7.

Hacía tiempo que no veían al clan Senju por ningún lado… A ver si con un poco de suerte alguien se los había cargado… Realmente sabía que no tendrían esa suerte pues el clan Senju, junto con ellos, eran de los clanes más poderosos que existían. Aunque esperar que el invierno hubiera terminado con ellos, sobretodo con Tobirama, tampoco estaba mal… Era una buena fantasía. Si ese maldito muriera él sería feliz, su omega protestó muy airado por esos malos pensamientos y él bufó… Maldijo al destino como llevaba haciéndolo tanto tiempo, desde que se descubrió que ese maldito albino era su alfa destinado.

Él nunca se rebajaría a tener a tal macho como pareja. Él no necesitaba ningún alfa que previera por él y por sus necesidades, un macho que le cuidara, cazara para él y todas esas tonterías. Un alfa que le montara y con el cual aparearse… Él era Izuna Uchiha, y aunque era omega, su poder era tal que había conseguido encumbrarse como segundo líder indiscutible del clan Uchiha. Y no se había ganado ese puesto por el echo de ser hijo del antiguo líder del clan, Tajima Uchiha, ahora ya muerto desde hacía unos años. Tampoco le habían regalado ese puesto por ser el hermano menor del actual líder del clan, Madara. Se había ganado ese lugar a base de trabajo, entrenos, esfuerzo y peleas para demostrar su poder y su valía en combate. Y gracias a su trabajo duro, su gran capacidad y su potente chakra, ahora era respetado dentro del clan y temido por sus enemigos. Nadie en su sano juicio que le viera y, oliera que era un omega, se atrevería nunca, jamás de los jamases a intentar robarlo para convertirlo en su hembra. Tendrían que estar muy locos y despreciar mucho su vida como para intentar algo tan temerario como eso. Y los pocos que lo habían intentado, habían muerto bajo el filo de su afilado acero. Eran tan ridículos que no había requerido el uso de ninguna de las técnicas ninja que conocía para eliminarlos.

Como iba pensando, desde hacía meses no habían tenido ni noticias ni avistamientos de ningún Senju, además de que su clan había estado ocupado luchando contra otros clanes cercanos para conseguir riquezas y más tierras útiles y fértiles. También habían estado comerciando con otros clanes para conseguir mejores suministros para superar ese duro invierno y que sus guerreros y demás miembros que formaban el clan se mantuvieran fuertes y no enfermaran. Otro de los trabajos en los cuales se habían mantenido ocupados era en ser mercenarios, dejándose contratar por ricos Daimos y otro señores de la guerra. A cambio de una cuantiosa cantidad de oro, pieles, alimento y semillas; los ricos señores podían tener a batallones de shinobis Uchiha peleando sus batallas… Y ganándolas. De esa forma superaron el crudo invierno perfectamente, tenían alimento, madera para reforzar y aumentar las cabañas y murallas de su bastión, también para crear fuegos y calentarse. Animales para criar y sacrificar para obtener más carnes que condimentaban para que no se malograra, pieles y ropas gruesas para todos… Si, habían tenido una gran abundancia y todos los miembros que formaban el clan habían superado esos meses invernales, desde los más fuertes hasta los más débiles, no habían perdido a nadie por enfermedad. Y los que habían muerto eran por vejez, por heridas de las batallas y algún omega o alguna beta que no había superado el parto, pero eso era lo más normal que podía suceder, era ley de vida.

Y ahora el frío se estaba yendo, todo sería muchísimo más fácil a partir de ahora… Aunque el recuerdo de la primavera le hizo soltar un leve rugido gutural. La subida de temperaturas y el florecimiento de árboles y flores… Pero también había otro florecimiento que no le gustaba nada y menos desde que sabía quien era su destinado. Dentro de poco el celo afectaría a omega solteros y omegas enlazados pero aun sin estar gestando o que no tuvieran cachorros muy pequeños.

