3.
Las horas iban pasando y parecía que estaba funcionado que el omega recibiera el calor de estar rodeado de sus dos cuerpos, su piel ya no se sentía tan fría al tacto.
-Así es... vas muy bien.-Le susurró en el oído.
Miró la espalda de su hermano y su lenta y rítmica respiración. Había sido muy respetuoso al darles la espalda para ofrecerles intimidad y que su alfa interno no se molestara por haber otro alfa compartiendo su espacio y su lecho, mientras estaba con el omega que era destinado a él.
Sonrió enternecido, adoraba a su hermano y aunque frío en ocasiones, también era alguien muy educado y preocupado por los suyos y por protegerlos. Su sonrisa se corrompió a una de preocupación y dolor, su hermano se merecía ser feliz. Como hermano mayor deseaba la dicha del menor, pero parecía que el destino le había jugado una mala pasada, bueno el destino y la terquedad, el orgullo, la arrogancia y el odio; esas emociones negativas que dominaban el corazón de los dos implicados en esa tragedia, que amara a su hermano no significaba que no supiera que los dos y no sólo el Uchiha, estaban obrando mal. Aunque Izuna era el que más rencor mostraba y el que menos estaba dispuesto a ceder, para ser omega era demasiado arrogante y belicoso, quizás era también por ser el menos afectado con las consecuencias sufridas por no entregarse al que era su alfa destinado. En cambio Tobirama se veía afectado en demasía, pero el muy terco no quería raptar al omega Uchiha y obligarle a aceptarle. Su hermano a veces era demasiado orgulloso y cabezota y no quería verse ligado a alguien a quien consideraba su enemigo, por mucho sufrimiento que eso le causara físicamente.
–No pienso acercar ninguna de las partes de mi cuerpo a ese Uchiha, capaz y me las arranca. Además ese mal carácter que posee y esa rebeldía, no permitiría ni que me acercara para iniciar el apareamiento. Izuna se debe creer alfa y no sabe cual es su maldita posición y no pienso ser yo quien se la enseñe. –Le decía siempre con rabia en su rostro. Porque si, Tobirama era un lo deseo pero no lo quiero cerca de mí sino es para matarlo. Aunque nunca, ninguno de los dos, se acababa de dar el golpe mortal.
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta que el amanecer había llegado. Tobirama empezó a removerse y despertó, se estiró y le miró.
-¿Como va? Tiene mejor color
-Si y su temperatura ha subido, eso es bueno.
-¿Te vas a quedar con él?
-Por ahora si, es muy pronto aun para dejarlo al cuidado de alguien más. Sigue inestable y no ha salido de peligro del todo.
Le asintió al líder. Tenía razón en que aun podía decaer su estado, las primeras veinticuatro horas eran cruciales para su favorable evolución, pues podía caer ante alguna fiebre o sepsis y estando tan debilitado, eso era la muerte del joven asegurada si estaba cerca de alguien menos diestro en conocimientos de sanación.
Tobirama salió a hacer sus tareas, las que le per tocaban y suponía que también tendría que realizar las de su hermano. No era algo que le preocupara, el trabajo duro le gustaba y le ayudaba a cansarse para poder dormir por las noches, además era una muy buena forma de entrenamiento, su cuerpo se fortalecía con las arduas tareas, y le verdad es que su mente también.
Antes de salir dio ordenes de llevarle el desayuno a su hermano a la habitación, le necesitaban fuerte. Aunque hoy el líder dedicara su esfuerzo en vigilar la evolución de su omega malherido, en cualquier momento podrían atacar la fortaleza o tener que ir a proteger sus tierras y territorios de clanes rivales oportunistas. Contra clanes menores era suficiente con él y unos cuantos de sus guerreros alfa. Pero tenían poderosos enemigos, y él más fuerte de esos era el clan Uchiha.
Gruñó cabreado y frustrado por dejar que los pensamientos sobre "su omega" se filtraran en su mente al pensar en el clan del abanico, pero era algo que no podía evitar. ¡Mierda!, todo era más fácil en su vida cuando no sabía que Izuna Uchiha era el omega que el destino le tenía escogido.
