La mansión de Zabini estaba circundada por una monumental verja de hierro forjado que, con la luz de la puesta de sol, podía llegar a resultar ligeramente escalofriante.

En el centro de las puertas principales se formaba un escudo con una "Z" en medio, señal de que la residencia, al igual que la de todas las familias ricas del mundo mágico, había albergado a generaciones y generaciones de ésta.

Harry la contempla por un instante, totalmente dispuesto a seguir con sus planes aun cuando eso implicara romper un montón de reglas.

Se acerca, y a penas está a un metro de distancia cuando un elfo se aparece frente a él, haciendo una exagerada reverencia antes de hablar.

—Mis cordiales saludos y bienvenido a la mansión Zabini -le dice —¿A quién tengo el gusto de saludar, Señor Potter?

Harry evita reírse y se limita a responder.

—Soy Harry Potter y estoy en busca de Blaise Zab…

No alcanza a terminar de hablar cuando la voz del aludido lo interrumpe desde alguna parte. Los ojos de Harry lo buscan y lo ve acercándose hasta ellos, dejando atrás una pérgola con butacas y una fogata en medio.

Las puertas se abren y cuando está frente a él, el chico le tiende la mano.

—Potter -le dice a modo de saludo mientras Harry le estrecha la mano. —¿A qué se debe esta visita? -pregunta.

Harry no había visto a Blaise Zabini desde que habían salido de Hogwarts, a excepción de el día que se lo topó en el funeral de Malfoy, pero no le había prestado especial atención, a decir verdad.

El chico no había cambiado demasiado. Parecía un poco más corpulento y su mirada había adoptado ciertos matices de madurez, pero tampoco es que hubiese pasado mucho tiempo desde que dejaron el colegio.

—Zabini, perdón por presentarme sin avisar, pero necesito hablar contigo. -le comenta —Es por lo de Draco.

El antiguo Slytherin le dedica una mirada suspicaz por unos segundos, como evaluando la situación, y Harry mantiene fijo los ojos sobre los suyos hasta que el otro finalmente asiente.

—Sabía que vendrías por acá, Potter. -le asegura. —Y casi intuyo lo que me dirás. -agrega, haciéndole una señal para que ingresara a los jardines. —Vamos, sígueme.

—Sólo quiero hacerte un par de preguntas, es todo.

—Lo sé, pero me imagino lo que estás pensando. -le suelta mientras hacían camino hacia la entrada de la mansión. —Yo no lo hice, Potter. Era mi mejor amigo, no habría podido hacerlo ni por todo el oro del mundo.

—No vine hasta aquí para acusarte, Zabini.

El aludido levanta las cejas, sin creer demasiado en sus palabras, pero no lo comenta.

Las puertas de roble ante él se abren y con un ademán el moreno le indica que pase a la estancia.

—Llámame Blaise, por cierto. -le dice, mientras lo conduce hasta una sala con enormes ventanales. —¿Te puedo ofrecer algo? ¿Té? ¿Whisky?

—Un té estaría bien.

Blaise asiente, se gira y mira hacia el elfo que venía caminando tras ellos.

—Greal, trae dos tazas de té.

—Sí, mi amo.

—Toma asiento, Potter.

Harry obedece. Se sienta en la butaca más cercana mientras el anfitrión toma asiento frente a él.

—Bien ¿y por dónde empezamos? -le pregunta, levantando una ceja.

—En primer lugar, quiero decirte que lamento mucho lo de Draco. -le dice —Yo sé que ambos eran muy amigos.

—Gracias, Potter. -responde, y luego de una pausa, agrega —Lo lamento por ti también. Supe sobre ustedes. Lo que tenían o iban a tener…

—No le conté detalles -salta Draco, quien se había puesto a recorrer el salón.

—Gracias, pero prefiero no hablar de eso -le comenta Harry. Blaise le mira con una ceja en alto.

—Que yo sepa, Potter, esto no es una visita de auror ¿no? —le suelta, desinteresadamente —Ya que de lo contrario, me tendrías que enseñar la autorización firmada por el jefe se Seguridad Mágica, y además, me tendrías que enseñar tu placa. Y por supuesto, tendrías que venir de uniforme. Entonces, como no se cumple nada de esto, supongo que también puedo hacerte preguntas ¿no?

Harry se lo queda viendo, y es recién en las últimas palabras en que capta el tono amenazador del chico. Draco detiene su pasea por la sala y también le mira confundido.

—Sí, claro, tienes razón -le responde Harry, aparentando tranquilidad y fingiendo que no se ha sentido atacado. —Pregúntame lo que quieras, pero me gustaría mantener discreción con mi vida privada.

—Claro, Potter, no te preguntaré nada demasiado íntimo.

—Y llámame Harry.

Blaise asiente.

Con un plop reaparece el elfo doméstico entre ellos portando una bandeja de plata con delicadas tazas de porcelana llenas de líquido humeante. Harry no puede evitar desconfiar del contenido, pero decide aceptarla y llevársela a los labios luego de agradecer.

Té negro, nada mal.

—Draco me contó que tú y él se escribían muy a menudo de forma un poco más ¿cómo lo decimos? Personal.

