuando él la señaló silenciosamente. Miró sus manos y ahí estaban sus garras y sus escamas hasta la mitad del brazo. Se pinchó con los colmillos al morderse el labio inferior. Ni siquiera había notado la transformación.
- Vale... Lo has hecho para que me enfadara. - Él se encogió de hombros. - Espero que no pienses de verdad lo que me has dicho. -
- No lo pienso, Scar. Valoro la libertad por encima de todo. - Le aseguró. Le vio acercarse a admirar sus partes transformadas.
- ¿Y ahora? - Le preguntó, nerviosa. - Ya no puedo seguir enfadada contigo sabiendo que lo haces a posta. -
- Creo... que por hoy ya está bien. Trata de mantener esa forma un rato más. - Le sugirió. - Estás preciosa. - Siguió diciéndole él con voz seductora.
Alzó los ojos que habían estado fijos en sus uñas plateadas para encontrarlo a escasos dos metros de ella. Le sonrió, algo cohibida sin razón alguna y le mostró sus manos, vacilante. Él no las cogió. En su lugar, sus manos fueron a rodear su rostro para, seguidamente, eliminar la distancia que los separaba. Con un gemido de anticipación, pidió sus labios que ya se aproximaban. Antes de posarlos, él le dijo:
- ¿Y si te hago esperar un poco más? Como venganza. - Ella jadeó, impaciente, y rodeó su cintura con los brazos. - ¿O crees que no me he dado cuenta de que has buscado por todos los medios provocarme durante el entrenamiento? -
- Eso no es verdad... Bueno, a medias. -
- ¿A medias? - Él alejó un poco el rostro, con una sonrisa irónica.
- Sí... Es decir, algunas cosas sí las he hecho a posta... Otras me salían solas. - Reconoció ella entre dientes. - Estás muy sexy en modo instructor serio. - Se justificó ella.
- Ah, ¿así que la culpa es mía? Cómo no he llegado a esa conclusión tan obvia. -
Su cabeza se inclinó de nuevo hacia su rostro, pero, en el último segundo, esquivó sus labios y se dirigió al cuello. Formó un reguero húmedo de besos intercalado con mordiscos. Al llegar a la clavícula, su lengua volvió a ascender hasta su oreja. Ella sólo gemía y le clavaba las uñas en el cuero cabelludo y echaba la cabeza hacia un lado para dejar más espacio a su boca y se estremecía y... Por supuesto, se humedecía. Con ese simple toque.
Lance la invitó a acostarse sobre la piel que ella había dejado caer en la arena con rapidez. Debía decir que echaba un poco de menos al Lance brusco que había conocido al principio y así se lo hizo saber.
- Lance... Me puedes, ya sabes, tratar con un poco más de brusquedad. No soy... -
- ... una princesa. - Terminó él por ella, levantando por un momento la cabeza de los pechos de ella. - ¿Te gusta que te traten con brusquedad? -Le preguntó él, curioso.
- Bueno... Un poquito. Sin llegar a hacer daño, ¿eh? Sólo... más como si estuviera un poco a tu merced. - Trató de explicarse, algo sonrojada. - Como si... Me hubieras asaltado con la misma energía de cuándo me viste la primera vez. -
- Tuve que contenerme muchísimo ahí. - Le dijo con voz ronca. - Empecé a darte caza hasta que nos pillaste esa noche a Valk y a mí diciendo gilipolleces sin sentido sobre ti en el pasillo. - Le explicó, volviendo a bajar la cabeza para seguir el camino de caricias que le estaba dedicando en la parte alta del estómago. - A partir de ahí, decidí ser más... comedido. -
- Bueno, pues me gustaría que lo fueras menos. - Le exigió.
Lance se detuvo y sus garras se clavaron al cogerla con fuerza por la cintura.
- ¿Segura? - La mueca fiera de él en ese momento la hizo ponerse un poco nerviosa.
- Por tu cara parece que necesite una palabra de seguridad. - Él se quedó estupefacto.
- ¿Palaba de seguridad? Por el Cristal, ¿qué demonios significa eso? -
- Es para que no te pases. Es decir, la otra persona la dice si algo de lo que está haciendo el otro le incomoda o le duele y quiere parar. Es sólo para el ámbito sexual. Hay gente a la que le gusta el masoquismo o el sadomasoquismo y tienen que tener una clave para poder decirle a la otra persona que no se encuentra bien. -
- ¿A ti te gusta el masoquismo o el sadomasoquismo? -
- No sabría decirlo con seguridad. Pero me gusta notar que no tengo el control de lo que me estás haciendo. Es decir, sentirme indefensa. -
Lance sonrió con todos los dientes. Sus colmillos destacaban más a la luz del fuego. Alargó una mano por encima de ella para alcanzar el petate que había traído y sacó un rollo de vendas. Con maestría, la ató de manos.
- ¿Está fuerte? - Le preguntó.