De joven su mayor preocupación era no morir ante los enemigos de su clan, entrenar para ser cada vez más poderoso y más capaz de proteger a su manada. Junto a Hashirama, el único hermano que le quedaba, fueron haciéndose más y más fuertes a medida que el tiempo pasaba y ellos crecían. Eran los más poderosos del clan, tanto en nivel de combate, como en técnicas de ninjutsu, como en el nivel de chakra que poseían y ya ni hablar de sus habilidades. Nadie se les igualaba en combate, nadie excepto sus grandes rivales, Madara Uchiha e Izuna Uchiha. Los dos más fuertes del clan del abanico y los ojos malditos. Entonces era normal que los dos Senju más fuertes se enfrentaran a los dos Uchiha más fuertes. Ya parecía una tradición.
Él siempre acababa emparejado en la lucha con el pequeño Izuna Uchiha. Un omega que iba contra su rol de nacimiento, contra ese instinto de sumisión tan típico de los omegas. En cambio estaba ahí peleando contra alfas, seguramente creyéndose un alfa como era él mismo. Y lo que más le molestaba era que el agresivo omega era terriblemente poderoso, estaba a su nivel, al mismo nivel de combate, técnicas y chakra que el de un alfa que era segundo líder de uno de los clanes más fuertes que existían, o sea él.
Además ese maldito omega también tenía la capacidad de resistir la voz alfa. No se enorgullecía de haber usado su voz de mando en una pelea con Izuna, pero simplemente había querido realizar una prueba un día que estaba especialmente molesto por no poder vencer al pequeño y ágil Uchiha. Éste se había quedado tieso y con la mirada más llena de odio que le había visto en esos ojos rojos con las tres aspas, le soltó de la forma más despectiva posible.
–Eres ridículo Senju y das asco, usar ese vil truquito, inútil ante mi, para poder tener la oportunidad de intentar vencerme. No tienes, ni sabes que es ser honorable, aunque seguro que te llenas la boca de eso.
Izuna le había dejado, a él, sin palabras.
–Y tu eres un omega que no conoce su lugar– Me avergoncé de su respuesta justo al soltarla. Era un pésimo intento de salvaguardar mi orgullo herido.
La sonrisa arrogante y despectiva del Uchiha me hizo sentir pequeño, aunque conseguí disimular y seguir con mi porte frío y ajeno a todo. Ese día Izuna me venció y no precisamente en el combate, su victoria había sido aplastante.
Había algo que me desconcertaba en nuestros encuentros con el omega Uchiha, la inquietud que me venía de dentro. Mi alfa que era, mi lobo, siempre se mostraba ansioso al encontrarnos con los Uchiha y conseguía calmarse un poco al divisar al omega pelinegro. Pero ni él mismo entendía esa actitud, ni mi yo racional le veía el sentido a ese actuar. Era cierto que el Uchiha poseía un atractivo por encima de los demás miembros de su clan, y también de otros omegas que yo trataba. Pero su olor me repugnaba, me desagradaba tanto. Hasta que un día comprendí el porque del comportamiento de mi lobo y el porque encontraba repulsivo el olor que venía del omega, no era el suyo. Izuna…
–Tobirama-sama, le necesitaríamos para los árboles caídos por la tormenta del otro día. Entre la vigilancia normal, el vigilar por si se produce otro ataque extraño como el nocturno y el entrenamiento a los más jóvenes… No damos abasto, señor.– Era uno de nuestros alfa veteranos, un gran luchador y muy experimentado en la guerra, cortó mis pensamientos, algo que agradecí.
–Vamos, Tou-san. –Le acompañé dejando la tarea de cavar esa nueva zanja, que actualmente no corría prisa.
Secándome el sudor, fuimos a la parte norte de nuestras tierras para apartar esos troncos. Había hombres cortando las ramas, que nos servirían como leña para el fuego del hogar, mientras que los troncos más grandes y rectos los usaríamos para ampliar muralla, hacer herramientas para el cultivo de los campos y para canonizar agua hacía donde fuera necesaria.
Entre varios alfas movimos los árboles caídos y libres de ramas hacia el interior de la fortaleza y los apilemos hasta que se necesitaran según fuera conveniente.
Comí junto a nuestros hombres, un buen estofado para el frío que realizaron los omegas.