El rubio chasquea la lengua.

—Joder, Blaise, si hubiese sabido que eras así de bocazas no te cuento nada -reclama de brazos cruzados junto a su antiguo compañero.

Harry asiente a Zabini.

—Eso verdad. Me imagino, entonces, que estabas al tanto de que el día en que almorzaste con él íbamos a quedar.

—Claro que lo sabía. Lo que no me dejó muy claro es ¿qué pretendían? ¿Se acostarían y ya?

—No, pretendíamos algo más que un polvo, pero eso no viene al caso.

Blaise sonríe.

—Por supuesto. -suspira —Y bien, ¿Qué has venido a preguntarme?

—¿Quería saber por qué estabas tan interesado en incluir a Draco en tu empresa?

Zabini se remueve en la butaca y rueda los ojos, como si estuviese cansado de responder siempre lo mismo.

—Ustedes los aurores no tienen más preguntas ¿verdad? -dice—Bien, como ya lo respondí un montón de veces, Draco trabajaba en una fórmula que daría inmunidad a la viruela de dragón. Actualmente hay una cura, pero no es muy efectiva.

—¿Tú querías que fuera tu socio?

—Claro. Podría haberme conformado con la compra de derechos, pero sabía que Draco continuaría elaborando nuevas pociones, las que luego Theo podría replicar sin problemas, e incluso aportar en esas investigaciones. Incluir a un nuevo socio haría que las utilidades se repartiesen entre más personas, pero la sola poción en la que Draco trabajaba nos triplicaría las ventas. Nos convenía mantenerlo con nosotros y no que se adelantase la competencia. Y, para qué estábamos con cosas, a Draco también le convenía. No tendría que invertir nada para la producción de la poción y se ahorraría toda la parte complicada de tener que comercializarla él mismo.

—¿Había otras empresas en conocimiento de esta poción?

—Me atrevería a decir que éramos los únicos.

—Lo eran -le dice Draco quien ahora estaba mirando por la ventana.

—La fórmula -pregunta Harry —¿La tenían?

—Draco no nos reveló demasiado, más que algunos ingredientes que debíamos traer desde otros países.

—¿Entonces, sabían qué ingredientes necesitaba?

—No todos, y aunque los hubiésemos tenido no puedes hacer mucho si no sabes la preparación.

—Pero tú dijiste en tu declaración que Theodore era el segundo mejor pocionista del país

—Lo es, pero te insisto en que no hubiésemos obtenido nada sabiendo solo los ingredientes.

—Eso es cierto, Potter -le dice Malfoy.

—¿Qué piensas sobre que Theodore hubiese estado en contra de que Draco se uniera?

—Pienso que no evaluó bien las opciones. Prefería el dinero. Sabía que comprar derechos era mucho mejor que asociarse a alguien. Y claro, a corto plazo es cierto, pero es al futuro donde tiene que apuntar una empresa.

Harry asiente, reflexiona por un instante las palabras de Zabini mientras bebe un sorbo de té.

—Bien, me gustaría pedirte un favor. -dice, luego de una pausa —En serio quiero llegar al final de esto.

—Depende de cuál sea ese favor, Harry. -responde Zabini, dejando su taza de té vacía sobre la mesita de centro mientras se levanta de su butaca para ocupar la que estaba a su lado.

—Me gustaría que me llevaras a conocer tu empresa. Simplemente para saber como funciona… Que me cuentes un poco de que trata y eso. Nada complicado.

Blaise se lo piensa por un instante y luego de una pausa asiente. Harry decide ignorar que en ese momento la butaca del chico se aproxima más a la suya, eliminando casi por completo la distancia que había entre ellas.

Sus ojos buscan por un breve segundo a los de Draco, pero éste miraba con las cejas arriba a su amigo.

—Claro, podría. Y lo haré. Pero siento que me estás acusando de algo. -le dice Blaise

—No te estoy acusando de nada. –"Pero quiero asegurarme de conocer a quiénes trabajan ahí y cómo se trabaja" piensa.

El antiguo Slytherin se inclina un poco más hacia él, sólo un poco. Nada alarmante, pero le mira con esa expresión que a Harry le recuerda a las miradas que uno intercambia en un bar un sábado a media noche.

—En todo caso, Harry -le dice, mientras una de sus manos cae cerca de la suya y Harry sabe que no se está imaginando que los dedos del otro lo rozan. —A mi me parece algo muy extraño que alguien mate a otro solo por una poción ¿no?

—La avaricia no discrimina -responde.

—Basta con un simple hechizo desmemorizante… -reflexiona —O un poco de la imperius, igual de ilegal que el Avada Kedavra, pero menos grave ¿me entiendes?

—No mucho. –responde Harry, alejando su mano de la de él.

—A mí no me parece razón suficiente para asesinar a alguien.

Potter se incorpora y Zabini al instante le imita antes de hablar:

—Draco tenía razón. Crecer te sentó bien, Potter.

—No puedo creer que Blaise esté coqueteando contigo -suelta Malfoy, perplejo. Harry tampoco lo entiende y se siente más confundido que nunca.