Ella negó con la cabeza, tragando saliva y con un nudo en el estómago por la anticipación. Entonces, le observó acercarse al fuego y, con una exhalación gélida de su mano, lo ahogó hasta dejarlo en brasas. La única luz provenía de los rescoldos y de los ojos llameantes de Lance. Se dio cuenta entonces de que no había luna esa noche, pero, claro, sabía que a Lance le daba igual ya que el veía perfectamente. Le oyó acercarse de nuevo y tumbarse al lado de ella. Su pesado miembro se apoyó contra su muslo desnudo, haciéndola estremecerse.
- Tu palabra de seguridad. - Le indicó con un gruñido.
Estaba tan obnubilada por la situación que no atinaba a casi responder. El sonido de las olas rompiendo alrededor de ellos lo notaba amplificado al faltarle parte del sentido de la vista. Finalmente, exclamó:
- ¡Estrella de mar! -
Lance se río por lo bajo y le acarició la sien con sus labios.
- Por lo que veo tiene que ser un concepto totalmente alejado del ámbito sexual. -
- Lo más posible. - Le dio la razón ella, trémula, y lo miró a los ojos azules que parecían dos llamas incandescentes.
Su aliento calentó su mejilla cuando dijo:
- Ahora, quiero que permanezcas callada. Yo te diré cuándo hablar y qué decir. El juego comienza ya hasta que decidamos pararlo. -
- Así que has hecho esto an... - No le quedó más remedio que absorber aire bruscamente cuando él coló dos dedos en su interior resbaladizo y sensible sin previo aviso. Después, gimió de placer cuando él comenzó a moverlos.
- Te he dicho que no hables. - Le recordó con condescendencia. - Esta desobediencia va a suponer un castigo. -
El deseo, caliente e intenso se acumuló en su vientre como una bola de lava. Por instinto, trató de agarrarle, pero el tirón en las muñecas le indicó que tenía las manos atadas.
- Me gusta tu olor, tu calor... - Le susurró junto al cuello. - Me hubiera colado en tu habitación ésa primera noche que te vi y te habría follado hasta el amanecer, no lo dudes. -
Estuvo a punto de decirle que prefería hacerlo en otro sitio que no fuera en la arena, ya que la arena se cuela en todos sitios.
T-O-D-O-S.
Pero se mordió la lengua. El juego había comenzado y quería disfrutarlo, además de ver qué tenía planeado hacer con ella.
El recorrido que él había iniciado momentos antes por su cuerpo, lo retomó desde el último punto. Saltó un poco al notar, primero la lengua, y después los colmillos recorrer su tripa en sentido descendente. Sabía dónde iba a acabar, pero el saber nunca te prepara para experimentar. Con un gruñido, la boca de él se sumergió en su monte de Venus, con la lengua como ariete.
Entonces, sólo pudo rodar los ojos y dejarse caer hacia atrás sobre la piel suave mientras él continuaba con lo que había empezado. Jadeando, apretó los mulos en torno a su rostro y mandíbula, loca de deseo, tratando de empujar con las manos atadas para que el contacto fuera más fuerte. Consiguió agarrar algunos mechones plateados, aunque los dejó ir poco después, temiendo haberle arrancado alguno en el proceso. Iba a disculparse cuando Lance la cubrió con su cuerpo, rugiendo fuerte. Cogió sus manos atadas con una mano para elevarlas sobre su cabeza, dejándola completamente expuesta a él. El otro brazo soportaba su peso a un lado de la cabeza de ella. La empezó a penetrar lentamente.
- ¿Te duele? - Se preocupó él, a medias de entrar. Sus ojos completamente azules, los colmillos dificultándole un poco el hablar. - Si en algún momento lo hace, dímelo y paramos. -
Ella negó con la cabeza y le mordió en el hombro, gimiendo de placer. Es verdad que estaba más sensible de la noche pasada con Valkyon, pero no le dolía. Sólo había algunas agujetas molestas que no tenían importancia entre el caleidoscopio sensorial en el que estaba sumergida en ésa casi completa oscuridad. Para que él se tranquilizara al respecto, le rodeó las caderas con las piernas con firmeza.
Mientras él se empezaba a mover sobre ella con cadencia se fijó que, en la penumbra azulada, las cicatrices blanquecinas de la nariz destacaban en un intenso claroscuro sobre su piel. Se le pasó por la cabeza que nunca le había preguntado cómo se las había hecho. Había tenido que ser una herida muy seria para dejar tal cicatriz. Tal como vino, el pensamiento desapareció tras una descarga de placer que la recorrió entera con una penetración bastante ruda de Lance. Su ritmo y su potencia se habían acelerado lo que le indicó que estaba cerca del orgasmo. En ese momento, la miró a los ojos mientras enseñaba toda su dentadura en una medio sonrisa, disfrutando tanto del acto como ella. Llegado el momento, se apartó con rapidez, saliendo de ella para poder eyacular sobre su vientre. Con un gemido más, se dejó caer al lado de ella. Con torpeza y ya libre de su agarre, se incorporó para tratar de subirse sobre él, pero sus palabras la detuvieron:
- No te está permitido moverte, Scar. -
Farfulló mentalmente maldiciones mientras se volvía a recostar, insatisfecha.