Menuda tortura era el celo últimamente, tres días lleno de hormonas, necesidad y lujuria pura esperando a su macho destinado, en su caso, para que le montara y con un poco de suerte le reclamara. Ésta era su mierda actualmente, deseo sin control por sentir a Tobirama aprisionarlo contra el suelo en esa maldita postura sumisa mientras él le mostraba el trasero y lo lubricado que estaba para que le metiera su pene, se aparearan y de esta forma el nudo se trabara en su interior y le diera su abundante semen, a la vez que le mostraba su nuca para que el alfa le clavara con fuerza sus dientes y así le marcara como a su omega, y todo para conseguir gestar cachorros en su fértil vientre. ¡ARGH! Era una situación tan humillante si lo pensabas fría y racionalmente, el problema es que estando en celo todo raciocinio desaparecía y sólo quedaba la jodida conducta instintiva de conseguirse un macho, con su nudo, su esperma y la futura cría que harían juntos.

Antes de que todo se descubriera era mucho más fácil encarar un celo… Su hermano le buscaba un par de betas, los cuales estaban castrados para así evitar marcas y cachorros. Y él y esos betas que le entraban en su zona de confort, se pasaban los tres días que le duraba el celo a un omega (de promedio), copulando como descosidos, hasta que quedaban agotados. Esos si eran buenos tiempos, tener esos esclavos castrados para satisfacer las necesidades de los omegas no enlazados que había por el clan, siempre y cuando esos omegas no decidieran pasar su celo con un alfa, aunque luego se tenían que arriesgar a que la tela de cuero que se ataban al cuello fuera rota en un arrebato del alfa. Los alfas se ponían muy frenéticos ante el celo de un omega, el aroma embriagador que liberaba el omega y las feromonas que contenía el lubricante que segregaban por el ano les era demasiado tentador, sobretodo en los alfas solteros que eran los únicos que podían responder al llamado de un omega no enlazado. Así que poniéndose una tira de fuerte cuero en el cuello, los omegas podían intentar evitar ser marcados sino lo deseaban, pero el riesgo ante el frenesí sexual en el que entraba el alfa era demasiado peligroso y éste podía acabar rompiendo el cuero ante los numerosos mordiscos que le daban al mismo para llegar a morder a ese delicioso omega con el cual se estaban apareando… Su deseo de reclamarlo como pareja era superior.

A otra de las cosas con las que te podías topar siendo omega en celo dispuesto a probar el saciarte con un alfa, era a quedar preñado. Aunque, cierto es que la posibilidad aumentaba si el alfa conseguía marcar tu nuca, igualmente había ese riesgo por mucho que consiguieras que no se diera el mordisco de reclamo. Para evitarlo tenías que confiar en la efectividad del té anticonceptivo, aunque bueno… Efectivo al cien por cien no lo era.

Sólo una vez había querido probar como era estar con un alfa en uno de sus celos, después de escuchar como los omegas más mayores hablaban maravillas de lo increíble que era. Y si, ciertamente estar con un alfa en tu celo era mil veces superior a estar con los betas que le conseguía su hermano. Los alfas eran realmente intensos, poseían la misma intensidad que cuando él estaba en celo. Fue maravilloso, aunque luego estuvo semanas sufriendo por si le habían conseguido preñar, saber sobre seguro si el té había funcionado… También recordaba entrar en el recinto, que supondría su territorio durante ese celo que pasaría con el alfa, con miedo por si la gruesa tira de cuero atada a su cuello resistiría los ataques de los afilados y potentes dientes del alfa escogido para sus días. La verdad es que el cuero resistió de milagro, le fue bien justo no terminar atado a ese macho. La conclusión era que prefería no arriesgarse para no terminar atado a nadie… Se decidió que seguiría con sus betas y ya está, por mucho que los apareamientos con beta no fueran tan increíbles e intensos.