—¿Gracias? Ahora, si me disculpas, debo retirarme.

Blaise asiente, pero de todas formas sus dedos le envuelven la mano y de un tirón lo atrae hacia él. Sus cuerpos se tocan y antes de darse cuenta, el chico lo está empujando contra la pared más cercana. Se inclina como si fuese a besarlo, pero en lugar de eso, la punta de su varita le presiona con brusquedad el cuello.

Rápidamente Harry se lleva la mano al bolsillo de su varita para tomarla antes de que Zabini pudiese alcanzarla.

—Draco no quería darse cuenta, pero yo encuentro muy extraño que de pronto te hayas interesado en él -le suelta molesto, con los labios fruncidos. —Justo antes de encontrarse contigo lo asesinaron, y tú, de todos eres el que más motivos tenías para matarlo. ¿no?

Draco se queda perplejo ante la situación. Conociendo el lado impulsivo de Potter, imagina que es cuestión de segundos para que, de un conjuro o de un golpe, lance lejos a Blaise. Pero a Zabini también se le daban defensa contra las artes oscuras y ya podía pronosticar un duelo terrible entre ambos.

Y no había nadie para detenerlos.

Para su total sorpresa, nada de eso ocurre. Potter ni se inmuta ante las acusaciones de Blaise. Y, como si no le estuviesen enterrando la varita en el cuello, sube ambas cejas, mira a los ojos a su contrincante y le habla calmadamente,

—¿Y esos motivos cuáles son?

—No lo sé -le suelta —Tú dímelos.

—Yo no fui, Zabini, no podría haberlo hecho. -le suelta —No alcancé a conocer demasiado a Draco. No al menos de forma civilizada, pero significa mucho para mí -responde, con repentina sinceridad —Me daba algo de miedo admitirlo, pero comencé a quererlo desde las primeras cartas y no hay día en que no me duela saber que nunca más tendré una de ellas. No te imaginas lo que daría para poder revertir la situación. -agrega. Le mira fugazmente y luego sus ojos vuelven a Zabini. —Y es ilegal, por cierto, dar veritaserum sin el consentimiento de la otra persona.

Blaise parece escrutarlo una vida entera antes de soltarlo bruscamente y alisarse la túnica.

—No confío en ti.

—Lo sé -le suelta Harry —Pero haz el intento, confía en mí solo por este tiempo. No estoy en el caso, pero quiero llegar al final de esto.

—Quiero saber quién fue y asesinarlo. -exclama, con la mandíbula apretada.

—Y yo tendría que llevarte a Azkaban por eso, aun cuando tendría muchas ganas de ayudarte a matar a quien sea que lo hizo. -le contesta con cierta paciencia, aunque todavía parecía molesto por el ataque de Blaise.

—¿Por qué quieres conocer mi empresa? Si ya te dije que no fui.

—Porque todas las teorías que hay hasta el momento están faltas de sustento. Puede que no hayas sido tú, ni nadie de tu empresa, pero quiero conocer el rubro. Tengo una corazonada y siento que tiene que ver con la poción en la que trabajaba.

Blaise resopla.

—¿O sea que los aurores se guían a base de corazonadas?

—¿Me llevarás a conocer tu empresa o no?

—El día que quieras, pero antes de las diez de la mañana, Potter, después no puedo.

Harry asiente.

—Lo siento por todo esto -le dice, aunque Harry sospecha que lo hace más por cortesía que por verdadera culpa —Quería asegurarme de que no fueras el culpable.

—Vale. Ahora si me disculpas…

—Claro, te acompaño a la puerta.

Y luego de una despedida, Harry se aparece en su apartamento, con Draco pisándole los talones. Aunque quizás era él quien se los pisaba al rubio, porque está seguro de que su aparición fue un poco más rápida.

—Creí que tú y Blaise se empezarían a lanzar maldiciones como locos -confiesa Draco una vez que están en el dormitorio.

—Eso no hubiese hecho más que empeorar las cosas.

—¿Sabes? Si hubieses sido un poco más así cuando niño, te habrías ahorrado muchos problemas en Hogwarts.

—Ya, debo reconocer que sí.

Ambos se quedan en silencio. Draco le mira y le dedica una sonrisa que a Harry le duele. Era una sonrisa que escondía tristeza. La reconocía.

—¿Ya vas a dormir?

—Luego ¿Ocurre algo?

Draco niega con la cabeza. Da un par de pasos, quedando a escasos centímetros de él.

—Nada. Me voy para que duermas.

—No, quédate -le responde Harry. Le hubiese gustado rodearlo con los brazos.

—¿Tan fácil me crees? -responde en broma, soltando una pequeñita risa sin gracia.

—Un poquito, sí -le sigue el juego Harry, pero sin llegar a reír.

—No, me voy ya, Potter. Nos vemos mañana.

Harry asiente. Y antes de que Draco se alejara para desaparecer, le dedica esa mirada intensa, que casi puede sentirla.

—Te quiero -le dice el rubio.

Antes de poder responder, ya no está.

Harry sabe que en algún momento nunca volverá.