Harry abre los ojos lentamente cuando despierta. Los párpados aun le pesan y a medida que pestañea se siente desorientado.

Puede ser que debido a la poción que ingirió o porque se recostó cerca de las tres de la tarde y el cielo ya estaba oscuro en ese momento, pero no sabía cuánto tiempo había estado en cama.

Puede que no hubiesen sido más que un par de horas como puede ser que hubiese sido un día entero, pero cualquiera fuese el caso, se sentía muchísimo mejor. Se sentía tan descansado y en paz en la calidez que le proporcionaba su cama que ni siquiera quería moverse.

Su habitación estaba a oscuras a excepción de aquello que escasamente alcanzaba a iluminar la ventana con las cortinas descorridas y que formaba sombras disformes. Bajo la puerta, también entraba un rastro de luz y si prestaba mucha atención podía oír las voces de sus amigos a lo lejos.

A tientas busca las gafas y su varita en la mesita de noche y cuando las consigue, conjura un tempus.

Las diez de la noche.

Sin problemas se hubiese quitado nuevamente sus lentes y se hubiese acurrucado para continuar durmiendo, pero no solo el estómago estaba en contra, sino que también tenía que verificar que Ron y Hermione estuviesen bien y no se sintiesen obligados a quedarse para cuidarlo ni mucho menos.

—Harry -Ron es quien lo ve ingresar a la sala, dedicándole una sonrisa. Hermione se voltea.

—¿Cómo te sientes? -le pregunta la castaña.

—Muchísimo mejor. Necesito dormir así siempre -responde, robándole a Ron de las manos una galleta salada antes de sentarse en una butaca frente a ellos. —¿Ya cenaron?

Hermione asiente.

—Te hemos guardado la cena en la cocina, por si quieres comer -le dice Ron.

No había sido consciente del hambre que tenía hasta ese minuto, así que sin esperar invitación se incorpora de un salto para ir a la cocina por la comida.

—Chicos, por cierto, estoy bien… -les dice, cuando vuelve con un plato humeante de pastel de papas. —No se sientan obligados a quedarse.

—No digas nada, Harry, nos quedaremos -sentencia Hermione, encogiéndose de hombros. —Además ¿Cuándo fue la última vez que pasamos la noche los tres juntos?

Harry y Ron intercambian una mirada cómplice, pero ninguno alcanza a hacer algún comentario pues sus sonrisas los delatan y Hermione entiende lo que están por responder.

—No se atrevan a decir que cuando buscábamos los horrocruxes porque eso no cuenta.

—No especificaste -dice Harry.

La chica rueda los ojos antes de hablar.

—¿Qué dicen? ¿Vemos una película?


Como Harry había dormido todo el día, no tenía ni una pisca de sueño cuando Ron y Hermione se fueron a la cama a eso de las tres de la madrugada.

Así que, en su habitación y sin nada que hacer, no puede evitar que vuelva a su mente lo ocurrido en la mañana.

En ese momento, luego de haber descansado lo suficiente gracias a la poción y de pasar una tarde buenísima con sus amigos, hasta le parece ridícula la situación. Tan irreal como si hubiese estado soñando. ¿Él hablando con alguien que nadie más podía ver?

Sin embargo, después de darle un montón de vueltas al asunto, cuando ve que el cielo apenas está aclarando un poco, se incorpora. Se sienta en su cama mientras se envuelve con el edredón.

No se explica por qué, pero se aclara la garganta y luego susurra.

—¿Malfoy?

Draco Malfoy tampoco lo entiende. Si tuviese que ponerse a explicarlo no podría.

En ese instante estaba en Noruega, en un pequeño pueblito mágico que había visitado con sus padres cuando tenía diez años, poco antes de entrar a Hogwarts, y que el solo recuerdo de ese fin de semana le hacía sentirse confortado y seguro.

Recorría los pasillos angostos del hostal en que se había alojado esa vez, cuando de pronto escucha la voz de Potter.

Se detiene y la escucha una segunda vez. Confundido se da una vuelta completa para mirar a su alrededor y luego de asegurarse de que definitivamente no estaba ahí con él, se pregunta si acaso Potter tenía razón y se estaban volviendo locos.

De todas formas, antes de buscar cualquier explicación, se le ocurre volver al apartamento del pelinegro. Y por alguna extraña razón, a su habitación, específicamente.

Y ahí se lo encuentra. Sentado sobre su cama, envuelto con el cobertor.

Se sobresalta y le dedica esa cara de sorpresa que ya comenzaba a irritarle.

—Potter -le dice, molesto —Si vas a negar mi existencia ¿Para qué me llamas?

El aludido separa los labios para responder, pero de ellos no sale ni un sonido, como si no supiera que decir exactamente.

—¿Has estado siempre acá? -pregunta, adoptando una expresión de valor.

—No, te escuché y vine. -le responde, seco. Quizás demasiado porque Potter chasquea la lengua y le mira con cierta consternación.

—Ponte en mi lugar. ¿No es extraño… todo esto?

—Mira, yo tampoco lo entiendo. Eres el único que puede… bueno, que puede verme y de verdad no sé por qué.

—Y justamente por eso pienso que ahora estoy hablando solo y que nada de esto es cierto. -le explica.

—Tú no eres real -le escupe, exasperado. Lo sabe, respuesta infantil. Potter lo mira confundido por un instante y luego pelea contra una carcajada.