Suspiró, ahora ese problema ya no lo sufría. Desde que su omega aceptó al alfa de Tobirama y que éste también parece que le reconoció como a pareja destinada, todo por culpa de ese maldito día en el lago… Desde entonces sus celos los pasaba en solitario, pues su pantera no aceptaba a ningún macho, ni alfa ni beta, cerca. Ningún macho que no fuera el que el destino le había escogido. Así que Madara le encerraba en una casa, llena de barreras de sellado para que no pudiera salir a buscar a su alfa, ni que tampoco pudiera llamarle para que el macho acudiera a montarlo. Y tenía que sufrir el dolor y el calor de estar en celo, usando sus manos para intentar calmar un poco esa necesidad. Y quedando tenso por el placer no saciado y dolorido de tanto intentar masturbarse para liberarse un poco. Lo odiaba.

Recuerda cuando su primer celo llegó y su hermano le ayudó, escondiéndolo de los alfas no enlazados y llevándole un beta que ya se usaba para ese fin, un esclavo que se dedicaba a saciar a omegas solteros, omegas que aun no habían encontrado o aceptado a su alfa. Ahí descubrió que dejaba agotado al beta en cuestión y que para futuros celos necesitaba dos de ellos, mínimo. Y la segunda cosa que descubrió fue que su padre quería comprometerlo por el hecho de ser un omega, quería usarlo como mercancía para forjar una fuerte alianza con otro clan.

Y aunque hasta ahora había demostrado que podía pelear, su padre siempre le retenía de hacerlo, no le dejaba mostrar todo su potencial y eso era algo que odiaba. Por suerte, Madara, fue su mayor aliado. Siempre que su hermano iba a entrenar se llevaba a Izuna y se pasaban horas luchando uno junto al otro, cada vez dando más de ellos mismos, forzándose, peleando hasta la extenuación. Y fue gracias a Madara y, a su propia capacidad y deseo de superarse y ser el más fuerte para su clan, que consiguieron hacer cambiar de opinión a Tajima. Su progenitor dejó de verlo como a un simple omega destinado a enlazarse con un alfa y parirle las crías; para verlo como el gran guerrero que era. Y le nombró mano derecha del líder del clan, ser la mano derecha de su hermano mayor le llenaba de orgullo, le estaban reconociendo el trabajo realizado al margen de su género. Y además, Tajima no se metería más en su vida ni insistiría en enlazarlo, le daba libertad al ser segundo líder.

Desde entonces Izuna iba a las batallas "perfumado" en aceites para esconder su género omega, su aroma. Quería batallas justas e intensas, y no que los alfas con los que combatieran se quedaran oliendo su dulce aroma y le trataran con deferencia y con intenciones de robarlo para llevárselo a su clan. Tampoco quería oler las feromonas de macho, aroma que liberaban con la intención de afectarle y que "cayera" por ellos. Y otro de los motivos por los cuales camuflaba su esencia es porque había descubierto que Tobirama Senju poseía un olor que le atraía y consultándolo con las viejas matriarcas omegas de su clan, eso solía ocurrir cuando descubrías al que sería tu alfa destinado, por suerte en cuanto lo había olido se había alejado veloz de él… Lo suficientemente rápido como para que su omega interno, su pantera, no emitiera el llamado de aceptación y reconocimiento hacía ese alfa, buscando reclamarlo y, a la vez, ser aceptado por ese macho.

No, definitivamente no quería nada de un maldito Senju. Esos aceites también eran lo suficientemente fuertes como para que su omega no oliera al alfa y le aceptara como propio. Fue inteligente en usarlos, y sabía, porque le había visto arrufar la nariz, que el alfa albino no soportaba esos olores, lo que le causaba gracia. Ni la maldita rata albina había descubierto que él era su omega, ni su pantera había podido liberar su instinto llamando al que era su destino… Y todo gracias a esas fuertes esencias aromáticas.

Pero, todo se torció ese maldito día de hace un par de años… ¿Por que se les ocurriría ir al lago? ¡Ah, si! Hacía mucho calor y con Madara habían estado entrenando muy duramente durante horas. Necesitaban refrescarse para esa calurosa mañana. Él había estado en el pre celo, pero no le preocupaba… Eso sólo significaba que su aroma empezaba a ser más dulzón y llamativo. Pero también sabía que cualquier alfa que fuera tan estúpido como para acercarse se iría por su propio pie al ver a los dos líderes Uchiha dispuestos para una buena pelea. Y si era tan necio como para insistir… Bueno, su cadáver destrozado y quemado sería lo único que hallarían de ese alfa idiota.