–Tobirama-sama, ¿la luz que iluminó el cielo y la explosión de anoche es un peligro para la manada?
–No creo que se repita, así que no. Igualmente en cuanto acabe de comer iré a explorar.– Aun quedaban unas horas de luz antes de que empezara a oscurecer.– Iré sólo, los demás continuad y estad atentos. Ryo-kun, lleva un bol de este estofado a mi hermano, sigue en nuestro hogar vigilando la evolución del herido que trajimos anoche.
–¿Es un enemigo o es peligroso para los nuestros?–Preguntó el joven, aunque notó la curiosidad en más de un rostro.
–No por ahora, esta demasiado herido. Igualmente lo mantendremos fuertemente vigilado con Hashirama-san. No os preocupéis por nada.
–¿Pero sabéis de que tribu viene o como ocurrió la explosión?
–Esta inconsciente, sólo sabemos que es un omega y ya esta. Pero por sus características no parece de ninguno de nuestros clanes enemigos. –Y antes de que pudieran seguir curioseando. Dejó el bol vacío, agradeciendo por el alimento a los omegas que lo habían realizado. Bebió un poco de agua y se marchó, usando su Hiraishin no Jutsu, la noche anterior había marcado el lugar donde hallaron al omega rubio.
Con luz diurna podía hacerse una idea mejor de lo que había sucedido, se veía más adelante un profundo socavón. Ese era el lugar donde dos fuerzas habían colisionado y causado la explosión que barrio toda la vegetación, rocas y tierra de su alrededor. Era un agujero de unos diez metros de diámetro y un par de metros de profundidad. Partiendo de ahí fue andando, encontrando más de los kunais marcados que encontró en las bolsas del rubio, los fue recogiendo y guardando. Encontró todos los restos del cuerpo del que suponía era rival del omega herido y los junto. Tenían otro emblema, tal como había visto la noche anterior y los ropajes eran del mismo estilo pero de diferente coloración. Lo desvistió, quedándose con las armas que portaba, pergaminos y el protector de la frente. Y quemó todo lo que no encontró de utilidad o que le podría dar algún tipo de información. Los restos del cuerpo los enteró bien profundo. Analizó que había hecho una buena limpieza del lugar, nadie encontraría nada de lo que podría haber ocurrido. Satisfecho con su trabajo volvió a la fortaleza, necesitaba un buen baño y poder analizar junto a su hermano todo lo que encontraran en esos pergaminos, mientras cenaban. Esa noche sería tranquila, pues no les tocaba turno de vigilancia por las murallas de la fortaleza.
Al llegar encontró a su hermano, liberando chakra sanador por la frente del omega y por su cuerpo.
–¿Qué le ha ocurrido?
–Fiebre.– Fue la única palabra que salió de los labios tensos de Hashirama.
Fue a buscar un balde con agua fría al patio y unas telas. Buscaría refrescar la frente del rubio, mientras su hermano con sus técnicas encontraba el posible foco de infección que le causaba la fiebre.
Esa no fue una noche de descanso como había pensado, fue pesada y llena de tensión para el mayor de los Senju. Su omega sufría recaídas y luego tenía picos de mejora para volver a empeorar. Tobirama le estuvo ayudando con los conocimientos de sanación que había aprendido de su hermano. Ya de madrugada el rubio empezó a respirar con mayor fuerza y profundidad, los dos Senju agotados se permitieron descansar.
–Me ocuparé yo de las tareas, Tobirama. Te mereces descansar, lo necesitas.
–Tu también lo necesitas Hashirama.
–No discutas. Yo me pasé el día aquí dentro, vigilando su evolución y fue bastante pacífica hasta que llegó la noche. Tu estuviste trabajando duro para el clan. Dormiré unas horas y mañana me ocuparé yo del trabajo físico, tu cuídale y descansa. Te enviaré a alguien para que lo vigile mientras tu descansas.
Esas horas hasta el amanecer, Hashirama cerró los ojos durante unos instantes, relajando por fin su cuerpo después de la tensión que había vivido por el estado del que tenía que ser su omega.
Mientras él aprovechaba para lavarse, pues con el ajetreo del omega aun no había podido quitarse el sudor de esa dura jornada. Aseado por fin y sintiéndose limpio, se tumbó en su futón a descansar.