—¿Hay algo que pueda asegurarme de que esto está ocurriendo?


Había sido idea de Malfoy, o aquello de su cabeza que decía ser Malfoy.

Algo simple, pero que podría dar resultado. Y lo único que necesitaba es que Ron estuviese despierto.

Pero a él ya le estaba entrando el sueño nuevamente y faltaban un par de horas para que amaneciera.

—Potter -Harry se sobresalta. Levanta la cabeza de golpe y se da cuenta de que en algún momento había cerrado los ojos —Weasley está en el baño.

—¿Y eso qué?

—¿Quieres que te confirme que no estás loco o qué?

Harry asiente y se frota los ojos para espabilar. Luego se dirige a su escritorio y toma de ahí un pergamino y una pluma.

Camina hasta el baño y se queda en la puerta esperando a que su amigo saliese. Piensa en lo estúpido que sonará y en lo confundido que se sentirá Ron, pero sabe que, a pesar de todo, no le hará demasiadas preguntas y lo dejará estar. Al menos por un tiempo.

—Ron -el pelirrojo, quien no se esperaba tener un vigía, retrocede asustado.

—Harry ¿Ya te levantas? -pregunta, cuando se da cuenta de que es él.

—No, pero necesito un favor.

—Claro, dime -responde, bostezando.

—Necesito que escribas tres palabras en este pergamino. Yo no puedo verlas ni saber cuáles son. Intenta escribir algo que yo no pueda adivinar. Luego lo dejas en la sala, y vuelves para que yo te las diga.

Ron lo mira como si no hubiese entendido ni media palabra. Es más, se frota con fuerza ambos ojos como si no diese crédito a que está despierto.

—¿Qué? -dice, finalmente.

Está tentado a decirle que no le haga caso. Que es una tontería y que mejor vuelva a la cama, pero quiere salir tanto de la duda que le importa un comino sentirse estúpido.

Le tiende el papel.

—Tres palabras. Lo que se te ocurra.

Ron lo mira otro momento con el ceño fruncido, pero luego, sin hacer más preguntas, toma el pergamino y la pluma. Le da la espalda, garabatea algo y le dedica una última mirada antes de caminar hasta la sala y dejar el papel en alguna parte.

Cuando vuelve se cruza de brazos.

—Ya está ¿Y ahora?

—Te diré lo que escribiste -dice. Mira por el pasillo en el que Ron se había perdido. Malfoy le lo había seguido y en ese minuto debería estar leyendo el pergamino.

—Bien.

—Escribió -dice Malfoy, apareciendo a su lado —"Me preocupas, tengo sueño" y, esas son más de tres palabras, pero lo obviaré, hizo un dibujo de un perro haciendo pis. O algo así. La verdad yo deduzco que era eso.

—Me preocupas -repite Harry, pero a Ron —Tengo sueño y un dibujo. De un perro creo.

Ron entrecierra los ojos.

—Ya ¿cómo lo has hecho?

—No lo sé -miente. Ron lo mira suspicaz.

—¿Tienes otro pergamino?

Harry asiente y se gira para entrar a su cuarto. Ron le sigue.

—No te diré donde dejaré el papel esta vez. -le dice, saliendo del cuarto. Malfoy sale detrás de él. Al cabo de unos minutos, el pelirrojo se vuelve a aparecer en su habitación. Levanta ambas cejas y se cruza de brazos —¿y bien?

—Lo ha dejado en la cocina -le dice Malfoy —Y, cito textual: "Dime q' hechizo estás utilizando?". Sí, no escribió la palabra "que" porque al parecer se ahorra mucho tiempo omitiendo dos letras.

Harry se lo repite al pelirrojo.

—Harry, dime -le insiste —¿Cómo lo haces?

—Ahora no te lo puedo decir -le responde —Y es que ni yo estoy seguro de cómo lo hago.

Ron entrecierra los ojos.

—No tiene que ver con Voldemort ¿verdad?

—No, Ron, no.

—¿Te das cuenta de que esta habilidad tuya nos habría sido de mucha ayuda en Hogwarts? Nos hubiese ido increíble en los exámenes. -comenta, bostezando en las últimas palabras.

—Si, ya lo creo.

—Bien, seguiré durmiendo, Harry.

—Descansa, nos vemos en un par de horas.

—Descansa también.

Harry entra a su habitación. No escucha los pasos de Malfoy tras su espalda, pero sabe que lo sigue.

—Te dije que soy real -le apunta con un dedo. Luego repara en su oración —Nunca pensé que diría eso.

Y a Harry de pronto le invaden demasiadas emociones como para poder comentar algo.

Malfoy estaba muerto, pero ahora lo tenía ahí.

Frente a frente.

Tal como lo recordaba. Tal como lo había visto la última vez antes de que comenzaran a intercambiar cartas a diario. Con el cabello rubio tan peinado y una túnica elegante como si todos los días se presentase al trabajo.

Lo mira a los ojos en el momento exacto en que Malfoy suaviza su mirada, como si comprendiese su mutismo. Entonces se aclara la voz.

—Al fin nos vemos, Harry.

Harry se las arregla para dibujar una sonrisa aun cuando siente que una lágrima resbala por su mejilla y un nudo en la garganta amenaza con quebrarle la voz. Malfoy le sonríe de vuelta y él se dice a sí mismo que mantenga la calma.