Estaban refrescándose cuando notaron las presencias del grupo de Senjus, cada vez más cerca de su posición hasta que los vieron. Y ahí empezó el desastre en su vida…

–Maldito destino y maldito Tobirama.– Maldijo ante el recuerdo de ese momento.

Mi olor real, pues los aceites habían desaparecido al quitarse el haori para entrenar, al sudar y al lavarme, era fuerte y estaba presente. Y Tobirama lo olió. Noté su intensa reacción, como su alfa interno se había dado cuenta de que delante tenía a su omega destinado. Y con su gruñido potente y su avance hacía nuestra posición, movimiento que fue interrumpido por mi hermano, mi pantera ronroneó al oler a su macho y aceleró el proceso de celo. Mi omega buscaba que se realizara la monta, que el ritual de apareamiento fuera cuanto antes, aunque hubiera público delante. Quería que su macho copulara con ella, anudara y nos preñara. Junté mis muslos y apreté mis músculos anales para controlar la lubricación que empezaba a producir para incitar más a mi alfa. Apreté los dientes para controlar cualquier sonido que pudiera liberar para demostrar mi predisposición, yo no necesitaba un macho y menos que este fuera Tobirama Senju, por muy bien que oliera. Ese agradable aroma a tierra mojada, lluvia y lavanda. "NO" gruñí internamente buscando parar eso. Yo no era ningún omega necesitado, no me comportaría como una hembra sumisa ante esa rata albina. Me moví un par de pasos hacía atrás en claro rechazo de todo eso, ante el llamado del lobo de Tobirama, que seguramente olió mi necesidad.

Bufé al alfa y negué sin quitarle la vista de encima, retándole. Sus feromonas me afectaban, pero no así su voz de mando. Le enseñé los dientes en clara agresividad, mientras mi hermano seguía tenso dispuesto a la batalla contra cualquiera que fuera a por nosotros, especialmente centrado en el albino, pues era éste el que estaba más cerca nuestro y con claras intenciones de robarme. Más parece que el Senju recapacitó al ver mi rechazo y las claras intenciones de Madara de matarle si hacía un paso más.

Mi hermano retrocedió aprovechando el estado afectado de Tobirama ante el rechazo, oliendo su dolor y molestia ante mi negativa de aceptarle. Me sostuvo de la cintura, pues mis piernas estaban temblorosas por estar luchando contra ese celo que se me había adelantado al oler y reconocer a mi alfa. Y desaparecimos con un sunshin no jutsu.

Mi omega se entristeció y maulló al llegar al clan, pero no podía querer aceptarle, estaba seguro de que el Senju era un 'alfista' que creía que el omega tendría que estar encerrado en casa cumpliendo sus funciones de buena pareja, cocinando para su alfa y abriéndose de piernas para cuando llegara el macho y quisiera montarle... Seguro que era de los que creía que los omegas sólo servían para parirles las crías a los alfas.

Yo no era así, yo me haría respetar, yo era un omega guerrero y era un segundo líder, nunca sería la pareja que se queda en casa esperando que el alfa les proteja y les alimente. Y eso mi futura pareja, si es que algún día llegaba a aceptar a alguien, tendría que comprenderlo. Aunque ahora esa idea tendría que ser eliminada, mi omega no aceptaría a nadie que no fuera su alfa destinado… A no ser que éste muriera.

Al llegar a nuestro territorio, después de ese encuentro, recuerdo que Madara me dejó en casa y fue a buscar a los betas que me tendrían que ayudar a pasar ese celo. Esta vez no fue así… Mi pantera se puso agresiva y atacó e hizo huir a esos machos que hasta ese momento se habían ocupado de mis estros. No aceptaría a nadie, esos no eran su destinado. Desde ese día los celos los pasé en solitario, sufriendo el dolor e intentando calmar la necesidad con mis propias manos. Desde ese día odiaba que llegara la temporada de celo.