Pasaban los minutos y él sólo respiraba a su lado, acariciándola con parsimonia en su centro. Estuvo a punto de irse tres veces pero él interrumpió el contacto en cada una de ellas. Y vuelta a empezar.
¿De verdad pensaba dejarla así?
Harta y frustrada, dijo entre dientes:
- Estrella de mar. -
- ¿Ya? - Se mofó él, besándola con cariño. - Cómo se nota que no has jugado a esto nunca, cariño. -
- Estoy a punto y tú sólo... Aggg. - Se incorporó, enfadada, pero el férreo brazo de él sobre su cintura la retuvo. La pegó de espaldas contra su pecho.
- Era un castigo. Por hablar antes. -
- No te entiendo. - Trató de girarse para mirarle, pero él no la dejó.
- A ver, cuando el juego empieza, tienes que hacer todo lo que la otra persona diga. Si desobedeces, hay un castigo. Yo siempre castigo con la frustración sexual, pero he conocido otros que usan el castigo físico o psicológico. - Su aliento movía los mechones más finos que quedaban al lado de su oreja derecha y la hacían estremecerse del cosquilleo.
- Dictamino que el que no dejes que me corra está considerado como ambos tipos de maltrato. - Ella notó su sonrisa contra su oreja. - Eres un psicópata de cuidado. - Le acusó, riendo.
- En otra vida quizás si lo fui. -
- Después de todo lo que habéis pasado me extrañaría que a Valkyon y a ti no se os hubiera ido un poco la olla y que queráis ver el mundo arder... o convertido en cubitos de hielo. -
- Somos gentiles por naturaleza, aunque hayas visto en nosotros comportamientos... algo violentos que más bien son por nuestra naturaleza feral para con los de nuestra especie. No nos comportamos así con otros faes. Los que nos crearon se aseguraron de ello para que no pudiéramos usar nuestros superpoderes, como tú los llamas, para hacer daño, sólo para que Eldarya y, al principio, tu Tierra, prosperaran. - Mientras hablaba, le fue deshaciendo con parsimonia el nudo de las vendas para que ella pudiera tener ya libres los brazos y las manos.
- Vamos, que sois como un seguro de que todo va a ir bien en el mundo. Así le ha ido a la Tierra desde que no estáis. Pero si tenéis tantos dones y poder en comparación con otras especies, ¿por qué no gobernáis? -
- No, ése poder nos corrompería. Nos está prohibido. Sólo podíamos ser consejeros de otros líderes, ya fueran humanos o faes. Igual que los daemons y los aengels. Somos guardianes, no gobernantes. - Se explicó él con urgencia.
- ¿Y sacrificaros a todos para crear Eldarya no fue un error enorme? Quiero decir, fue como dinamitar la posibilidad de que este mundo progresara bien o se recuperara de una futura catástrofe... Como en la que está metido ahora. -
- Los daemons y los aengels se quedaron tanto en la Tierra como en Eldarya para eso. -
- Entendí que rechazaron sacrificarse a sí mismos. -
Lance apretó la mandíbula y admitió con voz dura:
- Sí. Se echaron para atrás... Lo que provocó, irónicamente, su casi extinción. - Y le aclaró al notar confusión en su silencio. - Porque tanto humanos como faes los hicieron responsables de las sucesivas desgracias ocurridas, aunque no tuvieran la culpa. Además, se sumó el hecho de que les acusaron de manipularnos a nosotros para sacrificarnos por la Tierra y Eldarya. -
- Lo entiendo. Pero es cierto que no dejan de parecer decisiones egoístas con el fin de salvarse ellos mismos para que sólo pringarais vosotros. - Él no añadió nada más y dedujo que era porque el tema era, cuanto menos, incómodo y doloroso. Así que, con brusquedad atenuada por un resuelto tono pícaro, volvió al tema que le interesaba en ese momento. - Entonces, ahora que estamos fuera del juego... -
Lance la elevó un poco agarrándola de las caderas para poder posicionarse y penetrarla desde atrás. Los movimientos y las sensaciones fueron tan rápidos y tan abruptos que clavó las uñas en los antebrazos de él sin cuidado alguno, dejándole arañazos sangrantes. Las escamas azuladas y blancas del dragón de hielo aparecieron instantes después bajos sus manos.
- Fuera del juego somos iguales, pequeña. Y te voy a follar hasta que te corras tantas veces que me supliques que pare. -
- ¿Y qué pasa con el juego? - Graznó ella.
La risa ronca de él fue respuesta suficiente. Sus uñas volvieron a penetrar en la piel de Lance, ansiosa ante la expectativa y, a la vez, deseando que la noche no acabara nunca.
